martes, 23 de junio de 2009

Vivir, ¿y morir?, con dignidad

No creo que haya muertes dignas o indignas. La vida es la que tiene que vivirse con dignidad. Y cuando esa dignidad desaparece, desaparece todo sentido de vida. Un antiguo amigo y compañero de afanes universitarios, filósofo, historiador y abogado, que se llama Julio Santamaría, me escribe hace unos días enviándome un texto emocionado y emocionante sobre la experiencia que ha supuesto para él la muerte de un familiar muy cercano. Supongo que muchos de ustedes, todos más o menos tarde, han pasado por ese trance, y la experiencia personal de cada uno es intransferible. Mi amigo Julio ha titulado su artículo "¿El suicidio como proyecto vital?", y es una crítica de la legislación española y canaria sobre la muerte digna, llámese ésta testamento vital, tratamientos paliativos o eutanasia. Me ha parecido muy interesante y digno de reproducirlo en el blog. Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)




"La muerte de Sócrates" (Jacques-Louis David, 1787)




"¿EL SUICIDIO COMO PROYECTO VITAL?", por Julio Santamaría Pampliega

1.- No hay contradicción en el título de estas reflexiones. Está así redactado premeditadamente. Las circunstancias y experiencias sociales y personales delimitan y definen la trayectoria del ser humano. En otros términos: de la misma forma, modo y decisión con que proyectamos nuestra vida de joven hacia el futuro, igual ha de ser la proyección a la muerte. Una y otra elección son los actos más trágicos, de mayor responsabilidad, y de creación del ser personal, o profesional y/o de su despedida de este mundo. No me refiero a la eutanasia en su plenitud de significación, sino al hecho mismo de morir. Hume, filósofo Inglés del Empirismo en su Ensayo, el Suicidio, dejó ya escrito que el ser humano, cuando en su deterioro se convierte y llega a ser carga para sí y para la sociedad, su destino es claro: la muerte voluntaria: “Que el suicidio puede a menudo ser consistente con el interés, y el deber para con nosotros mismos es algo que nadie puede cuestionar, una vez que se admite que la edad, la enfermedad, o la desgracia pueden convertir la vida en carga, y hacer de ella algo peor que la aniquilación”“Ningún un hombre ha renunciado a la vida, si ésta merecía conservarse”.”Tal es nuestro horror a la muerte, que motivos triviales nunca tendrán fuerza suficiente para hacer de ella algo deseable,”-, incluso dejando a parte la religión y el código penal de las sociedades. “Si se admite que el suicidio es un crimen, sólo la cobardía nos puede empujarnos a cometerlo. Pero si no es un crimen,-y los códigos penales no pueden definirlo,-“sólo la prudencia y el valor podían llevarnos a deshacernos de la existencia, cuando ésta ha llegado a ser una carga.”, “Es este el único modo en que podemos ser útiles a la sociedad y preservaría para cada uno su oportunidad de ser feliz en la vida, y lo libraría eficazmente de todo peligro y sufrimiento.”

Hipócrita, patana y engañosamente a ese camino no van dirigidas la Ley nacional del testamento vital, ni la norma regional. Ni el parlamento español, ni el canario han entrado a legislar vitalmente sobre la eutanasia. Han servido legislación descafeinada del mismo color. Muerte o su aproximación. Pero sucede que, en ese camino del ser humano hacia su destino final, se le puede endulzar y racionalizar el sufrimiento. Y a esa permisión vergonzante se le llama testamento vital. Manifestación documental del que ha de morir, realizada en plena advertencia y conciencia ante presencia notarial, sobre su voluntad de tratamiento al perder la capacidad de obrar. Nada más. Y sin embargo las situaciones vitales que todos los seres humanos hemos de vivir, y de quienes han desaparecido de este paraíso “infernal” exigen más. Exigen algo más que orientaciones psicológicas a enfermo y familia, y profesionales médicos, que convierten esos días, meses, o años de deterioro general, y situación amenazante, difícil y cambiante: la concienciación de la persona, y de la sociedad, que la muerte debe y puede elegirse como solución, y meta final.Y ello como se elige una profesión en el recorrido de la vida. La equivocación en la elección profesional crea o puede crear, desorientación, angustia e improductividad personal, familiar y social del apocado, permanentemente equivocado y carente de voluntad.

2.- A nuestro criterio sólo con una preparación para la muerte antes de la enfermedad, la inseguridad física y personal del enfermo, y su temor, se transforma o debe transformarse en tranquilo vivir para morir. La capacidad de verbalización del hombre le ha servido para desempeñar muchas facetas en su camino evolutivo; en su evolución cognitiva, para la resolución de sus problemas, planificación de sus objetivos, y el control de sus eventos fundamentales de su vivir. La misma capacidad con la que ha creado y elaborado el conjunto de sus creencias. En la realidad y en el contexto de la certeza de la muerte próxima, ser verbal significa tener la habilidad de traer al presente cosas totalmente desconocidas, y que aún no han sucedido: el deterioro trágico del su salud, lo que puede ocurrir después de su desaparición; las imágenes de futuros cargados de gran dolor, y las comparaciones seguras de lo que podía, y pudo hacer antes de su situación límite de salud, y sentir lo que no puede hacer en el instante mismo de de su grave enfermedad.

Los pensadores existencialistas fueron los primeros predicadores de la construcción del hombre. El hombre ante la tragedia de la elección de su ser. La posibilidad de error ante la elección de su trayectoria vital provoca y obliga a sentir en el hombre el sentimiento aquel o estado anímico de asco, tragedia, nausea, y temor por las consecuencias de la equivocación. Los existencialistas sembraron gratis la verdad y la necesidad del obrar libre y conscientemente en la construcción del ser del hombre. Toda elección equivocada en su profesión, esclaviza al ser, o ciudadano concreto a un continúo vaivén de acciones y proyecciones cuyo final es el fracaso y la despersonalización. El hombre sin meta electiva y programada orilla la nausea perenne de su existencia. La ineficacia en la acción, y la despersonalización constante traducida en presente y permanente desesperación. Hoy, y ayer es la tragedia de la falta de formación. La equivocación constante y no percibida coloca al hombre en situaciones límites, en las que la cobardía y el miedo a la vida le impiden consumar lo que desea y rechaza culturalmente su sociedad, el suicidio. Se hermanan, pues, el fracaso ante la vida, como es la vida personal desarticulada, con el desastre final de la vida como degeneración de su salud, y la carga innata para si mismo, y la sociedad. Filippo Strozzi, rico comerciante de Florencia, (1488-1538) que fue capturado tras el fracaso de la rebelión que había planeado contra Cósimo de Médicis, fue encontrado muerto en su celda. Junto a él, una nota en la que se decía:”hasta ahora no he sabido cómo vivir; sabré ahora cómo morir”.

Sería fácil probar que el suicidio es tan legítimo dentro de la doctrina cristiana como lo fue para los paganos. Esa grande e infatigable norma de fe y de costumbres que debe dar dirección a toda razonamiento humano, nos ha dejado en completa libertad en lo que se refiere a este punto. La resignación a la Providencia se nos recomienda, ciertamente, en la Escritura, pero eso implica solamente sumisión a males que pueden remediarse con el ejercicio de la prudencia o de la fortaleza, pero no a los males que son inevitables como la muerte por degeneración y destrozo lentamente del cuerpo con inseparabilidad del dolor más atroz. No matarás es, evidente, un mandamiento que prohíbe matar a los demás, sobre cuya vida no tenemos autoridad., Que este precepto, como la mayoría de los preceptos de la Escritura, debe ser modificado mediante la razón y el sentido común, queda de manifiesto en la práctica del derecho penal, en la que los Magistrados, aún hoy, castigan a criminales con la penal capital, a pesar de lo que dice la letra de la Ley, y la norma penal. Pero si ese mandamiento se refiriera también al suicidio, ahora no tendría autoridad, porque toda ley de Moisés ha sido abolida, excepto en aquellos puntos, que se basan en la ley natural. Pero el suicidio no está prohibido por esa ley, la natural. Y el caso es que cristianos, y paganos han participado del mismo fundamento. Catón y Bruto, Arrea y Porcia actuaron heroicamente. Quienes ahora imitan su ejemplo deberían recibir las mismas alabanzas de la posteridad. Algo así como la admiración que despierta Sócrates que consumó el suicidio con la cicuta.

3.- Insinuado ya el pensamiento de Plinio debería terminar traduciendo textualmente sus palabras de su Historia Natural, II ,5: Dios aún cuando quisiera no puede darse muerte, y ejercitar es privilegio que concedió al hombre en medio de tantos sufrimientos. He ahí por qué bautice al testamento vital como falacia ante la necesidad del enfermo terminal. En el caso del individuo enfermo, sin capacidad de aseverar, conocer o casi respirar por los retortijones del dolor,

¿ El profesional de la medicina, y familiares pueden, y se deben acoger, y respetar literalmente al testamento descafeinado vital de nuestras leyes, o aplicar de forma progresiva la sedación, como práctica racional paliativa del bienestar del enfermo y su paz final, tal y como personalmente haya dejado escrito aunque suene a suicidio ?.La razón y el sentido común me obligan, y me obligaron a desear ese tratamiento hace unos días para un familiar. Suicidio testamentario o desgarramiento final. Pero…en esa Comunidad donde se produjo la muerte la terapia paliativa se confunde con el homicidio. Por desgracia, también, se dan homicidios culturales. -¿No lo siente así el lector?



Entrada núm. 1173 (.../...)

lunes, 22 de junio de 2009

La mujer del César

Llevo varios días de absoluta sequía anímica para enfrentarme a la pantalla en blanco del portátil. Un poco antes del asesinato del inspector de policía Eduardo Puelles por esa pandilla de mafiosos que conforman ETA tenía medio esbozado un comentario que se iba a titular "¿Por qué detesto el nacionalismo?". Ya no voy a escribirlo. No deseo que nadie piense que presupongo una relación causal entre el nacionalismo vasco, -en este caso-, y ETA. Me niego rotundamente a hacerle el juego a ninguno de los dos. ETA no es más que una organización mafiosa sin más objetivo que sojuzgar al pueblo vasco, al nacionalista y al no-nacionalista, en su propio interés, que confieso ignorar cual pueda ser. Pero saben, aun siendo despreciables los mafiosos etarras, me merecen mucho más desprecio quiénes les jalean y apoyan desde las instituciones, las urnas, las pancartas, las manifestaciones, los insultos y las amenazas. Estos últimos son doblemente cobardes porque se aprovechan de las libertades que les otorga una democracia en la que no creen. Pero no lo conseguirán. Como ha dicho con enorme entereza y valentía la mujer del policía asesinado, lo único que han conseghuido es dejar a dos hijos huérfanos y a una mujer viuda. Y no van a conseguir nada más.



