viernes, 20 de junio de 2008

Equilibrios dialécticos y decepciones




A la espera de entrar en Europa



Oigo las declaraciones de la vicepresidenta del gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, tras el Consejo de Ministros de hoy: Se declara orgullosa y satisfecha del voto expresado ayer por los diputados socialistas españoles en el Parlamento europeo en favor de la Directiva de Retorno. Lo hicieron en el mismo sentido que el Partido Popular y los fascistas de la Liga Norte. Y en contra de sus correligionarios europeos, que mayoritariamente optaron por el no o la abstención. 

Supongo que ese orgullo y satisfacción de la vicepresidenta no es extensivo al voto emitido por los también diputados socialistas españoles Josep Borrell y Raimón Obiols, que lo hicieron en contra de la Directiva, y de Martí Graus, que optó por la abstención.

Dicen que la política es el arte de lo posible, y por tanto es posible que la decisión adoptada ayer por la mayoría de nuestros diputados socialistas en el Parlamento europeo haya sido la correcta, pero no deja de producirme un enorme desasosiego e incomodidad. 

Tanta renuncia a la utopía y tanto canto al realismo acabarán por desencantar a un gran número de votantes. A mi entre ellos... Y al columnista Enric González que en El País de ayer escribía una escueta y dolorida reseña, titulada "Europa", que comparto plenamente. HArendt




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El Parlamento europeo vota la Directiva de Retorno



El sentido de voto del Parlamento europeo sobre la Directiva de Retorno fue el siguiente:

A favor: 369 votos
Partido Popular: 217 votos
Liberales: 57 votos
Europa de las Naciones: 40
Partido Socialista: 34 votos
No inscritos: 15 votos
Independientes: 6 votos

En contra: 197 votos
Partido Socialista: 100 votos
Izquierda Unida: 37 votos
Verdes: 36 votos
Independientes: 11 votos
Liberales: 7 votos
No inscritos: 5 votos
Partido Popular: 1 voto

Abstenciones: 106 votos
Partido Socialista: 49 votos
Partido Popular: 27 votos
Liberales: 20 votos
No inscritos: 5 votos
Independientes: 3 votos
Verdes: 2 votos




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Romeu (El País, 20/06/08)




"Europa", por Enric González

No aspiro a ser justo, ni siquiera digno. Soy europeo y sólo aspiro a seguir siéndolo. Aspiro a una vida sin sobresaltos. Aspiro a la sanidad gratuita, al subsidio de desempleo, a que mis hijos gocen de la mejor educación posible a un precio simbólico, a una pensión generosa cuando me retire. Aspiro a la máxima seguridad y a unas calles limpias. Aspiro a que el paisaje rural sea hermoso y apacible, y a unos alimentos accesibles y de la máxima calidad. Aspiro a preservar la naturaleza que me rodea.

Ya, ya sé que la política agraria europea, con sus casi 50.000 millones en subsidios anuales, crea un paraíso artificial y frena las importaciones africanas. También sé que aplicamos aranceles sobre los productos más competitivos de los países en desarrollo. Y sé, por supuesto, que de vez en cuando inundamos el mercado mundial con nuestros excedentes alimentarios, y acabamos de arruinar a los países pobres. Pero eso es indispensable para que Europa siga siendo la dulce Europa, con su campiña, su paz social y sus segundas residencias.

Los inmigrantes seguirán llegando, no crean que lo ignoro. Necesitamos bastantes para hacer ciertos trabajos y para aplicar sin grandes conflictos la jornada semanal de 60 horas. Nuestro objetivo ahora, como europeos, consiste en ponerles las cosas difíciles a los clandestinos, o sea, a esos que de momento no necesitamos. Que sepan que Europa, la cumbre de la civilización, sabe ser dura cuando conviene. Que sufran el desprecio, el encierro y la deportación. Que se vayan a otra parte. Resulta desagradable, por supuesto. Pero es indispensable para que Europa siga siendo la dulce Europa, la Europa que amamos.

Me gustó que el Telediario de La Primera, ayer, no concediera rango de portada a la ley contra la inmigración clandestina, aprobada por el Parlamento Europeo. Tenemos la Eurocopa. ¿Para qué crisparnos? No aspiro a ser justo, ni siquiera digno, ya lo he dicho. Soy europeo. (El País, 19/06/08).






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Sede del Parlamento europeo (Estrasburgo)






martes, 17 de junio de 2008

¿El futuro de Europa o la Europa del futuro?





Palais Berlaymont, Bruselas. Sede de la Comisión Europea


La lengua española se permite licencias que, el francés por ejemplo, consideraría un sacrilegio. ¿Significa lo mismo hablar del futuro de Europa que de la Europa del futuro? Evidentemente, no. Decidan ustedes que concepto aplican al artículo que reproduzco más adelante... Competitividad, desarrollo energético, inmigración y seguridad: esas son las cuatro áreas estratégicas en las que, a juicio del ex presidente del gobierno español, Felipe González, designado por el Consejo Europeo en 2007 presidente del Grupo de Reflexión sobre el futuro de Europa, se debería centrar la Unión Europea. No es un discurso muy diferente del que normalmente oímos por parte de los dirigentes de los diferentes gobiernos europeos y de la propia Unión, pero viniendo de quién viene, de su indiscutible prestigio en Europa y del cargo que ocupa, merecen una lectura atenta. No son más que unas breves notas, pero en este momento de desconcierto institucional (no me atrevería yo a llamarla crisis), indican un camino a seguir. Y eso, para no perderse entre las zarzas actuales, ya parece bastante..., visto lo que hay. HArendt





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El expresidente Felipe González




"La Unión Europea: crisis y futuro", por Felipe González

Estamos ante un cambio profundo en la economía mundial. Los países tradicionalmente considerados como centrales o desarrollados están perdiendo posiciones, en tanto que un número relativamente importante de los llamados emergentes o en desarrollo las van ganando, junto con países que acumulan un gran excedente de ahorro por su riqueza en materias primas, sobre todo energéticas.

Áreas como China, la India o el sureste asiático avanzan económica y tecnológicamente y acumulan ahorro. Los países petroleros tienen un enorme excedente de ahorro disponible y fondos soberanos de gran magnitud que les dan un poder desconocido hasta ahora.

Estados Unidos o la UE viven hipotecados a futuro tanto en el sector público como en el privado. En la UE, salvo excepciones, se pierde a la vez competitividad y se plantean problemas de sostenibilidad del Estado de bienestar.

La crisis financiera actual está aflorando esta nueva relación de fuerzas en la economía global con implicaciones que aún no podemos calcular. Pero más allá de los efectos de la crisis financiera y de sus repercusiones en la economía real, hay que analizar los problemas de fondo que se le presentan a la UE para definir estrategias de medio y largo plazo. La crisis podemos tomarla como detonante para reaccionar.

La UE está en crisis por inadaptación a los nuevos requerimientos de la economía globalizada y de la revolución tecnológica. El mundo ha cambiado vertiginosamente en las dos últimas décadas. La Unión se ha ampliado, ha introducido el euro, acaba de aprobar una reforma institucional (rechazada en referéndum en Irlanda), pero no ha afrontado con decisión las nuevas realidades.

Algunos países están adaptándose con mayor flexibilidad y agilidad. Aunque son exponentes pequeños en el conjunto, merece la pena analizar sus reformas. El conjunto de la Unión soporta rigideces que vienen de lejos.

He elegido cuatro prioridades para el análisis, con una envolvente que las afecta directamente. Las formularé en forma de preguntas que nos exigen una respuesta de fondo:

1. ¿Por qué la UE no avanza en el camino de la competitividad para llegar a ser una potencia relevante económica y tecnológica, capaz de financiar un modelo de cohesión social como el existente, a pesar del propósito de la Agenda de Lisboa de 2000?

La Agenda de Lisboa, aprobada en el año 2000, se basaba en un diagnóstico sobre la situación competitiva de la Unión en el contexto de la economía global, del que se derivaba una terapia para conseguir el ambicioso objetivo de convertirla en la primera potencia económica y tecnológica del mundo en el año 2010. Al mismo tiempo, se insistía en preservar el modelo de cohesión social europeo como una seña de identidad irrenunciable.

La exitosa experiencia de las décadas posteriores a la devastación de la Segunda Guerra Mundial se basaba en una política pactada entre los interlocutores sociales que permitió reconstruir la Europa Occidental, convertirla en una gran potencia industrial y de servicios, con fuerte creación de empleo y un sistema de redistribución del excedente que mejoró la educación, la cobertura de riesgos de enfermedad o desem-

pleo y las prestaciones de jubilación. El círculo fue, sin duda, virtuoso y la construcción europea entre los años cincuenta y ochenta, un éxito indiscutible a nivel de los ciudadanos y en el escenario internacional.

He unido estos dos aspectos de las prioridades que definen los desafíos futuros de la UE porque con frecuencia se habla de cohesión social como un valor al margen de nuestra posición en la nueva era de la economía global o del conocimiento.

El Estado de bienestar tiene algunos problemas endógenos, cuyas reformas han de emprenderse incluso si no hubiera cambiado la realidad económica y tecnológica mundial. La pirámide poblacional de Europa que cambia la base de los activos que deben soportar al conjunto del sistema. Los llamados riesgos morales y otros han de ser analizados y corregidos.

