sábado, 25 de noviembre de 2017

[A vuelapluma] El final del engaño





Puigdemont se cree protagonista de una película irreal, más bien virtual, sin importarle en absoluto el daño que está haciendo a Cataluña. Aún así, es probable que su situación judicial lo beneficie en las elecciones del 21-D. ¿Es el final del engaño?, se pregunta en El País el empresario catalán Josep María Juncadella, antiguo piloto de automobilismo y fundador de la Escudería Montjuïc.

La incompetencia de Artur Mas, comienza diciendo Juncadella, no solo no supo disimular el mandato que le entregó la ahora triste y silenciada familia, sino que enterró a Convergència i Unió. Después de desesperados intentos fue obligado a buscar un sustituto que le relevara en la presidencia de la Generalitat de Cataluña. La CUP se lo exigió. Tan grande le venía el cargo al pobre Artur Mas, que optó sin gallardía alguna por retirarse con pena al ostracismo.

Ahora resulta que el mediocre Puigdemont, su sucesor, en su desesperación abandona a los catalanes y se fuga cobardemente a Bruselas sin saber si prefiere pedir asilo político en Bélgica. Una vez instalado en la capital de ese país se le aconseja que desista de ello y aparece en una rueda de prensa patética y a la vez grotesca, dando la sensación de que todas las mentiras e historietas que le hacen decir acaba creyéndoselas.

Sin darse cuenta, defrauda a la mayoría de independentistas, da alas a la mayoría silenciosa y silenciada de catalanes que se sienten españoles, y hace reflexionar a una tercera clase de catalanes; catalanes muy catalanistas que incluso aman más a Cataluña que a España, pero que no solo no odian a esta sino que la respetan con agradecimiento por haber podido disfrutar de las costumbres y tradiciones más profundas de Cataluña en los últimos 40 años con plena libertad. En definitiva, disfrutando de una parte de la cultura de Cataluña.

Son estos catalanistas, conozco a muchos de ellos, gente con personalidad que no se presta a salir a las calles pidiendo la independencia arrastrados por politicoides callejeros. Son los del verdadero seny catalán, que optan por ir a la playa o al monte, en vez de acudir a manifestaciones fanáticas y destructivas para Cataluña.

La cobardía del expresidente Puigdemont quedó en evidencia antes de su fuga al no aceptar ir al Senado ni atreverse a dialogar por miedo a ser ridiculizado públicamente. Estos golpistas, hoy al mando de la Generalitat, tal vez no contaban con la contundencia con la que nuestro rey, Felipe VI, defiende la Constitución y, en definitiva, la democracia, instaurada y defendida por su padre, Juan Carlos I. El jefe de Estado, en su brillante discurso en la primera semana de octubre, dejó muy claro que no estaba dispuesto a tolerar ninguna violación a la democracia de nuestro país.

Puigdemont se cree protagonista de una película de vida irreal, más bien virtual, sin importarle en absoluto el daño que está haciendo a Cataluña, a la que, entre otras cosas, ha contribuido ya a restar 25.000 millones de euros del PIB nacional. Probablemente en su permanente engaño y “beneficiado” por la situación judicial que sin duda les favorece cara a las elecciones del 21-D, conseguirán el derecho a gobernar la Generalitat de Cataluña con toda legalidad, pero con el riesgo de empobrecer más todavía a Cataluña, perjudicando seriamente a su economía (freno del turismo, freno a las inversiones, fuga de empresas, impuestos, mala imagen, etcétera). Tal vez no les importe a estos golpistas una Cataluña más pobre, probablemente la prefieran; les podría resultar más fácil anteponer otros intereses a los de la población catalana.

En definitiva, una Cataluña más empobrecida y más fácil de manejar. Un escenario que Josep Tarradellas intuyó o, mejor dicho, vaticinó inteligentemente en su día.

