sábado, 24 de septiembre de 2011

La Mujer Muerta






La Mujer Muerta (Sierra de Guadarrama)




Cervantes y Bécquer ya nos hablaron de las obsesiones; de cómo un viejo hidalgo aficionado a la lectura cree convertirse en héroe de hazañas contra gigantes, o como un joven enloquece buscando a una mujer que vio una noche hasta descubrir, y volver a la razón, que ella sólo era un rayo de luna. Por cualquier sitio que viajemos nos vamos a encontrar miles de leyendas que nos hablan de pasiones, venganzas, demonios y engaños. Muchas de ellas tienen como fondo el hechizo de los bosques y el frío de la montaña, lugares apacibles durante el día pero escenario de todo lo incontable.

Sin irnos muy lejos, en la Sierra de Guadarrama, entre Madrid y Segovia encontramos en las montañas el perfil de una mujer acostada que parece tener las manos entrecruzadas sobre el pecho. Se conoce como “La mujer muerta”. Aunque yo diría que más que muerta está dormida por lo que os voy a relatar.


Si no recuerdo mal transcurría el mes de febrero cuando decidimos hacer una escapada y huir del ajetreo de la ciudad y conocer los alrededores de Madrid, a donde nos mudamos para realizar nuestros estudios. Así que Sara y yo alquilamos un coche y nos fuimos a la aventura. Cogimos el mapa de carreteras y sin saber a donde ir marcamos al azar un punto que nos llevó al límite con Segovia, prácticamente a su provincia, en mitad de la sierra.

A la salida de Madrid la carretera tenía hielo, por lo que nos tomamos el viaje con calma y tardamos algo más de lo previsto en llegar a nuestro destino. Atravesando ya la sierra se nos pinchó una rueda y tuvimos que hacer una parada para reponerla. Nos pusimos los impermeables y bajamos del coche. Intentamos darnos prisa en cambiarla ya que el cielo se estaba oscureciendo y amenazaba tormenta, con unos grandes nubarrones de gris oscuro que lo cubrían todo. Cambiamos la rueda y mientras nos fumábamos un cigarro dentro del coche antes, de seguir el camino, observamos el paisaje. Fue entonces cuando vimos a esa mujer, bueno… el perfil de las montañas parecían tener forma de dama yacente. Quedamos atónitas ante tal perfección y sin darnos cuenta pasamos diez minutos contemplando uno de esos caprichos de la naturaleza. Tan absortas estábamos que no nos dimos cuenta que había empezado a llover hasta que oímos un tremendo ruido; la gente seguro que pensará que fue un simple trueno pero eso no fue lo que oímos. Fue algo más parecido a la tos, como una carraspera atravesada, pero allí sólo estábamos nosotras dos y esa mujer montaña. Esa tos hizo que se me cayera el cigarro y que quemara un poco el pantalón, era como si el crujido hubiese movido la tierra. Nos espabilamos y volvimos a tomar la carretera para llegar antes de que anocheciera.

El resto del camino lo hicimos en silencio pensando en lo ocurrido e intentando buscar alguna explicación, mintiéndonos a nosotras mismas al decirnos que era un ¿trueno? De vez en cuando alguna decía: “Pero…eso sonó como…jejeje q mal me sienta salir de la ciudad. Oigo un trueno ya me imagino cosas. Debe ser eso.” Por mucho que dijésemos lo contrario estábamos convencidas de lo que habíamos oído y de vez en cuando intercambiábamos miradas.

Llegamos a nuestro destino al poco tiempo, un pequeño pueblo. La pensión que encontramos, La Rambla, era modesta, una habitación con dos camas y un lavabo y con el baño comunitario fue nuestra casa durante eso días. Los dueños eran una pareja catalana, que se vinieron a vivir a la sierra después de que al hombre le diera un infarto por culpa del exceso de trabajo. Mireia, la mujer de la pensión, debía rondar los 60 años y tenía una expresión dulce al igual que su carácter, nos habló de un bar que estaba calle abajo, cerca de la iglesia, que hacía una comida muy buena. Su marido, Joan, apenas nos habló el día que llegamos. Parecía estar muy ocupado limpiando la chimenea del salón, pero resultó ser un hombre muy curioso y carismático con el que mantuvimos unas largas charlas.

Siguiendo las indicaciones de Mireia llegamos al bar de la buena comida, y de verdad que lo estaba. En el bar varios señores miraban el partido de fútbol y otro jugaban al mus. Nos acercamos a la barra para pedir la comida y haciendo caso a Manuel, el cocinero, nos pedimos la especialidad de la casa, un chuletón y para acompañar unas cañitas. Nos trataban como si fuésemos de la familia, las hijas pródigas que volvían al pueblo para hacer una visita a su pasado. El camarero, un joven de nuestra edad, unos 23 años, nos preguntó porque habíamos terminado en ese pueblucho teniendo tantos sitios para viajar. Como todos los del pueblo, tenía buena conversación y cuando se le terminó el trabajo le invitamos a sentarse con nosotras y nos contara que podíamos hacer, si había alguna recorrido por la sierra que no necesitara mucha experiencia en senderismo y todas esas cosas que aquellos, los de ciudad, no estamos acostumbrados.

Nos levantamos a las siete de la mañana y al salir por la puerta, allí estaba Javi, el camarero, con una mochila verde a la espalda sentado en la acera. Nos ofreció una estupenda sonrisa y fuimos a desayunar, a los tres nos hacía falta una dosis de café para despertarnos. Javi había preparado para ese día una excursión hasta la boca de la Mujer Muerta. En el desayuno, nos explicó como sería el recorrido y las dificultades que tenía. Le preguntamos por la montaña que vimos y nos explicó la leyenda que había en la sierra.

