miércoles, 13 de agosto de 2014

El poeta Gerardo Diego y el tema de España en la poesía española contemporánea (XLII)




Palacio de La Magdalena (Santander, Cantabria)



¿Por qué buena parte de los españoles que nos declaramos de izquierdas damos la impresión de estar un tanto perdidos en el uso de términos tales como "pueblo, país, patria, gobierno, nación, España, estado"?... Al usarlos parecen similares pero no lo son. Para la derecha, sí; todo es lo mismo y va en el mismo saco. Los españoles que nos declaramos de izquierdas no deberíamos avergonzarnos de reivindicar el uso del nombre de España, la patria común que a todos nos acoge y ampara, No es solo de ellos, es también nuestra. Y deberíamos hacerlo sin vergüenza alguna, sin ningún tipo de remordimiento, sin amargura ni complejo de ninguna especie. Y para eso puede servirnos la poesía.

De ahí, mi atrevimiento de traer durante unas cuantas semanas, o mientras el cuerpo aguante, lo que algunos de los grandes poetas contemporáneos, poetas del exilio exterior e interior, pero españoles todos hasta la médula, han dicho sobre su patria común, sobre la nuestra, sobre España y su añoranza. Y es que, en palabras de Walt Whitman, "el poeta es el instrumento por medio del cual las voces largamente mudas de los excluidos dejan caer el velo y son alcanzados por la luz". 

Hoy traigo hasta el blog al poeta Gerardo Diego. Nace en Santander (Cantabria) en 1896. Poeta, escritor, cirítico literario y profesor, es uno de los más importantes poetas de la Generación del 27 e impulsor de la vanguardia poética española. Estudió filosofía y letras en la Universidad de Deusto (País Vasco), doctorándose en la de Madrid. En 1925 obtiene el Premio Nacional de Literatura. El inicio de la guerra civil le coge en Francia, de donde vuelve para unirse al bando franquista. Al final de la misma, se incorpora como profesor al Instituto Beatriz Galindo de Madrid en el que permanecerá hasta su jubilación. En 1947 ingresa en la Real Academia Española, y en 1979 obtiene el Premio Cervantes. Su poesía representa el ideal de la Generación del 27 al alternar la poesía tradicional con la vanguardista. En la primera trata los paisajes de España, la religión, la música y el amor; en la segunda, trata temas como el creacionismo, lo intrascendente y las imágenes extraordinarias. Muere en Madrid el año 1987. Les dejo con su poema "El ciprés de Silos", considerado por muchos como el mejor soneto de la literatura española:



Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado asimismo el loco empeño.

Mástil de soledad, prodigio isleño;
flecha de fe, saeta de esperanza.
Hoy llega a ti, riberas del Arlanza,
peregrina al azar, mi alma sin dueño.

Cuando te vi, señero, dulce, firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto en cristales,

como tú, negra torre de arduos filos,
ejemplo de delirios verticales,
mudo ciprés en el fervor de Silos.

"El ciprés de Silos"
Gerardo Diego


Y en la próxima ocasión nos vemos con el poeta José Antonio Muñoz Rojas. Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt




El poeta Gerardo Diego



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martes, 12 de agosto de 2014

El poeta Eladio Cabañero y el tema de España en la poesía española contemporánea (XLI)




Las Lagunas de Ruidera (Castilla-La Mancha)



¿Por qué buena parte de los españoles que nos declaramos de izquierdas damos la impresión de estar un tanto perdidos en el uso de términos tales como "pueblo, país, patria, gobierno, nación, España, estado"?... Al usarlos parecen similares pero no lo son. Para la derecha, sí; todo es lo mismo y va en el mismo saco. Los españoles que nos declaramos de izquierdas no deberíamos avergonzarnos de reivindicar el uso del nombre de España, la patria común que a todos nos acoge y ampara, No es solo de ellos, es también nuestra. Y deberíamos hacerlo sin vergüenza alguna, sin ningún tipo de remordimiento, sin amargura ni complejo de ninguna especie. Y para eso puede servirnos la poesía.

De ahí, mi atrevimiento de traer durante unas cuantas semanas, o mientras el cuerpo aguante, lo que algunos de los grandes poetas contemporáneos, poetas del exilio exterior e interior, pero españoles todos hasta la médula, han dicho sobre su patria común, sobre la nuestra, sobre España y su añoranza. Y es que, en palabras de Walt Whitman, "el poeta es el instrumento por medio del cual las voces largamente mudas de los excluidos dejan caer el velo y son alcanzados por la luz". 