Pero, además, la adaptación a la economía globalizada exigirá reformas estructurales en nuestros sistemas educativos y de formación profesional, incluida la investigación, el desarrollo y la innovación; mayor movilidad ascendente y descendente en las iniciativas emprendedoras; sistemas de evaluación de la productividad y la competitividad renovados, y, todo ello, si fuera posible, en un nuevo pacto social de gran alcance.

2. ¿Cómo resolverá la UE su desafío energético, con excesiva dependencia de las energías fósiles, poca diversificación de sus fuentes de aprovisionamiento en las no renovables y escaso desarrollo en las renovables, además de obsolescencia en sus estructuras de producción y distribución, al tiempo que cumple sus compromisos respecto del cambio climático con los famosos tres 20% que se ha impuesto como obligación para el 2020?

La UE se ha comprometido normativamente a alcanzar objetivos ambiciosos en materia energética y en la lucha contra el cambio climático. Esto exige un esfuerzo estratégico de diversificación energética y de cambios tecnológicos para alcanzarlos.

En la UE, la energía como variable estratégica para el desarrollo tiene constricciones muy importantes. Dependemos excesivamente de las energías que no producimos; carecemos de suficiente diversificación en las fuentes de aprovisionamiento; no disponemos de energías alternativas, renovables y limpias en cuantía significativa; padecemos obsolescencia en los sistemas de captación y distribución, y no hemos sido capaces de definir una estrategia de conjunto que nos dé sinergias significativas. Además, no hay posiciones comunes respecto a la energía nuclear y ni siquiera se ha abierto un debate para evaluarla en el momento actual de su desarrollo tecnológico y de seguridad.

Por otra parte, el compromiso de la UE en la lucha contra el cambio climático exige un análisis atento de éstos y otros factores para ser eficientes y creíbles. Para conseguir los objetivos de los 20/20/20 propuestos hacen falta esfuerzos coordinados y cambios profundos en el sistema. Sin embargo, si se alcanzan, el modelo europeo sería anticipatorio, se convertiría en una ventaja competitiva y podría servir para otras zonas del mundo.

3. ¿Cómo afronta la UE los flujos migratorios que constituyen al mismo tiempo una necesidad y un problema en un espacio de libre circulación de personas, más allá de las políticas nacionales diversas?

La inmigración, teniendo en cuenta la demografía de la UE, constituye una necesidad ineludible, pero se vive como un problema que se agudiza cada día.

Más allá de la coincidencia en los esfuerzos por regular y por tanto legalizar estos flujos, las políticas europeas aparecen muy dispersas y, con frecuencia, contradictorias. En un espacio de libertad de circulación de personas, es imposible actuar sin políticas comunes y coordinadas para que estos flujos sean controlables y previsibles.

Necesitamos una estrategia migratoria para la UE que vaya desde la cooperación política y económica con los países de origen hasta una política común de fronteras, pasando por el combate coordinado al tráfico de personas. En el interior, aun con diferencias en las políticas de integración, se necesita una coordinación de bases de datos y medidas comunes contra la ilegalidad.

4. ¿Qué estrategia de seguridad requiere la UE ante las amenazas que soporta en forma de criminalidad organizada y terrorismo internacional, teniendo en cuenta que sus sistemas defensivos contemplan escenarios de defensa territorial clásicos para amenazas casi inexistentes?

Desde la desaparición del Pacto de Varsovia y los cambios geopolíticos de los últimos 20 años, las amenazas a la seguridad más relevantes provienen de la criminalidad organizada y del terrorismo internacional.

Se está avanzando en la imprescindible coordinación policial y judicial, aunque quede aún un largo recorrido por las diferencias en los sistemas legales y otras causas.

Por otro lado, nuestros sistemas de defensa siguen estando ligados a la defensa territorial, salvo en los vínculos con la OTAN en su nueva situación, aún no muy clara. Parece necesaria una reflexión actualizada de lo que se puede hacer en el horizonte de medio plazo para mejorar nuestra seguridad y nuestra relevancia en el mundo, incluso con los medios humanos y presupuestarios disponibles.

Parte de las amenazas tienen su origen en conflictos que, sin afectarnos directamente en términos territoriales, crean focos de criminalidad que penetran nuestras fronteras. La acción en origen de la UE exigirá un replanteamiento de la seguridad, que nos permita, autónomamente cuando sea necesario o en coordinación con la OTAN, una actuación eficiente.

¿Qué política exterior y de seguridad necesita para enfrentar estos desafíos y recuperar relevancia para sus ciudadanos y para el mundo?

De todas las prioridades señaladas se infiere la necesidad de una política exterior y de seguridad comunes, para aumentar la relevancia interna de la UE ante los ciudadanos y su relevancia internacional.

Por eso no puede plantear este punto como una prioridad más, sino como una envolvente, una condición necesaria, para conseguir avances significativos en todos los objetivos señalados.

Habida cuenta de la historia de las políticas nacionales de la Unión en este campo, lo razonable es definir áreas preferentes, de acuerdo con los objetivos estratégicos y los intereses de la UE, y actuar en común sobre ellas, con la vieja técnica de la acumulación del acerbo.


Consideración aparte habría de hacerse con la política mediterránea, que tal vez merezca ser contemplada como área de complementariedad, de convergencia, que nos permitiera crear un círculo de intereses integrados, como un paso estratégico más ambicioso que el actual. (El País, 17/06/08).



Parlamento Europeo, Estrasburgo





lunes, 16 de junio de 2008

De niños y dioses









Esta mañana hablaba mi hija pequeña conmigo sobre sus inminentes vacaciones de verano, que está planeando con todo detalle con su marido para que resulten un éxito... Me resultó curioso observar la diferente forma de ver la vida de una generación: la suya, y la mia... Ella organiza su vida como un plan a largo plazo; yo la organizo en plazos de veinticuatro horas y con el horizonte de "cuatro lunas" (que diría el protagonista de "Bailando con lobos") visto casi como una eternidad... Vicisitudes personales aparte, el día de hoy está resultando bastante extraño para mi. Me refugio como siempre en mi mujer, mis hijas y, sobre todo, mis nietos, y por supuesto en los libros... De todas maneras hoy no tengo ánimo para graves disquisiciones teológicas. Ayer me reconfortó sobremanera leer la entrevista que El País Semanal le hacía al profesor italiano Piergiorgio Odifredi, una especie de "bestia negra" para la curia vaticana, que reproduzco más adelante, y cuyos sarcásticos comentarios comparto. Pero sobre todo disfruté con el bellísimo artículo del escritor Gustavo Martín Garzo sobre "la educación de los niños" que también publicaba El País. Ignoro si Martín Garzo es padre, supongo que sí, por lo que escribe y por como lo escribe. Yo, como abuelo, lo suscribo plenamente. En su artículo cita dos libros que recomiendo con énfasis: "El guardian sobre el centeno", de J.D. Salinger (Alianza, Madrid, 1997) y "Habíamos ganado la guerra", de Esther Tusquets (Ediciones B, Barcelona, 2007). He leído los dos y ambos me han parecido excelentes. La primera es una novela de culto entre los alumnos norteamericanos de Secundaria; una lectura " casi obligada" en los Institutos que relata en primera persona del singular la iniciación a la edad adulta de un joven inadaptado, caprichoso y consentido. La segunda, son las memorias de juventud de la escritora y editora catalana Esther Tusquets, un relato con el que me sentí absolutamente identificado cuando lo leí por muchas razones, no solo de vivencias personales muy similares, sino por la coincidencia de tiempo, lugar y circunstancia de muchas de las situaciones que cuenta. Y mañana..., pues será otro día. HArendt









"La educación de los niños", por Gustavo Martín Garzo

En una ocasión, Fabricio Caivano, el fundador de Cuadernos de Pedagogía, le preguntó a Gabriel García Márquez acerca de la educación de los niños. "Lo único importante, le contestó el autor de Cien años de soledad, es encontrar el juguete que llevan dentro". Cada niño llevaría uno distinto y todo consistiría en descubrir cuál era y ponerse a jugar con él. García Márquez había sido un estudiante bastante desastroso hasta que un maestro se dio cuenta de su amor por la lectura y, a partir de entonces, todo fue miel sobre hojuelas, pues ese juguete eran las palabras. Es una idea que vincula la educación con el juego. Según ella, educar consistiría en encontrar el tipo de juego que debemos jugar con cada niño, ese juego en que está implicado su propio ser.

Pero hablar de juego es hablar de disfrute, y una idea así reivindica la felicidad y el amor como base de la educación. Un niño feliz no sólo es más alegre y tranquilo, sino que es más susceptible de ser educado, porque la felicidad le hace creer que el mundo no es un lugar sombrío, hecho sólo para su mal, sino un lugar en el que merece la pena estar, por extraño que pueda parecer muchas veces. Y no creo que haya una manera mejor de educar a un niño que hacer que se sienta querido. Y el amor es básicamente tratar de ponerse en su lugar. Querer saber lo que los niños son. No es una tarea sencilla, al menos para muchos adultos. Por eso prefiero a los padres consentidores que a los que se empeñan en decirles en todo momento a sus hijos lo que deben hacer, o a los que no se preocupan para nada de ellos. Consentir significa mimar, ser indulgente, pero también, otorgar, obligarse. Querer para el que amamos el bien. Tiene sus peligros, pero creo que éstos son menos letales que los peligros del rigor o de la indiferencia.

