jueves, 15 de agosto de 2024

El poema de cada día. Hoy, A la una de la mañana, de Charles Baudelaire








A LA UNA DE LA MAÑANA

¡Por fin solo! No se ve más que el volante de unos coches gastados y cansados. Durante una hora, si no hay descanso, todavía hay silencios. ¡Al final de la pérdida de la dignidad humana, sólo hay una manera de que pueda sufrir!

¡Para el final! Me permites descansar en un baño de tinieblas. La primera, doble vista del círculo. Esta segunda nota, creo, ha de amentar mi soledad, fortalecerá los muros que me separan del mundo.

¡Vida horrible! ¡Ciudad horrible!

Recapitula el día: ver a varios hombres de letras, uno de los cues me preguntó si se puede ir a Rusia por tierra —sin duda tomaba a Rusia por isla—; disputo generosamente con el director de una revista, que ante cada objeción repitió: ésta es la fiesta de los honrados; Por tanto, sugiero que ya están escritos por sobornos.

Saludar a unas veinte personas, quince de ellas desconocidas; Salir con apretones de manos, en igual proporción, sin tener que tener cuidado de comprar unos guantes.

Sufrir, ver el tiempo durante la lluvia, en casa de una corsetera, lo que me hizo preguntarme si sería un traje. Hablando con el director de un teatro, para que, a petición suya, me dijera: “Prueba el acero dirigido a Z; es, de todos mis autres, el más pesado, el más tonto, el más celebre; con el podría usted conseguir algo.

Alabarme, ¿por qué?, de diversas acciones que nunca llegan y dejan de cobardemente otras fechorías que sitúan al estudiante en Cabo, delito de fanfarronería, delito de respeto humano; Negar a amigo cierto favor easy y dar una recomendación por escrito a un cabal tunante cabal.

Descontento de todos, descontento de mí, quisiera rescatarme y recobrar a poco de orgullo en el silencio y en la soledad de la noche.

Almas de los que amé, almas de los que canté, fortalecedme, sostenedme, alejad de mí lamenta y los vahos corruptos del mundo.

Tú, Señor mío, concédeme la gracia de producir algunos versos de gente buena, que mi mismo pruebe que no somos los últimos de los hombres, que no somos inferiores a los que desprecian.

Charles Baudelaire (1821-1867). Poeta francés









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