jueves, 4 de julio de 2024

El poema de cada día. Hoy, Poema, de Niels Frank (1963)

 





POEMAS

Poeta esto, poeta lo otro. Produces
poemas en bata, pero no estás ni un segundo
metido en ellos. Nunca has sentido la poesía
devastarte. Subes trepando por ella
con las rodillas sangrando, eres zalamero con ella,
sólo le imploras una buena palabra
y te da meándote. Luego pruebas nuevas palabras
ante el espejo, pero todas te vienen mal.
Tus versos parecen galardones, te van
a condecorar en mundos supremos. Te encargas poemas
a ti mismo, y justo después de haber escrito
un nuevo poema, llamas a Dios
y se lo lees en alto.

Niels Frank, (1963)












Las viñetas de humor de cada día

 


















miércoles, 3 de julio de 2024

De la edad de oro de las manifestaciones

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz miércoles. Para protestar los datos apuntan a que sacar a la gente a la calle es lo fundamental, pero no es lo único, dice en la primera de las entradas de hoy el genetista Javier Sampedro. En el archivo del blog, HArendt rememora una excursión familiar por la isla de Gran Canaria de un lejano ya mes de agosto de 2009. Sigue a continuación el famoso poema Ítaca, de Konstantínos Kaváfis, y para terminar, como siempre, las viñetas de humor. harendt.blogspot.com.







La receta de una protesta eficaz
JAVIER SAMPEDRO
29 JUN 2024 - El País - harendt.blogspot.com

Vivimos una edad de oro de las manifestaciones. Aunque en España las tenemos asociadas últimamente a las protestas contra la dictadura oprobiosa de Pedro Sánchez, las que más han proliferado por medio mundo en los últimos meses son de una naturaleza muy distinta, casi contraria: las sentadas universitarias en repulsa de la guerra de Benjamin Netanyahu, que empezaron en los campus norteamericanos, contra todo pronóstico. Hasta hace dos días eran una preocupación seria para las expectativas electorales del Partido Demócrata, aunque la pericia discursiva de su candidato, el presidente Joe Biden, las ha desalojado de la primera fila de su desasosiego desde el debate del jueves con el aspirante republicano, Donald Trump.
Pero el caso es que no todas las protestas tienen algún efecto. La dictadura oprobiosa de Pedro Sánchez sigue en Moncloa, por poner un ejemplo tonto, y las bombas de Netanyahu siguen cayendo sobre la población civil. ¿Qué debe tener una protesta para resultar efectiva? La pregunta es susceptible de investigación, y tenemos algunos resultados. Por supuesto, las manifestaciones multitudinarias son más eficaces que las escasas de personal, y para llegar a esto no hacía falta ningún estudio sociológico. Pero hay otras cuestiones más interesantes y menos predecibles que se derivan de los datos.
La primera es que las protestas violentas, con mucho aparato eléctrico y quema de contenedores y pedradas a la policía, son menos eficaces que las pacíficas. A menos, desde luego, que los agentes respondan con una represión injustificada —desproporcionada, en la jerga— y una ensalada de porrazos y balas de goma que pongan a la opinión pública a favor de los manifestantes, por muchas pedradas que tiren. Total, si el Gobierno es igual de bestia, pues simpatizaremos con la parte que recibe más tortas.
Los estudios han examinado el creciente número de protestas durante las últimas dos décadas y en más de cien países. Pese a que este año los agricultores y ganaderos han atascado las autovías de tractores y demandas sectoriales en España, Alemania, Bélgica, India y muchos otros lugares, lo cierto es que las manifestaciones de este tipo, convocadas por cuestiones económicas, empezaron a decaer en 2015 para ir cambiando de naturaleza y centrarse más en los derechos civiles, las deficiencias de la representación política, asuntos de desigualdad y cambio climático. En conjunto, las protestas se han triplicado entre 2006 y 2020.
Los asuntos de justicia global nunca han sido la estrella del portafolio, e incluso van de capa caída desde 2013. La cooperación con el mundo en desarrollo no puede esperar gran cosa de las protestas en la calle, a juzgar por los datos. Las cámaras de eco de las redes sociales, donde solo oyes tu propia voz repetida hasta la náusea, no parecen ser la mejor guía para orientarse por un planeta complejo y dificultoso, pero eso es solo una interpretación mía. El problema no es la tecnología —Internet es la mayor herramienta de educación y difusión del conocimiento que ha conocido el mundo—, sino el uso miope que hacemos de ella.
Los datos indican que las protestas influyen en la cobertura que la prensa da al asunto de fondo, y a través de ahí influyen a veces en las decisiones políticas. Las manifestaciones del movimiento Black Lives Matter en 2020 afectaron al voto de los electores, aunque no siempre de la manera que la intuición sugiere. Los efectos que puedan tener a más largo plazo son muy difíciles de documentar.
Los estudiosos del fenómeno hablan de la “regla del 3,5%”, que es el porcentaje de la población que debe manifestarse para que la protesta tenga efecto. En España, eso serían 1,7 millones de personas. Pese a lo que siempre dicen los organizadores de cualquier protesta, eso es un bonito montón de gente para poner en la calle. Javier Sampedro es genetista.












