sábado, 10 de abril de 2010

A vuela pluma

 La escritora cubana Yoani Sánchez




Una de mis ineludibles lecturas diarias es el blog de la cubana Yoani Sánchez, "Generación Y". A mi, que, que soy locuaz por naturaleza y que asumo como propia la frase atribuida al escritor Mark Twain que citaba en mi entrada de ayer, la concisión y precisión de los textos de Yoani en su blog me llenan de admiración. Será por su condición de filóloga...

En su último comentario, que reproduzco más adelante, relata con sorna la confiscación de varios ejemplares de su libro "Cuba Libre" por, cito textualmente, "atentar contra los intereses generales de la nación". Entre los más de 2300 comentarios a su entrada que iban registrados hace unos momentos está el mio. No es que resulte excesivamente original, pero les animo a sumarse a él. Dice así:

Mi querida Yoani: En las democráticas sociedades europeas, España sobre incluida, una buena parte de sus gentes todavía siguen creyendo que la revolución cubana es un paradigma de libertad y que la culpa de todos sus males la tienen Estados Unidos y la Unión Europea. Eso ya no es ignorancia, ni buenismo, ni ansias libertarias, es lisa y llanamente estulticia, estupidez o en lenguaje más coloquial, que tú que eres filóloga comprenderás en sus justos términos, gilipollez. Uno de los políticos españoles que más admiro por su sensatez, Santiago Carrillo, ex-secretario general del PCE, se sumaba hace unos días en una entrevista televisiva a esa falaz teoría de la conspiración universal contra el régimen cubano. Me gustaría suponer que a sus 95 años de edad y de experiencia uno puede tener fallos de percepción; espero que fuera eso. Pero así están las cosas en esta vieja Europa. No desfallezcas, por favor. No dejes de denunciar la realidad de Cuba. Muchos de nosotros, desde nuestra cómoda posición de ciudadanos libres de un país libre, lo hacemos y te apoyamos. Un saludo muy cariñoso desde la isla de Gran Canaria, querida Yoani.


Les dejo ahora con la lectura del texto de Yoani Sánchez. Y por favor, no dejen de leer su magnífico blog, sin duda, y merecidamente, el mejor y más premiado en lengua española. En la sección de vídeos de este blog pueden ver uno de apoyo a Yoaní Sánchez por parte de Amnistía Internacional. Y sean felices, por favor. A pesar de los hermanos Castro. Tamaragua, amigos. HArendt





  Los hermanos Fidel y Raul Castro




Generación Y
 "Cuba Libre" preso en La Habana


Justamente ayer, la víspera de presentarse en Chile una compilación de mis textos con el título Cuba Libre, me llegó una   información de la Aduana General de la República. En ella me confirmaban la confiscación de diez ejemplares de mi libro enviados a través de DHL. En las rancias y breves palabras de la burocracia, me explicaban:

    Al realizar la inspección física del envío se detectó documentación cuyo contenido atenta contra los intereses generales de la nación, por lo que se procede a su decomiso en correspondencia a lo establecido en la legislación vigente.

Trato de reproducir la escena de “los especialistas” dilucidando si permitían o no que el libro traspasara las fronteras de esta Isla y llegara hasta mis manos. ¿Buscarían en sus páginas alguna imagen obscena que pudiera ofender la moral? De seguro no la encontraron entre las fotos de vallas inflamadas de consignas políticas, las desvencijadas entrañas de un automóvil abandonado y las banderas cubanas exhibidas en un mercado donde no vale la moneda nacional. Esto último puede parecer obsceno, pero no es mi culpa.

¿Serían celosos doctores de la gramática esos que manosearon las frases de Cuba Libre buscando quizás una errata  o un tiempo verbal mal usado?  ¿Se trataba acaso de analistas militares, indagando entre los párrafos de mis crónicas por códigos ocultos, revelaciones sobre la economía o documentos secretos de la Seguridad del Estado? Nada de eso hallaron, ni siquiera la receta de cómo fabricar guarapo, esa casi extinta bebida nacional que se logra exprimiendo la caña de azúcar.

Me conformo con fantasear que quienes impidieron a la versión española de mis textos llegar hasta cientos de amigos entre los que circularía eran unos uniformados con más disciplina que lecturas. Probablemente ya estaban avisados por los escuchas que monitorean constantemente mi teléfono; pueden haberles advertido incluso que no fueran a leer el contenido. Si tres años de publicar en el ciberespacio hubieran servido solamente para hacer llegar mi voz hasta estos torvos censores, sería suficiente motivo para sentirme satisfecha. Algo de mí quedará en ellos, como mismo su represiva presencia ha marcado mis crónicas, las ha empujado a saltar hacia la libertad.






Monumento a José Martí en La Habana




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"Pues, tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)

viernes, 9 de abril de 2010

Historiadores y fastos patrios


 
 Monumento a las Cortes y la Constitución de 1812 (Cádiz)


 
Hace unos días leía una frase atribuida al escritor norteamericano Mark Twain en la que se comentaba que había concluido una carta muy extensa con las siguientes palabras: "De haber tenido más tiempo hubiese sido más breve". Quizá sea ese mi problema: acuciado por mis obligaciones -siempre satisfactorias y agradables de abuelo a tiempo completo y de coyunturas familiares varias- al final las únicas horas de relativo sosiego de que dispongo son las de tantas y muchas de la noche. Y con ello, producto del cansancio, no dispongo del tiempo y paciencia suficientes para concretar mis digresiones literarias a unos justos términos de extensión...

A finales de los noventa, concluida hacía tiempo mi licenciatura en Geografía e Historia, me plantee la temeraria osadía de entrar en la universidad como docente. Se había sacado a concurso una plaza de profesor ayudante para la asignatura de Historia Contemporánea en la Universidad de Las Palmas y  entre la documentación que era preciso aportar figuraba presentar un programa detallado de un apartado cualquiera de Historia Contemporánea de España para impartir en un curso académico.

Sin excesivo esfuerzo y con enorme ilusión elaboré un programa sobre Historia de España en el siglo XIX basado en dos textos académicos, libros que conocía bien, y que aún hoy me siguen pareciendo magníficas síntesis del acontecer español cultural, económico, político y social de ese siglo. Para mi, sin duda, el más significativo e importante de la Historia de España, pues fue aquél en que se fraguó la realidad, con todas sus luces y sombras, de la España de hoy,

Esos libros eran "La España del siglo XIX. 1808-1898" (Espasa Calpe, Madrid, 1980) del profesor Vicente Palacio Atard, y el impresionante tomo 5 de la "Historia Crítica del Pensamiento Español. Liberalismo y Romanticismo. Siglo XIX: 1808-1874" (Círculo de Lectores, Barcelona, 1993), del profesor José Luis Abellán. Desgraciadamente, en aquellos tiempos eso de los ordenadores era cosa de brujas y perdí la copia del programa, que supongo aparecerá un año de estos en cualquier lugar inesperado de mi ingobernable biblioteca familiar.

El mismo día en que se abría el plazo de presentación de las solicitudes me personé en el Departamento correspondiente. Allí me encontré con el secretario del mismo, que resultó ser un antiguo compañero mio de licenciatura, y me comentó entre jocoso, irónico, o simplemente cínico, que podía presentar mi solicitud si quería pero que la plaza ya estaba decidida y pre-adjudicada de antemano a un becario de dicho Departamento...

Decliné la oferta y seguí con mi actividad profesional ordinaria hasta cumplir en ella 41 años, 2 meses y 8 días de servicio, y obtener mi merecida jubilación. Nunca más volví a intentar entrar en el tiovivo endogámico-incestuoso en que se ha convertido la universidad española desde hace décadas.

No estoy muy al tanto de cuales son los fastos conmemorativos que el gobierno y las instituciones políticas y culturales españoles preparan para el 200 aniversario del inicio de las Cortes de Cádiz,  que en septiembre se cumplen, y culminaron en 1812 con la aprobación de la primera Constitución liberal de Europa. Pero me temo que no van a estar a la altura que la circunstancia se merece.

El profesor Jean Meyer, de la División de Historia del Centro de Investigación y Docencia Económicas de México, escribe un brillante artículo con el título de "Al hilo de las celebraciones", sobre historia, historiadores y celebraciones patrias en el último número de Revista de Libros (el 160, abril de 2010). Y si bien lo hace comentando el libro "Historia y celebraciones. México y sus centenarios", (Tusquets. Ciudad de México, 2010) del historiador mexicano Mauricio Tenorio Trillo, y sobre el bicencentenario y centenario, respectivamente, de la Primera de la Guerra de Independencia (1810) y de la Revolución mexicana (1910), muchas de sus reflexiones pueden generalizarse a cualquier acto de ese tipo. Entrecomillo los textos de ambos profesores, crítico y criticado, indiferenciadamente. Y espero que del contexto pueden percibir cuál pertenece a uno y cuál a otro; en cualquiera de los casos, ambos merecen la pena.