Y hay adultos que tienen el maravilloso don de saber ponerse en el lugar de los niños. Ese don es un regalo del amor. Basta con amar a alguien para desear conocerle y querer acercase a su mundo. Y la habilidad en tratar a los niños sólo puede provenir de haber visitado el lugar en que éstos suelen vivir. Ese lugar no se parece al nuestro, y por eso tantos adultos se equivocan al pedir a los pequeños cosas que no están en condiciones de hacer. ¿Pediríamos a un pájaro que dejara de volar, a un monito que no se subiera a los árboles, a una abeja que no se fuera en busca de las flores? No, no se lo pediríamos, porque no está en su naturaleza el obedecernos. Y los niños están locos, como lo están todos los que viven al comienzo de algo. Una vida tocada por la locura es una vida abierta a nuevos principios, y por eso debe ser vigilada y querida. Y hay adultos que no sólo entienden esa locura de los niños, sino quese deleitan con ella. San Agustín distinguía entre usar y disfrutar. Usábamos de las cosas del mundo, disfrutábamos de nuestro diálogo con la divinidad. Educar es distinto a adiestrar. Educar es dar vida, comprender que el dios del santo se esconde en la realidad, sobre todo en los niños.

En "El guardián entre el centeno", el muchacho protagonista se imagina un campo donde juegan los niños y dice que es eso lo que le gustaría ser, alguien que escondido entre el centeno los vigila en sus juegos. El campo está al lado de un abismo, y su tarea es evitar que los niños puedan acercarse más de la cuenta y caerse. "En cuanto empiezan a correr sin mirar adónde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos". El protagonista de la novela de Salinger no les dice que se alejen de allí, no se opone a que jueguen en el centeno. Entiende que ésa es su naturaleza, y sólo se ocupa de vigilarlos, y acudir cuando se exponen más de lo tolerable al peligro. Vigilar no se opone a consentir, sólo consiste en corregir un poco nuestra locura.

Creo que los padres que de verdad aman a sus hijos, que están contentos con que hayan nacido, y que disfrutan con su compañía, lo tienen casi todo hecho. Sólo tienen que ser un poco precavidos, y combatir los excesos de su amor. No es difícil, pues los efectos de esos excesos son mucho menos graves que los de la indiferencia o el desprecio. El niño amado siempre tendrá más recursos para enfrentarse a los problemas de la vida que el que no lo ha sido nunca.

En su reciente libro de memorias, Esther Tusquets nos cuenta que el problema de su vida fue no sentirse suficientemente amada por su madre. Ella piensa que el niño que se siente querido de pequeño puede con todo. "Yo no me sentí querida y me he pasado toda la vida mendigando amor. Una pesadez". Pero la mejor defensa de esta educación del amor que he leído en estos últimos tiempos se encuentra en el libro del colombiano Héctor Abad Faciolince, El olvido que seremos. Es un libro sobre el misterio de la bondad, en el que puede leerse una frase que debería aparecer en la puerta de todas las escuelas: "El mejor método de educación es la felicidad". "Mi papá siempre pensó -escribe Faciolince-, y yo le creo y lo imito, que mimar a los hijos es el mejor sistema educativo". Y unas líneas más abajo añade: "Ahora pienso que la única receta para poder soportar lo dura que es la vida al cabo de los años, es haber recibido en la infancia mucho amor de los padres. Sin ese amor exagerado que me dio mi papá, yo hubiera sido mucho menos feliz".

Los hermanos Grimm son especialistas en buenos comienzos, y el de "Caperucita Roja" es uno de los más hermosos de todos. "Érase una vez una pequeña y dulce muchachita que en cuanto se la veía se la amaba. Pero sobre todo la quería su abuela, que no sabía qué darle a la niña. Un buen día le regaló una caperucita de terciopelo rojo, y como le sentaba muy bien y no quería llevar otra cosa, la llamaron Caperucita Roja". Una niña a los que todos miman, y a la que su abuela, que la ama sin medida, regala una caperuza de terciopelo rojo. Una caperuza que le sentaba tan bien que no quería llevar otra cosa. Siempre que veo en revistas o reportajes los rostros de tantos niños abandonados o maltratados, me acuerdo de este cuento y me digo que todos los niños del mundo deberían llevar una caperuza así, aunque luego algún agua-fiestas pudiera acusar a sus padres de mimarles en exceso. Esa caperuza es la prueba de su felicidad, de que son queridos con locura por alguien, y lo verdaderamente peligroso es que vayan por el mundo sin ella. "Si quieres que tu hijo sea bueno -escribió Héctor Abad Gómez, el padre tan amado de Faciolince-, hazlo feliz, si quieres que sea mejor, hazlo más feliz. Los hacemos felices para que sean buenos y para que luego su bondad aumente su felicidad". (El País, 15/06/08)





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Gustavo Martín Garzo




"Si leyeran bien la Biblia, dejarían de creer. Entrevista a Piergiorgo Odifredi", por Jesús Ruiz Mantilla

Aunque es un ateo confeso, todavía tiene callos en los pies por culpa de su última experiencia mística. Piergiorgio Odifreddi (Cuneo, Italia, 1950) acaba de regresar del Camino de Santiago, esa meca de la cristiandad que ha recorrido durante dos semanas con su amigo Sergio Valzania. El itinerario ha dado que hablar en Italia. Juntos han hecho en cada etapa un programa especial para la emisora RAI 3. La gracia está en que Odifreddi no cree, pero Valzania sí se confiesa católico a ultranza. “Al final hemos quedado como empezamos. Ni él me ha convencido a mí, ni yo he logrado quebrar su fe”, comenta, en un hotel del centro de Madrid, este escritor, matemático y profesor de lógica.

Pero en algo sí se han puesto de acuerdo: “Galicia es bellísima; Castilla, un poco aburrida con esas llanuras tan interminables”, comenta. “Y España, más laica que Italia, con diferencia. En nuestro país todavía no es posible criticar abiertamente a la Iglesia”, asegura Odifreddi. Quizá por eso, para frenar la larga mano del Vaticano sobre la libertad de expresión, se ha lanzado este ensayista a la yugular de la Iglesia. Lo ha hecho con un libro que resultó un impacto en su país y un éxito de ventas que dejó patente algo serio: “La fractura entre religión y laicismo que existe en mi país, con clara desventaja para los no creyentes”.

El título es tan directo que no deja lugar a dudas: Por qué no podemos ser cristianos y menos aún católicos (RBA). Ni que decir tiene que el texto de quien es hoy por hoy el látigo del laicismo en Italia ha supuesto una pesadilla entre las jerarquías. No por existir, sino porque el destino y los calendarios editoriales le lanzaron a las librerías a competir al tiempo con otro libro opuesto: Jesús de Nazaret, del papa Joseph Ratzinger.

“Durante semanas estuvimos alternándonos en el primero y el segundo lugar en las listas de los más vendidos”, comenta jocoso Odifreddi. Seguramente la curia habría preferido otro competidor. Pero al diablo no se le pone nada por delante. Sigue jugando fuerte y haciendo de las suyas. Ni con rosarios pudieron evitar que Odifreddi vendiera 200.000 ejemplares.

De manera que llega del Camino de Santiago… ¿Ni así ha encontrado la luz? Ha sido una experiencia interesante. Creo que es la primera vez que un ateo retransmite en Italia el Camino por la radio. El modelo fue la película de Buñuel La Vía Láctea, con aquellos dos personajes que combatían a golpe de dogmas y herejías.

Bueno, igual que siempre, ¿no? Aunque la herejía como concepto ha sido superada por una etiqueta mucho más digna que llamamos laicismo. En España tienen más suerte que en Italia en ese ámbito.

¿Usted cree? En España no existe un cardenal Martini, por ejemplo. Alguien que defienda tan abiertamente desde la jerarquía el sacerdocio para las mujeres o las bodas entre curas. Hombre, en España la derecha es católica, pero la izquierda es claramente laica. En Italia yo he militado en el Partido Democrático, de Walter Veltroni, y me salí porque no defendían el laicismo. Me lo pidió él. Yo pensé que era conveniente porque ya que dentro conviven varias corrientes, algunos podíamos alentar un aire de izquierda más radical y laico para frenar lo que nosotros llamamos facción teocon. Pero al final Veltroni no ha sido claro. Ha decidido no meterse en asuntos que tuvieran que ver con la Iglesia. Por más que le han preguntado, nada. Y yo me he ido del partido al ver que no se comprometía claramente.

¿Por qué la izquierda italiana no se decide a romper con la Iglesia? Las anteriores elecciones las ganó la izquierda por 20.000 votos. Con esa ventaja tan pequeña, nadie quiere ponerse en contra a una organización que controla a 30 millones de ciudadanos. Yo milité para intentarlo, pero es difícil en un partido que lidera alguien como Veltroni, un personaje a quien se le conoce como el señor pero también… Falta valentía. Esta oportunidad la hemos perdido.

Desde la izquierda, después de las primeras acciones de Berlusconi, ¿cómo se va digiriendo el resultado electoral? Por culpa de cosas como éstas se ha perdido. El partido de Veltroni no tiene identidad, es una refundación de viejas estructuras. Caben gente del antiguo Partido Comunista y de la Democracia Cristiana, empresarios y trabajadores… hay 120 diputados que se declaran abiertamente católicos. ¡Hasta la antigua Democracia Cristiana era mejor que esto! En cuanto a este Gobierno, es pura derecha.