Se quitó las gafas y las colocó sobre la cabeza, y tras acomodarse en la silla empezó a narrar la leyenda: "Se dice que esta historia tiene su origen en el medievo, cuando había una montaña que hacía de límite entre las dos Castillas. Donde hoy se encuentra la Mujer Muerta antes había un inmenso páramo al cual, iba una joven pastora de gran belleza. Dos nobles caballeros, cada uno de ellos pertenecientes a cada una de las provincias, uno de Madrid y otro de Segovia, se enamoraron de ella.

Mientras cortejaban a la pastora, fue aumentando la rivalidad entre ellos. Y a esto hay que unir la indecisión de la muchacha,  puesto que ella no sabía a quien corresponder, los caballeros se retaron en duelo. Quedaron en el páramo para batirse por su dama pero no sabían que eso sería su tragedia. En mitad de la lucha, la joven aterrada por lo que estaba sucediendo se interpuso entre ellos y fue herida, y con ello muerta. Y allí cayó, en mitad del páramo, y allí la enterraron sus amantes.

Todos los días fueron a visitar la tumba de su amada y con el tiempo, los que antes fueron rivales luego se hicieron amigos. Poco a poco, al igual que nació una amistad a los pies de la tumba de la joven, fue naciendo una montaña. Montaña con forma de mujer con los brazos entrecruzados, tal y como se enterraba a los muertos.

Dato curioso a tener en cuenta es que del pecho de la mujer nace el río Bezoya, fuente de vida para la provincia de Segovia. Y ahora que cada uno piense lo que quiera. En mi opinión ella hubiera elegido al segoviano finalmente, ya que el río va hacia allí". Al decir esto, soltó una gran carcajada; y prosiguió:

"Hay otra versión que dice que uno de los caballeros la dejó embarazada y que el bulto que se ve no son sus manos, sino un prominente embarazo. Pero…¡ esta versión que se la queden los curas! Yo me quedo con la tragedia de la batalla y no con castigos divinos por consumar el matrimonio antes de tiempo como dirían los de la sotana", concluyó. Nosotras también, dijimos al unísono. Y comenzamos a caminar...

El vídeo que acompaña la entrada es una promoción institucional de la Comunidad Autónoma de Madrid en favor de la declaración de Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama.

Nos vemos. Ruth Campos 





Palacio de Riofrío (Sierra de Guadarrama)





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"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son ella páginas en blanco" (Hegel)

La Sierra de Guadarrama: ¿Parque Nacional?

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Alfa y Omega






Portada de "Don Quijote de la Mancha"







Un buen amante de la lectura seguro que no solo tiene libros predilectos, sino también comienzos y finales  igualmente predilectos. Cualquier persona con un mínimo de cultura sabría identificar este comienzo: “En un lugar de La Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme...” 

Otro gran comienzo es el de: “Llamadme Ismael. Hace unos años -no importa cuánto hace exactamente...”: Para aquellos poco aventureros, aclaremos que se trata de la "Moby Dick", de Herman Melville.

El del “lugar de La Mancha”, espero que todo el  mundo lo haya reconocido y que nadie se haya llamado a engaño y quedado en evidencia consigo mismo.

Puestos a elegir, este el mío: “ Era más de media noche/ antiguas historias cuentan/ cuando en sueño y en  silencio/ lóbrego envuelta la tierra,/ los vivos muertos parecen,/ los muertos la tumba dejan”.

Es la primera estrofa del “Estudiante de Salamanca”, de José de Espronceda, autor también de la famosa “Canción del pirata”, la de “Con diez cañones por banda, viento en popa a toda vela…”. 

Lo de los finales ya es otro asunto, sobre todo porque no me gusta que se me acaben los libros. Cuando un libro me engancha estoy deseosa de saber el final pero según van pasando las páginas voy pausando la lectura, para que no se me termine tan pronto.

Cada final es como una pérdida, una vuelta de vacaciones, un amigo que se va a vivir lejos. La parte buena es que siempre está el consuelo de leer otro. Y para finales me quedo con el de “El sueño de una noche de verano”, del siempre admirable William Shakespeare:



ROBÍN

Si esta ilusión ha ofendido,
pensad, para corregirlo,
que dormíais mientras salían
todas estas fantasías.
Y a este pobre y vano empeño,
que no ha dado más que un sueño,
no le pongáis objeción,
que así lo haremos mejor.
Os da palabra este duende:
si el silbido de serpiente
conseguimos evitar,
prometemos mejorar;
si no, soy un mentiroso.
Buenas noches digo a todos.
Si amigos sois, aplaudid
y os lo premiará Robín.


El vídeo que acompaña esta entrada es la memorable escena final de la "Moby Dick" (1956), de John Huston, rodada, dicho sea de paso, en aguas de Gran Canaria.

Un saludo, Nos vemos. Ruth Campos






Portada de "Moby Dick"









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Moby Dick: Escena final (John Huston, 1956)

lunes, 19 de septiembre de 2011

La princesa está triste. Un relato de M.V. Embid




Mi amiga María Victoria Embid, laureada autora de relatos cortos, de los que ha tenido este blog el honor de publicar algunos de ellos, ha escrito, sin "animus iniuriandi", un nuevo relato irónico-festivo preñado de actualidad política, 


Es un cambio de registro al que no nos tiene habituados. Lo suyo son los dramas rurales intensos, de amores apasionados nunca satisfechos, de sueños incumplidos y desgracias que se materializan contra todo pronóstico convirtiendo las vidas de sus protagonistas en fantasmales espectros que deambulan sin rumbo. Nada que ver con este de hoy. 

Que el cuento se inicie con los primeros versos de la famosa "Sonatina" (1) del poeta nicaragüense Rubén Dario, viene que ni al pelo, y desde luego, supongo que es absolutamente intencionado por su parte: 

"La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa? 
Los suspiros se escapan de su boca de fresa, 
que ha perdido la risa, que ha perdido el color. 
La princesa está pálida en su silla de oro, 
está mudo el teclado de su clave sonoro, 
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor"...