Para comenzar, "celebrar, conmemorar y recordar, no es lo mismo", dicen. Y añaden:  "cuando [nosotros] los historiadores participamos en centenarios y bicentenarios  funcionamos como ciudadanos, miembros de la ciudad, de la "societas civilis", más que como estudiosos. De actuar como historiadores puros -apuntilla-, vendríamos a perturbar el concierto memorioso de la celebración. [.../...] La empresa conmemorativa -siguen diciendo- no es ingenua, sino intencional, premeditada y funcional. ¿Qué vamos a celebrar, qué vamos a recordar? ¿Qué celebraron y recordaron las generaciones anteriores y las presentes?".

Un poco más adelante enfatizan: "Puede ser que, para quien aprende historia, la patria esté en lo que aprende; para quien escribe historia, la patria debe estar en poder discutirla y en nunca escribirla del todo, siempre reescribirla". "La historia y la patria son una forma de ceguera, también una forma de visión, irrenunciables. [.../...] Es el olvido tanto como la memoria nuestro laboratorio, el de los historiadores". Y concluyen: "Mientras no abandonemos la idea de que la identidad es la base de la memoria, la cultura o la historia verdadera, no existirán las condiciones para la aparición de un nuevo horizonte historiográfico".

Termino yo también por hoy: ¿Sería mucho pedir que el Ministerio de Cultura, la Real Academia de la Historia, las Cortes Generales, el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales y/o la Junta de Andalucía promovieran y apoyaran una serie de RTVE que, superando el éxito de público de bodrios tan infumables como "Águila Roja" o "La conjura de El Escorial", recogieran en una cuidada y rigurosa recreación histórica los avatares políticos y personales de aquellos españoles que dieron lugar a las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812? Cosas más raras se han visto... En la sección de vídeos del Blog he puesto uno, de ámbito escolar, sobre las Cortes y la Constitución de Cádiz. Espero que les resulte interesante. Y sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt




Oratorio de San Felipe Neri, Cádiz, en el que se celebraron las Cortes (1810-1812)



 
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lunes, 5 de abril de 2010

Francesas



Carla Sarkozy, Primera Dama de Francia



 
Interesante, instructivo y esclarecedor sobre la situación real de la mujer en la sociedad francesa el artículo del corresponsal de La Vanguardia en París, Lluís Uría, que hoy lunes publica en el diario barcelonés, dentro de su Blog "Fil d´Ariadna", tomando como punto de partida para ello la legislación francesa sobre el uso y transmisión de los apellidos.

¿Sabían ustedes que las mujeres francesas pierden su apellido de solteras al contraer matrimonio y que ni siquiera en caso de divorcio pueden recuperarlo? ¿Sabían que el apellido familiar, único, es sólo el del marido? ¿O qué la nueva legislación permite transmitir a los hijos los dos apellidos, del padre y la madre, y en el orden que se desée, unidos por un guión, pero que ese apellido único no es transmisible a los nietos?

Pero esa es sólo la parte anecdótica del artículo. Hay otra bastante más seria que acredita que en la patria de la "Libertad-Igualdad-Fraternidad" no es oro todo lo que reluce sobre la situación social de la mujer, como persona y como ciudadana.

En la sección de vídeos, a la derecha de sus pantallas y del blog, pueden ver y oir a Luz Casal cantando, en París, "Historia de un amor". Se lo recomiendo, así como el artículo de Lluís Uría. Y espero que los disfruten. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt






Martine Aubry, secretaria general del Partido Socialista Francés




Blog "Fil d'ariadna"
Diario de París
La Vanguardia
Lluís Uría | 05/04/2010

La funcionaria alzó la vista y lanzó una mirada hundida en el hastío. "¿Su apellido?", preguntó. Al otro lado del mostrador, la mujer dudó unos instantes, mientras intentaba decidir si lo más adecuado era dar "su" apellido o el del padre de sus hijos. "Su apellido de familia", le conminó impaciente la funcionaria, despejando toda duda.

En Francia, sólo existe un "apellido de familia". Y ése acostumbra a ser el del marido. Desde el 2005, las parejas pueden elegir entre transmitir a sus hijos el apellido paterno, el materno o ambos a la vez –en el orden preferido— unidos por un doble guión. La ley, sin embargo, ha cambiado en la práctica muy pocas cosas. Y los escasos franceses que optan por la vía de fundir los dos apellidos en uno -apenas un 5%-, deben enfrentarse después a una implacable regla: ese apellido compuesto, salvo casos excepcionales, no puede ser transmitido después a los nietos, que heredarán únicamente el primero. A no ser, claro está, que uno pertenezca a uno de los grandes linajes de la República…

Para la mayoría de las mujeres francesas, sin embargo, tal dilema es absolutamente superfluo. Porque la mayoría ni siquiera logra conservar su propio apellido una vez casadas. Ahí está, entre muchísimas otras, la primera secretaria del Partido Socialista francés, Martine Aubry, la hija de Jacques Delors, condenada a arrastrar el apellido de un primer marido que hace años dejó de formar parte de su vida. Ni siquiera Carla Bruni, con su acusada personalidad, ha logrado colocar el suyo en los tarjetones oficiales del Elíseo: "El presidente de la República y Madame Carla Sarkozy ruegan al señor X hacerles el honor de asistir a la recepción…", rezan de forma sistemática. Y la cantante y ex modelo italiana aún es afortunada… La anterior primera dama, una tal Cécilia, ni siquiera existía. Así aparecía en la invitación al party del 14 de Julio en el Elíseo del año 2007: "El presidente de la República y Madame Nicolas Sarkozy…". No se trata de un error. También Bernadette de Courcel era "Madame Jacques Chirac".

Nada obliga a las francesas a renunciar a su apellido. La ley, eso sí, en un gesto de una remarcable magnanimidad, les concede el derecho de adoptar el del marido. Y la Administración, siempre presta a facilitar las cosas, incluye en el documento nacional de identidad de las mujeres dos casillas diferenciadas: una para el nuevo apellido y otra para su apellido de soltera (jeune fille). Tanto ha estado la mujer sometida a la preeminencia del marido en Francia que hasta el año 1927 casarse con un extranjero comportaba, para la mujer, la pérdida automática de la nacionalidad francesa. Así le pasó a la abuela materna de Nicolas Sarkozy, Adèle Bouvier, al contraer matrimonio con Benedict Mallah, un judío de origen sefardí nacido en Salónica y de nacionalidad española que se convertiría en el abuelo del hoy presidente de la República.

La patria de los Derechos del Hombre –en Francia no gusta la expresión "derechos humanos", que es percibida, a saber por qué, como una devaluación-  no ha sido precisamente un país de vanguardia a la hora de extender a las mujeres los principios revolucionarios de Libertad, Igualdad y Fraternidad. El derecho de voto no les llegó hasta después de la Segunda Guerra Mundial. Las primeras mujeres francesas que pudieron votar lo hicieron en 1945, mientras todavía estaban vivas en las retinas las imágenes de la bárbara venganza de los hombres de la Resistencia sobre las acusadas de "colaboración horizontal", humilladas y maltratadas por el solo crimen de haber mantenido relaciones sexuales –por necesidad, por amor- con militares alemanes. ¡Como si más de media Francia no se hubiera acomodado a la ocupación!

Superviviente de la gran tragedia que asoló Europa en los años treinta y cuarenta, salvada milagrosamente del horror de los campos de exterminio nazi, Simone Veil –de soltera, Jacob-, ocupa por derecho propio un lugar destacado en la historia de Francia por haber conseguido, contra viento y marea, aprobar la legalización del aborto en noviembre de 1974. Antaño vilipendiada, hoy Simone Veil es la figura femenina preferida de los franceses. Ahora se conmemora el 35º aniversario de la promulgación de la ley, que permitió a las mujeres retomar definitivamente el control sobre su maternidad y cambiar su papel en la sociedad.

En estas tres últimas décadas, en Francia como en todo el mundo desarrollado, la mujer ha dado un enorme salto. Las francesas se han volcado masivamente en el mundo del trabajo -la tasa de actividad entre la población femenina ha pasado del 51% en 1975 al 81% en la actualidad- y el ama de casa se ha convertido en una especie en proceso de extinción. Las chicas superan hoy en número a los chicos en los institutos de enseñanza media y en la universidad, y su grado de éxito académico es diez puntos superior.

Desde luego, las resistencias son fuertes y persistentes. El reparto de las tareas del hogar sigue siendo muy desequilibrado y el trato que reciben las mujeres en el mundo del trabajo es enormemente desigual. Tanto por las diferencias de salario –las francesas cobran, de media, un 27% menos que sus compañeros varones, en parte debido al empleo parcial- como por su ínfima representación en los puestos de dirección: el porcentaje de mujeres directivas de empresa no llega al 18% y apenas supera el 8% en las grandes compañías. Para intentar vencer esta inercia, una ley, que debe ser aprobada antes del verano, obligará a las 650 empresas que cotizan en bolsa a designar a un 40% de mujeres en sus consejos de administración… en el horizonte del 2016.

