miércoles, 23 de noviembre de 2011

Amor y "realpolitik" en el cine







El actor Michael Caine






De nuevo escribiendo sobre cine; me estoy repitiendo últimamente... Acabo de ver en Digital Plus, la película de Phillip Noyce “El americano impasible”, basada en la novela homónima de Graham Greene. Realizada en 2002, me ha parecido una hermosa e interesante película de intriga, amor y política, yo diría que a partes iguales. Intepretada por Michael Caine, en el papel de un periodista inglés destinado en Vietnam; Brendan Fraser, como funcionario de la Embajada de los Estados Unidos, y la bellísima Do Hai Yen, como la joven vietnamita unida sentimentalmente al maduro periodista, de la que también se enamora el funcionario norteamericano. Pero la historia de amor y celos es sólo la excusa de Greene, en su novela, y de Noyce, en su película, para relatarnos con crudeza la situación del Vietnam colonial en el otoño de 1952, con los franceses a punto de perder la guerra y los americanos ayudando bajo cuerda a corruptos funcionarios y militares vietnamitas con la intención de parar a cualquier precio el avance hacia Saigón de la guerrilla comunista.


Nadie es en la película lo que aparenta ser. Brendan Fraser es un agente de la CIA que suministra armas y explosivos a la derecha vietnamita para que comentan atentados indiscriminados contra la población civil que, luego, atribuirán a la guerrilla comunista. Michael Caine transmite a su periódico londinense los horrores de la guerra y de los atentados terroristas con veracidad, y su personaje se muestra sinceramente afectado por la muerte de inocentes víctimas en los atentados, pero no vacila en traicionar a Fraser y propiciar su asesinato por la guerrilla comunista movido por los celos. Por último, la joven vietnamita interpretada por Hai Yen, va y viene de los brazos de uno a otro de sus dos amantes movida por la necesidad de sobrevivir más que por el amor.

Como en todas las novelas de Greene, la política, vista desde el lado más humano -es decir, del lado de los que la padecen sin poderse sustraerse a ella ni influir en los acontecimientos- tiene un papel esencial. Y cualquiera que tenga memoria y un poco de capacidad para relacionar acontecimientos, creo que verá reflejados en la película muchos de los hechos de la política internacional que ahora mismo estamos padeciendo. Ni a palos aprendemos.

En el vídeo anexo que acompaña esta entrada pueden ver un excelente avance publicitario de la película que espero les resulte interesante.

Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt







La actriz vietnamita Do Hai Yen






-- 
Entrada núm. 1423 -
Reedición de la publicada en el blog el 3/9/2006
http://harendt.blogspot.com
"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son en ella páginas en blanco" (Hegel)

"El americano impasible" (2002), de Phillip Noyce

martes, 22 de noviembre de 2011

Bertolucci y su Mayo del 68





La actriz Eva Green




Entre ayer tarde y hoy por la mañana he visto por televisión la película “Soñadores” ("The dreamers"), dirigida por Bernardo Bertolucci en 2003. Nada que ver con “El último emperador”, o “Noveccento”. Esta es una película intimista que me confirma mi predilección por el cine europeo, el cine de esa “vieja Europa” tan denostada por el Sr. Aznar, que se construye sin efectos especiales, persecuciones automovilísticas, malos y buenos y maniqueismo a tope. ¡Bien por él!, por el cine europeo;  no por Aznar.

Guapísima la actriz francesa Eva Green (Isabelle), muy bien secundada por Michael Pitt (Matthews) y Louis Garrel (Theo). La acción, en París. Primavera de 1968. Con el trasfondo de la revuelta estudiantil universitaria, poco y mal secundada por los obreros, que a punto estuvo de costar a Francia la V República.

Matthews, estudiante norteamericano llega a París para estudiar allí durante un semestre y perfeccionar su francés. Cinéfilo empedernido, asiste a las proyecciones de la Cinemathéque Francaise y allí conoce a Isabelle y Theo, dos hermanos de su misma edad, estudiantes universitarios también, y también como él, apasionados del cine, que aprovechando que sus padres van a estar ausentes durante un mes le invitan a mudarse a su casa.   

Conviviendo con ellos, Matthews percibe que la relación entre los hermanos es más “íntima” de lo que había imaginado. Su aparente sofisticación, tan envidiada por el norteamericano común, acaba atrayéndole hacia una relación que terminará por convertirse en una relación “a tres” a la que pondrá fin el estallido del movimiento estudiantil y su represión por el gobierno francés, siempre tangencial en la película.

Película salpicada de “guiños” cinéfilos, tan usados por Bertolucci, y propiciados por el “juego de las prendas” al que se someten los tres amigos continuamente, escenificando momentos de películas que deben identificar y que de no superar, implican el “pagar una prenda” de carácter sexual.

La película contiene bellísimos planos de desnudos de los tres protagonistas, especialmente de la actriz Eva Green, de la que dicen que tiene los senos más bellos del cine francés, con escenas de sexo bastante explícito (¡bien por el cine europeo!) que harían palidecer de envidia a los puritanos censores del cine comercial norteamericano.

Y como no, Bertolucci saca a relucir de nuevo el tema del incesto, como ya hiciera en “La Luna” o “El último emperador”, con un tratamiento exquisito. Una bella película de la que he disfrutado “a tope” y que recomiendo fervientemente.