La viuda y los hijos del policía asesinado por ETA



Irán es otra de las cuestiones que me tiene ensimismado. De niño, en Madrid, vivía muy cerca de la Embajada Imperial del Irán, en la avenida de Pío XII. Eran los tiempos del Sah y sus encantadoras esposas, y de los fastos de la coronación en Persépolis. Que el Sah era un sátrapa a la antigua usanza lo supe mucho más tarde. Pero también es cierto que llevó a su país a unas cotas de modernización que no había conocido nunca antes, aunque no seré yo quien se atreva a sugerir que todo tiempo pasado fue mejor. Desde mi inocencia, mantenía una curiosa relación de amistad y buena vecindad con el personal de la Embajada, incluyendo al embajador y su familia, que me regalaban libros, cuentos y folletos turísticos de su país en cada visita que les hacía . Es agua pasada, claro está, pero estos días recuerdo aquellos momentos con cariño, y estoy convencido de que la ola de libertad que se ha levantado en Irán es el prólogo irreversible del principio del fin del régimen teocrático impuesto por los imanes y que el pueblo iraní, más pronto que tarde, recuperará la libertad que sin duda merece.



Velas en recuerdo de la joven iraní Neda Agha



En El País de hoy el escritor Julio Llamazares ha publicado un artículo: "Lectura estética de las últimas elecciones", que no se como calificar, si como irónico o como sarcástico, sobre la utilización del resultado de las mismas por parte del PP del Sr. Rajoy, -¿hay otro PP que no sea el del Sr. Rajoy?-, como salvoconducto de prácticas corruptas. Sin librar de crítica al partido del gobierno ni a toda la clase política española en su conjunto. A mi, lo digo con toda sinceridad, más miedo que el PP del Sr. Rajoy, muchísimo más, me dan sus votantes de Madrid, Valencia, o Canarias.



El escritor Julio Llamazares



Casualmente, el sábado pasado me dio por ojear un viejo y estupendo libro del sociólogo norteamericano V.O. Key: "Política, partidos y grupos de presión" (Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1962) , que había leído hace al menos treinta años. Apenas iniciado, en las primeras líneas de su capítulo preliminar, afirma Key con rotundidad: "la Política no es más que la lucha por el poder". Una verdad que solemos olvidar presos de la ingenuidad.

Dice un antiguo adagio que "la mujer del César no sólo tiene que ser honesta sino parecerlo". No creo que esa sea la situación actual en nuestro país. Para mi, la clase política española, salvo excepciones personales concretas, cada vez se parece más a un decadente prostíbulo lleno de viejas putas, dicho con todo el respeto debido a las putas ya sean éstas viejas o jóvenes. Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)




HArendt ante el Tagoror indígena de Tafira (Gran Canaria)




"LECTURA ESTÉTICA DE LAS ÚLTIMAS ELECCIONES", por Julio Llamazares
EL PAÍS - Opinión - 22-06-2009

Se podrá dudar de la palabra del sastre que confeccionó los trajes de los que tanto se habla en la prensa española últimamente, pero no de su profesionalidad: a sus destinatarios los trajes les sientan de maravilla.

Así que, si yo fuera el juez, seguiría investigando por ahí, puesto que, aunque no deja de ser cierto lo que dijo el presidente del partido al que aquellos pertenecen de que nadie se vende por cuatro trajes, no es menos cierto que, si éstos están tan bien cortados como se ve, cualquiera puede caer en la tentación de ponérselos, máxime si, como es el caso, ha de cambiar de traje a diario en función del cargo que ostenta, siempre al servicio de los demás, por supuesto.

Igualmente, y aunque nuestra Constitución ampare la presunción de inocencia de todos los españoles, incluidos aquellos a los que, como los del caso Gürtel, el aspecto delata sólo con verlos (la fotografía de la explanada de El Escorial con Correa y El Bigotes desfilando con chaqué en el convite de Agag y Aznar serviría como prueba acusatoria en cualquier juicio), si yo fuera el juez del caso, seguiría los pasos de los imputados aunque solamente fuera por aquello que dicen los americanos de que, si un ave anda como un pato, vuela como un pato y nada como un pato, lo normal es que sea un pato (en España hay otra versión de ese silogismo, más costumbrista y menos avícola, que es esa que asegura que, si alguien lleva casco, hacha y manguera, lo normal es que sea bombero).

Lo que no comprendo, en cambio, dicho sea con todos los respetos hacia quienes actúan y piensan de modo diferente, es la insistencia de los partidos de izquierda en utilizar esos casos de corrupción, así como otros varios que salpican al Partido Popular desde hace tiempo, como arma en la batalla partidista cuando la realidad demuestra que al electorado conservador la corrupción no sólo no le preocupa, sino que la considera consustancial a la actividad política, incluso digna de admiración y aplauso (siempre y cuando, eso sí, la protagonicen personas de su ideología; otra cosa es que afecte a los contrarios), como recientemente han vuelto a demostrar los resultados de las últimas elecciones al Parlamento Europeo.

¿O cómo explicar si no que las comunidades más afectadas por esos casos de corrupción, incluso con personas ya imputadas por los jueces, sean precisamente donde el partido al que pertenecen mejores resultados ha obtenido, incluso acrecentando su número de votos?

Cierto que existen otros factores (la crisis económica, por ejemplo, o la abstención de muchos votantes, especialmente en ciertas regiones) que explican esos resultados, pero lo que parece claro es que la que los partidos de izquierda creían iba a ser su baza principal en esa cita se ha demostrado no sólo inocua, sino hasta revitalizadora para sus opositores; tan revitalizadora que algunos de éstos han llegado a argumentar, ignorando los principios democráticos más básicos (el de la división de poderes, el primero, y el de la independencia de los jueces, el segundo) que esos buenos resultados obtenidos en las urnas suponían de hecho una absolución de los imputados en los citados escándalos de corrupción. Un argumento que serviría para que cualquier persona con cuentas con la justicia se presentara a unas elecciones esperando a que las urnas revocaran la decisión del juez.

Algo pasa en un país cuando la corrupción no sólo no penaliza a quienes se benefician de ella sino que les favorece. En los últimos días se han hecho muchos análisis sobre el asunto, comparando el caso de España con los de otros países de nuestro entorno (el de la Italia de Berlusconi o el del Reino Unido de Gordon Brown, tan parecidos a primera vista, pero resueltos por la población de modo muy diferente), pero nadie se atreve a decir lo que muchos sospechamos o pensamos ya hace tiempo: que la sociedad española tiene un problema muy grave y éste no es tanto la crisis económica, que existe, eso es evidente, cuanto la moral y estética. Y esa crisis, que es ya antigua (viene de la dictadura, incluso de más atrás), se ha acentuado en estos últimos tiempos al socaire de la bonanza económica que el país ha vivido durante años y de una cultura, o incultura, la de la picaresca, que, arraigada en nuestro carácter (el español presume de listo, nunca de honrado, ni de trabajador), se adapta a cada momento en función de sus características.

El problema principal es que quienes deberían solucionar esa crisis (que no se arregla con inyecciones de dinero, como la económica, sino con el ejemplo y la educación de la población) son los que más contribuyen a acrecentarla, los unos utilizando la corrupción como munición política, pero sin preocuparse mucho por lo que de verdad supone, y los otros protegiendo a los corruptos con el desvergonzado argumento de que las urnas no le condenan.








Entrada núm. 1172 (.../...)

miércoles, 17 de junio de 2009

Entre todos la matamos y...

De la Política (con mayúsculas) cabría decir eso de "entre todos la matamos y ella sola se murió"... Hoy estoy bajillo de ánimos así que no quiero polémicas ni sesudas reflexiones estériles. Me sumo a lo expresado por la escritora Elvira Lindo en su artículo de El País. Sean felices, si les dejan... Tamaragua, amigos. (HArendt)


Notas:
(1) Alegoría de la Política en:
http://farm3.static.flickr.com/2117/2457168410_1cfa76398b.jpg?v=0
(2) Fotografía de la escritora española Elvira Lindo en:
http://telaviv.cervantes.es/FichasCultura/Imagenes/FOTOELVIRA1.jpg




La escritora española Elvira Lindo



"PARTIDITIS", por Elvira Lindo
EL PAÍS - Última - 17-06-2009

Tras la insufrible campaña para las elecciones europeas los partidos se encontraron en la inevitable Tercera Fase: ese momento de ciencia ficción en el que tratan de explicar que han salido ganando aunque no hayan conseguido los votos que esperaban. A esto, que siempre tiene su gracia, se añadía en esta ocasión el hecho de que debían interpretar la abstención.

La visión optimista fue la norma. Todos los partidos afirmaron que, en comparación con otros países, España no podía quejarse del nivel de participación. Luego añadieron que el electorado aún no acaba de entender el verdadero significado de las instituciones europeas. Desde luego. ¿Y ellos?, ¿entendían de qué iba la cosa? Porque dio la impresión de que trataban de esquivar la razón por la que se convocaba a los ciudadanos. Esa táctica elusiva me trajo a la memoria una antigua artimaña escolar: "Me preguntaron por Roma y contesté con Grecia, que era lo que me sabía".

Para rematar la lectura de los resultados, nuestro presidente optó por felicitar a los responsables de su campaña, y la oposición, tras anunciar que está a un paso de La Moncloa, se sintió refrendada hasta en sus más sonoros disparates, como esa chiripitifláutica Educación para la Ciudadanía en inglés que tanto le gusta al señor Camps. A partir de ahí, la vida sigue igual: los telediarios son previsibles partidos de pinpón entre Rajoy y Pajín, y la mayoría de los contertulios políticos (salvo honrosas excepciones) muerden si es necesario por defender al partido para el que parecen trabajar. Los supuestos defensores de la izquierda aseguran que detrás de un independiente siempre hay un derechista, y los defensores de la derecha afirman que detrás de un independiente hay un miedoso. Y a nadie se le ocurre pensar que a cuenta de la partiditis se está acabando con la política.




Alegoría de la política española



Entrada núm. 1171 (.../...)

martes, 16 de junio de 2009

La izquierda, sin discurso

Permítanme una disquisición bastante retórica: ¿Obama es de izquierdas?; visto desde la perspectiva europea, yo diría que no. Sigamos con la digresión: ¿la socialdemocracia europea es de izquierdas?; visto desde la perspectiva americana yo me atrevería a pensar que sí. Y sin embargo, tendrán que reconocer conmigo que Obama está realizando una política progresista que no realiza, porque no puede o no sabe, la socialdemocracia europea... Traducido al román paladino de nuestros clásicos: la izquierda europea se ha quedado sin discurso. Y ese discurso progresista tiene que recuperarlo de nuevo la izquierda socialdemócrata europea porque es el que respaldan los ciudadanos mayoritariamente.

Carlos Mulas, director de la Fundación Ideas, y Luis Arroyo, presidente de Asesores de Comunicación Pública, lo exponen de manera muy didáctica en su artículo de hoy en El País, titulado "Progresistas: una mayoría en minoría". Hay que quitarle su discurso de "fuerza, seguridad y libertad" a la derecha neoconservadora, dicen, con un nuevo discurso neoprogresista que "no acepta la contraposición clásica entre libertad e igualdad, porque la verdadera libertad se logra promoviendo la igualdad".

