viernes, 24 de julio de 2009

El portazo

Después de un año de negociaciones se rompe con un estruendoso y sonoro portazo el llamado "diálogo social" entre sindicatos, patronal y gobierno. Sin el menor atisbo de encuentro, ha sido el propio presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, quien lo ha oficializado esta tarde con un durísimo, por lo insólito, ataque a la postura de la CEOE, y más en concreto a la persona de su presidente. Si lo que se pretendía era unos reactualización de los "Pactos de La Moncloa" de hace tres décadas para hacer frente a la gravísima situación económica, y sobre todo, a los alarmantes índices de paro, parece claro que les ha faltado cintura política a los interlocutores. No seré yo quien achaque responsabilidades a unos u otros. Todos la tienen, pero lamentablemente, y como siempre, lo pagarán los más débiles: los trabajadores. Y es responsabilidad del Gobierno evitar que sean los únicos paganos de la situación, sin caer en el socorrido recurso de "mal de muchos, consuelo de tontos". .

Un nuevo artículo del escritor y periodista Xavier Vidal-Foch, titulado "Yes, we can", en El País de ayer, hablaba de la indudable capacidad española para remontar la adversidad y del importantísimo papel que empresas españolas están llevado a cabo en sectores estratégicos como los de ingeniería civil, energía y medio ambiente, tratamiento de aguas y residuos, construcción ferroviaria y de plantas industriales, tecnología aérea y biotecnología. ¿Un margen de esperanza? El autor del artículo piensa que sí... Me gustaría saber si hoy sigue creyendo lo mismo...

Un día antes, también en El País, el editor, periodista y director de la Fundación Santillana, Basilio Baltasar, escribía otro artículo, "El malestar español", mucho más crítico y desalentador, que el de Vidal-Foch sobre la situación española. Achacaba ésta no a razones coyunturales sino a profundas razones históricas y seculares de atraso intelectual, cultural y material de la sociedad española, de las que responzabiliza al desastre nacional que supuso la expulsión de los judíos en las postrimerías del siglo XV.

Dice Baltasar que, históricamente, España ha sido el único país de Europa donde no ha habido judíos en más de quinientos años. Toda una singularidad que ha pesado como un lastre sobre la "inteligencia" española. Estoy de acuerdo con él, y ya he hablado en ocasiones anteriores en el Blog sobre el papel de los judios (y de los conversos) en el denominado Siglo de Oro de las letras hispanas como para insistir de nuevo en ello. Tampoco voy a añadir nada nuevo a lo ya sabido sobre el trágico papel de la iglesia católica en la desculturalización de España, debido entre otras cosas a la inexistencia de un rival interior con el que combatir y discutir sobre cuestiones de fe, dado que los escasos focos protestantes, o erasmistas, surgidos a la luz de la Reforma, fueron extirpados a sangre y fuego. Otra singularidad más... Espero que ambos artículos les resulten interesantes. Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)





Romeu en El País (11/07/09)




"YES, WE CAN", por Xavier Vidal-Foch
EL PAÍS - Economía - 23-07-2009

El debate sobre los brotes verdes dentro de la recesión versa sobre si podemos salir de la crisis, y cuándo. Pertenece a la prospectiva, a la profecía, al calendario, más bien macroeconómicos. Por supuesto, we can.

España demostró en la historia su capacidad de remontar la adversidad. Casi siempre usando parecidas recetas: liberalizando la economía, abriéndola al exterior, a condición de un liderazgo claro y de un consenso general que reparta los costes de apretarse el cinturón. Así ocurrió con el Plan de Estabilización de 1959 (entonces, con poco reparto del coste, imperaba el caudillismo), con los Acuerdos de la Moncloa, con el acceso a la Europa comunitaria y con el ingreso en el euro.

De modo que ampliemos el foco de discusión, de los embriones de brotes verdes a las actuales ramas verdes, existentes aunque oscurecidas por el ambiente funerario general. No sobre cuándo salimos, sino sobre con qué y cómo salimos. De las tendencias macro a las realidades micro.

Disponemos de algunos trampolines (seguramente, ay, demasiado pocos) de primer rango mundial. De unas docenas de empresas internacionalizadas, capaces de competir, y bien, con las líderes de las grandes potencias mundiales en sectores punta, emergentes, tecnológicos. Son, claro, la otra cara del desastre.

Así ocurre con las divisiones de ingeniería civil de las constructoras (nada del ladrillo residencial), especializadas en crear y gestionar infraestructuras y transportes. Seis de los 10 principales proyectos mundiales en este ámbito son españoles. De Abertis, ACS, Ferrovial, Sacyr, FCC y OHL. O con la construcción ferroviaria o de plantas industriales (de CAF y Talgo a Técnicas Reunidas).

En energía y medio ambiente destaca el empeño por las renovables. En energía solar, España es la tercera productora mundial, tras EE UU y Alemania; la primera contando per cápita. Y la primera también en energía eólica. Acciona, Gamesa e Iberdrola Renovables compiten en la primera división global.

Igual sucede en el tratamiento de aguas y residuos. Las dos principales plantas desalinizadoras europeas por ósmosis inversa son españolas. Y compañías como Inima, Aqualia, Befesa, Cadagua, Cobra, Pridesa, Sadyt o Seta compiten con éxito en la India, Oriente Próximo y las Américas. En tecnología pura, al menos un 25% de los vuelos mundiales usan los sistemas de navegación de Indra. Y varias suministradoras locales están involucradas en los proyectos de EADS-Airbus.

El sector biotecnológico crece en este país un 17% más rápido que el promedio de la UE a 15. Abengoa es el primer productor de bioetanol en Europa, el quinto en EE UU. Y destacan otras compañías entre la biotecnología y la farmacéutica, de Grífols a Celerix, del consorcio investigador Nanofarma (Zeltia, Rovi, FaesFarma, Lipotec y Dendrico) al Instituto de Investigación Biomédica (IRB/Barcelona).

Estas compañías y sectores no son de invención o selección propia, sino espigados entre lo mejor con el apoyo del vicepresidente del Instituto Español de Comercio Exterior (ICEX), Miguel Ángel Martín Acebes, y su director de Productos Industriales, Enrique Verdeguer. Corresponden al gran año depresivo de 2008. Y el ICEX los tiene contrastados con el mítico MIT, Massachusets Institute of Technology. Véase en la Red: technologyreview.com/spain.

Todo ello sin contar con sectores tradicionales / maduros pero adaptados al entorno global. Estas ramas verdes deberían convertirse en más frondosas con la ayuda de la Ley de Economía Sostenible anunciada hace dos meses por el presidente Zapatero. Con perdón: yes, we can.





El escritor Xavier Vidal-Foch




"EL MALESTAR ESPAÑOL", por Basilio Baltasar
EL PAÍS - Opinión - 22-07-2009

Se han desplomado sin estruendo las banales ilusiones españolas: nunca hubo nada parecido a la prosperidad anunciada por los publicistas gubernamentales y nunca estuvimos asentados con firmeza en algún sólido cimiento. Ni antes con Aznar, ni ahora con Zapatero.

La estafa financiera global ha dejado al descubierto la tramoya de una economía sostenida por una ficción contable: el país se enriquecía vendiéndose a sí mismo casas que no podía pagar. El hallazgo ha provocado un aterrorizado pasmo y, como si hubiera llegado la hora de enmendar el descarriado rumbo de nuestra generación, algunos se atreven a preguntar en qué nos equivocamos.

La inminencia del desastre espolea una desorientada reflexión sobre cómo podrá España salir del atolladero en el que se ha metido y, tímidamente, se llega a una desesperante conclusión. La competitividad y la formación de nuestros ciudadanos son el más lamentable saldo que cabe imputar a los 30 años de democracia consumidos, sin alcanzar en rendimiento y excelencia ni al más rezagado de nuestros vecinos europeos.

Aunque resulta incómodo asegurar que nos enfrentamos por ello a la posibilidad de un sonoro fracaso histórico, lo cierto es que ésta puede ser la última oportunidad que tengamos para entender de dónde procede nuestra incapacidad.

A los que reclaman para sí el rango de dirigentes y se ofrecen a resolver nuestra penuria, les corresponde corregir las carencias estructurales más flagrantes, discernir alguna alternativa factible a nuestro pobre tejido industrial y movilizar las innumerables voluntades que harán falta para rehabilitar a una España nuevamente desolada.

Pero mientras se gesta la resolución que inspire alguna respuesta eficaz a la magnitud de un desafío inaplazable, no estará de más remontarse hasta el origen de nuestra decepcionante singularidad. ¿Por qué somos la sociedad menos competitiva de la Europa moderna? ¿Qué rasgo de nuestro carácter nos ancla en la complacencia arcaica de un mundo autárquico? ¿Por qué nos fastidia el juego de la emulación y la competencia? ¿Qué nos molesta tanto de la modernidad? Y, sobre todo, ¿por qué nos negamos a aceptar la responsabilidad de la emancipación ciudadana?

Si evitamos las especulaciones metafísicas que en otro tiempo nos hicieron sonreír, y dejamos de lado la mascarada de nuestra errática identidad, adquiere una destacada importancia el acontecimiento histórico que nos distingue de nuestro entorno europeo: España ha sido el único país sin judíos.

La participación de la comunidad judía en el impulso ilustradopermite evaluar los efectos perversos que su ausencia tuvo entre nosotros.

La desgraciada ocurrencia de la expulsión nos privó, en el crucial instante del renacimiento europeo, de una fuerza que se revelaría decisiva en el proceso de reinvención cultural propio de la modernidad. La elaboración de las ideas que cambiaron el aspecto del mundo, la insurgencia que renovó la naturaleza del pacto social y la construcción del individuo inteligente como sujeto central de la Historia deben mucho a los miembros de una comunidad inclinada por necesidad y vocación a impugnar los dictados de la tiranía.