Acompaño la entrada con el vídeo de un fragmento de la película, uno de los más "políticos" e intimistas de la misma, aquel en el que Matthews, el joven norteamericano, reflexiona ante su amigo Theo sobre el alcance de lo que está ocurriendo en París en esos días y la necesidad de implicarse en unos hechos que el considera históricos. 

Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt





El cineasta Bernardo Bertolucci




-- 
Entrada núm. 1422 -
Reedición de la publicada en el blog el 26/9/2006
http://harendt.blogspot.com
"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son en ella páginas en blanco" (Hegel)

"Soñadores" (2003), de Bernardo Bertolucci

JFK: Tal día como hoy de hace nosecuantos años...




Cortejo fúnebre en el entierro del presidente John F. Kennedy


¿Por qué hay acontecimientos y recuerdos que quedan fijados en la memoria como grabados a fuego y otros, en cambio, acaban difuminándose hasta perderse sin dejar rastro? ¿Cuáles son esos recuerdos preferentes?: ¿La primera experiencia sexual? ¿El descubrimiento de la muerte? ¿El nacimiento del primer hijo?… 

Para mi, uno de esos acontecimientos que perduran para siempre en la memoria ocurrió tal día como hoy hace cuarenta y muchos años. Fue el 22 de noviembre de 1963, Un viernes. En Madrid eran, más o menos, las siete de la tarde. Yo tengo en ese tiempo 17 años, y estoy llegando a la casa de mis padres, en la calle Chile, en el barrio de Prosperidad, distrito de Chamartín.


Vuelvo andando hasta allí, para ahorrarme el billete de autobús, desde el Hospital Militar de Maudes, en Cuatro Caminos, a unos seis kilómetros de casa, de visitar a mi madre, que está internada en él a la espera de ser operada unos días más tarde de la vesícula biliar. Javier, mi mejor amigo, hijo de guardia civil, como yo, me ha acompañado. Los dos estudiamos en el colegio “Infanta María Teresa”, en la Prolongación de la calle del General Mola (hoy Príncipe de Vergara) Instrucción Pre-Militar Superior. Nuestra ilusión es entrar como alumnos en la Academia General Militar de Zaragoza. Ninguno de los dos sabemos ni intuimos que, apenas un mes más tarde, y después de un conflicto bastante cómico con nuestro profesor de francés en el Colegio, aprovechando las vacaciones de Navidad, abandonaremos los estudios militares y el colegio para siempre. 

Es todavía de día en Madrid. La casa de mis padres está en un segundo piso. Nada más entrar en el portal me encuentro a mi hermano Alberto, diez años mayor que yo, que baja las escaleras saltando los escalones de dos en dos. Al verme, sin apenas detenerse, me espeta: -¡Han matado a Kennedy. Están poniéndolo por la tele!-. No le hago ni caso. Él sabe que admiro a Kennedy; es mi héroe favorito. Le suelto un -”¡!Vete a la mierda, gilipollas!”. En casa solo está mi cuñada Mary, la mujer de mi hermano. No hay nadie más. Mi padre, comandante retirado de la Guardia Civil, se ha quedado en el hospital acompañando a mi madre. La televisión está encendida y, efectivamente, están dando la noticia: El presidente Kennedy ha sido tiroteado en Dallas, Tejas, hace una hora. Me quedo abobado mirando la televisión. El mundo, al menos el mundo que yo conozco, se me ha caido encima de repente, pues nunca he vivido una situación como esta. Llamo por teléfono a mis padres al hospital y me pasan con mi madre: le cuento lo que ha pasado, lo que está diciendo la televisión. Se queda muda, y al instante, no se si me dice o me pregunta si “eso va a ser otra guerra mundial”. 

Ellos han vivido en Sevilla la proclamación de la República. Estaban en Asturias en octubre de 1934, cuando la revolución obrera. Y en Barcelona, en julio de 1936. Los últimos meses de la guerra civil los ha pasado sola en Barcelona, con mi padre internado en un campo de concentración en Francia. La segunda guerra mundial la han pasado prácticamente en la isla de El Hierro, en Canarias, donde mi padre ha sido destinado, o desterrado -según se vea-, aunque según mi madre, los cinco años allí vividos fueron para ella los más felices de su vida. Es lógico que esté aterrada. Me dice que no le cuente nada a mi padre, que ella se lo dirá ahora. Y cuelga el teléfono entre sollozos. 

Mi hermano, mi cuñada y yo nos pasamos la noche pegados al televisor, como, suponemos, que gran parte de los españoles y del resto del mundo. Al día siguiente, sábado, mi amigo Javier y yo nos encontramos a la puerta del colegio. La calle General Mola está en absoluto silencio a las nueve de la mañana. La gente hace largas colas en los quioskos de prensa, esperando pacientemente para comprar un periódico. No llegamos a entrar en clase. Javier y yo hemos decidido que ese día tenemos cosas más importantes que hacer. Comentamos entre nosotros lo que ha pasado, las noticias que se van filtrando en las colas. Hay miedo en la gente de que hayan sido los rusos, o los cubanos, pues la crisis de los misiles hace pocos meses que ha tenido lugar. Compramos un periódico. Y decidimos ir andando hasta la Embajada de los Estados Unidos, en la calle Serrano, no muy lejos de nuestro colegio. 

