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lunes, 24 de agosto de 2015

[A vuelapluma] El radicalismo en política




Jeremy Corbin



En las sociedades democráticas modernas, por mal que funcionen, el radicalismo político es un callejón sin salida que conduce al suicidio político de quienes lo promueven. Pruebas recientes en Europa lo tenemos en el ejemplo de Syriza, en Grecia, y en España con Podemos, que tras su éxito en las últimas elecciones europeas de 2014 y su menos esplendoroso resultado en las locales de este año, ha reconducido su talante radical hacia el moderantismo, aunque le pierde, y mucho, la ausencia de un programa político definido con metas concretas y propuestas meditadas y razonables, un exceso de autocomplacencia en sus principios presuntamente éticos, y una crítica moralina de la clase política actual (la famosa casta) que no por merecida, parece sincera. 

Como es sabido, en política, "la mujer del César no solo tiene que ser honesta, sino parecerlo". Pero en todo caso, yo no voto a un partido para que me de clases ni me haga discursos de moral o de ética. De la primera, porque es un asunto privado; de la segunda, porque para eso tengo a Sócrates, Kant y algunos otros más modernos. Yo voto a un partido para que me resuelva mis pequeños problemas como ciudadano (y si es posible alguno de los grandes), actuando democráticamente, es decir, al servicio de los ciudadanos, de acuerdo con unos principios éticos muy sencillos: no matar, no robar, no mentir y no dañar al más débil. Todos los demás "radicalismos" me sobran.

Hace unos días discutía amablemente en el Facebook con unos amigos sobre el meteórico ascenso en las encuestas del diputado británico, Jeremy Corbyn, para hacerse con el liderazgo del centenario partido laborista. Todo gracias a un discurso bastante radical, que a mi juicio, si consigue hacerse con el control del partido, corre el riesgo de volverlo irrelevante en la ya de por sí conservadora sociedad británica. Hoy, en el diario El País, toca el asunto un prestigioso intelectual de izquierdas británico, el historiador Henry Kamen, en un interesante artículo titulado, precisamente, "El suicidio del Partido Laborista"

Dice Kamen que Karl Marx, que escribió sus grandes obras en el refugio del Museo Británico de Londres, se convirtió medio siglo más tarde en el principal elemento de desarrollo de las ideas socialistas en el Reino Unido, pero que como consecuencia del colapso del marxismo en toda Europa, el Partido Laborista acabó rechazando los principios marxistas convirtiéndose en lo que es hoy, un partido reformista al que la derrota sufrida por el laborismo en las elecciones generales celebradas el pasado mes de mayo, ha animado, al menos a algunos de sus cuadros, a reivindicar una vuelta a los principios clásicos del socialismo marxista.

El candidato favorito, sigue diciendo, parece ser por el momento el veterano parlamentario laborista Jeremy Corbyn, que cuenta con el apoyo declarado de algunos sindicatos y de muchos miembros del partido que han quedado decepcionados con el actual liderazgo existente. Sorprendentemente, añade, no tiene el apoyo de la mayoría de sus colegas en el Parlamento (¿la casta?), y ha sido el foco de ataque de todos los sectores de la prensa británica, que parece estar de acuerdo en que la victoria de Corbyn dará lugar a la extinción del Partido Laborista.

Corbyn, continúa diciendo Kamen, está promoviendo las ideas de estilo marxista que datan de una generación pasada. Admirador abierto de los líderes marxistas que actualmente controlan el Gobierno griego, como ellos Corbyn cree que la austeridad es un error y que el Estado debe aumentar su deuda si quiere ayudar a la gente. Según sus propias declaraciones públicas, apoya el sistema «universal y gratuito» de guarderías, la educación «universal y gratuita» hasta incluir la Universidad, un límite al nivel de alquileres que pagan los inquilinos, la retirada del país de la OTAN, una reducción de los gastos militares y la abolición de las armas nucleares, y la compra (es decir, la renacionalización) de toda la red ferroviaria británica y de todas las compañías de energía (electricidad, gas, etcétera). El gasto masivo que implicaría todo ello sería sufragado con un aumento de los impuestos sobre los «ricos» y sobre las empresas. Como es de imaginar, señala, las propuestas han causado la desesperación dentro del Partido Laborista, y la burla fuera de él. 

Los lectores españoles, dice, tal vez piensen que reconocen algunos de los síntomas del problema en Inglaterra, pero en ese caso se equivocan. En España, el electorado ha expresado sus preferencias sin ninguna preocupación por las ideas políticas. De hecho, algunos de los partidos que han ganado apoyos actualmente -especialmente Podemos- no tienen programa político reconocible en absoluto. Y la mayoría de los ciudadanos que votan a Artur Mas en Cataluña no tiene la más mínima idea de lo que son sus políticas. En Inglaterra, señala, la situación es muy diferente. Los votantes británicos están buscando ideas y emociones, y Jeremy Corbyn está ofreciéndoles ambas cosas. Sus ideas datan de hace un siglo, pero son las ideas reales que siempre han inspirado el movimiento de la clase trabajadora en el Reino Unido. 

No es un momento prometedor para el laborismo, concluye. El partido que llegó al poder en 1924 se está muriendo de sed en el desierto de la política, y resucitar las ideas de Karl Marx no puede ser el medio más eficaz para devolverlo a la vida. Dentro de unos pocos días sabremos si se ha decidido apoyar a Corbyn como líder. Pero, si eso sucede, podemos estar seguros de que el partido habrá cometido definitivamente su harakiri.

Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν", nos vamos. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt




Henry Kamen




Entrada núm. 2422
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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)