A esta izquierda radical, con o sin independencia, con su comportamiento y obstinación parece no preocuparle demasiado Cataluña. Estos golpistas al mando de la Generalitat y sus métodos demostrados no presagian nada bueno.

Estamos ya inmersos en vísperas del 21-D. Día en el que se celebrarán unas elecciones autonómicas en Cataluña. Decisión valiente y democrática de Mariano Rajoy.

Por supuesto nadie pone en duda que la tesorería de la Generalitat, conociendo los métodos de sus dirigentes muy poco democráticos, se verá perjudicada. Todos los gastos sin freno que sus continuos caprichos han ido generando son financiados con el dinero de todos los ciudadanos de Cataluña (campañas de publicidad, viajes al extranjero, captación de voluntades en las escuelas y universidades, etcétera). Un sistema claramente dictatorial.

Hoy nos encontramos gracias al apoyo de políticos con talla en el Partido Socialista Obrero Español capitaneados por Felipe González y también con el apoyo del partido de Ciudadanos a un presidente de Gobierno, Mariano Rajoy, que con serenidad y prudencia, curiosamente virtudes estas hoy criticadas y cuestionadas por mucha gente, ha impuesto su timing con las leyes en la mano que la Constitución española dicta. Todo ello a pesar de las constantes e incomprensibles pruebas de deslealtad del expresidente José María Aznar hacia la figura del actual presidente del Gobierno.

Con ello posiblemente no esté garantizado que el problema desaparezca. Está por ver si el sentido común de muchos líderes socialistas de diferentes comunidades autónomas, con Miguel Iceta a la cabeza en Cataluña, demostrando que anteponen el bien de España a los intereses partidistas y personales, es suficiente para contrarrestar el desenfreno separatista.

Lo que sí está claro ya es que el 21-D se podrá votar si no en la normalidad, sí en la legalidad.

Los obstinados y fanáticos secesionistas esgrimen: “Queremos votar” y “queremos ser libres”.

A la primera demanda ya le ha llegado su hora, pero dentro de la legalidad y sin saltarse la Constitución española. Lo que en cambio no precisan es la clase de libertad que pretenden. No la definen. ¿Qué libertad les falta? ¿Por qué no la precisan?

Gracias, señor Puigdemont. Gracias por su cinismo, sus mentiras, sus chantajes y, en definitiva, por su cobardía y por estar enfrentado a una democracia. Gracias por sus traiciones a la Constitución, sus desobediencias, y gracias por sus constantes improvisaciones, quitándose la careta y mostrando su faceta claramente fascista.



Dibujo de Eva Vázquez para El País


Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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[Desde la RAE] Hoy, con la académica Inés Fernández-Ordoñez







La Real Academia Española (RAE) se creó en Madrid en 1713, por iniciativa de Juan Manuel Fernández Pacheco y Zúñiga (1650-1725), octavo marqués de Villena, quien fue también su primer director. Tras algunas reuniones preparatorias realizadas en el mes de junio, el 6 de julio de ese mismo año se celebró, en la casa del fundador, la primera sesión oficial de la nueva corporación, tal como se recoge en el primer libro de actas, iniciado el 3 de agosto de 1713. En estas primeras semanas de andadura, la RAE estaba formada por once miembros de número, algunos de ellos vinculados al movimiento de los novatores. Más adelante, el 3 de octubre de 1714, quedó aprobada oficialmente su constitución mediante una real cédula del rey Felipe V. 

La RAE ha tenido un total de cuatrocientos ochenta y tres académicos de número desde su fundación. Las plazas académicas son vitalicias y solo ocho letras del alfabeto no están representadas —ni lo han estado en el pasado— en los sillones de la institución: v, w, x, y, z, Ñ, W, Y.

En esta nueva sección del blog, que espero tengo un largo recorrido, voy a ir subiendo periódicamente una breve semblanza de algunos de esos cuatrocientos ochenta y tres académicos, comenzando por los más recientes, hasta llegar a la de su fundador, don Juan Manuel Fernández Pacheco y Zúñiga. Pero sobre todo, en la medida de lo posible, pues creo que será lo más interesante, sus discursos de toma de posesión como miembros de la Real Academia Española.