Espero que lo disfruten. Gracias, de nuevo, querida Vicky. Un beso muy grande para tí.  Las fotografías y el vídeo que acompañan la entrada son responsabilidad exclusiva del editor del blog y no de la autora del relato. 

Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt




"LA PRINCESA ESTÁ TRISTE"

¿La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?... Había una vez una princesa llamada Mariana que siempre había anhelado el poder de su reino, sobre todo desde que su hermana mayor, de la cohorte neperiana, se lo pusiera en bandeja allá por el 2004. Al parecer, su hermana apodada la princesa del bigote, tuvo algunos deslices con amantes extranjeros, que junto con algún engaño y ardid, urdido por ella y su cohorte de damas bobas, dieron al traste con los deseos de poder de la princesa Mariana, en su lugar, ocupó el trono del reino una princesa que siempre fue vista por Mariana y su cohorte peperiana, como advenediza y con cierta mala reputación por no cumplir con los preceptos eclesiásticos como correspondía a una princesa de su posición.

 Aquellos años de oposición, en los que deseara ocupar el trono, fueron unos años difíciles para el reino, que comenzó a adolecer de mala salud, y su princesa regente fue perdiendo progresivamente el juicio hasta que terminó por perderlo del todo. 

Ante la grave situación, todos en el reino terminaron por repudiar a la princesa advenediza y fijaron la fecha para la subida al trono de la princesa Mariana quien, al parecer, se jactaba por palacio de disponer de soluciones mágicas y milagrosas para salvar al reino de su delicado estado de salud.

Conforme se aproximaba la fecha de su coronación, la princesa Mariana, que en otra hora se relamía de un sabor dulce y azucarado, cambiaba ahora los jugos de sus bilis por el sabor ácido y amargo de sus glándulas que impedían la degustación de poder. 

Ella sabía que no había formulas milagrosas, ni pociones mágicas que pudieran salvar al reino, ni siquiera mejorar levemente su lamentable estado de salud y, por si esto fuera poco, el reino se veía constantemente amenazado por múltiples incursiones de ejércitos de emisarios venidos de fuera de los dominios. Los consejeros del reino en lugar de reaccionar y, espantados ante los continuos derrumbes de sus territorios, preferían agasajar de dádivas a los emisarios extranjeros, quienes en el nombre de mercados financieros y, cada vez más agasajados, fueron tomando posiciones más fuertes frente a la debilidad del reino para seguir especulando e imponiendo sus criterios. Los consejeros del reino, en el seno del linaje capitalista, ante la pérdida de territorios pedían prestado más territorios a cambio de pagar unos intereses altísimos convirtiendo estos diezmos en una verdadera crisis de deuda Por otra parte, las entidades bancarias eran voraces y cada vez necesitaban más dinero para sus trueques, dinero del reino, dinero de los plebeyos. ¿Qué podía hacer el reino ante las severas incursiones y ataques? 

Podían aumentar los impuestos reales a los grandes señores feudales del reino y así poder financiar los servicios que el reino ofrecía y restaurar su status de bienestar en el que los futuros súbditos estuvieran felices y contentos, pero no había voluntad en ninguno de los grandes señores. 

Podían aumentar los impuestos y presiones fiscales a los artesanos independientes que habían declarado los últimos años tener menos ingresos de los que habían tenido o, podían hacerlo con los pequeños gremios artesanales que, antaño, con sus triquiñuelas, lograran despistar a los recaudadores del reino, pero estos estaban igualmente endeudados a causa de un reino de arcas vacías. 

Los consejeros encontraron entonces, como única solución, robar al campesinado y gremios de artesanos los pocos bienes que tenían despojándoles de los servicios que el reino le ofrecía: instrucción y servicios de asistencia gratuita a chamanes y curanderos y, no contentos con esto, por edicto real se les dijo que tenían que trabajar más y comer menos.

- ¿Hasta cuándo? – preguntaron.  

- Hasta caer en el lecho de muerte.

- Mire que mis hijos no encuentran tierras que cultivar.

- No importa. Reformaremos, sin más, la carta magna – Obtuvieron por respuesta.

Al principio a la plebe le costó despertar del profundo letargo. Ciertos grupos propagandísticos mediáticos de los señoríos y del propio reino, ex consejeros, trovadores y charlatanes de mercado, no se habían cortado en realizarles lobotomías y trepanaciones para seguir idiotizando a la muchedumbre. Que había que decir que estábamos ante un nuevo revés económico a escala mundial y que la culpa era toda de la princesa advenediza, se decía sin el menor movimiento capilar, que había que decir que seguirían robándoles hasta las entrañas: a todos les parecía bien.

Pero pronto la plebe, despojados muchos hasta de sus chozas, comenzó a sufrir. Los más jóvenes se indignaron y salieron a la calle. Ante esta situación extramuros, ni incursores ni consejeros hacían nada, solo pendientes de los ataques de los mercados y de la recuperación de territorios por parte de otros reinos.

Hubo otros muchos indignados, los representantes de jornaleros y campesinado, quienes eran despreciados por los indignados jóvenes aduciendo que eran unos vendidos a los intereses reales, aunque bien mirado, muchos de ellos habían perdido la vida en anteriores contiendas para que ellos pudieran ejercer ese derecho, pero los más jóvenes, ya se habían apropiado de la bandera de “los auténticos, los genuinos indignados”.

Volviendo a la princesa Mariana, aquella que ya desde el 2004 añorase el poder de su reino y próxima a su coronación real, comenzó a estar triste. No había atajos ni recetas milagrosas en cuanto ella subiera al trono, como ella misma había profetizado y, presa de todas sus charlatanerías y confianzas infundadas, comenzó a llorar. Había sido una tonta al pensar que los peores ataques habían pasado ya y que solo restaría apuntarse el tanto como ya hiciera su hermana, la princesa de los bigotes, que se hartó de repetir aquello de que su reino iba bien. Pero siete años más tarde de aquella sucesión frustrada, la salud del reino había empeorado hasta límites que la propia princesa Mariana desconocía y, la amenaza de recesión en todos los territorios dentro y fuera de sus dominios, acabó de rematarla. Supo entonces que al igual que les sucediera a otras princesas después de su llegada al trono, sufriría los niveles más bajos de popularidad, como le ocurriera a la vecina princesa Cameron.