Para hacernos una idea del legado que los judíos no dejaron en España debemos imaginar la influencia que habría tenido entre nosotros la erudita disputa de los rabinos (con su radical veneración por el libro, la letra y la palabra) y las consecuencias culturales de su pasión polémica. Las vehemencias patriarcales de los judíos en la sinagoga habrían dado a nuestro paisaje intelectual una productiva intensidad. Y no sólo por la caudalosa genealogía de sus saberes. Allí donde pudo subsistir, la pluralidad de creencias ayudó a reconocer la soberanía moral del conocimiento y la familiaridad con otras lenguas, otros ritos, otras concepciones del mundo, sembraba una duda de alto valor pedagógico al que no podía ser ajeno un curioso y tolerante observador.

Pero la comunidad judía contribuía al dinamismo de la Historia con aportaciones paradójicas que resultarían esenciales al espíritu del hombre moderno. La tenacidad de sus infatigables discusiones extendía entre la sociedad de su tiempo una deslumbrante oleada de herejías y disidencias. ¡Ojalá hubiéramos tenido entre nosotros al Spinoza que los rabinos de Ámsterdam expulsaron con furiosos anatemas de la sinagoga! ¡Quién hubiera oído entonces sus ácidas sentencias filológicas contra la Biblia! ¡Y las lecciones escépticas de Francisco Sánchez en Toulouse! Y así hasta llegar, siguiendo las huellas de la fertilizante estirpe sefardita, a las recientes reflexiones multidisciplinares del pensador Edgar Morin.

Sin embargo, a pesar de ser tan notable la contribución de los judíos al desarrollo cultural de las naciones -sobre todo desde la Revolución Francesa, cuando tantos de ellos abandonaron sus creencias seculares para incorporarse al prometedor cosmopolitismo laico de los gentiles-, no ha sido sólo su ausencia la que ha conformado nuestra áspera relación con los valores del mundo moderno.

La obsesión por extirpar de España cualquier atisbo de influencia judía dio a la Inquisición siglos de potestad para modelar a su antojo el alma macilenta de un país atemorizado por la epidemia emocional de las delaciones. Pero la amenaza del deshonor y la hoguera no cercó tan sólo a los conversos, metódicamente humillados para ejemplo de todo cuanto súbdito se atreviera a desobedecer la sumisión dominante.

En algún pliegue de nuestra hélice genética debe estar inscrita la lección aprendida a lo largo de estos siglos de vilipendio. Un escarmiento dolorido que, ciertamente, sólo aparece en forma de resentimiento: esa fuerza rencorosa que impide al individuo consumar su razón de ser. Pues lo singular entre nosotros es que la costumbre de la desconfianza sólo pudo forjarse mediante una convicción tan fervorosa como asustada. El hábito de cercar al prójimo con la sospecha que lo incrimina, el recelo que le reprocha ser lo que es, brota instintivamente contra las cualidades de cooperación y competencia del individuo libre. La sospecha y la desconfianza implantadas por la demoledora maquinaria inquisitorial se transformaron en esa presuntuosa filosofía popular que configura el más acentuado rasgo de nuestro carácter, precisamente el que arruina las potencias liberadas por la Modernidad.

¿Será posible liquidar algún día la estéril herencia nacional? ¿Cuándo podrá la sociedad española dar a sus fuerzas creativas la plenitud productiva que vemos florecer en tantos lugares? El sarcasmo que dedicamos al mérito ajeno enmudecería y nos acostumbraríamos a emular la competencia individual que hace prosperar a las naciones. En lugar de confiar en la suerte, la prebenda o el favor, el español abandonaría la atribulada dote de sus antepasados para asumir la responsabilidad personal de la emancipación moderna.





El escritor Basilio Baltasar




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Nota:

Este comentario se publica simultáneamente en las páginas electrónicas del diario El País: http://lacomunidad.elpais.com/ccampos1946
y de la Cadena Ser:
http://lacomunidad.cadenaser.com/desde-el-tropico-de-cancer.
La versión definitiva del mismo puede leerse en:
http://harendt.blogspot.com

"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura", (Voltaire).





Entrada núm. 1195 (.../...)

jueves, 23 de julio de 2009

Tinto de Verano: Un trabajo

Quinta entrega de mi Tinto de Verano. Un relato de la escritora Ana María Shua, titulado "Profesional", que publica El País de hoy en su sección "Fundido en negro". Magnífico. Un asesinato narrado en primera persona por el asesino, un profesional del crimen, al que le encargan un trabajo pero que muy especial. No tanto por la víctima ni por el ejecutor, sino por el solicitante... Disfrútenlo. Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)





La escritora Ana María Shua




"Profesional", por Ana María Shua
EL PAÍS - 23-07-2009

La gente común tiene muchas fantasías acerca de nuestro trabajo que es, en realidad, bastante rutinario y no se parece a lo que muestran las películas. Los encargos con los que debutamos en el oficio son, quizás, los más recordables. Al revés de lo que piensan todos, la gente con experiencia rechaza los trabajos incómodos, difíciles, desagradables. Que caen, como es natural, sobre los pobres principiantes. Siempre se puede encontrar a un muchacho necesitado, dispuesto a matar a un abuelito a garrotazos por cien euros.

Y yo era un inexperto principiante cuando encaré a mi primer cliente, la señora Mercedes de Ulloa. Estaba nervioso. Por supuesto, había matado a otras personas, incluso por la espalda, pero siempre en robos a mano armada o guerra de pandillas. Tenía una ventaja importante para iniciarme en el oficio: nunca había estado preso.

La señora me citó en su casa, de noche. Los clientes odian tratar con nosotros en directo, pero en esta era de las comunicaciones, nada deja menos rastros que una entrevista personal. Era importante que nadie me viera entrar. Me dejaría la puerta abierta para no estar allí parado tocando el timbre.

La casa estaba llena de fotos que contaban la historia de una pareja. En las fotos, todos parecen felices. Mercedes estaba en su estudio, en penumbras, detrás de un gran escritorio de nogal. Vieja, hinchada, pintarrajeada, maloliente y sin embargo reconocible: la mujer de las fotos. Todo el ambiente estaba impregnado con ese olor dulzón. No podía creer que alguien pagara por oler así. No perdió tiempo. Tenía preparado allí mismo, sobre el escritorio, la mitad del dinero.

-Quiero que mate a mi marido. Ahogado en la bañadera. Ojo por ojo.

La interrumpí. Sus motivos me importaban poco.

- Muy bien.-le dije- En los próximos días...

-Ahora mismo. Ése es el cuarto de baño.

Esta mujer está loca, pensé. Y además... Matar en la bañadera es un trabajo sucio, difícil. Se toma a la persona de los tobillos y se da un tirón hacia arriba, enérgicamente. Por lo general (pero nunca se sabe) no tiene de dónde agarrarse y la cabeza se hunde. Eso sí: alguien que se está ahogando patalea con fuerza descomunal. Pero por otra parte el hombre era un viejo y yo tenía el entusiasmo desaprensivo de la juventud. Sin pensarlo demasiado, con los billetes calentándome el bolsillo, entré al baño. A pesar de mis prevenciones, fue sencillo.

Salí con la ropa bastante mojada. El resto del dinero me esperaba sobre el escritorio. Busqué a mi clienta por toda la casa, pero se había ido. Quizás para no escuchar los ruidos desagradables que venían del cuarto de baño.

La muerte del viejo pasaba sin esfuerzo por un accidente. Nada que pudiera interesar a los diarios. Sin embargo, unos días después apareció una breve nota en la página de policiales. Un anciano había sufrido un accidente en la bañadera. Intrigados por su desaparición, los vecinos alertaron a la policía, que encontró el cadáver en avanzado estado de descomposición. El hombre era viudo y no tenía hijos. Ya decía yo que la señora Mercedes olía mal.




Dibujo original para este relato de César Fernandez-Arias



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Nota:

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Entrada núm. 1194 (.../...)

miércoles, 22 de julio de 2009

La memez de Gibraltar

Por una vez, y sin que sirva de precedente, me parecen igual de memos el Gobierno de España y el principal partido de la Oposición. Definir como "traición histórica" la visita de un ministro español a la colonia de un estado aliado y miembro de pleno derecho de la Unión Europea, me parece una estupidez y una solemne gilipollez. Y viniendo de quien viene la denuncia, un ejercicio de cinismo y desvergüenza; algo, por cierto, a lo que recurren un día sí y otro también.

El contencioso sobre Gibraltar no es sólo una memez, es una anacronismo histórico que debería estar resuelto hace ya mucho tiempo, y no con la reincorporación a España (que no quieren los gibraltareños) o a la Gran Bretaña (que no quieren los británicos), sino con la independencia de Gibraltar, aceptada y promovida por España y Gran Bretaña.

San Marino, Mónaco y El Vaticano (por no meter en el mismo saco a Andorra o Liechtenstein) son "estados" que reportan más beneficios a su entorno que a sí mismos. Un Gibraltar independiente, de fronteras abiertas, sería un formidable reclamo turístico y económico para el Campo de Gibraltar, Cádiz y toda Andalucía. Una fuente de riqueza para la zona. Y el final de muchos negocios sucios realizados al amparo de su opacidad fiscal y del contrabando.

Por una vez seamos sensatos y pensemos con el cerebro. Señoras y señores del Gobierno, ilustres miembras y miembros de la Oposición, dejen de hacer ostentación de sus atributos patrióticos, métanselos dentro de los calzoncillos o bajo el tanga, y déjense de decir gilipolleces: Gibraltar nunca será español contra la voluntad de sus habitantes. ¿No sería mucho más razonable que fueran gibraltareños, y aquí paz y después gloria para todos?