Continúo hoy la semblanza de los actuales y pasados miembros de la Real Academia Española con la de la académica Inés Fernández-OrdóñezInés Fernández-Ordóñez. Elegida el 18 de diciembre de 2008, tomó posesión de su silla, la "P", el 13 de febrero de 2011 con el discurso titulado La lengua de Castilla y la formación del español, al que respondió, en nombre de la corporación, José Antonio Pascual.

Doctora en Filología Hispánica por la Universidad Autónoma de Madrid, Inés Fernández-Ordóñez (Madrid, 1961) es catedrática de Lengua Española de esta misma universidad. Es especialista en dialectología actual e histórica del español y se interesa sobre todo por la variación gramatical. Trabaja desde 1990 en la formación del Corpus Oral y Sonoro del Español Rural (COSER), el cual dirige. Sus investigaciones se centran también en la edición crítica de textos medievales y en el estudio de los textos históricos y cronísticos de la Edad Media peninsular, sobre todo los producidos bajo el patronazgo de Alfonso X el Sabio: la Estoria de España y la General estoria, ambas escritas en torno a 1270-84. Es autora de una extensa bibliografía relacionada con estos temas, sobre los que ha disertado como profesora invitada en distintas universidades españolas y extranjeras.




Inés Fernández-Ordoñez, en su toma de posesión académica



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[Humor en cápsulas] Para hoy sábado, 25 de noviembre





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción.

En la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos: Morgan en Canarias7; Ricardo, Gallego y Rey e Idígoras y Pachi en El Mundo; El Roto, Forges, Peridis, Ros y Sciammarella en El País; y Montecruz y Padylla en La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas.





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





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viernes, 24 de noviembre de 2017

[A vuelapluma] ¿La Contrarreforma, protagonista de la política española?





La crisis catalana pone de relieve que el auto de fe es el molde con el que operan todos los actores políticos en este ocaso del consenso político levantado en 1978, afirma en La Vanguardia el periodista Pedro Vallín. El pensamiento de la Contrarreforma dirige la política española de nuestros días, comienza diciendo.

La Contrarreforma es la más fidedigna aportación española a la historia cultural del mundo. Y lo que mejor define la forma de hacer, pensar y trabajar en esta soleada península. Entiéndase el término cultural en su acepción puramente científica, antropológica, no artística, los modos en que una sociedad opera, sus hábitos y su idiosincrasia. La Contrarreforma es a España lo que la Ilustración es a Francia, la revolución industrial al Reino Unido, el romanticismo a Alemania o el liberalismo a Estados Unidos. El mayúsculo conflicto político en torno a Catalunya está acelerando los procesos de decantación política, pero también, al obligarnos a sobrerreaccionar, está poniendo de relieve en qué medida el auto de fe de la Contrarreforma es el genuino mecanismo de acción política: contrición, confesión, abjuración. La renuncia pública. No importan los hechos sino la proclamación pública de adhesión o rechazo, hasta el punto de que tal mecanismo está hoy condicionando quién sale en libertad bajo fianza y quién acaba en prisión incondicional.

El peso de la Contrarreforma en el devenir posterior de la historia de España lo ha explicado de forma lúcida el analista político Jorge Dioni López, a propósito del deficiente modelo productivo español, basado en la renta pasiva, en la apropiación y el expolio. En 2013, escribía López: “El desprecio por cualquier actividad industrial o comercial en beneficio de la renta pasiva ha sido la norma desde hace siglos y ahogar el tejido productivo para que una élite improductiva vinculada a la administración pueda seguir manteniendo su nivel de vida es una decisión clásica en la economía española. Ayer, la Mesta; hoy, las eléctricas, la banca o las constructoras. Entre pagar investigadores o profesores de religión, el gobierno opta por lo segundo”.

