viernes, 18 de noviembre de 2011

20-N: Reflexión en víspera electoral





Como nunca opino ni discuto los resultados electorales, voy a intentar reflexionar en voz alta, en vísperas de la jornada electoral, sobre el porqué voy a dar mi voto a Rubalcaba. Intentare hacerlo de manera inteligible, como teórico político, pero también como lo haría con una amiga de confianza (o amigo; no voy a discriminar por razones de sexo pero reconozco que tengo más de las primeras que de los segundos) mientras nos tomamos un café bien cargadito. 

Voy a votar por Rubalcaba porque me merece más confianza que Rajoy;  porque ha explicado claramente qué quiere hacer y como pretende hacerlo -otra cosa es que pueda o que le dejen- pero al menos, lo ha explicado; cosa que el segundo no ha hecho.

Voy a votar por Rubalcaba porque no quiero que gane Rajoy. Y lo hago siguiendo el razonamiento del filósofo y sociólogo británico Karl Popper (1902-1994), que declaraba, con ironía sabia, que en las democracias consolidadas hay que votar "en contra de" y "no a favor de". O lo que es lo mismo, votar pensando en "quién NO quieres que gane".

Voy a votar por Rubalcaba (y no tanto por el PSOE), porque quiero que mi voto sea "útil". Es decir, que sirva para algo más que para justificarme a mí mismo mi cabreo.

Podría explayarme en los "porqués" pienso que Zapatero no se merece el descrédito y las acusaciones que se están vertiendo contra él. Evidentemente ha hecho muchas cosas mal, sobre todo a la hora de explicar sus cambios de política en materia económica de forma convincente. Pero sí creo que en materia de libertades personales y conquistas sociales ha dado pasos gigantescos que pueden perderse si hay un cambio radical de línea política. En todo caso, Zapatero ya es historia, y dejemos a la Historia que lo juzgue con justicia. 

Mi amiga me está poniendo cara de, ¡venga, tío, menos rollo...! Se lo noto, y cambio de tercio, mientras me sirvo otro café: ¡sin azucar, por favor!, le pido; por la glucosa alta...

No me gusta el sistema electoral proporcional, continúo. Al menos, el que se aplica en España. Prefiero el mayoritario de distrito uninominal: un distrito, un diputado. Así sabré siempre "a quién he votado" y "quién me representa" en el parlamento. La función de un parlamento es la de representar opiniones, no intereses. Y la de crear gobiernos (en los sistemas parlamentarios; el nuestro lo es) y controlarlos (en cualquiera, parlamentario o presidencial).

Decía que en el parlamento se representan opiniones, no intereses, ni territorios. Para representar intereses ya están los grupos sociales, los partidos políticos, los sindicatos, las asociaciones empresariales, las ONG, etc., etc., etc. Y para representar los territorios "debería" estar un SENADO, absolutamente distinto del actual. 

Pero, ¿qué sistema es mejor para designar a nuestros representantes? Para mi, como dije anteriormente, aquel que me permita votar por "el candidato" que yo deseo, y que me permita dirigirme a él, como elector y como ciudadano para que lleve mi voz (la mía, tan respetable como la del presidente del Banco de España o la de mi vecino de enfrente) al parlamento; y exigirle responsabilidades por lo que diga o haga en mi nombre. Y que conste que no estoy poniendo en tela de juicio, la no sujeción de los parlamentarios a disciplina de voto o mandato imperativo alguno, ni tan siquiera al mio.

Podría aceptar para elegir el parlamento español un sistema electoral proporcional puro semejante al que se aplica en las elecciones al parlamento europeo: es decir, un distrito electoral único que abarcara todo el país, con listas electorales cerradas, pero no bloqueadas, siempre que, el candidato a presidente del gobierno se eligiera por la ciudadanía en una elección particular personalizada, y cuya designación no dependiera de los resultados de la elección y constitución del parlamento (lo hace así Israel), pero entonces ya estaríamos en un sistema presidencial, no en uno parlamentario, en el que el gobierno no dependería de una mayoría parlamentaria, ni el parlamento podría ser disuelto por el gobierno. Ante eso, me quedo con el sistema parlamentario, sin dudarlo.

Podría aceptar un sistema electoral proporcional puro, sin límites ni barreras mínimas de acceso al parlamento, siempre que se dieran dos condiciones: primera, que en una lista cerrada, del partido de su elección, el elector pudiera determinar y establecer libremente el orden de preferencia de los candidatos de la misma; y segunda, que el distrito electoral estuviera configurado, como mínimo, por la comunidad o ciudad autónoma; en ningún caso, por la provincia. 
   
Sobre el Senado, pienso, como casi todos los españoles, que en su configuración actual no responde, ni por asomo, a la función que le corresponde constitucionalmente: representar los territorios autónomos que conforman la nación española. A mi juicio, la manera idónea de representar a las comunidades y ciudades autónomas en el Senado sería la de hacerlo a través de sus gobiernos respectivos, implicándolos así directamente en la gobernabilidad del Estado conjuntamente con el Congreso de los Diputados, pero con funciones diferentes de las de éste último, establecidas y tasadas constitucionalmente, y con un voto ponderado distinto para cada comunidad o ciudad autónoma en la proporción que se convenga. Como ejemplo de lo que comento podría aducir la Cámara Alta del parlamento alemán, o el sistema de funcionamiento del Consejo de la Unión Europea.

A estas alturas, mi amiga me sirve un tercer café y aprovecho para callarme... Me mira con cariño, y me pregunta que pienso que pasará a partir del próximo domingo. Y para eso, le confieso, no tengo respuesta... 

Esta entrada está dedicada especialmente a mis amigas Ana Castelo, Jesús Granados, María Françesca Fernández y María Isabel Amaya. Y por supuesto, a todos los españoles de buena voluntad, que estoy convencido, son mayoría.

El vídeo que acompaña la entrada es una conferencia pronunciada por el sociólogo y profesor Manuel Castells sobre el sistema electoral español. La introducción está en catalán pero la conferencia de Castells en castellano.

Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt




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Entrada núm. 1415
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"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son ella páginas en blanco" (Hegel)

La reforma del sistema electoral español, por Manuel Castells

jueves, 17 de noviembre de 2011

Los ecos de Umberto E.