El avance es lento. Así en la empresa como en la política. Pese a las leyes en vigor sobre paridad, apenas un 20% de los escaños del Parlamento están ocupados por mujeres –los partidos prefieren pagar las multas— y los prometedores progresos del primer Gobierno nombrado en el 2007 por Nicolas Sarkozy han sido progresivamente laminados en los sucesivos retoques gubernamentales: de los 40 ministros y secretarios de Estado que forman hoy el Gabinete, sólo hay 13 mujeres y la mayoría en el segundo escalón.

El avance es lento. Y en este camino la mujer se enfrenta a un obstáculo de gran envergadura: los hijos. Por más que la política familiar francesa la estimule con una envidiable panoplia de ayudas económicas, la compaginación de la maternidad con la dedicación profesional es también en Francia enormemente ardua y se enfrenta a monumentales incomprensiones. Una situación que la crisis económica no ha venido sino a agravar: en el 2009, la Alta Autoridad de Lucha contra las Discriminaciones recibió el doble de denuncias que el año anterior –250- por parte de mujeres que se habían sentido laboralmente discriminadas a causa de su embarazo.

Béatrice, 45 años y tres hijos, cuadro en una gran enseña comercial parisina, lo sabe de primera mano. Sabe lo que son las reuniones inesperadas al final de la jornada, mirando furtivamente el reloj y preguntándose quién va a recoger a los niños o hacerles la cena esa noche. Sabe lo que son las miradas de reproche cuando alega su dedicación parcial –cuatro días sobre cinco- para eludir una convocatoria el miércoles por la mañana.

La coerción no viene sólo del mundo de la empresa. En los últimos tiempos, un nuevo discurso intelectual pretendidamente feminista ha acrecentado la presión sobre las mujeres que trabajan, inoculándoles una calculada dosis de mala conciencia y empujándolas a regresar al hogar y vivir plenamente su maternidad. Indignada por esta deriva, la filósofa Elisabeth Badinter –de soltera, Bleustein-Blanchet- ha publicado un combativo ensayo –"El conflicto. La mujer y la madre"- en el que se subleva contra esta nueva tendencia, avalada por médicos, ligas en defensa de la lactancia materna y naturalistas de toda suerte, en la que ve un reflujo conservador. Badinter, madre de tres hijos, llama a las mujeres a defender con uñas y dientes su independencia económica.

En este combate, la lucha más dura no está entablada, sin embargo, en las oficinas, ni en los consejos de administración, ni en los bancos de la Asamblea Nacional. Sino en las calles y las escuelas de las barriadas populares, donde se concentra la mayor parte de la población de origen inmigrante. Ahí está la primera trinchera. En las banlieues, las chicas jóvenes se enfrentan a la doble tenaza del conservadurismo de sus mayores –anclados en una visión retrógrada de la religión y la tradición- y el machismo necio y brutal de los jóvenes. En pleno año 2010, en los barrios del norte de París, las relaciones entre chicas y chicos están marcadas por la coerción y la violencia como en los mejores tiempos del Paleolítico. Las muchachas, o bien se someten a un macho, o bien se enfrentan al repudio. "Estar en pareja es la primera condición para evitar los riesgos de ser colectivamente percibida como una perdida", constatan los autores de un estudio reciente realizado por el Ayuntamiento. O sumisas, o putas.

Fatma, 19 años, niñera y dependienta a tiempo parcial, vecina de la banlieue norte de la capital francesa, lo sabe de primera mano. Sabe lo que son las miradas aviesas de los muchachos. Sabe lo que es ser agredida en el metro por el hermano de un ex novio, decidido a hacerle pagar la osadía de haberle rechazado en matrimonio.

Un grupo de chicas de un centro de enseñanza media de Etrelles, en Bretaña, inició hace cuatro años una rebelión simbólica contra el diktat masculino organizando una "jornada de la falda". Todas ellas, o casi, dejaron por un día colgados en sus casas los pantalones para reivindicar su derecho a la feminidad, a la diferencia. El objetivo de tal iniciativa, seguida después en otros centros, era desafiar los estereotipos machistas y plantar cara a los insultos y groserías de sus reaccionarios compañeros. La idea venía de lejos -la asociación Ni putas ni sumisas fue la primera en reivindicar la falda como un derecho- y ha acabado prendiendo, como lo demuestra la película homónima realizada por Jean-Paul Lilienfeld y protagonizada por Isabelle Adjani. Hoy, en muchos rincones de Francia, vestir falda es un gesto de resistencia frente al oscurantismo. Un símbolo revolucionario.





Simone Veil, primera mujer en presidir el Parlamento Europeo




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viernes, 2 de abril de 2010

Jueces

 El general Franco (hacia 1930)



Interesante el artículo de hoy en El País, titulado "Más allá de Garzón", que escribe el magistrado y portavoz territorial de la Asociación "Jueces para la Democracia", Ximo Bosch. Por mi parte, creo  innecesaria cualquier glosa de su comentario porque su contenido, que comparto en gran parte, no necesita de ello. En la sección de vídeos he puesto uno sobre el debate suscitado sobre los  crímenes del franquismo. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt





El juez Baltasar Garzón





"MÁS ALLÁ DE GARZÓN", por Ximo Bosch
EL PAÍS  -  Opinión - 02-04-2010

Alguien escribió en forma aforística que los casos difíciles generan mal Derecho. La causa instruida por Garzón sobre la Guerra Civil y las posteriores querellas presentadas por supuesta prevaricación representan asuntos de cierta dificultad. Sin embargo, no parece que las resoluciones dictadas en ambos procedimientos presenten una mala calidad jurídica. Más bien dichas actuaciones han desencadenado una intensa polémica por la especial naturaleza de las mismas.

Al examinarse la labor de Garzón como instructor, resulta obligatorio entender la elevada complejidad del objeto de la investigación sobre la Guerra Civil.

No nos encontramos ante un pronunciamiento incruento como el que llevó a cabo el general Miguel Primo de Rivera, cuando en 1923 dio un golpe de Estado mediante un simple telegrama que remitió a Alfonso XIII.

Al contrario, el plan diseñado por Mola en julio de 1936, y continuado luego por Franco, buscaba derrocar un Gobierno constitucional mediante una amplia insurrección militar, así como usar el terror de forma planificada para exterminar a los adversarios ideológicos y de este modo atemorizar al resto de la población, con el fin de instaurar un nuevo orden político. Además, como señala Preston, el alcance de esta represión no tuvo equivalente en ningún país europeo por su extensión personal y su larga permanencia.

Al calificar penalmente estos hechos, partimos de un delito contra la forma de gobierno, que tuvo como consecuencia decenas de miles de asesinatos, torturas y lesiones. Y multitud de detenciones ilegales y desapariciones forzadas de personas que siguen enterradas en fosas comunes. Y, además, también otros sucesos penosos y poco conocidos, como los numerosos niños que fueron arrebatados a sus madres para ser entregados en adopción a familias del bando vencedor. La magnitud de esta terrible tragedia colectiva resulta difícil de describir. Por ello, la pluralidad de figuras delictivas concurrentes suscita enormes controversias sobre las normas aplicables, sobre los cómputos de la prescripción o sobre las reglas de competencia.

En relación con la causa contra Garzón, cualquier análisis de las resoluciones del magistrado instructor del Tribunal Supremo, Luciano Varela, debe implicar un reconocimiento de su trayectoria y de su acreditada valía profesional.

No obstante, existen importantes voces en la comunidad jurídica que han expresado sus discrepancias al considerar que se está optando de forma discutible por una lectura extensiva del delito de prevaricación. Desde esta perspectiva, Garzón se habría decantado por una alternativa jurídica legítima entre las varias posibles. En consecuencia, no resultaría acertado afirmar que Garzón sabía que no era competente, pues sus decisiones fueron compartidas por diversos magistrados de la Audiencia Nacional al emitir sus votos particulares. Y la misma tesis han sostenido varios jueces de instrucción que han intervenido en las actuaciones.

De hecho, somos cientos los magistrados de este país que habríamos actuado en conciencia del mismo modo en que lo hizo Garzón. Tampoco puede aceptarse que los hechos no pudieran investigarse a causa de la Ley de Amnistía de 1977, que se refiere sólo a delitos políticos, pues los tribunales internacionales han declarado reiteradamente la perseguibilidad en todo caso de los crímenes contra la humanidad y la falta de validez de las normas de punto final.

Más allá de la suerte de Garzón, en este debate están en juego concepciones esenciales del Estado de derecho. La consolidación de una doctrina expansiva sobre la prevaricación nos conduciría a una peligrosa restricción de la independencia judicial. Y a una visión jerarquizada y subordinada de la interpretación de las normas. Ello reduciría la potestad valorativa sobre los principios constitucionales y limitaría el desarrollo de la jurisprudencia, ante el riesgo de que las aportaciones innovadoras pudieran ser criminalizadas.