Hoy traigo hasta el blog al poeta Eladio Cabañero. Nace en Tomelloso (Castilla-La Mancha) en 1930. Su padre, destacado dirigente socialista local, muere fusilado al finalizar la guerra civil. Trabaja en el campo y la construcción para ganarse la vida. De formación autodidacta, en 1956 se traslada a vivir a Madrid. Trabaja durante varios años en la Biblioteca Nacional de España y más tarde en la editorial Taurus y como redactor jefe de varias publicaciones literarias. Miembro de la conocida como Generación del 50, ganó el Premio Nacional de Literatura. Su poesía canta al paisaje y las gentes de su Castilla-La Mancha natal, así como al amor, la soledad y la queja ante las injusticias. Todo ello con emocionado lirismo. Murió en Madrid el año 2000. Les dejo con su poema "La Patria", que se inicia con un verso de Francisco de Quevedo:


"Miré los muros de la patria mía..."
Francisco de Quevedo

Abierta a los paisajes, silenciosa,
se deja resbalar por sus colinas
hasta las manos que la aman.
Montes a la redonda
cobijan a los pueblos más perdidos,
blancos, disimulados
entre las trochas y el romero.
Pero no basta.

La Patria disecada en los museos,
la Patria del recuerdo y las cenizas
donde un analfabeto nunca cuenta
y una rosa tampoco,
la Patria de antes, la que ha recibido
tantas lecciones de sus hijos muertos,
mejor será olvidarla,
dejarla atrás.

A Dios alaban cuantos de la piedra
construyen una estatua para un hombre,
un muerto predilecto.
Parados en los parques y las plazas,
piloteando la deriva propia,
habitan unos pocos
de los que consiguieron sentar nombre
de héroe.

Mejor que pechos de oro, frentes
de bronce y cinturón de acero con espada,
hombres dando al arado sus derechos
de siembre, hombres
con las manos de encina, tendones
de la propia cordillera, venas
como las fintas de los rayos, dedos
haciendo por el aire y los barbechos
la señal de la siembra.

Yo estoy con los que eligen un amigo,
los que agrupan los nombre naturales
para dar riego al corazón.
Quiero aprender del padre que trabaja
para que el hijo coma,
quiero elegir un pueblo abandonado
donde conozca a todos los vecinos,
para vivir debajo de su tejas
con mi familia y mi conducta.
Quiero
defender la verdad de cada día,
merecer bien el aire,
comer mi pan de harina bien ganada
como lo come un labrador cansado
de luchar con la tierra y de ser pobre.

Cumpliré mi palabra.
Entregaré las cuentas a lo último;
después me saldré al campo
a ver desde algún cruce de caminos
ponerse al sol un día por mi Patria.

"La Patria"
Eladio Cabañero


Y en la próxima ocasión nos vemos con el poeta Gerardo Diego. Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt




El poeta Eladio Cabañero



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lunes, 11 de agosto de 2014

El poeta Luis Felipe Vivanco y el tema de España en la poesía española contemporánea (XL)




Monasterio de San Lorenzo (El Escorial, Madrid)



¿Por qué buena parte de los españoles que nos declaramos de izquierdas damos la impresión de estar un tanto perdidos en el uso de términos tales como "pueblo, país, patria, gobierno, nación, España, estado"?... Al usarlos parecen similares pero no lo son. Para la derecha, sí; todo es lo mismo y va en el mismo saco. Los españoles que nos declaramos de izquierdas no deberíamos avergonzarnos de reivindicar el uso del nombre de España, la patria común que a todos nos acoge y ampara, No es solo de ellos, es también nuestra. Y deberíamos hacerlo sin vergüenza alguna, sin ningún tipo de remordimiento, sin amargura ni complejo de ninguna especie. Y para eso puede servirnos la poesía.

De ahí, mi atrevimiento de traer durante unas cuantas semanas, o mientras el cuerpo aguante, lo que algunos de los grandes poetas contemporáneos, poetas del exilio exterior e interior, pero españoles todos hasta la médula, han dicho sobre su patria común, sobre la nuestra, sobre España y su añoranza. Y es que, en palabras de Walt Whitman, "el poeta es el instrumento por medio del cual las voces largamente mudas de los excluidos dejan caer el velo y son alcanzados por la luz". 