Todo esto empezó a preocupar a la princesa incluso algún consejero dijo que la vio llorar por los jardines de de palacio. Su antecesora había perdido el juicio y todos en el reino lo sabían. Ya no podría seguir acusándola de todos los males del reino. Por otra parte, el reino no tendría suficiente con tener una princesa “como dios mandaba”. Sus recetas mágicas no tenían contenido y finalmente todo el mundo lo sabría.

María Victoria Embid
Septiembre 2011



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La niña de Rajoy

domingo, 18 de septiembre de 2011

La antepenúltima (gilipollez) del editor de "El Día"







Caricatura de don José Rodríguez, editor de El Día de Tenerife




Se cuenta una anécdota muy ilustrativa, supongo que apócrifa, sobre el suceso que llevo al escritor británico Graham Greene a convertirse al catolicismo, Al parecer, una lluviosa tarde londinense, Greene buscó refugio en un templo católico para resguardarse de la que estaba cayendo sobre la ciudad. Llegó justo en el momento de la homilía del sacerdote oficiante. Asombrado ante la cantidad de sandeces y superficialidades que escuchó en la misma, decidió convertirse al catolicismo. La razón era de peso: si con personas "así" la iglesia romana había sido capaz de sobrevivir 2000 años y llegar adonde había llegado, es que era la "verdadera" iglesia de Cristo.


Unas de mis distracciones domingueras es leer la gilipollez semanal que en el diario "El Día" de Tenerife, escribe su editor, director y propietario, don José Rodríguez Ramírez, más conocido por "Don Pepito". Antes, lameculos oficial de los capitanes generales del franquismo canario; ahora, independentista de pro, partidario de la entrada de Canarias en la Organización para la Unidad Africana (OUA), y admirador convencido del fundador del MPAIAC (Movimiento para la Autodeterminación e Independencia del Archipiélago Canario), el abogado don Antonio Cubillo; y siempre, debelador incansable de la isla de Gran Canaria.

A mi parece muy bien que se defienda la independencia del archipiélago canario, y hasta del Distrito de Chueca madrileño, aunque el nacionalismo, y no digamos el independentismo, me la sudan, literalmente. Mientras no pongan bombas y no utilicen ningún tipo de violencia física, ideológica, psicológica o moral para hacer triunfar sus ideas y exponer sus opiniones. no tengo nada que objetar, pero al menos que lo hagan con inteligencia. 

Podía haber reproducido cualquier otra de sus arengas, pero ha coincidido que hoy tenía otras cosas mejores en que entretenerme, y aunque me incordia un tanto hacerle la propaganda a don José, leyendo su "epístola" semanal me he acordado de la anécdota sobre Graham Greene y me he animado a reproducirla, una y otra: anécdota y homilía. La antepenúltima (gilipollez) del susodicho puedan leerla aquí. Les deseo suerte y paciencia. Y espero que comprendan por que sigo leyendo "El Día" de Tenerife: por la evidente conclusión de que si ha sido capaz de sobrevivir a un editor y propietario como don José Rodríguez es que sigue siendo un buen periódico. A pesar de su dueño...

Como compensación ante tamaño esfuerzo les invito a ver el vídeo de la televisión canaria sobre los cuatro Parques Nacionales del archipiélago que acompaña esta entrada. Merece la pena.

Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt 





Antonio Cubillo, fundador del MPAIAC




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Rincones de Canarias: Parques nacionales

lunes, 12 de septiembre de 2011

Un día más y sin fin





El río Arno a su paso por Florencia





Son las cinco y media de la mañana, suena la inoportuna alarma del móvil y comienza otro tedioso día. Café con tostadas y mantequilla, cepillado de dientes y una ducha rápida para comenzar a sudar 10 minutos después. El niño se ha despertado y comienza la carrera. Cambio de pañal, un body limpio, los pantalones y calcetines y por supuesto unos doscientos besos. El niño con los abuelos, mi marido a su trabajo y yo al mío. 

Uno de los mejores momentos del día, aunque suene extraño es el viaje al trabajo, el único momento del día que estoy sola, para mí. No soy madre, ni esposa, ni empleada, solo yo. El aire frío me termina de despertar y me relaja camino al autobús. Me siento a esperar, abro el libro de turno y me olvido de todo. El trayecto es corto unos 15 o 20 minutos según la prisa que lleve el conductor, rara vez hay tráfico. La vista del mar y la playa dan ganas de parar y quedarse ahí en el tiempo. Los pies en la arena aún fría y húmeda, los primeros rayos de sol en la cara, respirar, cerrar los ojos y sonreír. Vuelvo la vista al libro y sigo con la lectura. Ya hemos llegado, parada obligatoria para el segundo café del día, siempre para llevar. Todavía quedan 20 minutos para que empiece la jornada pero me gusta llegar temprano, disfrutar del café tranquilamente e ir preparando todo. El día como todos, teléfono y más teléfono, números, cuentas, urgencias y dolores, impertinencias varias y alguna cara agradable que te hace no mandar todo a la mierda. 

Dentro de esas caras está la de las pocas argentinas que conozco que me cae bien, de hecho diría que adoro. Siempre he visto a los argentinos un poco pedantes, sin contar a Mafalda a la cual admiro profundamente, pero ella me explicó el porqué: ”los repelente son los de Buenos Aires, los demás son buena gente”. Tiene que ser así, todos los conocidos eran porteños, menos los que me caían bien. Tras seis años viviendo aquí es la única persona a la que considero realmente amiga. Tengo buen trato con el resto de compañeros, nos reímos, nos contamos las cosas pero.. falta algo. Menos mal que 
apareció la pibita y nos ha dado buena onda. 