Por otro lado, en un plano muy distinto, no podemos ignorar una inquietante paradoja. A diferencia de lo que ocurrió en otros países con regímenes totalitarios, en España los autores de gravísimos delitos nunca se han enfrentado a un juicio ni han asumido sus responsabilidades penales. Sin embargo, es probable que quien se siente en el banquillo sea el único magistrado que ha investigado esos crímenes.

Resultaría perturbador que Garzón fuese excluido de la judicatura y finalizara su vida profesional impartiendo clases en universidades norteamericanas, argentinas o chilenas, como les ocurrió a Juan Ramón Jiménez, Jorge Guillén, Pedro Salinas, Luis Cernuda y tantos otros de nuestros exiliados de la guerra.

Sin duda, ambas situaciones no serían literalmente comparables. Y los juristas siempre podríamos explicar lo sucedido con abundantes tecnicismos. Pero, ciertamente, no creo que gran parte de nuestra sociedad pudiera conseguir entenderlo.





El magistrado Ximo Bosch




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"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire) 
 


Amebas

Imagen de una ameba unicelular




Sólo a una mente calenturienta, de esas que se hacen pajas mentales y se cogen la polla con papel de fumar, se le puede ocurrir que el vídeo promocional de la canción "Windows seat", de la cantante afroamericana Erykah Badu, que El País reprodujo en su edición electrónica, y que este Blog recomendó en su entrada núm. 1287, puede ofender la sensibilidad de nadie . Al parecer, los responsables de YouTube tienen el mismo concepto de moralidad que los denunciantes, es decir, el mismo que deben tener las amebas unicelulares (o quizá no, con seguridad lo tienen más amplio las amebas) pues han retirado el mencionado vídeo de sus registros por ofensivo. En paz descansen unos y otros. Al menos, escuchen la canción en foto fija. Pueden hacerlo aquí: http://www.youtube.com/watch?v=4E9hTz0lPBQ. Y en la sección de vídeos he puesto uno sobre las amebas, las de verdad, las pensantes, las unicelulares; no las de dos patas y cerebro aparente. No dejen que los moralistas de vía estrecha y mirada alicorta les jodan el día. Sean felices, por favor, a pesar de ellos. Tamaragua, amigos. HArendt


P.S.: Gracias a mi amiga Inés pueden ustedes ver de nuevo el vídeo censurado por YouTube en este enlace  electrónico. Disfrútenlo, que merece la pena. HArendt



"La Libertad guiando al pueblo" (1830), de Eugène Delacroix




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Entrada núm. 1289 -
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miércoles, 31 de marzo de 2010

Erhyka Badu en Dallas





La cantante Erykah Badu




Lo que son las casualidades... Esta misma tarde veía por televisión el capítulo correspondiente de la tercera temporada de la serie norteamericana "Mad men" (la mejor y más premiada del pasado año) en la que los protagonistas asisten, atónitos y desconcertados, al asesinato del presidente Kennedy. Y a punto de irme a dormir entro en la página electrónica de El País para ver la portada de la edición impresa de mañana (hoy, ya) miércoles y me encuentro con este precioso vídeo de la cantante Erykah Badu, precioso y provocador, que promociona una de las canciones de su nuevo disco, bellísima por cierto, mientras pasea por la plaza Dealey, de la ciudad de Dallas, Texas, donde el 22 de noviembre de 1963 fuera asesinado el presidente Kennedy. Pueden verlo en la sección de vídeos del blog, a la derecha de sus pantallas. Espero que lo disfruten. Aunque los realizadores, pudorosos ellos, tapen los senos de la cantante, la puesta en escena es muy hermosa. Y con moraleja. Disfruten de ambas. Y sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt

P.S. 1: Sólo a una mente calenturienta, de esas que se hacen pajas mentales y se cogen la polla con papel de fumar, se le puede ocurrir que el vídeo promocional de la canción "Windows seat", de Erikah Badu, puede ofender la sensibilidad de nadie. Al parecer, los responsables de YouTube tienen el mismo concepto de moralidad que los denunciantes, es decir, el mismo que deben tener las amebas unicelulares (o quizá no, con seguridad lo tienen más amplio las amebas) pues han retirado el mencionado vídeo de sus registros por ofensivo. En paz descansen unos y otros. HArendt


P.S. 2: Mi amiga Inés me remite el vídeo censurado por YouTube. Pueden ustedes verlo y disfrutarlo aquí.  Gracias, vecina; eres un sol. HArendt




 La plaza Dealey (Dallas, Texas)




"ERYKAH BADU CAE DESNUDA EN LA PLAZA DEALEY"
ELPAIS.com  -  Gente - 30-03-2010

Erykah Badu, la cantante de 'soul' filma su más reciente vídeo en el lugar donde asesinaron a Kennedy. Erykah Badu se desplomó desnuda en el lugar donde asesinaron al presidente Kennedy en 1963. Los transeúntes de la mítica plaza Dealey miraban con asombro a la famosa cantante afro americana, quien se iba quitando la ropa mientras caminaba pos las aceras de Dallas y un locutor de radio va narrando la última travesía del presidente. Se trata de las imágenes de "Windows seat" , primer sencillo de su último trabajo "New amerykah part two: return of the ankh". En palabras de la artista, el vídeo ha sido grabado al estilo "guerrillero". Para los cinco minutos de secuencia tan solo bastó una toma y un cámara.

La artista respondió en su cuenta de Twitter al aluvión de comentarios que suscitó el vídeo durante el fin de semana. "Había varios niños allí y lo único que hice fue rezar para que no terminaran traumatizados". "Evoluciona", reza el tatuaje que le atraviesa la espalda desnuda a una de las voces más reconocidas del R&B. "Esto ha sido una declaración en contra del pensamiento único. Reconozco que estaba petrificada mientras el rodaje, pero llegó un momento en el que comencé a sentirme liberada, y creo que conseguí vencer algunos miedos en esos pocos momentos". Los usuarios de Twitter preguntaron a la cantante por la reacción de su pequeña hija de cinco años "Ella me miró a la cara y me dijo 'ok mamá, puedo comer otro pudín?".






Kennedy, instantes antes de su asesinato




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"Pues, tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)http://www.wideo.fr/video/iLyROoafvFJS.html

martes, 23 de marzo de 2010

Hay que mojarse

 La Cámara de Representantes aprueba la reforma sanitaria de Obama


"La fe en América, la fe en nuestra tradición de responsabilidad personal, la fe en nuestras instituciones. la fe en nosotros mismos nos pide que reconozcamos los nuevos términos del viejo contrato social. Hemos de llevarlo a cabo, lo mismo que hemos llevado a cabo la aparente utopía que Jefferson imaginó para nosotros en 1776, y que Jefferson, Roosevelt y Wilson trataron de llevar a la práctica. Hemos de hacer eso para que no nos devore a todos una ola de miseria, engendrada por nuestro fracaso común. Pero el fracaso no es una costumbre americana, y con la fuerza que da una gran esperanza todos nosotros hemos de llevar nuestra carga común". 

Parece Obama, ¿verdad? Pero no, no son palabras del actual presidente de los Estados Unidos de América, aunque no desmerecen en absoluto de las pronunciada por él con ocasión de la aprobación de la ley de reforma de la sanidad norteamericana, que reproduzco más adelante. Están pronunciadas con ocasión de una conferencia que en plena campaña electoral. el 23 de septiembre de 1932, diera el candidato demócrata Franklin Delano Roosevelt en el Commonwealth Club de San Francisco,cuatro meses antes de convertirse en el trigésimo segundo presidente de los Estados Unidos (1933-1945), y las he tomado del libro "Lecturas de Historia de las ideas políticas" (Unión Editorial, Madrid, 1989), del profesor Fernando Prieto.

Roosevelt hizo "Historia", así, con mayúsculas, con un programa político que recibió el nombre de "New Deal", (en español y literalmente "Nuevo trato"), una política intervencionista puesta en marcha para luchar contra los efectos de la Gran Depresión en Estados Unidos. Este programa se desarrolló entre 1933 y 1938, con el objetivo de mantener a las capas más pobres de la población, de reformar los mercados financieros y de redinamizar una economía estadounidense herida desde el crack del 29 por el desempleo y las quiebras en cadena. Recibió el rechazo radical de los sectores más conservadores y reaccionarios de la sociedad norteamericana de su tiempo. Incluso del propio Tribunal Supremo de los Estados Unidos, que boicoteó sin pudor alguno muchas de las medidas legislativas y ejecutivas del programa. Algo muy parecido a lo que los sectores más conservadores y reaccionarios de la sociedad española, con el PP de Mariano Rajoy al frente, y buena parte de la judicatura y el gran empresariado español como acompañamiento, le están haciendo al presidente Zapatero y a sus propuestas, cualquier propuesta, para relanzar la maltrecha economía española.

