miércoles, 29 de septiembre de 2010

Video: Para la Huelga General del 29-S en España

domingo, 1 de agosto de 2010

Vídeo: WikiLeaks revelará unos 15.000 documentos secretos más del Pentágono

sábado, 24 de julio de 2010

Resaca

Campeones del Mundo de Fútbol



Sigo con la misma sensación de resaca, de ese malestar difuso con que uno se despierta  después de haber bebido en exceso. Pero el caso es yo no he bebido... Y lo peor no es eso, sino que ya me dura varias semanas, bastante más tiempo del normal, y no le veo salida alguna por el momento. De todas formas no le busquen explicaciones enrevesadas aunque en el texto que sigue parezca que hay alguna clave...

¿Han oído hablar ustedes de "Tremé"? Es una fascinante serie televisiva cuya primera temporada acaba de terminar en la cadena TNT. En sólo diez capítulos narra las aventuras y desventuras de unas serie de personajes que habitan en el barrio de Nueva Orleans que da título a la serie, el más antiguo barrio negro de Estados Unidos, unos meses después del paso del huracán Katrina. . Está dirigida por David Simon, y producida por la HBO, sin duda la más afamada, merecidamente, productora de series para la televisión. La música de jazz, soul, y de las Brass Bands, las orquestas de metales habituales en los desfiles y funerales que se celebran en la ciudad, omnipresente a lo largo de toda la serie, tiene un protagonismo especial,  y no sólo porque la misma transcurra alrededor de varios personajes que se agarran a la música como única y última tabla de salvación tras la catástrofe.

Todos sus personajes resultan fascinantes, pero a mi el que más me ha encandilado, quizá porque me siento identificado con él por múltiples razones, es el de Creighton, protagonizado por un obeso y magnífico John Goodman. Creighton es un profesor universitario de Literatura inglesa, que todas las noches, desde su ordenador, lanza por Internet frenéticos mensajes de denuncia sobre la situación que está viviendo su ciudad y la incompetencia de las autoridades locales, estatales y federales para ponerle solución. Su imagen, en el penúltimo capítulo de la serie, sentado en la oscuridad de su despacho ante la pantalla iluminada y en blanco de su ordenador, incapaz de teclear algo coherente y de encontrarle el más mínimo sentido a nada, me resultó desoladora, pero muy expresiva...

Sobre la Sentencia del Tribunal Constitucional y el Estatuto de Autonomía de Cataluña creo que está casi todo dicho. Jurídica y políticamente, así que a las bibliotecas y hemerotecas les remito. Personalmente, me ha llamado la atención sobremanera, la sobredosis de dignidad ofendida de algunos, genéricamente derivada a Cataluña, el pueblo catalán y los parlamentos catalán y español, a causa de la sentencia. No creo que la dignidad de los catalanes ni de Cataluña quede menoscabada por una sentencia. Es sólo eso, una sentencia, y como tal, algo que pone fin a una controversia,  y punto. Ahora toca repensar todo el asunto con mente clara y corazón frío. Lo pienso y lo digo como demócrata y como ciudadano español, como amigo y como admirador de Cataluña y de los catalanes.

No creo que tengan mayor importancia, pero me gustaría dejar brevísima constancia de algunas reflexiones personales al respecto: Primera, la desvergüenza e irresponsabilidad del Partido Popular, presentando su recurso sobre la práctica totalidad del articulado del Estatuto de Autonomía de Cataluña, como si de enmiendas y correcciones ortográficas se tratara, mientras que esos mismos artículos, idénticos literalmente en otros Estatutos autonómicos, no han merecido crítica ni recurso alguno; es algo que dice muy poco en favor de sus dirigentes. Segunda, tres años para dilucidar y llegar al convencimiento de que lo que se expresa en el preámbulo de una ley carece de valor jurídico, me parece excesivo en un Tribunal Constitucional. Tercera, que el acuerdo sobre la inconstitucionalidad de catorce preceptos del Estatuto se haya tomado prácticamente por unanimidad del Tribunal, dice bastante poco, y bastante mal, de los servicios jurídicos de los gobiernos y de los parlamentos catalán y español. Cuarta, que si un precepto del Estatuto, o de cualquier otra ley, no es inconstitucional, es que es constitucional, ¡de cajón!, por más que el Tribunal Constitucional advierta de interpretaciones posibles sobre situaciones, improbables, que aún no se han dado. Quinta, que por fin se haya aclarado de una vez por todas que no hay más sujeto soberano que el pueblo español en su conjunto es de Perogrullo, pero en buena hora sea. Sexta, que cada vez está más claro que la Constitución de 1978 necesita no sólo una "puesta a punto", sino una profunda reformulación en clave federal que permita plasmar jurídica y políticamente la existencia de una España "nación de naciones": la frase es del historiador y profesor mio en la UNED, Javier Tusell, que no creo que fuera, precisamente, un nacionalista furibundo o un izquierdista vende-patrias. Séptima, que esa reforma la lidera lo que queda de izquierda pensante en este país, -poca, la verdad-, y lo que queda de espíritu progresista en la sociedad española, -más de lo que se imagina la derecha cavernícola que aspira a gobernarnos-, o no la hace nadie. Y octava y última, que ya no se si decir que, por desgracia, o por suerte, -aunque pienso que con toda razón-, a la mayoría de nuestros conciudadanos la política de confrontación actual entre unos y otros, y la clase política en su conjunto, por decirlo con toda suavidad, se la suda, así que, o espabilan,o la próxima vez van a ir a votar los candidatos y sus familiares más cercanos en grado de consanguinidad...

Para resaca de la buena, la victoria de la Selección Española de Fútbol en el reciente campeonato del mundo celebrado en Sudáfrica. Soy incapaz de ver un partido completo, de mi equipo de toda la vida, el Barcelona F.C., o de la Selección Española. ¡Me pueden los nervios, se me dispara la taquicardia, y me arranco las uñas a mordiscos!... Sólo enciendo la televisión cuando vamos ganando y faltan, a lo sumo, dos minutos para el final. Luego, eso sí, lloro a moco tendido viendo la alegría de esos jóvenes que no saben de banderías ni sectarismos, que juegan por lo que juegan, por dinero, claro, pero también por jugar, que es lo principal, por divertirse, por divertirnos y por alegrarnos, por hacernos felices durante unos efímeros momentos que ya nadie podrá quitarnos... Y por poder oír a mi nieto de tres años gritar delante del televisor ¡eepaña, eepaña, eepaña!, como si le fuera la vida en ello... Gracias de todo corazón por ofrecernos esos momentos de alegría compartida con tantos millones de aficionados y de españoles... 

De todo lo que se ha escrito sobre el partido me quedo, sin duda alguna, con el artículo de ese mismo domingo, horas antes de jugarse, que el escritor Javier Marías publicaba en el diario El País. Se titulaba "Hoy es solo hoy", y era una auténtica delicia, una premonición de lo que horas más tarde iba a producirse. Merece la pena que lo lean y lo disfruten, de verdad. Lo reproduzco más adelante. No dejen de visitar la sección de vídeos, con un adelanto de "Tremé" y de las mejores jugadas del Holanda-España en Sudáfrica. Les deseo la mayor felicidad del mundo. Tamaragua, amigos. HArendt








Cartel publicitario de Tramé





"HOY ES SÓLO HOY", por Javier Marías
 EL PAÍS  -  Deportes - 11-07-2010


La situación es tan insólita que ni siquiera sabemos bien cómo vivirla. Hace doce años, cuando el Real Madrid podía conquistar su séptima Copa de Europa, escribí aquí un artículo titulado "Hoy no sólo hoy", en el que decía que también era cada uno de los lejanos días de infancia en que mi equipo favorito había disputado el mismo título, con Di Stéfano, Zárraga, Puskas, Gento o Velásquez. Hoy, en cambio, no puede ser más que hoy, porque España jamás había aspirado a una Copa del Mundo, ni siquiera a una semifinal. Carecemos de referencias y, en contra de lo que es frecuente en el fútbol, no podemos apoyarnos en ninguna situación pasada que ni remotamente se le asemeje. Nuestros rivales sí, pues su inolvidable selección de 1974, con Cruyff a la cabeza, perdió inmerecidamente la Final de aquel año ante el anfitrión, Alemania, y, ya sin Cruyff, en 1978, volvió a perderla ante otro anfitrión, Argentina, y ante la dictadura militar de aquel país, que tanto manipuló su Mundial. Por eso se viene insistiendo en que el fútbol tiene una deuda con Holanda, que hoy por fin se saldará.