Muchos lo califican de neofascista. Quítele el neo. Fini lo es. La Liga es racista y Berlusconi va a lo suyo. En la primera semana de mandato ya discutíamos de la televisión… Pero, en fin, este Gobierno sabemos lo que es. Sin embargo, con el partido de Veltroni no hay definiciones claras.

¿Le resulta ‘light’, descafeinado? Tiene miedo a ciertas cosas. A la Iglesia, para empezar. En España no ocurre esto. Yo leo artículos en la prensa de este país que en Italia serían impensables. Cuesta publicar ciertos asuntos.

¿Por eso ha decidido dejar sus posiciones claras en un libro? Con la óptica de un matemático, además. He escrito mucha divulgación científica. Con asuntos que relacionan ciencia y religión, como hice en El Evangelio según la ciencia, por ejemplo, o en Las mentiras de Ulises. Me he empeñado en hacer ver las matemáticas como una parte de la cultura, integrar ambos mundos.

Pero ¿cómo formula un matemático algo que carece de toda lógica? Este libro tiene dos inspiraciones claras. La obra de Bertrand Russell ¿Por qué no soy cristiano? y aquel de Benedetto Croce Por qué no podemos considerarnos cristianos. La idea nació porque cada año editamos un libro de Russell y tocaba hacer aquél. Lo releí y me pareció que había envejecido mal con el tiempo. Se lo dije al editor y él me propuso hacer una interpretación propia. Así que me metí un semestre en Nueva York al Instituto de Estudios Italianos en la Universidad de Columbia. Estudié a fondo la Biblia y el catecismo. Mis amigos me encontraban siempre con ambos libros a cuestas y me preguntaban: “¿Qué te ocurre?”.

Normal… Le verían como un converso o temían alguna andanada suya. ¡Quién sabe! El caso era hacer una lectura a fondo, una crítica de la religión no desde perspectivas políticas de injerencia en la vida pública y todo eso, sino de observarlo desde una concepción teológica, desde dentro, y descubrir sus anacronismos. Su concepción violenta, cruel, sanguinaria de la vida, sobre todo en el Antiguo Testamento. Por eso se han molestado también los judíos, que me han acusado de antisemita.

Es que reparte para todos. Normal. Los cristianos han heredado el Antiguo Testamento y uno no sabe por qué lo han hecho.

Lo acometieron además de manera acrítica. Completamente. Hubo algunos que quisieron eliminarlo. Creían que el Dios bueno del Nuevo Testamento no requería la ira del anterior. No se aceptó, allá ellos.

¿Le han amenazado? Algunos me han escrito diciéndome que diera gracias porque los cristianos no fueran como los islamistas, que si no ya lo habría pagado. He pensado en hacer algo que se titulara Por qué no podemos ser islámicos, pero es que en Italia son cuatro y no sería útil. Además decretarían una fatwa, y es lo que me faltaba.

Todavía hay cosas que no nos dejan tocar. Y tanto, en Italia existen directores de periódicos que reconocen que los dogmas de fe son un cuento, pero que no pueden escribirlo porque el mero hecho de ponerlo en duda ya crea un conflicto.

Como por ejemplo… Lo peor es poner en duda la propia existencia de Jesucristo. No hay constancias históricas serias. Son relatos construidos a posteriori. Decir esto ya es algo escandaloso.

Igual que poner en duda la virginidad de María, que lo que uno no sabe muy bien es por qué se sostiene lo contrario. ¡Aquella invención! ¡Increíble! Es un dogma con una historia muy interesante, de todas formas. Para eso se readaptó un pasaje del Antiguo Testamento que viene a decir: “Por aquí ha pasado Dios (refiriéndose al útero de la Virgen) y no lo hará nadie más”. Son las mismas palabras que utilizan para señalar una puerta de Jerusalén por la que pasó el Arca de la Alianza. Cogen un pasaje, se cambia de sitio y a nadie le importa.

A usted, después de haber escrito que Cristo puede ser hijo ilegítimo de un centurión romano, ¿no le han quemado? Pantera se llamaba el hombre. Pero todo eso ya se comentaba en la época más próxima. En fin, yo no creo que haya mucha gente que se lo trague a estas alturas. Creo que es una pose social sostener estas cosas, pero que en realidad no lo piensan. Es una convención. Ni eso, ni la trinidad, ni la transustanciación… Ni la resurrección se puede explicar científicamente. No es un milagro. Las bacterias del tétanos, por ejemplo, pueden producir una muerte aparente. Pudo haberlo cogido clavado en la cruz.

Existen explicaciones racionales para todo aquello que pasa en el Evangelio, pero no las hay para todo lo que dicen en él. Cierto, cierto. El Evangelio tiene tres inspiraciones. Una, la del profeta, la del Jesús de la montaña, el de los bienaventurados. Luego está la del charlatán. En Palestina, hace 2000 años, había muchísimos. La última es la del Jesús revolucionario. Uniendo las tres, se ha forjado esta historia.

Una historia que tiene después la suya propia. Ésa es la más interesante. Apasionante. Entender cuáles son las fuentes de esos escritos, desmembrarlos, acotarlos. Los apócrifos, tratarlos desde el punto de vista lingüístico, de la arqueología del lenguaje, los pasos que ha sufrido tras los diferentes concilios, todo eso. Las discusiones, las herejías que pintaban a Jesús como una realidad virtual, como el personaje de una película, como un ser que nunca existió porque nunca había podido encarnarse al ser Dios precisamente. Así hasta nuestros días, porque el último dogma es de 1950, la asunción de la Virgen, que también trajo lo suyo.

¿Ah sí? Sí, porque los católicos pensaban que había ascendido sin saber si había muerto o no. Mientras que los ortodoxos sostienen que seguramente había muerto, pero no están seguros de que haya ascendido. ¿No es un cachondeo? Yo incluso llegué a hacer un cálculo científico. ¿Desde dónde ascendió? Verticalmente desde Jerusalén. ¿Con qué? Con el cuerpo. Suponiendo que lo haya hecho a la velocidad de la luz, lleva 2.000 años subiendo y, por tanto, todavía no ha atravesado nuestra galaxia. Por ahí sigue, está saliendo. Con cualquier telescopio potente en el mismo Jerusalén podríamos localizarlo. ¿Se da cuenta del ridículo?

En sus desmontajes, trata usted también los mandamientos. Los hebreos sostienen que hay más de 600, pero en el caso cristiano, uno de los más interesantes es el segundo, que se pierde, curiosamente. El que prohíbe alzar y construir imágenes.

¿Cuál de todos los dogmas es el que más le atrae? La transustanciación. La hostia, que se basa en un principio aristotélico. Va contra la idea de sustancia científica. A los papas les trae de cabeza.

¿De dónde le viene esa manía de ponerlo todo patas arriba? No hace falta tanto. Si quisiera hacer una verdadera cruzada, recomendaría una única cosa a la gente: que leyeran la Biblia con un punto de vista racional, con atención. Dejarían de creer inmediatamente. No hacen falta libros anticlericales.

Es que 200 años de Ilustración prenden finalmente en nuestra moral y en nuestra concepción de las cosas de manera contundente. Es así. Pese a que muchos insisten en que no puede haber moral sin religión. Era Chesterton quien decía que si no creías en Dios, podías creer en cualquier cosa. Yo ahora pienso lo contrario, que quien cree en Dios puede acabar tragándose cualquier cosa. Italia es de los países con más fe del mundo, por eso seis millones de italianos consultan también a magos, quirománticos, echadores de cartas. Si te crees lo de la trinidad o la virginidad, te entra todo. Tampoco es justo ese discurso de que los laicos no creemos en nada. No es cierto, lo hacemos en los ideales. Pero no en los dogmas.

Eso que tanto espanta ahora del relativismo, ¿cómo lo ve? Ahh… Ratzinger es un ultraconservador antipático y obtuso. Estas cosas lo prueban. Es un asunto que demuestra la incapacidad de la Iglesia para entender casos como el de Galileo. Le han perdonado 400 años después de haberle condenado por algo que era cierto, pero no han entendido nada. Lo admiten muchos miembros de la Iglesia, aunque luego lo pagan. Lo dijo George Coyne, un jesuita que fue el encargado del Observatorio Astronómico del Vaticano durante 25 años. Aseguraba que no se había comprendido la magnitud de ese caso. ¿Y qué pasó con él? Que lo licenciaron. Este mismo pidió públicamente al Papa que definiera sus posiciones sobre el evolucionismo y le cesaron.

Los jesuitas, ¿son otra cosa? Son los más incisivos, sin duda. Plantean abiertamente sus dudas sobre muchos dogmas. Existe una anécdota fantástica que los define. Cuando descubrieron la momia de Jesús en Jerusalén, los franciscanos decían: es cierto lo que sufrió por nosotros, las heridas están a la vista, debemos amarlo todavía más. Los dominicos se plantearon: cuidado, que si está aquí es que no ha resucitado, vamos a tener problemas con el dogma. Y los jesuitas dedujeron: ahí lo tenemos; por tanto, ha existido. ¿No es genial?

Martini es un buen ejemplo de jesuita. Bueno, es que él ha llegado a criticar hasta el libro del Papa sobre Jesús de Nazaret. Es raro, pero es que es la minoría.