Algo muy parecido a lo que le ocurrió a Roosevelt con el "New Deal" le ha pasado ahora al presidente Obama con su propuesta de reforma del sistema sanitario norteamericano, cuya ley votó favorablemente el domingo pasado la Cámara de Representantes, por sólo cinco votos de diferencia, y que hoy martes ha ratificado y promulgado solemnemente en la Casa Blanca.

Para las sociedades democráticas europeas, con sistema sanitarios de salud universales y generalizados para todos o casi todos los segmentos de la población toda esta cuestión parece un tanto surrealista. No lo es si partimos del punto de vista tradicional de la individualista sociedad norteamericana para la que la intervención del Estado, cualquier intervención, en la vida social, económica o política de la sociedad es nociva para la libertad individual de sus conciudadanos.

Los datos que siguen a continuación los he tomado y refundido de informaciones de prensa de estos días, especialmente de El País. 

Estados Unidos carece de un sistema de cobertura universal. Los empresarios garantizan la cobertura de la mayoría de los estadounidenses mientras que otra parte de la población elige aseguradoras privadas. Los términos de casi todos los planes incluyen el pago periódico de cuotas, pero a veces se exige el adelanto de cierta cantidad del coste del tratamiento, cuyo importe depende del tipo de plan concertado.

Sólo a partir de los 65 años, los ciudadanos pueden acceder al programa Medicare, gestionado por el Estado. De la misma manera, Medicaid se hace cargo de familias con sueldos modestos, niños, mujeres embarazadas y personas con discapacidades.

A pesar de ello, los costes de sanidad para el individuo están subiendo de modo dramático. Las cuotas para los sistemas basados en el pago parcial del empresario han crecido cuatro veces más deprisa que los sueldos de los empleados, de manera que su coste se ha duplicado con respecto a hace nueve años. En 2007, el país gastó 1,5 billones de euros en sanidad. Esta cantidad equivale a un 16,2% del PIB, lo cual constituye casi el doble de la media de otros países de la OCDE.

46 millones de habitantes no están asegurados, y otros 25 millones reciben una cobertura insuficiente para sus necesidades. Cuando alguien sin seguro alguno se pone enfermo está obligado a pagar los costes médicos de su propio bolsillo. La mitad de todas las bancarrotas privadas en EE UU se deben en parte a los gastos médicos. Su explosión obligó al Gobierno a inyectar cada vez más dinero en Medicare y Medicaid, y los gastos en ambos programas subieron de un 4% del PIB en 2007 a un 19% en 2008, convirtiendo así los costes de sanidad en el factor más decisivo para el crecimiento vertiginoso del déficit presupuestario norteamericano.

¿Qué ha querido cambiar el presidente Obama? El presidente formuló tres principios que cualquier borrador debía cumplir para poder contar con su apoyo: la reducción de los costes, la garantía de que todos los estadounidenses podrán escoger su propio plan de sanidad, incluido un plan público, y la calidad y la accesibilidad del sistema. Desde las distintas comisiones en el Senado y en la Cámara de Representantes salieron varias propuestas. La primera se decantaba por un sistema de seguro obligatorio en el cual el Estado apoyaría con subvenciones a las personas necesitadas, con que la sanidad pública sólo estaría abierta a los que no tienen cobertura a través de un empleador. Otras dos rechazaban la opción pública y prefieren una solución mixta de aseguradoras privadas y cooperativas médicas sin ánimo de lucro.

La reforma sanitaria, con un coste de 938.000 millones de dólares (700.000 millones de euros) en 10 años, se centra en ayudar económicamente a las familias que no pueden pagar las primas de los seguros y en frenar los abusos de las aseguradoras. Éstas son las 10 claves del proyecto:

1.  La ley obliga a todos los ciudadanos estadounidenses y residentes legales a disponer de un seguro médico a partir de 2014 o pagar una multa si no lo hacen. Para ayudar a las personas de rentas más bajas, el Estado subvencionará a todas aquellas familias con ingresos anuales inferiores a 88.200 dólares o individuos con ingresos hasta 29.300 dólares anuales.

2.  La Oficina de Presupuesto del Congreso calcula que 32 millones de personas sin seguro contarán con asistencia sanitaria en los próximos años.

3.  Entre 15 y 20 millones de personas, en su mayor parte inmigrantes irregulares quedarán fuera del sistema. El Gobierno puede eximir también de la obligación del seguro a ciertos colectivos por razones religiosas o étnicas, como los indios americanos. Se calcula también que un grupo significativo quede sin cobertura por vivir en la marginalidad.

4.  ¿Ventajas para los posedores actuales de pólizas de cobertura sanitaria?: Mejorará las condiciones de sus actuales pólizas con las aseguradoras privadas. Entre otras cosas, las compañías no podrán rechazar a un cliente por sus condiciones médicas preexistentes o expulsarlo al contraer una enfermedad de larga duración. Esto permitirá, por ejemplo, asegurar a miles de enfermos de sida o de mujeres que tuvieron una cesárea en el parto.

5.  La idea original de Barack Obama era la de incluir en la reforma la opción de un seguro público (para un 5% de la población, aproximadamente), pero eso fue rechazado durante el debate en el Congreso. Un seguro exclusivamente público al estilo europeo es de difícil implantación en un país de las dimensiones de éste y no cuenta en estos momentos con suficiente apoyo popular por razones de carácter cultural, histórico y político.

6.  Con esta reforma el Gobierno asume el papel de intermediario entre el público y las compañías privadas y se responsabiliza de que la cobertura sea adecuada y lo más universal posible.

7. Algunas medidas aprobadas por la nueva ley entrarán en vigor inmediatamente. Pero las más relevantes, como las subvenciones a los no asegurados o la obligación de las aseguradoras a aceptar a todos los enfermos, empezarán a aplicarse en 2014. Técnicamente, es imposible que el sistema asuma de repente 32 millones de nuevos usuarios.

8. Entre las medidas que entrarán en vigor ahora mismo hay algunas muy importantes, como la prohibición a que las aseguradas rechacen por condiciones médicas preexistentes a los menores de 19 años, la autorización a que los hijos puedan permanecer en el seguro de sus padres hasta los 26 años o las ayudas a los jubilados para pagar las medicinas.

9. La mayor parte de los trabajadores norteamericanos son asegurados por la empresa en la que trabajan. Hasta ahora, cuando perdían el trabajo, perdían también el seguro. Con esta ley, los desempleados recibirán ayuda para comprar un seguro en una bolsa que se creará para ese fin.

10. A partir de ahora todas las empresas están obligadas a ofrecer seguro a sus trabajadores. Habrá ayudas para las pequeñas empresas que no puedan afrontar este gasto por peligro de quiebra.

En El País de hoy martes, Paul Krugman, Premio Nobel de Economía y profesor en la Universidad de Princeton. escribe un interesante artículo titulado titulado "El fracaso del miedo", que me parece sintetiza muy bien la sensación del "por qué" cabe considerar que estamos ante un hecho histórico, casi sin precedentes en la vida norteamericana, y que marcará -sin duda para bien- la presidencia de Obama. Es la diferencia entre hacer "política" y "politiquear". Lo reproduzco más adelante. Espero que les resulte interesante. Y en la sección de vídeos, en la columna derecha del blog, he puesto uno bajado de YouTube sobre lo que significó el "New Deal" del presidente Roosevelt en los años 30 del pasado siglo. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt





"Discurso del presidente Obama tras la aprobación de la ley de reforma de la sanidad norteamericana".
El País - Internacional - 22-03-2010

Buenos días, a todos. Esta noche, después de cerca de 100 años de negociación y frustración, después de décadas de intentos, y de un año de constante esfuerzo y debate, el Congreso de Estados Unidos ha aprobado finalmente que los trabajadores estadounidenses y las familias estadounidenses y los pequeños empresarios estadounidenses merecen la seguridad de saber que aquí, en este país, ni una enfermedad ni un accidente debería poner en peligro los sueños por los que han trabajado toda la vida.

Esta noche, en un momento en que los críticos dijeron que ya no era posible, nos sobrepusimos al peso de nuestra política. Hicimos retroceder la influencia excesiva de intereses particulares. No caímos en el recelo ni el cinismo ni el miedo. En lugar de eso, demostramos que aún somos gente capaz de hacer grandes cosas y enfrentarnos a nuestros más grandes retos. Probamos que este Gobierno -un Gobierno del pueblo y para el pueblo- todavía trabaja para el pueblo.

Quiero dar las gracias a cada miembro del Congreso que se levantó esta noche con coraje y convicción para hacer realidad la reforma del sistema sanitario. Y sé que éste no fue un voto sencillo para mucha gente. Pero fue el voto correcto. Quiero agradecer a la presidenta Nancy Pelosi su extraordinario liderazgo, y al líder de la mayoría Steny Hoyer y al coordinador Jim Clyburn su dedicación para conseguir acabar el trabajo. Quiero agradecer a mi excepcional vicepresidente, Joe Biden, y a mi maravillosa secretaria de Sanidad y Servicios sociales, Kathleen Sebelius, su fantástico trabajo en este asunto.

