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sábado, 12 de noviembre de 2022

[ARCHIVO DEL BLOG] Historias de la UNED. Año 1987: Sus alumnos reivindican una universidad mejor. [Publicada el 3/11/2014]



Emblema de la UNED


A los alumnos pasados, presente y futuros de la UNED.
A la mejor generación de representantes de los alumnos:
mis compañeros y amigos de los años 80

En una fecha que me resulta imposible de precisar de comienzos de 1987, el Consejo General de Alumnos de la UNED, compuesto por los sesenta representantes del alumnado de las distintas facultades y escuelas en el Claustro General de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), se reunió durante dos días en el Pazo de Mariñán (Galicia). 

De allí salió un borrador de lo que unos meses más tarde se convertiría en la famosa Tabla Reivindicativa de los alumnos de la UNED, como "programa que de forma permanente recogía sus aspiraciones en orden a la adecuación del mandato del artículo tercero de los Estatutos de la universidad a la realidad social, económica, cultural y académica de su entorno". La reunión de Mariñan la organizaron con singular eficiencia varios alumnos gallegos de la UNED, miembros de su Consejo General, entre los que creo recordar estaban Antonio M. Díaz, Andrés Vázquez, Milagros Ezquerro y Luisa María Martínez, todos ellos de La Coruña. 

Los estudiantes universitarios de 1987 ya no eran los alborotadores que entre los 60 y 70 del pasado siglo pusieron en jaque al régimen franquista y fueron perseguidos en los campus por la policía montada de los "grises". Eran ya por fortuna otros tiempos, de democracia incipiente pero consolidada, aunque las carencias de la vida universitaria eran prácticamente las mismas, carencias que en la UNED su suplían como se podía gracias al entusiasmo de sus profesores, tutores y alumnos. Alumnos la mayor de los cuales eran cuarentañeros que no habían podido acceder en su momento a los estudios universitarios; aunque también los había mucho más jóvenes, jóvenes que por razones varias: trabajo, domicilio, familia... habían optado por los estudios a distancia para poder acceder a la universidad.  

Creada en 1973 la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) es hoy la mayor universidad pública española por el número de sus estudiantes, más de 260.000, que se reparten entre 27 títulos de grado, 65 de másteres, 18 de doctorado y más de 600 de formación permanente, impartidos desde su sede central en Madrid y con la inestimable colaboración de sus 62 centros asociados en España y 15 en el extranjero, repartidos por Europa, África y América.

De la UNED, mi alma máter, no puedo hablar sino bien. A pesar de sus muchas carencias en aquellos años nos dió la oportunidad a miles de españoles que en su momento no pudimos hacerlo, por las circunstancias que fueran, de acceder a los estudios superiores. ¿En qué medida las reivindicaciones de sus alumnos de hace casi treinta años influyeron en el desarrollo posterior de la UNED?. No tengo manera de saberlo, pero en todo caso me satisface enormemente poder haber participado junto a otros muchos alumnos pasados, presentes y futuros en el ilusionante proyecto de desarrollo y consolidación de la UNED.

Les dejo más abajo la Tabla Reivindicativa (1987) elaborada por los representantes de los alumnos en el claustro general de la universidad, tabla que alcanzó justa fama en su seno. 

Una anécdota final. En 1985, en la primera sesión del claustro constituyente que debatiría y aprobaría finalmente el proyecto de estatutos de la UNED, la primera enmienda que se discutió fue una de los representantes de los alumnos que pedían que la universidad tuviera un nombre propio y `personal, no genérico, que la reconociera y en que se reconociese como tal. Para ello, proponían que la UNED pasara a denominarse "Universidad Nacional Miguel de Cervantes". Perdieron esa primera votación, pero luego ganaron muchas otras... Por eso, la UNED de hoy es nuestra indiscutible alma máter, pero también nuestra hija.  

Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt







Pazo de Mariñán (La Coruña, Galicia)




TABLA REIVINDICATIVA DEL ALUMNADO DE LA UNED


El Consejo General de Alumnos, reunido en Madrid los días 4 y 5 de julio de 1987, se ha planteado la elaboración prioritaria de un Programa reivindicativo que de forma permanente recoja sus aspiraciones en orden a la adecuación del mandato del art. 3 de los Estatutos de la Universidad a la realidad social, económica, cultural y académica de su entorno.