Lo lamento, pero no creo que vaya a ser esta la ocasión, precisamente por una cuestión de justicia: no sería justo que aquellos extraordinarios Cruyff, Neeskens, Rep, Rensenbrink, sigan si su título por toda la eternidad -así será en todo caso- y en cambio lo posean quienes no son sus herederos en el juego, aunque sí lo sean en la camiseta. Más herederos de su concepción del fútbol veo a sus rivales de hoy: Xavi, Iniesta, Villa, Ramos, Puyol, Piqué, Alonso, Casillas y demás. Si bien, desde mi memoria, éstos lo sean todavía más de otro equipo latino no lo suficientemente apreciado: la Italia de 1982, la de Paolo Rossi y Tardelli, que, si no dominaban el juego como la España actual, sí eran capaces de pasarse el balón cerca o dentro del área con las mismas precisión y fatalidad para el contrario. Ya lo ven: hay que buscar referencias ajenas porque no vislumbramos ninguna propia.

Quienes desdeñan el fútbol y lo ven como cosa de "hordas" no parecen haberse parado mucho a pensar en la alegría o tristeza desinteresadas que provoca en millones de personas a la vez. Que un equipo gane o pierda no nos va a cambiar a ninguno la vida: al que le vaya mal le seguirá yendo mal y el que sea feliz no verá mermada por una derrota su felicidad esencial. Nadie será más rico ni más pobre por eso, nadie saldrá del paro ni ingresará en él. Y sin embargo, en qué pocas ocasiones salta la gente de júbilo al mismo tiempo, o baja la cabeza con melancolía y dignidad. El efecto de la victoria o de la derrota no es duradero, digamos que se desvanece a las cuarenta y ocho horas. Más o menos como el efecto que nos produce la visión de una gran película, o la lectura de una deslumbrante novela, o escuchar una música sobrecogedora, o la contemplación de un cuadro turbador. Tampoco en el arte nos va ni nos viene, respecto a nuestra vida personal. Abrimos la cubierta de un libro, se apagan las luces de un teatro o de un cine, y sabemos que aquello no nos atañe de veras, que nos prestamos a una conversación. La emoción que experimentamos es también desinteresada, y la exultación o la desolación que sentimos a su término son sólo simbólicas, vicarias y artificiales, pero a veces más punzantes que las de la vida real. No podemos desdeñarlas.

Hoy nos espera lo uno o lo otro, exultación o desolación. Tengo para mí que será lo primero. Precisamente por carecer de referencias pasadas, España llega a esta Final con la confianza de los inocentes, que además de "libres de culpa", significa "que desconocen una cosa". Desconocemos esa alegría máxima e incluso su posibilidad, luego no podremos echarla de menos ni comparar con "aquella otra vez". También hay algo inocente en nuestros jugadores y en nuestro seleccionador: de hecho, Del Bosque resulta conmovedor en su honradez, en su modestia y en su educación. Él es el primero en saber que hoy es sólo hoy, que nunca ha habido un antes y que la alegría está intacta y nueva, todavía por estrenar.





 Javier Marias




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Vídeo: ¡España, campeona del Mundo!

Vídeo: Treme (HBO)

martes, 13 de julio de 2010

Gracias, y casi adiós...





Vicisitudes personales varias -todas lo son, ¡claro está!-, y un desencanto radical sobre la marcha de la "res publica", me llevan por respeto a mí mismo y a los lectores de este blog a plantearme su cierre definitivo. Me concedo de plazo hasta el próximo mes de septiembre. Gracias, y casi adiós... Sean felices a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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sábado, 19 de junio de 2010

Europa über allen



 El filósofo Platón





En 64 años de vida da tiempo para bastantes lecturas. ¿Cuántas?: la verdad es que no tengo ni la menor idea, y tampoco me preocupa. En una de las secciones del blog: "Mis autores y libros favoritos", tengo puestos algunos de ellos. Sólo una mínima parte de los que recuerdo con especial cariño. Sí sé, en cambio, cuál fue mi primer libro leído del que tengo recuerdo: "La isla del tesoro", de Robert Louis.Stevenson, cuando tenía ocho años, y cuál el último, éste releído: "Infierno", de Dante Alighieri, ayer mismo. También estoy seguro de cuál es el que más veces he releído: "La República", de Platón, tanto por placer como por obligaciones académicas.

Para algunos tratadistas, "La República" de Platón es un libro sobre el gobierno ideal de la "polis". Discrepo cordialmente de dicha opinión. Para mí, "La República", es un tratado sobre la educación; de los gobernantes de la "polis", eso sí, pero de educación, no de gobierno. La tesis central del libro es la de que los filósofos, educados conforme a los preceptos expuestos por Platón, son los que deben gobernar las ciudades-estados: los reyes-filósofos. Esa es la teoría, claro está, porque cuando Platón pretendió convertirla en práctica real en la ciudad-estado siciliana de Siracusa, se salvó por los pelos de acabar vendido como esclavo. Mi conclusión personal es la de que a los filósofos hay que escucharlos y leerlos siempre con respeto, pero seguir sus consejos es harina de otro costal.

Pero hay excepciones: como la de Jürgen Habermas (1929), también filósofo, y premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 2003. Con toda seguridad, uno de los más influyentes, sino el que más, de los filósofos vivos actuales. Y de los más leídos y escuchados. El pasado 23 de mayo publicó en el diario El País un artículo titulado "En el euro se decide el destino de la U.E.". Todo un lujo para el periódico, pero sobre todo para el lector, en el que analiza la crisis financiera que se ceba sobre los estados europeos y la propia Unión y las posibilidades de cohesión que sobre esa misma Unión desata. A pesar de ello, o quizá precisamente a causa de ello, es un texto eminentemente político, que ensalza las virtudes de una Unión más estrecha y de la necesidad de ir a un gobierno económico de Europa. Es un texto largo, pero no complejo. Se lee y se comprende con suma facilidad.

Un ejemplo: "Por lo que respecta a la doma del asilvestrado capitalismo financiero, nadie puede engañarse sobre la voluntad mayoritaria de las poblaciones. Por primera vez en la historia del capitalismo, en el otoño de 2008 sólo pudo salvarse la columna vertebral del sistema económico mundial, impulsado por los mercados financieros, gracias a las garantías de los contribuyentes. Y este hecho -que el capitalismo no pueda ya reproducirse por sus solas fuerzas- se ha fijado desde entonces en las conciencias de los ciudadanos que, como ciudadanos-contribuyentes, tuvieron que salir fiadores del fracaso del sistema.

Y una recomendación final: "En épocas de crisis, incluso los individuos pueden hacer historia. Nuestra enervada élite política, que prefiere seguir los titulares del Bildzeitung, no puede convencerse a sí misma de que son las poblaciones quienes impiden una unificación europea más profunda. Saben perfectamente que el retrato demoscópico de la opinión de la gente no es lo mismo que el resultado de la formación de una voluntad democrática deliberativamente constituida de los ciudadanos. Hasta hora, no ha habido en país alguno una sola elección europea o un solo referéndum en el que se haya decidido sobre algo que no sean temas y listas electorales nacionales. Sin mencionar siquiera la miopía nacional-estatal de la izquierda (y aquí no hablo sólo del partido alemán La Izquierda), hasta este momento todos los partidos políticos nos deben el intento de conformar políticamente la opinión pública mediante una Ilustración a la ofensiva. Con un poco de nervio político, la crisis de la moneda común puede acabar produciendo aquello que algunos esperaron en tiempos de la política exterior común europea: la conciencia, por encima de las fronteras nacionales, de compartir un destino europeo común."

¿Serán los gobiernos y los pueblos de Europa capaces de escucharle? Espero que sí, porque, al menos para mí, la esperanza se llama Europa: "Europa über alles".

En la sección de vídeos del blog he puesto una intervención en el Parlamento europeo del diputado verde Daniel Cohn-Bendit, del 18 de mayo, sobre la ayuda financiera a Grecia que me parece absolutamente ilustrativa. Les recomiendo que la vean, pero sobre todo, que lean el artículo de Habermas. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt





El filósofo Jürgen Habermas





"EN EL EURO SE DECIDE EL DESTINO DE LA U.E.", por Jürgen Habermas
 EL PAÍS  -  Internacional - 23-05-2010

Días decisivos: Occidente celebra el 8 de mayo y Rusia el 9 de mayo la victoria sobre la Alemania nacionalsocialista; también aquí, en Alemania, se habla de día de la liberación. Este año, las fuerzas de la alianza que lucharon contra Alemania (con la participación de una unidad polaca) celebraron conjuntamente un desfile de la victoria. En la Plaza Roja de Moscú Angela Merkel estaba justo al lado de Vladímir Putin. Su presencia confirmaba el espíritu de aquella nueva Alemania surgida en la posguerra, cuyas distintas generaciones no han olvidado que también fueron liberadas, a costa de los mayores sacrificios, por el Ejército ruso.