No es tanto un juicio de valor, sino una constatación socioeconómica que se cimenta en la historia de la Reconquista, que no fue sino la expulsión de los españoles musulmanes, inclinados a la pequeña industria agrícola (con su proverbial ingenio para el aprovechamiento del agua), y de los españoles judíos, dados al comercio, el crédito y la cultura, recuerda López. El exilio de buena parte de las poblaciones oriundas del campo español, en función no de su origen sino de su credo, convirtió la península en una gran extensión ganadera y a los señores, en tomadores de tributos. López cita a Eric Wolf y su obra Europa y la gente sin historia donde explica: “La guerra y apoderamiento de pueblos y recursos, no el desarrollo comercial e industrial, llegó a ser el modo dominante de reproducción social. Vista así, la conquista del Nuevo Mundo no es más que una prolongación de la Reconquista”.

La reforma protestante, en el fondo, convirtió en hacendosos comerciantes a los cristianos de Centroeuropa, los homologó, por así decir, a los judíos en cuanto a su ánimo de progreso social y material, mientras España abrazaba con efusión la probidad contrarreformista pactada en Trento, donde se inventó esa humillación del parroquiano llamada confesión, lavatorio moral sin coste. “Es muy fácil obrar mal y luego arrepentirse; lo difícil es arrepentirse primero y luego obrar mal”, decía el premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades Marcos Mundstock, citando a Warren Sánchez. La conquista de América consolidó un modo de reproducción social, como señala Wolf, pero también una fórmula cultural basada en la ausencia de disenso, la sospecha del vecino y la verbalización de la falta. Volvemos a López: “A partir del siglo XVI, con la Contrarreforma, tener cualquier idea o iniciativa podía llevarte a ser acusado de hereje, judaizante, morisco o falso converso. También, de erasmista, luterano, calvinista o vaya usted a saber, porque también fueron perseguidas todas las formas de cultura distintas del catolicismo oficial. No leer, no pensar, no significarse; nada más español. (…) El último condenado a muerte en un proceso inquisitorial fue un maestro valenciano en 1826; no hace ni 200 años. Poco más de un siglo después de ese proceso, los maestros volvían ser muy reclamados por los verdugos. A finales del XX, tener cualquier idea nueva o iniciativa fuera de lo común aún podía llevarte frente a un tribunal. Si creen que estoy estableciendo una vinculación cultural entre la Contrarreforma y el Franquismo, están en lo cierto y, recuerden, entre el Franquismo y nuestro modelo hubo una transición, no una ruptura”.

El analista fija un modelo socioeconómico que hace que aún hoy, como todo el mundo sabe, no hay mejor forma de hacer fortuna en España que mediante un contacto con la administración, un mercado regulado, una recalificación, una concesión... Es decir, nada de progreso comercial o industrial, ni hablar de I+D+i. El franquismo incorporó de nuevo la delación al catálogo de mecanismos de acumulación patrimonial, de ahí que hoy haya tanta resistencia a suspender los actos jurídicos del franquismo: existe el riesgo de provocar una colosal desamortización, un cambio patrimonial sin precedentes que invierta el que se desarrolló durante la dictadura.

La Contrarreforma, sus mecanismos de limpieza de sangre, de adhesión probada, se deja sentir aun hoy en nuestros modos culturales, de la política al periodismo. Sobre todo, cuando la tensión político simplifica el debate. El auto de fe, que consistía en obligar al hereje, a menudo mediante terribles torturas, a renunciar a su credo infiel, sigue presente en formulaciones contemporáneas e incruentas. No se trata de convertir al reo en buen cristiano, observante de las virtudes y mandamientos reglados, sino de plantarlo ante los paisanos y obligarlo a abjurar de sus creencias y pronunciarse en favor del pensamiento único. No se trata de lo que haga, sino de lo que diga ante el pueblo. Renuncia a Lucifer.