En estos momentos se agudiza la mente y se intenta buscar dinero por todos los lados y como lo de meterme a puta no me convence y hay mucha competencia, espero que me venga una idea estupenda que me haga forrarme como al que creó la página de facebook. Lo de la lotería tengo claro que no me toca, ni jugando. Será el karma que tengo, tiene vocación de arruinado y derrochador. 

Así que pensemos en las cosas que más o menos se me dan medianamente bien: escribir, aunque ando desentrenada, sin contar las escasas apariciones que hago en el blog de mi padre y la fotografía. Vaya por dios, dos cosas que hace medio mundo de hobby, así no vamos a ningún lado. A no ser que alguno quiera comprarme una foto, montarme una exposición o contratarme en “El País” como columnista de opinión o de desastres varios. Los blogs han sido la salida editorial de todos aquellos que quieren publicar un libro pero no llegan a escribir media página; también los hay que les encanta exhibir toda su intimidad y te cuentan hasta cuando van al retrete. Hay de todos los gustos y sabores, existe más variedad que en los helados de Häagen Dazs. Siempre podría darme por la vena escatológica, lo guarro vende mucho incluso aquellos que lo repelen hablarán de ti. Y eso es lo bueno, ¿no? ¡Qué hablen, qué hablen!

Viajando por la memoria, que afortunadamente sale gratis, estuve repasando todos esos felices y no tan felices momentos fuera de casa. 

Florencia, ¿quién no se enamora de ella? Toda la ciudad me recuerda a los recortables que tenía de pequeña, la catedral, el baptisterio, esos blancos y verdes, geometría pura, simple y bella. Dos veces he ido, y las dos me hubiera quedado a vivir. Y sin contar Madrid, no me ha pasado con más ciudades. Hay muchos lugares en los que no me importaría vivir pero, solo no me importaría. Paraíso del arte, museo abierto son sus calles, rincones inolvidables y sorpresas en cada soportal. La cuna del renacimiento es un orgasmo arquitectónico en todos sus sentidos. Escuadra, cartabón y muchas líneas, todo perfecto, no hay fallos, no se ven los ladrillos por debajo, ni la decadencia encantadora de Roma. Unos de los lugares más mágicos de Florencia es la diminuta iglesia de Santa Margherita dei Cerchi. Casi parece lógico que Beatriz Portinari, la joven que fue el amor de Dante, ideal del amor platónico, descanse en esa pequeña capilla: No hay nada en ella, paredes en blanco, dos bancos o poco más, música de fondo, luz tenue, y paz. Allí el místico encuentra a dios y el ateo se sosiega. Será la historia romántica, la oscuridad, el silencio que deja hablar a las fantasmas pero el caso es que allí, me sentí en casa. Saben, esa sensación cuando eres pequeño, te encuentras mal, te abrazabas a tu madre y todo era bueno; yo lo sigo haciendo. Pues eso mismo. Si van a Florencia busquen esa capilla. 

Y el Arno ohhh, un río. Para mi todo lo que sea agua fluyendo es síntoma de felicidad, hay que tener en cuenta que en mi tierra los ríos no existen. Agua de mar sí, y mucha, pero dulce nada de nada. Por mísera que sea la corriente de un riachuelo siempre dibuja una sonrisa. Lo mismo le pasará a un manchego al ver el mar, digo yo. 

Además del arte, Florencia,  Italia en general, es un vicio para los amantes del helado. Hay que reconocer que la pasta y las pizzas están buenas pero los helados saben bien hasta en pleno febrero con 5 grados. 

Siempre que empiezo a contar algo, termino hablando de los lugares que he visitado. No puedo evitarlo. Tengo claro que mi profesión ideal es la de reportero de viajes, por ejemplo para Pilot Guides, encima con gastos pagados. Ya si fuera la versión hoteles de lujo sería la gloria. Esos programos siempre están pensados para viajar solo, como mucho en pareja y casi siempre al estilo universitario, sin remilgos. Por ahora no he visto ninguno enfocado a las familias, o a viajes por hoteles de tres estrellas que es lo normal, por lo menos en mi economía los de cinco estrellas son innombrables. Lo mejor en lo que he estado es el Mena House, en El Cairo. Cuando decidimos irnos a Egipto, lo tenía claro, yo quería quedarme en él. Y no porque fuera el mejor ni el más bonito, simplemente porque aparecía en la novela Las arenas de Saqqara. Y vaya si mereció la pena. Darse una baño en la piscina viendo las pirámides es para experimentarlo. El Cairo es un gran caos, coches y más coches sin ley alguna;  intentar cruzar una calle, es jugarse la vida, más o menos como en Roma. La verdad, no me gustó. Seguramente porque no me la enseñaron bien, sólo vi el museo correspondiente, las pirámides y el río de noche. Lo que sí me cautivó fue el Nilo, sus orillas, sus silencios, las puestas de sol y la llamada a la oración.

Seguiremos contando otro día. El vídeo que acompaña la entrada es un bellísimo recorrido por la Florencia de los Medici. Nos vemos. Ruth Campos






Santa Margherita dei Cerchi (Florencia)





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La Florencia de los Médici

miércoles, 31 de agosto de 2011

Diario de Sesiones de las Cortes de Cádiz: Agosto de 1811






Miguel Hidalgo (1753-1811)





Desde este enlace de la página electrónica del Congreso de los Diputados de España puede accederse al Diario de Sesiones de las Cortes de Cádiz correspondiente al mes de agosto de 1811. En él se incluyen los debates y acuerdos que se iban produciendo en el seno de la Comisión Constitucional de las Cortes encargada de redactar y debatir el proyecto de Constitución de la Nación Española, promulgado finalmente el 19 de marzo de 1812.

