miércoles, 1 de mayo de 2024

De la ola antidemocrática

 








Hola, buenos días de nuevo a todos, feliz miércoles y feliz Día internacional de los trabajadores. La vida privada, comenta en El País el escritor Joaquín Estefanía, entra en el barrizal político como antes lo hicieron el terrorismo y la política exterior. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com










Una ola antidemocrática recorre los países que hace medio siglo pasaron de dictaduras a democracias
JOAQUÍN ESTEFANÍA
27 abr 2024 - El País - harendt.blogspot.com

La carta del presidente de Gobierno a la ciudadanía muestra que la estrategia de la crispación, sobre la que tanto se ha teorizado en los últimos años, está a punto de conseguir sus efectos en España. El desarrollo de esta maniobra se ha utilizado como método para debilitar políticamente a los socialistas en el Gobierno, con Felipe González, Rodríguez Zapatero y Pedro Sánchez. Se puede discutir con qué saña en cada caso, aunque hoy se añaden los efectos de las redes sociales. Esta estrategia afecta a las relaciones entre el Gobierno y la oposición, a la vida cotidiana de las instituciones centrales del sistema y, por último, a la convivencia entre los ciudadanos generando una situación divisiva entre ellos.
La estrategia de la crispación se refiere tanto a la brutalidad de las formas utilizadas por algunos actores políticos (el insulto, el sarcasmo desmedido, la violencia física…) como a la concentración de la agenda política en torno a algunos temas (el terrorismo, la política exterior, la vida privada de los políticos y de sus familias) sobre los que, en las democracias maduras, existe algún tipo de consenso para dejarlos al margen del debate político y de la competición electoral. Forma parte de esta estrategia responsabilizar de la situación a quien la padece y no a quien la provoca: ejercer de bombero pirómano. Aunque no todos son igualmente responsables, llega a contagiar a todos los agentes de la vida pública. En muchos casos se deslocaliza la crítica al Gobierno trasladándola de la arena parlamentaria a los medios de comunicación y a los jueces.
Ahora que se ha cumplido medio siglo de la Revolución de los Claveles conviene recordar que España se sumó a una ola democratizadora que comenzó en Portugal, siguió por Grecia y nuestro país, y saltó del Mediterráneo a América Latina y a Europa central y oriental. Siguiendo la definición del politólogo americano Samuel Huntington, una ola de democratización es un conjunto de transiciones de un régimen autoritario a otro democrático que ocurren en determinado periodo de tiempo y que superan significativamente a los movimientos en sentido opuesto durante ese mismo periodo. Antes de esa ola tuvieron lugar otras dos, la primera siguiendo la estela de las revoluciones francesa y americana, y la segunda después de la Segunda Guerra Mundial y durante el proceso de descolonización. Cuando el profesor de Harvard publica la primera edición de su libro (La tercera ola, 1991, Paidós) todavía no había tenido lugar la Primavera Árabe, que probablemente sería una cuarta ola.
Según Huntington, a cada ola democrática le sucede otra ola antidemocrática posterior, en una especie de principio político de acción-reacción. Es lo que está sucediendo ahora con la multiplicación de la extrema derecha, el contagio de parte del conservadurismo clásico por el iliberalismo, los populismos, etcétera. En casi ningún caso existen modelos preestablecidos de transición, no hay plantillas rígidas a las que puedan recurrir los países que buscan un régimen de libertades y un modelo social con bienestar. Una de las condiciones fundamentales para que una democracia funcione es que los ciudadanos sepan hasta dónde pueden exigirla, que no esperen de la democracia la solución a todos sus problemas.
Cuentan que cuando el Movimiento de las Fuerzas Armadas se hizo cargo de la Revolución de los Claveles en 1974 y nombró presidente de Portugal al general Spínola, el despacho del general Díaz Alegría, que había sido jefe del Alto Estado Mayor español (y que había sido sustituido, al parecer —entonces no había ni la menor transparencia— por entrevistarse en Bucarest con Santiago Carrillo, secretario general del Partido Comunista de España) se llenó de monóculos. El monóculo era un distintivo estético del general Spínola. Como animando a Díaz Alegría a hacer en la España de Franco lo mismo que Spínola en Portugal. Luego Spínola salió rana.
La revolución portuguesa tuvo mucha importancia en el tardofranquismo español. Ahora ambos países comparten una estrategia de la crispación y un repliegue democrático. Joaquín Estefanía es escritor.



















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