El texto que precede a estas líneas fue escrito el 22 de Julio y publicado en el Blog a las 10 horas y diez minutos de la noche de ese día. En la edición del jueves 23 de julio del diario El País, el escritor, filósofo y periodista Josep Ramoneda escribe un interesante artículo titulado "Trescientos años de inutilidad", en el que se refiere en términos muy similares a los empleados por mi al contencioso gibraltareño, argumentación que tengo la seguridad que es secundada por buena parte de los ciudadanos de este país que están ya hartos de las ínfulas patrioteras de una derecha casposa, meapilas y reaccionaria, y de la cobardía y temor de una izquierda que parece quisiera hacerse perdonar cualquier política progresista que propicia. Me congratulo de molestar a esa derecha y de coincidir, desde posiciones no muy distantes, con lo expresado por el señor Ramoneda. Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)


Notas:
(1) El contencioso sobre Gibraltar en:
http://es.wikipedia.org/wiki/Gibraltar




Gibraltar (al fondo) y España




"Primera visita oficial española al Peñón. El PP habla de "traición histórica"

A. D. / M. G. - Madrid / Gibraltar
EL PAÍS - España - 22-07-2009

"La mayoría de los españoles tienen claro que Gibraltar es español, y nosotros defenderemos esa soberanía; nos gustaría saber cuál es la posición del Gobierno y si ha cambiado su posición". Estas fueron las consideraciones que ayer hizo la portavoz parlamentaria del Grupo Popular, Soraya Sáenz de Santamaría, para justificar la petición "urgente" de comparecencia en el Congreso del ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, por haber cruzado la verja de Gibraltar. Lo cierto es que el PP siempre se ha opuesto a todos los pasos de distensión que ha dado el Gobierno socialista, como fue la creación del Foro de Diálogo tripartito, que nació en 2004.

De nada ha servido la explicación de Moratinos de las razones del viaje a Gibraltar. Por mucho que el Gobierno haya insistido en que en esta visita no se tratará en absoluto de la soberanía del Peñón, el portavoz del PP, Esteban González Pons, reprochó ayer al Ejecutivo "haber bajado la bandera de la reivindicación de la soberanía". Desde el PSOE, la diputada y responsable federal de Política Internacional, Elena Valenciano, pidió al PP que "no debilite la posición del Gobierno de España y un esfuerzo por mantener algo de lealtad".

El secretario general del PP andaluz, Antonio Sanz, acudió a las inmediaciones de la Verja, poco antes de que la traspasara el ministro, para mostrar su rechazo ante la "traición histórica" que representaba la visita de Moratinos. Sanz la calificó como la "mayor renuncia" que jamás haya hecho un Gobierno de España a la soberanía sobre el Peñón. "Es un paso atrás definitivo del Gobierno español en la renuncia a la lucha por la soberanía de España sobre Gibraltar", proclamó junto a los alcaldes del PP del Campo de Gibraltar.




Una frontera que sobra en Europa




"Trescientos años de inutilidad", por Josep Ramoneda
EL PAÍS - España - 23-07-2009

Moratinos visita Gibraltar y el nacionalismo español ruge. "Traición histórica", dice el PP. Y en los foros de la derecha pueden leerse frases como "el Gobierno dilapida 300 años de lucha" o pone fin "a siglos de firmeza anticolonialista". Por lo menos, tendrán que reconocer que tanta lucha, tanta firmeza han sido más bien estériles: los resultados están a la vista. ¿A los que han desempolvado el viejo grito de "Gibraltar español" no se les ha ocurrido pensar que una estrategia que lleva 300 años de fracaso o no es la adecuada o está fuera de tiempo? Ciertamente hay posiciones políticas que se autojustifican no tanto por lo que consiguen sino por la capacidad de aire de sus pulmones. "Rendición humillante", "la foto de la vergüenza", son otros calificativos con los que el nacionalismo español premia un encuentro que, simplemente, sustituye el ruido patriótico por el pragmatismo, como corresponde a una relación con un apéndice de un país que está en el mismo barco europeo.

Casi siempre que alguien apela al honor y a la dignidad patriótica es por una de estas dos razones: porque sabe que las relaciones de fuerza no le son favorables, o dicho de otro modo, que tiene pocas posibilidades de ganar el envite; o porque prepara alguna vileza de gran tamaño (por ejemplo, una guerra). Naturalmente, el caso de Gibraltar y el nacionalismo español entra de pleno en el primero de los tipos. Pero después de 300 años de presunta lucha sin éxito alguno, el griterío patriotero ya no confunde. Es la canción de la impotencia.

Con lo cual parece mucho más sensato hacer las cosas como se hacen en la Europa del siglo XXI: hablando, tratando de resolver los problemas concretos que afectan a los ciudadanos y dejando que la batalla de los grandes conceptos -soberanía, en este caso- madure con la propia evolución del entorno europeo. Porque muchos de los grandes melodramas históricos de los nacionalismos hispánicos pueden encontrar salida muy natural por poco que la Europa política se consolide.

En el caso de Gibraltar, el nacionalismo español está atrapado en sus propias contradicciones. Si el argumento de reivindicación de Gibraltar es el soberanismo geográfico -la unidad del territorio- y, como dicen algunos periódicos, la lucha contra el colonialismo, el argumento sirve para España, pero también sirve para Marruecos en el caso de Ceuta y Melilla. Y es realmente difícil, por más requiebros que se hagan con la historia, defender que lo que vale para Gibraltar no vale para Ceuta y Melilla. O sea que para defender este principio se tiene que estar dispuesto a decir una cosa o la contraria según se mire a un lado o a otro del Estrecho.

Si en vez de apelar a la soberanía territorial se apela a un argumento mucho más moderno como es el de la autodeterminación, es decir, que sean los ciudadanos que viven en un territorio los que decidan dónde quieran estar, aparecen entonces los fantasmas interiores del nacionalismo español.

Todos los indicios apuntan a que probablemente Gibraltar diría sí a Reino Unido, como ya ha hecho en circunstancias que, aunque puedan considerarse no homologables, no dejan de ser significativas. Y por el principio de que los ciudadanos, si han de escoger, tienen tendencia a inclinarse por el país más próspero, hay razones para imaginar que en Ceuta y Melilla la autodeterminación sería favorable a España. Pero este tema no quiere ni tocarse porque es el gran tabú del nacionalismo español. En el momento en que se oye la palabra autodeterminación ya nadie piensa ni en Gibraltar, ni en Ceuta, ni en Melilla. Aparecen Cataluña y el País Vasco vestidos de oníricos fantasmas. Y así se cometen estrepitosos ridículos como la negativa del Gobierno de Zapatero a reconocer a Kosovo.

Si el argumento de soberanía territorial obliga al doble lenguaje, porque lo que vale para Gibraltar no vale para Ceuta y Melilla, y si la palabra autodeterminación provoca el pánico, se comprende que el nacionalismo español tenga una sola manera de afrontar la cuestión de Gibraltar: el griterío patriótico, Gibraltar español. Trescientos años de lucha inútil les contemplan. Y así seguirá, con gran firmeza en los principios, por supuesto, por los siglos de los siglos.

Con lo cual, no es de extrañar que un Gobierno algo descreído en religión patria opte por el pragmatismo y el sentido común. Al fin y al cabo, tiene bastante margen, por lo menos hasta igualar los trescientos años de inutilidad, para que se le pueda criticar por los resultados.




El escritor Josep Ramoneda




Nota:

Este comentario se publica simultáneamente en la página electrónica del diario El País (http://lacomunidad.elpais.com/ccampos1946) y de la Cadena Ser (http://lacomunidad.cadenaser.com/desde-el-tropico-de-cancer). La versión definitiva del mismo puede leerse en: http://harendt.blogspot.com




Entrada núm. 1193 (.../...)

martes, 21 de julio de 2009

Tinto de Verano: Traiciones

La traición siempre tiene un precio que pagar. Al menos en la novelas de género negro. En un relato corto como el que nos ocupa: "Círculo", de Ricardo Menéndez Salmón (El País, 20/07/09), tampoco podía ser de otra manera. La traición siempre se paga. La cuestión está en saber "quién" la paga... El dibujo, original para este relato, es de nuevo de César Fernández-Arias. Disfrútenlos. Y sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)




El escritor Ricardo Menéndez Salmón




"CÍRCULO", por Ricardo Menéndez Salmón
EL PAÍS - 20-07-2009

Siete palabras: "Un trabajo limpio. Sin riesgos, sin testigos". De mañana, cuando un mensajero lo despertó para conducirlo hasta el macelo, sus piernas temblaban. Supuso que Weiss había descubierto su juego con Claudia y que iba a cortarle la lengua. Fue por eso que, al recibir el dinero y la dirección a la que debía acudir para cumplir el encargo, experimentó un inmenso alivio.

La Walther consuela. El miedo lastima menos con una pistola por compañía. Atento a la conducción piensa en Claudia, en el amor clandestino que ambos alimentan desde hace tiempo, flirteando con la muerte como funambulistas ciegos, jugándose el pellejo cada viernes en un cuartucho de las afueras.

Cercado por la nostalgia aparca a dos manzanas de su destino y alcanza los cigarrillos. Confirmada la serenidad del semblante en el retrovisor, cierra el coche y se concede un pitillo. En pocos minutos alcanza el portal. Huele a gas butano. En el patio interior, sentado en una silla de tijera, un hombre dormita. Se escuchan ronquidos sincopados, niños imitando la furia de apaches hambrientos. Una erección lucha por imponerse en sus pantalones. Son el catastro de olores, sonidos e imágenes que recapitulará en la ducha una hora después, cuando se arranque de la piel los últimos gestos de la víctima.