Umberto Eco






No hay un solo Eco… Como mínimo, cuatro: el Eco novelista, el Eco semiólgo, el Eco filósoso, el Eco profesor… Aunque ha tocado más campos como la Estética, el Arte, la Moral… A algunos envidiosos les parece más un producto del márquetin que un autor original… A mi me da lo mismo: me encanta Umberto Eco. Me encantó con su primera novela: “El nombre de la rosa” (1980). Me gustó más aún con “El péndulo de Foucault” (1988). Y me terminó de hechizar con “La isla del día de antes” (1994). Todas editadas por Lumen, la magnífica editorial barcelonesa dirigida por mi admirada Esther Tusquets. No se porqué no he leído sus tres últimas novelas: "Baudolino" (2000), "La misteriosa llama de la reina Loana" (2004), y "El cementerio de Praga" (2010); quizá por miedo a sentirme defraudado con ellas. Mejor quedarme con el recuerdo y la dicha de las citadas.

Como profesor, me encantó su “Cómo se hace una tesis” (Gedisa, Barcelona, 1983). Un magnífico, sencillo y clarificador texto que ha ayudado a innumerables estudiantes universitarios,entre los que me cuento, a enfrentarse a los miedos que entraña la realización de la tesis doctoral o un trabajo de investigación en Humanidades.

Mi paisano, el escritor y periodista Juan Cruz, le realiza hoy en El País Semanal una deliciosa y entrañable entrevista. No se la pierdan; les encantará. 

Como acompañamiento de la entrada van sendos vídeos: una entrevista realiza al autor italiano sobre el concepto de belleza y fealdad a lo largo de la historia, subtitulado en español, y un fragmento de la película "El nombre de la rosa" (1986) del realizador francés Jean-Jacques Annaud. Buenas noches. Y sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt 





Portada de El nombre de la rosa




"El hombre que se sienta totalmente feliz es un cretino”, por Juan Cruz
EPS, 30/03/08