La canciller llegó desde Bruselas, donde había tratado de una derrota de un tipo completamente distinto. La imagen de la conferencia de prensa en la que se anunció la decisión de los jefes de Gobierno de la UE sobre el fondo de rescate común para contrarrestar los ataques al euro traicionaba la convulsa mentalidad no de aquella nueva Alemania, sino de la Alemania de hoy. La chirriante foto muestra las caras petrificadas de Merkel y Nicolas Sarkozy: unos jefes de Gobierno exhaustos que ya no tienen nada que decirse. ¿Acabará siendo esa foto el referente iconográfico del fracaso de una manera de ver Europa que ha marcado su historia durante más de medio siglo?

Mientras que en Moscú Merkel estaba a la sombra de la tradición de la antigua República Federal, este 8 de mayo pasado, en Bruselas, la canciller dejaba tras sí algo distinto: la lucha de semanas de una empedernida defensora de los intereses nacionales del Estado económicamente más poderoso de la UE. Apelando al ejemplo de la disciplina presupuestaria alemana, había bloqueado una acción conjunta de la Unión que habría respaldado a tiempo la credibilidad de Grecia frente a una especulación que buscaba la quiebra del Estado. Una serie de declaraciones de intenciones ineficaces había impedido una acción preventiva conjunta. Grecia como un caso aislado.

Hasta que no se ha producido la última conmoción bursátil, la canciller no ha cedido, ablandada por el masaje anímico colectivo del presidente de Estados Unidos, del Fondo Monetario Internacional y del Banco Central Europeo. Por temor a las armas de destrucción masiva de la prensa amarillista parecía haber perdido de vista la potencia de las armas de destrucción masiva de los mercados financieros. No quería de ninguna manera una eurozona sobre la que el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, pudiera decir al día siguiente: quien no quiera la unificación de las políticas económicas, debe olvidarse también de la Unión Monetaria.

La cesura. Desde entonces, todos los afectados empiezan a vislumbrar el alcance de la decisión que se tomó el 8 de mayo de 2010 en Bruselas. Las medidas de emergencia sobre el euro adoptadas de la noche a la mañana han tenido consecuencias distintas de las de todos los bail outs habidos hasta la fecha. Como ahora es la Comisión quien suscribe los créditos en los mercados representando a la Unión Europea en su conjunto, este mecanismo de crisis se ha convertido en un instrumento de comunidad que transforma las bases económicas de la Unión Europea.

El hecho de que a partir de ahora los contribuyentes de la zona euro avalen solidariamente los riesgos presupuestarios del resto de los Estados miembros supone un cambio de paradigma. Se ha tomado conciencia así de un problema reprimido desde hacía mucho tiempo. La crisis financiera, amplificada a crisis de Estado, nos trae el recuerdo de los errores originales de una Unión Política incompleta que se ha quedado a mitad de camino. En un espacio económico de dimensiones continentales, sumamente poblado, surgió un Mercado Común con una moneda parcialmente común, sin que al mismo tiempo se introdujeran competencias que sirvieran para coordinar eficazmente las políticas económicas de los Estados miembros.

Hoy ya nadie puede rechazar de plano, calificándola de irrazonable, la exigencia formulada por el presidente del Fondo Monetario Internacional de un "gobierno económico europeo". Los modelos de una política económica "conforme a las reglas" y de un presupuesto "disciplinado", según lo establecido en el Pacto de Estabilidad, no están a la altura de los desafíos de una adaptación flexible a constelaciones políticas en rápida transformación. Claro que hay que sanear los presupuestos nacionales. Pero no se trata únicamente de las trapacerías griegas o de las ilusiones de bienestar españolas, sino de una equiparación político-económica de los niveles de desarrollo dentro de un espacio monetario con economías nacionales heterogéneas. El pacto de Estabilidad, que precisamente Francia y Alemania tuvieron que dejar en suspenso en 2005, se ha convertido en un fetiche. No bastará con endurecer las sanciones para equilibrar las consecuencias no deseadas de la deseada asimetría entre la completa unificación económica de Europa y su incompleta unificación política.

Incluso la sección de Economía del Frankfurter Allgemeine Zeitung considera que "la unión monetaria está en la encrucijada". El periódico atiza con un escenario de horror la nostalgia por el marco alemán en contra de los "países con monedas débiles", mientras que una amoldable canciller habla repentinamente de que los europeos deben buscar "una mayor integración económica y financiera". Pero no hay, a lo ancho y a lo largo, huella alguna de la conciencia de una profunda cesura. Unos confunden la conexión causal entre la crisis del euro y la crisis bancaria y apuntan exclusivamente el desastre a la falta de disciplina presupuestaria. Otros se afanan denodadamente en reducir el problema de la falta de coordinación entre las políticas económicas nacionales a una mera cuestión de mejora de la gestión.

La Comisión Europea quiere que el fondo de rescate, de duración limitada, se mantenga a largo plazo, además de inspeccionar los planes presupuestarios nacionales, incluso antes de que estos se hayan sometido a los parlamentos nacionales. No es que estas propuestas sean descabelladas. Pero es una falta de vergüenza sugerir que semejante intervención de la Comisión en el derecho presupuestario de los parlamentos no tocaría los tratados y no aumentaría de forma inaudita el déficit democrático que se arrastra desde hace tanto tiempo. Una coordinación eficaz de las políticas económicas debe conllevar un reforzamiento de las competencias del Parlamento de Estrasburgo; también planteará, en otros ámbitos políticos, la necesidad de una mejor coordinación.

Los países de la zona euro se enfrentan a la alternativa entre una profundización de la cooperación europea y la renuncia al euro. No se trata de la "vigilancia recíproca de las políticas económicas" (Trichet), sino de una actuación común. Y la política alemana está mal preparada para esto.

Cambio generacional y nueva indiferencia. Tras el Holocausto, hicieron falta esfuerzos de décadas -desde Adenauer y Heinemann, pasando por Brandt y Helmut Schmidt, hasta Weizsäcker y Kohl- para el retorno de la República Federal al círculo de las naciones civilizadas. No bastaba con la astuta táctica marcada por el ministro de Exteriores, Hans Dietrich Genscher, de orientarse a Occidente por razones de oportunidad. Era precisa una transformación, infinitamente trabajosa, de la mentalidad de toda la población. Lo que acabó por propiciar un talante conciliador en nuestros vecinos europeos fueron, en primer término, la transformación de las convicciones normativas y el cosmopolitismo de las generaciones más jóvenes, crecidas en la República Federal. Y, naturalmente, en la actividad diplomática marcaron la pauta las convicciones creíbles de los políticos en activo durante aquella época.

El manifiesto interés de los alemanes por una unificación europea pacífica no era suficiente para desactivar la desconfianza hacia ellos, históricamente fundamentada. Los alemanes occidentales parecían conformarse con la división nacional. A ellos, con el recuerdo de sus excesos nacionalistas, no habría de resultarles difícil renunciar a la reivindicación de sus derechos de soberanía, asumir en Europa el papel del principal contribuyente neto y, si hacía falta, adelantar créditos que, en cualquier caso, redundaban en beneficio de la República Federal. El compromiso alemán, para ser convincente, tenía que tener un arraigo normativo. Jean-Claude Juncker ha descrito bien esa prueba de esfuerzo cuando, en alusión al frío cálculo de intereses de Angela Merkel, echaba en falta la disposición a "aceptar riesgos en la política interna en pro de Europa".

La nueva intransigencia alemana tiene raíces profundas. Ya con la reunificación se transformó la perspectiva de una Alemania que había crecido y se ocupaba de sus propios problemas. Más importante fue la quiebra de las mentalidades que se produjo tras la marcha de Helmut Kohl. Con la excepción de un Joschka Fischer prematuramente agotado, desde la toma de posesión de Gerhard Schröder gobierna una generación normativamente desarmada que permite que una sociedad cada vez más compleja le imponga un trato cortoplacista con los problemas del día a día. Consciente de la reducción de los márgenes de juego político, renuncia a fines y a intenciones de transformación política, por no hablar de un proyecto como la unificación de Europa.

Hoy las élites alemanas disfrutan de una recuperada normalidad nacional estatal. Al final de un largo camino hacia Occidente han adquirido su certificado de madurez democrática y pueden volver a ser como los demás. Ha desaparecido aquella nerviosa disposición a acomodarse con mayor prontitud a la constelación posnacional de un pueblo vencido también moralmente y obligado a la autocrítica. En un mundo globalizado todos deben aprender a incorporar a la propia perspectiva la de los otros, en vez de retraerse a la mezcla egocéntrica de esteticismo y optimización del beneficio. Un síntoma político del retroceso de la disposición a aprender son las sentencias sobre los tratados de Maastricht y Lisboa del Tribunal Constitucional alemán, que se aferran a superados dogmatismos jurídicos relativos a la soberanía. La mentalidad del ensimismado coloso centroeuropeo, que gira en torno a sí misma y que carece de ambición normativa, ya no es ni siquiera garantía de que la Unión Europea se mantendrá en su tambaleante status quo.