[ARCHIVO DEL BLOG] Unos días de descanso... [Publicada el 18/08/2009]











Me estoy tomando unos días de descanso en la publicación del blog. Tres años, día a día, se hacen pesados. No es que el esfuerzo requerido sea excesivo, pero percibo un evidente agotamiento de ideas por mi parte. Cuestión diferente es el hecho de que "no sean buenos tiempos para la lírica", como dijo alguien... Y como no tengo muy claro si merece la pena seguir, me he tomado un pequeño período de reflexión. ¿Cuánto tiempo? Pues la verdad es que no lo sé...
En el ínterin, he terminado de leer "Verdad controvertida. Memorias" (Trotta, Madrid, 2009), del teólogo suizo Hans Küng, que espero comentar más extensamente en breve, y comenzado a releer "Orwell: 1984. Reflexiones desde 1984" (Espasa-Calpe/UNED, Madrid, 1984), una obra colectiva co-editada por dos prestigiosos profesores de mi alma mater: Carlos García Gual y Ramón García Cotarelo, el mismo año en el que se cumplía la fecha que daba origen al título de la famosísima novela del británico George Orwell.
También me ha dado tiempo a realizar algunas excursiones interesantes, El 25 de julio, día de Santiago, con mi mujer, dos de sus hermanas y un cuñado, desde Las Palmas hasta Tunte, la pequeña y bella capital del municipio de San Bartolomé de Tirajana, en el que yo resido. Tunte se encuentra a unos veinticinco kilómetros de Maspalomas y 900 metros de altura sobre el nivel del mar, subiendo desde la costa hacia el interior de la isla por el barranco de Fataga, aunque nosotros lo hemos hecho desde Las Palmas por Agüimes, Temisas y Santa Lucía, unos 55 kilómetros. Dos días después, mi mujer y yo, circunvalamos de una tirada por tercera o cuarta vez, no estoy muy seguro pero en todo caso hace ya mucho tiempo, la isla de Gran Canaria. Son 180 kilómetros, más o menos la mitad de subidas, bajadas y curvas cerradas sobre los acantilados del suroeste de la isla. Salimos desde Las Palmas a las 9 de la mañana, y en dirección norte-sur, por la autovía GC-1, bajamos hasta el Puerto de Mogán, y desde allí, abandonamos la costa para adentrarnos, ya por carretera convencional, hasta La Aldea de San Nicolás, a 110 kilómetros de Las Palmas, en la costa oeste de Gran Canaria. La Aldea de San Nicolás es quizá la población más aislada, secularmente, de la isla. De la complejidad de llegar hasta ella puede dar idea el hecho de que los autobuses de servicio interurbano que la comunican con el resto de las poblaciones de la isla y con la capital, hacen su recorrido desde Las Palmas en dirección norte-sur-oeste (110 km.) en lugar de hacerlo por la ruta norte de la isla (Las Palmas-Gáldar-Agaete-La Aldea, de apenas 70 km.). Después de dar un paseo por su puerto y tomarnos un café, volvemos a Las Palmas por la costa norte, bordeando los famosos acantilados del Andén Verde, cortados a pico sobre el mar, a más de 500 metros de altura. A las dos de la tarde descansábamos del paseo en nuestra casa de Las Palmas.
Y el pasado sábado, Día de la Asunción, (la fiesta "nacional" del independentismo nacionalista canario) la familia al completo (mi mujer, mis dos nietos, mis hijas, sus maridos y una cuñada) en dos coches, y saliendo de Las Palmas, subimos por Telde, Lomo Magullo, Cazadores y la Caldera de los Marteles hasta el Pico de las Nieves, en la cumbre central de Gran Canaria, la máxima altura de la isla con sus 1949 metros sobre el nivel del mar. La vista desde el mirador en que termina la carretera es espléndida: hacia el sur, se percibe con claridad el Faro de Maspalomas, a treinta kilómetros de distancia (¡mi casa!, como decía el alienígena de "ET" señalando con su huesudo dedo hacia las estrellas...), y hacia el oeste, la visión del Roque Nublo, y de la cumbre del Teide en la isla vecina de Tenerife, la mayor altura de España con sus 3716 metros sobre el nivel del mar, resulta sobrecogedora. Y es tan hermosa que la puse como foto de cabecera del blog desde el primer día y ahí sigue...
Desde allí, en pocos minutos, descendemos hacia la Caldera de Tejeda para desviándonos hacia el Roque Nublo, parar en Los Llanos de la Pez. Bajo los pinos, montamos nuestro campamento, izamos la bandera familiar (el león negro rampante sobre fondo amarillo) y pasamos el día subiendo por las laderas, jugando con los niños, paseando, y zampándonos la comida que hemos traído de casa preparada por mi hija Ruth y mi mujer, para volver hacia Las Palmas pasadas las seis de la tarde. Un hermoso día, sin duda. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt














El poema de cada día. Hoy, Ítaca, de Konstantínos Kaváfis (1863-1933)

 






ÍTACA


Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.
Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.
Ten siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Ítaca te enriquezca.
Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Ítacas.

 Konstantínos Kaváfis, (1863-1933)














Las viñetas de humor de cada día

 

















martes, 2 de julio de 2024

De los últimos testigos







Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz martes. Se van muriendo los que vivieron la Guerra Civil, dice en la primera de las entradas del blog de hoy el escritor Antonio Muñoz Molina, y quienes de niños les escuchamos deberíamos transmitir lo que nos contaron, porque si no lo hacemos nosotros no habrán dejado huella en el relato de la Historia. En el archivo del blog de hoy, de julio de 2020, eran los días más crudos de la pandemia, la periodista Cristina Manzano escribía sobre el espejismo de las calles sin coches, del aire sin humo y del sonido de los pájaros, que nos llevó a pensar que en las ciudades otra vida es posible. El poema de hoy, del poeta francés Paul Valery (1871-1945) nos habla de tardes sublimes adornadas de palomas... Y para terminar, como siempre, las viñetas del día. Espero que todas ellas les resulten interesantes, y que sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com








Los últimos testigos
ANTONIO MUÑOZ MOLINA
29 JUN 2024 - El País - harendt.blogspot.com