¿Es necesario escribir libros así contra la Iglesia o es darle demasiada importancia a todo aquello que no debería ni siquiera ser debatido porque va contra toda razón? No sólo es necesario. Es que me parece poco todo lo que se pueda argumentar en contra. He tratado de escribir un libro serio, sin despreciar también la ironía. Aunque sobre todo he intentado hacer una crítica rigurosa basada en principios teológicos y la prueba de que ha calado es lo que les ha molestado. La importancia de la Iglesia es un hecho, no es que se la dé yo. No escribiría un libro preguntándome por qué no somos raelianos. Me da exactamente lo mismo. En Italia, 30 millones de personas se declaran católicos. La Iglesia posee un cuarto de los bienes inmuebles, de nuestros edificios.

Como inmobiliaria no hay quien pueda con ella. Exacto. Además, en Italia, el Papa vive dentro. Una solución sería enviarlo a Jerusalén. Dejemos Roma para los romanos.

En España vive el Opus, que también impone. Una organización que ha ganado muchísimo poder dentro de la Iglesia por culpa de Juan Pablo II, por cierto. Él llevó a la bancarrota las finanzas vaticanas para financiar al sindicato Solidaridad. Fue el Opus quien tapó el agujero.

Otro de los asuntos que trata en el libro es el creacionismo. No creamos que es sólo un invento de Estados Unidos, aunque ha sido allí donde se ha desarrollado más. En Italia, ya el primer Gobierno de Berlusconi lo reivindicó, y no me extrañaría que ahora volvieran a la carga. Me hace gracia que ahora, para hacer el Camino, mi compañero ha llevado la Biblia. Yo, en cambio, elegí El origen de las especies, de Darwin. Me ha impresionado su visión de futuro. Todas las objeciones cretinas que le ponen hoy al evolucionismo, Darwin las prevé y además las responde en el libro con anticipación.

¿Lo vio venir? Exacto, y basta leerlo para frenarles. Pero el problema es que son insaciables. Porque tampoco el evolucionismo va contra la religión. El problema está no tanto en la creación del mundo, sino en el momento que surge el hombre. Ahí tenían que poner su sello.

Inventar la culpa. ¿Sin culpa no hay negocio? Eso es.

¿Y por qué de entre todo el cristianismo, lo que menos se sostiene para usted es el catolicismo? Porque son los que más dogmas imponen y, por tanto, los más fáciles de rebatir.

Más cuando la mayoría son imposiciones caprichosas, a expensas de los papas, los concilios, las alianzas de poder. Como la infalibilidad pontificia, el dogma que más sospechas despierta entre los creyentes. Encuestas de universidades católicas aseguran que en la infalibilidad del papa sólo cree un 30% de católicos. Es el dogma más débil. Hay otras cosas más absurdas, como que el 40% de los que tienen fe cree que san Juan se convirtió en hijo de la Virgen ante la cruz. Lo que le digo: si leyeran con atención los evangelios, dejarían de creer automáticamente. (El País Semanal, 15/06/08)





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Piergiorgio Odifredi





sábado, 14 de junio de 2008

Jane Novak (De Nueva Jersey a Yemen)





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Jane Novak



El corresponsal de El País en Beirut, Robert F. Worth, relata hoy en el periódico una de esas historias, una de esas leyendas urbanas sobre Internet que circulan por la red, que resultan tan difíciles de creer, que ni viéndolas por nosotros mismos, acabamos convenciéndonos de que son reales, que ocurren de verdad.

Que un ama de casa de Nueva Jersey, en Estados Unidos, llamada Jane Novak,  46 años, madre de dos hijos, armada de un simple portátil instalado en el salón de su casa y de un "blog", haya hecho causa de honor el defender a un periodista yemení acusado de traición en su país, al que no conocía de nada, de un país que no ha visitado jamás y del que nada sabía siquiera donde estaba en el mapa hasta embarcarse en esta aventura, esté logrando la solidaridad y el apoyo de gentes de todo el mundo, pero especialmente de los propios yemeníes en la defensa de Abdul Karim Al Jaiwani, que así se llama el periodista detenido, no ocurre todos los días. Desde luego que no. Les dejo con la noticia. A mi me ha conmovido y recordado en cierto modo la aventura de la cubana Yoani Sánchez y su blog, quizá menos dramática pero no menos valerosa en defensa de la libertad de expresión de los cubanos, del que ya hice comentario anterior en "Desde el Trópico de Cáncer". Espero que visiten sus "blogs", sus instrumentos de trabajo... Sean felices. HArendt





Abdul Karim Al Jaiwani





"Lucha por la libertad de prensa desde el salón de casa", por Robert F. Worth

Jane Novak, de 46 años, ama de casa y madre de dos niños de Nueva Jersey, nunca ha estado en Yemen. No habla árabe, y admite abiertamente que hasta hace algunos años no sabía nada de ese país del sur de Arabia.

Pero Novak se ha hecho tan popular en Yemen que los directores de periódicos afirman que venden más ejemplares si su fotografía —rubia y sonriente— aparece en la portada. Su blog, un boletín informativo sobre asuntos yemeníes muy franco, está prohibido allí.

El más grave de sus muchos delitos es su obstinada campaña en defensa de un periodista yemení, Abdul Karim Al Jaiwani, que incurrió en la cólera de su Gobierno al escribir sobre una rebelión en el extremo norte del país. Se le juzgapor un delito de sedición por el que podría ser condenado a muerte.

Novak, que trabaja desde un portátil en el salón de su casa en el centro de Nueva Jersey "mientras los chicos están en el colegio", halanzado una petición por Internet para liberar a Jaiwani.

Ha reclutado a políticos yemeníes, periodistas, activistas de los derechos humanos y más personas por todo el planeta. Su blog va más allá del caso de Jaiwani y se ha convertido en una válvula de escape crucial para periodistas de la oposición y personalidades políticas que le proporcionan pistas sobre la intriga política yemení.

Novak explica que su campaña es una cuestión de principios: "Es un país que deja a la gente de Al Qaeda actuar a sus anchas y lleva a juicio a un periodista por hacer su trabajo". Y remacha: "Es una auténtica locura".

Algunos arabistas profesionales hablan con cierto desdén del blog de Novak; parecen considerarla una aficionada con la típica actitud patriotera estadounidense y que desconoce por completo el mundo árabe. Novak admite sin reparos que no es una experta. Pero calcula que más de 2.000 yemeníes han contactado con ella desde que empezó a escribir en 2004.

Trabajaba no muy lejos de las Torres Gemelas de Nueva York, y empezó a interesarse por el mundo árabe a raíz de los atentados terroristas del 11-S. "Se me ocurrió que sería una buena idea escribir en la prensa árabe de lengua inglesa sobre asuntos en los que todos pudiéramos estar de acuerdo, como la libertad de prensa, la igualdad y otros temas por el estilo", explica.

En 2004 abrió su blog, www.armiesofliberation.com, y pronto escribió un artículo en defensa de Jaiwani, que estaba en la cárcel. Él le escribió una carta de agradecimiento y la envió a nombre de "Jane Novak, periodista y analista política estadounidense".

"Los líderes de nuestra región se creen dioses", le escribió. "Incluso llegan a creer en su falsa santidad, que nosotros intentamos echar por tierra, porque saben que son seres humanos como nosotros. La democracia y la libertad no son concesiones del líder de un régimen. Es un logro humano mundial de toda la gente libre de la Tierra".

Conmovida por la carta, Novak lanzó su primera petición en defensa de Jaiwani. Ambos empezaron a cartearse, con la ayuda de traductores. "Es una persona muy agradable", dice Novak. "Cree realmente en la democracia, y está pagando por ello".

Pasaron meses antes de que Novak se atreviera a decirle a Jaiwani que ella no era periodista y tampoco una analista política. Jaiwani le respondió diciendo que esas noticias hacían que se sintiera más orgulloso si cabe de ella y de su trabajo.

Una de las acusaciones contra Jaiwani es el haber recibido un mensaje de Jane Novak por móvil, como parte de un presunto plan (que él niega) para ayudar a los rebeldes de Huti, en el norte de Yemen.

"La pena por este crimen es generalmente la muerte", contaba Jaiwani durante una entrevista realizada en enero en su hogar en Sana, la capital de Yemen. Es un hombre larguirucho de 42 años, con unos ojos grandes y penetrantes y un oscuro sentido del humor, al que las autoridades ya han encarcelado cuatro vece por asuntos relacionados con su periodismo.

El año pasado fue secuestrado y golpeado por hombres que según él eran policías. Jaiwani agregaba con una sonrisa: "Si a esto se le añade mi relación con Jane Novak, la pena de muerte está cantada".

Jane Novak ha escrito numerosos artículos en la prensa yemení en defensa de Jaiwani. Contactar con gente como Jaiwani le ha dado una nueva vocación, afirma. "Algunos dicen que no hay progreso en Oriente Próximo", dice. "Pero tendrían que ver a esta gente; son auténticos héroes de hoy en día". (El País, 14/06/08)





viernes, 13 de junio de 2008

Referéndum en Irlanda: Ganó el "No". ¿Y ahora, qué?








