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jueves, 20 de junio de 2019

[ARCHIVO DEL BLOG - 2008] Eufemismos




Viñeta de Forges


El Diccionario de la Real Academia Española define "eufemismo" (del lat. euphemismus, y este del gr. εὐφημισμός) como manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante. El lenguaje está lleno de eufemismos, pero el lenguaje de los políticos no es que esté lleno de ellos, es que no saben hablar de otra manera... Eso, los que saben -que son minoría-, porque la mayoría, simplemente, confunden la velocidad con el tocino y los miembros con las miembras... Perdone, señora ministra, la reiteración. Le prometo que es la última vez...

Delicioso el reportaje de Javier Rodríguez Marcos en El País de hoy sobre los eufemismos en el lenguaje. Merece la pena leerlo con detenimiento. Y disfrutarlo...



Escudo de la Real Academia Española


"En español se dice crisis", por Javier Rodríguez Marcos

El Gobierno "desacelera", el PP acoge "distintas sensibilidades" y Juan José Ibarretxe se pone positivo con su "derecho a decidir". La cosmética se extiende en política para disfrazar la realidad

Vivimos en el tiempo del maquillaje. El Gobierno llama desaceleración a lo que la humanidad vive como crisis, y el PP no ve más que distintas sensibilidades donde todo el mundo ve tendencias enfrentadas. Detrás de cada eufemismo hay un tabú indeseable y, por tanto, impronunciable. El lenguaje de la política siempre ha estado lleno de unos y de otros, como si las palabras pudieran neutralizar la realidad que se niegan a nombrar.

El pesimismo no crea puestos de trabajo. Está por ver que los cree el optimismo. El vocabulario político trata siempre de mostrar el vaso medio lleno, pero en los últimos años el ambiente se ha llenado de sintagmas de buen ver como conducciones de agua, soluciones habitacionales o derecho a decidir. Por no hablar de clásicos como impuesto revolucionario o regulación de empleo. La cosmética verbal se extiende.

Los lingüistas definen tabú como la palabra que un hablante evita por motivos religiosos, supersticiosos o sociales. Pero la venenosa realidad tiene un antídoto, el eufemismo (del griego eu -bien- y pheme -modo de hablar-). En su clásico Diccionario de Términos Filológicos (recién reeditado por Gredos), Fernando Lázaro Carreter proponía varias causas para explicar su uso: el deseo de adaptarse a una circunstancia en la que la palabra resultaría plebeya (cabello por pelo, seno por pecho); el ennoblecimiento de la persona (profesor por músico); la cortesía (que resulta en fórmulas de "dudoso gusto" como "su señora" por "su mujer"); o la necesidad de atenuar una evocación penosa. Esta última causa ha modificado términos supuestamente negativos y ha originado la inflación de vocabulario políticamente correcto: el ciego es invidente, el inválido, minusválido o discapacitado. Sin olvidar que Barack Obama puede ser para unos negro y para otros, afroamericano. Y para casi nadie, mulato, palabra en desuso en tiempos poco dados al matiz.

El eufemismo, con todo, no es más que uno de los muchos medios de la lengua para renovarse. De algunos ni siquiera recordamos que lo son y que tienen origen en un tabú. Igual que nadie repara en el ojo de la aguja o en los dientes de la sierra como las metáforas (gastadas) que son, casi nadie es consciente de que, por ejemplo, para nombrar la mano izquierda el castellano usó una forma vasca (ezker) para orillar las connotaciones "siniestras" derivadas del término latino "sinister". Su pareja "dexter" no tuvo problemas para evolucionar a "derecha". Hasta no hace tanto, a los zurdos les tocó padecer una superstición que supuestamente se remonta al mal augurio que suponía que las aves volasen a nuestra izquierda o al hecho de que Judas fuese zurdo. Y pelirrojo, algo que también generó desvaríos supersticiosos. Como decía el clásico, el lenguaje no se inventa, se hereda.