Mi abuelo paterno hablaba muy poco, y se fue tan en silencio como había vivido, doblando la cabeza blanca hacia el pecho, sin un quejido, en la mesa del comedor. Mi abuelo materno no se callaba nunca, pero en los últimos años de su vida, muerta su mujer, apenas volvió a abrir la boca. En esa época yo llevaba ya mucho tiempo fuera de mi casa, y había dejado de prestarle atención, de esa manera algo despiadada en que los jóvenes se desinteresan de los viejos, pero toda mi niñez la había pasado escuchando las historias que contaba, que me contaba a mí a solas como si fuera adulto, quizás porque en la familia todo el mundo estaba aburrido de ellas, o porque en aquellas vidas tan difíciles que tenían sobraba poco tiempo entre el regreso agotado del trabajo y la caída en el sueño. Yo estaba en el campo recogiendo aceituna o ayudando en las tareas de la huerta y ponía el oído a las cosas que se contaban entre sí los hombres mayores, coetáneos de mis abuelos, y también los de la edad de mis padres. A una generación le había tocado vivir la Guerra Civil como adultos, y también tenían recuerdos muy favorables de la dictadura de Primo de Rivera, en la que contaban que había habido mucho trabajo en las obras públicas; la de mi padre, fue la de quienes eran niños en la guerra. Muchos de ellos la recordaban sin tristeza, porque habían pasado nada menos que tres años sin ir a la escuela. Ese recuerdo coloreado con tonos parciales de felicidad volví al encontrarlo en cuentos y novelas de Juan García Hortelano, niño en el Madrid asediado, y en las cosas que me contó una tarde memorable la madre de mi amigo Luis Suñén, que jugaba con sus amigas a recoger trozos de metralla enfriados en la Gran Vía, después de los bombardeos.
Debajo del silencio forzoso de la dictadura franquista había un rumor de voces que contaban cosas en la intimidad de la familia, en las cuadrillas y los tajos del campo. Los hombres hablaban inclinados sobre la tierra con un cigarro ensalivado y medio apagado en la boca. Unas veces yo ponía atención y otras veces los oía de fondo, junto a los sonidos de entonces, la azada contra la tierra, la hoz segando, el caudal del agua en las acequias. Campesinos pobres destinados sin excusa a ir al frente, la guerra que contaban no tenía nada que ver con la de las películas americanas o los tebeos de Hazañas bélicas que entonces leíamos todos los niños. Era una guerra de pobres, unas veces cruel y otras grotesca o cómica, entre el tedio, la confusión, el miedo, la picaresca, el sinsentido de que tantos hombres hubieran tenido que matarse los unos a los otros; matarse entre sí y también matar animales, mulos o caballos, que habrían sido de excelente ayuda en el campo en vez de acabar desventrados y con las cuatro patas tiesas hacia el cielo. Anclado en una realidad con frecuencia adversa, sometida a todos los azares del clima, un campesino es alérgico a toda forma de épica. Decían que al disparar siempre cerraban los ojos. No concebían la temible abstracción colectiva de algo llamado el Enemigo. “Si el que estaba enfrente yo no lo conocía ni me había hecho nada, ¿por qué iba yo a matarlo?”.
Es la sensatez cabezona y burlesca de Sancho Panza, idéntica a la del soldado Švejk en la Primera Guerra Mundial, y la de aquel muchacho de 17 años que iba para mecánico en Madrid y también tuvo que ir a la fuerza a la guerra, Miguel Gila. Solo en los libros de memorias de Gila he reconocido plenamente el tono de aquellas voces perdidas, tan distintas de las de los ideólogos y los militantes, tan poco acogidas en los libros de Historia. Yo me marché de aquel mundo y dejé de escucharlas, y muchas de ellas se me fueron olvidando, pero otras acabaron formando parte de la memoria personal y la imaginación, y no han dejado de alimentarme.
