viernes, 22 de febrero de 2019

[SONRÍA, POR FAVOR] Al menos hoy viernes, 22 de febrero





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. También, como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Un servidor de ustedes tiene escaso sentido del humor, aunque aprecio la sonrisa ajena e intento esbozar la propia. Identificado con la primera de las acepciones citadas, en la medida de lo posible iré subiendo periódicamente al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras..., aunque pueden sonreír igual. 







Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 




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jueves, 21 de febrero de 2019

[EUROPA] Cien días para decidir



El rapto de Europa (1908), de Felix Valloton (Kunstmseum, Berna)


La cuenta atrás ha empezado, anuncia a los europeos el presidente del Parlamento de la Unión, Antonio Tajani, apelando a la movilización de los ciudadanos. Faltan 100 días para las elecciones europeas, un acontecimiento crucial en la historia de la Unión. Es el momento de hacer oír nuestras voces, yendo a las urnas del 23 al 26 de mayo. Ahora, más que nunca, la participación de los ciudadanos, la suya, es esencial, señala en un artículo publicado en todos los grandes diarios europeos.

El Parlamento Europeo es la única institución europea directamente elegida, y representa los intereses de los 435 millones de ciudadanos de la Unión. Por eso, dice Tajani, necesitamos un Parlamento fuerte, que esté legitimado por un amplio voto popular y pueda así crear una Europa más eficaz.

La UE es mucho más que un mercado o una moneda común: es un proyecto basado en los valores que compartimos, principalmente la libertad y la dignidad de las personas. Gracias a estos valores, Europa ha vivido 70 años de libertad, democracia, paz y prosperidad.

La crisis económica, el desempleo, el Brexit, los flujos migratorios, el terrorismo y la inestabilidad en nuestras fronteras han puesto de relieve las debilidades de la construcción europea, pero destruir lo que hemos construido juntos sería un grave error.

Muchos ciudadanos británicos se están dando cuenta de que han sido víctimas de la propaganda y las noticias falsas, y que la salida de la UE traerá consigo daños irreparables para su país, especialmente si se llega a un acuerdo del Brexit.

Creo que la Unión debe cambiar profundamente, para ser más democrática y para proteger mejor a nuestros ciudadanos. Pero ¿qué hace falta para que Europa nos vuelva a hacer soñar? Los ciudadanos europeos quieren que sean los representantes que ellos han votado, y no los funcionarios, quienes decidan sobre su futuro.

Quieren un Parlamento con poderes plenos y capacidad para proponer leyes, como todas las demás asambleas del mundo. Quieren, además, que el Parlamento esté al mismo nivel que los representantes de los Gobiernos de los Estados miembros, también en temas cruciales como los impuestos o la política exterior.

Los europeos piden una Unión centrada en los temas que de verdad importan a la ciudadanía: la inversión para crear empleo, la estabilidad y la paz con una verdadera política exterior de defensa y seguridad, la gestión de los flujos migratorios, la protección del medio ambiente y la defensa de los intereses europeos en el mundo global en el que vivimos.

La Unión Económica y Monetaria (UEM) europea ha de ser reformada para proteger, en la misma medida, a inversores y consumidores, y asegurar que el sistema es capaz de responder a las futuras crisis económicas y financieras que puedan poner en riesgo nuestras empresas y nuestra calidad de vida. Estas reformas no pueden ser superficiales, sino que deben dotar al sistema de poder real, presupuesto suficiente y de una vigilancia democrática de las instituciones que controlan nuestra economía.

Además, es necesario reforzar nuestro apoyo a la economía real, garantizando a nuestros emprendedores que puedan invertir en un mercado europeo libre de competencias desleales.

Las plataformas digitales no pueden estar por encima de la ley. Como el resto de las empresas, deben comportarse de manera responsable: pagar impuestos, garantizar la transparencia y salvaguardar la privacidad y la seguridad, además de proteger a los menores, consumidores y la propiedad intelectual.

También necesitamos un presupuesto de la UE más político, capaz de reflejar las prioridades de los ciudadanos. Para el período 2021-2027, el Parlamento ha pedido más recursos para afrontar los actuales desafíos. El nuevo presupuesto equivale al 1,3% del PIB de la UE y se financiará con un sistema de recursos propios a nivel europeo, sin reducir los fondos destinados a los ciudadanos en cada Estado miembro.