 Hoy traigo hasta el blog al poeta Luis Felipe Vivanco. Nace en San Lorenzo del Escorial en 1907. Hijo de un magistrado pasa los primeros años de su niñez en continuos traslados de una ciudad a otra. En 1915 su familia se afinca en Madrid y allí estudia arquitectura, a lo que se dedicará profesionalmente, y poco más tarde filosofía y letras. En su juventud fue amigo personal de Rafael Alberti y Xavier Zubiri, publicando sus primeros versos en la revista Cruz y Raya. Al inicio de la guerra civil, a pesar de su republicanismo (era sobrino del también poeta José Bergamín), se decanta por la Falange y se suma al golpe militar colaborando en la propaganda del régimen franquista junto a otros poetas como Luis Rosales, Leopoldo Panero o Dionisio Ridruejo, con los que conforma la denominada Generación del 36 y con los que funda la revista Escorial. En su poesía adquiere una gran importancia el tema religioso, pero también el amor, la naturaleza, la familia y la vida cotidiana. Obtuvo el premio de la Crítica y el Fastenrath de la Real Academia Española. Muere en Madrid en 1975. Les dejo con su poema "Romance":


Contigo, tierra de España,
contigo y solo contigo.
Mañana contigo muerto,
pero hoy ya contigo vivo.

Contigo y con las distancias
leonadas de tu mutismo.
Contigo y con tus barbechos.
Contigo y por tus caminos.

Contigo y tus encinares,
y en cabezo, el novillo.
Contigo y con tus barrancos
donde la flor del espino.

Contigo y con tus laderas
de primavera y estío:
contigo en chortales verdes
y en pastizales pajizos.

Contigo en cerros de pieda
para el olor del tomillo.
Contigo en grietas de tesos
y en arroyos repetinos.

Contigo y con tus azadas
que riegan huertos raquíticos.
Contigo en oueblos que aplasta
la luz de un cielo agresivo,

Contigo y con tus ciudades
de agrestes rincones íntimos.
Si en tu Segovia me pasmo,
en tu Ávila me alucino.

Contigo, tierra de España.
Primero contigo niño,
pero hoy ya contigo hombre.
Contigo y con tu castigo.

"Romance"
Luis Felipe Vivanco


Y en la próxima ocasión nos vemos con el poeta Eladio Cabañero. Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt






El poeta Luis Felipe Vivanco




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sábado, 9 de agosto de 2014

El poeta Claudio Rodríguez y el tema de España en la poesía española contemporánea (XXXIX)





Catedral del Salvador (Zamora, Castilla y León)



¿Por qué buena parte de los españoles que nos declaramos de izquierdas damos la impresión de estar un tanto perdidos en el uso de términos tales como "pueblo, país, patria, gobierno, nación, España, estado"?... Al usarlos parecen similares pero no lo son. Para la derecha, sí; todo es lo mismo y va en el mismo saco. Los españoles que nos declaramos de izquierdas no deberíamos avergonzarnos de reivindicar el uso del nombre de España, la patria común que a todos nos acoge y ampara, No es solo de ellos, es también nuestra. Y deberíamos hacerlo sin vergüenza alguna, sin ningún tipo de remordimiento, sin amargura ni complejo de ninguna especie. Y para eso puede servirnos la poesía.

De ahí, mi atrevimiento de traer durante unas cuantas semanas, o mientras el cuerpo aguante, lo que algunos de los grandes poetas contemporáneos, poetas del exilio exterior e interior, pero españoles todos hasta la médula, han dicho sobre su patria común, sobre la nuestra, sobre España y su añoranza. Y es que, en palabras de Walt Whitman, "el poeta es el instrumento por medio del cual las voces largamente mudas de los excluidos dejan caer el velo y son alcanzados por la luz".  

Hoy traigo hasta el blog al poeta Claudio Rodríguez. Nacido en Zamora en 1934, en el seno de una familia burguesa propietaria de fincas rurales, su padre fue apasionado lector y autor de poesías. Pasó de niño largas temporadas en las fincas de su abuela materna. A la muerte de su padre, tiene que hacerse cargo de la administración de las mismas, lo que le permite adentrarse en la lectura de la biblioteca familiar donde  se aficiona a los místicos españoles, los románticos ingleses y la poesía francesa de finales del XIX. Abandona los estudios de Derecho en la Universidad de Madrid para hacer los de Filología, doctorándose en Filología Románica. Fue lector de español en las universidades de Oxford y Cambridge y profesor en la de Madrid. Tuvo un paso fugaz por el partido comunista, que abandonó casi inmediatamente a causa de enfrentamientos personales con sus dirigentes. Obtuvo el Premio Nacional de Poesía en 1983 y en 1997 el Príncipe de Asturias de las Letras. En 1987 ingresó en la Real Academia Española. La crítica le considera uno de los más grandes poetas españoles de la segunda mitad del siglo XX. Muere en Madrid en 1999.  Les dejo con su poema "Al ruido del Duero":