Soy de los que piensan que en una democracia consolidada no hay grandes diferencias entre lo que defienden derechas e izquierdas, que las diferencias son de matiz, pero, perdónenme la redundancia, que son, precisamente, esos matices los que marcan la diferencia: la derecha, siempre ha dado prevalencia a la libertad; la izquierda, a la igualdad. Y hay está la cuestión clave: que no es posible libertad sin igualdad ni igualdad sin libertad.

Recuperar el discurso neoprogresista es recuperar el binomio, inseparable, de igualdad y libertad; y si quieren, añadirle la tercera pata, que sería la solidaridad (la fraternidad de la trilogía revolucionaria). Ese fue el discurso de Lincoln, Roosevelt, King, González, Brandt, Allende o tantos otros, dicen Mulas y Arroyo; y lo es ahora de Obama, Zapatero, Sócrates, Brown, Rudd, Bachelet, Lula...

Ojalá fuera todo tan sencillo como cambiar la etiqueta "izquierda" por "neoprogresismo". No creo que lo sea, pero por algún sitio hay que comenzar. La prueba de que es posible la hemos tenido esta misma tarde en el Congreso, cuando una holgada mayoría de diputados de partidos de izquierda, derecha y centro, le ha dicho "no" al intento de la derecha mas casposa y reaccionaria de frenar la tramitación del proyecto de modificación de ley del aborto. Ahora, lo que hay que hacer es bajar a la tierra y ponernos todos a trabajar en resolver los problemas reales de los ciudadanos con un "discurso cohesionado, emotivo y movilizador, heredero de una larga y épica historia de libertad, derechos y protección". Recuperar ese discurso creo que es motivo suficiente para una alianza de todas las fuerzas progresistas de Europa. Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)





Romeu (El País, 03/06/09)




"PROGRESISTAS: UNA MAYORÍA EN MINORÍA", por Carlos Mulas y Luis Arroyo
EL PAÍS - Opinión - 16-06-2009

La mayoría de los ciudadanos, en España y en casi todo el mundo, prefiere las políticas progresistas, pero no se moviliza en su defensa. Según el último European Election Survey, un 58% de los europeos se autodefine de centro izquierda, pero en las elecciones del pasado 7-J los partidos conservadores han obtenido un 15% más de escaños que los socialdemócratas. ¿Cómo explicarlo? La mayoría cree que el Estado debe actuar para proteger a los más débiles y que la religión no debe interferir en la política; defiende la promoción activa de las minorías y acepta nuevas formas de familia; otorga un papel importante al Estado en educación, sanidad, seguridad o dinamización económica, y sospecha de la capacidad de las grandes corporaciones para comportarse como deben sin controles públicos. Pero los partidos progresistas no logran persuadirles de que les voten con un mensaje sólido vinculado a valores ampliamente sentidos. En esta crisis económica es evidente: los progresistas ponen "las políticas" y los conservadores se llevan "la política", es decir, los votos, como Antonio Estella ha escrito aquí mismo recientemente. ¿Por qué los conservadores sacan la mejor tajada electoral? Pues porque aunque formuladas con franqueza sus políticas no tendrían apoyo general, su relato de "fuerza, seguridad y libertad" suena bien. En general, los conservadores ya no discuten los logros políticos y sociales defendidos y conquistados por sus adversarios a lo largo de la historia (el derecho a votar, a trabajar dignamente, al subsidio de desempleo, a la educación y la sanidad públicas, a la libertad de expresión, etc.), e incluso se han apropiado de algunos de ellos. Ahora se presentan como "centristas" y combinan su histórica defensa de la bandera nacional, la familia tradicional y la política de ley y el orden con un aura, más mítico que real, de gestión eficaz de la economía. El retrato que haría de sí un neoconservador es el de un centrista compasivo, hombre o mujer de principios claros y moral sólida, buen gestor económico, amante de la libertad individual y riguroso en la defensa de la seguridad. Enfrente estarían los progres: izquierdistas trasnochados, empeñados en defender la salud y la educación públicas de inexistentes enemigos, que llaman a la lucha de clases, la nacionalización, el libertinaje, la desaparición de la religión, el aborto, la subida de impuestos, el despilfarro, la promoción de la pereza, la tolerancia con los criminales y la falta de principios morales. Esta caricatura ignora la herencia de los pensadores de la Ilustración y de políticos progresistas egregios como Lincoln, Roosevelt, King, González, Brandt, Allende o tantos otros. Y ofende porque la Historia repite siempre lo mismo: los conservadores estuvieron siempre instalados en el "no" a cualquier avance cívico y social. Siempre "no"... hasta que el avance se impone y ya no hay vuelta atrás. ¿Cómo superar esta caricatura grosera e interesada del progre? Tal vez ayudaría la acuñación de un nuevo término que deshiciera tal simplificación y recogiera la esencia del nuevo pensamiento progresista del siglo XXI. De hecho, bajo el término neoprogresista se comienzan a agrupar distintos pensadores y políticos en los foros mundiales. Un neoprogresista no acepta la contraposición clásica entre libertad e igualdad, porque la verdadera libertad se logra promoviendo la igualdad. Ama la libertad más que los conservadores, pero no sólo la del "dejar hacer, dejar pasar". Porque, ¿cómo puede llegar a ser libre un niño que no accede a la mejor educación posible a causa de la pobreza de sus padres? ¿Cómo puede ser libre una persona con discapacidad si no se garantiza desde el Estado que pueda circular como cualquiera por las calles? ¿Cómo puede una mujer ser libre si no se garantiza su igualdad cuando trabaja? ¿Cómo puede un país ser libre si no se le protege de los abusos del mercado y no se favorece su nivelación? La búsqueda de esa verdadera libertad es lo que motiva las dos grandes políticas que hoy distinguen un programa progresista de uno conservador: la protección y la capacitación (lo que en inglés se llama empowerment). Un neoprogresista cree en la necesidad de dar seguridad a los niños, a los mayores, a los débiles, a las minorías, a los pobres... porque no cree que las desigualdades tengan un origen natural, sino un origen social que puede mitigarse. No se trata de proteger a los trabajadores frente a los empresarios, ni a los parias de la tierra y los descamisados contra los terratenientes y los nobles. Se trata de proteger a todos los ciudadanos de los excesos de un mercado sin normas y sin control. Protección, sí, pero también capacitación, porque con ella se libera el potencial de los individuos y disminuye la necesidad de protección. Así adquiere sentido la regulación frente a una "libertad" mal entendida: para equilibrar las desigualdades, para que el porvenir del planeta no quede hipotecado por la ambición desmedida de unos cuantos, para que la generación de hoy no condene a las siguientes. Bajo los nuevos conceptos de "economía virtuosa", "recuperación verde" y "sociedad sostenible", los neoprogresistas están agrupando las políticas que marcarán el futuro. Para capacitar hay que invertir y habilitar recursos públicos: es decir, cobrar impuestos. Sin avergonzarse. Reniegan de los tributos quienes no creen en lo público. Pero mucha gente necesita de la acción pública... y máxime en tiempos como los actuales de crisis financiera y económica. De estos temas y enfoques se debate en los diferentes foros de think-tanks progresistas de todo el mundo celebrados en los dos últimos años en Londres, Washington, Santiago de Chile... o en el que, dentro de unos meses, se celebrará en Madrid. La idea que va emergiendo de tales intercambios de ideas es que una mayoría de ciudadanos firmaría un manifiesto con estos principios y apoyaría las políticas que de ellos se derivan. Ahora el reto está en comunicarlos bien. Los neocon llevan décadas promoviendo sin pudor ni complejo sus ideas, defendiendo "la libertad, la fuerza y la seguridad", y presentándose como portentosos gestores que acabarían con los funcionarios y las instituciones públicas supuestamente inoperantes. La crisis en que nos encontramos ha demostrado que estaban equivocados, pero su habilidad comunicativa ha conseguido distraer a la ciudadanía de la responsabilidad plena que sus políticas tienen en la actual situación. Los neoprogresistas deben neutralizar la demagogia conservadora y acertar a comunicar su visión esperanzada de futuro. Si no lo hacen, verán como se imponen de nuevo el miedo, el desprestigio de lo público, la llamada al poder duro más peligroso. Un ambiente en el que los conservadores se mueven como pez en el agua, pero que nos abocará a la asunción resignada de la formación y estallido de burbujas insostenibles, con la consiguiente ampliación de las desigualdades. El desafío es grave y urgente. Obama, Zapatero, Sócrates, Brown, Rudd, Bachelet, Lula y sus pocos colegas progresistas aún en el poder han de contarnos su relato con claridad: protección y capacitación para la igualdad y para una verdadera libertad. También para la paz, la seguridad y el desarrollo sostenible. Y deben hacerlo con determinación ante cada reto. El más inmediato es el de superar un estereotipo aún vigente, un estereotipo que puede haber pesado en los resultados del 7-J en el conjunto de la Unión Europea: que la derecha gestiona mejor la economía y es más decidida ante las crisis. Los progresistas tienen que demostrar que sus valores son capaces de producir las políticas más eficientes. Esto requiere coraje, y también asumir que las reformas que ganan el futuro no siempre satisfacen a todos en el presente. La mayoría estaría con ellos si desplegaran un discurso cohesionado, emotivo y movilizador. Como lo hicieron antes cientos de líderes que lucharon para que las mujeres y los hombres fueran libres, para que se sintieran seguros y para que fueran capaces de construirse un futuro mejor. Los neoprogresistas, si decidimos asumir este término, son herederos de una larga y épica historia de libertad, derechos y protección que hoy deben reivindicar más que nunca.



Entrada núm. 1170 (.../...)

sábado, 13 de junio de 2009

Terapia antibelicista

No soy lector asiduo de cómics para adultos. Nunca me han atraído especialmente. De niño disfrutaba mucho con los tebeos (la versión hispánica del cómic) de "El guerrero del antifaz", "El hombre enmascarado" o "Supermán". Del primero, recuerdo sus incesantes luchas contra los sarracenos que ocupaban la península ibérica, siempre con su antifaz puesto, acompañado de su joven amigo; me gustaba imitarle con mi espada de madera, un antifaz sobre los ojos, y unos gruesos calcetines de lana blancos que doblaba sobre los tobillos a modo de calzas, como los que vestía el protagonista. Del segundo ("El Fantasma" era el nombre original del cómic norteamericano de 1936) recuerdo muy bien sus aventuras en las selvas asiáticas, montado en un hermoso caballo. Todo ello gracias a mi hermano Alberto, once años mayor que yo, que me regaló la colección completa de sus aventuras. De "Superman" no puedo decir nada que ustedes no sepan, si acaso, el sentimiento de preocupación que me embargaba cada vez que mi héroe volador caía en manos de los malos por culpa de la kriptonita... No soy yo de los que dicen que todo tiempo pasado fue mejor; "fue", y con eso basta para pasar página.