Con una ganzúa abre la puerta. Antes de penetrar deja que transcurra medio minuto. Entonces se quita los zapatos y aspira repetidas veces por la nariz, hasta sentir un leve mareo. Nadie en el recibidor. Avanza acostado sobre la pared, las piernas separadas, la Walther en la diestra y la mano libre cerrada en forma de puño. Asomando la mirada al ángulo recto que el pasillo forma, descubre tres huecos, dos a su izquierda y el último a la derecha. Al fondo, el baño. La cocina está vacía. En el fregadero, restos de comida. Regresa al pasillo. La erección es ya incómoda. Tampoco en el salón hay suerte. Encendido aunque sin volumen, el televisor muestra a jóvenes apuestos que anuncian perfumes. Las ventanas están abiertas. Al hombre que dormita en camiseta se le ha unido un perro. La puerta del último hueco está cerrada, así que aguza el oído pero no oye nada. Tomando aliento golpea con brutalidad, plantándose en mitad de la estancia, el arma apuntando al frente como una prótesis siniestra. En el dormitorio reina el caos. El papel de las paredes ha sido arrancado, hay una estantería volcada, las lunas del armario están rotas. Un rayo de luz se filtra por la claraboya del techo hasta mecerse en un espejo, donde vibra como la cuerda quebrada de un violín. La erección ha desaparecido.

Atada de pies y manos a la cama, desnuda, el cráneo al cero, los pechos quemados con colillas y sobre la tenue línea de los labios una mordaza de cinta aislante, Claudia -la bella, la fragante, la dulcísima niña-, con la cruz de los traidores grabada en la frente, aguarda resignada y sin pavor la bala que al quebrar su carne certifique que el círculo se ha cerrado.




Dibujo de César Fernández-Arias




Entrada núm. 1192 (.../...)

La Luna, cuarenta años después

Pues La Luna, cuarenta años después, sigue donde estaba: en el firmamento... Igual de solitaria aunque con un poco más de basura terrestre... Igual de hermosa en su pleniluinio... Igual de enigmática para el común de los mortales, aunque haya perdido un cierto aura... Me remito a lo escrito hace un año en este Blog en la entrada correspondiente al 20 de julio de 2008. Hoy, igual de emocionado que entonces ante el recuerdo de lo ocurrido aquel día de hace cuarenta años, me lo tomo con un poco más de humor y les dejo con la viñeta que Erlich publica en El País. Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)




Erlich (El País, 21/07/09)




Entrada núm. 1191 (.../...)

domingo, 19 de julio de 2009

Los Jueces del Supremo

Sonia Sotomayor, 54 años, portorriqueña, criada en el Bronx neoyorquino, divorciada, sin hijos, estudiante de Leyes en las universidades de Princeton y Yale, Jueza de Apelaciones en el Segundo Circuito Federal de los Estados Unidos, salvado el trámite de la Comisión del Senado y a la espera de la votación final del pleno de la Cámara Alta norteamericana, está ya a punto de ser la primera mujer de origen hispano en sentarse en el más exclusivo de los ámbitos judiciales del mundo: la Corte Suprema de los Estados Unidos de América (1), junto a los otros ocho miembros que, de por vida, y "mientras observen buena conducta" (art. III, Sección I, de la Constitución de los Estados Unidos), componen dicho Tribunal.

Una noticia de El País, firmada por la periodista Yolanda Monge, y publicada el 14 de julio pasado, dejaba constancia del "estado de la cuestión" en ese preciso momento del proceso de designación. Otro artículo, el día 9, del catedrático de Derecho Civil de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, Pablo Salvador Coderch, ilustraba algunas de las las características que convierten en algo más que peculiar a ese Tribunal y a sus miembros. Pueden leerlos más adelante, y espero que los disfruten.

Si hay algo que caracteriza al sistema político norteamericano no es la estructura federal del poder, el presidencialismo, la estricta división de poderes, la libertad religiosa, o el derecho de los ciudadanos a portar armas. No, la característica más peculiar de dicho sistema es la instauración por vez primera en la historia de la facultad de revisión por el Poder Judicial (La Corte Suprema) de todos los actos y leyes contrarios a la Constitución. Era algo que estaba latente en la Constitución (nada dice sobre ello su artículo III, Sección II) aunque ya se proponía (2) en "El Federalista" (Fondo de Cultura Económica, México, 1994). Lo hacía Alexander Hamilton (3), uno de sus primeros comentaristas y promotores, en su famoso artículo LXXVIII, escrito en abril de 1788. al decir que "no hay proposición que se apoye sobre principios más claros que la que afirma que todo acto de una autoridad delegada, contrario a los términos del mandato con arreglo al cual se ejerce, es nulo. Por lo tanto, -añade-, ningún acto legislativo contrario a la Constitución puede ser válido. Negar esto, afirma Hamilton, equivaldría a afirmar que el mandatario es superior al mandante, que el servidor es más que su amo, que los representantes del pueblo son superiores al pueblo mismo y que los hombres que obran en virtud de determinados poderes puden hacer no sólo lo que éstos no permiten, sino incluso lo que prohiben".

Por favor, no hagan comparaciones con el comportamiento de nuestros políticos, pues no era mi intención fastidiarles el domingo. Pero volviendo al tema que nos ocupa, sólo hacía falta que un jurista del prestigio del Juez Marshall, presidente de la Corte Suprema de 1801 a 1835, lo desarrollara y aplicara en el famoso caso "Marbury versus Madison" (4), para que la "judicial review" se convirtiera en el rasgo más distintivo del sistema constitucional norteamericano. Buena tarde de domingo. Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)





La Jueza Sotomayor en la audiencia del Senado


Notas:
(1) Tribunal Supremo de los Estados Unidos, en:
http://es.wikipedia.org/wiki/Corte_Suprema_de_los_Estados_Unidos
(2) Texto íntegro de "El Federalista", en:
http://www.historiayderecho.com.ar/constitucion/hamilton_madison%20el%20federalista.pdf
(3) Alexander Hamilton, en:
http://es.wikipedia.org/wiki/Alexander_Hamilton
(4) Caso Marbury contra Madison, en:
http://es.wikipedia.org/wiki/Caso_Marbury_contra_Madison





Corte Suprema de los Estados Unidos (Washington, D.C.)




"SOTOMAYOR AVANZA HACIA EL SUPREMO DE EE.UU.", por Yolanda Monge
EL PAÍS - 14-07-09

La jurista aspira a convertirse en la primera hispana que alcanza la máxima instancia judicial estadounidense.

Los senadores demócratas la han alabado y los senadores republicanos han cuestionado su imparcialidad. Desde ahora, Sonia Sotomayor, 55 años, mujer, latina, elegida por el presidente Barack Obama para ocupar un sillón en el Tribunal Supremo de Estados Unidos, se enfrenta a su confirmación en el Senado. No será fácil -nunca lo es, los 19 senadores (12 demócratas; 7 republicanos) que conforman el Comité de Asuntos Judiciales suelen 'freír' -el término en inglés es 'asar': 'grill') al candidato, que en algunos casos no ha superado la prueba-. Todo apunta a que este no será el caso. Sotomayor soportará días de preguntas y escrutinio sobre su pasado, su experiencia en la magistratura, sus ensayos, su juventud, su moral y su interpretación de la Carta Magna americana.

Pero como ha dicho el senador republicano Lindsey Graham, "a menos de que usted se derrumbe, va a ser confirmada". Los analistas políticos son de la misma opinión: a no ser que aparezca algo completamente fuera de lo normal, pasará la prueba y de forma abrumadora. Además, en principio los demócratas tienen los votos suficientes en el Senado (60 sobre 100) para que Sotomayor sea ratificada como la primera juez hispana de la historia de la máxima corte estadounidense.

Con halagos profesionales ha abierto la sesión el presidente del Comité, el demócrata Patrick Leahy. "Las cualificaciones de Sotomayor son fuera de lo común. Tiene más experiencia en el sistema judicial federal que ningún otro nominado para el cargo en los últimos 100 años". Leahy ha comparado a la juez que superó la barrera económica que le impuso una familia emigrante puertorriqueña y el Bronx neoyorquino con otros pioneros del Tribunal como Thurgood Marshall -el primer negro que se sentó en el Supremo-, Louis Brandeis -el primer judío- y Sandra Day O'Connor -la primera mujer-.

Donde los republicanos encontrarán terreno más abonado para la polémica será en las declaraciones que en el pasado la juez ha hecho sobre temas como la raza o el origen étnico. La frase más recordada y que hará sudar durante su confirmación a Sotomayor será aquella en la que dijo que "una latina inteligente" podría tomar mejores decisiones que un "hombre blanco" que ha carecido de las experiencias vitales de esa mujer. Eso lo dijo en 2001 y desde que se supo que Sotomayor ocuparía el puesto dejado vacante por David Souter, no se ha dejado de reproducir.

La posición de la magistrada, con 17 años en el sistema judicial y una carrera forjada en Princeton y Yale, en una sentencia contraria a una demanda por discriminación racial durante un proceso de ascensos de los bomberos de New Haven (Connecticut) será el otro caballo de batalla de los republicanos para torpedear su confirmación. El control sobre las armas y su posición sobre el aborto -un manifestante contrario a la interrupción voluntaria del embarazo tuvo que ser ayer evacuado de la sala debido a sus gritos sobre la juez- serán también asuntos que aprovecharán los conservadores para poner en duda las credenciales de Sotomayor.