Umberto Eco es un hombre casi feliz. Un profesor que disfruta de sus alumnos y que ahora, jubilado a los 76 años de sus múltiples ocupaciones académicas, sigue trabajando “aún más que antes”, impartiendo clases doctorales, escribiendo libros (“¡ni media palabra sobre el que hago ahora!”, exclama, poniéndose el dedo sobre los labios), asistiendo a congresos (cuando le vimos, estaba a punto, de ir a uno en el que tenía que hablar de las matemáticas locas, y ahora vendrá a Granada, a principios de abril, al Mapfre Hay Festival), leyendo tebeos (“ahora son demasiado intelectuales”) y riendo como un chiquillo. Serio cuando habla de Italia, cuyas elecciones se le vienen encima con la amenaza cierta de que las gane Berlusconi, y optimista cuando habla de España. “¡Ustedes tienen la suerte de Zapatero!”. Cuando Jordi Socías le pidió que posara con un borsalino, el tipo de sombrero que ha hecho mundialmente conocido a su pueblo, Alessandria, se divirtió como si volviera al patio de su familia, en ese lugar que cada vez está más cerca de su memoria, como si la edad le hiciera recuperar los sabores perdidos de la adolescencia.
Vive en una casa espléndida, llena de libros y de ejemplares antiguos, muchos de los cuales consigue en una librería que está cerca de aquí, en la calle de Rovelo; cada tarde, cuando está en Milán y no viaja, este hombre que ya se queja de que le quitan la sal de las comidas y ahuyenta los dulces como una tentación maldita, acude a esa librería de libros viejos, repasa catálogos y procedencias, y luego se va a tomar el aperitivo a un café donde Eco es il professore. Cerca de la librería, por cierto, está Antonio, su peluquero, que ha colocado en la puerta de cristales un retrato de Eco con su borsalino; dentro está retratado mientras Antonio le hace la barba. La barba, por cierto, ya tiene las canas de un hombre que se dice a sí mismo viejo, pero que mantiene la marcha que le ha hecho legendario entre los académicos del mundo, por su actividad y por la variedad de sus gustos.
Sigue siendo ese hombre feliz (“casi feliz, ¡quien diga que es totalmente feliz es un cretino!”) que canta, recita, se sabe de memoria citas enteras, se interesó antes que nadie por las nuevas tecnologías, las usó para sus trabajos (el último, Decir casi lo mismo, publicado por Lumen, aparece ahora, traducido por Helena Lozano) y las usa constantemente, aunque tiene el telefonino (sobre cuyo uso tanto ha escrito) casi siempre apagado, pero usa el mail obsesivamente, como si fuera una prolongación natural de las conversaciones. Charlando sigue siendo aquel hombre tímido que teme meter la pata –“si hablo demasiado, es para rellenar los tiempos muertos”–, pero cuando agarra un asunto que le divierte, su carcajada llena el escenario, se convulsiona, es feliz, casi. En su libro Decir casi lo mismo, que es sobre la traducción, cuenta un chiste que sólo pueden entender los que hablan español y los que hablan italiano; es el de un empresario extrañado de que uno de sus operarios se vaya cada día a la una en punto de la tarde para regresar, siempre, a las tres en punto, dos horas más tarde. El empresario dispone que otro de sus empleados le vigile y le informe. “Este hombre se va cada día a la una, se compra una botella de champán, se va a su casa y se entretiene con su mujer”. “Pero”, exclama el empresario, “¿y no podría entretenerse por la noche, como todo el mundo?”. Después de muchas idas y venidas, el investigador le explica a su jefe: “Quizá usted lo entienda si me deja tratarle de tú”.
Ha escrito El nombre de la rosa, que fue un éxito mundial absoluto; El péndulo de Foucault; abrió las puertas de la fama como ensayista con Apocalípticos e integrados ante la cultura de masas, pero sigue confiando en que la comunicación, de la que es un maestro, sólo se digiere si el que la emite es ameno, capaz de ponerse a la altura del que le oye. Por eso, tanto en la conversación como en los libros siempre pespuntea con chistes así sus reflexiones o sus apólogos. Cuando fuimos a comer, a un restaurante donde le tratan como si fuera el dueño de Milán, o del Milan, seguimos la conversación que habíamos tenido en su casa, y le sacamos el asunto de la juventud, qué le pasa a la juventud. Y él nos explicó: “La juventud es como ese anciano que va al urólogo porque se orina encima y el urólogo le receta una especie de tranquilizante. Al cabo de un mes vuelve el viejo a la consulta y le explica al médico que está curado. ‘¿Curado?’, pregunta el médico, ‘o sea, que ya no se orina encima’. ‘Sí, me sigo orinando encima, pero ahora me da completamente igual’. Y así es la juventud, lo está pasando igual de mal que siempre, no sabe adónde ir, pero ahora le da completamente igual”.
Hablamos de España, de sus amigos españoles (Beatriz de Moura, Esther Tusquets, su primera editora; Jorge Semprún, “lo quieren hacer doctor honoris causa en la Complutense, qué alegría”), del premio Príncipe de Asturias que recibió en 2000 y de la comida. Le pusieron una lubina, sin sal “no sabe a nada”, y los ojos se le iban hacia la focaccia, un manjar que terminó apartando. Sigue estudiando; cuando le dejamos se iba a su casa, acaso a ocuparse de Carlomagno (“Di Carlomagno, así creerán que escribo sobre él en mi pró­ximo libro, y empezará el boca a boca”). Divertido siempre, y siempre casi feliz. En la casa, al volver, le esperaba su mujer, Renate, y las camelias que ésta cultiva con el mismo entusiasmo con que su marido explora los libros viejos de la calle de Rovelo, y con el esmero con el que Antonio impide que la barba de Eco deje de ser la que ya se asocia a la cara del professore.
Hay una escena en su vida, cuando toca la trompeta para los partisanos, tiene trece años, está en la plaza de Alessandria. Esa escena transmite felicidad, y usted siempre parece tan feliz. Ahí hay dos cosas: aquel niño y la felicidad. Son diferentes, no pueden coincidir. Yo no creo en la felicidad, si le digo la verdad. Creo solamente en la inquietud; o sea, nunca estoy feliz del todo, siempre necesito hacer otra cosa. Pero admito que en la vida hay felicidades que duran diez segundos, o incluso media hora, como cuando nació mi primer hijo; en ese instante estaba feliz. Pero son momentos brevísimos. Alguien que es feliz toda la vida es un cretino. Por eso prefiero, antes que ser feliz, ser inquieto.
Y ha mencionado al niño; ese niño es el que sale en El péndulo de Foucault, y aquél fue un momento feliz, por supuesto, pero no estoy seguro de haberlo sido de verdad en aquel momento o en el momento en que lo estaba contando. Hay momentos de felicidad cuando logras expresar algo de lo que te sientes contento, y además porque mientras contaba sobre aquel niño estaba feliz porque –sé muy bien que es una afirmación muy reaccionaria– creo que la vida sirve sólo para recordar la propia infancia.
Ahí está la literatura. Eso dicen. Cada momento en que consigo recordar bien un instante de mi infancia es un momento de felicidad, pero esto no quiere decir que los de mi infancia hayan sido momentos de felicidad. Yo creo que la infancia y la adolescencia son periodos muy tristes. Los niños son seres muy infelices. Quizá yo, mientras tocaba la trompeta, con miedo a que esa fuera la última vez que tocaba aquel instrumento, era un niño infeliz. Me siento feliz ahora recordándolo, y quizá sea éste el motivo por el cual escribo, para encontrar estos momentos muy breves de felicidad que consisten en recordar momentos de la propia infancia. Sí, por eso escribo.
Y para eso se envejece. Algo muy hermoso que ocurre al envejecer es que se recuerdan un montón de cosas de la infancia que estaban olvidadas. El otro día me ha venido a la mente el nombre de mi dentista, de cuando tenía ocho o nueve años. No sólo me acuerdo del dentista, sino también del técnico que le ayudaba, el doctor Correggia y el señor Romagnoli. No sé, pero estaba contentísimo de volver a pensar en mi dentista, al que había olvidado totalmente. Por tanto, yo voy al encuentro con el progreso de mi vejez con mucho optimismo, porque cuanto más envejezco, más recuerdos tengo de mi infancia.
Claro, y cada día más cerca de Alessandria, de aquella familia suya… Mi padre era el primero de 13 hermanos. Era una familia enorme; hubo un primo que murió a los 20 años y que yo no conocí… Haga el cálculo: si cada hermano tuvo dos hijos, eran 26 primos, de modo que era difícil tener relación con todos. Mi relación más estrecha fue con mi abuela materna, que fue la que me inició en la literatura. Era una mujer sin cultura alguna, creo que hizo cinco años de primaria, pero tenía pasión por la lectura. Estaba suscrita a una biblioteca, así que traía a casa un montón de libros; leía de manera desordenada. Un día podía leer a Balzac, y luego, una novelita de amor de cuatro perras, y le gustaban las dos. Y así hizo conmigo: me daba a leer, a los 12 años, una novela de Balzac y una novela de amor de ínfima calidad. Pero me transmitió el gusto por la lectura.