"El eufemismo es un mecanismo imprescindible, no una anomalía", subraya José Antonio Pascual, miembro de la Real Academia Española y experto en lexicografía. "Sirve para limar las asperezas de la lengua. Sólo hay que ver cómo ha evolucionado el lenguaje escatológico. Cuando se reguló la eliminación de aguas fecales, en las casas se le reservó el nombre del mejor espacio, el retrete, literalmente, lo más retirado. Decir papel higiénico, por ejemplo, es muy poco preciso, pero se trata de evitar la grosería. Todos agradecemos que nos saluden en el ascensor".

De hecho, al académico le preocupa más el disfemismo, que busca el efecto contrario al eufemismo eligiendo la expresión más ruda. El eufemismo, recuerda Pascual, es un mecanismo similar al que hizo que cambiara el color de los uniformes de la policía nacional. Los grises del franquismo mudaron de color durante la transición para vestir de marrón. Y cuando se convirtieron, según la expresión popular, en maderos, pasaron a hacerlo de azul. "La policía ha perdido muchas de las connotaciones que tenía. Ya no da miedo a nadie... salvo en Coslada", concluye el catedrático de Lengua.

Con todo, el propio Pascual advierte de que los eufemismos son como las tijeras. Su bondad depende del uso que se les dé: "Si los usas de forma inmoral, en lugar de facilitar la comunicación aumentas la confusión". Es lo que suele pasar en el juego político, donde un exceso puede rozar la manipulación: "Las palabras tienen un halo connotativo muy fuerte. Por eso el Gobierno abandonó la palabra trasvase, que se había cargado de negatividad". Antes de que la lluvia lo hiciera innecesario, éste recibió toda una colección de denominaciones con más meandros que el Ebro destinadas a negar la evidencia: desde captación-transferencia-traslado-aportación puntual de agua hasta conducción de caudales, pasando por interconexión temporal de cuencas hídricas o conexión de sistemas dentro de la misma demarcación hidrográfica.

Solucionado el abastecimiento de Barcelona, el otro gran tabú gubernamental es la palabra crisis, oficialmente desaceleración (aunque por momentos se nos conceda que acelerada). En 2000, el actual presidente de la agencia Efe, Álex Grijelmo, publicó La seducción de las palabras (Taurus), un libro sobre la manipulación lingüística en el que se analiza cómo funciona un término tan caro a los tecnócratas y tan extraño al común de los hablantes, que nunca desaceleran; como mucho, frenan. "El prefijo negativo des", explica Grijelmo, "se hace acompañar aquí del término positivo acelera, en otro ejemplo de contradicción seductora, alterando la percepción del concepto para embaucar a los electores. Así, creemos que la economía llevaba una marcha positiva muy acelerada, y que por eso no importa que pierda velocidad". Efectivamente, la combinación de prefijo negativo y término positivo es todo un clásico en la construcción de eufemismos: los que antes eran pobres ahora son desfavorecidos, y los libros que antes estaban agotados ahora aparecen como no disponibles.

Se atribuye a Talleyrand la ocurrencia de que el lenguaje le ha sido dado al hombre para que pueda ocultar el pensamiento, una idea que retrata tanto al hábil político (y ex obispo) de la Francia posrevolucionaria como a los de su gremio. En la política, en efecto, el eufemismo es moneda corriente. Se trata de un campo en el que "el encubrimiento siempre ha existido. Su máxima expresión sería la diplomacia, claro", apunta Antonio Elorza. Aunque tradicionalmente ese encubrimiento surgía más del pragmatismo que de la voluntad de engañar, el catedrático de Ciencia Política de la Universidad Complutense señala que el siglo XX asistió al perfeccionamiento de las técnicas de persuasión por el creciente peso en la política de la mercadotecnia y la propaganda. Y esa perfección tiene un nombre: Joseph Paul Goebbels, ministro de Instrucción Pública y Propaganda de Hitler y autor de aquella famosa frase según la cual una mentira repetida mil veces se convierte en verdad. Para Elorza, "el eufemismo como deformación consciente y sistemática proviene, sí, de los lenguajes totalitarios". Las dictaduras, en efecto, han dado perlas como la democracia orgánica de Franco o la República Democrática de Alemania del régimen comunista germano. Sin olvidar que el nombre oficial de la actual Junta Militar birmana es Consejo de Estado para la Paz y el Desarrollo. Al lado de la cruda realidad, la ficción inventada por George Orwell en su novela 1984 parece puro costumbrismo, por mucho que en la neolengua del régimen del Gran Hermano el Ministerio del Amor sea el encargado de mantener el orden (por los medios que sea) o el Ministerio de la Paz se dedique a los asuntos de la guerra. ¿Pero qué es eso comparado con llamar a un genocidio solución final o limpieza étnica?