Aunque no abiertamente, los republicanos admiten que atacar a la juez puede alejarlos más de los votantes hispanos, un 67% de los cuales votaron por Obama en las pasadas elecciones -sólo el 31% lo hizo por John McCain-. Los hispanos son la minoría que más rápido crece dentro de Estados Unidos y tienen un peso determinante en Estados electorales clave como California, Arizona o Nuevo México.

En su defensa, Sotomayor ha dicho que su filosofía judicial era "la fidelidad a la ley". "La tarea de un juez no es hacer la ley, si no aplicarla", ha dicho ante el Comité del Senado. Su discurso ha sido breve. Lo ha aprovechado para hacer un resumido repaso de su vida, desde sus humildes orígenes en el Bronx, cuando se quedó huérfana de padre a los nueve años y su madre se vio obligada a sacar a dos hijos adelante con el sueldo de una enfermera, hasta sus días en las prestigiosas universidades de Princeton y Yale y sus nominaciones para la judicatura de dos anteriores presidentes, George Bush padre y Bill Clinton. Será con un tercer presidente con quien Sotomayor alcance la culminación del sueño americano, de una cuna pobre a juez del Supremo. "Es nuestra Constitución la que hace posible ese sueño y lo que yo trato ahora es de respetar nuestra Constitución como juez del Tribunal Supremo".




Portada de El Federalista




"GERONTOCRACIA JUDICIAL EN ESTADOS UNIDOS", por Pablo Salvador Coderch
EL PAÍS - Opinión - 09-07-2009

Pensada para garantizar la independencia, la condición vitalicia de los jueces del Supremo de EE UU se ha convertido en un lastre. Sonia Sotomayor puede sobrevivir décadas al final de la presidencia de Obama

Cuando Judith S. Kaye se retiró de su cargo como juez en jefe del Tribunal de Apelaciones del Estado de Nueva York acababa de cumplir 70 años de edad y 25 de servicio a la judicatura. Durante su mandato, esta mujer formidable había convertido a Nueva York en la primera jurisdicción de su país -es decir, del mundo- para solucionar conflictos contractuales entre empresas, uno de esos logros caracterizados por la discreción de lo perdurable. Como el resto de sus colegas, había sido nombrada por el gobernador y confirmada por el Senado estatal para un mandato de 14 años, que fue renovado. Retirada, que no jubilada, la incansable señora Kaye trabaja ahora para Skadden-Arps, uno de los grandes despachos de abogados de Estados Unidos.

En cambio, el panorama que ofrecen los jueces de los tribunales inferiores de Nueva York es sombrío: elegidos también por 14 años, los candidatos están al albur de las organizaciones locales de los partidos -Demócrata y Republicano-, los cuales se rascan mutuamente las espaldas antes de ponerse de acuerdo sobre los seleccionados. Poco edificante, pero constitucional, según decidió el Tribunal Supremo federal el pasado año.

Cada uno de los 50 Estados de la Unión tiene su propio sistema de designación de jueces. Predomina la elección, aunque para los escalones superiores de la judicatura muchos Estados aplican sistemas parecidos al neoyorquino. Así, California deja que el gobernador nombre a los jueces de su Tribunal Supremo, con un mandato de 12 años, pero permite al electorado echarlos a la calle si las sentencias disgustan, algo que votantes airados han hecho más de una vez con jueces vistos como demasiado blandos con la pena de muerte.

Otros Estados importantes, como Texas, aún atan más corto a sus jueces teóricamente supremos a quienes eligen directamente por sólo seis años. No se asombren si luego los magistrados tejanos deciden más en función de sus probabilidades de reelección que en las de acierto sobre la interpretación razonada de la ley. De ello se trata.

Además de la preocupación constante por quedar bien con los electores, están las influencias: los grupos de intereses intentan lo que pueden y más por hacerse valer, por apoyar a tales o cuales candidatos, enviándoles señales sobre lo que se espera de ellos. La más inequívoca es el dinero, la contribución a la campaña electoral del candidato. Este año, el escándalo se ha encarnado en Brent Benjamin, un magistrado del Tribunal Supremo de Virginia Occidental, quien votó impávido a favor de la revocación de una sentencia que había condenado a Massey Energy, una empresa minera, a pagar una indemnización de 50 millones de dólares. Años antes, en 2004, una Massey ya envuelta en el pleito de marras había contribuido a la campaña de Benjamin con tres millones de dólares. Pese a ello, el pertinaz juez se resistió a retirarse del caso hasta que, por fin, ha tenido que terciar el Tribunal Supremo federal para recordarle que "del mismo modo que nadie puede ser juez de su propia causa, razones similares de miedo a la parcialidad pueden concurrir cuando un hombre elige a quien será el juez de su causa" (Caperton v. Massey).

En Virginia Occidental, los jueces de su Tribunal Supremo también se eligen directamente por los votantes, para un mandato de 12 años, tras campañas de un partidismo sonrojante. Casos así dan en qué pensar: abolir las elecciones a jueces es posiblemente una buena idea, pero requiere cambiar las Constituciones de los Estados, algo muy difícil de conseguir.

Más allá de la organización de la Justicia en cada uno de los 50 Estados, está el sistema paralelo de la justicia federal, cuyos integrantes son nombrados por el presidente y confirmados por el Senado de los Estados Unidos, pero -y esto es lo más importante- con mandato vitalicio.

En la cúspide del sistema, están los nueve magistrados del Tribunal Supremo federal, una combinación de Tribunal Supremo y Constitucional. Sus miembros gozan de un poder y una independencia inauditos en cualquier otro lugar del mundo. Sólo los tumban sus genes, su estilo de vida o el clima de Washington. ¿Está eso bien?

Ya no, de ninguna manera. El sistema federal de jueces vitalicios se diseñó para una época en la cual la gente que había conseguido sobrevivir a las infecciones y evitar el cólico miserere se moría, más o menos, a la edad bíblica de los 70 años. Hoy, cáncer aparte, podemos durar hasta los 90 o más, y yo, que ya tengo nietos, creo que cada generación tiene derecho a un cambio hasta de jueces. Por lo menos: el poder casi siempre abusa pero, sobre todo, hastía.

El actual presidente del Tribunal Supremo federal estadounidense, John Roberts (1955), nombrado en 2005 por Bush hijo, tiene ahora 54 años de edad: bien conservado, podría seguir en su cargo otros 30 años más. Esto no puede ser sano. E igual ocurrirá con Sonia Sotomayor (1953), recientemente nombrada por Obama y pendiente de confirmación por el Senado.

De hecho, aunque los medios de información, siempre monótonos, resaltan casi exclusivamente los perfiles étnicos e ideológicos de los designados -Roberts es caucásico y conservador; Sotomayor, latina y progresista-, el rasgo más destacado de ambos, además de su extraordinaria formación y gran experiencia, es la edad: están para quedarse, pues han sido designados para continuar en el Tribunal décadas después de que los presidentes que les pusieron en él hayan cesado. La combinación de la juventud relativa de los jueces con la naturaleza vitalicia de su función es explosiva. Aburrirán a mis nietos.

Un remedio razonable podría ser seguir el ejemplo del más alto tribunal de Nueva York y mantener el nombramiento al presidente, con confirmación del Senado, pero limitar los mandatos a 15 años. Tres lustros son suficientes para permitir que los jueces realmente listos vuelen con independencia de criterio por encima de quienes les ungieron y para que el Tribunal se vaya renovando generacionalmente. Mas Obama nunca hará tal cosa: en un Tribunal Supremo federal con mayoría conservadora, como el actual, Sotomayor sustituirá a otro magistrado liberal y no alterará los equilibrios políticos. Éste es un cambio que, dada la edad de los demás magistrados, el presidente normalmente sólo podría conseguir si ganara un segundo mandato en 2012. Se comprende, pues, que, hoy por hoy, el presidente pretenda rellenar con candidatos a su gusto los huecos que la ley suprema de la vida vaya dejando en el Tribunal. Ya habrá tiempo para reformas de estadista.

¿Quiénes se van a ir? No quiero ser pájaro de mal agüero, pero la gracia de un analista es contar las cosas antes de que sucedan y dejar así al lector con armas letales en la mano: John Paul Stevens (1920), progresista nombrado por un presidente republicano, lleva casi 34 años en el Tribunal, cumplirá 90 en diciembre y prestaría un servicio claro a su país si resolviera retirarse de una vez. Ruth Bader Ginsburg (1933), designada por Clinton y coautora del primer casebook feminista de la historia, está desde hace 16 años, también podría querer irse, pues su salud es notoriamente frágil, pero a esta mujer no la apodan La Magnolia de Acero por capricho. Y quedan otros tres magistrados con más de 70 años cumplidos, aunque -prevengo- en los Estados Unidos de América, la jubilación forzosa es discriminación por razón de edad y está pésimamente vista. En todo caso, el buen ejemplo lo ha dado David Souter (1939), juez de una integridad marmórea, nombrado por Bush padre hace 19 años y que, el pasado abril, anunció que se retiraría al final de este año judicial para volver a su amado New Hampshire. El clima terrible de Washington es un factor, desde luego, pero lo fundamental es que América cuenta con muchos jueces excepcionales. Como David Souter y Judith Kaye.




La Corte Suprema de los Estados Unidos (2006)




Entrada núm. 1190 (.../...)