Somos “viejos” conocidos de la Embajada pues ambos solemos ir a menudo a leer libros en la Biblioteca de la Casa Americana, una institución cultural dedicada a propagar la imagen y la ideología norteamericana en Europa. Nos sabemos los nombres de todos los estados de la Unión y sus capitales respectivas, y jugamos a menudo a irlos nombrando uno a uno, de memoria, siguiendo su ubicación en el mapa. 

La Embajada está fuertemente custodiada, en el exterior, por la policía española. Entramos en ella mostrando nuestra tarjetas de socios de la Casa Americana y llegamos hasta el acristalado vestíbulo de su entrada principal. La bandera ondea a media asta sobre el techo de la Embajada. Nada más entrar en el vestíbulo, a la izquierda del mismo, han montado junto a una bandera de los Estados Unidos una pequeña mesa cubierta con un paño de terciopelo negro donde hay una bandeja de plata en la que vemos muchas tarjetas de visita. También hay un libro, grande, forrado de cuero azul marino donde vemos que la gente, después de hacer una pequeña cola, deja su testimonio de pésame escrito en el mismo. 

Delante de nosotros hay dos muchachas más o menos de nuestra edad, quizá uno o dos años mayores que nosotros, norteamericanas sin duda, que lloran desconsoladamente. Una es rubia, y la otra pelirroja. La rubia va vestida con falda gris claro y un jersey rojo sin mangas, sobre una blusa blanca. La pelirroja lleva unos ajustados pantalones azules y un jersey blanco. Junto a la mesita un infante de marina norteamericano, con su uniforme de gala, hace la guardia en posición de descanso; con su brazo derecho sujeta un fusil que se apoya en el suelo, el brazo izquierdo está doblado, a la altura de su cintura, en la espalda. El soldado, sin mover un músculo de su rostro, está llorando, mansamente... Mi amigo y yo nos quedamos impresionados por la escena, y al menos a mi se me forma un nudo en la garganta. Escribimos en el libro un escueto “Nuestro más sentido pésame”, y dejamos nuestras firmas. 

Salimos inmediatamente detrás de las dos muchachas al patio exterior de la Embajada donde está el aparcamiento y vemos que las dos se han parado ante un Wolkswaguen (un escarabajo) amarillo. Lanzados, les preguntamos que si viven en Chamartin. Nos contestan, más serenas ya, que no, pero que si queremos nos alcanzan hasta allí. Les decimos que sí, y subimos los cuatro al coche. Ellas delante y nosotros detrás. Hablan bastante bien español. Nos cuentan que son estudiantes y que están pasando un año académico en España para aprender español. El trayecto es corto hasta Chamartin, por el Paseo de la Castellana hacia el norte hasta llegar a la calle de Alberto Alcocer y de allí, girando a la derecha, hasta la plaza de la República Dominicana, donde nos dejan. Intentamos quedar con ellas, pero nos dicen, amablemente, que no. Nuestro intento de ligue ha quedado abortado. 

Volvemos a nuestras casas después de pasar el resto de la mañana vagabundeando por las calles del barrio. Todo está paralizado, pero hay una gran serenidad en las gentes. Los días siguientes los paso pegado a la televisión y leyendo ávidamente los periódicos. Por televisión veo la emotiva escena a bordo del avión presidencial en que el vicepresidente Johnson, camino de Washington con el cadáver de Kennedy en la bodega del aparato, jura junto a la viuda de éste su cargo como nuevo presidente de los Estados Unidos. Más tarde, cuando ya todo el mundo sabe que han detenido al presunto asesino, Lee Harvey Oswald, estoy viendo en directo por televisión como van a trasladarlo desde el lugar donde está retenido hasta el juzgado. Un único pensamiento cruza mi mente en ese momento: ¡Ójala lo maten! Y ante mis ojos un señor con sombrero tejano, Jack Ruby, sale de entre el público con una pistola en la mano disparando a bocajarro sobre él… Esa premonición, cumplida inmediatamente de formulada, me ha acompañado siempre como una maldición y nunca podré olvidarme de ella. Al igual que me acompañará para siempre la imágen vista de nuevo por televisión días más tarde del solitario corcel negro, ensillado, que acompaña los restos mortales de Kennedy por las calles de Washington; y el saludo militar de John-John, su hijo pequeño, acompañado de su hermana y de su madre, al pasar ante ellos el cortejo fúnebre… Ahí están, vívidos como si fueran hoy, todos esos recuerdos. Y supongo que ahí seguirán, mientras yo pueda seguir diciendo que tal día como hoy de hace nosecuantos años…

Acompaño la entrada con un vídeo, primero de una serie que puede verse en YouTube, sobre el funeral y el entierro del presidente Kennedy, tomados directamente de la televisión. 