Pues sí, ganó el alio "no"... ¿Y ahora qué? Yo veo varias opciones. Una, la primera, y por vergüenza, -que no la tendrán-, sería la dimisión del Gobierno de Irlanda, después de pedir la salida la Unión. ¿No es eso lo qué han votado los irlandeses, con todo su derecho: el no al Tratado? Pues vale, entonces, Irlanda, fuera de la Unión. Otra, la segunda, la rebelión del Parlamento europeo. El Parlamento europeo debería hacerse valer. Es el único órgano de la Unión de representación popular y lo que tendría que hacer es censurar al Consejo Europeo, al Consejo de la Unión y a la Comisión por inoperantes e ineptos, reclamar para sí toda la autoridad y representación de los europeos y promover los Estados Unidos de Europa. Y los estados que no los quieran, que se marchen y dején en paz a los demás. No es tan difícil... HArendt




El rapto de Europa (Rembrandt)




jueves, 12 de junio de 2008

A extramuros de la literatura






No soy un lector exquisito. Por el contrario, tengo y reconozco gravísimas carencias lectoras de buena literatura. Por ejemplo, no puedo con los clásicos rusos... Y la novela realista de finales del XIX me pone de los nervios. Mi primer libro fue "La isla del tesoro", regalo de mis abuelos maternos. Y a los diez años me leía las novelas de Marcial Lafuente Estefanía como se fabrican churros: a una por hora y tres o cuatro al día... A las cuatro o cinco páginas ya era capaz de adivinar cual de los personajes era el bueno, quién el malo, la chica que iba a morir, la que se casaba con el bueno...

Con el tiempo, los años, la edad, más lecturas y más discriminadas, se me fue depurando el gusto literario, si es que eso no es una perogrullada, que no estoy muy seguro de que no lo sea... En términos generales soy más lector de ensayo que de ficción, pero no desdeño ni mucho menos las novelas, Y en esa estamos. 

Nunca fui un lector compulsivo, al estilo de "todo vale", aunque leía de treinta a cuarenta libros al año, académicos aparte. Ahora selecciono muchísimo mis lecturas, porque con el poco tiempo que me queda no quiero perderlo leyendo tonterías. Por ejemplo, no leo los Premios Planeta, sobre todo los de los últimos años. Me mosquean los "superventas", y desconfío de todo lo que se exhiba en los anaqueles de las "grandes superficies" rotulados del "Uno" al "Diez"...

Me ha encantado el artículo que escribe hoy en El País Antonio Muñoz Molina sobre buena y mala literatura, sobre escritores integrados y apocalípticos, y cita los ejemplos de Carlos Ruiz Zafón, al que clasifica entre los "integrados" y de Juan Goytisolo, al que encuadra entre los "apocalípticos".

Y sobre escritores malditos, o maldecidos, ayer leí también un magnífico artículo del editor y crítico literario Constantino Bértolo titulado "El juego de la silla y la literatura de la transición", sobre el escritor José Antonio Gabriel y Galán y su "Diario, 1980-1993" (Editora Regional de Extremadura, Mérida, 2007) que publica Revista de Libros en su último número y que lamento no poder reproducir aquí, aunque si lo hago de algunos fragmentos del "Diario" citados por el comentarista: "La crítica me trató bien en general, pero no sabía dónde situarme, yo era fronterizo. No entraba en las listas generacionales, ni en las recopilaciones críticas". O esta otra, bastante triste: "A mi me emparejaron con Félix de Azúa: él representaba la belleza y yo el compromiso. Malentendidos semejantes fueron institucionalizándose. Se creó una atmósfera poco grata..." Y por último, este demoledor fragmento que rezuma ¿rencor, menosprecio?: "El mundo es un inmenso desierto por el que no cruza la sombra de ningún escritor español, si exceptuamos a Lorca, que se permite el lujo de ir en camello y descansar en los oasis. Sólo existe él, todo para él, nada para los demás, del marqués de Santillana a nuestros días. En nombre del marqués, de Quevedo y de Luis Cernuda, por ejemplo, grítese el resentimiento, reclámese la justicia".

De Carlos Ruiz Zafón sólo he leido "La sombra del viento". Y con ella me sobra para no volver a leerle. Tengo mucho más claro lo que no me gusta que lo que sí, y aunque nunca se puede saber a priori lo que te vas a encontrar, la veteranía es un grado, como se decía en la extinta mili... No es un juicio de valor, ni literario, ni estético, ni de ningún tipo: simplemente no me gustó. Y lo mismo me pasó con el otro gran superventas español: "La Catedral del Mar", de Ildefonso Falcones. Y aunque la esperanza es lo último que se pierde, prefiero no probar de nuevo con ninguno de los dos. De Juan Goytisolo he leido "Crónicas sarracinas", "Makbara" y "Reivindicación del Conde don Julián". Desde luego, si tuviera que elegir entre ellos, me quedo con Goytisolo...

Junto al artículo de Muñoz Molina he rescatado de la hemeroteca una reciente entrevista que la hacen a Carlos Ruiz Zafón, un artículo de Juan Goytisolo, lleno de sarcasmo sobre los "superventas" y una referencia, asimismo de Antonio Goytisolo, y bastante irónica -dicho sea de paso-, a la obra de escritores como Ruiz Zafón o Dan Brown, el autor de "El Código da Vinci" o la detestable (el juicio es mio) "Ángeles y demonios". Sean felices. HArendt




Antonio Muñoz Molina


"El integrado, el apocalíptico", por Antonio Muñoz Molina

Los escritores de vez en cuando enuncian las leyes universales de la literatura, las cuales suelen corresponderse con el caso particular de cada uno. A los escritores, en las mesas redondas o en las entrevistas, les entra a veces un curioso afán legislador: explican que la literatura ha de ser de una cierta manera y no de otra y apelan para demostrarlo al ejemplo de algunos grandes nombres, que casualmente son los modelos que a ellos los inspiran. No te engañes, me avisa la presencia querida: cuando un escritor dice admirar mucho a un maestro lo que está haciendo es admirarse y vindicarse por su mediación a sí mismo; ¿no te has dado cuenta de que sólo admiran a los que creen parecerse?

Estaría bien admirar a aquellos de cuyas virtudes carecemos. Leer los cuentos de Chéjov, los de Bernard Malamud, los de Rulfo, los de Alice Munro o Raymond Carver si tenemos una tendencia excesiva a las amplitudes de la prosa; incluso, para mayor disciplina, frecuentar la poesía más estricta. Cuando de manera casi automática nos inclinemos por las tramas laboriosas y cerradas, haríamos bien en fijarnos en los maestros de lo insinuado, de lo dicho a medias, porque a la ficción le pedimos que nos cuente un cuento y que nos cuente el mundo, que transmita la experiencia en el estado más puro posible y a la vez que le dé forma, y entre esos dos polos magnéticos andamos a tientas buscando el punto inseguro de equilibrio. Algunas veces, por pudor o por cobardía, o por miedo al exceso, o por no molestar, nos sometemos con demasiada mansedumbre al decoro: entonces está bien que admiremos a los grandes desvergonzados, a los que han llamado a las cosas por sus nombres más crudos, atreviéndose a contar lo que siempre se calla, con el júbilo del niño que repite palabras obscenas atragantándose con sus propias carcajadas. El gusto cambia, modificado en parte por el influjo de las obras más innovadoras: lo muy minoritario puede hacerse masivo, lo abrumadoramente popular desaparece sin rastro, lo que fue distinguido y exquisito se queda fósil, lo desdeñado por vulgar resulta ser lo más sofisticado con el paso del tiempo.

Por eso cansan tanto los axiomas de los escritores, que cuando se repiten mucho revelan una herida que no quiere mostrarse. En los mismos días y en este mismo periódico se entrecruzan dos voces, la de Juan Goytisolo y la de Carlos Ruiz Zafón, y aunque parece que no tienen nada en común uno reconoce al escucharlas ese tono del escritor que se vindica a sí mismo convirtiendo en ley la circunstancia personal, anticipándose a mostrar su desdén precisamente hacia lo que cree que sin justicia se le niega. Ruiz Zafón vende a toda velocidad no sé cuántos millones de libros, y considera que la literatura ha de contar historias claras y directas, que los personajes, igual que en una buena película o en una serie de televisión, "deben definirse a través de sus acciones y de sus palabras, no echando un rollo patatero en un párrafo inmenso". Zafón celebra la cultura de masas y detesta los "mundillos literarios" españoles, habitados por críticos rancios y por novelistas tristemente obsoletos que escriben -escribimos- rollos patateros en párrafos inmensos, alimentando un resentimiento disfrazado de superioridad hacia quienes sí conectan con el público.

Juan Goytisolo también se ve a sí mismo como un forastero en el mundo literario español, que le parece tan desolador como a Ruiz Zafón, pero por razones distintas: salvo él, Goytisolo, y alguno más, los escritores están entregados a la comercialidad más baja, a los caprichos del mercado, a la fabricación de groseros bestsellers escritos en una prosa que él mismo parodiaba hace poco en estas mismas páginas con sus conocidas dotes humorísticas. Juan Goytisolo viene repitiendo desde hace tiempo las siguientes leyes de la literatura universal: los grandes escritores -el Arcipreste de Hita, Blanco White, Jean Genet, el propio Goytisolo, por poner unos cuantos ejemplos- son heterodoxos y renegados que sufren persecución por su rebeldía, y que escriben obras tan rompedoras, tan arriesgadas, tan radicales, que no hay sitio para ellas en sociedades literarias regidas por el borreguismo y por la venalidad comercial, y que por lo tanto sólo son apreciadas plenamente por una minoría exquisita de lectores. Goytisolo es generoso: juzga que está bien que existan escritores de masas como Carlos Ruiz Zafón, ya que gracias a los beneficios económicos que producen sus libros las editoriales pueden costearse el privilegio de publicarlo a él.