Quiero dar las gracias a los muchos trabajadores en el Congreso, y a mi increíble equipo en la Casa Blanca, que han trabajado sin descanso durante el último año con estadounidenses de todas las clases sociales para forjar un paquete de reformas que finalmente sea digno del pueblo al que fuimos enviados a servir.

La votación de hoy responde a los sueños de tantos que han luchado por esta reforma. A cada estadounidense anónimo que se tomó un momento para sentarse y escribir una carta o redactar un correo electrónico con la esperanza de que su voz sería escuchada, ha sido escuchada esta noche. A los incalculables ciudadanos que llamaron a las puertas e hicieron llamadas de teléfono, que se organizaron y movilizaron con la firme convicción de que el cambio en este país no viene de arriba, sino desde abajo, déjenme reafirmar su convicción: este momento es posible gracias a ustedes.

Lo más importante, la votación de hoy responde a las plegarias de cada estadounidense que tenía la honda esperanza de que se hiciera algo con un sistema de sanidad que funciona para las compañías de seguros, pero no para la gente corriente. Para la mayoría de estadounidenses, este debate nunca ha girado sobre abstracciones, sobre la lucha entre derecha e izquierda, republicanos o demócratas, siempre ha sido sobre algo más personal. Es sobre cada estadounidense que conoce el impacto de abrir un sobre y comprobar que las primas se han disparado de nuevo en una época que ya es suficientemente dura. Es sobre cada padre que sabe lo que es la desesperación de intentar conseguir cobertura para un niño con una enfermedad crónica y sólo escuchar "no", una y otra y otra vez. Es sobre cada pequeño empresario autónomo obligado a elegir entre asegurar a sus empleados o mantener el negocio abierto. Nos hemos entregado a esta causa por ellos.

Esta noche no es una victoria para el partido de cada uno, es una victoria para ellos. Es una victoria para el pueblo estadounidense. Es una victoria para el sentido común.

Ahora, ni que decir tiene que la votación de esta noche levantará un frenesí de análisis inmediatos. Habrá comentarios sobre los ganadores y perdedores en Washington, predicciones sobre qué significa para los demócratas y los republicanos, para mi saldo electoral, para mi Administración. Pero después de que el debate se desvanezca y los pronósticos se desvanezcan y el polvo se asiente, lo que permanecerá en el recuerdo no es el sistema puesto en marcha por el Gobierno que algunos temían, o el status quo que sirve a los intereses de la industria aseguradora, sino un sistema sanitario que incorpora las ideas de ambas partes, un sistema que funciona mejor para el pueblo estadounidense.

Si tiene un seguro médico, esta reforma sólo le da más control para frenar los peores excesos y abusos de la industria aseguradora, con algunas de las más severas medidas de protección que este país ha conocido, de modo que consiga aquello por lo que paga.

Si no tiene un seguro, esta reforma le da la oportunidad de acudir a un sistema centralizado para comprarlo, que le dará opciones, competencia y precios más baratos. Y eso incluye la mayor bajada en la historia del coste de la asistencia sanitaria para familias y pequeños negocios, así que si pierde su empleo y cambia de trabajo, o comienza un nuevo negocio, será finalmente capaz de comprar asistencia de calidad y asequible, y la seguridad y la tranquilidad de espíritu que conllevan.

Esta reforma es lo que había que hacer por nuestros mayores. Hace Medicare más fuerte y solvente, y extiende su vigencia casi una década. Y es lo que había que hacer por nuestro futuro. Reducirá nuestro déficit en más de 100.000 millones de dólares en la próxima década, y en más de un billón en la década siguiente.

Así que no es una reforma radical. Pero es una reforma muy importante. Esta ley no arreglará todo lo que funciona mal en nuestro sistema sanitario. Pero nos mueve decisivamente en la dirección correcta. Así es el verdadero rostro del cambio.

Pero por muy crucial que sea este día, no es el fin de este viaje. El martes, el Senado tomará las enmiendas a esta ley que la Cámara ha adoptado, y son enmiendas que han fortalecido esta ley y eliminado disposiciones que no cabían en ella. Algunos han predicho otro asedio con maniobras parlamentarias para retrasar la aprobación de estas mejoras. Espero que no suceda. Es tiempo de llevar este debate a su fin y comenzar la dura labor de llevar a la práctica de forma adecuada esta reforma por el bien de los estadounidenses. Este año, y los años siguientes, tenemos la solemne responsabilidad de hacerlo bien.

Este día tampoco supone el final de la tarea a la que se enfrenta nuestro país. La tarea de revitalizar nuestra economía continúa. El trabajo de promover la creación de empleo en el sector privado continúa. La tarea de volver los sueños de las familias estadounidenses a su alcance continúa. Y seguimos marchando, con renovada confianza, con la energía que da esta victoria en su nombre.

Finalmente, este día representa otro cimiento firmemente colocado en la fundación del sueño americano. Esta noche, respondimos a la llamada de la historia como hicieron muchas generaciones de estadounidenses antes que nosotros. Cuando nos enfrentamos a la crisis, no rehuimos el desafío, lo superamos. No evitamos nuestra responsabilidad, la aceptamos. No temimos nuestro futuro, le dimos forma.



Paul Krugman, Premio Nobel de Economía 2008



"EL FRACASO DEL MIEDO", por Paul Krugman
EL PAÍS  -  Opinión - 23-03-2010

La víspera de la votación del domingo sobre la reforma de la sanidad, el presidente Barack Obama pronunció un discurso improvisado ante los demócratas de la Cámara de Representantes. En él explicó por qué su partido debía aprobar la reforma: "A veces llega un momento en el que tenemos la oportunidad de justificar todas las esperanzas que teníamos sobre nosotros mismos y sobre nuestro país, de cumplir las promesas que hicimos... Y éste es el momento de hacer realidad esa promesa. No estamos obligados a ganar, pero sí a ser sinceros. No estamos obligados a triunfar, pero sí a hacer que la luz que tengamos, por poca que sea, brille".

Desde el otro bando, Newt Gingrich, el republicano que fue presidente de la Cámara -y al que muchos consideran un líder intelectual en su partido- dijo que, si los demócratas aprobaban la reforma, "destruirán su partido como lo dejó destrozado Lyndon Johnson durante 40 años" al aprobar las leyes sobre los derechos civiles.

Me atrevo a decir que Gingrich se equivoca en eso: las propuestas para mejorar la sanidad suelen ser polémicas antes de entrar en vigor -Ronald Reagan decía que Medicare significaría el fin de la libertad en Estados Unidos-, pero, una vez aprobadas, son siempre populares.

Sin embargo, no es eso de lo que quiero hablar aquí. Lo que quiero es llamarles la atención sobre el contraste entre un bando, cuyo alegato final apelaba a lo mejor de nosotros mismos, exhortaba a los políticos a hacer lo debido, aunque perjudicara sus carreras, y el otro, en el que no hubo más que un cinismo despiadado. Piensen lo que significa condenar la reforma sanitaria comparándola con la Ley de Derechos Civiles. ¿Quién puede decir hoy en Estados Unidos que Johnson se equivocó al impulsar la igualdad racial? (La verdad es que sabemos quién: los que, durante la manifestación del Tea Party, en vísperas de la votación, se dedicaron a utilizar epítetos raciales como insultos contra los demócratas del Congreso).

Y ese cinismo ha caracterizado toda la campaña contra la reforma.

Algunos ideólogos conservadores fingieron que habían reflexionado mucho y afirmaron que les preocupaban las repercusiones fiscales de la reforma (sin tener en cuenta, curiosamente, la aprobación fiscal de la Oficina Presupuestaria del Congreso), o que querían que se controlasen más enérgicamente los costes (pese a que esta reforma controla los costes sanitarios más que todas las leyes anteriores). Sin embargo, en su mayoría, los opositores no se molestaron en fingir que iban a estudiar ni el sistema de salud existente ni el plan moderado y centrista -muy parecido a la reforma introducida por Mitt Romney en Massachusetts- que proponían los demócratas.

La oposición consistió fundamentalmente en utilizar el miedo y las emociones, sin atenerse a los hechos ni mostrar la más mínima decencia.

No fue sólo el infundio de los comités de la muerte. Fue la utilización del odio racial, como en el artículo de Investor's Business Daily que declaró que la reforma sanitaria era "discriminación positiva con esteroides, decidir todo, desde quién llega a médico hasta a quién se trata, en función del color de la piel". Fueron las afirmaciones disparatadas sobre la financiación de los abortos. Fue la insistencia en que era dictatorial dar a los jóvenes trabajadores estadounidenses la garantía de que dispondrían de seguro de salud cuando lo necesitaran, una garantía de la que las personas mayores disfrutan desde que Johnson -a quien Gingrich considera un presidente fracasado- impulsó Medicare pese a los aullidos de los conservadores.