Sean felices, por favor, a pesar del gobierno. Tamaragua, amigos. HArendt





El pequeño John Kennedy saluda al paso del cortejo fúnebre



Entrada núm. 1421
http://harendt.blogspot.com
"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son en ella páginas en blanco" (Hegel)

Nov., 1963: Funeral y entierro del Presidente J.F. Kennedy

lunes, 21 de noviembre de 2011

Desde mi agnosticismo "sui generis"






El teólogo José María Castillo




No es cierto que los teólogos se estén quedando solos con el miedo. A pesar de que lo diga una fuente tan autorizada como la Asociación de Teólogos Juan XXIII, a través de un artículo que se publica El País de hoy, y que reproduzco más adelante, firmado por Juan G. Badoya. 


Desde mi agnosticismo "sui generis", no militante -aunque tomándolo prestado de Santiago Carrillo, yo prefiero decir que “soy ateo, gracias a Dios”-, pienso que la teología, la ciencia de dios, es fundamental a la hora establecer el derecho a la libertad de conciencia de los creyentes y a relacionarse con su “creador” como mejor consideren. Los teólogos tienen la obligación moral de denunciar la tergiversación que las iglesias -todas, sin excepción, pero unas más que otras- han hecho del mensaje cristiano, y ello, a pesar de la intransigencia de unas jerarquías de pensamiento trasnochado, de la persecución y de las condenas morales de que son objeto, y de la indiferencia de la mayor parte de los llamados creyentes, que en realidad no tienen el menor interés en profundizar y comprender aquello en lo que dicen creer.

Acompaño esta entrada con el vídeo que la UNED, mi "Alma Mater", ha realizado con motivo de la entrega del Doctorado "Honoris Causa" a Hans Küng, sobre la necesidad de una teología universal. Se lo recomiendo encarecidamente.

Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt





El teólogo Hans Küng




“Los teólogos nos hemos quedado sólo con el miedo”, por Juan G. Bedoya
El País, 09/09/2006
El Congreso de la Asociación Juan XXIII lamenta que los obispos se opongan por sistema a todas las revoluciones científicas. "Hay mucho miedo en la Iglesia, concretamente en la española. Miedo para pensar, para hablar, para escribir, tanto más fuerte cuanto quienes lo llevan dentro son menos conscientes de ello. La consecuencia es el bloqueo de la teología, que ha pasado a ser un pensamiento marginal. Lo que decimos los sacerdotes, los obispos, los teólogos interesa cada día menos y a menos gente”. Así habló José María Castillo ante el XXVI Congreso de la Asociación de Teólogos Juan XXIII, reunido para hablar de Cristianismo y bioética. Castillo, jesuita granadino de 77 años, ha enseñado teología en las mejores universidades católicas, como la Gregoriana de Roma y la Pontificia de Comillas en Madrid, pero lleva años en el punto de mira de los censores eclesiásticos.

La Conferencia Episcopal acaba de prohibir la publicación del último libro de Castillo, que hace dos décadas ya tuvo que abandonar por mandato de sus superiores la docencia en la Facultad de Teología de Granada. Desde entonces -como Hans Küng en Alemania, José María Diez-Alegría en Roma, Juan José Tamayo en Madrid, y tantos otros- es un profesor de teología por libre o en facultades laicas, con lo que eso significa en la Iglesia católica. Castillo lo ha recordado en el congreso que la Asociación Juan XXIII celebra en la sede del sindicato Comisiones Obreras, en Madrid, porque la Conferencia Episcopal tiene prohibido a las congregaciones religiosas que cedan sus locales.

“La teología ha sido con demasiada frecuencia, un pensamiento cautivo”, opinó Castillo antes de señalar la consecuencia de esa rigidez eclesiástica: el que la teología es hoy “una instancia extra-científica”. Añadió: “No es exagerado decir que la libertad en la Iglesia y el diálogo de la Iglesia con la sociedad se ven hoy seriamente amenazados, sobre todo en España, donde el control sobre el pensamiento teológico es, seguramente, más fuerte que en otros países. De ahí se ha seguido el creciente empobrecimiento de la teología católica en las últimas décadas. Pasó la gran generación de teólogos que hicieron el concilio Vaticano II. Y no ha habido el necesario relevo. Nos hemos quedado sólo con una cosa: el miedo”.

El secretario general de la Asociación Juan XXIII, Juan José Tamayo, profesor de teología en la Universidad Carlos III de Madrid y también censurado por la romana Congregación para la Doctrina de la Fe, es aún más crítico. “Históricamente la jerarquía católica se ha opuesto por sistema a todas las revoluciones: las científicas, las filosóficas, las culturales, las políticas, las sociales. Ahora se opone a la revolución biogenética, condenando los avances que contribuyen al bienestar de los seres humanos”.

El objetivo del Congreso de Teología, este fin de semana, es, en palabras de Tamayo, “reconstruir los puentes de diálogo y comunicación entre bioética y cristianismo que la jerarquía ha destruido durante los últimos años, y especialmente en la primavera de 2006 con el documento Teología y secularización en España”, que se mueve en lo que el papa Benedicto XVI, en declaraciones a la Radio Vaticana, el 13 de agosto pasado, llamó “los rígidos No” del cristianismo. El Papa lamentó que esa sea la imagen que se transmite con tanto “cúmulo de prohibiciones”.