La adormecida conciencia de crisis. Cambiar de mentalidad no es razón alguna para hacer reproches; pero la nueva indiferencia tiene consecuencias para la percepción política del desafío actual. ¿Quién está realmente dispuesto a sacar de la crisis bancaria aquellas conclusiones que la cumbre del G-20 de Londres plasmó en bellas declaraciones de intenciones... y a luchar por ellas?

Por lo que respecta a la doma del asilvestrado capitalismo financiero, nadie puede engañarse sobre la voluntad mayoritaria de las poblaciones. Por primera vez en la historia del capitalismo, en el otoño de 2008 sólo pudo salvarse la columna vertebral del sistema económico mundial, impulsado por los mercados financieros, gracias a las garantías de los contribuyentes. Y este hecho -que el capitalismo no pueda ya reproducirse por sus solas fuerzas- se ha fijado desde entonces en las conciencias de los ciudadanos que, como ciudadanos-contribuyentes, tuvieron que salir fiadores del fracaso del sistema.

Las exigencias de los expertos están sobre la mesa. Se está hablando sobre el aumento de los fondos propios de los bancos, una mayor transparencia para las actuaciones de los fondos especulativos de inversión, la mejora de los controles de las bolsas y las agencias de calificación de riesgos financieros, la prohibición de instrumentos especulativos llenos de imaginación pero dañinos para las economías nacionales, la imposición de una tasa a las transacciones financieras, el reforzamiento de las provisiones bancarias, la separación de la banca de inversión y comercial o la disgregación preventiva de los complejos bancarios demasiados grandes para caer. En la cara de Josef Ackermann, presidente del Deutsche Bank y astuto lobbista mayor de la banca alemana, se reflejaba un cierto nerviosismo cuando la periodista televisiva Maybrit Illner le daba a elegir entre algunos de estos "instrumentos de tortura" de los legisladores.

No es que la regulación de los mercados financieros sea tarea sencilla. Para llevarla a cabo también se requiere, sin duda, el conocimiento especializado de los banqueros más taimados. Pero las buenas intenciones fracasan no tanto por la complejidad de los mercados como por la pusilanimidad y falta de independencia de los Gobiernos nacionales. Fracasan por una apresurada renuncia a una cooperación internacional que se ponga como fin el desarrollo de las capacidades de actuación políticas de las que se carece... y ello en todo el mundo, en la Unión Europea y en primerísimo lugar dentro de la zona euro. En el asunto de la ayuda a Grecia, los negociantes y especuladores en divisas creyeron antes el hábil derrotismo empresarial de Ackermann que la tibia aprobación de Merkel al fondo de rescate del euro; realmente, no tienen confianza alguna en la decidida disposición a cooperar de los países de la zona euro. ¿Cómo podrían ser de otra manera las cosas en una Unión que derrocha sus energías en peleas de gallos para llevar a las figuras más grises a los cargos más influyentes?

En épocas de crisis, incluso los individuos pueden hacer historia. Nuestra enervada élite política, que prefiere seguir los titulares del Bildzeitung, no puede convencerse a sí misma de que son las poblaciones quienes impiden una unificación europea más profunda. Saben perfectamente que el retrato demoscópico de la opinión de la gente no es lo mismo que el resultado de la formación de una voluntad democrática deliberativamente constituida de los ciudadanos. Hasta hora, no ha habido en país alguno una sola elección europea o un solo referéndum en el que se haya decidido sobre algo que no sean temas y listas electorales nacionales. Sin mencionar siquiera la miopía nacional-estatal de la izquierda (y aquí no hablo sólo del partido alemán La Izquierda), hasta este momento todos los partidos políticos nos deben el intento de conformar políticamente la opinión pública mediante una Ilustración a la ofensiva.

Con un poco de nervio político, la crisis de la moneda común puede acabar produciendo aquello que algunos esperaron en tiempos de la política exterior común europea: la conciencia, por encima de las fronteras nacionales, de compartir un destino europeo común.





El diputado europeo Daniel Cohn-Bendit






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viernes, 18 de junio de 2010

Dudas y perplejidades


 
 El escritor Jorge Semprún



 "Un pensamiento que estuviera centrado sobre la certeza absoluta de sus propios postulados, de sus propios puntos de partida, no sería, verdaderamente, un pensamiento. Se limitaría a ser un discurso monolítico, un monólogo dogmático". La frase anterior la pronunció recientemente el escritor y comprometido intelectual de izquierdas, Jorge Semprún, ministro de Cultura (1988-1991) en el gobierno de Felipe González. La cita es de la profesora de la Universidad Autónoma de Madrid, Carmen Mata, que escribe un artículo en El País en torno a la importancia que para un intelectual que se precie supone su capacidad de duda y perplejidad.

Yo no me atrevería a calificarme, ni por asomo, como intelectual, pero como ser pensante (ya saben: "cogito ergo sum", que dijo Descartes), confieso compartir esa sensación de duda y perplejidad en la que se encuentran sumidos buena parte de los españoles ante el viraje que en cuestión de días ha dado el presidente Rodríguez Zapatero a su política económica y social.

Me gustaría haber comenzado este comentario con un escueto "Como decíamos ayer..." El mismo con el que Fray Luis de León volvió a su aula de la Universidad de Salamanca en diciembre de 1574 después de pasar tres años como inquilino, forzoso, de las prisiones de la Inquisición. Pero no me ha sido posible. Llevo tres semanas debatiéndome entre la duda y la perplejidad, y eso que no he leído la "Guía de Perplejos" (1190 d.C) del filosófo judeo-andalusí Maimónides. De ahí mi silencio en el Blog, y lo que temo que me queda..., pero me alegra no tener la firmeza de convicciones de que hacen gala la derecha española y la gran patronal, por un lado, y una parte de la izquierda política y sindical, por otro. Mi impresión personal es que, por fin, ahora, estamos en el buen camino. Como siempre, sé que voy contra-corriente, en el bando de los perdedores, y tocándole las pelotas a lo políticamente correcto, pero..., ¡qué le vamos a hacer; cada uno es como es...! Nos vemos. Sean felices, por favor, Tamaragua, amigos. HArendt





Fray Luis de León (Universidad de Salamanca)
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viernes, 21 de mayo de 2010

El Apocalipsis, según el PP

Rajoy, por Forges



"Revelación de Jesucristo: se la concedió Dios para manifestar a sus siervos lo que ha de suceder pronto; y envió a su ángel para dársela a conocer a su siervo Juan, el cual ha atestiguado la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo: todo lo que vio. Dichoso el que lea y los que escuchen las palabras de esta profecía y guarden lo escrito en ella, porque el Tiempo está cerca". (Apocalipsis: Juan, 1,1-3. Nueva Biblia de Jerusalén, Desclée de Brouwer, Bilbao, 1998).

Sustituyan Jesucristo por Rajoy, Dios por Aznar, el ángel por Cospedal, y a Juan por Montoro, y ya tendrán claro el escenario apocalíptico que el PP nos anuncia. ¿Comprenden ahora porqué terminaba mi comentario de ayer como lo terminaba? No soy el único que piensa así sobre la particularísima manera de hacer oposición del PP, que traducida al román paladino sería la del "cuánto peor, mejor". Lo de mejor para ellos, lo ignoro, y la verdad, me importa un huevo y la mitad del otro; lo de peor para todos, si que me preocupa.

También le preocupa al catedrático de sociología de la Universidad Complutense de Madrid y de la Universidad Libre de Berlín, Ignacio Sotelo, que deja testimonio de esa preocupación en un desasosegante artículo que hoy publica en el diario El País, titulado "Ponerse en lo peor".

El profesor Sotelo, como otros muchos expertos, se muestra convencido de que antes o después saldremos de la crisis, gracias entre otras cosas a la fortaleza de la Unión Europea. La cuestión, dice, es cuándo y en qué condiciones, pero que en todo caso, añade, nos espera una década de crecimiento muy bajo y una alta tasa de desempleo que puede llevarnos a una peligrosa deriva social y política si no se ataja entre todos. Y a todas esas, el PP, ni está ni se le espera...

Les dejo con la lectura del artículo del profesor Sotelo. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



  

Rajoy, por Peridis





"Ponerse en lo peor", por Ignacio Sotelo
EL PAÍS  -  Opinión - 21-05-2010

El espectáculo que ofrece el primer partido de la oposición, empeñado obsesivamente en que el Gobierno nos lleva a la catástrofe, tanto si pretende salir de la crisis salvando el Estado social como si se ve obligado a cuestionarlo, coloca a la sociedad en estado de pánico permanente, con lo que, además de echar leña al fuego de la especulación internacional, se muestra dispuesto, con tal de que caiga Zapatero, a propiciar el mayor desastre.

