sábado, 12 de abril de 2025

Del mito de la felicidad

 






Según el Informe Mundial de la Felicidad, los países nórdicos siempre ocupan las primeras posiciones; Yascha Mounk, politólogo alemán, trata de demostrar en Nueva Revista [El mito de la felicidad en los países nórdicos, 07/04/2025], que el Informe Mundial de la Felicidad es una farsa. Cada 20 de marzo se celebra, con moderación, el Día Internacional de la Felicidad y se publica el correspondiente informe, que de manera invariable sitúa a los países nórdicos en lo más alto de la clasificación. En la lista de 2024, los líderes han sido Finlandia, Dinamarca, Islandia y Suecia, mientras que España aparece en el puesto 38. Ucrania, infeliz por motivos obvios, no está tan mal como Afganistán, el país más desgraciado de la Tierra, con una insatisfacción que además va en aumento. Los medios de comunicación más importantes replican todos los años los datos de este documento sin plantearse demasiadas preguntas, pero esta vez ha surgido una voz discrepante.

Yascha Mounk, politólogo que ha tenido cierta presencia en Nueva Revista, responde con un artículo muy crítico, en el que desmonta o trata de desmontar la metodología y las conclusiones del informe. En The World Happiness Report Is a Sham (El Informe Mundial de la Felicidad es una farsa), Mounk, que tiene familia en Suecia y en Dinamarca, por lo que es conocedor de sus sociedades, argumenta que el documento ofrece una visión distorsionada de la realidad, sobre todo porque se basa en encuestas imperfectas, que incluyen una única pregunta, que por otro lado no puede ser respondida de manera uniforme en las distintas culturas.  

En primer lugar, veamos cómo y quién hace El Informe Mundial de la Felicidad, que se puso en marcha en 2011 gracias a una resolución de la ONU. Un año después, dicho organismo decidió que el 20 de marzo sería el Día Internacional de la Felicidad y se publicó el documento por primera vez. Para ello, cada año se tienen en cuenta diversos aspectos «relacionados con la felicidad global, incluidos la edad, la generación, el género, la migración, el desarrollo sostenible, la benevolencia y los efectos de la pandemia de covid-19 en el bienestar global».

Los autores aseguran que combinan «datos de bienestar de más de 140 países, con análisis de alta calidad realizados por investigadores líderes mundiales de una amplia gama de disciplinas académicas». Colaboran en el informe anual el Centro de Investigación del Bienestar de la Universidad de Oxford, Gallup y la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, que parecen proporcionar un respaldo suficiente o, como mínimo, aparente.

No obstante, los propios autores del documento reconocen lo que para Mounk es su mayor defecto: «La clasificación global de felicidad se basa en una sola pregunta de la Encuesta Mundial de Gallup, derivada de la llamada escala o escalera de Cantril». A los encuestados se les plantea la siguiente pregunta: «Imagine una escalera con escalones numerados desde el 0, en la parte inferior, al 10, en la superior. La parte superior de la escalera representa la mejor vida posible para usted y la parte inferior representa la peor vida posible para usted. ¿En qué peldaño de la escalera diría usted personalmente que se siente parado en este momento?».

Mounk no solo considera que esta forma de medir la felicidad es subjetiva, sino que es insuficiente para capturar un concepto tan complejo como la felicidad. Por otro lado, el politólogo asegura que las encuestas se realizan en muestras relativamente pequeñas de cada país, lo que puede no ser representativo de las experiencias generales de sus habitantes.

En un intento por aportar datos más objetivos, Mounk compara las conclusiones con otros indicadores relevantes para la felicidad. «Resulta que los habitantes de los mismos países escandinavos que la prensa celebra diligentemente por su supuesta felicidad son especialmente propensos a tomar antidepresivos o incluso a suicidarse», afirma el politólogo estadounidense de origen alemán. En su opinión, hay una falta de diversidad en las métricas, que no incluyen una combinación amplia de indicadores objetivos y subjetivos que podrían ofrecer una imagen más completa del bienestar.

Mounk añade que, aunque los países escandinavos tienen muchas cosas buenas, no son precisamente la estampa de la alegría. «Durante gran parte del año, son fríos y oscuros. Sus culturas son extremadamente reservadas y socialmente desarticuladas. Cuando paseas por los centros —sin duda hermosos— de Copenhague o Estocolmo, rara vez ves a alguien sonreír. ¿Serán realmente estos los lugares más felices del mundo?», se pregunta.

Más allá de esa percepción también subjetiva, y alertado por la mala clasificación de Estados Unidos (puesto 24, justo por detrás de Alemania y Reino Unido) Yascha Mounk decidió profundizar más y consultar estudios alternativos, como los realizados por los economistas Danny Blanchflower y Alex Bryson, quienes consideraron una gama más amplia de indicadores y obtuvieron resultados significativamente diferentes. En algunas de las métricas, por ejemplo (la probabilidad de que los encuestados hubieran sonreído o reído en la víspera a la entrevista), Dinamarca ni siquiera estaba entre los cien países mejor clasificados. En la clasificación final, Finlandia ocupaba el puesto 51, mientras que Japón, Panamá y Tailandia, poco felices en el informe respaldado por la ONU, resultaban ser los más dichosos.

Incluso Estados Unidos, sostiene Mounk, es un país con grandes diferencias y, si bien algunos estados son menos afortunados, en otros lugares se encuentran ciudadanos que pueden competir en felicidad con cualquier país del mundo. En concreto, cita Hawái, Minesota, las dos Dakotas, Iowa, Nebraska y Kansas.

Otra de las tesis de Mounk es que los países pobres pueden ser más felices que otros más ricos y cita el ejemplo de Bután, cuyo Gobierno promueve desde hace años una campaña por el bienestar de sus habitantes. En último extremo, el autor critica que entidades con tanto poder como The New York Times, la Universidad de Oxford y la ONU promuevan este tipo de información y sean cómplices del clickbait de unos datos tan poco fiables. «Cualquier institución que desee abordar ese problema debe comenzar por mirarse al espejo y dejar de difundir “desinformación de élite” como el Informe Mundial de la Felicidad», concluye el autor. Yascha Mounk (Múnich, 1982). Graduado en Historia por la Universidad de Cambridge y doctor en Ciencias Políticas por la de Harvard, actualmente es profesor en la Universidad Johns Hopkins. Se define «de izquierda no extrema». Autor, entre otros libros, de El gran experimento (Por qué fallan las democracias diversas y cómo hacer que funcionen).










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