A tal fin, el Consejo General acuerda:

1.º Exigir del Estado, en base a la responsabilidad contraida por el mismo a través de la Disposición Adicional 1.ª de la Ley de Reforma Universitaria, la adecuación inmediata de los presupuestos de la UNED, como única universidad estatal, para que pueda desarrollar de forma eficaz los finesy objetivos para los que fue creada y que se explicitan en el art. 3 de los Estatutos.

2.º Exigir de la Universidad el cumplimiento de los requisitos de eficacia, economía y celeridad porpios de toda administración pública, y en concreto, la agilización de los trámites de matriculación, concesión o denegación de becas, remisión del material didáctico a los centros asociados y notificación de los resultados de los exámenes a los alumnos.

3.º Exigir de la universidad el pronunciamiento definitivo de la misma sobre el límite de permanencia del alumnado que establece el artículo 27, 13 de los estatutos.

4.º Exigir de la Junta de Gobierno de la universidad la creación de la comisión de metodología y medios de la educación a distancia que establece el artículo 87 de los estatutos.

5.º Exigir de la Junta de Gobierno la concreción de un calendario que garantice en el seno de la universidad la discusión por todos los estamentos de la misma y a todos los niveles de las propuestas de directrices propias elaboradas por el Consejo de Universidades.

6.º Exigir de la Junta de Gobierno, con carácter de urgencia, la elaboración del reglamento que determina el artículo 44, 7 de los estatutos sobre corrección de las irregularidades que se detecten en la docencia y en los éxamenes.

7.º Solicitar la modificación de los actuales criterios de subvención por parte de la universidad a los centros asociados de la misma de forma que repercuta en estos, al menos, el 50 por ciento de la totalidad de lo recaudado por los mismos en concepto de tasas.

8.º Exigir de la Junta de Gobierno el desarrollo de los artículos 70 y 80 de los estatutos, determinando la dotación mínima presupuestaria material y personal conque deben contar los centros asociados para autorizar su funcionamiento, supliendo la propia universidad las situaciones deficitarias que no alcancen ese nivel mínimo.

9.º Demandar la ceación de las condiciones presupuestarias que permitan la progresiva transformación de los centros asociados en centros propios de la universidad, de acuerdo con lo establecido en el artículo 71 de los estatutos.

10.º Demandar el establecimiento inmediato por parte de la Junta de Gobierno de los instrumentos de control de las actividades académicas de los centros asociados que garanticen la calidad de sus enseñanzas y la tutorización de las asignaturas por parte de sus profesores tutores.

11.º Demandar el establecimiento de las dotaciones presupuestarias necesarias para el eficaz funcionamiento de la representación de los alumnos en los centros asociados, garantizando su participación paritaria con los demás estamentos universitarios en el desarrollo de sus actividades académicas.

Para la consecución de estos objetivos el Consejo General de Alumnos acuerda desarrollar con carácter inmediato las siguientes actuaciones:

1.º Instar la efectiva descentralización económica y funcional a efectos presupuestarios de facultades, escuelas y departamentos.

2.º Demandar el aumento significativo de las subvenciones de la universidad a los centros asociados.

3.º Solicitar la revisión del actual sistemas de becas mediante la aplicaci´pon de criterios que respondan a la diversidad característica del alumnado de la UNED y a su situación social.

4.º Demandar el aumento sustancial de los fondos destinados a subvencionar la celebración de talleres, seminarios, convivencias, etc..., tanto entre profesores como entre alumnos y de unos con otros.

5.º Rebajar los precios del material didáctico y exigir la gratuidad de los sobres de matrícula y los programas de las asignaturas.

6.º Solicitar la creación de un colegio mayor por parte de la UNED que centralice las reuniones y estancias del alumnado y de los profesores tutores en sus actividades y desplazamientos a la sede central de la universidad con criterios de economía y racionalidad.

7.º Elaboración de una propuesta de reforma del actual sistema de evaluación del alumnado que determina el artículo 92 de los estatutos.