Y lo hace, claro está, sin mencionar las medidas concretas, y de estas se trata, que pondría en marcha si llegara a gobernar. Sabe que si las hiciera públicas perdería las elecciones, y siempre podrá alegar que la herencia que dejaron los socialistas exige las medidas drásticas que seguro luego tomará. En estas circunstancias, ponerse en lo peor, aunque sea como mero ejercicio dialéctico, podría interpretarse como una invitación al suicidio colectivo.

En tiempos revueltos parece de sentido común el que tanto desde el banco azul como desde la oposición se dé cuenta de la situación con un mismo lenguaje claro, pero evitando esparcir alarmas que minen la concordia indispensable para enfrentarse juntos a las dificultades sobrevenidas. En tiempos de hondo malestar la oposición está obligada a colaborar con el Gobierno en la búsqueda de una pronta salida; cuando las aguas vuelvan a su cauce ya habrá ocasión de que cada cual presente propuestas alternativas.

Durante la II Guerra Mundial los laboristas supieron colaborar lealmente con los conservadores, actitud que, pese al enorme prestigio de Churchill, les llevó al poder en 1945. El electorado suele recompensar al partido que muestra que le importa más el bien de la nación que el suyo propio. Cuando la coyuntura aprieta no vale echarse mutuamente la culpa, o denigrar al contrario como si fuese la catástrofe personificada, sino que es el momento de encontrar una salida conjunta. De que no haya ocurrido así son responsables, con alguna excepción como la de CiU, en mayor o menor medida toda la clase política, pero muy en especial el PP.

¿Rige acaso la misma norma para el ciudadano? ¿Los medios deben renunciar también a discutir salidas diferentes de la crisis, ocultando los peligros que nos amenazan? Si a los políticos corresponde actuar conjuntamente, sin embarullarse en discusiones infinitas -la sorpresa suele ser el mayor factor del éxito, y ya habrá tiempo de dar explicaciones- en cambio toca a la sociedad discutir a fondo la situación, ofreciendo distintas soluciones acorde con la multiplicidad de intereses. En democracia son los ciudadanos los que plantean las alternativas y las instituciones las que toman decisiones que no pueden distanciarse mucho de las opiniones dominantes.

Lo que sigue no es más que una construcción arbitraria que vincula una catástrofe a la otra, como si cayeran en ristra las fichas del dominó. Cierto que no es probable que se concatene una desgracia a la otra, pero en la sociedad de alto riesgo en que vivimos hay que estar preparado para responder a los peores desastres. Condición de supervivencia es imaginar peligros y tener preparadas las respuestas adecuadas.

Partamos de lo más seguro, y es que antes o después saldremos de la crisis: la cuestión es cuándo y en qué condiciones. Está agotado el modelo productivo en torno al turismo y el ladrillo -aunque continuará formando una buena parte de nuestro PIB- y sufriremos la deslocalización de la industria, piénsese en la automovilística, como el resto de Europa.

Habrá que inventar un modelo de más alta productividad, probablemente en torno a las técnicas de comunicación, la energía limpia, el sector agrario, con especial desarrollo de la industria alimenticia y otros sectores en los que podamos encontrar un hueco en un mundo globalizado. Pero su puesta en marcha exigirá bastante tiempo, si es que logramos salir del bache en educación que, además de los recursos financieros, depende de factores sociales y culturales muy difíciles de calibrar.

El pronóstico que se hace, más fuera que dentro, es que España tiene por delante al menos una década de crecimiento muy bajo y una alta tasa de desempleo.

¿Cómo reaccionará la sociedad a este frenazo, después de dos decenios de crecimiento y de relativo bienestar, en los que los españoles han pasado de tener que emigrar a recibir en los últimos años cuatro millones de inmigrantes? ¿Aumentará la xenofobia al ritmo que han aumentado los canales televisivos de derecha? ¿Se logrará volcar a los sectores sociales más desposeídos contra los sindicatos y los partidos de izquierda, sobre los que se cargaría la responsabilidad de lo que acontece? ¿Cómo responderá el nacionalismo, que en Cataluña y el País Vasco tiene el terreno muy bien abonado, a un largo estancamiento?

 Únase esta paralización económica, con todas sus tensiones y secuelas sociales, a un nacionalismo que transporta la idea de que los males los causa España y la solución es la independencia de las "naciones sometidas", y especúlese con lo que podría ocurrir en tiempos de las vacas flacas.

Quedarán de manifiesto los altísimos costes de que se haya deslavazado el Estado, que con tanto esfuerzo habíamos empezado a construir en la segunda mitad del siglo XIX y primera del XX. Cierto que siempre había sido bastante débil, como muestran los índices de analfabetismo, causa principal de que, a diferencia de Francia, Alemania y Reino Unido, en la Península Ibérica se haya conservado el plurilingüis-mo. El que el Estado de las Autonomías haya marchado en los últimos 30 años aceleradamente hacia una confederación, alejándose cada vez más de un Estado federal, podría pagarse, en tiempos de estancamiento, a un precio altísimo.

¿Cómo reaccionaría el resto de España a una eventual ruptura de la unidad nacional? No cabe descartar que trajera consigo el fin de la monarquía. Ahora bien, esa tercera república con la que hoy sueña un grupo cada vez más nutrido de españoles, para una mayor frustración, podría ser obra de la derecha nacionalista más insolidaria. La república que a partir de la ruptura nacional se percibe en el horizonte quedaría en manos de una derecha supernacionalista que habría echado la culpa de la debacle a la "monarquía parlamentaria" con su Estado de las Autonomías.

Tómense estas reflexiones como lo que son, una pesadilla en una mala noche, pero en ningún caso se echen en saco roto. Sin entregarse a ningún fatalismo -el futuro que nos aguarda lo hacemos nosotros- hay que estar preparados para lo peor, buscando con sosiego puertas de escape. Y en cuanto inquiramos una tabla de salvación, se impone la conocida fórmula: España es el problema y Europa la solución.

El hecho nuevo en que basamos nuestra esperanza de que la historia no se repita es que estamos en la Unión Europea. Por fuertes que sean los envites contra el euro, podemos confiar en que la moneda común prevalezca, participando poco a poco del empuje que nuestros socios más fuertes inyecten en la economía europea.

Cabe razonablemente esperar que salgamos del atolladero en que la Unión se encuentra desde la ampliación, y que avancemos por fin en la construcción europea, conscientes de lo que sería de cada uno de nosotros si esta nos fallase. La crisis ha hecho evidente lo que realmente significa una Europa unida y no me cabe la menor duda de que al final saldrá robustecida.





El profesor Ignacio Sotelo



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jueves, 20 de mayo de 2010

La democracia, según Popper



El filósofo Karl Popper





Sobre Karl Popper (1902-1994), filósofo y sociólogo político británico de origen austríaco, he escrito en ocasiones anteriores en este blog. Especialmente de una de sus obras principales: "La sociedad abierta y sus enemigos" (Paidós, Barcelona, 2006). Escrita en 1945 durante su forzado exilio en Nueva Zelanda, trata en ella, como más tarde lo hará la también filósofa y teórica de la política norteamericana de origen alemán, Hannah Arendt, sobre los orígenes de los totalitarismos que asolaron el siglo XX: especialmente el comunismo y el nacional-socialismo.

Para el profesor José Sánchez-Alarcos, comentarista de la obra de Popper, la tesis central de "La  sociedad abierta y sus enemigos" es la de que el origen de los totalitarismos radica en la superstición de ciertas ideologías que parten de dos falsedades relacionadas: primero, que la historia se mueve en una dirección de acuerdo con leyes naturales y, segundo, que ellos, los ideólogos, conocen esa dirección. A partir de esas certezas, basadas en el determinismo histórico, se construye la utopía: dotados de esa tremenda información, se edifica un mundo maravilloso en el que los seres humanos serán felices porque el modelo de sociedad se adapta milimétricamente al sentido natural de la historia. Obviamente, quien se oponga a la construcción de esa sociedad perfecta, una sociedad cerrada que remite a la tribu, puede ser considerado un canalla y debe ser extirpado invocando razones morales, como ha sucedido en todos los Estados totalitarios.

Enemigo declarado de las utopías políticas, y por ende, de las ideas expuestas en la "República", de Platón, primer gran modelo utópico de Occidente cuya influencia, dice el profesor Sánchez-Alarcos, aún perdura, Popper manifiesta su certeza de que la salvaguarda de la libertad y del progreso están precisamente en sociedades abiertas en las que las personas deciden con sus acciones el curso de la historia, porque ni hay sociedades perfectas ni, por lo tanto, un camino ideal para alcanzar lo que solo existe en la imaginación de unos pensadores trasnochados.