Debe quedar claro que esta campaña del miedo no la ha llevado a cabo un sector radical al margen del aparato republicano. Al contrario, el aparato ha intervenido y la ha autorizado desde el principio. Políticos como Sarah Palin -que fue, recordémoslo, la candidata republicana a la vicepresidencia- se apresuraron a difundir la mentira de los comités de la muerte, y otros supuestamente razonables y moderados como el senador Chuck Grassley se negaron a decir que no era verdad. En la víspera del gran día, los congresistas republicanos dijeron que "la libertad muere un poco hoy" y acusaron a los demócratas de "tácticas totalitarias", que me parece que quería decir el proceso denominado "votación".

Es indudable que la campaña del miedo fue eficaz: la reforma sanitaria pasó de ser muy popular a tener muchas opiniones en contra, aunque las encuestas mejoraron en los últimos días. Ahora bien, lo importante era saber si bastaría para impedir la reforma.

La respuesta es no. Los demócratas lo han logrado. La reforma sanitaria aprobada por el Senado va a convertirse en ley, con un texto mejorado después de que se limen las diferencias entre las dos versiones. Es una victoria política para Obama y un triunfo para Nancy Pelosi, la presidenta de la Cámara. Pero es también una victoria para el alma estadounidense. Al final, una ofensiva cruel y sin principios no fue capaz de obstruir el camino. Esta vez, el miedo fracasó.
El presidente Franklin D. Roosevelt (1933-1945)



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Entrada núm. 1285 -
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viernes, 19 de marzo de 2010

Vida y literatura

Portada de "Los grandes libros", de David Denby



Nunca quedo defraudado en mi ineludible y ansiada cita mensual con "Revista de Libros". En su último número (el 159, marzo 2010), aparte de un buen número de interesantes artículos, leo dos frases del escritor austríaco Thomas Bernhard (1931-1989) que me han resultado llamativas. Dicen así: "La literatura puede ofrecer la solución de la existencia". Y esta otra, lapidaria, sobre los premios: "Aceptar un premio no quiere decir otra cosa que dejarse defecar en la cabeza, porque a uno le pagan por ello". ¿Excesivo? No me lo parece; desde luego irreverente la última, sí; por fortuna. Ambas están tomadas de sendos artículos de los críticos literarios Martín Schifino ("El intransigente", páginas 39-42) y Félix Romeo ("El premiado recibe los insultos", página 43) sobre el autor citado.

Antes, en la página 36 del mismo número, el escritor José María Guelbenzu, en relación con  el comentario que formula sobre los "Cuentos completos" de Juan Carlos Onetti, dice lo siguiente: "Una regla no escrita sostiene que el verdadero valor de una obra se manifiesta en el tiempo. Una forma clásica de dar tiempo al tiempo es la relectura, y una relectura fiable al respecto es aquella que se hace poniendo uno o, mejor, dos decenios de por medio, es decir dando margen suficiente a la evolución personal del lector. La respuesta más positiva de la obra o libro es que la segunda lectura sea más enriquecedora, más madura, más compleja y más clara a la vez; y la tercera, si cabe, que sea aún más cumplida, es decir, que sea capaz de acompañar al lector a medida que éste va ganando en años por la vida y ampliando su experiencia. Dese por seguro que un libro capaz de responder al lector a lo largo de las diferentes edades de éste es una pieza de verdadera importancia: ahí están la Ilíada, la Biblia, Shakespeare o Cervantes para demostrarlo".

Leí ambos artículos esta mañana mientras esperaba, en la consulta del ambulatorio, a que me recibiera mi médico de cabecera, a ver si era capaz de calmarme una tos que me impide dormir por las noches, salvo sentado en un sillón, desde hace más de diez días. Su lectura me hizo recordar un precioso libro del crítico cinematográfico del New Yorker, David Denby, que tomé prestado de la Biblioteca Pública del Estado en Las Palmas en septiembre de 2003. Se titulaba "Los grandes libros. Mis aventuras con Homero, Rousseau, Woolf y otros autores indiscutibles del mundo occidental" (Acento Editorial, Madrid, 1997).

Denby relata en él con bastante humor y una buena dosis de nostalgia la vuelta a la Universidad de Columbia, en Nueva York, su alma mater, veinte años después de concluir sus estudios en ella, para matricularse de nuevo, como simple experiencia vital, en el curso de Literatura de la citada universidad, obligatorio en todas los grados de Humanidades y Ciencias, que incluye una serie de lecturas de clásicos de la literatura universal, agrupadas en lo que se conoce como el "Core Curriculum del Columbia College", y que en dos semestres académicos acomete el estudio de  la "Ilíada" y la "Odisea", de Homero; "Historia", de Heródoto; "Orestiada", de Esquilo; "Edipo rey", de Sófocles; "Las nubes", de Aristófanes; "Apología de Sócrates" y "El Banquete", de Platón; "Historia de la guerra del Peloponeso", de Tucídides; "Medea", de Eurípides; el "Génesis", "El libro de Job" y los "Evangelios" de Lucas y Juan, de la Biblia; "Eneida", de Virgilio; "Confesiones", de San Agustín, "Comedia", de Dante; "Decamerón", de Bocaccio; "Ensayos", de Montaigne; "Don Quijote de La Mancha", de Cervantes;  "Hamlet", de Shakespeare; "Orgullo y prejucio", de Jane Austen; "Crimen y castigo", de Fyodor Dostoevsky; y "Al faro", de Virginia Woolf.

Esa lista de lecturas, o similares, obligatorias en casi todas las universidades norteamericanas, me provocó una agridulce sensación de frustración, y de envidia. La primera no tenía mucha razón de ser  pues de todos los libros citados sólo tengo cuatro sin leer; no les confieso cuales, por pudor. La envidia, no; esa no se me ha pasado, y cuando veo los "planes de estudio" de las facultades humanísticas españolas, no es que me crezca la envidia: lisa y llanamente se me abren las carnes..., de vergüenza. No digamos las de ciencias, absolutamente desvinculadas de cualquier "saber" humanístico o literario.

Nunca me he trazado un "plan de lecturas" vital, ni a corto, ni a largo plazo. Leo de forma desordenada, con gran predominio de los clásicos sobre los modernos, y del ensayo sobre la ficción. A pesar de ello, o quizá por ello, tengo dos premisas que sigo de forma más o menos consciente: Una, desconfiar de los libros que obtienen premios literarios tan mercantilizados, por ejemplo, como el Planeta (que me perdonen los galardonados, que no tienen la culpa de mi fobia), y dos, reafirmarme en mi intuitivo criterio de que después de los clásicos griegos, todo lo demás en mera paráfrasis.

Aprovecho para recomendarles otro precioso libro sobre el denostado "canon de lecturas occidental", escrito por el renombrado profesor y crítico literario Harold  Bloom. Se titula "¿Dónde se encuentra la sabiduría?" (Santillana, Madrid, 2005). He intentado localizarlo en la desastrosa organización de mi biblioteca familiar y no me ha sido posible, pero he encontrado un vídeo en YouTube sobre  la cuestión que espero les resulte interesante. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt




 La Biblioteca Nacional de España, Madrid





 

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"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire) 

miércoles, 10 de marzo de 2010

Flotando sobre el viento




Joan Baez y Bob Dylan en los 60




"Blowin´ in the Wind" (Flotando sobre el viento) es una hermosísima canción de Bob Dylan, incluida en su álbum "The Freewheelin" (1963), publicado en plena guerra de Vietnam, que pueden ustedes escuchar y ver, cantada al alimón, por Joan Baez y el mismo Dylan, en la columna de vídeos del blog, a la derecha de sus pantallas, cuya traducción al español dice así:

¿Cuántos caminos debe recorrer un hombre
antes de que le consideréis un hombre?
Sí, ¿cuántos mares debe surcar una paloma blanca
antes de que ella duerma sobre la arena?
Sí, ¿cuántas veces deben las balas del cañón volar
antes de que sean prohibidas para siempre?
La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento,
la respuesta está flotando en el viento.

¿Cuántas veces debe un hombre alzar la vista
antes de que pueda ver el cielo?
Si, ¿cuántas orejas debe tener un hombre
antes de que pueda oír gritar a la gente?
Sí, ¿cuántas muertes serán necesarias hasta que él comprenda
que ya ha muerto demasiada gente?
La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento,
la respuesta está flotando en el viento.

¿Cuántos años puede una montaña existir
antes de que sea arrastrada al mar?
Si, ¿y cuántos años pueden algunas personas existir
antes de que se les permita ser libres?
Sí, ¿y cuantas veces puede un hombre volver su cabeza,
fingiendo simplemente que no ve?
La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento,
la respuesta está flotando en el viento.