... Y como yo veía
que era tan popular entre las calles
paséel puente y, adiós, dejé atrástodo.
Pero hasta aquí me llega,quitádmelo, estoy siempre
oyendo el ruido aquel y subo y subo,
ando de pueblo en pueblo, pongo el oído
al vuelo del pardak, al sol, al aire,
yo qué sé, al cielo, al pecho de las mozas
y siempre el mismo son, igual mudanza.
¿Qué sitio es este sin tregua? ¿Qué hueste, qué altas lides
entran a saco en mi alma a todas horas,
rinden la torre de la enseña blanca,
abren aquel portillo, el silencioso,
el nunca falso? Y eres
tú, música del río, aliento mío hondo,
llaneza y voz y pulso de mis hombres.
Cuanto mejor sería
esperar. Hoy no puedo, hoy estoy duro
de oído tras los años que he pasado
con los de mala tierra. Pero he vuelto.
Campo de la verdad, ¿qué traición hubo?
¡Oid cómo tanto tiempo y tanta empresa
hacen un solo ruido!
¡Oid cómo hemos tenido día tras día
tanta pureza al lado nuestro, en casa,
y hemos seguido sordos!
¡Ya ni esta tarde más! Sé bienvenida,
mañana. Pronto estoy: ¡sedme testigos
los que aun oís! Oh, río,
fundador de ciudades,
sonando en todo menos en tu lecho,
haz que tu ruido sea nuestro canto,
nuestro taller en vida. Y si algún día
la soledad, el ver al hombre en venta,
el vino, el mal amor o el desaliento
asaltan lo que bien has hecho tuyo,
ponte como hoy en pie de guerra, guarda
todas mis puertas y ventanas como
tú has hecho desde siempre,
tú, a quien estoy oyendo igual que entonces,
tú, río de mi tierra, tú río Duradero.


"Al ruido del Duero"
Claudio Rodríguez



Y en la próxima ocasión nos vemos con el poeta Luis Felipe Vivanco. Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt




El poeta Claudio Rodríguez




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viernes, 8 de agosto de 2014

El poeta José Bergamín y el tema de España en la poesía española contemporánea (XXXVIII)




Fuente de Neptuno (Madrid)



¿Por qué buena parte de los españoles que nos declaramos de izquierdas damos la impresión de estar un tanto perdidos en el uso de términos tales como "pueblo, país, patria, gobierno, nación, España, estado"?... Al usarlos parecen similares pero no lo son. Para la derecha, sí; todo es lo mismo y va en el mismo saco. Los españoles que nos declaramos de izquierdas no deberíamos avergonzarnos de reivindicar el uso del nombre de España, la patria común que a todos nos acoge y ampara, No es solo de ellos, es también nuestra. Y deberíamos hacerlo sin vergüenza alguna, sin ningún tipo de remordimiento, sin amargura ni complejo de ninguna especie. Y para eso puede servirnos la poesía.

De ahí, mi atrevimiento de traer durante unas cuantas semanas, o mientras el cuerpo aguante, lo que algunos de los grandes poetas contemporáneos, poetas del exilio exterior e interior, pero españoles todos hasta la médula, han dicho sobre su patria común, sobre la nuestra, sobre España y su añoranza. Y es que, en palabras de Walt Whitman, "el poeta es el instrumento por medio del cual las voces largamente mudas de los excluidos dejan caer el velo y son alcanzados por la luz".  

Hoy traigo hasta el blog al poeta José BergamínNace en Madrid en 1895 en el seno de una acomodada familia liberal, conservadora y católica, en la que su padre fue ministro en gobiernos de la Restauración. Católico y comunista convencido intentó armonizar toda su vida ambas ideologías. Estudió Derecho en la Universidad de Madrid, escribiendo sus primeros trabajos en la revista Índice que dirigía Juan Ramón Jiménez, al que profesó siempre una profunda amistad, al igual que a Unamuno. Participó en las actividades de la Generación del 27, aunque no se le considera miembro de la misma. Ocupó cargos políticos en los gobiernos de la República y durante la guerra civil presidió la Alianza de Intelectuales Antifascitas. Al final de la misma se exilia sucesivamente en México, Venezuela, Uruguay y, finalmente, Francia. Vuelve a España en 1961 y se exilia de nuevo en 1963. Retorna definitivamente en 1970. Sus últimos años de vida los pasa en el País Vasco, donde apoyó dedicidamente a la organización Herri Batasuna. Murió en San Sebastián en 1983. Les dejo con su poema "Al volver":


Aquí nació mi vida a la esperanza
y aquí esperó también que moriría;
ahora que vuelvo aquí, parecería
que el tiempo me persigue y no me alcanza.

Detiene otoño el paso a la mudanza
que en la luz, en el aire se extasía:
los árboles son llamas, su alegría
enciende ya mi bienaventuranza.

Todo pasó. Todo quedó lo mismo:
como si el otoño floreciera,
ardiendo en el fulgor de su espejismo,

última para mí, la primavera.
Abismo del no ser al ser abismo
la eternidad, del tiempo prisionera.


