miércoles, 11 de marzo de 2020

[SONRÍA, POR FAVOR] Es miércoles, 11 de marzo





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Tengo un peculiar sentido del humor que aprecia la sonrisa ajena más que la propia, por lo que, identificado con la definición de la Real Academia antes citada iré subiendo cada día al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras, pero pueden sonreír igual...


















La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





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martes, 10 de marzo de 2020

[A VUELAPLUMA] Insomnio



Mujer insomne (Getty Images)


"Como no soy buena dormidora, -comenta en el A vuelapluma de hoy ("Descansada". El País, 2/3/2020) la escritora Marta Sanz- algunos mensajes hieren mi sensibilidad: “Haz algo que te quite el sueño”, recomienda en inteligente retruécano una marca de colchones. Yo que he tomado valeriana con olor a heces y melatonina; que he hecho gimnasia sueca y yoga a 40 grados; que camino contando pasos como abracadabra para invocar el sueño; que me acuesto y me levanto a la misma hora, y mastico lechuga y otros nutrientes adormecedores; que cuento ovejas hacia delante y hacia atrás, y que una vez, en un acto de venganza cochina, levanté a mi marido de la cama a los cinco minutos de haberse acostado porque no podía soportar su facilidad para conciliar el sueño: “Levántate que ya son las seis…”, le dije. Entonces, él se levantó y, cuando estaba a punto de meterse en la ducha, me entró la mala conciencia y confesé mi maldad. Mi marido se volvió a la cama tan contento: “¡Si todavía me quedan seis horas!”. Esa mala mujer, que soy yo y lee a Lipovetsky anunciando que la nuestra es la sociedad de la ansiedad, se pone nerviosa cuando oye que alguien dice: “Haz algo que te quite el sueño”. Ya me lo quitan: reforma laboral, feminicidios, racismo, descascarillado de lo público, consumo de heroína —que brillantemente relata Nuria Barrios en Todo arde—, coronavirus y otras enfermedades pavorosas, extinción de los osos polares y cambio climático, mala memoria y memoria mala, declaraciones de Trump sobre los Oscar, la paz mundial…

Además, estos mensajes publicitarios van dirigidos a mujeres y supuestamente dibujan modelos no estereotipados de feminidad que casi me hacen sentir nostalgia de antiguas bellas imágenes con pamela Dior perfectamente encasquetada. Mientras un padre le da a su bebé, marchoso y macarrota, un gluglutazo —ojo al sufijo viril— a ritmo de rock para demostrar que los pañales también son cosa de hombres, las mujeres amamantan a sus criaturas y a la vez teclean en el ordenador, anotan, muerden un lápiz y consultan documentos sobre la mesa de la cocina. Es de noche. Mientras el padre observa la tranquilidad de su hijo que duerme a pierna suelta —no va a necesitar orfidales— sin que le molesten las humedades de su orina nocturna, una aspirante a delantera centro lanza balones por la escuadra. Es muy tarde y le han apagado las luces del estadio. Tampoco quiero ser esa mamá que no se puede poner mala: su hija la necesita y las madres no se cogen nunca la baja. Ratificamos la superioridad de estos esfuerzos de mujeres a las que se les exige el doble —no para triunfar, sino para vivir— mientras llenamos las consultas médicas a fin de que nos expidan recetas de alprazolam porque el sobreesfuerzo se transforma en sustancia que no nos deja dormir y nos produce calambres. Este sobreesfuerzo no se puede relatar épicamente para vender colchones. La realidad que describe el anuncio no es un sueño: es una pesadilla. Yo no escribo para construir este modelo de superheroína neoliberal, mujer que simultáneamente cuida, imagina, trabaja y lanza balones por la escuadra, con gesto soñador y sonrisa en los labios. Me vais a disculpar, pero casi prefiero el glamur a secas y un vermú con aceituna. Feliz 8 de marzo".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 