En los términos inventados por Umberto Eco, Goytisolo sería un apocalíptico, y Ruiz Zafón un integrado. Para el uno, la maestría y la popularidad son incompatibles; el éxito de una obra es su argumento definitivo contra ella. Al otro no le basta haber vendido más de cien millones de libros con sus historias claras, de párrafos bien medidos y personajes que se definen por sus palabras y sus actos: quiere que esa sea la vara de medir la literatura. En el caso de Zafón, la prueba irrefutable de su talento sería que lo lee todo el mundo; en el de Goytisolo, que no lo lee casi nadie. Goytisolo prefiere no acordarse de la extraordinaria popularidad que disfrutaron casi instantáneamente muchas obras maestras, prolongada a lo largo de los siglos, resistente a la ignorancia y a las malas traducciones, incluso a la desaparición de la cultura en la que fueron originadas. Un novelista puede ser grande y tener mucho éxito, incluso impúdicamente ambicionarlo: Balzac, Dickens. Otro igual de grande puede no tener ninguno, al menos en vida: Stendhal. Con mucha frecuencia hay más gente que lee una novela infame que una novela magnífica. Pero también hay novelas magníficas que seducen a millones de lectores -Lolita, Vida y destino, Bella del Señor, Anna Karenina- y su número no es inferior al de las novelas infames que fracasan.

Historias transparentes que se leen en unos minutos pueden tener profundidades y matices que no agota ninguna lectura; otras parece que sólo se nos entregan después de un largo asedio, exigiéndonos una atención obstinada y ferviente, revelándose de pronto en su intensidad cegadora. Los muertos se lee en un viaje corto con una placidez estremecida de melancolía: El ruido y la furia sólo empieza a penetrarse después de leerla dos veces. Una requiere claridad y sugerencia: la otra tinieblas, arrebato y delirio. Que una obra de arte tenga mucho éxito dice tan poco sobre ella como que no tenga ninguno. John Coltrane urdió algunas de sus improvisaciones más desaforadas sobre un vals tan inmensamente popular como My favorite things. Bajo el volcán estuvo una o dos semanas en la lista de los libros más vendidos del New York Times.

Que cada uno haga su trabajo, pues, según pedía Camus, como sepa o como pueda, porque más allá de la página y del gusto o el desaliento de escribir no hay nada seguro, ni la calidad de lo que hacemos, ni la resonancia que tendrá. Sólo dos cosas son ciertas para casi todos los que nos dedicamos a este oficio: nunca venderemos ni una ínfima parte de lo que vende Ruiz Zafón; nunca nos consagrarán tantas tesis doctorales, congresos, homenajes, como a Juan Goytisolo. (Babelia, 07/06/08)




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Carlos Ruiz Zafón


"Aquí la literatura es un gueto de mediocridad y pretensión". Carles Geli entrevista a Carlos Ruiz Zafón.



El rojo terciopelo del sofá, la estética modernista del local, el cuerpo en semipenumbra tras la gran lámpara circular y su bigote con perilla confieren a Carlos Ruiz Zafón (Barcelona, 1964) un aire mefistofélico que encaja a la perfección con el dramatis personae de su última novela, El juego del ángel (Planeta). Nadie diría, viéndole picotear con parsimonia unos frutos secos, que ahí está uno de los autores españoles más vendidos: 10 millones de La sombra del viento y un millón en apenas 43 días, según su editorial, de su última novela, de la que se han impreso ya 1.600.000 ejemplares y a los que desde ayer se añaden 100.000 más en catalán. Y eso a las puertas de la Feria del Libro de Madrid. Sin duda, ha habido algún tipo de pacto con el diablo.

Pregunta. La presión con la que debió escribir esta novela tras el éxito de la anterior se antoja insoportable...

Respuesta. La presión estaba, claro, pero sólo la noté cuando me acercaba al final y además provenía del proceso mismo de escribir. En verdad, he sufrido más en otros libros que en éste, por tener la sensación de que no eran exactamente lo que yo buscaba. La presión me la puse yo. El resto son factores que estaban fuera de mí. En cualquier caso, el ruido posterior no tiene nada que ver conmigo, sino con la percepción de un personaje público que se ha fabricado de mí y que tiene poco que ver con la realidad.

P. ¿No le gusta la imagen que se da de usted?

R. Bueno, es que se han dicho cosas tan dispares que tampoco hay un retrato fijo: que si soy distante, arrogante, raro... Después, que quizá no soy tan antipático como parecía, y entonces se me perdona la vida... ¿Pero de dónde lo sacan? Me genera perplejidad que una persona que no sabes ni que existe te odie a muerte.

P. El protagonista de la novela, David Martín, medita sobre el mundo literario: "No has querido ser uno de ellos, te encierras en tu caserón". ¿Es su voz?

R. No hay nada en ese mundo que pueda interesarme, para mí es exactamente como la asociación de amigos de la zarzuela; no tengo un interés particular, ni para mal ni para bien, en hacer capillitas o tomar cafés... eso es mucho de aquí. Se participa en estas cosas por necesidad, no por gusto, los autores se involucran porque así sobreviven: un trabajito por aquí o por allí; todo lo que se dice en esos ámbitos es por intereses disfrazados de principios. He tenido la buena fortuna de poder pasar de lado de todo eso. El supuesto mundillo literario es 1% literario y 99% mundillo. Uno entra en él, insisto, porque no tiene más remedio, porque quien tiene remedio, no entra.

P. En El juego del ángel pesa mucho más el thriller, la intriga, lo gótico, que en La sombra del viento. En ese sentido, parece menos literaria... ¿Fue una salida inconsciente para asegurarse el éxito y sacarse la presión?

R. En el contexto español, haberme decidido tras La sombra... a hacer un libro donde se juega con el género fantástico, lo negro y todo eso es quizá la decisión menos comercial que podía tomar. Sé que todo lo que viene de los géneros está mal visto en este país.

P. Leyendo su obra, se nota el peso de su experiencia como publicitario y guionista de cine.

R. De guionista, mucho; de publicitario, mucho menos. Lo de la publicidad fue mi primer trabajo, tenía 19 o 20 años y sí, empecé de copy y acabé de director creativo; aprendí mucho y me ganaba muy bien la vida... Muchos escritores, como Don Delillo, han trabajado en publicidad porque está tocando a la literatura. Ahí aprendes a ver el lenguaje, las palabras como imágenes. Es igual que los novelistas que han sido periodistas. Michael Connelly, un tipo que me interesa mucho, fue periodista de tribunales en Los Ángeles y sin esa formación su literatura sería muy distinta, sin duda. Pero lo que sí impacta en mi obra y nunca se dice es mi trabajo dentro del cine.

P. Quizá eso explica la fluidez de su prosa y de sus diálogos y el dibujo de unos personajes que se describen hablando...

R. Exacto. Los personajes deben definirse a través de sus acciones y sus palabras, no echando un rollo patatero en un párrafo inmenso. Eso es básico en la construcción dramática. Y aquí estamos tan acostumbrados a que esto no se haga... Lo triste es que la narrativa profesional y con decoro esté ahora en las series de televisión.

P. ¿Alta literatura en televisión?

R. El 99% de la mejor narrativa que se hace hoy, de la literatura de calidad, de la gente profesional sin pretensiones ni pedantería ni pose, de la que de verdad sabe construir personajes e historias, o sea, de los que de verdad saben escribir, está en la televisión o en el cine, pero sobre todo en la primera. Gente con ambición, oficio y talento ya prácticamente no está trabajando en literatura. Ésta se ha convertido en un gueto de mediocridad, de aburrimiento, de pretensión y de pose.

P. Quién iba a decir que la buena literatura acabaría en la tele...

R. Sí, la televisión es hoy el equivalente a las cuadras de Shakespeare. La caracterización viene a partir del diálogo: un personaje hay que poder visualizarlo, sentirlo, sus palabras han de connotar siempre acción, la escena te está proyectando un movimiento, ves cómo un personaje se mueve por una sala sin descripción alguna, todo viene de lo que dice. En fin...

P. ¿Se percata de todo eso el lector?

R. Claro, todo esto los lectores lo perciben rápidamente porque están muy por delante del comentario oficial de la crítica, ese búnker de los años setenta que se ha quedado clavado y al que la gente le ha pasado por encima. Cualquier lector tiene ahora una cultura cinematográfica, televisiva, del cómic o de la fotografía... Hay tantas cosas que sabemos leer y que ya son referentes inconscientes...

P. ¿Qué tipo de cine le influyó como escritor?

R. El que vi de niño y que llegaba de EE UU, esa nueva generación de Spielberg, Lucas, De Palma, Scorsese, Coppola... Todo eso me pilló con 10-12 años, con películas como Tiburón y Encuentros en la tercera fase... Yo a los cuatro años quería ser escritor ya, pero cuando vi todo eso aluciné.

P. En sus libros no hay nada al azar. ¿Cómo los arma?

R. Mi método de trabajo está dividido por capas. Escribo como se hace una película, en tres fases. La primera es la preproducción, en la que creas un mapa de lo que harás; pero cuando te pones a hacerlo ya te das cuenta de que vas a cambiarlo todo. Luego viene el rodaje: recoger los elementos con los que se hará la película; pero todo es más complejo y hay más niveles de los que habías previsto. Entonces, a medida que escribes, ves capas y capas de profundidad, y empiezas a cambiar cosas.