Por cierto, que a Joan Baez le acaba de conceder el Consejo de Ministros español la Orden de las Artes y las Letras de España en reconocimiento a "una trayectoria regida por el compromiso artístico y personal en favor de los derechos individuales y las libertades civiles y políticas". No se si a ella le habrá hecho mucha ilusión la distinción; a mi, sí. Pienso que es un reconocimiento tardío, pero merecido.

"Flotando en el viento" me quedé yo el lunes oyendo al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en la entrevista que le hicieron en TVE1. No porque me pareciera mal lo que dijo, sino más bien porque desaprovechar una oportunidad como la que le brindó TVE para hacer un ejercicio de realismo y dejar de andarse por las ramas no tiene perdón de Dios.

Sin la menor mención a la entrevista, viene a recalcarlo, una voz más, el sociólogo José Ignacio Wert en su artículo de hoy en El País titulado "Un pacto con la realidad".

Dice Wert: "La cuestión decisiva no es quiénes sean los culpables de la crisis y quiénes tengan que pagarla. La cuestión es cómo se ponen las condiciones para superarla, y a partir de una narrativa precisa de esas condiciones se puede entrar a discutir el trade-off social para repartir los costes". Y después de unas cuantas verdades más, de esas de Perogrullo, concluye diciendo: "La cosa está clara: o le hablamos a la gente como a personas mayores que entienden que conseguir mejores bases para el bienestar de sus hijos exige que sacrifiquen ellos la parte menos sostenible de su propio bienestar, o seguimos enredados en el cuento moral que no nos lleva a ser felices ni, desde luego, a comer perdices, sino que nos puede dejar más bien como a la Bella Durmiente. Esto sólo lo arreglamos entre todos, sí, pero dando el callo, sacrificándonos, y llamando a las cosas por su nombre".

Lamento tener que reconocer que tiene toda la razón. Sean felices, a pesar de todo. Y disfruten de las portentosas voces de Joan Baez y Bob Dylan flotando sobre el viento... Tamaragua, amigos. HArendt



El sociólogo José Ignacio Wert




"UN PACTO CON LA REALIDAD", por José Ignacio Wert
EL PAÍS - Opinión - 10-03-2010

El Gobierno no explota sus propias fortalezas. No creo que existan muchos Gobiernos en el mundo que cuenten en sus filas con un catedrático de Filosofía que ha enseñado materias como metafísica, retórica y hasta teodicea. En todas esas cosas es experto Ángel Gabilondo, que, además, se explica con mucha eficacia. Por eso no se comprende, no ya que no se le haya asignado la portavocía del Gobierno -no es preciso ser Walter Cronkite para hacerlo mejor que la actual ocupante del cargo-, sino, y es a lo que voy, que no se le haya encargado una tutoría de urgencia sobre sus colegas de Gobierno (presidente incluido) para poder enfrentarse a la crisis desde las bases lógicas adecuadas.

Porque lo que sucede en el tratamiento de la crisis es que el Gobierno se niega a hacer un pacto -siquiera sea un pacto de mínimos- con la realidad. Ese pacto es previo a cualquier otro que se pretenda abordar con interlocutores políticos, sociales, económicos y, sobre todo, con la ciudadanía.

¿En qué consiste ese pacto con la realidad? Muy sencillo. Comienza por ofrecer un relato de la crisis en los términos en los que aquélla cursa y no, como lo está haciendo, bajo la forma de un cuento moral, que ni siquiera es como los de Eric Rohmer, elíptico y elegante, sino más bien tosco y maniqueo.

La cuestión decisiva no es quiénes sean los culpables de la crisis y quiénes tengan que pagarla. La cuestión es cómo se ponen las condiciones para superarla, y a partir de una narrativa precisa de esas condiciones se puede entrar a discutir el trade-off social para repartir los costes.

El Gobierno, en cambio, se ha instalado en el cuento de que los más débiles no deben pagar las consecuencias de una crisis de la que no son responsables, pues aquélla se debe únicamente a la codicia de banqueros y especuladores. En consecuencia, prohibido hablar de temas que se perciben socialmente como costosos para las capas menos favorecidas de la sociedad: no a una reforma laboral exigente, no a la congelación de los sueldos en el sector público, mucha cobertura social (mientras aguante) y nada de decretazos.

Al margen de la simpleza del argumento sobre los responsables -la sociedad es más madura que sus dirigentes: la gente entiende perfectamente que ha vivido por encima de sus posibilidades y sabe que las consecuencias de la resaca le afectan-, lo fundamental es que ese relato no lleva a parte alguna. En la medida en que la cláusula de salvaguarda social enerva la toma de decisiones imprescindibles (tales como una reforma laboral en serio o como un pacto de rentas sensible en el sector público), que servirían para contener, entre otras cosas, la sangría del desempleo, produce resultados literalmente opuestosa los que dice pretender. Esa cláusula funciona en los mítines pero no en la realidad, puesto que nada hay más destructivo para quien la sufre que una espiral de desempleo como la que se ha creado.

La fantasía no da más de sí. Ya, a trancas y barrancas, se empieza a hablar de iniciativas como el aumento de la edad de jubilación o la ampliación de los años que sirven para el cómputo de la pensión o la congelación del sueldo de los funcionarios. Iniciativas, como los corazones de Jardiel, con freno y marcha atrás.

Pero aunque, por exigencias del guión, se cambie algo la letra, se sigue tocando la melodía equivocada. El Gobierno, ha abordado así el Acuerdo Político para la Recuperación del Crecimiento Económico y la Creación de Empleo, o sea, lo que los medios han llamado el Pacto de Estado, aunque esté a años luz de merecer tal denominación, sin haber abordado antes el imprescindible pacto con la realidad.

El pacto con la realidad hubiera supuesto de entrada reconocer la condición castiza de nuestra crisis y dejar ya el discurso exculpatorio de la crisis ajena. Por inverosímil que parezca, todavía el Gobierno sigue hablando en su documento de las "características y consecuencias de la crisis económica internacional y de su impacto singular en la economía española", es decir, que lo que pasa en España es la consecuencia de los vientos que vienen de fuera. Equivocando el mal es imposible acertar el remedio. La crisis financiera internacional no ha venido más que a agravar nuestra propia crisis económica (burbuja inmobiliaria y pérdida de competitividad) y financiera (sobreendeudamiento de familias y empresas). Por eso, por lo que tiene de castiza, nuestra crisis es más costosa socialmente (la tasa de paro dobla la media de la UE) y de peor pronóstico temporal (única de las grandes economías con retroceso del PIB en este año) que la de quienes nos rodean.

La segunda exigencia del pacto con la realidad es tan importante como la anterior y atañe a la condición socialmente onerosa de las soluciones.

De nuevo, el documento del Gobierno, la supuesta base para un acuerdo político, elude cualquier medida concreta que suponga sacrificios para los destinatarios: reformas del marco laboral, pactos de rentas a la baja, costes fiscales de la consolidación, posibles recortes en la gratuidad universal de las prestaciones sociales.

Y todos esos costes son ineludibles. Ni los créditos del ICO, ni el IVA reducido de la rehabilitación de viviendas (entre paréntesis: no estoy yo muy seguro de la eficacia de ese incentivo, toda vez que muchos aplicaban ya por su cuenta un "tipo superreducido" del 0%, bajo el socorrido expediente de no emitir ni requerir facturas), ni el coche eléctrico, ni la Ley de Organizaciones Profesionales Agroalimentarias (por poner un ejemplo entre tantos de parecido nivel como hay en el documento del Gobierno) nos los van a ahorrar.

En la mayor parte de las cosas que el Gobierno propone lo difícil no es llegar a un acuerdo, sino discrepar de él. Pero no es ése el problema. El problema es la irrelevancia o, en el mejor de los casos, la poquedad de esas medidas para enfrentar el reto que tenemos. El problema es que se propone un acuerdo sobre lo que no es problemático ni, en la mayor parte de los casos, lo requiere, y, en cambio, se soslayan aquellas cuestiones en que el acuerdo político sería imprescindible. Las que cuestan de verdad. Las que suponen repartir sacrificios y no caramelos.

En lo más recóndito de sus corazones, estoy seguro de que los responsables de los dos principales partidos saben cuáles son aquellas cuestiones. Pero, dado lo antipáticas que aquéllas son, están como los butroneros del chiste ("Pasa tú que a mí me da la risa"). Pero a cada uno le toca lo que le toca. Y, en esta situación, al Gobierno le toca justamente dar la cara primero, aun a riesgo de que, como en el chiste, se la puedan partir.

La cosa está clara: o le hablamos a la gente como a personas mayores que entienden que conseguir mejores bases para el bienestar de sus hijos exige que sacrifiquen ellos la parte menos sostenible de su propio bienestar, o seguimos enredados en el cuento moral que no nos lleva a ser felices ni, desde luego, a comer perdices, sino que nos puede dejar más bien como a la Bella Durmiente. Esto sólo lo arreglamos entre todos, sí, pero dando el callo, sacrificándonos, y llamando a las cosas por su nombre.




El presidente del gobierno, José Luis R. Zapatero




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