Y, aparte de la abuela, ¿quiénes fueron los otros maestros? El maestro de la escuela primaria aparece en mi novela La misteriosa llama de la reina Loana; era un fascista, que hizo la marcha sobre Roma, que pegaba a sus alumnos, no a mí, sino a los más pobres. Y aunque conmigo se portó siempre bien, no era una buena persona. En cambio, tuve una educadora fabulosa, aunque tan sólo durante un año; era la señorita Bellini, que todavía vive, tiene 91 años, y cada vez que sale un libro mío nuevo se lo envío. Era una gran educadora; nos estimulaba a escribir, a contar, a ser espontáneos, y ha sido una de las personas que más han influido en mi vida.
Pocas veces se habla de usted como profesor. ¿Qué aprendió para enseñar? Ante todo, sigo aprendiendo. El primer curso que di como profesor versó acerca de la poética de Joyce, que aparece en Obra abierta. Conocía el argumento, pero al empezar a dar clase me di cuenta de que no sabía nada sobre el tema. Aprendí, y sigo aprendiendo… Cuando escribes un libro puedes aparentar que sabes mucho, pero en clase es distinto. Lo que hice desde aquella primera experiencia es hablar a partir de los libros que iba a escribir, no de los libros que había escrito. Quiero decir que mi relación con los estudiantes siempre ha sido una relación de aprendizaje, porque enseñándoles aprendo yo también.
Una relación de ida y vuelta. Una relación erótica, porque la de un profesor con un estudiante es como la relación de un actor con su público: cuando sales a escena es como si salieras por primera vez, y tienes la sensación de que si no has conquistado al público en los primeros cinco minutos, lo has perdido. Eso es lo que yo llamo una relación erótica, en el sentido platónico del término. Además, hay una relación caníbal: tú comes sus carnes jóvenes y ellos comen tu experiencia. Hay gente infeliz que pasa los primeros años de su vida con gente más joven que ellos para poderlos dominar, y cuando envejecen están con gente más anciana que ellos. A mí me ha pasado lo contrario: cuando yo era joven estaba con gente mayor que yo para aprender, y ahora, teniendo estudiantes, estoy con jóvenes, que es una manera de mantenerse joven. Es una relación de canibalismo, nos comemos el uno al otro. Por eso no he dejado, a pesar de mi jubilación, de tener una relación universitaria.
¿Y usted a quién mordió? A la persona que dirigió mi tesis, Luigi Paris; a Norberto Bobbio… Tengo un buen recuerdo de mis maestros. Mi profesor de filosofía en el instituto era uno de estos profesores que podían interrumpir la clase para hacerte escuchar a Wagner, o si le preguntabas por Freud, dejaba de hablar de Platón y te hablaba de Freud. Era en verdad un gran maestro. Todo eso está en mis novelas, donde siempre hay una relación entre un joven y un maestro más anciano.
Tantos estudiantes… A lo mejor recordándolos halle usted una historia de la evolución de la juventud en este último medio siglo… No se puede dar una respuesta porque a lo largo de los años el diálogo con tus estudiantes cambia. La relación ideal entre maestro y alumnos es de 15 años de diferencia. Tú tienes 30 años, y el alumno, 20. Fue precisamente en ese periodo cuando he tenido una relación más intensa con mis alumnos. Porque si los estudiantes tienen menos años no hay relación, y si la diferencia es más grande ya no podemos ser amigos. Con los estudiantes de los años sesenta salíamos a cenar, a bailar; con los de ahora no se puede, les da vergüenza ir contigo. En el 68 fue interesante, ahí coincidías con estudiantes que tenían 15 años menos que tú; no podía ser como ellos, pero no me veían como su enemigo, por eso había una relación a veces polémica, a veces amistosa y continua.
Ahora vivimos un momento raro, usted dice que como el del final del Imperio Romano… En concreto, en Italia creen que en España estamos en el mejor de los mundos, y en España se habla de crisis… Estáis en un momento muy interesante en España, mejor que en Italia.
¿Y cómo está Italia? En uno de los peores momentos de su historia, con una clase política vieja que no se renueva. Hubo un extraño equilibrio que duró 50 años entre la Democracia Cristiana y los partidos de izquierda. Ahora se ha roto. El 50% de los italianos vota a Berlusconi, que es un índice de una profunda inmadurez política. Es un momento extremadamente triste, en el que los elementos de esperanza y de entusiasmo son muy pocos y donde emerge cada vez más la condena eterna de los italianos.
¿Cuál es esa condena? Una vez me encontraba en un taxi en Nueva York, y el conductor, que era paquistaní o indio, me preguntó de dónde era. Contesté que de Italia, y él quiso saber dónde se encontraba ese país. Me di cuenta de que tenía ideas muy vagas, como si le estuviera hablando de Surinam a un italiano, y él siguió preguntándome: “¿Qué idioma habláis?”. “El italiano”, dije, y él me preguntó: “¿Y cuál es vuestro enemigo?”. Le pregunté qué quería decir, y me contestó que cada país tiene un enemigo contra el que lucha desde hace siglos. Le contesté que no tenemos. Y me miró muy mal, porque un pueblo sin enemigo era poco viril. Pero luego reflexioné: nuestro enemigo es interno. A lo largo de toda nuestra historia nos hemos masacrado unos a otros, y ésa es también nuestra manera de entender la política. Nuestra fragmentación es en doscientos mil partidos diferentes, el Gobierno de Prodi cae por sus propios aliados, no por la oposición. Nunca como hoy ha caído tanto Italia en su enemistad interna.
¿Y de dónde viene esto? Italia se ha convertido en un Estado unitario hace 150 años, antes no lo era, y España lo fue por lo menos desde 1300, ¡desde el Cid Campeador!, y han sido unitarios Francia, Inglaterra. Italia era una pluralidad de tribus que hablaban un idioma diferente antes de que llegasen los romanos. Vosotros tenéis a los vascos y a los catalanes, y a los gallegos… pero nosotros éramos cuatrocientos, cada cinco kilómetros había una diferencia como la que existe entre Cataluña y Galicia. El Imperio Romano unificó, pero no lo suficiente. Además, si no hubiera existido la Iglesia, quizá las ciudades italianas habrían encontrado una forma de Estado unitario por la que regirse. El único Estado que ha quedado es la Iglesia, y lo demás es una fragmentación de ciudades que ha hecho que en Italia no exista el sentido del Estado. Por ello existe la corrupción, porque la gente no paga impuestos, porque no existe el sentido del Estado.
¿Y por qué gana Berlusconi? ¡Porque dice que no hay que pagar impuestos! Él fomenta la falta de sentido del Estado porque no lo tiene.
Usted habló de un taxista. Yo le nombro otro, el que me trajo del aeropuerto. Dijo: “¿Cómo se puede elegir de presidente a un hombre con tantos juicios pendientes?”. Da por efecto lo que es la causa. Berlusconi ha conseguido instaurar un tipo de poder fundado en la desconfianza en la magistratura y la justicia, por lo que puede gobernar, a pesar de tener juicios pendientes. Berlusconi no es el efecto en este caso, sino la causa. Ha hecho unas leyes precisamente para permitir a los que están enjuiciados llegar al Parlamento, y ataca continuamente a la magistratura. Berlusconi pudo llegar al Gobierno atacando a las fuerzas del orden, estimulando los instintos más bajos del italiano medio. Y ahora está cerca de tener el poder otra vez.
¿No hay solución para esta maldición italiana? ¡Que España haga una guerra de conquista! ¡Ja ja ja!
¿Ve a España como ejemplo? En este momento, España se encuentra en una situación económica de crecimiento, Zapatero es simpático, y, por tanto, me alegro de que haya ganado las elecciones. Está sin duda en una fase más dinámica con respecto a Italia. En los tiempos de Franco, ustedes venían aquí a contemplar el milagro económico de Italia, y ahora nosotros miramos a España con mucha admiración.
Así que el futuro italiano… Depende de que mueran unas decenas de personas que ya son muy mayores; es un hecho biológico. Y luego tendría que venir una nueva clase política. Somos el país con la clase política más anciana del mundo.
¿Y Veltroni? Sí, Veltroni es un joven. Tiene cincuenta años, pero los demás son muy viejos. Berlusconi tiene más de setenta años. En Italia, aunque alguien pierda las elecciones, vuelve a presentarse, es como si Al Gore volviera a ser candidato en Estados Unidos, o como si en Francia volviera a presentarse Jospin. En Italia, sin embargo, vuelve siempre el de antes. Éste es el síntoma de una clase política que no quiere renunciar al poder.