Los desafíos que Europa tendrá que afrontar necesitan una respuesta política valiente, que deje a la burocracia en un segundo plano. El Parlamento Europeo debe ser el corazón y el cerebro de este cambio.

Los ciudadanos solo se sentirán plenamente representados por la Unión Europea si esta es capaz de dar respuestas efectivas a sus preocupaciones. Por eso, necesitamos un Parlamento fuerte, votado y apoyado por millones de ciudadanos.

Se acerca un momento clave para Europa. Me gustaría ver un debate abierto y constructivo sobre el futuro de Europa en todos los Estados miembros en el tiempo que resta hasta las elecciones de mayo. A 100 días de la votación, hago un llamamiento a que vayan a votar. Voten a quien quieran, pero vayan a las urnas y elijan. Están en juego su futuro y el del proyecto europeo.



Británicos partidarios de la U.E. (Fotografía de Niklas Hallen)



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 




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miércoles, 20 de febrero de 2019

[A VUELAPLUMA] El heroísmo de los pusilánimes





¿Qué sucede cuando tienes que ejecutar aquello que has prometido y descubres que tu relato choca con la realidad?, se pregunta la politóloga Máriam Martínez-Bascuñán, profesora en Ciencia Política de la Universidad de Columbia, en Nueva York.

Dice el refrán, comienza diciendo la profesora Martínez-Bascuñá, que el hombre es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras. Es una manera de entender algo recurrente en la historia: que las acciones persiguen a las palabras, especialmente cuando estas se inflan y generan estados emocionales. Después, nadie se responsabiliza de los acontecimientos que las suceden, pero los generadores de ese argot embriagado de mística y revancha sí tienen nombres y apellidos. En política, esto suele ocurrir cuando los líderes se convierten en clérigos entregados a los viejos diosecillos faccionales (nación, raza, pueblo) y comienzan a predicar en lugar de vertebrar propuestas reales.

Lo vimos en la presentación de La Crida y los celestiales discursos de sus promotores en vísperas del juicio a los políticos del procés. Sus oficiantes, con Torra a la cabeza, regresan heroicamente a la ofensiva para declarar la guerra santa y combatir por el relato contra un Estado que presentan como una apisonadora movida por “la injusticia, la venganza y el odio” y que sojuzgará nada menos que a “todo un pueblo”. Esa crida o “llamada” de Puigdemont declara con arrogancia que, si en un tiempo prudencial no se produce “la oportunidad de ejercer la soberanía plena gracias al apoyo de la voluntad de la mayoría, entonces la ejerceremos”.

Pero, ¿qué sucede cuando tienes que ejecutar aquello que has prometido y descubres que tu relato choca con la realidad? Porque la gente no cambia de opinión. Los independentistas a los que han ofrecido una república clamarán por ella al igual que los brexiteers piden alzar de nuevo las imposibles fronteras que les han prometido. Están en su derecho: se llama rendición de cuentas, pero resulta que cuando “el pueblo, poseído por esas palabras desoladas y excitantes, exige realmente las enérgicas medidas anunciadas como necesarias, a los caudillos les falta el valor para negarse”.

Estas palabras de Stefan Zweig explican el extraño proceso por el que los clérigos políticos dejan de liderar la opinión pública que han contribuido a crear para convertirse en sus esclavos al no encontrar el valor para resistirse. Nos hablan sobre la cobardía y sobre lo que ocurre cuando jugamos con palabras embriagadas de fanatismo: que generan un fanatismo imparable. Un argot incendiario solo puede producir incendios, desencadenar acontecimientos irrefrenables ante los que solo queda claudicar medrosamente, guiados, como nos dice Zweig, por “el miedo a caer en desgracia por moderado”. Y es curioso percatarse de que aquello que aparece bajo la forma lustrosa de un heroico martirologio, nos coloca, como tantas otras veces, frente al miedo y la imprudente locura política de los pusilánimes.



Dibujo de Diego Mir


Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 



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