Con la introducción anterior no pretendo en modo alguno trivializar mi comentario de hoy, sino por el contrario, situarlo en la diferente capacidad de la sociedad de nuestro tiempo para asumir una historia aunque se presente ésta en un formato tan poco "formal" como el de un documental de dibujos animados. Esta tarde he visto por televisión un película de animación realmente impactante. Se trata de "Vals con Bashir" (2008), del realizador israelí Ari Folman, ganadora del Globo de Oro a la mejor película extranjera y propuesta para los Óscar de este año. Me ha recordado muchísimo a otra gran película. "Munich" (2005), de Steven Spielberg.





Carátula de "Vals con Bashir"



Si el film de Spielberg recreaba la operación de castigo preparada por los servicios secretos israelíes contra los terroristas palestinos responsables de la matanza de varios atletas judíos al inicio de las Olimpiadas de Munich, en 1972, y los escrúpulos que en forma cada vez más acusada, el protagonista, jefe del comando del Mossad encargado de la operación, se va formando en cuanto al sentido de la venganza israelí, "Vals con Bashir" lo que plantea es la necesidad de conocer la verdad y enfrentarse a ella para poder seguir viviendo. Algo que a muchos aún incomoda, molesta y perturba en España, en Israel, y en otros muchos lugares.

La película comienza con la visita al protagonista de la misma, el propio director del documental, Ari Folman, de un antiguo compañero suyo en el ejército con el que veinte años atrás, participó en la invasión del Líbano por las tropas israelíes (1982), que le cuenta una pesadilla que sufre todas las noches en la que unos perros asilvestrados le persiguen hasta su casa por las calles de una ciudad, en lo que él cree que es una rememoración de una acción de guerra en la que participó, junto con el director, y de la que éste le confiesa no recordar absolutamente nada.

A partir de ahí, el protagonista del documental, el propio Ari Folman, comienza a interrogarse e investigar el "por qué" él no puede recordar nada de aquella misión de 1982. Visita a amigos y compañeros, y poco a poco, su memoria va reaccionando a los estímulos que le aportan sus investigaciones y recordando cada vez con más fidelidad aquellas acciones de guerra en las que participó, veinte años atras, cuando sólo era un joven soldado con 19 años.

Con unas cada vez más angustiosas y dramáticas imágenes (dibujos), tejidas a base de los recuerdos de quiénes fueron sus compañeros de misión, el documental nos va acercando a la que es la escena central, y final, del film: el asesinato a manos de las milicias cristianas libanesas, aliadas de Israel, de miles de refugiados palestinos, entre ellos ancianos, mujeres y niños, en los campamentos de Sabra y Chatila, en las afueras de Beirut, ante la pasividad del ejército de ocupación israelí, que conocedor de lo que estaba sucediendo, no hizo nada por parar la matanza hasta varios días después de que comenzara. La película termina con el protagonista recordando y asumiendo el horror de lo ocurrido y con imágenes, ahora reales, de lo que los soldados israelíes encontraron allí cuando recibieron órdenes de parar la masacre.

El hecho de que no sean imágenes reales lo que vemos, sino dibujos, apenas sin colores, en blanco y negro, acrecienta en cierto modo la sensación irreal de angustia de los personajes. Un alegato antibelicista que honra a su autor y a una buena parte de la sociedad israelí, del que más abajo pueden ver un "trailer" publicado en YouTube.

Pocas horas después de publicada esta entrada en mi blog, en el diario El País, en su sección "Cuarta Página", normalmente dedicada al gran artículo de Opinión de ese día, aparece uno del escritor y periodista israelí Akiva Eldar, columnista del periódico israelí Ha'aretz y coautor del libro "Lords of the Land, the war over Israel's settlements in the occupied territories, 1967-2007", titulado "Colonos, el enemigo interior" que me parece un excelente complemento a lo dicho por Ari Folman sobre memoria, historia y responsabilidad personal y que reproduzco a continuación. Espero que les resulte interesante. Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)


Notas:
(1) Avance de "Vals con Bashir", en YouTube:
http://www.youtube.com/watch?v=XN0K1PBq9NU
(2) La masacre de Sabra y Chatila (1982) en Wikipedia:
http://es.wikipedia.org/wiki/Chatila
(3) Caratula de la película "Vals con Bashir":
http://www.ecartelera.com/peliculas/2935/vals-con-bashir/video/719/
(4) Fotografía del cineasta Ari Folman:
http://screencrave.com/wp-content/uploads/2008/12/ari_folman08-12-09.jpg
(5) Fotografía del escritor Akiva Eldar:
http://www.charlierose.com/images_toplevel/content/8/885/segment_8859_460x345.JPG





El cineasta israelí Ari Folman



"COLONOS, EL ENEMIGO INTERIOR", por Akiva Eldar
EL PAÍS - Opinión - 13/06/09

El medio millón de colonos en territorios palestinos ocupados supone el principal obstáculo a la paz y viola los principios fundacionales de Israel. Ahora Netanyahu debe escoger entre ellos y Estados Unidos. En octubre de 1991, pocos meses después de la primera Guerra del Golfo, mi periódico me envió a Madrid para cubrir la histórica conferencia sobre Oriente Próximo que promovió la Administración del primer presidente Bush. En Jerusalén Este y Cisjordania hay 127 asentamientos autorizados y más de 100 'ilegales'. Estas cifras explican el creciente escepticismo sobre la posibilidad de crear un Estado palestino

Cargos destacados de la mayoría de los países árabes y representantes de los territorios palestinos ocupados se sentaron junto a una impresionante delegación israelí, encabezada por el primer ministro Isaac Shamir y el viceministro de Asuntos Exteriores, Benjamin Netanyahu. Yo estaba abrumado. Por primera vez en 40 años de beligerancia, dirigentes árabes y sionistas se sentaban juntos, prometiendo llevar la paz a nuestra desgarrada región.

No todos estaban tan encantados. Junto a mí, en el avión que nos llevó de vuelta a casa, estaba uno de los fundadores del movimiento de los colonos, preocupado por el futuro de su proyecto vital. En ese momento, 220.000 colonos judíos vivían en Cisjordania, la franja de Gaza y Jerusalén Este. Todo el mundo creía que en poco tiempo el proceso de paz obligaría a Israel tanto a devolver a los palestinos los territorios ocupados en junio de 1967, como a la retirada de los colonos. A cambio, los dirigentes árabes pondrían fin a la situación de guerra con Israel y normalizarían sus relaciones con el Estado judío.

En junio de 2009, menos de 18 años después, cuando el presidente Barack Obama hizo su histórico discurso de reconciliación en El Cairo, el número de colonos alcanza prácticamente el medio millón, 300.000 de ellos en Cisjordania y el resto en Jerusalén. En la franja de Gaza ya no quedan, ya que en 2005 Israel evacuó a los 8.000 que allí vivían.

Estas cifras pueden explicar el creciente escepticismo que cunde entre los árabes cuando se habla de la esperanza de poder instaurar un Estado palestino viable e independiente cuya capital sea Jerusalén Este. Los 127 asentamientos que fueron autorizados y financiados por los sucesivos Gobiernos israelíes y los más de 100 "enclaves ilegales" dividen en pequeños trozos los territorios ocupados en la guerra de 1967. En la actualidad, el hijo del colono que conocí hace 18 años en el avión que me traía de Madrid es un activista que habita en uno de esos enclaves "ilegales" y que se opone al Gobierno cuando intenta eliminar todos los asentamientos construidos en propiedades privadas palestinas.

Según un informe publicado recientemente por la OCHA (Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de los Asuntos Humanitarios, en sus siglas en inglés), los asentamientos son "el factor que más determina los movimientos y las restricciones que sufren en sus accesos" los 2,5 millones de palestinos que habitan Cisjordania. El Área C, que según los acuerdos de Oslo se encuentra totalmente bajo control israelí, constituye en torno al 60% del territorio cisjordano y se destina exclusivamente a los asentamientos.

Durante muchos años, la sociedad israelí, incluyendo a perspicaces personas de izquierda, vio en el movimiento de los colonos una nueva versión nacional-religiosa del movimiento sionista laico que levantó el país cuando éste se componía principalmente de pantanos y desiertos, rodeados de aldeas árabes hostiles. Como para la mentalidad popular robar las tierras palestinas de los territorios ocupados era un noble acto ideológico, los colonos contaban con un amplio apoyo. Ese clima les ayudó a establecer vínculos sólidos con los dirigentes políticos, militares y económicos.

La Declaración de Independencia de Israel de 1948 se concibió como cimiento moral de la perspectiva sionista. Ese documento seminal del sionismo garantiza que el nuevo Estado proporcionará "a todos sus habitantes una absoluta igualdad social y política". Así que si los territorios ocupados en 1967 son formalmente anexionados, Israel estará obligado a garantizar derechos de ciudadanía a sus residentes palestinos, en los que deberán incluirse el derecho al voto y el derecho a presentarse a la Knesset, el Parlamento israelí.

Dentro de los márgenes de la Línea Verde, es decir, de las fronteras anteriores a 1967, los judíos constituyen la gran mayoría de la población (el 79%). Según las proyecciones demográficas, la separación entre Israel y los territorios ocupados garantizaría también en 2020 el mantenimiento de esa ventaja relativa para los judíos. Pero la anexión de Cisjordania y Jerusalén Este -oficial o de facto- convierte, ya desde ahora, el territorio situado entre el mar y el río Jordán en un Estado binacional con el 54% de judíos y el 46% de no judíos.

Los dirigentes sionistas declararon que el Estado de Israel "se basará en la libertad, la justicia y la paz". Durante 42 años, los asentamientos situados en mitad de los territorios ocupados han privado de libertad a millones de personas. ¿Qué relación existe entre la incautación de tierras privadas y la justicia y la paz? ¿Cómo encaja el enorme incremento del número de colonos desde la conferencia de Madrid con esa declaración de hace 62 años: "Tendemos nuestra mano a todos los Estados vecinos y a sus pueblos, ofreciéndoles paz y buena vecindad"?

De no ser por su miedo a los colonos, quizá Israel no estaría haciendo caso omiso de la mano tendida por la Liga Árabe, que continúa ofreciendo, desde marzo de 2002, paz y buena vecindad dentro de las fronteras del 4 de junio de 1967.





El escritor israelí Akiva Eldar



La Declaración de Independencia también era un llamamiento a las Naciones Unidas "para ayudar al pueblo judío a levantar su Estado y a recibir al Estado de Israel en la comunidad de naciones". En realidad, los asentamientos y la construcción del muro de separación, concebido para adaptarse a las necesidades de los colonos, han sido los hechos que más condenas por parte de la ONU y más protestas internacionales contra Israel han suscitado.

El principal documento político sionista anunciaba asimismo que el nuevo Estado "fomentará el desarrollo del país en beneficio de todos sus habitantes". El desarrollo de la tierra ocupada por los colonos, en beneficio de una minoría que ni siquiera representa el 5% de los habitantes del país, se llevó a cabo en detrimento de otras zonas del país, entre ellas ciudades desfavorecidas. Y ni siquiera hemos mencionado las enormes sumas que se gastan para que las Fuerzas de Defensa Israelíes protejan los asentamientos y sus rutas de acceso.