Tinto de Verano: El baño

Perdonen mi sequía informativa. Estamos en verano. Y no es que no haya noticias u opiniones que comentar, criticar o compartir. La sequía es mía, supongo que por el calor, lo plomizo del cielo en estos días sobre Gran Canaria, la sensación de bochorno, que agobia... Tercera entrega de los relatos de verano de El País, "Miércoles en el río", de la escritora Nuria Barrios. Tercera también de mi Tinto de Verano, hoy teñido de humor más que negro, negrísimo, resuelto con esa soltura que convierten en admirables muchos relatos cortos. Lo mejor para las vacaciones. La vida en quince renglones. Disfrútenlos. El dibujo es de César Fernández-Arias, original para El País junto con el relato citado. La foto de la autora, como siempre, tomada de las "imágenes" de Google. Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)






La escritora Nuria Barrios



"MIÉRCOLES EN EL RÍO", de Nuria Barrios
EL PAÍS - 19-07-2009

Las piedras ya estaban calientes cuando el coche apareció. Era un calor agradable que se colaba en los pantalones de los dos hombres, templaba sus muslos largos y sus culos cansados, que la edad había ido enfriando, y recorría su columna vertebral hasta llegar a la cabeza como la caricia de una mano firme y ancha. Las cañas de pescar estaban clavadas en el suelo, a su lado. Se hallaban tan entretenidos charlando que no escucharon el crujido de los guijarros bajo las ruedas, a su espalda.

-¡Eh! ¿Hay mucha profundidad ahí?

El tipo había asomado la cabeza por la ventanilla. Los hombres se giraron hacia él con desgana. Uno de ellos, el de piel más blanca, llevaba una gorra. El otro, muy moreno, iba con la cabeza descubierta. El sol estaba alto y la luz se reflejaba en el BMW gris como en un espejo. A pesar del resplandor, vieron las gafas oscuras, la camisa blanca, la corbata. Las chicharras chillaban. El olor a gasolina se mezcló con el de la tierra caliente.

Los dos amigos sólo iban al río durante las vacaciones. No se levantaban temprano ni acudían con bolsas de pesca ni botas de plástico ni pantalones impermeables. Sólo llevaban unas cañas baratas, tabaco y latas de cerveza. Tan pronto llegaban, metían las cervezas en el río, bien sujetas entre las piedras, y dejaban que la corriente ligera las enfriara. A veces, introducían los pies en el agua y los restregaban suavemente contra el suelo oscuro y viscoso. El leve movimiento agitaba el fondo y sus pies aparecían y desaparecían como pálidas anguilas entre algas azuladas.

Algunos días, cuando el calor apretaba, se quitaban la ropa y nadaban un rato. El río engañaba. La suave orilla dejaba paso enseguida a una poza tan honda que el agua se volvía negra y fría como el ojo sin fondo de un pescado. Al hombre moreno le gustaba nadar allí, sentir el sol ardiente en la nuca mientras abría y cerraba las piernas y los brazos helados. Su compañero daba un par de brazadas sin quitarse la gorra y regresaba a la orilla.

A los dos les agradaba ese río que les regalaba pescado suficiente para justificar el tiempo que le dedicaban. Pero iban a pescar por las historias. Pasaban las horas contándose cuentos que habían vivido o habían oído. Enlazaban una historia con otra mientras reían. A veces, sin darse cuenta, las repetían, pero el placer de oírlas era igual que la primera vez. Cuando el coche se detuvo a su espalda, el de la gorra estaba hablando del zapatero comunista de su pueblo que un día desapareció y dejó en la puerta un cartel que decía: "Me he ido. No me busquéis".

El conductor aguardaba con la cabeza asomada por la ventanilla.

-¿Profundidad? ¡Un huevo!-, contestó el moreno.

El tipo metió la primera y apretó el acelerador. El coche pasó rugiendo junto a los hombres, se mantuvo unos instantes sobre el agua y luego se hundió.




Dibujo original de César Fernández-Arias




Entrada núm. 1189 (.../...)

viernes, 17 de julio de 2009

Tinto de Verano: Avaricia

Segunda entrega de mi Tinto de Verano literario. La pública El País de hoy, y es un relato de la escritora Reyes Calderón, titulado "La gala del Diablo". Como toda alegoría que se precie tiene su moraleja. Y va sobre el pecado capital de la Avaricia. La ilustración que he buscado para acompañarlo es del pintor alemán del siglo XVI, Alberto Durero. La fotografía de la autora la he obtenido de la galería de imágenes de Google. Que lo disfruten. Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)




La escritora Reyes Calderón




"LA GALA DEL DIABLO", de Reyes Calderón
EL PAÍS - 17-07-2009

La cita es en la cala norte. Se accede por el club de golf. Todos los que se creen alguien juegan al golf. Llegan cuando el sol desciende y la luz muere; la invitación de oro en la mano. Bajan de grandes limusinas blancas, de minúsculos descapotables rojos y de interminables yates de líneas esbeltas.

Escucho rumores de seda y pedrería fina. Yo no pertenezco al club. He sido convocada por el diablo para levantar acta de su espectáculo negro, su color preferido. Llevo puesta mi toga, la que empleo para impartir justicia. Me agazapo bajo la sombra de la noche, aunque nadie me mira. Observo y anoto.

Una voz sibilina y afeminada ordena que todo el que se crea alguien se adentre en la playa. Cuando lo hago yo, no queda nadie fuera. Observo el escenario. Parece un coliseo inacabado, rocas y arena, con el cielo por bóveda. No hay luna ni estrellas. Oprime la oscuridad, justo como a él le gusta. Presiento el peligro, apesta. Me creía preparada para infiltrarme en el mundo Maddoff, pero no lo estoy. Tengo entumecidas las piernas por la espera y el miedo. Sobre todo por el miedo.

Pasan los minutos. Impera el silencio; espeso y agobiante, justo como al diablo le gusta. Oigo cómo los viejos y las viejas orinan en el suelo. Hasta los que se creen alguien tienen que evacuar.

De pronto, una luz prende en lo alto. Es potente, deslumbra hasta cegar. Miro en torno. La cala está cuajada de gentes que sonríen, mientras agitan sus tarjetas de oro. "Por fin, algo nuevo", escucho. "¡Es tan aburrida la vida de los que se creen alguien!".

Sin mediar palabra, se apaga el cielo. Escucho un murmullo lejano. Me suena a rebato. Trago saliva y espero. El ruido se extiende. Arrecia. Me tapo los oídos. De pronto, miles de pequeños objetos empiezan a caer sobre la playa; como la lluvia, sin pausa. A mí ni me rozan. Me agacho y tomo uno. Un euro. Cojo otro: un dólar. Son monedas lo que caen. Tintinean al entrechocar.

Comienza el rosario de lamentos, por igual de ellas y de ellos. Braman y gimen y aúllan. Levantan las manos a modo de troneras, con la invitación de oro en alto. De nada sirve. El dinero se hunde en sus carnes orgullosas, regando la fina arena con su sangre. Huelo rabia y miedo.

Sigue la sinfonía y la lluvia: ahora son gotas rojas. Se mezclan con los orines. Algunos imploran. Las toscas plegarias saben a mentira y no protegen. Deprimo la cabeza entre los hombros. Los gritos agónicos me taladran los oídos. Suenan a alarido de cerdo en día de matanza.

La ceremonia concluye en minutos. Cuando retorna el silencio, el aire está sembrado de estertores y mi toga rezuma olor a sangre. Se enciende nuevamente la luminaria de las alturas. Estoy sola en la playa, en pie. Vuelvo a oír la voz aflautada. "Escribe", me dice; "no les falta dinero a los que me sirven".




La Avaricia, de Alberto Durero (1507)




Entrada núm. 1188 (.../...)

jueves, 16 de julio de 2009

Tinto de Verano: Mejor en frio

El diario El País ha iniciado la publicación, como otros años en esta misma época de verano, de una serie de relatos cortos inéditos escritos especialmente para su publicación en el periódico. No es que vaya a reproducirlos todos en el Blog, pero sí los que me resulten más interesantes. Como suelen ser refrescantes y fácilmente digeribles, he puesto a la sección el nombre de "Tinto de Verano". Espero que les gusten. El de hoy lleva el título de "¡Socorro!", está escrito por Clara Sánchez, y va de venganza servida en plato frio... Las imágenes son elegidas por un servidor de ustedes. Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)




La escritora Clara Sánchez




"¡SOCORRO!", de Clara Sánchez
EL PAÍS - Cultura - 16-07-2009

Sentado en una de esas sillas altas para socorristas en la playa, sostenía unos prismáticos. Llevaba el pelo corto negro y de punta, una camiseta blanca ajustada que le marcaba los pectorales, bermudas rojas, las piernas afeitadas. Aunque aparentaba muchos menos, Quique tenía ya 35 años y una vida detrás no todo lo maravillosa que hubiese querido. Fue barriendo con los prismáticos la orilla y luego más adentro hasta que se detuvo en una pareja que jugaba a hacerse aguadillas. A esas horas de la mañana, la playa ya era un hormiguero. Y él pensaba que aquella gente dependía de él, desde los niños a los ancianos. Pensaba esto sin apartar los ojos de la pareja. Los enfocó mejor. Él conocía a aquel tío. La mujer, una chica de veintitantos, le empujó la cabeza con la mano y lo hundió. Estuvo abajo unos segundos y, cuando salió y estiró el cuello sobre el agua, lo pudo ver bien: el pelo negro ensortijado, que solía peinarse estirado para atrás, la barba reluciente, la nariz grande como si tuviera que respirar por tres o cuatro, y ojos pequeños y vivos de sabérselas todas. Se llamaba Germán. Y Germán era el culpable de que ahora estuviese subido en esta silla tan alta y lo pudiera observar como si fuera Dios.

La chica saludaba con un brazo. No, la chica parecía que pedía ayuda. ¿Le estaría ocurriendo algo a Germán, al mismo que se las había hecho pasar canutas a Quique cuando empezó a no pasarle clientes y a arrinconarle en el trabajo?