A lo mejor eso contribuye a que la gente dispare siempre contra la política, los jóvenes lo consideran algo ajeno. Los jóvenes de todas las épocas y países son los que se excitan con las grandes ideas de transformación; son revolucionarios, pero se quedan dentro del famoso esquema, “todos nacemos incendiarios y morimos bomberos”. Ahora, con la globalización y el fin de las ideologías, ya no se presentan tantas posibilidades de transformación, porque la transformación es planetaria, y hay que esperar las grandes tragedias ecológicas, la muerte de la Tierra. El gran error de las Brigadas Rojas en Italia fue tener una idea justa, aunque muchos pensaban que era delirante, que era atacar a las multinacionales del mundo, y otra idea equivocada, que había que hacer terrorismo para crear una revolución en Italia. Si existe el gobierno de las multinacionales, no lo arreglas haciendo la revolución en Italia. El proyecto terrorista estaba condenado al fracaso; ya entonces existía la globalización, aunque no tan intensa. Ya no hay posibilidad de transformación planificable, a no ser que ocurra como cuando la caída del Imperio Romano, con el nacimiento de las órdenes monásticas: te encerraban en el monte, en un convento, e intentabas salvar lo poco de la espiritualidad y el conocimiento mientras el mundo se desmoronaba. Hoy puede haber jóvenes que van al desierto a poner en práctica una vida ecológica. Eso es lo máximo que se puede hacer: no cambiar el mundo, sino retirarse del mundo; por eso existe el desinterés por la política.
En Italia acabó el terrorismo, y en Alemania, y en Irlanda. En España permanece. Y han surgido otros. ¿Cuál es su opinión sobre los terrorismos que han emergido en los noventa? El deseo de revolución, entre comillas, permanece siempre. Incluso allí donde no puedes hacerla, lo intentas… En países donde existen grupos étnicos hay el territorio suficiente para que se produzcan insurrecciones. En Italia, esos enfrentamientos se convierten en riñas futbolísticas. Y en otros territorios funciona la violencia, el fanatismo, la superstición; llevado eso al terreno de la política, pues ya se ve cómo acaba…
Estamos hablando el 11 de marzo de 2008, cuatro años después del atentado más grave de la historia de Europa, y fue en España. Al Qaeda fue la responsable. ¿Este terrorismo es la celebración del mal? Hay que diferenciar los terrorismos. El hecho de que utilicen métodos parecidos no los hace iguales. Los terrorismos internos no utilizan formas suicidas. Lo de Al Qaeda es un fenómeno bélico; es un grupo fundamentalista que se siente en guerra contra el mundo occidental y que, no pudiendo usar los instrumentos de la guerra tradicional –no habría ejércitos suficientes–, usa el terrorismo suicida. Esto no quiere decir que haya un enfrentamiento entre el mundo occidental y el mundo islámico, pero sin duda hay una parte del mundo islámico que se siente en situación de inferioridad y está en guerra.
El 11-S cambió el estado de ánimo del mundo, ahora somos menos felices… El 11-S ha creado un estado de miedo, pero tanto en España como en Italia ha habido atentados, han entrado y salido asesinos, hemos tenido guerras civiles, y sin embargo, Estados Unidos era la primera vez que sentía en sus carnes un ataque así. Los americanos no lo han digerido, y por esto han tenido reacciones irracionales, como la guerra en Irak, que ha creado más terrorismo que el que había. Es precisamente la reacción de alguien que no estaba acostumbrado a la guerra en el propio territorio.
¿Hay alguna salida a este malestar universal? Por el momento no. ¡Y si tuviera la receta, la vendería al presidente de Estados Unidos por unos miles de millones de dólares!
Por cierto, ¿quién será? Y yo qué se, los escritores no somos Nostradamus.
Lo que sí es cierto es que hace años usted dijo que iríamos rapidísimo, y ahora vamos a velocidades supersónicas… Y todo lo que ahora existe será obsoleto dentro de nada, hasta el mail será obsoleto porque todo se hará con el móvil. A lo mejor las nuevas generaciones se acostumbrarán a eso, pero hay una velocidad del proceso de tal calibre, que quizá la psicología humana no conseguirá adaptarse. Estamos a tal velocidad, que no hay ninguna bibliografía científica americana que cite libros de más de cinco años. El que está escrito antes ya no cuenta y ésta es una pérdida también de relación con el pasado.
La fe ciega en Internet crea monstruos, por otra parte. Sí, parece que todo es cierto, que tienes toda la información, pero no sabes cuál es buena y cuál equivocada. Esta velocidad provocará la pérdida de memoria. Y esto ocurre en las jóvenes generaciones, que ya no recuerdan ni quién era Franco ni quién era Mussolini, ¡o incluso Felipe González! La abundancia de información sobre el presente no te permite reflexionar sobre el pasado. Cuando yo era chico podían llegar a la librería tres libros por mes, hoy llegan mil. Y ya no sabes qué libro importante fue publicado hace seis meses. Eso también es una pérdida de la memoria. La abundancia de información sobre el presente es una pérdida y no una ganancia.
La memoria es el olvido, que diría Mario Benedetti. Es la historia de Funes, el memorioso, de Borges. El que tiene toda la memoria es un estúpido.
Tanta información hace que los periódicos parezcan irrelevantes. Ése es uno de nuestros problemas contemporáneos. La abundancia de información irrelevante y la dificultad de seleccionarla, y la pérdida de memoria del pasado, no digo ya la histórica. La memoria es nuestra identidad, nuestra alma. Si tú pierdes hoy la memoria, ya no hay alma, eres una bestia. Si sufres un golpe en la cabeza y pierdes la memoria, te conviertes en un vegetal. Si la memoria es el alma, disminuir mucho la memoria es disminuir mucho el alma.
¿Cuál sería hoy el papel de la información? Yo creo que perdemos mucho tiempo en plantearnos estas cuestiones mientras las generaciones más jóvenes sencillamente han dejado de leer los periódicos y se comunican a través de SMS. Yo no puedo desprenderme de los periódicos; para mí, la lectura de prensa es la oración de la mañana del hombre moderno; no puedo tomar café por la mañana si no tengo por lo menos dos periódicos para leer. Pero a lo mejor somos los restos de una civilización, porque los periódicos tienen muchas páginas, no mucha información. Sobre el mismo tema hay cuatro artículos que a lo mejor dicen lo mismo… Existe la abundancia de información, pero también la abundancia de la misma información. No sé si se acuerda de mi teoría del Fiji Journal. Yo estaba en las islas Fidji buscando información sobre los corales para mi libro La isla del día antes, y a mi hotel llegaba cada mañana el Fiji Journal, que tenía ocho páginas, seis de publicidad, una de noticias locales y otra de noticias internacionales. Aquel mes que estuve allí estaba a punto de estallar la primera guerra del Golfo, y en Italia había caído el primer Gobierno de Berlusconi. Me enteré de todo porque en una sola página de noticias internacionales, en tres o cuatro líneas, me daban las noticias más importantes.
Como Internet. Acudimos a Internet para conocer las noticias más importantes. La información de los periódicos será cada vez más irrelevante, más diversión que información. Ya no te dicen qué decidió el Gobierno francés, sino que te dan cuatro páginas de cotilleo sobre Carla Bruni y Sarkozy. Los periódicos se parecen cada vez más a las revistas que te daban en la peluquería o en la sala de espera del dentista.
Volvamos al principio, profesor. ¿Qué le hace a usted feliz? No sé, ya dije que no creo en eso, pero, en fin, me hace feliz encontrar un libro que buscaba hace mucho tiempo. Cuando lo compro y lo tengo, lo miro, soy feliz, pero allí se acaba la sensación. Mientras que la infelicidad es lo que me produce no tener este o aquel libro. La verdadera felicidad es la inquietud. Ir de caza, no matar al pájaro.
Es raro: un español y un italiano, y en hora y media de conversación, la palabra ‘Iglesia’ ha salido sólo tres veces. Se está produciendo un retroceso al siglo XIX, cuando había un enfrentamiento entre el Estado liberal y la Iglesia. ¿De quién es la responsabilidad? No es una casualidad que este enfrentamiento se haya hecho más duro con la llegada de Ratzinger; por tanto, a lo mejor se debe a la política clerical del nuevo pontífice. Su lucha contra la cultura moderna, el llamado relativismo, ha vuelto a los grandes temas de la Iglesia del siglo XIX, que hablaba contra la revolución y contra la ciencia moderna. Emergen ahora muchas posiciones anticlericales y mucha gente se declara atea. Ya nadie pensaba en eso. Ha subido al trono un Papa que piensa como un Papa del siglo XIX.
Usted ha escrito que Napoleón sólo vivió la Revolución Francesa… y yo he vivido la II Guerra Mundial, la caída del fascismo, la guerra partisana, la bomba de Hiroshima, la caída de la URSS, y la Guerra Civil española. Hay una maldición china que dice: “Espero que vivas en una época interesante”. Hay jóvenes generaciones que han vivido sólo épocas tranquilas, como la de la guerra fría. Ah, por cierto, eso que dije de Napoleón está equivocado, porque no sólo vivió la Revolución Francesa, sino también la historia de Napoleón. ¡Ja ja ja! 