La generación de los que fueron soldados se ha extinguido por completo, y es la siguiente, la de los niños, los que sufrieron mucho más en la posguerra que en la guerra, los que tenían el recuerdo vívido del que llamaban “el año del hambre”, 1945, la que está apagándose ahora. Dice Miquel Echarri en EL PAÍS Semanal que en España quedan 16.000 centenarios, y que los historiadores urgen a que se recojan los testimonios de los que aún están lúcidos, pero serán bastantes más los que pasan los noventa, algunos sumidos en un silencio irreversible, como el de los últimos años de mi abuelo, pero muchos otros llenos todavía de cosas que contar, el pulso de lo concreto y lo vivido, los hechos mínimos que suceden al margen y son más reveladores que acontecimientos notorios: lo sensorial, lo chocante, lo imprevisto, lo que solo puede saber quien estuvo presente. Hasta hace poco, mi madre, que tiene 94 años, se recordaba de niña corriendo hacia un refugio con su hermano pequeño en brazos, cuando las sirenas y luego los motores de los aviones anunciaban los bombardeos franquistas sobre Jaén.
“Se trata de devolver a la Historia una dimensión humana fundamental: cómo se vivieron los hechos, qué percepciones existían en la época, qué impacto causaron en sus testigos indirectos o en quienes sufrieron personalmente las consecuencias”, le dice a Miquel Echarri el historiador Óscar Rodríguez Barreira. La generación que ahora se extingue fue la última en España que vivió plenamente el mundo antes de la explosión del desarrollo, la última que ejerció los oficios inmemoriales de la agricultura y la artesanía, saberes populares muy sofisticados en los que se cimentaba su sustento y la dignidad de sus vidas. A mí ahora me remuerde la conciencia por no haber escuchado y preguntado todo lo que hubiera debido. Mi abuelo paterno también fue soldado en el frente, pero no contaba nada, y yo no le pregunté. Mi abuela materna había sido oficiala de sastrería y había trabajado también tejiendo cosas de esparto, que entonces era un material cotidiano, con el que se hacían cestos, esteras, espuertas, serones, capachos para almacenar la aceituna. Su marido era un narrador desbordante, un Balzac oral que invocaba lo mismo a don Manuel Azaña y al doctor Juan Negrín que al general Primo de Rivera, con el que aseguraba haberse cruzado una noche por una calle apartada de Úbeda, cuando acompañó a Alfonso XIII en una visita oficial a la ciudad. Mi abuelo decía que el general iba solo y que él lo recoció a la luz de la bombilla de una esquina. El general le dijo: “Perdone, ¿no habrá visto usted por aquí a Su Majestad?”. Dado el noctambulismo rijoso del Rey, puede que la historia no sea falsa, aunque sí inverosímil. Ella, mi abuela, era más propensa a la concisión del epigrama que al gran despliegue narrativo, a la ironía que al melodrama. Cuando él empezaba una de sus grandes historias, ella, sentada a su lado, le daba un pellizco debajo de las faldillas. “Manuel, no hables tanto”. Bien conocían todos ellos el destino de algunos que habían alzado voces temerarias o valientes, que se habían “señalado” antes de la derrota. Fue morirse ella y él quedarse en silencio.
Ahora nosotros, hijos y nietos de entonces, estamos a punto de ser otra última generación, la de los que escucharon, los que pasaron la niñez en aquel mundo perdido. Contar con veracidad lo que uno ha vivido me parece una obligación cívica. El pasado se inunda muy fácilmente de desconocimiento y de mentiras. Una comunidad civilizada se basa en gran medida en una conversación entre los vivos y los muertos. Nuestra tarea es atestiguar lo que hemos visto con nuestros propios ojos, incluso cuando parezca que nadie está interesado, y también contar lo que nuestros mayores nos contaron, lo que de otro modo no habría dejado huella en el relato de la Historia. Antonio Muñoz Molina es escritor y miembro de la Real Academia Española.
 