El modo en que esto sigue siendo un factor de pureza y virtud en el mundo del siglo XXI se reveló de forma manifiesta con la aprobación de la Ley de Partidos de 2002, pactada entre José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero. Esta ley, que incomodó incluso al relator de Derechos Humanos de Naciones Unidas y que no son pocos los que sostienen que es manifiestamente inconstitucional, en la práctica estableció una cláusula de conciencia, algo impensable en una democracia cuya Constitución no es militante (es decir, permite perseguir fines políticos que desborden los límites de la propia Constitución, como el comunismo o el separatismo). Estableció el auto de fe.

Se vio rápidamente: en 2003 eran ilegalizadas Batasuna y Euskal Herritarrok y la alegación en su contra era “el no rechazo de la violencia como forma de hacer política”. He ahí la sutileza, la diferencia dramática que hay entre el no rechazo y el apoyo. La exigencia era que se condenase públicamente un atentado. El silencio pasaba a ser incriminatorio. No se buscaba probar vínculos culposos con el terrorismo (que es más que probable que los hubiera), porque para eso no habría hecho falta una nueva ley, sino que se les exigía condena pública de cada acto violento, y la negativa a hacerlo era causa de culpa. No está en cuestión la eficacia de la norma: es inequívoco que aceleró el fin del terrorismo. Pero fijo el auto de fe como categoría penal. Renuncia a Satanás.

Esta praxis jurídica española se hizo patente también en 2009, cuando el Constitucional estimó el recurso de amparo de Iniciativa Internacionalista, quien, para evitar su ilegalización, renunció a Lucifer. Adujo “un claro rechazo y condena del uso de la violencia para la obtención de objetivos políticos en el marco de un Estado democrático”. Así de fácil era eludir la ilegalización.

Es muy evidente el paralelismo de estos procesos con los medievales autos de fe de la Contrarreforma pero también con la forma en que el Fiscal General del Estado, el repentinamente fallecido José Manuel Maza, enfocó los interrogatorios a los presuntos sediciosos y rebeldes ex gobernantes catalanes, en el Supremo y en la Audiencia Nacional, exigiéndoles adhesión a la Constitución y renuncia a sus proyectos políticos separatistas. Renuncia a Lucifer. Más llamativo aún es que ambos magistrados, Pedro Llanera y Carmen Lamela, hicieran suyo semejante argumento sobre la pureza constitucional y lo emplearan para decidir sobre las medidas cautelares a adoptar con los imputados. Los conversos fueron mejor tratados, los silentes, a prisión.

Pero hay ejemplos mucho más elocuentes de cómo el pronunciamiento reemplaza a los actos y a los hechos. La palabra suplanta a la realidad. Quizá el más palmario sea el intercambio epistolar entre Mariano Rajoy y Carles Puigdemont, tras el pleno del 10 de octubre. Puigdemont había hecho una prestidigitación verbal, a medio camino entre el tahúr y el ilusionista, en la que pedía a los diputados catalanes la suspensión de lo que no había sido declarado. Es un hecho jurídico incontrovertible que no hubo ninguna declaración de independencia ese día en el Parlament. No hubo acto jurídico alguno, como reflejan las actas y como comprobó cualquiera que escuchara al president. Sin embargo, las misivas del presidente Rajoy, bajo amenaza de suspensión de la autonomía, solo pedían que Puigdemont proclamara esa evidencia de su puño y letra. Como si todo el país viviera una alucinación colectiva, periodistas y políticos se preguntaban, ante la hoguera hambrienta, por qué el president no lo decía y salvaba su alma y su carne. Renuncia a Lucifer. No lo dijo, y está huido.