“Creo que se debería corregir la imagen según la cual sembramos en torno a nuestros rígidos No”, dijo el Papa ese día, con apelaciones a volver a las “opciones positivas”. En cambio, la jerarquía española se mueve “en el paradigma de las prohibiciones, de las obligaciones, de la represión, con ausencia total de misericordia”, según Tamayo.

“Su lenguaje es el de la condena y de los noes: no a los métodos contraceptivos, a la masturbación, a las prácticas homosexuales, que califica de pecados graves contra la sexualidad y coloca al mismo nivel que la fornicación y a las actividades pornográficas. No al matrimonio homosexual, al divorcio, a la interrupción voluntaria del embarazo, a la eutanasia, a la reproducción asistida, a la investigación con células madre con fines terapéutico. Por doquier ven los obispos españoles un clima pansexualista y una mentalidad hedonista propia, dicen, de la cultura de la muerte. No ofrecen atisbo de esperanza, ni reconocen los avances producidos en la conciencia individual y en la responsabilidad personal”, añade.

Según la Asociación Juan XXIII, en la reflexión de los cristianos sobre las cuestiones de bioética, “la escucha de la ciencia y la atención a las nuevas investigaciones son el acto primero; el juicio moral viene después, y debe hacerse no en función de principios inamovibles formulados en el pasado, sino en función de la dimensión humanizadora y liberadora de los avances científicos”. Es el objetivo que se ha marcado este congreso, en el que Justa Montero, de la Red Mundial de Mujeres por los derechos reproductivos, disertó ayer sobre manipulación genética, aborto y células madre embrionarias, y donde se ha abordado 
ya el problema de la eutanasia, desde dos ópticas: la del famoso teólogo redentorista Marciano Vidal, y la del médico Fernando Marín, presidente de la asociación Derecho a Morir Dignamente.





El teólogo José María Díez-Alegría




-- 
Entrada núm. 1420 - 
Reedición de la publicada en este blog el 9/9/2006 
http://harendt.blogspot.com
"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son en ella páginas en blanco" (Hegel)

Hans Küng: hacia una teología universal.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Filosofía de supervivencia: "Zeigeist" o el espíritu de nuestro tiempo






Williams James





"Zeitgeist" es una expresión del idioma alemán que significa "el espíritu (Geist) del tiempo (Zeit)", que nos muestra el clima intelectual y cultural de una era. Desde el convencimiento de que la guerra no es la solución contra el terror y cuando vemos que la injusticia, el cinismo y la estupidez campan a sus anchas en el mundo de la política, la cultura, la economía y la sociedad; cuando los días se vuelven duros y aciagos y tendemos a perder toda esperanza…, me gustaría parafrasear una cita del filósofo norteamericano Williams James (1842-1910) que dice asÍ: “La sabiduría debería convertirse en la facultad de pasar por alto lo que se hace insuperable”. En ello estamos… 

Acompaño la entrada con el vídeo "Zeitgeist", documental del cineasta norteamericano Peter Joseph, que ha alcanzado una gran fama fuera de los circuitos comerciales habituales. 

Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt





Peter Joseph





-- 
Entrada núm. 1419
Reedición de la publicada originalmente en
"Desde el trópico de Cáncer" el 4/8/2006
http://harendt.blogspot.com
"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son en ella páginas en blanco" (Hegel)

"Zeitgeist" (2007), de Peter Joseph

La garganta profunda de L.L.






La actriz Linda Lovelace





Acabo de ver por televisión (Canal +) una película mítica del cine porno. Sí, no podía ser otra que “Garganta profunda”, dirigida en 1972 por Gerard Damiano (1928-2008) e interpretada en sus papeles principales por Linda Lovelace y Harry Reems. No la había visto anteriormente y me ha parecido mala, como casi todo el cine porno, pero también al contrario de lo tradicional en éste, una película divertida y entretenida. El mito de “Garganta profunda” se fundamenta en un triple hecho: Uno, fue la primera película porno exhibida en un circuito comercial y generó en los Estados Unidos una profunda controversia sobre la libertad de expresión que llegó hasta el pronunciamiento del Tribunal Supremo y la condena de sus productores y actor principal. Dos, por el encumbramiento hasta la figura de mito de la hasta entonces desconocida actriz, Linda Lovelace (1949-2002), más tarde principal instigadora de una desaforada cruzada antipornográfica en la que adujo que había sido obligada, a punta de pistola, a realizar las famosas felaciones que dieron título al film. Y tres, porque de manera indirecta coadyuvó a la defenestración política del presidente Richard Nixon a raíz del “caso Watergate”, ya que al principal informador secreto de los periodistas del Washington Post que desvelaron el caso éstos le dieron el sobrenombre de “Garganta profunda”.

No soy un asiduo de las visitas al cine. Casi todo lo que veo al respecto es por televisión, video o DVD. En estos últimos meses he visto una serie de películas que me han impactado profundamente. Son todas películas de las denominadas de autor: “El bosque”, “Munich”, “Titus”, “Entre copas”, “El hundimiento”, “Cosas que diría con sólo mirarla”, “Brokeback Mountain”,… Me gustaría comentarlas y dejar constancia de la impresión que me produjeron; pero eso será otro día. Son las dos y media de la mañana, y por hoy, me voy a dormir. Felices sueños...

El vídeo que acompaña la entrada son las escenas iniciales de la película "Garganta profunda" (1972) de Gerard Damiano.

Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt





Cartel de "Garganta profunda"




-- 
Entrada núm. 1418
Reedición de la publicada originalmente en 
"Desde el trópico de Cáncer" el 12/8/2006
http://harendt.blogspot.com
"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son en ella páginas en blanco" (Hegel)

"Garganta profunda" (1972), de Gerard Damiano

sábado, 19 de noviembre de 2011

Günter Grass: El pasado al acecho






Günter Grass




El artículo del escritor chileno Ariel Dorfman en El País de hoy ("Günter Grass: Las claves de una ira") sobre el pasado nazi del escritor y Premio Nobel alemán, tan de actualidad, me ha producido una evidente desazón. Me parece bien que esas cosas se saquen a relucir -si es que no nos encontramos inmersos en una campaña destinada a publicitar su último libro- pero de ahí a poner en duda el valor moral de una persona que, con todos los errores que se le quieran achacar en su pasado, ha dado pruebas sobradas de talla moral en su trayectoria vital posterior, media un abismo. Creo que Dorfman lo describe bastante bien y la anécdota que le da pie para escribir su artículo resulta clarificadora del drama de tantas personas que, en un momento de sus vidas, erraron en el camino a tomar.

Acompaño la entrada con el vídeo realizado sobre la presentación de su último libro "Pelando la cebolla" (Alfaguara, Madrid, 2007) en Madrid. 

Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt





"Pelando la cebolla", de Günter Grass






"Günter Grass. Las claves de una ira", por Ariel Dorfman
El País, 24/8/2006

La primera vez que conocí a Günter Grass, nos peleamos furiosamente. Fue en marzo de 1975, si no recuerdo mal, que lo visité en su hogar cerca de Hamburgo, una amplia casa rural que daba a un río más plácido de lo que iba a ser, por cierto, nuestra relación tormentosa.

Al principio, todo anduvo sobre ruedas. Me había traído a ese lugar su gran amigo Freimut Duve, eminente editor, defensor de los derechos humanos y diputado alemán socialdemócrata por aquel distrito. Mientras Grass cocinaba una suculenta sopa de pescado -¡ya me habían advertido que era un gran cocinero!-, hablamos sobre su obra y la influencia descomunal que había tenido su Trilogía de Danzig en mi propia producción. De a poco, fui deslizando la razón, menos literaria, por la cual yo había buscado este encuentro. Había viajado desde el París de mi exilio -providencialmente, como se verá, con mi mujer Angélica- para proponerle a Grass que prestara su firma a una campaña en defensa de una cultura chilena amenazada por Pinochet que habíamos armado con García Márquez, Cortázar, Rafael Aberti y Matta, entre muchos otros artistas e intelectuales. Ya se había sumado Heinrich Boll y pensaba que no sería difícil convencer a este otro Premio Nobel alemán de que nos diera su entusiasta adhesión.

Cuando terminé mi exposición, sin embargo, se quedó callado un largo rato. Enseguida, le puso una tapa a la olla, bajó el gas para que se fuera guisando aquel bouillabaise tedesco con toda la lentitud que se merecía, y se fue a contemplar unos hermosos dibujos en que estabatrabajando.

Al levantar la vista, noté en sus ojos un sorprendente resplandor de cólera. Y dijo: “¿Por qué no quieren asistir los compañeros
socialistas chilenos a la reunión en defensa de los patriotas checos que se hará en Francia este verano?”.

Yo le expliqué que, por mucha simpatía que tuviéramos muchos demócratas chilenos por la primavera de Praga y la lucha de los
disidentes checos, era políticamente inviable manifestar tal predilección en forma pública. Hubiera significado una ruptura con los comunistas chilenos en un momento en que ellos formaban parte -más aún, eran la espina dorsal- de la resistencia a la dictadura, tal como habían sido pieza clave y leal durante el Gobierno de Salvador Allende.

Mi aclaración no logró aplacar a Günter Grass. Para él, los soviéticos habían intervenido en Checoslovaquia con la misma arrogancia imperial que los norteamericanos en Chile, y era crucial denunciar simultáneamente a los dos superpoderes, unirse en la defensa del socialismo democrático, seguir buscando un modelo económico y social que rompiera con los grandes bloques hegemónicos. Y cuando yo respondí que para sacarnos a Pinochet de encima no podíamos perjudicar el indispensable apoyo de la Unión Soviética, junto al de sus aliados, el autor de El tambor de hojalata, no quiso dirigirme más la palabra. Por suerte, había quedado seducido con el encanto de mi mujer y dedicó el resto de nuestra visita a conversar animadamente con ella. Comenté más tarde con mi amigo Freimut que, de no haber estado Angélica presente, Grass seguramente me hubiera expulsado de su hogar. Al despedirse, eso sí, me lanzó algunas palabras finales: “Cuando algo es moralmente correcto”, dijo, “hay que defenderlo sin preocuparse de las consecuencias políticas o personales que vamos a pagar”.

Pienso ahora, treinta años más tarde, en esa admonición perentoria que me espetó. Sería fácil devolvérsela con altivez, echarle en cara sus propias fallas éticas a ese hombre que me había exigido rectitud insobornable, preguntarle hoy con qué derecho trataba de darme lecciones de honradez alguien que escondía en ese mismo momento su propio pasado nazi. Esa ha sido, por lo demás, la reacción de la mayoría de los comentaristas.