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[ARCHIVO DEL BLOG] La estampida (Publicada el 30 de agosto de 2009)



El profesor Ramin Jahanbegloo


Interesantísimo el artículo del filósofo iraní y profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Toronto, Ramin Jahanbegloo, en El País del pasado sábado. Se titula "El temor de los intelectuales a la política", y sostiene la tesis de que los intelectuales de hoy, de este momento, han desertado de su labor obligada y casi sagrada de críticar al poder, acomodados a lo políticamente correcto, a la creencia de que todas las verdades morales son relativas y encadenados a mezquinos intereses personales, la cultura de masas y una carrera y profesión respetables. Contrapone Jahanbegloo esta situación a la del pasado siglo XX con figuras señeras, dice, como las de Max Weber o Hannah Arendt, tantas veces citada por mi con admiración profunda en este Blog, de las que resalta la incansable crítica de la política de su tiempo que ellos realizaron.

Me ha hecho recordar la lectura hace ahora justamente cuatro años de un libro que me impresionó sobremanera. Se titula "Las voces de la libertad. Intelectuales y compromiso en la Francia del siglo XIX" (Edhasa, Barcelona, 2004) y está escrito por Michael Winock, profesor de Historia Contemporánea en el Instituto de Estudios Políticos de París (Francia). Un hermosísimo texto, de esos que sólo ellos, los historiadores franceses, saben ofrecer, en los que no sabe uno que destacar más: si lo que dicen, o la forma en que lo dicen.

También me ha venido a la memoria una vieja máxima que aprendí en las infinitas, prolongadas y muchas veces estériles discusiones en el seno de las asambleas de la Unión General de Trabajadores de España (UGT): "Cuando uno se levanta para hablar en una asamblea tiene que ser para criticar a la Ejecutiva; para auto-alabarse, se sobran y bastan ellos mismos". Lástima que se haya relegado al olvido tan hermoso axioma. Les dejo con la lectura del artículo del profesor Jahanbegloo. Seguro que les resulta interesante. Disfrútenlo. HArendt



El profesor Michael Winock



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[SONRÍA, POR FAVOR] Es martes, 10 de marzo





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Tengo un peculiar sentido del humor que aprecia la sonrisa ajena más que la propia, por lo que, identificado con la definición de la Real Academia antes citada iré subiendo cada día al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras, pero pueden sonreír igual...





















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lunes, 9 de marzo de 2020

[A VUELAPLUMA] Respetar a los muertos



Desmontaje de las placas del memorial de La Almudena


"A las afueras de Luxemburgo, -comenta en el A vuelapluma de hoy lunes el escritor Julio Llamazares ("Los cementerios de Luxemburgo". El País, 7/3/2020)- entre bosques de abedules y coníferas, dos gigantescos cementerios, separados apenas por un kilómetro y medio, guardan los restos de miles de soldados norteamericanos y alemanes muertos en la batalla de las Ardenas, una de las más terribles de la II Guerra Mundial. El cementerio norteamericano, que preside una bandera del país de las barras y estrellas y un monumento a los allí presentes, es un perfecto abanico de cruces blancas sobre el césped verde, tan cuidado como si fuera un campo de golf. El alemán, en cambio, es sombrío, lleno de cruces de granito gris y sin una bandera identificativa (la nazi está prohibida y la oficial alemana no quieren sustituirla por lo que se ve), en claro contraste con el anterior. Tanto en uno como en otro cementerio, sin embargo, yacen muchachos, incluso adolescentes, arrastrados a la contienda por la sinrazón de unos cuantos locos desde sus lugares de procedencia, que figuran escritos sobre las cruces junto con sus nombres. En total son más de 10.000, apenas una parte de los millones que fallecieron en los distintos frentes de batalla de la mayor contienda bélica de la historia.