"Al volver"
José Bergamín



Y en la próxima ocasión nos vemos con el poeta Claudio Rodríguez. Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt





El poeta José Bergamín




Entrada núm. 2135
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jueves, 7 de agosto de 2014

El poeta Ramón de Garciasol y el tema de España en la poesía española contemporánea (XXXVII)




Catedral de Santa María la Mayor (Sigüenza, Castilla-La Mancha)



¿Por qué buena parte de los españoles que nos declaramos de izquierdas damos la impresión de estar un tanto perdidos en el uso de términos tales como "pueblo, país, patria, gobierno, nación, España, estado"?... Al usarlos parecen similares pero no lo son. Para la derecha, sí; todo es lo mismo y va en el mismo saco. Los españoles que nos declaramos de izquierdas no deberíamos avergonzarnos de reivindicar el uso del nombre de España, la patria común que a todos nos acoge y ampara, No es solo de ellos, es también nuestra. Y deberíamos hacerlo sin vergüenza alguna, sin ningún tipo de remordimiento, sin amargura ni complejo de ninguna especie. Y para eso puede servirnos la poesía.

De ahí, mi atrevimiento de traer durante unas cuantas semanas, o mientras el cuerpo aguante, lo que algunos de los grandes poetas contemporáneos, poetas del exilio exterior e interior, pero españoles todos hasta la médula, han dicho sobre su patria común, sobre la nuestra, sobre España y su añoranza. Y es que, en palabras de Walt Whitman, "el poeta es el instrumento por medio del cual las voces largamente mudas de los excluidos dejan caer el velo y son alcanzados por la luz".  

Hoy traigo hasta el blog al poeta Ramón de Garciasol. Nacido en Humanes (Guadalajara) en 1913 en el seno de una humilde familia de artesanos, se licenció en Derecho por la Universidad de Madrid, pero fue sobre todo poeta, además de biógrafo y ensayista. Como poeta se declara deudor de Quevedo y Unamuno. Muy comprometido con la izquierda revolucionaria durante la guerra civil, al final de la misma pasó varios años en un campo de concentración, motivo por el cual cambió su nombre real de Miguel Alonso Calvo por el seudónimo con el que se hizo famoso. En 1962 obtuvo el Premio Fastenrath de poesía otorgado por la Real Academia Española. Murió en Madrid en 1994. Les dejo con su poema "Toro hispánico":


Me está gritando amor con una extraña,
ibérica pasión: y me desgrano
uva a uva de raza. El toro Hispano
me corre por la grave sed de España,

por la piel que me cubre y me da forma.
Me duele el aire, hasta la sombra, el habla
de España, siempre más a rajatabla.
España me encarniza el verbo, ahorma

el corazón con rabias capitales.
Llevo ríos de España en la saliva,
remachan en mí yunques ancestrales.

España soy, agónico, violento,
huracanado amor en llama viva
con fiebre de esculpir a sueño el viento.


"Toro hispánico"
Ramón de Garciasol



Y mañana nos vemos con el poeta José Bergamín. Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt





El poeta Ramón de Garciasol



Entrada núm. 2134
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miércoles, 6 de agosto de 2014

EI poeta Ramón de Basterra y el tema de España en la poesía española contemporánea (XXXVI)




Santuario-Basílica de Begoña (Bilbao, Vizcaya)



¿Por qué buena parte de los españoles que nos declaramos de izquierdas damos la impresión de estar un tanto perdidos en el uso de términos tales como "pueblo, país, patria, gobierno, nación, España, estado"?... Al usarlos parecen similares pero no lo son. Para la derecha, sí; todo es lo mismo y va en el mismo saco. Los españoles que nos declaramos de izquierdas no deberíamos avergonzarnos de reivindicar el uso del nombre de España, la patria común que a todos nos acoge y ampara, No es solo de ellos, es también nuestra. Y deberíamos hacerlo sin vergüenza alguna, sin ningún tipo de remordimiento, sin amargura ni complejo de ninguna especie. Y para eso puede servirnos la poesía.

De ahí, mi atrevimiento de traer durante unas cuantas semanas, o mientras el cuerpo aguante, lo que algunos de los grandes poetas contemporáneos, poetas del exilio exterior e interior, pero españoles todos hasta la médula, han dicho sobre su patria común, sobre la nuestra, sobre España y su añoranza. Y es que, en palabras de Walt Whitman, "el poeta es el instrumento por medio del cual las voces largamente mudas de los excluidos dejan caer el velo y son alcanzados por la luz".  