Aunque tal indignación me parece comprensible, sospecho que es también intelectualmente peligrosa y hasta un poco holgazana. Porque no creo que el hecho de que Günter Grass haya ocultado durante casi toda su vida su participación en las SS de Hitler invalide sus posteriores posturas morales o políticas. Tenía razón en sus juicios sobre Alemania y la amnesia que la aquejaba. Tenía razón en su defensa de la revolución sandinista. Tenía razón en que la reunificación de su paísdebió haberse llevado a cabo de otra manera. Tenía razón en que es necesario recordar a las víctimas alemanas de los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial. Y tenía razón también en el caso particular que llevó a que nuestro primer encuentro fuera tan desafortunado. Yo mismo se lo hice saber unos años más tarde, cuando coincidimos en La Haya para una conferencia literaria, y se lo reiteré en varias
ocasiones en las décadas siguientes: los socialistas chilenos deberíamos haber abrazado la causa de los disidentes de los países comunistas con mayor arrojo e integridad y yo mismo, como escritor, tenía una obligación adicional de plantearme a favor de la libertad, dondequiera que se viese vulnerada.

Tenía razón Günter Grass, sí, pero todos estos años me quedó dando vuelta otra pregunta más enigmática: ¿por qué tanta furia frente a lo que era, después de todo, una legítima diferencia de opiniones? ¿Por qué tanta cólera?

Ése es el misterio que las revelaciones sobre el pasado de Grass permiten ahora ir -tal vez, tal vez- develando. ¿No es posible que fuera precisamente ese joven nazi, ese culpable alter ego adolescente, el que demandaba a su encarnación adulta que nunca más se permitiera una posición que no fuera transparente, definitiva, éticamente tajante? ¿No explica eso tanto arrebato, tanta efervescencia?

Claro que hay que tener cuidado. Si algo nos enseña la obra literaria de este autor gigante es que somos seres complejos y contradictorios y probablemente indescifrables. No sería justo que termináramos reduciendo toda la vida de un escritor tan magníficamente múltiple a los mensajes que sin duda le fue susurrando a lo largo de su existencia aquel ser pretérito, maligno e inocente, que seguía pernoctando en su oscuro interior, ese pasado suyo que Günter Grass nunca pudo, creo yo, perdonar.







Ariel Dorfman




-- 
Entrada núm. 1417
Reedición de la publicada originalmente 
en "Desde el trópico de Cáncer" el 24/8/2006
http://harendt.blogspot.com
"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son ella páginas en blanco" (Hegel)

Günter Grass presenta en España su libro "Pelando la cebolla" (2007)

Borges por siempre






Jorge Luis Borges (1899-1986)





Junto con el “Ulises” de Joyce, “Las nieblas de Avalón” de Marion Zimmer Bradley y la “Eneida” de Virgilio, que tengo leidos a medias, ayer comencé a leer “El Aleph” (Alianza, Madrid, 1984) del escritor argentino Jorge Luis Borges. Lo tengo en la biblioteca desde hace muchos años y una inexplicable aprensión -quizá motivada por toda la literatura de complejidad creada sobre las obras de Borges- me hacía reticente a su lectura. Llevaba varios días viéndole en la estantería, como mirándome y pidiéndome que lo intentara, que no me arrepentiría… ¿Atavismos de una relación amor/odio/pasión con los libros?… Es posible. Mientras mi familia disfrutaba del  atardecer en el jardín de casa con un último baño en la piscina, me decidí: no he podido dejarlo y lo he leido de un tirón… Sólo puedo decir que lamento no haberlo hecho mucho antes.

Como complemento de la entrada, he puesto un vídeo en el que se recoge, íntegra, la entrevista que Joaquín Soler Serrano realizara a Jorge Luis Borges, para TVE, el 23 de abril de 1980. 

Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt





Portada de "El Aleph"




-- 
Entrada núm. 1416
Reedición de la publicada originalmente en
"Desde el trópico de Cáncer" el 16/8/2006
http://harendt.blogspot.com
"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son ella páginas en blanco" (Hegel)

Entrevista a Jorge Luis Borges (TVE, 1980)

viernes, 18 de noviembre de 2011

20-N: Reflexión en víspera electoral





Como nunca opino ni discuto los resultados electorales, voy a intentar reflexionar en voz alta, en vísperas de la jornada electoral, sobre el porqué voy a dar mi voto a Rubalcaba. Intentare hacerlo de manera inteligible, como teórico político, pero también como lo haría con una amiga de confianza (o amigo; no voy a discriminar por razones de sexo pero reconozco que tengo más de las primeras que de los segundos) mientras nos tomamos un café bien cargadito. 

Voy a votar por Rubalcaba porque me merece más confianza que Rajoy;  porque ha explicado claramente qué quiere hacer y como pretende hacerlo -otra cosa es que pueda o que le dejen- pero al menos, lo ha explicado; cosa que el segundo no ha hecho.