De Popper escribía también hace unos días en el diario La Vanguardia, el periodista y columnista político Luís Foix, en un interesante artículo que reproduzco más adelante, titulado "Hereu se despeña". Comentaba en él el estruendoso fracaso de la consulta popular promovida por el consistorio barcelonés llamando a los ciudadanos a decidir sobre las posibles opciones para remodelar la Vía Diagonal de la capital catalana, y concluía su artículo, en el que augura el fín de la hegemonía socialista en el Ayuntamiento de Barcelona a causa del patinazo político de su alcalde, con una cita de Popper que dice que "la democracia no consiste en designar gobiernos sino en echarlos".

No puedo estar sino en completo acuerdo con Foix, y por supuesto con Popper, de quien recuerdo otra frase de la que no puedo precisar la fuente, que venía a decir que en las sociedades democráticas consolidadas, los ciudadanos, cuando ejercen su derecho de voto, no pretenden tanto elegir a un determinado gobierno, como impedir que lleguen a él (al gobierno) otros.

Nunca discuto ni pongo en cuestión lo que votan mis conciudadanos. Me podrá gustar más, gustar menos o no gustar nada, pero es su derecho y su decisión, y eso es lo fundamental para mí, pero les aseguro que viendo y oyendo a las señoras Cospedal y Saénz de Santamaría, o a los señores Aznar, Arenas, Montoro, Trillo o Rajoy, yo tengo clarísimo por quién voy a votar, aunque sea tapándome la nariz...

He puesto en la sección de videos uno con la lectura  de la famosa alegoría de "la caverna", incluida  en La República, de Platón. Espero que les resulte interesante. Sean felices. Tamaragua, amigos. HArendt







Portada de "La Sociedad abierta y sus enemigos"







"HEREU SE DESPEÑA", por Lluís Foix
Blog "El día después" - La Vanguardia, 16/05/2010

Desde que Obama ganara las elecciones en noviembre de 2008, las urnas van tumbando a gobiernos nacionales, autonómicos y locales. No recuerdo un caso de elecciones ganadas por partidos que estaban en el gobierno desde que la crisis económica sembró la inquietud y el temor en todo el mundo.

Esta semana los laboristas han abandonado el poder en Gran Bretaña después de trece años al frente del gobierno. En Francia, el partido de Sarkozy ha recibido castigos en las regionales que las ha ganado el partido socialista. Los italianos dieron la victoria a la alianza de Berlusconi pero fueron los de la Lega Norte los que ganaron en las principales regiones del norte, tradicionalmente feudos de la izquierda

Se avecinan cambios en Holanda, en Hungría ha aparecido la derecha extrema tras diez años de socialdemocracia. La señora Merkel ha perdido en el land de Renania Westalia del Norte, el land más poblado de Alemania. La crisis va expulsando a los gobiernos que no han podido ni han sabido dar respuestas a las preocupaciones más inmediatas de los ciudadanos.

Una convulsión económica como la que está recorriendo el mundo libre tiene consecuencias políticas inevitables. Ocurrió en los años treinta del siglo pasado y se repitió en la crisis de los años noventa.

En estas, se le ocurre al alcalde Hereu convocar una consulta sobre las distintas opciones para remodelar la Diagonal de Barcelona. Ha sido un fiasco. Ni siquiera el 13 por ciento de los barceloneses se han molestado en votar, a pesar de las posibilidades de emitir el voto por Internet. De los que han votado, casi un 80 por ciento se han pronunciado por la opción no aconsejada por el ayuntamiento de Hereu. Ha rodado la primera cabeza política, la de su brazo derecho y responsable de la consulta, en espera de que la consulta cause una crisis política en el consistorio barcelonés.

No entiendo cómo el alcalde Hereu haya podido leer tan malamente los signos de los tiempos y de la historia. No sé si se puede aplicar aquella sentencia de Talleyrand, el incombustible sobreviviente de la Revolución Francesa, cuando dijo que "es peor que un crimen, es un error". ¿Cómo no se ocurrió a Hereu que los barceloneses tenemos prioridades más perentorias que el futuro diseño de la Diagonal?

Todos los gobiernos, desde Felipe II hasta George Bush, han sabido lo que no se debía hacer y, sin embargo, lo hicieron. Fueron arrastrados por la "ingratitud" que se apodera de los pueblos cuando no están de buen humor y desconfían de sus gobernantes. Hereu ha perdido algo más importante que una consulta popular. Puede haber perdido la alcaldía que ha estado en manos de los socialistas desde hace más de treinta años. Popper decía que la democracia no consiste en designar gobiernos sino en echarlos.






El periodista Lluís Foix







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"Pues, tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
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miércoles, 19 de mayo de 2010

Jurisprudencia constitucional






















Creo que lo escribe con excesiva vehemencia, pero que no deja de tener buena parte de razón. Me refiero al artículo que en el diario El País publica hoy miércoles el abogado José María Ruiz Soroa, titulado "Democracia ramplona", sobre las críticas, a su juicio infundadas, que se formulan a la labor del Tribunal Constitucional como garante de los derechos y libertades de los españoles que la Constitución establece. En particular y sobre todo, a partir del interminable proceso de examen del Estatuto de Cataluña.

Dice Ruiz Soroa que hay dos formas de criticar el funcionamiento, incluso la existencia, de un Tribunal Constitucional. La primera, la de aquellos que argumentan que la capacidad de un pueblo para autogobernarse no puede estar limitada por unos textos constitucionales más o menos rígidos y heredados de generaciones pasadas. Y menos aún por unos tribunales que imponen su opinión elitista y técnica a los representantes de la ciudadanía e invalidan o recortan las leyes por estos aprobadas. Para estos autores, dice, nuestras actuales democracias constitucionales son "democracias paternalistas" (Waldrom) o "democracias jibarizadas" (Sánchez Cuenca), que tratan al ciudadano como a un ser precisado de muletas para desempeñarse en la vida pública. Es muy discutible, concluye, pero es una opinión razonada.

La polémica viene de antiguo, sobre todo a partir de los años 30 del pasado siglo, y se hizo patente en la confrontación que llevaron a cabo dos grandes juristas: el austriaco Hans Kelsen y el alemán Carl Schmitt, sobre "quién debe ser el defensor de la Constitución". Ya la he tratado anteriormente en el blog, y allí me remito.

La segunda, siempre a juicio del autor del artículo, es la de aquellos que aun teniendo a la vista que el Tribunal Constitucional ya había acordado en su sentencia nonata de hace unas semanas la inconstitucionalidad de una veintena de artículos del Estatuto, algo en lo "que todos sus miembros estuvieron de acuerdo", añade, han emprendido una campaña desaforada para sacarlo adelante pese a quien pese. Supongo, aunque no lo dice, que se refiere a los partidos que han promovido el reciente acuerdo del Parlamento de Cataluña en defensa del actual texto estatutario y solicitando la modificación de la ley del Tribunal Constitucional.

Desde mi atalaya de mero espectador y seguidor interesado de la jurisprudencia de nuestro Tribunal Constitucional, comparto con el señor Ruiz Soroa su opinión de que la labor del Tribunal ha sido, en cuanto a la salvaguardia de los derechos y libertades de los españoles se refiere, a pesar de algunas excepciones de interpretación que ahora no vienen al caso, absolutamente positiva. Dicho lo cual, reitero dos cuestiones que están en la mente de todos y que nuestro articulista no menciona: a) es absolutamente injustificable que una sentencia sobre la constitucionalidad de una ley, sea ésta de la complejidad que sea, lleve más de tres años sin resolverse; y b) es absolutamente injustificable que la renovación de aquellos de sus miembros que han cumplido su mandato se prorrogue indefinidamente por la imposibilidad de acuerdo entre los dos grandes partidos nacionales.

De la primera cuestión los únicos responsables son los propios miembros del Tribunal; de la segunda, los únicos responsables son el partido popular y el partido socialista. Como obligar a estos últimos a un ejercicio de responsabilidad resulta poco menos que una utopía, me pregunto: ¿por qué no dimiten en pleno los miembros del Tribunal Constitucional forzando así su renovación? 

He puesto en la cabecera del blog la milenaria y venerada imagen de la lechuza de Atenea, diosa de la Sabiduría, a ver si nos ilumina en estos momentos de tribulación.  Y en la sección de vídeos, uno sobre el homenaje tributado el pasado mes de enero por la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), mi alma máter, al que fuera primer presidente del Tribunal Constitucional, el profesor Manuel  García Pelayo. Espero que les resulte interesante Sean felices. Tamaragua, amigos. HArendt

 





María Emilia Casas, presidenta del Tribunal Constitucional




 
"¿DEMOCRACIA RAMPLONA?", por José María Ruiz Soroa
EL PAÍS  -  Opinión - 19-05-2010

Escuchamos hoy un confuso discurso sobre la democracia que, en nombre del principio de autogobierno de los ciudadanos, clama contra el hecho de que un reducido colegio de jueces pueda poner su particular opinión por encima de la voluntad de los representantes de esos ciudadanos en los parlamentos, por encima incluso de la voluntad expresada en referéndum por los mismos ciudadanos catalanes. En este discurso se mezclan respetables posturas de principio con un craso oportunismo sectario que pretende vestir con ropajes democráticos lo que es sólo un interés, el de que una determinada ley (el Estatut, se entiende) salga adelante a costa de todo.

