Al contrario de lo que ocurre en Europa, donde gana terreno a pasos agigantados (ayer mismo la prensa daba cuenta de las palabras pronunciadas por el líder xenófobo de la ultraderecha holandesa, Geert Wilders, que tiene muchas posibilidades de ganar las próxima elecciones generales en su país, sobre que "hay demasiada chusma marroquí en nuestra tierra") sociológica y electoralmente a la ultraderecha española se la mete en un taxi y le sobran plazas (al taxi).
Los españoles somos muy dados a generalizar, pero ni el PP es un partido fascista, ni Podemos la extrema izquierda. El problema político en España es precisamente ese: que a la derecha del primero y a la izquierda del segundo solo se extiende el vacío. De ahí que, si quieren progresar electoralmente, tengan que desplazarse forzosamente hacia el centro, en perjuicio de PSOE y Ciudadanos, que deberían aspirar a ocupar ese lugar sin "comprometerse" ni con unos ni con otros sino mirando por los intereses generales de los españoles. Algo que, reconozco, tampoco resulta sencillo de establecer cuáles son.
Pero volvamos a la razón de esta entrada de hoy. ¿Por qué en España la ultraderecha no gana adeptos? La investigadora del Real Instituto Elcano Carmen González-Enríquez le ha dedicado al asunto un artículo en el Working Paper 3/2017 del Instituto. Originalmente publicado en inglés, el Huffington Post lo comentaba en español hace unos días. Yo les dejo las dos versiones.
La ultraderecha gana terreno en Europa (Austria, Holanda, Francia, Alemania...), comienza diciendo la versión en español, a pasos agigantados. Sin embargo, en España el fantasma no parece ganar cuerpo y amedrentar a las formaciones clásicas, no inspira tampoco a las emergentes, no conquista escaños ni ediles, sino apenas un puñado de votos de militantes incansables. Pero ¿por qué? El Real Instituto Elcano ha hecho una investigación a fondo en la que explica que, básicamente, no hay caldo de cultivo por la cercanía en el tiempo de la dictadura franquista, con la que se asocian todos los movimientos ultraderechistas y fascistas que puedan surgir, así como los símbolos que emplean. Aún asusta, aún rescata recuerdos que no gustan en la mayoría de la población.
Según el estudio, continúa diciendo, elaborado dentro de un proyecto europeo coordinado por el think tank británico Demos, el ascenso de los populismos, partidos antieuropeos, xenófobos y antiglobalización en el viejo continente se debe a tres tipos de factores: los económicos (paro, disminución del Estado de bienestar), los políticos (desprestigio de la clase política, corrupción) y la inmigración. En España, estos tres elementos están presentes y, sin embargo, a diferencia de la mayor parte de los países de la UE, en nuestro país ese tipo de partidos no ha tenido éxito. Es más, la cultura política de los ciudadanos españoles es especialmente favorable a la Unión Europea, a la globalización y a la convivencia con individuos de otras culturas, incluso en tiempos de crisis extrema como la que, dice el Gobierno, empieza a pasar.
A pesar de las dificultades económicas derivadas de la crisis, a pesar de los altos niveles de desigualdad y desempleo –entre los más altos de la UE-, el estudio revela que los españoles no culpan de ello a la UE, como sí hacen otros europeos: sólo el 10% de los españoles quiere abandonar la Unión Europea, frente al 22% de los franceses, el 16% de los alemanes o el 25% de los suecos, mientras que a una significativa minoría (35%) le gustaría ver una mayor integración europea. Y tampoco culpan de ello a los inmigrantes, que se han convertido en otros países en el chivo expiatorio del malestar social.
La investigación señala que esta peculiaridad de España puede deberse a la experiencia vivida bajo el régimen franquista, cuyo abuso de los símbolos nacionales y sus continuas referencias a la identidad nacional son recordadas y rechazadas. "Un largo pasado autoritario y nacionalista actúa en el presente como una vacuna contra los partidos de extrema derecha. España y Portugal compartieron durante cuatro décadas una experiencia similar de nacionalismo, catolicismo y autoritarismo corporativista; y ambos países han sido inmunes hasta ahora a esta oleada de partidos populistas de derecha, a pesar de la grave crisis económica y política que han sufrido", sostiene Carmen González- Enríquez.