Voy a votar por Rubalcaba porque no quiero que gane Rajoy. Y lo hago siguiendo el razonamiento del filósofo y sociólogo británico Karl Popper (1902-1994), que declaraba, con ironía sabia, que en las democracias consolidadas hay que votar "en contra de" y "no a favor de". O lo que es lo mismo, votar pensando en "quién NO quieres que gane".

Voy a votar por Rubalcaba (y no tanto por el PSOE), porque quiero que mi voto sea "útil". Es decir, que sirva para algo más que para justificarme a mí mismo mi cabreo.

Podría explayarme en los "porqués" pienso que Zapatero no se merece el descrédito y las acusaciones que se están vertiendo contra él. Evidentemente ha hecho muchas cosas mal, sobre todo a la hora de explicar sus cambios de política en materia económica de forma convincente. Pero sí creo que en materia de libertades personales y conquistas sociales ha dado pasos gigantescos que pueden perderse si hay un cambio radical de línea política. En todo caso, Zapatero ya es historia, y dejemos a la Historia que lo juzgue con justicia. 

Mi amiga me está poniendo cara de, ¡venga, tío, menos rollo...! Se lo noto, y cambio de tercio, mientras me sirvo otro café: ¡sin azucar, por favor!, le pido; por la glucosa alta...

No me gusta el sistema electoral proporcional, continúo. Al menos, el que se aplica en España. Prefiero el mayoritario de distrito uninominal: un distrito, un diputado. Así sabré siempre "a quién he votado" y "quién me representa" en el parlamento. La función de un parlamento es la de representar opiniones, no intereses. Y la de crear gobiernos (en los sistemas parlamentarios; el nuestro lo es) y controlarlos (en cualquiera, parlamentario o presidencial).

Decía que en el parlamento se representan opiniones, no intereses, ni territorios. Para representar intereses ya están los grupos sociales, los partidos políticos, los sindicatos, las asociaciones empresariales, las ONG, etc., etc., etc. Y para representar los territorios "debería" estar un SENADO, absolutamente distinto del actual. 

Pero, ¿qué sistema es mejor para designar a nuestros representantes? Para mi, como dije anteriormente, aquel que me permita votar por "el candidato" que yo deseo, y que me permita dirigirme a él, como elector y como ciudadano para que lleve mi voz (la mía, tan respetable como la del presidente del Banco de España o la de mi vecino de enfrente) al parlamento; y exigirle responsabilidades por lo que diga o haga en mi nombre. Y que conste que no estoy poniendo en tela de juicio, la no sujeción de los parlamentarios a disciplina de voto o mandato imperativo alguno, ni tan siquiera al mio.

Podría aceptar para elegir el parlamento español un sistema electoral proporcional puro semejante al que se aplica en las elecciones al parlamento europeo: es decir, un distrito electoral único que abarcara todo el país, con listas electorales cerradas, pero no bloqueadas, siempre que, el candidato a presidente del gobierno se eligiera por la ciudadanía en una elección particular personalizada, y cuya designación no dependiera de los resultados de la elección y constitución del parlamento (lo hace así Israel), pero entonces ya estaríamos en un sistema presidencial, no en uno parlamentario, en el que el gobierno no dependería de una mayoría parlamentaria, ni el parlamento podría ser disuelto por el gobierno. Ante eso, me quedo con el sistema parlamentario, sin dudarlo.

Podría aceptar un sistema electoral proporcional puro, sin límites ni barreras mínimas de acceso al parlamento, siempre que se dieran dos condiciones: primera, que en una lista cerrada, del partido de su elección, el elector pudiera determinar y establecer libremente el orden de preferencia de los candidatos de la misma; y segunda, que el distrito electoral estuviera configurado, como mínimo, por la comunidad o ciudad autónoma; en ningún caso, por la provincia. 
   
Sobre el Senado, pienso, como casi todos los españoles, que en su configuración actual no responde, ni por asomo, a la función que le corresponde constitucionalmente: representar los territorios autónomos que conforman la nación española. A mi juicio, la manera idónea de representar a las comunidades y ciudades autónomas en el Senado sería la de hacerlo a través de sus gobiernos respectivos, implicándolos así directamente en la gobernabilidad del Estado conjuntamente con el Congreso de los Diputados, pero con funciones diferentes de las de éste último, establecidas y tasadas constitucionalmente, y con un voto ponderado distinto para cada comunidad o ciudad autónoma en la proporción que se convenga. Como ejemplo de lo que comento podría aducir la Cámara Alta del parlamento alemán, o el sistema de funcionamiento del Consejo de la Unión Europea.

A estas alturas, mi amiga me sirve un tercer café y aprovecho para callarme... Me mira con cariño, y me pregunta que pienso que pasará a partir del próximo domingo. Y para eso, le confieso, no tengo respuesta... 

Esta entrada está dedicada especialmente a mis amigas Ana Castelo, Jesús Granados, María Françesca Fernández y María Isabel Amaya. Y por supuesto, a todos los españoles de buena voluntad, que estoy convencido, son mayoría.

El vídeo que acompaña la entrada es una conferencia pronunciada por el sociólogo y profesor Manuel Castells sobre el sistema electoral español. La introducción está en catalán pero la conferencia de Castells en castellano.

Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt




---
Entrada núm. 1415
http://harendt.blogspot.com
"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son ella páginas en blanco" (Hegel)