Las misivas de Rajoy a Puigdemont expresan que la sustancia de la política no es el hecho, si hubo DUI, sino el dicho, que lo proclame. La fórmula se aplica de continuo. El propio periodismo político la emplea todo el tiempo. Amén de nuestro ADN contrarreformista, opera como factor acelerante el hecho de que nuestro modelo de periodismo audiovisual se base exclusivamente en declaraciones. De analistas y de políticos. Es sintomático con qué insistencia algunos de los más conspicuos y populares periodistas del género emplean como única fórmula para ser audaces e inquisitivos la búsqueda de una abjuración o una profesión de fe. “¿Sí o no?”, oímos de continuo cuando un político se esmera en explicar que la realidad es un poquito más compleja.

En tal sentido, particularmente ofensiva es al buen cristiano la posición de aquellos que no abrazan un credo ni otro. Los interrogatorios a los promotores de la solución dialogada (los firmantes de la Declaración de Zaragoza) fueron durante semanas una reiterada exigencia de proclamación pública de que no eran cómplices del separatismo y que rechazaban una declaración de independencia unilateral ¿Sí o no? No. ¿A favor o en contra? En contra. ¿Pero en contra de verdad? Sí. ¡Renuncia a Belcebú! Un día detrás de otro.

La cosa venía de atrás. Mariano Rajoy se cansó de decir que no se podía negociar con quien no renuncie públicamente a la violencia cuando Zapatero trataba de gestionar el fin de ETA, y luego, que no se sentaría a negociar con el catalanismo si no renunciaba a su referéndum. Renuncia a Lucifer. Lo relevante del fenómeno es que no importan los hechos, solo el pronunciamiento público. Rajoy no exigió durante estos años que el Govern tomara tal o cual decisión política, sino simplemente que dijera públicamente que no habría un referéndum. Arrepentimiento, renuncia pública, confesión. Ahora que ETA ya no mata, el Gobierno dilata el cierre del proceso de pacificación y reconciliación en tanto “ETA no pida perdón”. Pedir perdón como hecho político.

Y no es un hábito exclusivo de la derecha política. Los grupos de izquierda del Congreso de los Diputados llevan años exigiendo al PP que abjure de su genealogía franquista y que condene el régimen fascista del general Franco. Renuncia a Satán. Lo vemos también en el proceso de descomposición interna del Govern de la Generalitat, en las horas previas a la aplicación del 155, que también estuvo presidido por esa exigencia de compromiso con la causa, la continua exigencia de autos de fe. Una exigencia que, por unas pocas horas, dejó fuera del tablero a Santi Vila. Él abjuró un poco antes de que todos sus compañeros abrazaron su propio acto de contrición y confesión. Los pasos de la confesión diseñada en Trento son arrepentimiento y contrición, confesión, satisfacción y absolución. Ya en verano el president Puigdemont había reclamado adhesión al martirio sacrificial. Algunos políticos de ERC se han pasado los últimos dos meses señalando como sospechosos de herejía a cuantos dudaran del credo procesista y exigiendo pronunciamientos nítidos. Renuncia a Mefistófeles. Pronunciamientos, siempre pronunciamientos.

Asumida la Contrarreforma católica como el genuino material genético de nuestra cultura política, no es raro que vivamos un rebrote de los autos de fe en estos tiempos alterados. Está en crisis la Ilustración, proclama el secretario de Estado y ensayista José María Lassalle, que la considera antídoto contra sus temidos populismos. Comporta una cierta idealización del pasado español sostener que los valores de la Ilustración retroceden, porque implica asumir que tuvieron peso significativo en el devenir de los siglos XIX y XX de este país. La suerte de los liberales de Cádiz es elocuente del amor al progreso social y político de nuestra historia moderna y contemporánea. Jorge Dioni López nos explica, en todo caso, por qué nos comportamos hoy, de nuevo, como portadores de antorchas, verdugos, delatores de la disidencia, la sofisticación y el librepensamiento: “En el siglo XXI, ya no existen los grandes relatos. Suele repetirse que murieron las ideologías fuertes que abrigaban material e intelectualmente ofreciendo, no sólo una explicación coherente del mundo, sino una línea histórica. Más que libros, símbolos u organizaciones, eran la posibilidad de sentirse dentro de algo más grande, algo que venía de lejos y por cuyos objetivos merecía la pena sacrificarse. Pero no es cierto. Sí hay grandes relatos y disfrutan de un excelente vigor. O, al menos, de una salud inesperada para el siglo XXI, ya que era el momento en el que estaba prevista su muerte o, por lo menos, un cierto declive social e intelectual. Sí existen grandes relatos porque ahí están las religiones y el nacionalismo. No han muerto todas las ideologías; sólo, las racionales”.