Principios defienden aquellos autores que argumentan que la capacidad de un pueblo para autogobernarse no puede estar limitada por unos textos constitucionales más o menos rígidos y heredados de generaciones pasadas. Y menos aún por unos tribunales que imponen su opinión elitista y técnica a los representantes de la ciudadanía e invalidan o recortan las leyes por estos aprobadas. Para estos autores, nuestras actuales democracias constitucionales son "democracias paternalistas" (Waldrom) o "democracias jibarizadas" (Sánchez Cuenca), que tratan al ciudadano como a un ser precisado de muletas para desempeñarse en la vida pública. Es muy discutible, pero es una opinión razonada.

Intereses defienden en cambio quienes, a la vista de la ya probada inconstitucionalidad del Estatut (puesta de relieve inapelablemente en la última sesión del Tribunal Constitucional, TC, en la que todos sus miembros estuvieron de acuerdo en que como mínimo una treintena de preceptos del Estatut eran inconstitucionales), han emprendido una campaña desaforada para sacarlo adelante pese a quien pese.

A estos muñidores del democratismo radical -sección catalana- se les puede cuestionar su sinceridad democrática. Y su propia lógica. Por una sencilla razón: porque el rendimiento empírico de nuestra justicia constitucional no avala en absoluto sus impostadas quejas, sino más bien todo lo contrario. Es decir, que cuando este TC ha invalidado leyes aprobadas por la soberanía popular (y lo ha hecho varias veces), nunca ha sido para disminuir el autogobierno de los ciudadanos, sino para ampliarlo. Y sobran ejemplos.

Cuando el TC invalidó por inconstitucional la Ley de Seguridad Ciudadana o de la patada en la puerta, ¿no incrementó nuestros derechos ciudadanos? Cuando el TC rechazó el decreto ley antiterrorista, ¿protegió o limitó nuestros derechos? Cuando declaró inconstitucional la Ley de Enjuiciamiento Criminal y prohibió que el juez instructor fuera también el juez sentenciador, o vetó los juicios sin noticia previa, ¿nos trató como a menores de edad? Cuando el TC invalidó las limitaciones de derechos a los inmigrantes contenidas en sucesivas leyes de inmigración socialista y popular, ¿de verdad que jibarizó nuestra democracia? ¿O más bien la amplió un poco más?

Seamos serios: la ejecutoria de nuestro TC no recuerda para nada la del Tribunal Supremo de Estados Unidos del primer tercio del siglo XX, aquel tribunal que hizo un uso abusivo de ciertas cláusulas constitucionales para invalidar así cualquier legislación progresiva en materias sociales o económicas, llegando a provocar la directa amenaza de Roosevelt de reformarlo si no modificaba su actitud. Ningún tribunal constitucional europeo, desde la posguerra en adelante, se ha significado por funcionar como un reductor de autogobierno, sino todo lo contrario, como un potenciador de democracia. ¿A qué viene entonces este súbito ataque de esencialismo democrático en su contra?

Pero si hay un ejemplo patente de la contradicción flagrante en que caen los demócratas radicales -sección catalana- es el que proporciona la sentencia del Tribunal de 13/08/1983, que invalidó una Ley Orgánica aprobada con los votos de una supermayoría de representantes del pueblo en el Congreso y el Senado, en concreto la Ley Orgánica 30/06/1982. Aquella norma rechazada se llamaba (¿recuerdan?) "Ley Orgánica para la Armonización del Proceso Autonómico" y fue recurrida ante el Tribunal por los partidos nacionalistas, que alegaban que congelaba y reconducía el desarrollo del Estado autonómico "de una manera inconstitucional". Incluso el Partido Comunista de Santiago Carrillo, que ahora también se apunta a la eliminación del TC por antidemocrático, acudió a él en 1982 en demanda de protección democrática. Y el Tribunal Constitucional les dio la razón, y sobrepuso su propia interpretación de la Constitución a aquella que había hecho el pueblo soberano a través de sus representantes. ¿Dónde estaría hoy el Estatut si la mayoría hubiera sido soberana sin límites?

Cuando los nacionalistas y comunistas acudían al Constitucional en 1983, y exigían el amparo de la Constitución contra las decisiones legislativas de la inmensa mayoría de los representantes del pueblo español, ¿no estaban ellos mismos proclamando que la Constitución y su interpretación por el Tribunal eran la última instancia de legitimidad en nuestro sistema democrático? ¿Cómo es, entonces, que ahora argumentan que ni la Constitución ni el Tribunal pueden "jamás" ponerse por encima de la voluntad del Parlamento o del sentimiento de un pueblo? ¿Es que su ramplona concepción de la democracia depende del lado en que caigan sus intereses?























José María Ruiz Soroa




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viernes, 14 de mayo de 2010

Bochorno y vergüenza


Caricatura del juez Baltasar Garzón





Se consumó la mayor afrenta a la democracia española desde el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. Nunca pensé que se podrían repetir en mí los sentimientos de bochorno y vergüenza que sentí ese lejano día de hace 29 años. Y lo han consumado un juez instructor lunático, un Consejo General del Poder Judicial desprestigiado y un Tribunal Supremo en la inopia, con la inhabilitación y procesamiento del juez de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón, por intentar que los crímenes del franquismo no quedaran impunes. Y todo ello con el aplauso y el apoyo indisimulado del principal partido de la oposición.

A pesar de todo, sigo creyendo en la grandeza de la democracia. Como dijo Pericles en la Atenas del siglo V a.C., "nuestro régimen político se llama democracia porque el gobierno no depende de unos pocos sino de la mayoría", y estoy convencido de que, finalmente, y más pronto que tarde, prevalecerá la justicia sobre la impunidad.

Les invito a leer el artículo que sobre el asunto escribe hoy en el diario El País, el magistrado emérito del Tribunal Supremo y miembro de la Comisión Internacional de Juristas, José Antonio Martín Pallín.  Y si lo desean pueden ver como el periodista Iñaki Gabilondo (CNN+) anunciaba el pasado 11 de febrero el procesamiento de Baltasar Garzón por su intento de investigar los crímenes franquistas. Lo he puesto en la sección de vídeos. Sean felices a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




Forges y la Justicia





"UN JUEZ ANTE LA HISTORIA", por José Antonio Martín Pallín
ELPAIS.com  -  España - 14-05-2010

Algunas veces, la Historia entra en los Tribunales. Los crímenes del nazismo y del fascismo se sentaron en el banquillo de los acusados. La Asamblea General de Naciones Unidas, el Consejo de Europa y el Parlamento Europeo han condenado el golpe militar que dio lugar a la guerra civil española y la instauración duradera de un régimen que, según declaran, tuvo el apoyo de la Alemania nazi y la Italia fascista.

La victoria de los rebeldes dio paso a doscientos mil Consejos de Guerra sumarísimos, con más de cien mil sentencias de muerte. Los vencedores exterminaron extrajudicialmente a gran número de vencidos. Algunos consiguieron encontrar asilo y muchos otros vivieron un exilio interior, despojados de sus bienes y expulsados de sus cargos. Nunca pudieron reclamar sus derechos ante los tribunales.

Muerto el Dictador, una Ley de Amnistía (1977) ponía fin a la responsabilidad de los vencedores por hechos que toda la comunidad jurídica internacional calificaba como crímenes contra la humanidad. Los que pretendieron la revisión y anulación de los consejos de guerra fracasaron porque, como dijo la Sala Militar del Tribunal Supremo, se ajustaban al "ordenamiento legal vigente en aquella época".

La Ley de Amnistía (1977) y la llamada Ley de la Memoria Histórica (2007), verdadera Ley de Punto Final se esgrime como barrera infranqueable para restaurar los principios de justicia y reparación que propugna el propio legislador.

Los legisladores de la Ley de la Memoria Histórica abandonan la idea de la nulidad de los juicios franquistas, si bien conceden que sus tribunales eran ilegítimos, contrarios a derecho y vulneraban las más elementales exigencias del derecho a un juicio justo. El Comité de Derechos Humanos de Ginebra encargado de velar porque España cumpla el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos nos recuerda la obligación de derogar la Ley de Amnistía y declarar la imprescriptibilidad de los crímenes contra la humanidad.