[ARCHIVO DEL BLOG] Ciudades. [Publicada el 08/07/2020]









En el espejismo de las calles sin coches, del aire sin humo y del sonido de los pájaros, escribe en el A vuelapluma de hoy [La ciudad del cuarto de hora. El País, 2/7/20] la periodista y directora de "esglobal" Cristina Manzano, hemos llegado a pensar que en la ciudad otra vida es posible,. Han pasado apenas unos días y esa sensación comienza a quedar ya lejos, pero incluso antes de todo esto hubo gente que imaginó cómo volver a humanizar un entorno urbano cada vez más hostil.
Uno de ellos -comienza diciendo Manzano- es Carlos Moreno, profesor e investigador franco-colombiano, precursor de las ideas del crono-urbanismo y de la ciudad del cuarto de hora. Su propuesta es reconfigurar los barrios de modo que cada persona tenga los servicios primordiales —educación, trabajo, sanidad, ocio…— a no más de 15 minutos de su casa. Se trata de poder ir a la mayoría de los sitios habituales a pie o en bicicleta, de revitalizar el comercio de proximidad, de disfrutar más y mejor de los espacios públicos, de facilitar una nueva relación entre vecinos, de reducir el número de automóviles… No es una transformación instantánea, es una ambición, una hoja de ruta, un camino. Es un viaje para encarnar los lugares, encontrar a la humanidad al final de la calle, dotar de corazón al corazón de la ciudad, afirma Moreno.
Pero para que este tipo de ideas prosperen hay que convertirlas en políticas públicas y eso es lo que pretende hacer en París la recién reelegida alcaldesa, Anne Hidalgo, que incluyó la ciudad del cuarto de hora en su programa electoral. Su ambición es haber convertido París en la primera gran ciudad del mundo (casi) sin coches al final de su segundo mandato. Como anticipo, durante la pandemia Hidalgo ha prohibido prácticamente todo el tráfico de vehículos de motor en la Rue de Rivoli y ha proyectado 50 kilómetros adicionales de vías ciclistas.
Su apuesta verde la ha llevado a revalidar la alcaldía en unas elecciones municipales en las que los ecologistas a lo largo del país han obtenido una victoria sin precedentes.
Muchas otras ciudades llevan años con diversas fórmulas para acabar con el imperio del coche: Ámsterdam, Copenhague, Ottawa —que introdujo recientemente la ciudad de 15 minutos—, Pontevedra, Nagoya. Pero ninguna del tamaño de la capital francesa. En Barcelona y Vitoria se está experimentado con las “supermanzanas”, para desviar el tráfico a vías principales y devolver las calles “interiores” a los vecinos. Madrid está estudiando también esta idea.
Ahora o ¿cuándo? La ONU calcula que el 68% de la población mundial vivirá en ciudades para 2050. Hay que aprovechar estos momentos propiciados por la crisis antes de volver a sucumbir en la inevitabilidad de las inercias. Como han demostrado los votantes franceses, el deseo de cambio de la ciudadanía está ahí. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt













El poema de cada día. Hoy, Una tarde adornada de palomas sublimes, de Paul Valéry (1871-1945)

 






UNA TARDE ADORNADA DE PALOMAS SUBLIMES...


Una tarde adornada de palomas sublimes
la doncella suavemente se peina al sol.
Roza en la onda al nenúfar con su pie de arrebol
y entibia sus dos manos errantes y morosas
tendiendo hacia el ocaso sus transparentes rosas.
Una onda inocente recorre en emoción
su piel: es que una flauta toca un absurdo son.
El músico, que tiene dientes de pedrería,
lanza una fútil brisa de sombra y fantasía
con el oculto beso que arriesga entre las flores.
Fría, ante el dulce juego de llantos y de amores,
ni haciéndose divina con una frase sola
de rosa, la belleza, gracias a su aureola,
en suelta cabellera de mirra perfumada
mira, con ojo augusto entre la crencha dorada
la luz que antes pasó entre sus manos abiertas.
Sobre su espalda húmeda cae una hoja muerta.
De la flauta, hasta el agua, cae una gota suave
y el pie puro se asusta como una bella ave
ebria de sombra...

Paul Valéry, 1871-1945















Las viñetas de humor de cada día