En los últimos años ha aumentado el número de israelíes que considera que los asentamientos no son únicamente un obstáculo en el camino que conduce a un Estado palestino independiente. También han comprendido que la ocupación es un impedimento capital para la existencia y el desarrollo del sueño sionista. El ex primer ministro Ehud Olmert declaró al periódico Ha'aretz en noviembre de 2007 que si no se llegaba pronto a una solución con dos Estados, "el Estado de Israel está acabado". Sin embargo, aparte de hablar, Olmert estaba haciendo bien poco para apartar ese obstáculo de la senda de la paz y del sionismo.

Ahora, el primer ministro es Netanyahu, representante de Israel en la Conferencia de Madrid en calidad de viceministro de Asuntos Exteriores. Pocos meses después de esa conferencia, el presidente Bush, padre, dejó claro a Israel que hablar al mismo tiempo de asentamientos y de paz es un contrasentido. Insistió en que el Gobierno israelí tendría que elegir a quién debía enfrentarse: a Estados Unidos o a los colonos. El Ejecutivo israelí prefirió la primera opción y perdió tanto la amistad estadounidense como las elecciones generales. Ahora el presidente Obama ha planteado el mismo dilema. Netanyahu no tardará en tener que elegir.



Entrada núm. 1168 (.../...)

jueves, 11 de junio de 2009

Una valona en Japón

Leer la autobiografía sentimental de alguien siempre resulta estimulante. Si encima esta bien escrita, es divertida, y tiene su punto de exotismo, miel sobre hojuelas. Me ha pasado con el libro de Amélie Nothomb, una novelista belga, hija de diplomáticos, nacida y criada en Japón, titulado "Ni de Eva ni de Adán" (Anagrama, Barcelona, 2009). La compró el lunes pasado mi hija Ruth, que la leyó de un tirón ese mismo día. Me la comentó el martes por la mañana, durante el trayecto desde su casa hasta la ciudad donde trabaja, que realizamos juntos a diario, y durante el cual nos ponemos al día sobre lecturas. chismes familiares, y le sacamos punta a la actualidad, y me la dejó ayer miércoles mientras repetíamos viaje. Comencé a leerla por la tarde, a la seis y media, en nuestra casa de Maspalomas, mientras mi mujer y dos de mis cuñadas departían amigablemente bajo el porche, y yo saboreaba un güisqui con hielo. La lectura no duró más allá de media hora, porque me parecía de mala educación quedarme al margen de la conversación familiar. A las once de la noche estábamos de vuelta en Las Palmas. Justo al comenzar el día de hoy, mi mujer se fue a dormir, así que, desvelado por la preciosa siesta que me había echado de tres horas y media en Maspalomas, retomé su lectura. Sin cortes publicitarios, acabo de terminarla a la una y media de la madrugada. Sigo desvelado, asi que, supongo, lo mejor es ponerme a escribir para que me venga el sueño...







¿Hasta que punto es autobiografía o novela? Me resulta imposible saberlo. Desde luego está escrita como autobiografía: Dos años y medio en la vida de una joven belga, nacida y criada en Japón, que vuelve a ese país con veinte años para aprender japonés, y que pretende ganarse la vida dando clases de francés a nipones. Pone un anuncio en un periódico e inmediatamente es contratada por un joven de una buena y tradicional familia japonesa, un año menor que ella, admirador de la cultura y la lengua francesa. Que la relación acabe siendo algo más que la apropiada entre un alumno y su profesora, entra dentro de lo normal. Que los dos años que dura esa relación le sirvan a la autora para hacer una divertida y, al mismo tiempo, emocionada y entrañable disección de la sociedad japonesa, su cultura y su modo de vida, resulta estimulante. Desde luego, yo la he leído de un tirón, como mi hija, y me ha sabido a poco. Tendré que volver sobre otros títulos de esta autora. Se la recomiendo encarecidamente; estoy seguro que la encontrarán interesante. En el archivo histórico de Revista de Libros pueden leer si lo desean varios artículos comentando algunos de sus títulos más famosos. Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)


Notas:
(1) Fotografía de la escritora Amélie Nothomb:
http://lyc-bernard-palissy-gien.tice.ac-orleans-tours.fr/php5/IMG/jpg/NOTHOMB_A.jpg
(2) Portada del libro "Ni de Eva ni de Adán":
https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj9eDCXUq6JvP9RmQ3Qp9EClHkeUcCxvVwcX3vOaRxpHgnId0dxj1BakUOS9siFkVGRzHtexMnEqaa7GWBNeG3NJjo-eyXPcZY2lnUswyp9mlgdhCiiO3EmMETWl0WoazR3LGuIeDeTSg/s400/Ni+de+Eva+ni+de+Ad%C3%A1n,+Am%C3%A9lie+Nothomb.jpg
(3) Amélie Nothomb en Revista de Libros:
http://www.revistadelibros.com/archivo_busqueda_resultados.php?campo=Am%C3%A9lie+Nothomb&Submit=Buscarh&Submit.x=23&Submit.y=9&Submit=Buscarh





La escritora belga Amélie Nothomb




Entrada núm. 1167 (.../...)

martes, 9 de junio de 2009

El "Reina Sofía"

Mi relación con el Museo "Reina Sofía" (Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía) de Madrid es la historia de una tempestuosa aventura de amor-odio, que dura desde 1986, y que se mueve entre ambas pasiones, sin caer nunca en la indiferencia.

Situado en el denominado "Triángulo de Oro" de los museos madrileños: El Prado, el Thyssen y el Reina Sofía, durante muchísimo años,cada vez que tenía que volar a Madrid desde Canarias para cualquier asunto profesional, académico o personal, siempre buscaba un "huequito" (aparte de los paseos habituales por El Retiro y las tascas del Madrid de los Austrias, ya de noche) para visitarlos. Sobre todo, el Museo del Prado y el Reina Sofía. Los dos eran visitas obligadas, siempre agradables, y más si se hacían en compañía de foráneos ante los que me encantaba hacer el papel de cicerone de un mundo que conocía bien y que amaba como a pocos. Había pateado bastantes veces el antiguo Museo Español de Arte Contemporáneo, sito en la Ciudad Universitaria de Madrid, pero el Reina Sofía, al que trasladaron la colección cuando aquel cerró sus puertas, era algo especial. Y cuando llegó el "Guernica" de Picasso (procedente del MOMA de Nueva York), más aún. Lo había visto en su primitiva instalación del Casón del Buen Retiro, donde, en honor a la verdad, no pegaba ni con colinón, con unos techos cuajados de frescos de los siglos XVII y XVIII, pero en el Reina Sofía estaba mucho más natural, como en su casa, a pesar de tratarse del edificio de un viejo hospital, el San Carlos, felizmente reacondicionado para museo..

Me encantaba ver su colección permanente, y sus exposiciones temporales de artistas concretos, fotografías y documentales. Aunque de vez en cuando salía bufando de él ante la contemplación de alguna que otra plancha de acero de 20 metros de largo por dos de ancho, que ocupaba toda una sala del museo y que sin ningún otro aditamento estaba allí como una "excepcional", (de excepción, no de calidad), obra artística; obra que a mi me parecía y me sigue pareciendo, una solemne tomadura de pelo, pero en fín, doctores tiene la tauromaquia.

En estos días pasados he leído, entres otros, tres artículos que hace referencia a la nueva reordenación de la colección del Reina Sofía, que espero poder ver en la primera ocasión que se me presente... Están escritos, respectivamente, por Antonio Muñoz Molina, José Manuel Ballester y Ángela Molina. Me han parecido muy interesantes; espero que a ustedes también, y que los disfruten. Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)



Notas:
(1) Página electrónica del Museo Reina Sofía (Madrid):
http://www.museoreinasofia.es/index.html
(2) Página electrónica del Triángulo del Arte (Madrid):
http://www.triangulodelarte.org/
(3) Historia del Museo Reina Sofía (Madrid):
http://es.wikipedia.org/wiki/Museo_Reina_Sof%C3%ADa
(4) Fachada norte del Museo Reina Sofía (Madrid):
http://esperanza4.files.wordpress.com/2008/04/museo-reina-sofia.jpg
(5) "Guernica", de Picasso:
http://purijurado.files.wordpress.com/2009/04/picasso_guernica.jpg
(6) "Guitarra ante el mar", de Juan Gris:
http://www.elpais.com/recorte/20071222elpepucul_8/XLCO/Ies/Guitarra_mar_1925.jpg
(7) "Hombre con pipa", de Joan Miró:
http://www.elpais.com/recorte/20071222elpepucul_9/XLCO/Ies/Hombre_pipa_1925.jpg




"LA REVOLUCIÓN DEL REINA SOFÍA. HISTORIAS CRUZADAS", por Antonio Muñoz Molina
EL PAÍS - Cultura - 27-05-2009

Manuel Borja-Villel habla con el entusiasmo de quien ha descubierto una buena historia y tiene impaciencia por contarla. Las buenas historias casi nunca se inventan: estaban delante de los ojos y sólo hacía falta mirar con la atención necesaria para encontrarlas, hallarse predispuesto, ansioso por descubrirlas. Una buena historia consiste muchas veces en el hallazgo de conexiones nuevas entre cosas ya conocidas que al revelarse saltan como chispazos neuronales.