El vídeo que acompaña a la entrada es el capítulo de la Historia de Canarias (1995), en dibujos animados, en el que se relata la participación de los Diputados de las islas Canarias en las Cortes de Cádiz. Las reproducciones fotográficas hacen referencia a la figura del sacerdote mexicano Miguel Hidalgo, uno de los héroes de la independencia de la Nueva España, fusilado por las tropas leales a la corona española en Chihuahua (México) el 30 de julio de 1811.

Tamaragua, amigos. HArendt





Fusilamiento de Miguel Hidalgo (30/7/1811)




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Entrada 1399
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Citas importunas:
"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son en ella páginas en blanco" (Hegel)

Diputados Canarios en las Cortes de Cadiz (Animación)

lunes, 1 de agosto de 2011

Desde el trópico de Cáncer: 5.º aniversario






El Roque Nublo (Gran Canaria)




Han cambiado algunas cosas, no muchas, en "Desde el trópico de Cáncer" desde ese primera entrada titulada "A modo de presentación" del 1 de agosto de 2006 en que vio la luz, hasta hoy. Ha cambiado su estética, menos barroca ahora que en sus inicios; su contenido, que se ha ido despolitizando apreciablemente, pero en el que sigue siendo perceptible la ideología y los pre-juicios de su autor; el  número de entradas, más por consunción del escribidor que por falta de temas que comentar. Mil cuatrocientas entradas en cinco años son muchas entradas: una media de doscientas ochenta anuales, y de veintitrés al mes; muchas hasta para mí así que no quiero ni imaginar para los posibles lectores. Me gustaría hacer un índice completo temático, onomástico y cronológico que facilitara su lectura pero la voluntad, de momento, flaquea.... 

Gracias a todos los que en estos cinco años se han acercado a "Desde el trópico de Cáncer". Las fotos y el vídeo que acompañan la entrada constituyen mi homenaje personal a la tierra y a las gentes de Gran Canaria. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt





Maspalomas (Gran Canaria)




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"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)

"Sombra del Nublo", por Alfredo Kraus y Los Sabandeños

domingo, 31 de julio de 2011

Diario de Sesiones de las Cortes de Cádiz - Julio de 1811





El diputado Antonio José Ruíz de Padrón




En este enlace de la página electrónica del Congreso de los Diputados de España pueden ustedes acceder al Diario de Sesiones de las Cortes de Cádiz correspondiente al mes de Julio de 1811. 


Los dos vídeos que acompaño a la entrada constituyen un interesantísimo reportaje sobre el sacerdote gomero Antonio José Ruíz de Padrón, un canario universal, de ideas liberales, cosmopolita como pocos de sus paisanos. diputado por Canarias en las Cortes de Cádiz, amigo personal de Benjamín Franklin y George Washington, y precoz defensor de los derechos humanos y las libertades y debelador incansable de la Inquisición.

Espero que tanto la lectura del Diario de Sesiones de las Cortes como los vídeos les resulten interesantes. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt

   



Portada de "La isla transparente"




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"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)

Ruíz de Padrón: Un canario en las Cortes de Cádiz (1)

Ruíz de Padrón: Un canario en las Cortes de Cádiz (2)

sábado, 30 de julio de 2011

Mi primera vez: El primer día de colegio. Un relato de Soledad Puértolas






Primer día de colegio (Dibujo de Fernando Vicente)




No recuerdo como fue mi primer día de colegio. Ni siquiera la fecha: supongo que entre 1951 y 1952. Sí, en cambio, y muy bien, el lugar: un viejo caserón, inmenso para mi tamaño de niño, en el número 32 de la calle Batalla del Salado, en Madrid, donde estaba ubicado el Primer Tercio Móvil de la Guardia Civil, en el que mi padre estaba destinado al mando de una de sus compañías. 

El pabellón donde vivían mis padres estaba en la tercera planta, y daba a una inmensa galería descubierta sobre un gran patio de armas de planta cuadrangular. El parvulario, pues no era otra cosa "mi primer colegio", estaba en la primera planta del edificio en cuestión, y en él aprendían sus primeras letras los hijos de los guardias civiles allí destinados..  

No recuerdo el nombre ni el aspecto de mi maestra, aunque sí que era una muchacha joven y cariñosa con nosotros. También recuerdo el penetrante olor de la tiza, que no he podido olvidar y que se reproduce en mi cerebro cada vez que entro en un aula escolar, aún hoy...

Recuerdo también muy bien el gravísimo problema que durante mucho tiempo tuve con el nombre de la penúltima letra del abecedario y como bajaba desde mi casa hasta el parvulario repitiendo en voz alta una y otra vez "i griega, i griega, i griega...",

La escritora Soledad Puértolas, académica de la Lengua, recordaba hace unos días en El País: "Ficciones. Mi primera vez: Primer día de colegio" (15/07/2011), como había sido para ella y como recordaba, esa "primera vez". El vídeo que acompaña a la entrada es una entrevista que la 2 de RTVE realizó a la escritora aragonea con motivo de su ingreso en la Real Academia Española. Disfruten de ambos. Y sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt




Ficciones: Primer día de colegio 
por Soledad Puértolas
EL PAÍS - 15-07-2011

Quizá para que yo no estuviera en casa mucho tiempo sola, ya que mi hermana, que me llevaba dos años, iba ya al colegio, mi madre decidió enviarme al jardín de infancia cuando yo apenas tenía cuatro años. Hoy día es más normal, pero en aquella época resultaba un poco prematuro y tengo la impresión de haber escuchado a mi alrededor, a lo largo del curso, algunos comentarios sobre el asunto.