La "identidad nacional", abunda el documento, es débil en España, donde hoy hay una "particular relación" con los símbolos nacionales y hasta con la palabra "España". Hay tal identificación con el pasado fascista que hasta hay quien automáticamente enlaza bandera, himno o incluso catolicismo -otro estandarte del dictador- con falta de libertades y, por tanto, se rechazan.
En la Transición, el discurso nacionalista casi no hacía acto de presencia, ni siquiera las formaciones más conservadoras lo usaban, por temor a esa ligazón con la dictadura. Las palabras que se enfatizaban eran "democracia", "modernización" y "Europa" y, como mucho, hubo más contagio con el mensaje de las autonomías que estaban peleando por su soberanía en el contexto nacional.
Comparando los datos de 2002 y 2015, añade, el primer año de bonanza y el segundo de crisis económica, se ve claramente un descenso del sentimiento identitario. En España no hay más nacionalismo, sino más desencanto cuando vienen mal dadas.
No obstante, informa el Instituto Elcano, se observa preocupación en relación a la inmigración: un 74% de la población considera que el número de inmigrantes en España es demasiado alto, y un 41% declara que probablemente votaría a un partido que defendiera posturas anti-inmigratorias, un dato ante el que habrá que estar vigilantes. El 77% considera que los trabajadores españoles deberían tener prioridad en el mercado laboral, lo que sugiere que los temores hacia la inmigración tienen relación con el alto nivel de desempleo.
Sin embargo, sólo una pequeña minoría de españoles (4%) menciona la inmigración cuando se pregunta por los problemas importantes del país: el paro, la corrupción, los problemas económicos y los políticos en general son las principales preocupaciones de los españoles. "La insatisfacción y desconfianza en el sistema se ha canalizado a través de la izquierda con tendencias populistas, como la que representa Podemos, rechazando partidos de derecha radical con mensajes anti-inmigratorios", señalan.
El informe detalla que incluso en el franquismo se mantuvieron relaciones intensas con América Latina y con países árabes con los que se hacían negocios, así que había menos brechas que saltar que en otros países de la UE.
En los últimos 13 años, indica el documento, se han limado además posibles desajustes con los que han llegado de fuera, por varios motivos: la cohabitación lleva a la rutina, la integración social ha sido buena, ha habido un importante intercambio de experiencias con gente del exterior gracias al turismo o las relaciones económicas...
"España comenzó el nuevo siglo como el país menos xenófobo de Europa, el más tolerante de las diferencias culturales y más favorable a la inmigración, muy diferente de la media europea. Varios factores influyeron aquí: el bajo número de inmigrantes no comunitarios y su alta concentración en unas pocas áreas geográficas (...); el reciente recuerdo de la migración española hacia el centro y el norte de Europa; la influencia de la Iglesia Católica, que ha mantenido una posición favorable hacia los inmigrantes; y la visibilidad de las ONG dedicadas específicamente a la inmigración, el asilo o el racismo. Por último, el hecho de que muchos de los primeros inmigrantes vinieran de países latinoamericanos, hablando el idioma español y compartiendo la religión católica, facilitó su aceptación en la sociedad española", abunda.
La extrema derecha ha fracasado "estrepitosamente" en España desde la transición a la democracia y no ha conseguido ni un solo diputado desde 1977: su mensaje y sus protagonistas se ven como demasiado cercanos al pasado franquista. Sus éxitos se limitan a varios municipios donde han explotado las tensiones producidas en la convivencia con algunos grupos de inmigrantes. "El hecho de que esta convivencia se haya mantenido en España sin fricciones importantes pese al impacto de la crisis económica puede considerarse un gran éxito de la sociedad española", concluye el estudio.
Manifestación de la extrema derecha en España
Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt
Entrada núm. 3231
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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)