Lo que ha querido contar Manuel Borja-Villel en la nueva disposición de las colecciones del Reina Sofía es el trayecto del arte moderno visto desde una perspectiva española; no la historia insular y lineal -y en el fondo quejumbrosa- de los ecos que llegaron a un país atrasado y más bien conservador desde las metrópolis del arte, ni tampoco la del contraste entre unos cuantos genios rápidamente universales y un pelotón de mediocridades cargadas de resignación y buenas intenciones, sino la conexión, mucho más complicada y más interesante, entre las tradiciones interiores y el sobresalto de lo nuevo, entre los artistas que se iban y los que se quedaban, los que volvían, los que llegaban de lejos, los que sin venir siquiera irradiaban influencias valiosas. Seguir a un solo artista durante toda una vida desplegada en varias salas puede ser tranquilizador pero también engañoso, porque ni el pintor más original se forma por sí solo ni es exactamente el mismo a lo largo de su carrera. Algunos de los más sutiles hilos narrativos que ha dibujado o ha encontrado Borja-Villel son los muy sinuosos que entrecruzan las historias de los artistas españoles en apariencia más familiares, estableciendo vínculos de aprendizaje y de simultaneidad que nos los muestran bajo una luz nueva, y por lo tanto nos alientan a mirarlos mejor, a mirarlos de nuevo. No hay lugar para las líneas rectas: Picasso, más que un cometa solitario en una órbita exclusivamente suya, vive y pinta en un diálogo muchas veces receloso con sus contemporáneos y aprende y copia de los que podrían ser sus discípulos: en una de las nuevas salas del Reina Sofía vemos un cuadro suyo de los años treinta rodeado de obras del surrealismo áspero y como autárquico de Benjamín Palencia y del joven Alberto Sánchez y lo que era una singularidad suya se convierte en una resonancia, y lo encuadra en una compañía no menos evidente por ser transitoria. Porque cerca de la sala sobrecogedora del Guernica se proyectan unas películas documentales sobre la Guerra Civil comprendemos que esos grises dramáticos vienen del cine. Y al mirar los dibujos preparatorios con sus mujeres dramáticas y sus caballos y sus toros junto a las láminas de la Suite Vollard comprendemos que entre el Picasso testimonial y político y el de la desvergonzada confesión sexual no hay ninguna distancia. Las dos vidas paralelas de Picasso y Miró confluyen al final en los dos muros de una misma sala, y gracias a esa confrontación descubrimos dos maneras de despedirse de la vida y de la pintura: Picasso con brochazos convulsos, con colores hirientes, reiterando casi con exasperación el tema del pintor y la modelo, que es también el drama de la persistencia del deseo y la imposibilidad de su cumplimiento; Miró, reduciendo la materia y la gesticulación al mínimo, deslizando casi pudorosamente líneas muy delgadas que casi se desvanecen en el fondo, signos aislados, anticipadores de una desaparición sin aspavientos. Junto al Picasso cubista están Braque y Juan Gris: y en los bodegones de cada uno de los dos, aparte de una originalidad y una maestría que no son inferiores en nada a la del gran minotauro que lo devora todo, hay, cuando los mira uno cerca y despacio, un dominio del oficio antiguo de pintar que es tan austero, tan sólido como el de los artesanos que hicieron las mesas y las guitarras y los que soplaron el vidrio de las botellas que tanto les fascinaban, objetos materiales y puras formas platónicas. Pero hay otro Juan Gris, ya plena y exclusivamente él mismo, y para que se le preste la atención que merece y que pocas veces ha recibido es necesaria una sala entera: "un espacio de contemplación", dice Borja-Villel, subrayando el hecho físico de cruzar un umbral hacia otra dimensión de asombro: esa ventana abierta a un litoral azul de Juan Gris, esa presencia hospitalaria de lo luminoso y lo femenino. En cada itinerario los pasos y la mirada trazan una nueva historia que se conecta a las otras y es modificada por ellas. Paul Klee está cerca de Miró; Guerrero y el mejor Esteban Vicente aguantan bravamente el tipo junto a sus colegas de la escuela de Nueva York; un muro plomizo de Tàpies es la superficie torturada de Europa emergiendo en ruinas de la devastación y la vergüenza de la guerra; los mejores dibujos de carnaval de José Gutiérrez Solana vienen de una genealogía cuyo primer padre es Goya, quien a través de Daumier, de Baudelaire y de Manet alimenta la mirada moderna y se vuelve más contemporáneo que nunca cuando en el siglo XX los Desastres de la Guerra son el único modelo posible a partir del cual representar el horror. De Goya viene Grosz; de Grosz los dibujos de guerra y degradación de Luis Quintanilla. Y junto a la guerra, la perenne melancolía de lo que pudo haber sido, el racionalismo luminoso, cordial en su escala humana, del pabellón de la República en la exposición de París de 1937. Una historia tras otra; y muchas más que se entrecruzan con ellas, y que habrá que ir descubriendo en caminatas futuras.

Un cambio en cifras:
- 7.500 metros cuadrados de superficie útil.
- 38 salas han sufrido transformaciones.
- Un millar de obras conforman la colección, entre pinturas (265), esculturas (90), obras en papel (230), fotografías (299), instalaciones (12) y audiovisuales (50).
- Entre las nuevas incorporaciones, 137 son adquisiciones recientes.
- En total, se ha invertido 20 millones de euros.
- Se han rescatado 400 obras de los fondos del museo (compuestos por 17.290 piezas).



"LA REVOLUCIÓN DEL REINA SOFÍA. UNA APUESTA POR LA INTERCONEXIÓN", por José Manuel Ballester
EL PAÍS - Cultura - 27-05-2009

Se han abierto los almacenes para, a partir de los fondos que posee el museo, reconstruir lo que llamaría el museo visible. No soy partidario de que la historia del arte se entienda únicamente en sus aspectos cronológicos y se parcele. Ahora bien, si los museos estatales han funcionado hasta ahora amparados en la cronología y si se pretende modificar su sistema, el cambio exigiría un planteamiento bien fundamentado que permita la interconexión no sólo entre el Museo del Prado y el Reina Sofía, que son los que están en el debate, sino también entre otros museos como por ejemplo el Arqueológico, todos ellos públicos. Lo que hasta ahora se ha realizado en España son experimentos aislados pero para abordar coherentemente este nuevo esquema habría que crear un consorcio de museos con un equipo de trabajo compuesto por los mejores especialistas en los diferentes apartados. Y en el proyecto de Manuel Borja-Villel vislumbro una gran predisposición a trabajar en esta dirección.

El museo ha sabido engranar las distintas disciplinas y sacar de sus almacenes una cantidad de obras y material documental hasta ahora ocultos. Y vuelvo a insistir en el asunto de escoger dentro de la colección. Esta circunstancia demuestra que en anteriores periodos los diferentes directores del museo han ido aportando no sólo obras de arte sino también un gran material gráfico y documental que la nueva dirección ha sabido apreciar. Por otro lado, también están presentes en la colección algunas aportaciones que Borja-Villel ha realizado con las adquisiciones más recientes y el resultado de entender el museo como una institución abierta que necesita buscar espacios de colaboración con otras instituciones incluyendo los mecanismos más actuales como la creación de una red interactiva que permitirá entender la historia del arte de forma más dinámica. Ahí se apunta un flujo de conexiones con Latinoamérica con muchas posibilidades y que considero importante.

En el recorrido conviven pinturas, esculturas, fotografías y material gráfico de forma que el viaje a que se nos invita expone una amplia documentación muy instructiva para situar al espectador en los diferentes contextos presentados en unos espacios donde destacan los años treinta, cincuenta, sesenta y la actualidad.

Por otra parte, en muchas de las salas se establece una comunicación fundamentada en un doble diálogo: entre géneros diferentes como el cine, la fotografía y la pintura así como entre artistas de un mismo género. Por ejemplo, los dramáticos dibujos de guerra de Luis Quintanilla con la obra Spain, de George Grosz; o las fotografías de Robert Capa junto con las de Alfonso y Agustí Centelles abordando la guerra civil española y que sirven como preámbulo al Guernica.

Las fotografías de Catalá Roca, Pérez Siquier y Joan Colom comparten un mismo espacio con un resultado rotundo.

En una primera lectura me gustaría destacar algunas obras. Unos collages de Benjamín Palencia, dos pequeñas piezas de Kurt Schwitters, una cabeza de Joan Rebull de 1927, un cuadro futurista titulado Modernidad de Remedios Varo de 1936, el nuevo espacio dedicado a Oscar Schlemmer, el apartado GATEPAC, las obras de Antonio López, entre las que destaca su escultura Hombre y mujer, una película de Robert Breer de 1954 y el filme Tríptico de España, de Val Del Omar. En las salas de los años sesenta encontramos obras de Mira Schendel y Lygia Pape, y que abre un camino, entre otros, a León Ferrari.

El espacio uno abordará las formas de arte más actual y a partir de octubre acogerá un programa de exposiciones titulado Fisuras con el arte más experimental y que actualmente lo ocupan Florian Punhosl con un vídeo, Rosa Barba con dos videoesculturas y pinturas de Franys Alys.

El museo nos ofrece con esta propuesta una visión más clara de la interconexión entre las diferentes producciones artísticas a lo largo de la colección y de sus distintas etapas.




"SENTIDO Y REVERENCIA", por Ángela Molina
BABELIA - 06-06-2009

El enigma y la fuerza de una colección residen en el misterio de su personalidad y en la aureola que le imprime esa cabeza que la piensa, incluso cuando ésta lucha con lo extraño del texto hasta temer a su propia inteligencia. La historia -las historias- del arte que Manuel Borja-Villel descubre y redescubre en el Museo Reina Sofía tienen el efecto de la intuición: su capacidad de invención y de anticipación, su deseo de ser diferente, su licenciosidad, nunca ofensiva, y su vanidad narrativa obedecen al mismo impulso: una conmovedora observación para alumbrar los paraísos perdidos de los estetas, esto es, los artistas.

El recorrido por las cuatro plantas del MNCARS es el resultado de un trabajo sincero, aunque ya sabemos que la sinceridad no conduce necesariamente a la verdad, pero sí al sentido. Es también sincera la voluntad de afirmar que Borja-Villel ofrece un discurso mucho más convincente que cualquiera de sus predecesores, en particular cuando reemplaza a lo religiosamente correcto -el tiempo homogéneo y ese canon penosamente familiar- por unas coordenadas ligadas a la memoria y al discurrir de las energías sociales. Abre de tal modo las obras a múltiples perspectivas que éstas se convierten en artefactos críticos de la historia. Narraciones y aforismos que son sinécdoques de las grandes utopías de la modernidad, invenciones de emotivas ironías que reflejan realidades encontradas, al más puro estilo de un ready made.

Con todo, aun gravitando en la órbita de un director de museo que inventó a lo largo de una década, desde el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, las infinitas maneras de interrumpir la narración oficial para forzar al contexto, al archivo, a la subalternidad, al desacuerdo y a la esfera pública a contar la historia, en lugar de al cauteloso artista, se hace necesario dar rienda suelta a algunas objeciones -y hasta decepciones- que surgen paralelas a la misma exigencia con que el director del Reina Sofía perfila un trabajo que aspira a una visión total de la modernidad, aunque en su caso deberíamos utilizar el plural, visiones.

Más de mil obras aparecen distribuidas a lo largo de las 38 salas de los edificios Sabatini y Nouvel. De ellas, 137 son de nueva adquisición, y en la mayoría de los casos sirven de bisagra o liberan discursos anteriores instalados en una historia satisfecha y muy poco autocrítica, que se ofrecía al público como una hermenéutica que nos decía qué y cómo debíamos recordar.

Goya, protorromántico, protorrealista, surrealista, alegorista moral, el pintor que adivinó que cualquier época futura sería mucho peor que la suya, rompe con el clásico dique de contención con que empiezan varias colecciones europeas, 1881, año del nacimiento de Picasso, para recuperar los sentimientos desplazados que inspiraron los saturados e infinitamente sutiles Desastres de la Guerra, anuncio del miedo a la extinción social y cultural que deriva en esperpento en una España que, hasta el surrealismo, decide renunciar al deseo.

De la materialidad pictórica de Medardo Rosso, de la visión arcadiana del noucentisme catalán y Santiago Rusiñol, al joven Picasso y al inicio del cubismo inspirado por la escultura africana, las otras vanguardias y las nuevas tecnologías que dinamizan la percepción, el recorrido discurre manso por los años veinte, con sus manifestaciones puristas y de gustos neoclásicos, dinamitados por la revuelta dadá y la aparición del "Credo creativo" de los maestros esquizofrénicos -Klee, Dubuffet, Ernst, Benjamin, Duchamp, Picabia Mallarmé-, poetas-héroes cuyo espíritu delicado y frágil vivirá latente a partir de ahora en todas las salas del museo.