8.º Exigir el cumplimiento de las actividades académicas mínimas que determina el artículo 88 de los estatutos.

9.º Exigir de los departamentos de la universidad la regulación de:

9.a) Establecimiento de reglamentos de régimen interior (artículo 10 de los estatutos).

9.b) Regulación de la participación de los alumnos en las tareas de investigación (artículo 11 de los estatutos).

9.c) Regulación de las normas para la concesión de la "venia docendi" a los profesores tutores, garantizando la ratificación anual de los mismos por los consejos de departamento respectivos.

9.d) Exigencia de la elaboración de los planes anuales de actividades, asi como de las memorias, que para los departamentos establecen los artículos 12 y 13 de los estatutos.

9.e) Exigir de las juntas de facultades la elaboración de los planes anuales de actividades que recoge el artículo 30, 4, así como para los departamentos el artículo 88, 1,  de los estatutos. 

10.º Exigir que la tramitación de matrículas, con su correspondiente confirmación o anulación, sea conocida por los alumnos como más tarde en el mes de enero de cada año, así como que la recepción de los respectivos carnets de facultad se produzca antes del 30 de noviembre de cada año.

11.º Exigir la dotación material y personal que resulte necesaria para el negociado de becas, procediendo a su informatización total, de manera que el alumno conozca dentro de un plazo prudencial si su solcitud ha sido aceptada o denegada.

12.º Exigir que el material didáctico se encuentre en los centros asociados a disposición de los alumnos antes del primero de octubre de cada año.

13.º Exigir la existencia en todos y cada uno de los centros asociados del fondo editorial de la UNED en libros y medios audiovisuales, al menos de dos ejemplares por título, y de toda la bibliografía básica recomendada por los respectivos departamentos de la universidad.

14.º  Exigir la dotación material, técnica y humana precisa para agilizar la intercomunicación alumno-centro asociado-sede central, imprescindible en una universidad como la UNED.

15.º Solicitar la definición concreta de las funciones y competencias del nuevo virrectorado de alumnos en lo referente a la convocatoria y asistencia de los representantes del alumnado en cualquiera de los órganos de la universidad.

16.º Demandar la posibilidad de acceso de la delegación de alumnos, a través única y exclusivamente del delegado nacional de alumnos de la UNED a la asesoría jurídica de la universidad en solicitud de infomación o dictámenes sobre asuntos de su competencia.

17.º Determinar los procedimientos por los cuales la custodia y transporte de las valijas de exámenes sea competencia exclusiva de los respectivos tribunales, compensando económicamente a sus miembros en las condiciones que se estimen idóneas.

18.º Instar el traslado y establecimiento de las facultades y departamentos en sus nuevos edificios como más tarde para el mes de septiembre de este año.

Declaración final:

La incorporación de España a las Comunidades Europeas va a suponer a medio y largo plazo la transformación radical de la enseñanza universitaria, de las titulaciones profesionales e incluso de los hábitos culturales de nuestro pueblo. Una universidad como la UNED debe y puede garantizar a todos los ciudadanos el acceso en condiciones de igualdad a los estudios superiores y a las nuevas titulaciones que la sociedad futura demandará. Consciente este Consejo General de Alumnos de lasgeneralizadas carencias de la universidad española, y en concreto, de la insuficiente utilización de las técnicas y experiencias más idóneas de la enseñanza a distancia específicas de esta universidad, ha elaborado los criterios de actuación que anteceden -revisables de acuerdo con las circunstancias- para que sirvan de guía y línea de actuación de los representantes de los alumnos en su empeño de transformar las estructuras de la UNED y conseguir que nuestra universidad responda a las necesidades reales que demanda la sociedad de nuestro tiempo.

En Madrid, a 5 de julio de 1987.