Hoy traigo hasta el blog al poeta Ramón de Basterra. Nace en la ciudad de Bilbao en 1888. Estudió Derecho y fue poeta, escritor y diplomático de carrera. Sirvió en las legaciones de Roma, Bucarest y Caracas. Escribió en la famosa revista poética Hermes. Su poesía se caracteriza en una primera época por el sentimiento del paisaje, las ideas humanísticas y los problemas de los vascos. Más tarde su poesía se vuelve barroca y gongorina, para al final de su joven vida, situarse como avanzada de la vanguardia poética futurista, cantando al destino fecundo de los pueblos hispánicos. Murió en Madrid en 1928. Les dejo con su poema "A los jóvenes dolorosos":


¡Oh, joven doloroso, joven triste
que sufres como yo del mal de España
y que una negación honda, en tu entraña
tienes, clavada, contra lo que existe!

Tu virgen corazón vibra de saña,
de santa saña porque no tuviste
lo que pidió tu amor cuando naciste:
de la Patria, una idea y una hazaña.

La general incepcia fue el veneno
que atosigó tu juventud vehemente,
y de asco y de dolor yo te sé lleno.

Más el futuro es nuestro y esa gente
que hizo nuestra desgracia, se va al cieno.
Hermano, aquí va un ósculo en tu frente.

"A los jóvenes dolorosos"
Ramón de Basterra



Y mañana nos vemos con el poeta Ramón de Garciasol. Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt




El poeta Ramón de Basterra



Entrada núm. 2133
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martes, 5 de agosto de 2014

Derechas e izquierdas. Una distinción necesaria (y IV)





Konrad Adenauer (1876-1967) y Willy Brandt (1913-1992)



Dice el profesor Bobbio en el libro que venimos comentando ("Derecha e Izquierda. Razones y significados de una distinción política") que las desigualdades naturales existen, y que si algunas de ellas se pueden corregir, la mayor parte de esas mismas desigualdades no se pueden eliminar. Y respecto a las desigualdades sociales, añade, si algunas se pueden corregir e incluso eliminar, muchas, especialmente aquellas de las cuales los mismos individuos son responsables, lo único que se puede intentar es no fomentarlas.

Políticamente, dice, se puede llamar correctamente igualitarios a aquellos políticos que, aunque no ignorando que los hombres son tan iguales como desiguales, aprecian mayormente y consideran más importante para una buena convivencia lo que los asemeja que lo que los diferencia. Por el contrario, los no igualitarios serían, en cambio, aquellos que partiendo del mismo jucio de hecho, aprecian y consideran más importante para conseguir una buena convivencia la diversidad que la uniformidad.

Los igualitarios -añade más adelante- parten de la convicción de que la mayor parte de las desigualdades que los indignan y querrían hacer desaparecer son sociales y, como tales, eliminables; los no igualitarios, por el contrario, parten de la convicción opuesta, que las desigualdades son naturales y, como tales, ineliminables.


Para Bobbio el ideal igualitario y el no igualitario puede personificarse ejemplarmente en el contraste de pensamiento entre Rousseau y Nietzsche, precisamente, por la distinta actitud que el uno y el otro asumen con respecto a la naturalidad y artificialidad de la igualdad y de la desigualdad. En el "Discurso sobre el origen de la desigualdad", dice, Rousseau parte de la consideración de que los hombres han nacido iguales, pero la sociedad civil, o sea, la sociedad que se sobrepone lentamente al estado de naturaleza, los ha convertido en desiguales. Para Nietzsche, por el contrario, los hombres son por naturaleza desiguales (y para él es un bien que lo sean porque, además, una sociedad formada sobre la esclavitud como era la griega, y justamente en razón de la existencia de los esclavos, era una sociedad avanzada para su tiempo) y solo la sociedad con su moral de rebaño, con su religión de la compasión y la resignación, los ha pretendido convertir en iguales.

La conclusión de esa disputa, continúa, no puede ser más radical: en nombre de la igualdad natural, los igualitarios condenan la desigualdad social; en nombre de la desigualdad natural, los no igualitarios condenan la igualdad social.

La regla de oro de la justicia, sigue diciendo, es tratar a los iguales de una manera igual y a los desiguales de una manera desigual, pero para que eso no resulte una mera fórmula vacía hay que responder previamente a una pregunta: ¿Quiénes son los iguales y quiénes son los desiguales?

La igualdad como ideal sumo o incluso último de una comunidad ordenada, justa y feliz, añade más adelante, se acopla habitualmente con el ideal de la libertad, considerado este también como supremo o último. Y ninguno de los dos es separable del otro; son las dos caras de una misma moneda: no hay igualdad posible sin libertad; pero la libertad tampoco es realizable sin un cierto grado de igualdad. Pero al mismo tiempo es preciso, sigue diciendo, hacer una observación elemental que habitualmente no se hace: los dos conceptos de libertad y de igualdad no son simétricos: mientras la libertad es un estatus de la persona, la igualdad indica una relación entre dos o más entidades. O como dice George Orwell, citado por Bobbio, "todos los hombres son iguales, pero algunos son más iguales que otros".