Con todo, en democracia también se narcotiza a la población con un lenguaje "que dulcifica la realidad". Es lo que sostiene la filóloga y periodista Irene Lozano, autora de El saqueo de la imaginación (Debate), un ensayo subtitulado Cómo estamos perdiendo el sentido de las palabras. Lozano recuerda cómo a los reclusos de Guantánamo se les niegan sus derechos como presos de guerra considerándolos "combatientes enemigos ilegales", y habla de un personaje inquietante, Franz Luntz, consultor de los republicanos estadounidenses, que, entre otras cosas, recomendó evitar la palabra capitalismo. Para sustituirla nacieron "libre empresa" y "economía de mercado".

Con su consolidación, el eufemismo político llega a convertirse en seña de identidad. Términos como Estado español por España o Euskal Herria por Euskadi (y viceversa) identifican inmediatamente a quien los utiliza. "El gran problema", abunda Elorza, "es que se te escapa violencia por terrorismo e impuesto revolucionario por extorsión. Acabas metido en un bosque semántico". Para el profesor donostiarra, el nacionalismo es especialmente dado a la "traslación de significados". La última gran propuesta del lehendakari Ibarretxe se llama consulta y no referéndum, y lo que plantea no es la autodeterminación, sino el derecho a decidir. "¿Y quién no admite el derecho a decidir?", se pregunta Elorza. "El Gobierno vasco no puede hablar de independencia porque sabe que la quiere una minoría de la población, pero el derecho a decidir suena tan positivo que no se discute. Lo mismo sucede con la expresión 'sentirse cómodo', tan usada por los nacionalistas catalanes. En el fondo oculta la bilateralidad, es decir, Estado confederal, no federal".

Así las cosas, ¿cómo puede un eufemismo dejar de parecerlo? ¿Cuándo se integra en la lengua sin antecedentes penales? Elorza señala a la prensa como principal vía de limpieza. También ayuda, en el caso del lenguaje nacionalista, que sea asumido por un partido que no lo sea: "Es lo que hizo el PSOE al hablar de diálogo con ETA, algo que en política no existe". Según Elorza, el partido socialista es muy dado a los eufemismos. El PP, casi nada: "Prefiere la hipérbole". La cuestión de los eufemismos, tan pegados al poder, recuerda a la advertencia del descreído Humpty Dumpty de Alicia: "La cuestión no es saber qué significan las palabras, la cuestión es saber quién manda".

¿Perpetuo es siempre? El pasado 26 de mayo, Juan José Cortés, el padre de Mari Luz, la niña presuntamente asesinada por un pederasta reincidente, fue recibido en La Moncloa por José Luis Rodríguez Zapatero. Cortés explicó a la salida la propuesta que había llevado al presidente del Gobierno: que los pederastas cumplan cadena perpetua. Preguntado por la inconstitucionalidad de la medida, añadió: "Si no es perpetua, habrá que buscar otro nombre".Días después, Enrique López López, portavoz del Consejo General del Poder Judicial, propuso "prisión permanente". Y añadió "revisable" para bajar la temperatura de un adjetivo (perpetua, permanente) en el que sus promotores desembocan después de un razonamiento que lo hace indispensable: los pederastas no tienen cura y para ellos no sirve la reinserción que la Constitución predica como fin de las penas "privativas de libertad" (otro eufemismo). Pero si la solución es la cadena perpetua, el hecho de que sea "revisable" contradice la premisa que la hizo imprescindible: la imposibilidad de reinsertar a un pederasta. Y vuelta a la casilla de salida.