López profesa el pesimismo grave del lector de Historia. Sabe que cada vez que estas tierras han sido sacudidas por las olas de progreso de la historia, los lugareños amagaron un salto adelante y asustados, realizaron un inmediato salto atrás. Ocurrió con la reforma protestante, la Ilustración y hasta la explosión democrática de mediados del siglo pasado. Hoy, que lo digital ha reventado las costuras de la dinámica política y social en todo el planeta y aboca a la especie, en celebrada imagen de Manuel Castels, al fin de su prehistoria, tener presentes esos antecedentes que empapan nuestros genes es a la vez un mal augurio y un buen antídoto. Puede ser infección o vacuna. Veremos.



Eran otros tiempos...


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[Píldoras literarias] Hoy, con "De escaquística", de Juan José Arreola





La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? 



Continúo hoy la serie Píldoras literarias con el relato titulado De escaquística, de Juan José Arreola (1918-2001), escritor, académico, traductor y editor mexicano. De formación autodidacta, desempeñó los más diversos oficios a lo largo de su vida. Arreola pertenece a la generación del 50, que incluye a autores como Emilio Carballido, Rosario Castellanos, Sergio Magaña, Ernesto Cardenal, Jaime Sabines, Juan Rulfo, Rubén Bonifaz Nuño. Gracias a obras como Confabulario (1952) Bestiario (1959) y La Feria muy divertida (1963) se le considera como uno de los impulsores más importantes del cuento fantástico contemporáneo en México así como uno de los máximos exponentes de la minificción latinoamericana, junto con Julio Torri y Augusto Monterroso.

Les dejo con su relato. Fue publicado en la obra Minificción mexicana, de Lauro Zavala. Tiene catorce palabras, y dice así:


DE ESCAQUÍSTICA
por 
Juan José Arreola

La presión ejercida sobre una casilla, 
se propaga en toda
 la superficie del tablero.




Fotograma de El séptimo sello, de Ingmar Bergman (1957)


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[Humor en cápsulas] Para hoy viernes, 24 de noviembre





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción.

En la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos: Morgan en Canarias7; Ricardo, Gallego y Rey e Idígoras y Pachi en El Mundo; El Roto, Forges, Peridis, Ros y Sciammarella en El País; y Montecruz y Padylla en La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas. 





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jueves, 23 de noviembre de 2017

[Poesía y pintura] Hoy, con Blas de Otero y Salvador Dalí





Retomo la publicación, con un formato diferente, de la serie de entradas del blog dedicadas al "Tema de España" en la poesía española contemporánea, que tuvieron tan buena acogida de los lectores hace años. Grandes poetas contemporáneos españoles, poetas del exilio exterior e interior, pero españoles todos hasta la médula, que cantaron a su patria común, España, desde el corazón y la añoranza. 

En estos aciagos días en que hijos espurios e indeseables reniegan de España, la insultan, la mancillan, y pretenden acallar las voces de aquellos otros que nos alzamos orgullosos de pronunciar su nombre, nada mejor que la poesía para reivindicarla como se merece. Si como dijo Walt Whitman la poesía es el instrumento por medio del cual las voces largamente mudas de los excluidos dejan caer el velo y son alcanzados por la luz, también es, en palabras de ese gran poeta y gran español que fue Gabriel Celaya, un arma cargada de futuro. Empuñémosla, entonces, en su defensa.