Ahora, la chica en el mar no sabía cómo ayudarle a respirar. Lo puso boca arriba e intentaba empujarle hasta la orilla. El problema era que se habían alejado demasiado y que Germán era muy grande y ancho y poco manejable.

Germán se lo puso tan difícil que Quique tuvo que hacer terapia para recuperar la autoestima, dejar la empresa en la que llevaba desde que terminó la carrera y cambiar de vida. Se convirtió en un deportista y decidió que se dedicaría a algo que tuviera que ver con salvar a los demás.

Evidentemente, Germán se estaba ahogando y la chica gritaba. Un bañista se dio cuenta y empezó a nadar hacia ellos. Nadie tenía la culpa de que Germán no se hubiese cuidado más. Mucha comilona y mucha mala baba. Las aguadillas habían podido con él. Alguien le avisó desde abajo de que ocurría algo grave. Quique descendió lentamente los peldaños y se dirigió al grupo de gente que rodeaba a Germán, tumbado en la arena. Esperaba no tener que hacerle el boca a boca. Pidió ayuda por el móvil y se abrió paso hacia él. Le tomó el pulso. No había nada que hacer.

¿No va a reanimarle?, gritó la chica llorando. Es inútil, contestó Quique. ¿Inútil?, dijo un bañista, este hombre estaba ahogándose y usted no hizo nada. Ya me encargaré yo de que le quiten el carnet de socorrista.

Está bien, pensó Quique mirando fijamente los ojos sin vida de Germán, puede que consigas amargarme la vida una vez más, pero será la última.



Némesis, diosa de la Venganza (Gheorge Tattarescu, 1853)




Entrada núm. 1187 (.../...)

Cataluña y España

Un excelente artículo del escritor y periodista Xavier Vidal-Foch, titulado "Si Cataluña no existiese", en El País de hoy, me ha hecho reflexionar sobre la propensión que tenemos los españoles a mezclar churras con merinas. Por ejemplo, asimilando pueblos y naciones con partidos o gobiernos. Ni todos los israelíes son antipalestinos, ni todos los gallegos, vascos, catalanes y canarios son nacionalistas y antiespañoles.

A mi personalmente no me molestan lo más mínimo los españoles que dicen no sentirse españoles. Faltaría más que alguien estuviera obligado a "sentirse" español, canario, sueco o neozelandés. Uno "es" español, canario, sueco o neozelandés, y si no le gusta y puede, pues se cambia de nacionalidad. La nacionalidad de origen, por derecho territorial o de sangre, es algo que nos suele venir dado y no algo que podamos elegir, al menos en primera instancia.

Yo no me siento especialmente orgulloso de ser español, pero tampoco me ofende, me molesta o me avergüenza. Como todos los pueblos, los españoles, en conjunto, tenemos cosas malas, buenas y "mediopensionistas". Y lo mismo supongo, individualmente, pasa con los gallegos, los vascos, los catalanes, los madrileños, andaluces, extremeños, murcianos, canarios y demás gentes que conforman esto se que se llama España.

Tampoco me parece que debamos dar el mismo valor a las opiniones de un ciudadano particular que a las de un responsable político, social, económico o cultural, aunque todas sean igual de respetables o detestables según el caso.

Ahora que la rancia y casposa derecha-derecha española, clama contra Cataluña, confundiendo a Cataluña con el tripartito que la gobierna y que defiende sus intereses, exactamente igual que lo hacen madrileños, valencianos, gallegos y canarios, cada uno con la fuerza y la representación política que los votos les han otorgado, he recordado una de las pocas ocasiones en que me he sentido avergonzado de ser español. Y fue cuando hace más o menos dos años, esa impresentable "Margaret Tatcher" a lo ultra-liberal-carpetovetónico que es doña Esperanza Aguirre, clamó al cielo contra la posibilidad de que una empresa "extranjera", la catalana Gas Natural, se hiciera con el control de la "españolísima" Endesa,.. ¡Antes alemana que catalana!, clamaba... Y a boicotear el cava y la butifarra... En cualquier país normal, la hubiera defenestrado su propio partido; pero ya se sabe, el PP no es un partido normal: es la quintaesencia de la españolidad más acrisolada...

Así pues, aunque Cataluña no necesite de mi concurso, un servidor de ustedes, que es antinacionalista visceral y confeso, se despide en esta ocasión con un ¡Visca Cataluña y Viva España! Y me da igual lo que me llamen. Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)




Vista panorámica de la ciudad de Barcelona (Cataluña)




"Si Cataluña no existiese", por Xavier Vidal-Foch
EL PAÍS - Economía - 16-07-2009

¿Qué ocurriría si Cataluña no existiese en el universo español? ¿Qué sucedería con la Hacienda pública, con la economía productiva, con el modelo de Estado?

Este tipo de interrogantes es muy útil en momentos de polémica o confusión. La Unión Europea ha basado en esta mayéutica del coste de oportunidad (el valor obtenible dedicando esfuerzos y recursos a una finalidad alternativa) el argumentario de algunos de sus grandes saltos: El coste de la no Europa, tituló Paolo Cecchini su famoso estudio preparatorio del mercado único.

¿Cuál sería el coste de la no-Cataluña? Fácil. Las autonomías no mejorarían hoy su financiación. De hecho, España no sería un Estado autonómico, pues no habría comunidades autónomas. La autonomía es, sobre todo, un invento catalán. Tras un siglo de frustraciones, el Estatut de 1932 vino a consagrarla, y otros siguieron. El título VIII de la Constitución de 1978 calcó el esquema del Estatut de 1979, que se fraguaba al tiempo. Y la LOFCA. Y la progresiva cesión de impuestos estatales (el 15% del IRPF desde 1992; el 30% desde 1997; el 33% del IRPF y el 35% del IVA desde 2002) se debió a propuestas catalanas. Las últimas reformas estatutarias siguieron también el patrón barcelonés. Como el nuevo sistema de financiación, que solemniza un verdadero, aún incompleto, federalismo fiscal.

La secuencia es idéntica en todas esas ocasiones. Cataluña empuja, punta de lanza, la descentralización de Política y Hacienda. Otros territorios claman al cielo contra los supuestos privilegios que aquélla persigue. Al final se universaliza, con retoques, lo obtenido por los catalanes. Tarde más que pronto, alivio general.

El único problema es que las lógicas tensiones interterritoriales las aprovechan pescadores en río revuelto. Normalmente la caverna y sus portavoces, pero a veces también el meridionalismo irredento o algunos talibanes de la punta de lanza. Y así una baronesa/condesa proclama su preferencia por una Endesa alemana, antes que catalana (¿y la unidad de mercado que tanto propala?); un partido realiza un pseudo referédum contra el Estatut; sus amigos decretan, aprovechando una simétrica memez contra el Madrid preolímpico, el boicot a los productos made in Catalonia (¿acaso no son españoles?); y toda la discusión financiera se referencia al techo de la reivindicación catalana... El primer lema es, contra ellos. El segundo, nosotros, lo mismo. Y el tercero, coge el dinero y corre.

Así, se ha instalado la percepción de que los catalanes son sospechosos habituales, que cualquiera de sus propuestas esconde truco insolidario: un partido lleva al Constitucional 42 disposiciones del último Estatut... idénticas al andaluz, que no recurre. Se les presenta pues, despectivamente, como viajantes de comercio, peseteros, explotadores, egoístas, fenicios, judíos... En esa tarea la caverna nacionalista española utiliza a veces coartadas suministradas por el alicorto nacionalismo periférico opuesto. Y convergente en sus daños colaterales.

¿Fenicios? ¡Bravo! Deberían sentirse satisfechos los denostados. Sin el comercio fenicio no habrían progresado ni Grecia ni Roma: la cuna de la civilización es el comercio. ¿Judíos? Espléndido. Son la entraña de la burguesía, y ya escribió Carlos Marx en su Manifiesto comunista que ésa era la clase más revolucionaria de la Historia. Algo que la España imperial obvió, expulsándoles, y de ahí el retraso atávico de la Península.

Pese a esas pendencias, al cabo jamás se produce la ruptura del mercado interno, aunque sea perfectible. Nunca quiebra la cohesión territorial, modélica en términos europeos, por ejemplo respecto de Italia. Pero sí se labra una agria fisura espiritual, que puede acabar redundando, a la larga, en otras más graves.

El coste de la no-Cataluña desbordaría la Política y la Hacienda pública. Alcanzaría a la economía productiva. El Principado es desde hace tres siglos una compañía start-up para el conjunto de España: introductora de nuevas técnicas, nuevos sectores. De la máquina de vapor, a la industria editorial; de la moda, a la publicidad; del cine, al diseño y la arquitectura; de la automoción, a la biomedicina; de las ferias, al gas y la energía eólica, casi todo penetra por ahí. Pero paga caras sus debilidades, su añejo recelo liberal/libertario a la política, o sea, al Poder. Su escasa ambición por el tamaño empresarial, por el gran conglomerado, su aversión a la sociedad por acciones. Y al final, acaba traspasando a otros la capitalidad de lo que inició. Ahora podrá aparcar su angustia por la asfixia financiera. Que se dedique, liberado de hipotecas y fantasmas, a esas asignaturas pendientes. Las que no dependen del enemigo exterior.

Éste, la España de matriz castellana, apenas ha producido un (espléndido y recomendable) estudio sobre el coste de la no-Cataluña. No es económico, sino cultural: El nacionalismo lingüístico (Península), de Juan Carlos Moreno Cabrera, catedrático de Madrid. En Barcelona proliferan, al menos desde Ramon Trias Fargas, los textos sobre la factibilidad de la no-España. El último, de Jacint Ros Hombravella, se subtitula La viabilitat econòmica de la independència de Catalunya (La Magrana). De momento, sólo una minoría de catalanes comulga con ello. Un hermoso milagro.