Portada de La isla del día de antes




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Entrada núm. 1414 -
Reedición de la publicada originalmente en
"Desde el trópico de Cáncer" el 30/3/2008.
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"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son ella páginas en blanco" (Hegel)

Entrevista a Umberto Eco

"El nombre de la rosa" (1982), de Jean-Jacques Annaud

martes, 1 de noviembre de 2011

Diario de Sesiones de las Cortes de Cádiz: Octubre de 1811







Bernardo Nadal Crespí (1746-1818)






Desde este enlace de la página electrónica del Congreso de los Diputados español puede accederse al Diario de Sesiones de las Cortes de Cádiz correspondiente al mes de octubre de 1811, tanto a los debates del pleno de las Cortes, como a los de la Comisión encargada de la redacción de la Constitución de la nación española, promulgada el 19 de marzo de 1812.

La presidencia de las Cortes rotaba mensualmente entre los distintos diputados de las mismas. Durante ese mes de octubre de 1811 la ostentaron sucesivamente Bernardo Naval Crespí, diputado por Baleares y obispo de Mallorca, entre el 24 de septiembre y el 23 de octubre, y Antonio Larrazabal Arrivillaga, diputado por la Ciudad de Guatemala y canónigo de su catedral, que la ocupó entre el 24 de octubre y el 23 de noviembre de 1811.

El vídeo con el que acompaño la entrada es un documental histórico-artístico sobre el Monumento levantado en la ciudad de San Agustín de La Florida (EUA) a la Constitución de Cádiz.

Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt








Antonio Larrazabal Arrivillaga (1769-1853)








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Entrada núm. 1412 -
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San Agustín de la Florida y la Constitución de Cádiz

viernes, 7 de octubre de 2011

En defensa de lo público: Emilio Lledó





Emilio Lledó






La filosofía no suscita excesivo interés en la sociedad española. El pensar por el pensar, sin finalidad económica o de prestigio inmediatos, no vende. Expulsada en la práctica del currículo de los estudios de secundaria y del bachillerato, no atrae como disciplina académica sino a unas docenas de estudiantes "rara avis", o que la escogen como una asignatura "maría" que no les va a exigir excesivo esfuerzo. Y fuera de esos ámbitos, el vacío más absoluto. Lamentable, pero cierto. Así nos va...

El escritor y cineasta David Trueba aludía a ello, a esa absoluta falta de interés social por dicha materia en el diario El País del pasado miércoles, en un artículo titulado, precisa y escuetamente, así; "Filosofía". Situación esta que nos convierte, a su juicio, en una excepción dentro del mundo civilizado. Trueba se refiere en concreto al tratamiento de la Filosofía en el medio televisivo, con programas que divulguen su contenido bien temáticamente o mediante el concurso de entrevistas a lo más destacado de nuestros pensadores. La filosofía, que nos acompaña desde siglos, -dice-, debería dar una pista a la televisión sobre lo que es permanente, pero ella se pliega sumisa a lo provisional.

Y sin embargo, los filósofos, han sido generalmente, y casi siempre, gente comprometida con su tiempo y con sus contemporáneos. La nómina es impresionante, desde Sócrates y Platón, hasta Savater. No suelen caer en la tentación de la política como actividad pública,  quizá curados en salud por la experiencia de Platón, que acabó vendido como esclavo por meterse en ella, pero sí que denuncian con convicción los males de su tiempo. Por ceñirnos a España, lo hicieron en tiempos recientes Ortega, D'Ors, Zubiri, Marías, Aranguren...