Eufemismos de uso común: Daños colaterales: Víctimas civiles.Servicio de inteligencia: Espionaje.Reajuste de precios: Subida de precios.Regulación de empleo: Reducción de plantilla, despidos.Desfavorecidos: Pobres.Desempleado: ParadoFaltar a la verdad: Mentir.Tráfico de influencias: Soborno.Centro penitenciario: Cárcel.Interno: PresoLucha armada: TerrorismoRealidad nacional: Nación.Interrupción del embarazo: Aborto.Residuos sólidos urbanos: BasuraTercera edad: VejezCaptación / aportación puntual de agua: Trasvase.Transferencia / traslado de agua: Trasvase.Desaceleración: CrisisLimpieza étnica: GenocidioCombatientes enemigos ilegales: Presos de guerra.Unilateralismo: Imperialismo.Economía de mercado:Capitalismo.País en vías de desarrollo: País pobre.Impuesto revolucionario: Extorsión.Violencia: TerrorismoDerecho a decidir: Autodeterminación.

Lo que dice la RAE: Crisis: Escasez, carestía (sexta acepción). Situación dificultosa o complicada (séptima). Desaceleración: Acción y efecto de desacelerar. Consulta: a) Acción y efecto de consultar (primera acepción). Parecer o dictamen que por escrito o de palabra se pide o se da acerca de algo (segunda acepción); b) Referéndum:Procedimiento jurídico por el que se someten al voto popular leyes o actos administrativos cuya ratificación por el pueblo se propone (primera acepción). (El País, 20/06/08).




Viñeta de Erlich 



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





HArendt




Entrada núm. 4996
Publicada originariamente el 20/6/2008
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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

miércoles, 5 de diciembre de 2018

[A VUELAPLUMA] ¡Feliz 40 cumpleaños, Constitución!





Mañana hace siete años que escribí en el blog la que es, hasta ahora mismo, la entrada más veces vista en Desde el trópico de Cáncer en los doce años de vida del mismo. No me parece que fuera una entrada especialmente interesante, salvo quizá, por los enlaces que en ella ponía a los textos que fueron jalonando todo el proceso constitucional. Hoy, que celebramos con satisfacción y orgullo el 40 aniversario de la aprobación en referéndum de la Constitución de 1978, reedito la entrada original del 6 de diciembre de 2011, y añado a la misma el artículo que con motivo de la efeméride escribía hace unos días el profesor Antonio Rovira, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad Autónoma de Madrid. Y al final de la entrada pueden ver algunas de las viñetas más famosas sobre la Constitución, publicadas a lo largo de últimos cuarenta años por los mejores dibujantes de humor españoles. Disfruten de ellas. ¡Ah, y Feliz Día de la Constitución!...




Escudo de Armas de España


Mañana se cumplen cuarenta años del referéndum que aprobó el proyecto de Constitución española de 1978. Como historiador, apegado a los documentos por deformación profesional, les invito a conmemorar el aniversario compartiendo con ustedes varios de ellos sobre la Constitución española:

1.- Proceso parlamentario de tramitación y discusión del proyecto de Constitución (Diarios de Sesiones de las Comisiones constitucionales de Congreso y Senado y de los plenarios de ambas cámaras). 

2.- Diario del Sesiones del Pleno del Congreso de los Diputados, de 31 de octubre de 1978, que aprobó el proyecto de Constitución.






Congreso de los Diputados, Madrid (España)



¿Qué festejamos el 6 de diciembre?, comienza preguntándose Antonio Rovira. Sin duda, añade, nuestro acontecimiento político más glorioso, porque también se conmemoran momentos tristes y se recuerdan derrotas. En este caso celebramos la restauración de la democracia mediante la aprobación de la Constitución, que por fuerza está un poco gastada pero a la que le rendimos culto por los grandes servicios prestados.

¿Qué es pues la Constitución? Desde luego no es el fin, no tiene nada que sea trascendente. La Constitución es una herramienta. ¿Hay que recordarlo? Es un producto nuestro, incluso demasiado nuestro, parcial, imperfecto, caprichoso, interesado, que envejece como cualquier otra materia. Es un contrato social con un montón de cláusulas, enunciados y palabras que ordenan una comunidad estableciendo quién puede ejercer el poder y en qué condiciones, cómo se hacen las leyes y cuáles son nuestros derechos. Y, como todo contrato, resulta más difícil reformarlo que aprobarlo.