Paseando por ambos cementerios, como antes por el judío, que ocupa un lugar destacado dentro de Luxemburgo y en el que se repiten sobre muchas lápidas las fechas de deportación de las personas que deberían ocupar las tumbas, uno pensaba en la diferencia con la que se contempla en Europa y en España la historia reciente, así como el trato que se da a los muertos. Mientras que en Europa la normalidad anima a conocer la historia con sus claroscuros, en España seguimos tratando de ocultarla, incluso negando su conocimiento a los más jóvenes con el argumento de que es dolorosa. Como si para los alemanes no lo fuera la suya, convertidos en los malos de una película que se ha contado casi siempre desde la óptica de los vencedores, entre los que también hay razones para avergonzarse de su actuación. El mero hecho de que los luxemburgueses puedan visitar las tumbas de quienes se enfrentaron en el campo de batalla y ahora reposan tan cerca, así como las de quienes sufrieron deportación y muerte lejos de su ciudad por el simple hecho de ser judíos, supone una normalización de la historia que ya quisiéramos en un país en el que, cuando se cumplen ya 20 años de la apertura de la primera fosa común de la guerra en Priaranza del Bierzo, todavía se considera afán de revancha el deseo de muchas personas de exhumar a sus familiares de las cunetas para poder enterrarlos con dignidad. Solo cuando en España la gente pueda pasear por sus cementerios como los europeos hacen con naturalidad, sin que ello suponga ni morbosidad ni afán de avivar odios como interesadamente mantienen algunos, habremos conseguido la normalidad en nuestra relación con el pasado que uno envidia cuando sale fuera.

Decía Patton, el general que dirigió a las tropas norteamericanas en la batalla de las Ardenas y que reposa junto a sus hombres en el cementerio norteamericano de Luxemburgo (no murió en la batalla, murió poco después en accidente de coche), que el patriotismo en la guerra consiste en conseguir que otro desgraciado muera por su país antes de que consiga que tú mueras por el tuyo. Pasado eso, no tiene ningún sentido prolongar la batalla más allá".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 





La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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[SONRÍA, POR FAVOR] Es lunes, 9 de marzo





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Tengo un peculiar sentido del humor que aprecia la sonrisa ajena más que la propia, por lo que, identificado con la definición de la Real Academia antes citada iré subiendo cada día al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras, pero pueden sonreír igual...


















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domingo, 8 de marzo de 2020

[ESPECIAL DOMINICAL] Desinformación



El ejército en la Plaza del Duomo, Milán (AP)


"La semana pasada se publicó un artículo científico que estableció un nuevo récord -escribe en el Especial dominical de hoy el profesor de la London School of Hygiene & Tropical Medicine, Adam Kucharski ("Coronavirus: El contagio de la desinformación". El País, 25/2/2020)-. Poco después de aparecer en Internet, su “puntuación altmétrica” —que mide la atención que reciben los ensayos de investigación en la prensa y las redes sociales— había sobrepasado ya a cualquier otro estudio anterior. El artículo, publicado en una página web dedicada a resultados preliminares, aseguraba que el nuevo coronavirus que estaba extendiéndose en China tenía fragmentos de código genético similares al VIH, lo que desató las teorías de la conspiración de que el virus se había creado mediante ingeniería genética. Solo había un inconveniente: el artículo tenía defectos importantes y fue desacreditado por los principales investigadores genéticos. Ante las críticas, los autores se apresuraron a retirar el estudio.

El brote de Covid-19 en China ha ido acompañado de la difusión de especulaciones y rumores, que a menudo llegan más lejos y más deprisa que el propio virus. ¿Pero por qué es tan contagiosa esa desinformación? Tanto en los virus como en la información viral, los brotes dependen de qué es lo que se propaga y de las interacciones de la gente que lo propaga. Varias investigaciones recientes han demostrado que algunos contenidos en la Red pueden prender con facilidad. Los análisis de las noticias difundidas en Twitter entre 2006 y 2017 revelan que las falsas tienden a propagarse más y más deprisa que otras. ¿El motivo? La gente parece apreciar la novedad y las noticias falsas, por definición, contienen más datos nuevos que las verdaderas.