Si uno de los criterios para distinguir la derecha de la izquierda, concluye, es la diferente apreciación con respecto a la idea de igualdad, y el criterio para distinguir a los moderados de los extremista (tanto en  la derecha como en la izquierda) es su diferente actitud con respecto a la libertad, se podría distribuir el espectro en el que se ubican las doctrinas y movimientos políticos en cuatro espacios: a) en la extrema izquierda estarían los movimientos a la vez igualitarios y autoritarios (como el comunismo histórico); b) en el centro-izquierda, las doctrinas y movimientos a la vez igualitarios y libertarios (como el socialismo liberal y la socialdemocracia); c) en el centro-derecha las doctrinas y movimientos a la vez libertarios y no igualitarios (los partidos liberales y conservadores) ; y d) en la extrema derecha, las doctrinas y movimientos antiliberales y antigualitarios (como el fascismo y el nazismo).

El comunismo fracasó históricamente, dice al final de su libro, pero el desafío que lanzó permanece. Bastaría, continúa diciendo, con desplazar la mirada de la cuestión social del interior de cada Estado (de la que nació la izquierda en el siglo XIX), hacia la cuestión social internacional, para darse cuenta de que la izquierda no solo no ha concluido su propio camino sino que apenas lo ha comenzado.

Como colofón, cita Bobbio las palabras de uno de sus maestros, el también filósofo Luigi Einaudi, que entiendo me permiten cerrar definitivamente el excurso que he hecho en estas cuatro entradas sobre el libro citado al comienzo, que dicen así: "Las dos corrientes (liberalismo y socialismo) son respetables, y aunque adversarias, no son enemigas; porque las dos respetan la opinión de los demás y saben que existe un límite para la realización del propio principio. El optimum no se alcanza en la paz forzada de la tiranía totalitaria; se toca en la lucha continua entre los dos ideales del liberalismo y del socialismo (libertad e igualdad), ninguno de los cuales puede ser vencido sin daño común". 

Por mi parte, amén de recomendarles su lectura, animarles igualmente a leer el libro "Algo va mal" (Taurus, Madrid, 2010), del historiador británico Tony Judt (1948-2010), que a mi entender, actualiza en gran manera lo dicho por Norberto Bobbio en el libro que hemos venido comentando.

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Harold Wilson (1916-1995) y Winston Churchill (1874-1965)



Entrada núm. 2132
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lunes, 4 de agosto de 2014

El poeta Luis López Anglada y el tema de España en la poesía española contemporánea (XXXV)




La ciudad de Ceuta, desde el aire



¿Por qué buena parte de los españoles que nos declaramos de izquierdas damos la impresión de estar un tanto perdidos en el uso de términos tales como "pueblo, país, patria, gobierno, nación, España, estado"?... Al usarlos parecen similares pero no lo son. Para la derecha, sí; todo es lo mismo y va en el mismo saco. Los españoles que nos declaramos de izquierdas no deberíamos avergonzarnos de reivindicar el uso del nombre de España, la patria común que a todos nos acoge y ampara, No es solo de ellos, es también nuestra. Y deberíamos hacerlo sin vergüenza alguna, sin ningún tipo de remordimiento, sin amargura ni complejo de ninguna especie. Y para eso puede servirnos la poesía.

De ahí, mi atrevimiento de traer durante unas cuantas semanas, o mientras el cuerpo aguante, lo que algunos de los grandes poetas contemporáneos, poetas del exilio exterior e interior, pero españoles todos hasta la médula, han dicho sobre su patria común, sobre la nuestra, sobre España y su añoranza. Y es que, en palabras de Walt Whitman, "el poeta es el instrumento por medio del cual las voces largamente mudas de los excluidos dejan caer el velo y son alcanzados por la luz".  

Hoy traigo hasta el blog al poeta Luis López Anglada. Nace en la ciudad de Ceuta, en la que su padre es militar, en 1919. Militar también él de profesión (llegó al grado de coronel), estudió el bachillerato en Valladolid, donde se incia su vocación literaria de la mano del profesor Narciso Alonso Cortés. Comienza los estudios de Filosofía y Letras y al inicio de la guerra civil lucha en el bando franquista como alférez provisional. Formó parte de la revista "Espadaña"  y fundó la revista de poesía "Halcón". Escribió poesía, ensayo, biografía y crítica de arte. Recibió el Premio Nacional de Literatura así como los Ausias March, Boscán, Francisco de Quevedo y Antonio Machado de poesía. Murió enMadrid en 2007.  Les dejo con su poema "Áspera España":


Gentes oscuras de hambre y lejanía,
ojos hambrientos, manos o sarmientos;
hombres tristes de Gredos, hombres lentos
y mujeres sin luz de Las Umbrías.