El jardín de infancia se encontraba en el sótano del enorme edificio del colegio, pero no era un sótano lúgubre, sino luminoso. Cuando caía la tarde, se encendían las luces y el aula cobraba una vida distinta, casi agresiva. La luz eléctrica era mucho más invasora que la del sol. Y siempre era igual. La tarde se detenía. En lugar de avanzar, la hora de la salida parecía más y más lejana.

Me impresionó tanto ese día al que había llegado un poco engañada porque nadie me había explicado qué se hacía en el colegio ni cuánto tiempo debía permanecer en él, que cuando, ya en casa, oí decir que había que prepararlo todo para el día siguiente, me quedé paralizada. ¿Tenía que volver mañana?, pregunté, incrédula. Todos los días, me dijeron. Todos los días. ¡Qué tres palabras más terribles bajo su aparente inocencia! Resultaba incomprensible y abrumador. Me parece que fue en ese mismo momento cuando la conciencia del tiempo se instaló dentro de mí de una forma terrible y angustiosa, como si esas palabras -todos los días- hubieran sido una maldición. Y, a partir de ese momento, también, arraigó en mi interior una obsesión: huir de ese tiempo monótono y obstinado que se empeñaba a repetirse día a día, exacto, imperturbable, eliminando toda posibilidad de avanzar, de cambiar.

Ese es el recuerdo que todavía hoy puedo reproducir: echada en la cama, con los ojos abiertos, me estoy diciendo a mí misma que mañana volveré a pasar el día en el colegio, codo con codo con niñas de mi edad, y rodeada de monjas.

Mañana y al día siguiente y al otro. ¿No volvería a tener tiempo para mí?, ¿tendría que estar siempre ahí, observada, empujada, incluida en un grupo? No sé ahora para qué quería yo ese tiempo que me parecía me estaban hurtando. Quizá buena parte de la culpa la tenía la potente luz eléctrica que, después de comer, invadía el sótano. Puede que me asustara demasiado y creyese de verdad que la tarde nunca se iba a terminar.

Pero esa sensación se guardó tan celosamente en mi interior que aún concibo el futuro, ante todo, como una liberación. Las dificultades, penas e inconvenientes que, como es lógico, aguardan dentro de ese tiempo desconocido, aún empalidecen cuando considero su latido. En este mismo momento, el tiempo transcurre. Se oye llover, si llueve, y cada gota cae del cielo adonde vaya a caer, la tierra, un tejado, un paraguas. O hace calor, y son las gotas de sudor las que se deslizan por la piel. Ese caer, ese deslizar, ese avanzar, aún me parece extraordinario.




La escritora Soledad Puértolas




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La 2 de RTVE entrevista a Soledad Puértolas

miércoles, 27 de julio de 2011

La historia de todas las historias






Alfonso X y su corte (Miniatura medieval)




Si la "Biblia" es para judíos y cristianos el libro de los libros, la "Grande e General Estoria", de Alfonso X el Sabio, es la historia de todas las historias. Reinó en Castilla y León entre 1252 y 1284. Hijo de Fernando III de Castilla y Beatriz de Suabia, en 1257, alegando los derechos sucesorios de su madre, es elegido emperador del Sacro Imperio Romano Germánico por una parte de los electores palatinos, con la oposición del papa Gregorio X. Nunca llegó a ser coronado, pues renunció más tarde a sus pretensiones imperiales a cambio de subsidios para continuar la guerra contra los musulmanes en la Península.

Dice el historiador José Luis Abellán de él en su "Historia Crítica del Pensamiento Español - Tomo 1" (Círculo de Lectores, Barcelona, 1992), que con su impulso decidido la Escuela de Traductores de Toledo vivió su segundo gran período de esplendor, y que fue allí, en Toledo, donde instaló un observatorio astronómico gracias al cual se elaboraron las famosísimas "Tablas alfonsíes" que tuvieron enorme difusión en toda Europa llegando a ser utilizadas por el mismo Copérnico. Tradujo personalmente la versión del "Libro de Calila e Dimna", colección de fábulas orientales. Como poeta escribió en gallego las "Cantigas a Nuestra Señora", en el que van letra y música conjuntamente. Como historiador mando componer la "Primera Crónica General o Estoria de España" y la "Grande e General Estoria", utlizando fuentes latinas,árabes, españolas y francesas. Y como jurista, continuando la labor codificadora de su padre, intentó la codificación general de todo el Derecho en el "Fuero Real", el "Espéculo" y sobre todo en el "Código de las Siete Partidas", conocido también como "Libro o Fuero de las Leyes"

Con motivo de la publicación por vez primera de una edición íntegra y completa en diez tomos de la "Grande e General Estoria" (Fundación José Antonio de Castro, Madrid, 2011), el profesor Francisco Bautista, investigador "Ramón y Cajal" en la Universidad de Salamanca, ha escrito en el último número de Revista de Libros (Julio-Agosto, 2011) un interesantísimo artículo titulado "La historia de todas las historias" que pueden leer en este enlace.

En la "La Grande e General Estoria", dice el profesor Bautista, se pensaba ofrecer un relato histórico desde la Creación hasta los tiempos de Alfonso X. Fue acometida hacia mediados de su reinado, en torno a 1270, después de haber reunido los muchos y muy diversos materiales empleados en la obra, por un grupo de colaboradores del rey que bajo sus directrices más o menos directas y detalladas acometió un plan enormemente ambicioso que se proponía compendiar y sintetizar todo el saber histórico de su época. El proyecto no se llegó a completar y lo que conocemos del mismo termina justamente al comienzo de nuestra era, cuando iba a narrarse la vida de Cristo.

La "Grande e General Estoria", dice Francisco Bautista en su artículo, es una historia universal, pero frente a otros ejemplos de esta tradición en la Edad Media en España y el resto de Europa, tiende a identificarse con ese pasado mismo al integrarlo de manera exhaustiva dentro de la propia obra, fluctuando entre la biblioteca y el códice y respondiendo cabalmente a la imagen que hace del libro un trasunto del mundo. En suma, la historia de todas las historias.