Con estos precedentes, un juez español, Baltasar Garzón, universalmente conocido por el caso Pinochet, estima que existe una base jurídica para realizar la revisión jurídica de una historia criminal. Abre una causa en la que incluye ejecuciones extrajudiciales y desaparición forzada como crímenes contra la humanidad y el secuestro y entrega a los vencedores de treinta mil niños arrebatados a sus madres y familias. A la vista de la reacción del Tribunal Supremo, el Juez Baltasar Garzón podría clamar como el príncipe Segismundo: ¿Qué delito cometí contra vosotros juzgando?





El magistrado del Tribunal Supremo José A. Martín Pallín





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domingo, 9 de mayo de 2010

¡Feliz día, Europa!

Cartel Oficial Día de Europa 2010




9 de mayo: Día de Europa. Hoy hace justamente 65 años terminaba la II Guerra Mundial en territorio europeo con la rendición incondicional de Alemania ante las potencias aliadas. Ese mismo día,  solamente  cinco años después, el 9 de mayo de 1950, el ministro francés de Asuntos Exteriores, Robert Schuman, presentaba solemnemente en París la denominada "Declaración Schuman", que significaba el comienzo del proceso de construcción de la Unión Europea. No es extraño, pues, que dicho día, el 9 de mayo, fuera declarado Día de Europa, convirtiéndose junto a  la bandera azul con las doce estrellas doradas y la "Oda a la Alegría" de Ludwig van Beethoven, como Himno, en el tercero de los símbolos oficiales de la Unión Europea.

Tampoco resulta extraño que se haya elegido precisamente este día de hoy para la presentación oficial del "Informe Europa 2030", sobre el futuro de la Unión Europea, que el Consejo Europeo de París de diciembre de 2007, encargara a un Grupo de Reflexión, presidido por el ex presidente del gobierno español Felipe González, y otras once personalidades europeas, entre las que se encuentran  Vaira Vike-Freiberga, ex presidenta de Letonia, Jorma Ollila, ex presidente ejecutivo de Nokia, Lech Walesa, histórico líder sindical anticomunista polaco y ex presidente de Polonia, o el italiano Mario Monti, ex comisario de Competencia. El grupo comenzó sus trabajos a finales de 2008, y en este año y medio de trabajo, los 12 sabios han mantenido 15 reuniones y escuchado la opinión de políticos e intelectuales como Jacques Delors, Pascal Lamy, Alain Lamassoure, Jean Pisani, Peter Sutherland o Antonio Vitorino. Lo iremos desmenuzando pormenorizadamente en entradas sucesivas.

Pueden ustedes leerlo en el enlace que he puesto más arriba. También, al final de este comentario, pueden leer la "Declaración Schuman" que dio inicio al proceso de constitución de la Unión hace ahora 60 años. También pueden ver más adelante la representación que la pintura barroca hizo de Europa, la joven fenicia divinizada tras ser seducida por Zeus. Y al inicio de este comentario  el diseño ganador del concurso para el Cartel oficial del Día de Europa 2010. Y al final del mismo la foto del ex presidente del gobierno español y presidente del Grupo de Reflexión sobre el futuro de la Unión, Felipe González. Y ya puestos, en la sección correspondiente pueden ver sendos vídeos: uno, en el que se relata en imágenes el proceso de desarrollo y conformación de la Unión, y otro en el que Ana Belén, Miguel Ríos, Víctor Manuel y  Serrat, cantan al alimón el Himno de Europa: la "Oda a la Alegría" de Ludwig van Beethoven.

¡Feliz día, Europa!. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt





Representación barroca de la diosa Europa



"Texto de la "Declaración Schuman" (París, 9 de mayo de 1950)"

La paz mundial no puede salvaguardarse sin unos esfuerzos creadores equiparables a los peligros que la amenazan.

La contribución que una Europa organizada y viva puede aportar a la civilización es indispensable para el mantenimiento de unas relaciones pacíficas. Francia, defensora desde hace más de veinte años de una Europa unida, ha tenido siempre como objetivo esencial servir a la paz. Europa no se construyó y hubo la guerra.

Europa no se hará de una vez ni en una obra de conjunto: se hará gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho. La agrupación de las naciones europeas exige que la oposición secular entre Francia y Alemania quede superada, por lo que la acción emprendida debe afectar en primer lugar a Francia y Alemania.

Con este fin, el Gobierno francés propone actuar de inmediato sobre un punto limitado, pero decisivo.

Modelo - Declaración Schuman de 9 de mayo de 1950El Gobierno francés propone que se someta el conjunto de la producción franco-alemana de carbón y de acero a una Alta Autoridad común, en una organización abierta a los demás países de Europa.

La puesta en común de las producciones de carbón y de acero garantizará inmediatamente la creación de bases comunes de desarrollo económico, primera etapa de la federación europea, y cambiará el destino de esas regiones, que durante tanto tiempo se han dedicado a la fabricación de armas, de las que ellas mismas han sido las primeras víctimas.

La solidaridad de producción que así se cree pondrá de manifiesto que cualquier guerra entre Francia y Alemania no sólo resulta impensable, sino materialmente imposible. La creación de esa potente unidad de producción, abierta a todos los países que deseen participar en ella, proporcionará a todos los países a los que agrupe los elementos fundamentales de la producción industrial en las mismas condiciones y sentará los cimientos reales de su unificación económica.

Dicha producción se ofrecerá a todo el mundo sin distinción ni exclusión, para contribuir al aumento del nivel de vida y al progreso de las obras de paz. Europa podrá, con mayores medios, proseguir la realización de una de sus tareas esenciales: el desarrollo del continente africano. De este modo, se llevará a cabo la fusión de intereses indispensables para la creación de una comunidad económica y se introducirá el fermento de una comunidad más amplia y más profunda entre países que durante tanto tiempo se han enfrentado en divisiones sangrientas.

Mediante la puesta en común de las producciones básicas y la creación de una Alta Autoridad de nuevo cuño, cuyas decisiones obligarán a Francia, Alemania y los países que se adhieran, esta propuesta sentará las primeras bases concretas de una federación europea indispensable para la preservación de la paz.
Para proseguir la realización de tales objetivos, el Gobierno francés está dispuesto a iniciar negociaciones según las siguientes bases.

La misión encomendada a la Alta Autoridad común consistirá en garantizar, en el plazo más breve posible, la modernización de la producción y la mejora de su calidad; el suministro, en condiciones idénticas, del carbón y del acero en el mercado francés y en el mercado alemán, así como en los de los países adherentes; el desarrollo de la exportación común hacia los demás países; la equiparación y mejora de las condiciones de vida de los trabajadores de esas industrias.

Para alcanzar estos objetivos a partir de las dispares condiciones en que se encuentran actualmente las producciones de los países adherentes, deberán aplicarse con carácter transitorio determinadas disposiciones que establezcan la aplicación de un plan de producción y de inversiones, la creación de mecanismos de estabilidad de los precios y la creación de un fondo de reconversión que facilite la racionalización de la producción. La circulación del carbón y del acero entre los países adherentes quedará liberada inmediatamente de cualquier derecho de aduanas y no podrá verse afectada por tarifas de transporte diferenciales. Progresivamente se irán estableciendo las condiciones que garanticen espontáneamente una distribución más racional de la producción y el nivel de productividad más elevado.

La organización proyectada, al contrario que un cártel internacional tendente a la distribución y a la explotación de los mercados mediante prácticas restrictivas y el mantenimiento de grandes beneficios, garantizará la fusión de los mercados y la expansión de la producción.

Los principios y compromisos esenciales anteriormente expuestos serán objeto de un tratado firmado entre los Estados. Las negociaciones indispensables para precisar las normas de aplicación se llevarán a cabo con ayuda de un árbitro designado de común acuerdo, cuya misión consistirá en velar por que los acuerdos se ajusten a los principios y, en caso de desacuerdo insalvable, decidirá la solución que deba adoptarse.

La Alta Autoridad común, encargada del funcionamiento de todo el sistema, estará compuesta por personalidades independientes designadas sobre bases paritarias por los Gobiernos, quienes elegirán de común acuerdo un presidente. Las decisiones de la Alta Autoridad serán ejecutivas en Francia, en Alemania y en los demás países adherentes. Se adoptarán las disposiciones adecuadas para garantizar las vías de recurso necesarias contra las decisiones de la Alta Autoridad.

Un representante de las Naciones Unidas ante dicha autoridad se encargará de hacer, dos veces al año, un informe público a la ONU sobre el funcionamiento del nuevo organismo, en particular por lo que se refiere a la salvaguardia de sus fines pacíficos.

La creación de la Alta Autoridad no prejuzga en absoluto el régimen de propiedad de las empresas. En el ejercicio de su misión, la Alta Autoridad común tendrá en cuenta las facultades otorgadas a la autoridad internacional del Ruhr y las obligaciones de todo tipo impuestas a Alemania, mientras éstas subsistan.





Felipe González, presidente del Grupo de Reflexión sobre el futuro de la Unión Europea





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