Me ven, se alejan, huyen. Saltan frías
las aguas del Alberche. Suenan vientos
por Mijares. Oscuros, cenicientos,
lejos me ven desde las serranías.

Yo, de ciudad alegre y luminosa,
vengo a la primavera. El mundo canta
el himno de la vida y de la rosa.

Gentes me ven oscuras. Se levanta
el corazón a Dios. Gredos reposa
y la canción se quiebra en la garganta. 


"Áspera España"
Luis López Anglada



Y mañana nos vemos con el poeta Ramón de Basterra. Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt



El poeta Luis López Anglada




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domingo, 3 de agosto de 2014

Derechas e izquierdas. Una distinción necesaria (III)




Vladimir Ilich Lenin (1770-1924)



Las opiniones políticas no se discuten, dice Bobbio en el libro que estamos reseñando (veánse las anteriores entradas I y II), se aceptan o se niegan, sin más. Conviene tenerlo claro, añade, porque cuando hablamos de contraposición entre extremismo y moderación estamos planteando sobre todo una cuestión de metodo; pero cuando hablamos de los valores de la derecha o la izquierda estamos planteando sobre todo una cuestión de fines. 

Y cuando lo hacemos de igualitarismo -dice más adelante-, o sea, de la nivelación de toda diferencia, hablamos de un límite extremo de la izquierda que es más ideal que real. La igualdad de la que habla la izquierda es casi siempre una igualdad "secundum quid" (es decir, una igualdad respecto a algo), pero nunca es una igualdad absoluta. 

Los conceptos de "derecha" e "izquierda", continúa diciendo, no son conceptos absolutos. Son conceptos relativos. No son conceptos sustantivos y ontológicos. No son calidades intrínsecas del universo político. Son "lugares" del espacio político que pueden designar diferentes contenidos según los tiempos y las situaciones. De ahí, añade, que el hecho de que derechas e izquierdas presenten una oposición quiera decir simplemente que no se puede ser al mismo tiempo de derecha y de izquierda. Pero no quiere decir nada sobre el contenido de las dos partes contrapuestas, por lo cual el extremismo de izquierdas traslada la izquierda a la derecha, y el extremismo de derechas traslada la derecha a la izquierda. 

El criterio más frecuentemente adoptado para distinguir la derecha de la izquierda, sigue diciendo, es de la diferente actitud que asumen los hombres que viven en sociedad frente al ideal de la igualdad, ideal este que es junto al de la libertad y la paz uno de los fines últimos que se proponen alcanzar y por cuales están dispuestos a luchar. Es por eso que el concepto de igualdad es relativo, no absoluto. Es relativo por lo menos en tres variables: a) los sujetos entre los cuales nos proponemos repartir los bienes o gravámenes; b) los bienes o gravámenes que repartir; y c) el criterio por el cual repartirlos. O lo que es lo mismo: igualdad sí, pero ¿entre quién, ¿en qué?, ¿basándose en qué criterio?

Estas premisas son necesarias porque cuando se dice que la izquierda es igualitaria y la derecha no -añade Bobbio-, no se quiere decir en absoluto que para ser de izquierdas sea preciso proclamar el principio de que todos los hombres deben ser iguales en todo, independientemente de cualquier criterio discriminatorio. En otras palabras, afirmar que la izquierda es igualitaria no quiere decir que sea también igualitarista. Una doctrina o un movimiento igualitarios, tienden a reducir las desigualdades sociales y a convertir en menos penosas las desigualdades naturales. Cosa distinta es el igualitarismo, cuando se entiende como "igualdad de todos en todo". Esa sería no solo una visión utópica -a la cual, hay que reconocerlo, se inclina más la izquierda que la derecha- sino, peor, una mera declaración de intenciones a la cual no parece posible dar un sentido razonable.

Con la próxima entrada concluyo la serie dedicada a comentar algunos de los aspectos más destacados del libro "Derecha e izquierda. Razones y significados de una distinción política", del filósofo italiano Norberto Bobbio. En el ínterin, les invito a leer la entrevista que El País de ayer sábado hacía a la filósofa estadounidense y profesora de ciencias políticas y sociales, Nancy Fraser, en la que habla sobre las igualdades y desigualdades sociales, económicas y políticas del mundo actual. 

Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt






Rosa Luxemburgo (1871-1919)



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