Emilio Lledó es hoy, con toda seguridad, a sus 84 años, el más importante e influyente de los filósofos españoles vivos. Y es el único de los filósofos citados anteriormente que he conocido y tratado en persona, como alumno suyo que fui, durante su etapa de profesor en la UNED entre 1978 y 1987. Él me abrió las puertas al conocimiento de Platón, Aristóteles y San Agustín durante un Seminario que impartió en el Centro Asociado de la UNED en Las Palmas a mediados de los años 80.  No puedo saber la impresión que ese Seminario causó entre mis otros compañeros, pero para mí, y lo he comentado en alguna otra ocasión en el blog, supuso un punto de inflexión en la forma de acercarme a la Historia de la Filosofía y al pensamiento filosófico en general, algo que no domino pero me cautiva, y que lo convirtió en la experiencia más gratificante de mi vida como universitario, una relación con la universidad que se ha prolongado, con altibajos, desde 1964 hasta 2006. 

No ha sido el profesor Lledó, contrariamente a los citados anteriormente, un filósofo dado a las declaraciones o manifestaciones de carácter político, y mucho menos, partidistas, aunque siempre ha hecho gala de un talante claramente democrático y de carácter progresista, si es que este término aun designa algo reconocible en el panorama político español. 

Muy harto tiene que estar de la situación de torpeza, inoperancia y desvergüenza de nuestra clase política cuando a unas semanas del inicio de una campaña electoral como la que se avecina y adivina, a cara de perro, y en la que parece que todo va a valer con tal de destruir al adversario, se lanza a la palestra de la opinión públicada con un artículo (El País, 4.10.2011), que titula, nada menos: "¿Quién privatiza a los políticos?", en busca, dice, de las razones de la degeneración intelectual de parte de la clase política, y para descubrir las razones ocultas de ese "tsunami" privatizador que asola la  democracia española. 

La defensa de lo público hace vivir la democracia, dice, Y añade poco más adelante: el verdadero sustento de la sociedad, de la vida colectiva tan importante como la vida de la naturaleza, es la educación, la cultura, la ética. Ellas son las verdaderas generadoras de riqueza ideal, moral y material.

Parece que la raíz de todas esas razones ocultas privatizadoras, sigue diciendo, con independencia de determinadas claves genéticas, brota también de la educación, de los ideales que, al abrirnos al mundo del saber y la cultura, hayan acertado a enseñarnos aquellos en cuyas manos está alumbrar la inteligencia y la sensibilidad. Las opiniones que se clavan en las neuronas y que determinan la forma de actuar sobre las palabras y sobre aquello a que esas palabras nos empujan, proviene de esos reflejos condicionados que, desde la infancia, han aprisionado nuestra manera de ver e interpretar el mundo.

Podemos intuir, concluye, que la degeneración intelectual de buena parte de la clase política, y de los llamados emprendedores -los que, por ejemplo, emprendieron la destrucción de nuestras costas-, procede de esos conglomerados ideológicos en los que se mezclan, con la indecencia, alguno de los males a que se ha aludido. ¿Quién privatiza a los políticos? ¿Quién nos devolverá, en el futuro, la vida pública, los bienes públicos, que nos están robando? Eso me pregunto yo también, mi admirado y querido profesor Lledó.. 

Como anexo a la entrada he incorporado el vídeo que recoge la entrevista que en mayo del pasado año el periodista David Cantero realizó al profesor Lledó para la 2 de TVE. De nuevo el editor del vídeo ha equivocado la fecha situándola en el mes de julio de ese mismo año. No tiene mayor importancia el dato pero lo aclaro por si acaso.

Espero que tanto mi entrada como el artículo del profesor Lledó y el vídeo les resulten interesantes. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt 





Viñeta de Forges




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Entrevista a Emilio Lledó (1/5)

Entrevista a Emilio Lledó (2/5)

Entrevista a Emilio Lledó (3/5)

Entrevista a Emilio Lledó (4/5)

Entrevista a Emilio Lledó (5/5)

sábado, 1 de octubre de 2011

1.º de Oct. de 1936: Una efeméride desapercibida






Franco y los generales rebeldes (Octubre, 1936)







¿Los historiadores, notarios del pasado? Seguro que hay definiciones mucho más exactas, pero no mucho más bellas que la citada. Es del filósofo y pensador español Ortega y Gasset (1883-1955) y puede encontrarse en la Introducción que escribiera para la primera edición en español de las "Lecciones sobre la filosofía de la Historia Universal", de G.W.F. Hegel (1870-1831), publicada en 1928 en la "Revista de Occidente". Por cierto, que me parece uno de los más bellos libros que yo he leído, y he leído algunos, sobre el sentido de la Historia.

Será deformación profesional, pero como historiador no puedo evitar pensar en lo que la fecha del día -de cada día- significó en el pasado. Quizá por eso me llama tanto la atención que efeméride como la de hoy de hace 75 años, pase desapercibida. Y es que en esta fecha, justamente de hace 75 años, se iniciaba la dictadura personal de Francisco Franco, la más sangrienta y duradera de la Historia de España, al asumir solemnemente el cargo de Jefe del Gobierno del Estado Español que la Junta de Defensa Nacional, al frente de los generales sublevados contra el Gobierno de la República, le había otorgado por Decreto (1) dos días antes. En él se le entregaban "todos los poderes del nuevo Estado", poderes que él supo manejar con astucia para establecer un régimen absolutamente personal. 


Una fecha para el recuerdo, sin duda, aunque sea un recuerdo ingrato, que no creo sea merecedora de olvido.

El vídeo que acompaña la entrada es muy interesante. Relata los hechos que condujeron a la entrega del poder por parte de los generales sublevados a Franco. El editor del mismo ha equivocado la fecha en que ocurrieron estos, el 1 de octubre de 1936, y los sitúa en esa misma fecha de 1938. Ignoro la razón..

Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos, HArendt






Franco, muerto (Noviembre, 1975)





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Franco, Jefe del Gobierno del Estado (1/10/1936)

Este vídeo complementa la entrada de este mismo día titulada "1 de Octubre de 1936: Una efémeride desapercibida". Tamaragua, amigos. HArendt






viernes, 30 de septiembre de 2011

Cortes de Cádiz: Diario de Sesiones - Sept. 1811






Edición original de la Constitución de 1812







Desde este enlace de la página electrónica del Congreso de los Diputados puede accederse al Diario de Sesiones de las Cortes de Cádiz correspondiente al mes de septiembre de 1811, así como al Diario específico de la Comisión que estaba debatiendo y elaborando la Constitución que se promulgaría finalmente el 19 de marzo de 1812, la primera Constitución española.

En el vídeo que acompaña la entrada pueden conocerse el nombre y origen de todos los diputados de América que intervinieron en las Cortes de Cádiz entre 1810 y 1812. Espero que entrada y vídeo les resulten interesantes.