La parte más sólida y gratificante de la colección gira sobre el eje del Guernica, el "corazón" del Reina. Si bien -hoy muy pocos lo recuerdan- fue Juan Manuel Bonet el primero que arrancó de su espléndido narcisismo al gran mural en blanco y negro creado por Picasso para el pabellón de la República -una construcción corbusierana diseñada por Josep Lluís Sert en 1937- Borja-Villel ha sabido teatralizar mejor aquel campo de batalla, al cuidar la iluminación y colocar en escena a todos sus autores (Miró, Calder, Renau, Alberto Sánchez), de manera que la representación de la infamia se convierte ahora en una obra coral de la resistencia, mucho más oceánica y liberadora. Así, percibimos que la ambición es el proyecto final de su director, el saneamiento de los límites entre disciplinas y escuelas, la creación de nuevas narrativas. Y hasta resulta curioso cómo el mismo recorrido por las salas, diseñado en galerías muy poco versátiles y que obligan al visitante a volver sobre sus propios pasos, logra paradójicamente transformar las sensibilidades normativas en más heterodoxas. Está claro que, en la composición de espacios, el único rival posible de Borja-Villel es él mismo. Y aquí es también donde se puede decir, sin alardes patrios, que, en el panteón bastante restringido de las colecciones europeas, la del Reina de los años veinte, treinta y cuarenta puede competir sin complejos.

La cuarta planta del edificio Sabatini reúne las manifestaciones artísticas en Occidente después de la guerra. Hay salas que resulta imposible no admirar (con cierta piedad natural), como las dedicadas a Lucio Fontana y a Robert Motherwell (Totemic figure, 1958), en diálogo con Esteban Vicente (In pink and grey, 1950), Rothko (Orange, plum, yellow, 1950) y José Guerrero (Tierra roja, 1955); o el papel de la escultura vasca, en especial Oteiza, en el contexto de la Bienal de São Paulo de 1957. Otras, sencillamente, apelan a la voluntad y a la memoria del visitante más culto, obligado ante las ausencias a llenar los huecos con imaginarios bonnards y matisses, giacomettis, el informalismo europeo, la pluralidad del modelo americano de la Bauhaus, el expresionismo, el pop anglosajón, el letrismo y las otras utopías situacionistas. Bien sabe el director del Reina que, en el futuro, sus esfuerzos deberán concentrarse en la consecución de un inventario, al menos, de firmas de la escena europea y americana de mediados del siglo XX, aunque ello requiera un esfuerzo presupuestario de las instituciones o, en el mejor de los casos, del mecenazgo y donaciones de privados.

A modo de compensación, encontramos también sorpresas, como la recuperación del gran experimentador José Val del Omar (con su "tríptico elemental de España", tres películas realizadas durante los cincuenta y sesenta); la sutileza de Palazuelo o la potencia de Tàpies, un artista representado en exceso, puede que como respuesta a la casi nula visibilidad de su obra en las colecciones internacionales. Otras "extrañezas" no menos importantes parten de la fotografía de posguerra -Català-Roca, Joan Colom, Masats, Maspons, Cualladó...- instaladas de espaldas a una sala ocupada por el (neo)realismo de Gerardo Vielba, Antonio López y Carmen Laffon... como si pícaramente esta sintaxis obligara al visitante a comparar ese tipo de "compostura y belleza" de la escuela castellana que renuncia a los deseos "insignificantes", con la magia y el espíritu innovador de la llamada "periferia" española.

Una sólida respuesta a aquella época fragmentaria la encontramos en la planta 1 del edificio Nouvel, con un impecable montaje de esculturas, vídeos y pinturas de los sesenta. Fragilidad, radicalismo, fantasía, confesión y, de nuevo, utopía, en las obras de Broodthaers, Cy Twombly, Philip Guston, Antoni Llena, Gego, Mira Shendel, Marcel Duchamp, Robert Morris, Raymond Hains, Carl André, Mario Merz, Donald Judd, Hans Haacke, Öyvind Fahström, Matta-Clark, Smithson, Joan Jonas, Fluxus, Yves Klein, Javier Aguirre y Joan Rabascall. Es difícil reunir tantas singularidades de una manera ponderada y comedida. Pero la nueva pragmática del Reina está hecha para estos retos, algo tan tardorromántico como la fusión inseparable del compromiso con el esteticismo. De ahí que, ya en el último tramo del recorrido, el visitante sienta que debiera invocarlo. Surge así una sensación anacrónica, ¿por qué los setenta son pájaros vivos en nuestras manos, y los ochenta y noventa aves disecadas en sus jaulas? Porque las manifestaciones más actuales, etiquetadas aquí como "visiones críticas y narraciones de lo global", son una celebración, de nuevo, de lo fragmentario, una selección ciertamente arbitraria que traza con tinta invisible una lectura acerca del compromiso social y los tránsitos por el cubo blanco.

Una parca selección de pinturas domésticas, presididas por un fingido y prescindible Barceló -el único entre las decenas que posee la colección del Reina-, podría servir para abrir un sano debate sobre la idoneidad de su trabajo para el pabellón español de la Bienal de Venecia que se acaba de inaugurar. Igualmente, el conceptual catalán alineado con el de Alberto Corazón y Nacho Criado resulta algo forzado e impreciso.

Borja-Villel ha tenido la temeridad y el genio de combinar los trabajos de Dan Graham, Muntadas, Juan Muñoz, Allan Sekula, Cindy Sherman, Mike Kelley, Franz West, Cristina Iglesias, Bruce Nauman, Richard Serra... Sin embargo, todavía hay muchos demonios con máscaras guardados en los almacenes del Reina como para que se pueda empezar a crear un discurso serio e internacionalmente competitivo en el ámbito de lo contemporáneo.

Habrá que esperar a que las reverencias se esfumen para encontrarnos con el Borja más idiosincrático y valiente, el que es capaz de neutralizar la relación bastante difusa entre el arte y la corte. Si lo consigue, el teatro es suyo. Y los buleros, al redil.




Entrada núm. 1166 (.../...)

lunes, 8 de junio de 2009

Europa: ¿y ahora, qué?




(El País, 10/06/09)




Nunca discuto, ni siquiera conmigo mismo, los resultados electorales. Me gustarán mucho, más, menos, o nada, y podrán hacerse todos los ejercicios "a toro pasado" que se quieran para explicarlos, pero son los que son, y punto. A mi me enrabietaba mucho la pedante y presuntuosa pose del ex coordinador general de Izquierda Unida, Julio Anguita, un estalinista de corte joseantoniano, que cada vez que perdía unas elecciones (y las perdió todas) lo achacaba a que el pueblo era ignorante y no entendía el claro mensaje que su formación y él transmitían. Bueno, descansé en paz políticamente el gran prócer de la nación.

La democracia se basa en la ficción de que el pueblo, titular de la soberanía, nunca se equivoca cuando vota. Más o menos con matices, lo que decía Rousseau a finales del siglo XVIII. Es verdad. El pueblo nunca puede equivocarse cuando vota. Si ponemos en duda esta aseveración, ponemos en duda los fundamentos del sistema democrático. Se pueden equivocar los gobiernos, los líderes, los partidos, los ciudadanos individuales; el pueblo en su conjunto, nunca.

Ya tenemos nuevo Parlamento europeo. Elegido por un porcentaje ínfimo de la ciudadanía, pero resulta difícil de creer que quién haya tenido deseos e intención de votar no haya podido hacerlo. Así que, no hay más cera que la que arde, dice el refrán. ¿Y ahora, qué?

Lo primero es la constitución del Parlamento, y lo siguiente, la elección y nombramiento de un nuevo presidente de la Comisión. Hace unos minutos oía por una emisora de radio a uno de los portavoces del grupo popular europeo decir que ellos desean que el nuevo presidente, sea el que sea (presumiblemente el inicuo Durao Barroso, que repetiría mandato) cuente con el respaldo del grupo socialista europeo, y ambos están relativamente cómodos, con un mediocre como él, así que tiene muchas posibilidades de repetir. Y después, la elección del resto de los comisarios, que suele ser la instancia en la que el Parlamento pone más carne en el asador...

En la prensa del día después leo dos reflexiones de tono muy distinto sobre los retos que debe afrontar el nuevo parlamento. La primera del francés Jean Pisani-Ferry, economista y director del Centro Bruegel de Investigación y Debate de Políticas Económicas Europeas, de marcado carácter económico. La segunda del español, José Ignacio Torreblanca, profesor de Ciencia política en la UNED, con un matiz mucho más político. Ambas se complementan y ofrecen una lectura bastante completa de la labor que espera a los nuevos representantes de los ciudadanos europeos. Espero que las disfruten. Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)





Parlamento europeo (Estrasburgo)




"CONSEJOS A LOS EURODIPUTADOS", por Jean Pisani-Ferry
EL PAÍS - Opinión - 08-06-2009

Tras una campaña tan gris, uno se siente tentado a aconsejar a los nuevos parlamentarios europeos que se limiten a tomar iniciativas modestas. Dan ganas de decirles que, ya que no han despertado el interés de los ciudadanos por las grandes cuestiones, deberían dedicarse a las pequeñas, como la estandarización de los cargadores de los teléfonos móviles o el etiquetado de los productos alimentarios (y procurar no revisar la composición del vino rosado). La legitimidad, al fin y al cabo, también se construye de abajo arriba.

Pero no van a poder dedicarse a labores sencillas. En los cinco próximos años, la Unión Europea ha de superar una prueba triple.

La primera es económica. Cuando los Estados se empeñan en respaldar a un sector u otro de la industria o en ayudar a tal o cual empresa, el mercado único europeo se descoyunta. Los bancos, que hasta ayer eran defensores acérrimos de la internacionalización, se han dado cuenta de hasta qué punto depende su supervivencia del apoyo presupuestario nacional. De mejor o peor gana, muchos se han replegado a sus bases, y los que continúan compitiendo en el mercado europeo lo hacen en unas condiciones distorsionadas debido a que los apoyos nacionales no están armonizados. Las pruebas de solidez que se supone que determinan el estado de salud de las compañías financieras no se realizan a nivel europeo, sino a nivel nacional. Los resultados, sin duda, serán difícilmente comparables de un país a otro. Y a este mismo nivel se tratan los problemas de la industria automovilística, con el objetivo prioritario, confesado o no, de mantener el empleo dentro de las fronteras de cada país, y en detrimento de los vecinos. Éste fue el caso de PSA y Renault ayer, de las filiales de GM hoy, y lo será también mañana de muchas otras empresas.

Es evidente que no hay nada que obligue a tratar estos problemas a nivel nacional. En el decenio de 1980, la reestructuración de la industria siderúrgica se dirigió, en gran medida, desde Bruselas, en un momento en el que el reto, en lo que a puestos de trabajo se refiere, era tan fuerte como hoy y en el que, pese a la CECA, la integración económica estaba menos avanzada.

Europa corre hoy el riesgo de echar por tierra uno de sus grandes éxitos y una de sus grandes bazas en la mundialización.