Además de la novedad, las emociones pueden influir en que se popularice la información. Entre los factores más poderosos que impulsan la información están el miedo y la repugnancia, por lo que las historias que suscitan esos sentimientos suelen propagarse con más facilidad. También en este caso hay una explicación evolutiva: el miedo y la repugnancia nos han ayudado históricamente a evitar lo que nos podía hacer daño. Esas emociones se explotan ahora para conseguir que los usuarios difundan informaciones nocivas.

Ese carácter contagioso no necesariamente se arregla con el tiempo. Durante un brote, siempre hay especulaciones sobre si el virus está evolucionando y haciéndose más peligroso. Aunque no existen pruebas de que el coronavirus se haya hecho más contagioso desde que apareció en diciembre, lo que probablemente sí está evolucionando son los rumores sobre él, que se propagan cada vez mejor. En 1932 el psicólogo Frederic Bartlett publicó un estudio que mostraba lo que ocurre en la divulgación de una información. Ordenó a los participantes en el experimento que hicieran una especie de juego del “teléfono roto”: uno le contaba una historia a otro, que, a su vez, se la contaba al siguiente, y así sucesivamente. A medida que las historias recorrían la cadena, se volvían más breves y sencillas. La gente también prescindía de los elementos que le resultaban desconocidos y los sustituía por otros que le parecían que tenían más sentido. En la era de Internet, este proceso es todavía más rápido: las ideas complejas y delicadas pueden convertirse rápidamente en historias sencillas, que prescinden de detalles esenciales porque no encajan con las opiniones de quienes las cuentan.

La sencillez se valora especialmente en la Red y el efecto se refuerza por los tipos de interacciones que tenemos. El sociólogo Damon Centola ha destacado que las ideas y opiniones complejas, muchas veces, necesitan un refuerzo social para extenderse: quizá tuiteemos un vídeo de gatos después de ver que lo ha compartido una persona, pero, en general, necesitamos ver a muchas personas publicando una opinión política sutil antes de pensar en unirnos a ellos. Centola llama a estos conceptos complicados “contagios complejos” porque, a diferencia de los “simples” virus biológicos —que se pueden propagar en un solo contacto personal—, la gente tiene que estar expuesta a ellos muchas veces antes de atraparlos. Por eso la estructura de las redes sociales de Internet —en las que lo que domina no son las relaciones con grupos íntimos de amigos, sino los contactos con personas a las que se conoce de forma superficial— ofrece una enorme ventaja a los contenidos contagiosos “simples”, que no necesitan pensar ni discutir mucho antes de difundirlo.

Las redes sociales no solo facilitan la difusión de ideas sencillas y emocionales; también ayudan a que se propaguen más deprisa. Una persona suele tardar alrededor de 20 segundos en compartir una entrada viral de Facebook: si cada usuario, por término medio, la comparte con dos más, el brote se extenderá a toda velocidad. En cambio, una persona infectada con el coronavirus, en general, tarda varios días en contagiar a otras.

El brote de Covid-19 tiene un alcance sin precedentes, con 35 países afectados en las seis semanas transcurridas desde que se notificó. Para hacer frente a la infección hay que reducir la transmisión, pero también hay que abordar las especulaciones y los rumores que se extienden rápidamente, siembran la desconfianza y debilitan los esfuerzos para contener el virus. Ya tenemos una enfermedad que está rompiendo récords. No podemos permitirnos el lujo de que la desinformación también los rompa".

El Especial de cada domingo no es un A vuelapluma diario más, pero se le parece. Con un poco más de extensión, trata lo mismo que estos últimos, quiza con mayor profudidad y rigor. Y lo subo al blog el último día de la semana pensando en que la mayoría de nosotros gozará hoy de más sosiego para la lectura.



El profesor Adam Kucharski



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