Además, en la Constitución nada puede darse por sentado porque sus palabras también son apariencia, aproximación, juego y nunca son inofensivas, siempre esconden intenciones. No tenemos otra forma de hacer las cosas. Los enunciados de la Constitución también son una máscara y no son nada hasta que se aplican.

Pero por muy enciclopédica que sea la Constitución, es muda, necesita que alguien hable por ella, y ahí está el problema porque, cuando hablamos, cuando interpretamos, lo hacemos con nuestro cerebro y por tanto a partir de prejuicios, ideologías e intereses que fácilmente pueden hacer decir a la Constitución lo contrario de lo que nos propusimos que dijera.

Entonces, ¿quién manda? Sin duda aquellos que dan voz a las palabras, aquellos que disponen de los medios para dominarlas, eso es todo porque una misma palabra cambia de sentido de acuerdo con la fuerza que se apodera de ella, y, claro, ahora que regresa el runrún autoritario y espiritual, si no fabricamos resistencias y desvelamos sus intenciones, estamos perdidos y ya vamos un poco contra corriente.

Pero ¿cómo íbamos a imaginar que las palabras fundamentales correrían tanto peligro? Solo hay que ver cómo se están transformando conceptos como democracia, Constitución, libertad, federalismo… Y qué me decís del término “seguridad”, bajo el que se han logrado los mayores avances en derechos y libertades y ahora se utiliza para justificar desproporcionadas e insólitas restricciones y sanciones.

No es esto. La seguridad no se logra automáticamente cuando se aprueba la Constitución, cuando se crea un determinado orden con sus instituciones y procedimientos. Qué fácil sería. Las dictaduras proporcionan siempre orden, incluso certeza, pero también temor y mucha inseguridad. ¿Cómo podemos olvidarlo?

En cambio, en democracia, el derecho a la seguridad consiste en vivir con el convencimiento de que el orden constitucional garantiza efectivamente las exigencias humanas de libertad, igualdad, justicia, solidaridad…, que vivimos con la tranquilidad, con la convicción de que nuestros derechos están protegidos frente a los demás y frente a los más fuertes.

Seguridad entonces no solamente por el orden instaurado, sino por el resultado alcanzado, por la certeza de que podemos expresarnos sin temor a ser censurados o incluso sancionados por una canción de mal gusto, que podemos manifestarnos sin temor a ser sancionados con desproporcionadas e intimidatorias multas y que podemos pasear de madrugada por la plaza Mayor sin temor a ser asaltados o detenidos, y cuando pasa, conocemos el camino para encontrar protección.

Otras palabras sin embargo no cambian, simplemente se vacían hasta no decir nada. Las repetimos, pero sin convicción, y como el eco se van desvaneciendo hasta que dejamos de entenderlas. “Federalismo”, por ejemplo, ¿acaso es una posición que puede realizarse o se dice porque no se sabe qué otra cosa decir, como un gesto, una pose que ni se siente en la piel ni acelera los latidos del corazón? De lo que no tengo duda es de que la palabra federalismo se ha convertido en un trasto, en una carga que por sí sola divide y frena cualquier acuerdo. Además, es una palabra que nace del recuerdo y nuestra experiencia federal no es precisamente ejemplar.

Quizá se quiera utilizar como un inapelable argumento técnico, la técnica como única verdad, pero jurídicamente el federalismo también se ha vaciado, y si no que me expliquen cómo se autentifica un sistema federal y con qué criterios: origen, competencias, un Senado…, y quién firma el certificado. En fin, ¿qué es lo que lo hace único? ¿Qué le falta a nuestra autonomía para ser digna de su nombre?

Admitámoslo, el federalismo como modelo ya no supone una diferencia. ¿Dónde quedan las viejas relaciones entre los Estados basadas en la idea de soberanía? Solo veo federalismos centralizados y cooperativos con fórmulas para compartir responsabilidades entre los niveles estatal, federal y con base en la teoría de las relaciones intergubernamentales, que insiste en la idea de relación antes que en la de conflicto para decidir qué Gobierno hará frente a cada una de las demandas ciudadanas y quién va a financiarlas. ¿Acaso no es esto lo que estamos discutiendo aquí? En fin, que la confrontación entre federalismo y autonomía no se sostiene, son conceptos que no tienen un significado más allá del ordenamiento que los utiliza y concretarlos es la tarea política de cada uno de ellos.