Y es aquí donde empieza la segunda prueba, política ahora. A mediados de los años ochenta, respondiendo a una iniciativa de Jacques Delors, los federalistas que querían construir Europa firmaron una alianza con los liberales que querían demoler el Estado. Esta alianza funcionó hasta los primeros años del decenio de 2000: ambas partes se proponían, por motivos opuestos, arremeter contra el Estado-nación, y cada cual se servía de la otra para alcanzar sus propios objetivos. Posteriormente, la alianza se desequilibró al deshincharse el proyecto federalista, y desde entonces la construcción europea ha ido tomando visos de empresa liberal. Ahora el contexto es de replanteamiento de los modelos liberales y de reevaluación del papel del Estado.

La respuesta reside en la reconstrucción de las regulaciones públicas a nivel europeo. Se trata, por ejemplo, de la supervisión financiera y bancaria y todo lo que ello implica. Pero los partidarios de las soluciones europeas tendrán que enfrentarse a las resistencias conjuntas de los defensores de la soberanía de los Estados nacionales y de los liberales. Necesitarán imaginación y talento, porque no está garantizado que su proyecto vaya a encontrar una alianza política que lo respalde.

La tercera prueba es funcional. Ha quedado demostrado que en momentos de crisis la Unión Europea es una gestora bastante mediocre. A excepción del Banco Central, sus instituciones siguieron viviendo durante mucho tiempo al mismo ritmo que antes a la crisis. En el peor momento del pánico bancario, fue la presidencia francesa la que orquestó la respuesta, una respuesta en gran medida ad hoc. Frente a la crisis de Europa central, las instituciones se paralizaron.

Hay que decir, en descargo de la Unión, que no se creó para gestionar las crisis. Mientras que los Estados nacionales se construyeron para hacer la guerra y la mayoría conserva todavía una capacidad de decisión en tiempo real, la Unión se fundó sobre las bases del derecho y del rechazo de la decisión discrecional. Pero el ritmo y el carácter imprevisible de la secuencia de acontecimientos han provocado que la Unión se encuentre hoy más en falso de lo que lo ha estado nunca.

La solución en este caso consiste en completar el proceso de gobernanza. Tenemos una gobernanza para los tiempos de calma, basada en la regla; pero necesitamos también una gobernanza para los tiempos de crisis que permita tomar iniciativas en periodos excepcionales. En parte, no es sino una cuestión de talante: por ejemplo, aunque no contara con los medios legislativos, el eurogrupo que reúne a los ministros de Hacienda de la zona euro tenía la posibilidad de tomar iniciativas. Pero para eso hace falta un cambio de actitud.

No es, pues, modestia, sino audacia, lo que hay que aconsejar a los parlamentarios que se incorporan al Parlamento Europeo, así como, en breve, a los nuevos comisarios. Audacia. El etiquetado puede esperar, la Historia, no.





El presidente de la Comisión, Durao Barroso




"ELECCIONES EUROPEAS: EL DRAMA EUROPEO", por José I. Torreblanca
EL PAÍS - Internacional - 08-06-2009

Compartirán conmigo la satisfacción por la alta calidad del debate europeo que hemos podido mantener estos días. Gracias a la campaña y a los debates tengo una idea mucho más precisa de lo que va a pasar con Turquía, si finalmente será miembro o no, o de cuándo entrarán todos esos pequeños países de los Balcanes que están llamando a nuestra puerta. También tengo más clara la respuesta de Europa a la crisis económica, superando lo que hasta ahora no ha sido más que una cacofonía de planes de estímulo nacionales. Me inquietaba antes de comenzar la campaña si Europa tenía la voluntad de convertirse en un actor realmente global, capaz de sumar sus enormes recursos políticos, diplomáticos y militares en defensa de sus valores e intereses, pero ahora sé que vamos en la buena dirección. Y cómo no, estoy agradecido porque hayamos hablado de dónde trazar los límites entre liberalización y regulación, porque eso tiene consecuencias importantísimas sobre la economía, el empleo o la viabilidad de nuestros estados del bienestar. Lo más importante: que las elecciones no sólo han ayudado a que conozcamos con precisión cuál es la agenda europea para los próximos cinco años, sino que, a la vez, han ofrecido una oportunidad para que los europeos nos identifiquemos con nuestro sistema político. Fin de la ironía.

Como se habrán dado cuenta, las elecciones europeas son un desastre narrativo: llevan años pidiendo a gritos un guionista, aunque más bien lo que necesitan es un productor. Aquí no hay planteamiento, nudo ni desenlace, ni final feliz, ni continuará, ni siquiera aquel invento de Hitchcock llamado MacGuffin que servía para crear tensión dramática. Como los partidos políticos europeos se resisten a designar de antemano a sus candidatos para presidente de la Comisión, ni siquiera tenemos verdaderos protagonistas. Por tanto, mientras que todos los cabezas de lista nacionales son secundarios, los verdaderos protagonistas se mueven entre bambalinas para lograr el voto que importa: el de los Gobiernos nacionales. Así que sin saber cómo ni por qué, un día nos despertaremos con la noticia de que Barroso será renovado como presidente de la Comisión y otro con que (crucemos los dedos) Blair será presidente del Consejo. Fin de la historia y fundido en negro.

¿Qué explica esta especie de masoquismo electoral que nos infligimos los europeístas? Hay una analogía poderosa que tiene que ver con los teclados de nuestros ordenadores. Seguramente sabrán que la distribución de las teclas en nuestros ordenadores es una herencia de las necesidades de las viejas máquinas de escribir. Las teclas de mayor uso fueron asignadas a los dedos débiles de la mano izquierda con el fin de obligarnos a escribir despacio en unas máquinas basadas en martillos que tenían que volver a su posición original. Si escribías rápido, te atascabas.

A Europa le pasa algo parecido. Al igual que somos víctimas de un teclado diseñado para escribir despacio, los europeos somos víctimas de un sistema político específicamente diseñado para ser aburrido. De hecho, esto tiene su lógica, ya que el concepto europeo de diversión (dos guerras mundiales y varias decenas de millones de muertos sólo en el siglo pasado) no ha sido históricamente algo de lo que sentirse muy orgulloso que digamos. Por eso, hay quien dice que lo mejor que puede hacer Europa por el mundo, y por sí misma, es ser aburrida. Añaden, de forma provocadora, que los que quieren romper con el consenso y buscar una mayor politización (haciendo, por ejemplo, elecciones de verdad con candidatos de verdad y partidos de verdad) pueden poner en peligro el proyecto europeo.

Así que, como era de esperar, las elecciones europeas se han dilucidado en clave nacional, no europea. Como no se elige gobierno, se trata de elecciones de segundo orden, lo cual permite a los votantes quedarse en casa a sabiendas de que el resultado no les afectará o mandar señales de descontento a sus partidos.

Por las mismas razones, a los partidos políticos les resulta de todo punto racional enfocar las elecciones como una validación o un castigo a los Gobiernos que ejercen el poder. Eso explica que los partidos recurran a temas no europeos para galvanizar a los votantes y que, de acuerdo con sus encuestas y manuales de campaña, enfoquen la campaña sobre aquello que más creen les va a beneficiar. Así, creyendo que la polarización ideológica le beneficia, el PSOE ha optado por resaltar las diferencias entre valores de izquierda y de derecha mientras que, por su parte, el PP ha optado por intentar capitalizar la crisis económica. Quien haya ganado o perdido, desde luego no lo ha hecho por la calidad de sus propuestas europeas.

Como todo el mundo sabe, se necesitan dos para bailar un tango. Europa no está mal, incluso tiene un himno bonito, pero que en el fondo no se puede bailar. Su drama es haber renunciado al drama. Por tanto, si las elecciones europeas no les han entusiasmado, no es culpa suya, de verdad.




Entrada núm. 1165 (.../...)

sábado, 6 de junio de 2009

Mañana voy a votar

Hago mías las palabras de Xosé Luis Barreiros en La Voz de Galicia de hoy. Frente al pesimismo, el pasotismo, el escepticismo, y todos los "ismos" que ustedes quieran. Porque creo en Europa, en la Unión Europea, en la patria común de todos los europeos. Y aunque voten cuatro gatos, seremos esos cuatro gatos los que construyamos la Europa de todos. Los demás, los euroescépticos, los europasotas, los europesimistas... Pues ya lo saben: ¡puerta, y marchando!; como dicen por aquí. Que nos dejen seguir a los demás. Sean felices. Tamaragua, amigos. Y mañana, ¡a votar! (HArendt)









"Mañana iré a votar!, por Xosé Luis Barreiro

Mañana iré a votar porque creo firmemente en Europa, y porque sé que todos los caminos, por largos que sean, se hacen andando. También iré a votar porque veo que la realidad europea crece a mi alrededor, y determina mi vida, de forma cada vez más intensa. Y también votaré mañana porque ya no sé vivir sin Europa, porque tengo miedo al regreso de la insolidaridad y las fronteras, y porque no puedo imaginar que vuelven a mi vida los viejos atavismos, los proteccionismos y las glorias de las patrias militares que estamos dejando atrás.

Mañana iré a votar aunque muchos no vayan. Y, después de haber votado, me sentiré mucho mejor que los que reniegan de todo y habitan en la desidia. Cuando tenga la papeleta en la mano, nadie podrá impedir que me sienta más despierto y responsable que los que no votan. Y no pienso darle ninguna disculpa dialéctica a los que, pretextando la falta de una democracia idílica y utópica que debiera brotar de las peñas como el agua cristalina, optan por poner el proyecto europeo a los pies de los extremistas -¡ahí está Holanda otra vez!-, al albur de los escépticos, y a merced de los que ya no recuerdan -o no quieren recordar- la Europa de los equilibrios armados, de las dictaduras, de las diferencias económicas abismales, del horror, del genocidio y de la tierra quemada.

Mañana iré a votar porque, aunque mis palabras le parezcan en exceso dramáticas, veo la Europa más criminal de la historia -la de los nazis y los campos de concentración- a solo 64 años de distancia. Y la Europa del muro de Berlín a solo 19 años. Y la Europa de los Balcanes a solo 5 años de distancia. Y la Europa de Chechenia, o de Osetia, o la que pelea con sus vecinos afganos e iraquíes, en las portadas de hoy.

Mañana iré a votar porque todo lo que nos vino de Europa es gloria bendita, y todo lo que nos caracterizó cada vez que nos fuimos de Europa -tras la Paz de Augsburgo, con Fernando VII, o con Franco- siempre fue ignorancia, miseria y tiranía. Y mañana iré a votar, si Dios quiere, porque creo que la UE es el proyecto político más pacífico, más libre y más ético que existe en el mundo, y que solo Europa funciona como una barrera efectiva frente al organicismo bélico -previsiblemente apocalíptico- que nunca deja de amenazarnos.

Europa va lenta porque la han frenado los irresponsables. Europa tiene un déficit democrático porque la hemos puesto en manos de trileros y políticos de muy corto alcance. Y Europa está necesitada de un impulso constitucional que solo puede venir de ciudadanos responsables, participativos y maduros. Por todo eso votaré mañana. Y porque nada me hace sentir más digno, más honrado y más libre que dejar mi papeleta dentro de la urna.




Entrada núm. 1164 (.../...)