En cualquier caso, como dice el afamado y controvertido intelectual y crítico literario Harold Bloom, la poesía no puede sanar la violencia organizada de la sociedad, pero puede realizar la tarea de sanar al yo.

Hoy traigo al blog al poeta Blas de Otero y su poema Anchas sílabas, y al pintor Salvador Dalí y su cuadro Las rosas sangrantes


***


Blas de Otero Muñoz (1916-1979) fue uno de los principales representantes de la poesía social de los años cincuenta en España. El principal paso que da la poesía existencial para volverse social es el cambio de persona, del «yo» al «nosotros». El poeta, aceptada su condición humana, encuentra su sitio entre el resto de seres humanos, y halla también una razón vital: la solidaridad humana, la búsqueda de un mundo mejor a través de la poesía. El poeta defiende la utopía humanista porque ya no tiene una fe religiosa: no hay un más allá perfecto al que aspirar, pero, aunque el hombre esté condenado a venir de la nada y caminar hacia ella, se debe luchar para conseguir que su vida sea digna y feliz. El poeta se convierte en un profeta que señala los errores del presente para conseguir superarlos y acceder a un futuro mejor. Otero, obsesionado con los valores absolutos, ahora los busca en el presente histórico. 

En 1945 sufrió una crisis depresiva que lo llevó a recluirse en el sanatorio de Usúrbil. Fruto de ello serán las tres obras de su ciclo existencial: Ángel fieramente humano (que presentó al premio Adonáis), Ancia y Redoble de conciencia, libro con el que ganó el premio Boscán en 1950. Ese año conoce en París a la actriz y poeta vasca Tachia Quintanar, con quien mantuvo una relación amorosa y conservó su amistad durante el resto de su vida. En 1955 empieza a ser considerado por sectores de la crítica como uno de los grandes poetas de la posguerra.



ANCHAS SÍLABAS

Que mi pie te despierte, sombra a sombra
ha bajado hasta el fondo de la patria.
Hoja a hoja, hasta dar con la raíz
amarga de mi patria.

Que mi fe te levante, sima a sima
he salido a la luz de la esperanza.
Hombro a hombro, hasta ver un pueblo en pie
de paz, izando un alba.

Que mi voz brille libre, letra a letra
restregué contra el aire las palabras.
Ah, las palabras. Alguien
heló los labios -bajo el sol- de España.


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Salvador Felipe Jacinto Dalí i Domènech, marqués de Dalí de Púbol (1904-1989), fue un pintor, escultor, grabador, escenógrafo y escritor español del siglo XX. Se le considera uno de los máximos representantes del surrealismo. Conocido por sus impactantes y oníricas imágenes surrealistas, sus habilidades pictóricas se suelen atribuir a la influencia y admiración por el arte renacentista. También fue un experto dibujante. Los recursos plásticos dalinianos también abordaron el cine, la escultura y la fotografía, lo cual le condujo a numerosas colaboraciones con otros artistas audiovisuales. Tuvo la capacidad de acrisolar un estilo genuinamente personal y palpable al primer contacto, que en realidad era muy ecléctico y que «succionó» de innovaciones ajenas. 

Como artista extremadamente imaginativo, manifestó una notable tendencia al narcisismo y la megalomanía, cuyo objeto era atraer la atención pública. Esta conducta irritaba a quienes apreciaban su arte y justificaba a sus críticos, que rechazaban sus conductas excéntricas como un reclamo publicitario ocasionalmente más llamativo que su producción artística. Dalí atribuía su «amor por todo lo que es dorado y resulta excesivo, su pasión por el lujo y su amor por la moda oriental» a un autoproclamado «linaje arábigo», que remontaba sus raíces a los tiempos de la dominación árabe de la península ibérica. 



Las musas sangrantes (1930). Colección Caixa Galicia


Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



HArendt






Entrada núm. 4037
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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)