Y sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt





El rey Fernando VII jura la Constitución de 1812





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Entrada núm. 1408 -
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Diputados americanos en las Cortes de Cádiz (1810-1812)

lunes, 26 de septiembre de 2011

La democracia participativa en Hannah Arendt




Hannah Arendt (1906-1975)





Hace unos días rescaté para mi página en Facebook una entrada que había publicado en el blog, en enero del pasado año, sobre el valor y utilidad de la democracia. En esclarecedora frase de Winston Churchill: "la peor forma de Gobierno existente, si excluimos todas las demás". Se titulaba "Política y ciudadanía", y era un análisis de las causas de desafección ciudadana para con los políticos, en particular, y la política en general.

Aunque a primera vista no tengo mucho que ver un asunto con otro, me llevó a ello la lectura de un reciente artículo del periodista Carlos Carnicero sobre la fulgurante reacción pública, materializada a través de las redes sociales, contra la decisión del Consejo de Administración de RTVE de controlar con carácter previo el contenido de las noticias a emitir por la cadena pública estatal de televisión. La reacción popular en contra de tal decisión fue de tal calibre que menos de cuarenta y ocho horas después de adoptada, el propio Consejo de Administración de RTVE revocaba su decisión anterior por unanimidad, y provocaba de paso la dimisión de uno de los consejeros que se había abstenido en la primera votación. Ninguno más de los consejeros que votaron a favor de "controlar" (un eufemismos como otro cualquiera para censurar el trabajo de los profesionales) la emisión de los noticiarios con carácter previo a su emisión, ha optado por un gesto semejante, que honra al dimisionario pero deja en evidencia al resto de miembros del Consejo. Es posible que la razón para mantenerse impávidos ante el despropósito sea los 120000 euros anuales de remuneración de los consejeros. Una cifra como para tragarse el orgullo personal y acallar cualquier escrúpulo moral al respecto. 

No tengo muy claro si esa reacción ciudadana podría englobarse dentro de lo que se conoce como "democracia participativa", o estamos ante otra "cosa" distinta y no identificada aun claramente. Recordé haber leído en un artículo académico sobre el pensamiento de Hannah Arendt algo sobre ella, la democracia participativa, entendida como oposición a la democracia representativa. Postura característica en Arendt, una teórica política que se distinguió durante toda su vida por mantener una posición sumamente heterodoxa y muy personal sobre el propio concepto y ejercicio de la democracia, fuertemente crítica con los cauces de participación política en las democracias representativas liberales. 

Me costó algún esfuerzo encontrarlo en Internet, pero lo encontré. Se titula "Democracia y pluralidad en Hannah Arendt" y está escrito por la doctora Laura Quintana, profesora en el Departamento de Filosofía de la Universidad de los Andes, en Bogotá (Colombia). 


Se trata de un excelente artículo que desarrolla en profundidad el concepto, fundamental en el pensamiento político de Hannah Arendt, de "pluralidad": Pluralidad que, en palabras de la profesora española Fina Birulés, posiblemente nuestra mejor conocedora del pensamiento y la obra de Hannah Arendt, no es simple alteridad, pero tampoco el mero pluralismo político de las democracias representativas, sino que es algo que ilumina los sucesos humanos al proporcionar un espacio de apariencias, un espacio de visibilidad, en que hombres y mujeres pueden ser vistos y oídos y revelar mediante la palabra y la acción "quiénes" son. (Introducción de Fina Birulés al libro "¿Qué es la política?", de Hannah Arendt. Paidós, Barcelona, 1997).

Para la profesora Laura Quintana las instituciones de las democracias representativas se conciben por Hannah Arendt como foros para la deliberación en los que se reconocen, filtran y depuran los puntos de vista que los ciudadanos han podido conformar, a través de diversas esferas de participación institucionales y no institucionales. ¿Cómo las redes sociales e Internet que ella no conoció?, me pregunto...

Hannah Arendt, dice la profesora Quintana, no defiende un modelo de democracia directa  nostálgico, adecuado para pequeñas comunidades cerradas en las es posible la participación directa de todos los ciudadanos, pero que resultaría inadecuado dado el tamaño y su carácter diverso en las sociedades actuales. Por el contrario, añade, su preocupación fundamental radica en pensar una política que pueda reconocer y darle voz a la pluralidad de puntos de vista públicos que, más allá de los intereses individuales y de las diferencias idiosincrásicas, emergen en las democracias contemporáneas, defendiendo por ello una forma de participación ciudadana más deliberante y efectiva que la que se impone desde el modelo clásico de democracia liberal.

Esa participación activa de los ciudadanos en espacios públicos diversos, como los movimientos sociales, puede tener para Arendt, a juicio de la profesora Quintana, un rol transformativo, que llevaría a cuestionar los valores, las formas de preguntar e interpretar los asuntos públicos, que se han establecido como más razonables o aceptables, al mostrar nuevos aspectos u otras experiencias que pueden resultar relevantes para discutir sobre tales asuntos. Esto significa que la participación pública no sólo puede posibilitar que voces minoritarias logren influir sobre las mayoritarias, sino que puede permitir renovar los procedimientos y marcos desde los cuales se enfocan las cuestiones públicas mismas.

Pero Arendt, dice, no sólo insiste en una participación activa de los ciudadanos en espacios no estatales, sino que considera que el Estado, y en especial el sistema representativo, debe darles voz a esos espacios y estar abierto a las formas de participación deliberativa. En efecto, a su modo de ver, si el gobierno representativo se encuentra hoy en crisis, es en parte porque ha perdido, en el curso del tiempo, todas las instituciones que permitían la participación efectiva de los ciudadanos y en parte por el hecho de verse afectado por la enfermedad que sufre el sistema de partidos: la burocratización y la tendencia de los mismos a representar únicamente a su propia maquinaria.

A mi no me gusta la democracia directa, pero me resulta difícil no compartir el punto de vista de Hannah Arendt sobre los cauces de participación política en los términos en que se resumen en el artículo citado. 

Como complemento de esta entrada he incorporado una serie de cuatro vídeos, subtitulados en español, que recogen la extensa entrevista que en 1974, un año antes de su muerte, concedió Hannah Arendt a la televisión pública francesa, en la que analiza el funcionamiento y las bases programáticas de la democracia norteamericana, contraponiéndola a los históricamente preponderantes en las democracias europeas. 


Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt




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Entrada núm. 1407 - 
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Entrevista a Hannah Arendt (1974 - 1/4)

Entrevista a Hannah Arendt (1974 - 2/4)