P. ¿Y ahí está la novela?

R. De alguna manera, pero en esa fase es cuando empiezo a preguntarme: "¿Y si cambiase los cables, o el lenguaje, o el estilo?". Ahí creo la tramoya, que para el lector ha de ser invisible: el lector ha de leer como agua, le ha de parecer todo fácil... Pero para que sea así hay que trabajar mucho.

P. Cada personaje tiene en sus novelas un doble, un contraespejo. Es algo tan literario como inquietante.

R. Me interesa mucho narrativamente. Siempre he pensado que cada uno de nosotros acaba siendo una versión de lo que hubiéramos podido ser. En otras circunstancias hubiéramos sido personas similares; y en circunstancias extremas, personas radicalmente distintas. En parte, lo que acabamos siendo depende de nosotros y en otra muy importante, no. Casi un 50-50%.

P. Un porcentaje muy alto.

R. No somos conscientes, pero creo que es así. Es muy interesante explorar por qué la gente ha acabado siendo como es. Y eso me intriga tanto en la literatura como en la vida real. ¿Por qué es así, por qué cree y actúa así? Narrativamente es fascinante jugar con personajes que tienen dobles y reflejos. Stephen King habla de la metáfora del filtro en el cerebro: en él se nos atascan cosas a unos o a otros y por eso escribimos de ellas.

P. Lo que somos y lo que pudimos ser o aparentamos, un tema de rabiosa actualidad, ¿no?

R. Vivimos el espejismo continuo, todo es mentira y somos conscientes de que todo lo es, pero no sabemos explicarlo o no sabemos dónde están exactamente los agujeros. Aun así, somos conscientes de que la vida y las relaciones que tenemos son una farsa y un juego que aceptamos en función de nuestra situación de fuerza.

P. De alguna manera, el misterioso editor Corelli aborda eso en la novela.

R. Sí, Corelli plantea: ¿por qué creemos en las cosas, qué significa, qué relación hay entre la biología, las creencias, la emotividad...? Son cosas que están en el aire, racional o irracionalmente. Lo ambiento en los años veinte del siglo pasado, pero hablo de cosas que al lector de hoy le son muy próximas, porque yo escribo para la gente, no para mí mismo, quiero que al lector le toquen de muchas formas pero sin que se dé cuenta quizá... Eso es lo bonito.

P. ¿Arte manipulador?

R. No, arte inteligente, que es el que juega contigo sin que tú te des mucha cuenta. El arte inteligente es el que se mete en nuestro cerebro, en nuestro corazón, sin darnos cuenta.

P. ¿Qué busca en la Barcelona de los veinte o en la de posguerra? ¿Por qué nunca la Barcelona actual?

R. Lo que me interesa de Barcelona como escenario es la que va de la revolución industrial a la Guerra Civil. Desde entonces, en Barcelona no ha pasado nada particularmente interesante en ningún aspecto, y desde hace unos años, cero absoluto. No veo nada sobre lo que escribir.

P. Hace cuatro años resaltó la falta de ambición en Barcelona y en España en general. Con su ir y venir desde Los Ángeles, ¿cómo se ve el patio?

R. En los últimos años se nota una desesperanza histriónica, que no sé hasta qué punto es real. Lo que pasa es que este país está acabando de hacer la transición. Hay una evolución demográfica que crea desajustes traumáticos, por eso vivimos este momento extraño, que desde fuera parece una histeria colectiva. Mucha gente me pregunta: "¿Por qué se pelean tanto ustedes en España?".

P. ¿Es mejor el panorama en Los Ángeles o en Berlín, donde se planteó instalarse hace unos años?

R. Sí, sí, en música, en cine, en narrativa. En España vivimos en la burocratización, mediatización y mediocrización de la cultura, parece que la Administración nos haya de decir qué es la cultura. Hay una cantidad de consejos organizadores y subvencionadores brutal. Eso genera mediocridad.

P. El libro cada vez se vende más en las grandes superficies y tiene una vida más corta en las librerías. ¿Es preocupante eso?

R. El modelo económico afecta a todo, y pensar que el sector cultural va a quedar indemne es ridículo.

P. Claro que usted siempre estará en los dos sitios.

R. Cuidado, yo no estaba en la gran superficie: he llegado después. Durante el primer año y medio de vida de La sombra del viento me harté de oír que era uno de los libros menos comerciales que se podía hacer en el panorama editorial español. Esta situación en EE UU ya ha sucedido, y allí lo que ha acabado ocurriendo es una depuración del mercado, que ha dejado unos independientes muy fuertes que le dan una caña brutal a los grandes superficies comerciales y que saben de verdad de libros, sin tonterías. El que ha desaparecido es el librero independiente pequeño muy esnob. Pasa en todo, y pensar que eso no tocará a los libros es de ilusos. (El País, 30/05/08)




Juan Goytisolo


"Ruiz Zafón y Dan Brown permiten que las editoriales puedan publicar libros como el mío" (EFE, Roma, entrevista a Juan Goytisolo)

El novelista Juan Goytisolo sostiene en una entrevista que no le importa "estar o no de moda". El escritor español Juan Goytisolo ha afirmado que no le importa "estar de moda o no", que éxitos literarios como los de Carlos Ruiz Zafón o Dan Brown permiten a las editoriales publicar libros como los suyos y que por ello "sería de mal gusto si un parásito criticase el cuerpo del que se aprovecha".

"No me importa estar de moda, ya que si se está de moda, antes o después se pasa a estar demodé. Es inevitable. Yo, por el contrario, me comprometo con creaciones puramente literarias", afirmó Goytisolo en una entrevista que hoy publica el diario italiano Corriere della Sera.

En la entrevista, fechada en Granada, el escritor, de 77 años y afincado en Marraquech (Marruecos), manifestó que él cuando no tiene nada que contar está "callado" y que cada uno de sus libros es una propuesta literaria "diferente, no un simple cambio de tema".

"Jamás me he repetido", precisó el escritor, que preguntado por los libros de gran éxito, como los "best seller" de Carlos Ruiz Zafón y Dan Brown subrayó que "esos son fenómenos literarios, productos editoriales que siempre han existido y gracias a los cuales las casas editoriales pueden permitirse el lujo de publicar textos literarios, y escritores como yo podemos existir".

Goytisolo agregó que "sabe bien" como funciona ese tema y por ello añadió: "bienvenida sea la literatura de consumo, sería de mal gusto si un parásito criticase el cuerpo del que se alimenta.

El escritor aseguró que hoy día es "difícil" publicar textos literarios y como prueba precisó que si en esta época mandase bajo un nombre falso su libro "Don Juan" a una editorial, "seguro que lo rechazarían".

Goytisolo manifestó que más que nuevos lectores busca "re-lectores" y señaló que le interesa la cultura popular, la relación entre escritura y oral. (El País, 29/05/08)







"Yo, superventas", por Juan Goytisolo



Fui violada por mi padre a los ocho añitos mientras mi madre fotografiaba la escena y se masturbaba con ayuda de un vibrador. Azuzados por los hurras de mis progenitores, mis tres tíos me sodomizaron por turno al tiempo que mi propio hermano se orinaba en mi cuerpecillo maltrecho. Después de soportar un sinfín de vejámenes, logré huir a un centro de acogida de niños maltratados con la ilusión de empezar una nueva vida. Pero mi supuesto tutor resultó ser un pedófilo consumado y me sometía a diario a crueles suplicios: me amarraba a un potro de gimnasia y acallaba mis gritos con una mordaza de cuero. Acabé por escapar de sus garras y me refugié en un monasterio en la creencia pueril de arribar a buen puerto. ¡Pobrecilla de mí! El prior me arrastró a una cripta gótica y, en presencia de los demás monjes, no sé si cátaros, priscilianistas o alumbrados, se ensañó conmigo con mayor ferocidad que sus antecesores. Luego, él y los exorcistas que pretendían arrancarme el diablo del cuerpo filmaron la ceremonia para enviarla, según me dijeron, a un cardenal de la curia romana aficionado a hechicerías y ritos milenaristas. Un día conseguí burlar la vigilancia de mis custodios, resuelta a vivir al fin y a actuar por mi cuenta. Me prostituía en un bosque frecuentado por catadores de carne fresca hasta que un chulo me forzó a currar para él. Abusaba de mí y se apropiaba de mi dinero. Con la flaqueza propia de mi sexo, me enamoré de su sonrisa: soñaba que un día se retiraría del oficio y se casaría conmigo. Creía la dicha al alcance de la mano, pero la mafia me secuestró en el pinar de mis trabajos y penas. Eran cuatro, cuatro afganos barbudos que, para esclavizarme, me violaron y sujetaron a la barbarie de sus creencias. Trabajé en adelante en un club de alterne y, cuando me resignaba ya a su explotación y maltrato, una banda islamista rival, especializada en el tráfico de drogas y trata de blancas a fin de reunir fondos y comprar armas para sus atentados suicidas, irrumpió en el local a tiro limpio y lo cubrió de regueros de sangre y casquillos de bala. ¡Para qué seguir si esto es sólo el comienzo! Ahora, mi agente está negociando la venta de mi historia con los medios de comunicación y hay una verdadera arrebatiña para su adaptación cinematográfica y televisiva. Y no digo más hasta que inicie la campaña de promoción. Mi producto, dicen, está destinado a arrasar y situarse a la cabeza de los más vendidos del año. Me piden ya una segunda y tercera parte, y no lo duden: ¡la tendrán! (Babelia, 24/5/2008)