El escritor Xavier Vidal-Foch




Entrada núm. 1186 (.../...)

miércoles, 15 de julio de 2009

Harto

Lo se, lo se, siempre estoy con lo mismo... Hasta los mismísimos [......] me tienen los políticos. Todos. Sin excepciones. Aunque como repito en cada ocasión propicia, unos más que otros. Cito de nuevo a la escritora y periodista Rosa María Artal, que en su Blog "El Periscopio", se anima a proponer que cambiemos a los valencianos por los daneses y a los madrileños por los suecos enumerando sin "animus iniurandi" las ventajas que obtendríamos con el cambio. Todos.

Yo he dicho muchas veces lo mismo sobre los tinerfeños, isla, por cierto, en la que tengo numerosos y buenos amigos, y sobre todo amigas. Pero también las tengo en Galicia: allí están ahora dos de ellas, Luisa y Ana, a las que no veo hace mucho tiempo. No me importaría intercambiar tinerfeños por gallegos, al menos durante una temporada...

Bromas aparte. El panorama político nacional es desolador. El gobierno, ganando tiempo y oxígeno como sea; la oposición, en Babia o navegando entre la inconsistencia y el cinismo; y los nacionalistas, como siempre, a lo suyo.

He vuelto a releer algunos pasajes de "Política, partidos y grupos de presión" (Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1962), el monumental libro de V.O. Key del que les hablaba hace unos días. En una misma página, la 30 de la edición citada, anoto estas perlas sobre la clase política: "El motivo primario del político no es hacer el bien a la humanidad o, incluso, a su propio país sino simplemente obtener el poder para sí". Poco más adelante añade: "Considerando a un político, la primera cuestión no es la de si se trata de una buena persona que usa de medios rectos, sino de si tuvo éxito para ganar el poder, y si lo conservó gobernando; en resumen, si fue habilidoso en su materia o, por el contrario, un chapucero". Y concluye al final de la página: "La confusión entre política y ética proviene en parte del hecho de que cada sector de la sociedad al procurar incrementar sus intereses, identifica sus propias ventajas con el bien público; por tanto, la discusión política se impregna de moral". De falsa moral, añadiría yo.

Pensarán ustedes que todo lo que dice el profesor Key ya lo dijo en el siglo XVI, con más elegancia y cinismo, el primer gran analista político de era moderna, el florentino Nicolás Maquiavelo. Aunque yo soy de los que piensan que después de Platón y Aristóteles sobre "política" no se ha escrito gran cosa que merezca la pena, tengo que darles la razón.

Los ciudadanos somos unos ingenuos: algunos lo sabemos, aunque nos apliquemos el refrán ese que dice "que sarna con gusto, no pica" (mentira, pica y mucho); la mayoría, lo ignora, y en algunos casos, voluntariamente. En algún momento esta situación debería cambiar para bien con necesarias reformas constitucionales de las que hablaremos otro día. De momento, y asumiendo como propia la idea de Rosa María Artal, ¿por qué no intentamos más intercambios como los que ella propone? Se admiten propuestas... ¡Ah!, y gracias, Forges, por haberme resuelto la parte gráfica... Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)




Forges





"PERMUTO VALENCIA POR DINAMARCA Y MADRID POR SUECIA", por Rosa María Artal
Blog El Periscopio, 14 de julio de 2009

Fiel a mi idea de que la mejor forma de aprendizaje es el contacto directo y ponerse en el lugar del otro, hace tiempo que vengo pensando en una solución revolucionaria para arreglar algunos de nuestros problemas y, colateralmente, solucionar otros ajenos. Se trata de un experimento por el que se permutaría Valencia por Dinamarca y Madrid por Suecia. Atiendo a las cuestiones más urgentes. De resultar positiva la prueba podríamos estudiar nuevos intercambios.

La Comunidad Valenciana cuentan casi con el mismo número de habitantes que Dinamarca: unos 5 millones de personas. El primer aspecto positivo sería que en Dinamarca los valencianos se encontrarían mucho más holgados, dispondrían de casi el doble de territorio, 43.000 Kms. cuadrados, frente a 23.000. Un pasado histórico de solera les es común, y a ambos les baña el mar. Claro que allí son el Mar del Norte y el Báltico de temperaturas gélidas, pero dicen –no sé si está probado- que el frío curte. Más de 400 islas, la mayor parte despobladas, inmensos terrenos para construir y especular, ahora que el litoral valenciano está saturado de ladrillo. Tendrían que acostumbrarse, eso sí, a residir en un paisaje armónico, con un urbanismo elegante y bien diseñado.

Los valencianos cobrarían allí 3.250 euros (ése es su salario medio, el más alto de la UE y con pocas diferencias sociales). Pagarían también precios algo más elevados, aunque no más de un 10% de los que tenemos en España. E impuestos superiores al 50%, el 60% para los millonarios, (En España la media es 34% y 42% para los más ricos). A cambio dispondrían de grandes medidas sociales, porque allí el Estado gasta en los ciudadanos el 30% del PIB, mientras nuestro país sigue estando a la cola de Europa con un 21%. Yo creo que en el aspecto económico rentaría el trueque a los valencianos.

Deberían aprender todos inglés, en Europa no puede uno moverse sin este idioma. “Educación para la ciudadanía”, sin objeciones y en el idioma propio. Y otros horarios. Entrar a trabajar a las 9 y terminar a las 4 por ejemplo, con un bocadillito en medio, sin dos platos, postre, café y pacharán.

Pero también compensa todo esto:

Dinamarca es el segundo país más pacífico del mundo según Global Peace Index en 2008. Su capital, Copenhague, está considerada por la revista Monocle como la mejor ciudad para vivir en su Top 20 Most Livable Cities Chart. Asimismo, está clasificada como una GaWC Ciudad cultural mundial, siendo tercera en Europa occidental, sólo sobrepasada por Londres y París.

En cuanto al clima, en verano se quitarían de agobios, y en invierno, desde luego, se pelarían de frío. Y el sol, nada de la maravillosa luz Mediterránea, en invierno apenas lo ven y en verano no se esconde, el muy ladino, casi en todo el día. Pero eso con unas buenas persianas, puede paliarse.

Son algo menos tacaños que los suecos, aunque tampoco dilapidan el dinero. Ambas partes -españoles y nórdicos- pueden aprender para obtener una media aceptable. Porque podíamos dejar algún danés allí para hacer más fácil el tránsito.

Con todo, lo más positivo, lo que me inclina a proponer esta permuta es que Dinamarca fue el país menos corrupto del mundo en el año 2008 según Corruption Perceptions Index. Y, además, que la sociedad tiene arraigados una serie de valores democráticos que defienden a ultranza: la igualdad, la libertad de expresión y los derechos humanos, el respeto al ser humano, la solidaridad y la responsabilidad hacia la comunidad, tanto en la vida social como en la familiar. Ya sé que en Valencia, en España, también, pero allí es norma de vida profundamente interiorizada por la sociedad. Insisto que estoy hablando de un primer estadio de las permutas.

Prácticamente los mismos valores y circunstancias –algo más de gasto social incluso- comparte la vecina Suecia. Con 9 millones de habitantes –que no sé cómo meteríamos en Madrid-, nos brindarían un inmenso territorio de 449.964 Km², en el que tanto Esperanza Aguirre como Alberto Ruiz Gallardón serían realmente felices por las posibilidades de inversión que ofrece. Ahora bien, ambos, Camps y Rita Barberá también, se verían obligados a vivir con mucha mayor austeridad y, especialmente, con mayor control incluso ciudadano. Cualquiera tendría acceso a su declaración de impuestos.

Los nuevos madrileños nórdicos dispondríamos de los mismos gélidos mares que nuestros nuevos vecinos valencianos, pero playa al fin y al cabo, lo único que le falta a Madrid para ser maravillosa. Habría que hacer, desde luego, un esfuerzo por manter las calles limpias, asfaltadas y con las señales de tráfico bien pintadas. Cuando vinieran las visitas no podríamos tener las ciudades como está nuestra capital.

Altísima inversión en innovación y tecnología, tanto en el sector privado como público, y auténtica pasión por el cuidado del medio ambiente. A acoger con cariño y respeto a los emigrantes –salvo excepciones- ya estamos acostumbrados en Madrid, pero la experiencia sueca nos serviría porque ellos llevan haciéndolo desde los años 70. Allí fueron buena parte de los arrojados por las dictaduras latinoamericanas. De hecho, es uno de los países que más interés tiene por el idioma español que se estudia incluso en las Universidades. Un problema que veo es que en Suecia prima la educación pública, pero ese aspecto es subsanable. En seis meses, pienso que algo cambiaría la mentalidad. Porque digo yo que será el aire o el agua lo que forma los criterios. No puede ser otra cosa.

Y lo mejor: un puente entre Dinamarca y Suecia, que en 15 minutos te sitúa en el otro país. Valencianos y madrileños podríamos compartir las nuevas experiencias. Por ejemplo, la de respetar el tráfico y desplazarse en bicicleta que es tan sano. Y tan barato. O que, en lugar de “ayudar” a su mujer en casa el día que les viene bien, tienen que afrontar a partes casi iguales el cuidado de los hijos y las tareas del hogar.

Esto es un primer esbozo del proyecto de permuta. Y ya es demasiado extenso, podemos profundizar en la idea. Al mismo tiempo, prestaríamos a los nórdicos en España espontaneidad, el gran arte de la improvisación y un saber vivir –aunque sea endeudándose en nuestro caso-. Aprenden rápido. Un año a prueba. Eso es todo. Me quedo pensando y mirando el mar Báltico.




Forges




Entrada núm. 1185 (.../...)