Y, ¿cómo no?, también se está trivializando la “libertad”. Cuando la Constitución dice libertad no se está refiriendo a la libertad formal sin efectos ni consecuencias, sino a la libertad en concreto, la libertad de elegir, de equivocarse, a la libertad como autonomía personal, como la capacidad para poder decir “no”, porque defendemos los derechos humanos para realizarnos, pero también para defendernos y resistir.

¿Y los deberes?, me preguntan los escépticos. Respetar tus derechos es mi deber, les contesto. Cuando decimos derechos también estamos diciendo deberes, obligaciones, restricciones, límites. Que no se preocupen, no puede haber derechos sin deberes, pero, ¡ojo!, tampoco debe haber deberes sin derechos.

Pues bien, los derechos/deberes son la finalidad de la Constitución, y con esto sería suficiente si no fuera porque es muda y hay que leerla, hay que aplicarla y los encargados de hacerlo están fracasando. Estamos metidos en una época de decadencia política donde las instituciones, los poderes, el propio Estado y por supuesto la Universidad, tal como eran, están desapareciendo. Existen pero han perdido el poder y ha empezado su descomposición. ¿No veis cómo se están hinchando? Han perdido la vida aunque seguirán existiendo durante décadas, y el que no lo vea es porque no se atreve a mirarlos.

Pero, a pesar de todo, “¿por qué otro mundo, Señor, si para mí, como este, no puede haber otro mejor?” (J. Maragall).


Dibujo de Eduardo Estrada para El País



Desde este enlace pueden ustedes acceder al Especial (un docuweb de textos e imágenes interactivos) que El País dedica al 40 aniversario de la Constitución.

Y para terminar, les dejo con algunas viñetas de los mejores dibujantes de humor españoles, publicadas a lo largo de estos cuarenta últimos años en homenaje a nuestra Constitución.






Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 



HArendt






Entrada núm. 4678
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sábado, 2 de enero de 2016

[Poesía y humor] Hoy, "Puedo escribir los versos más tristes esta noche", de Pablo Neruda



Pablo Neruda


La UNESCO declaró el año 2000, al instituir el Día Mundial de la Poesía que se celebra cada 21 de marzo, que el mundo contemporáneo tiene necesidades estéticas y sociales que la poesía puede cubrir, así que, aunque a algún purista le parezca una blasfemia lo que pretendo hacer, durante unas semanas voy a unir en la misma entrada algunos de los más bellos poemas del pasado siglo escritos en español y a mis dibujantes de viñetas cotidianas preferidos. Lo hago sin pretensión alguna de originalidad, aun reconociendo que meter en el mismo envoltorio un poema y unas viñetas humorísticas, por muy preñadas que estén estas últimas de crítica social y realismo cotidiano, puede no resultar una fórmula afortunada.

Comienzo hoy la serie de poemas del siglo XX con el famoso Poema 20, de Pablo Neruda, seudónimo de Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto (1904-1973), poeta chileno, considerado entre los más destacados e influyentes artistas de su siglo. Como el más grande poeta del siglo XX en cualquier idioma, según Gabriel García Márquez. Entre sus múltiples reconocimientos, destacan el Premio Nobel de Literatura en 1971 y un Doctorado Honoris Causa por la Universidad de Oxford. Ningún poeta del hemisferio occidental de nuestro siglo admite comparación con él, ha dicho también sobre él el crítico literario Harold Bloom, que lo considera uno de los veintiséis autores centrales del canon de la literatura occidental de todos los tiempos. Fue un destacado activista político, senador, miembro del Comité Central del Partido Comunista, precandidato a la presidencia de su país y embajador en Francia. Murió unos días después del golpe de estado del general Pinochet en Chile, probablemente envenenado.

Las viñetas que acompañan la entrada de hoy son todas del dibujante Forges y se han publicado durante estos últimos días en El País.

Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



***


POEMA 20

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada, 
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos".

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería. 
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. 
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. 
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. 
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca. 
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos 
           árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. 
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis
          brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.

Pablo Neruda
 

***

VIÑETAS DE FORGES





Entrada núm. 2559
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