Espero que disfruten de su lectura. El vídeo que acompaña a esta entrada es una selección de miniaturas y música de las "Cantigas do Santa María", de Alfonso X el Sabio. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt





Página de la Grande e General Estoria (Códice de El Escorial)

                                  


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Música y miniaturas en las "Cantigas do Santa Maria", de Alfonso X El Sabio

martes, 26 de julio de 2011

Mi primera vez: En Venercia. Un relato de Esther Tusquets






En Venecia. Dibujo de Eva Vázquez




Con la escritora y editora Esther Tusquets, a la que no tengo el placer de conocer personalmente, y por la que siento una profunda admiración, me unen una serie de afinidades o coincidencias vitales de las que ya he dejado constancia en el blog en anteriores ocasiones. Que recuerde ahora, en mi entrada del 9 de diciembre de 2007, titulada "Memorias de juventud de Esther Tusquets" en la que comentaba la impresión que me había producido la lectura de su libro autobiográfico "Habíamos ganado la guerra" (Ediciones B, Barcelona, 2007) y el descubrimiento de algunas de esas "afinidades vitales" compartidas.

Hace unos días, leo de nuevo un artículo suyo para la serie "Ficciones. Mi primera vez" que viene publicando El País, titulada "En Venecia" (20/7/2011). No me resisto a compartirla con ustedes. En esta ocasión, esa "primera vez" de la que habla, escribe,  Esther Tusquets, es la impresión que le causó su primer encuentro con Venecia. 

No puedo compartir esa sensación porque nunca he estado en Venecia. Pero si he sentido algo muy parecido la primera vez que puse pie en Roma. Una sensación que no voy a olvidar nunca y que se repite en cada ocasión que vuelvo a esa ciudad mágica y eterna por tantas cosas. Disfruten de su lectura. Y sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt




Ficciones. Mi primera vez: En Venecia 
por Esther Tusquets
EL PAÍS - 20-07-2011

Ha habido en mi vida, ya tan larga, espacio para deleites exquisitos, experiencias inolvidables, instantes de tal felicidad que se diría puede uno tocar el cielo con las manos (expresión que Herralde, el editor, desaprueba con justo motivo, pero que yo utilizo a veces porque me encanta).

Sin embargo, muchas de las cosas que adoro no resisten la exigencia que impone la primera vez. He vivido momentos estelares en el amor, pero no ha sido nunca la primera vez, habrá sido la tercera, la octava, la última, pero no la primera. Me gusta con delirio el mar, sospecho que lejos de él mi vida estaría incompleta, creo que moriría de añoranza en una ciudad sin mar.

Pero ¿cuál fue la primera vez? ¿La primera vez que lo vi, que me sumergieron en él? Mis primeras veces estaba encerrada en la barriga de mi madre, y luego flotaba feliz en el agua, a su lado. Quizás podría hablar de la primera vez que mi tío favorito apareció en casa con un cachorro y mi padre no objetó nada a que nos lo quedáramos. Era una caniche de una bondad infinita (mi vida tampoco habría sido igual sin los perros, tan imprescindibles como la mar). Pero a Gabi me la asesinaron, supongo que envenenada, y me ha parecido incorrecto poner una primera vez feliz a algo que terminó tan mal. ¿Los hijos? Son una parte importante, muy importante de mi vida. Me han hecho sentir muchas veces enormemente feliz y algunas enormemente desdichada, seguro que me han permitido tocar, alcanzar el cielo con mis manos, pero sé con total certeza que en el momento en que me los puso la comadrona en los brazos -como el lejano día en que me habían puesto en la boca por primera vez la hostia consagrada- no sentí nada parecido a lo que de mí se esperaba, a lo que yo misma esperaba, al instinto maternal le llevó tiempo aparecer y manifestarse.

Tenía que ser algo importante para mí, y que pudiera centrarse en un momento determinado y que no terminara mal. He estado mucho rato dando vueltas a distintas posibilidades, y finalmente he pensado en Venecia. El tema de este artículo podía ser La primera vez que fui a Venecia, y centrarse en algo más concreto todavía: el momento en que el vaporetto, camino de nuestro hotel, desembocó en el Gran Canal. Yo tenía 18 años y no había visto nunca nada tan bello. Me habían hablado mucho de Venecia, había visto fotografías, había visto películas cuya historia transcurría allí, había consultado guías de viaje. Creía estar preparada para lo que me esperaba, y esperaba mucho. Pero no esperaba llevarme una sorpresa tan enorme, sentirme anonadada, conmovida hasta lo más profundo. Noté que, tras las gafas de sol, los ojos se me llenaban de lágrimas. Y me alegré de llevarlas puestas todavía, aunque estaba ya anocheciendo, porque a los 18 años uno no llora delante de los demás, y yo, a los 18 años, lloraba muy pocas veces, y no sabía que en la vejez lloraría a menudo, por todo, por cualquier motivo, por nada.
Todo lo que había leído y visto sobre Venecia quedaba muy lejos de la experiencia real de estar allí. El olor, el aire, el ruido de las embarcaciones, de la proa de las góndolas al golpear contra el muelle, justo al pie de mi ventana y delante de nuestro hotel. Y luego, en días sucesivos, las callejas y los puentes que los turistas ni pisan, apretujados todos en la plaza San Marcos. Y un montón de primeras veces. La primera vez que tomas un café en el Florian, escuchando a las orquestas que tocan en la plaza. La primera vez que callejeas por La Giudecca. La primera vez que ves una ópera en La Fenice. La primera vez que tomas una copa en Harry's Bar.

Pensé que siempre, siempre volvería allí. Y lo he cumplido. He recorrido Venecia con casi todas las personas a las que he amado. Con mis hijos varias veces y la primera (de ellos, claro, no la mía), Milena lloraba al emprender el regreso, como había llorado yo al llegar.





La escritora Esther Tusquets




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