  Los Reyes de España presiden la apertura del Curso 2012-2013 en la UNED



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"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)

sábado, 27 de junio de 2020

[ARCHIVO DEL BLOG] Vida y literatura. Publicada el 19 de marzo de 2010



Portada de Los grandes libros, de David Denby


Nunca quedo defraudado en mi ineludible y ansiada cita mensual con "Revista de Libros". En su último número (el 159, marzo 2010), aparte de un buen número de interesantes artículos, leo dos frases del escritor austríaco Thomas Bernhard (1931-1989) que me han resultado llamativas. Dicen así: "La literatura puede ofrecer la solución de la existencia". Y esta otra, lapidaria, sobre los premios: "Aceptar un premio no quiere decir otra cosa que dejarse defecar en la cabeza, porque a uno le pagan por ello". ¿Excesivo? No me lo parece; desde luego irreverente, la última, sí; por fortuna. Ambas están tomadas de sendos artículos de los críticos literarios Martín Schifino ("El intransigente") y Félix Romeo ("El premiado recibe los insultos") sobre el autor citado, que pueden leer en los enlaces anteriores.

Antes, en el mismo número, el escritor José María Guelbenzu, en relación con  el comentario que formula sobre los "Cuentos completos" de Juan Carlos Onetti, dice lo siguiente: "Una regla no escrita sostiene que el verdadero valor de una obra se manifiesta en el tiempo. Una forma clásica de dar tiempo al tiempo es la relectura, y una relectura fiable al respecto es aquella que se hace poniendo uno o, mejor, dos decenios de por medio, es decir dando margen suficiente a la evolución personal del lector. La respuesta más positiva de la obra o libro es que la segunda lectura sea más enriquecedora, más madura, más compleja y más clara a la vez; y la tercera, si cabe, que sea aún más cumplida, es decir, que sea capaz de acompañar al lector a medida que éste va ganando en años por la vida y ampliando su experiencia. Dese por seguro que un libro capaz de responder al lector a lo largo de las diferentes edades de éste es una pieza de verdadera importancia: ahí están la Ilíada, la Biblia, Shakespeare o Cervantes para demostrarlo".

Leí los tres artículos esta mañana mientras esperaba, en la consulta del ambulatorio, a que me recibiera mi médico de cabecera, a ver si era capaz de calmarme una tos que me impide dormir por las noches, -salvo que me quede sentado en un sillón-, desde hace más de diez días. Su lectura me hizo recordar un precioso libro del crítico cinematográfico del New Yorker, David Denby, que tomé prestado de la Biblioteca Pública del Estado en Las Palmas en septiembre de 2003. Se titulaba "Los grandes libros. Mis aventuras con Homero, Rousseau, Woolf y otros autores indiscutibles del mundo occidental" (Acento Editorial, Madrid, 1997).

Denby relata en él con bastante humor y una buena dosis de nostalgia, su vuelta a la Universidad de Columbia, en Nueva York, su alma mater, veinte años después de concluir sus estudios en ella, para matricularse de nuevo como simple experiencia vital, en el curso de Literatura de la citada universidad, obligatorio en todas los grados de Humanidades y Ciencias, que incluye una serie de lecturas de clásicos de la literatura universal, agrupadas en lo que se conoce como el "Core Curriculum del Columbia College", y que en dos semestres académicos acomete el estudio de  la "Ilíada" y la "Odisea", de Homero; "Historia", de Heródoto; "Orestiada", de Esquilo; "Edipo rey", de Sófocles; "Las nubes", de Aristófanes; "Apología de Sócrates" y "El Banquete", de Platón; "Historia de la guerra del Peloponeso", de Tucídides; "Medea", de Eurípides; el "Génesis""El libro de Job" y los "Evangelios" de Lucas y Juan, de la Biblia; "Eneida", de Virgilio; "Confesiones", de San Agustín, "Comedia", de Dante; "Decamerón", de Bocaccio; "Ensayos", de Montaigne; "Don Quijote de La Mancha", de Cervantes;  "Hamlet", de Shakespeare; "Orgullo y prejucio", de Jane Austen; "Crimen y castigo", de Fyodor Dostoevsky; y "Al faro", de Virginia Woolf.

Esa lista de lecturas, o similares, obligatorias en casi todas las universidades norteamericanas, me provocó una agridulce sensación de frustración, y de envidia. La primera no tenía mucha razón de ser pues de todos los libros citados sólo tengo tres sin leer; no les confieso cuales, por pudor. La envidia, no; esa no se me ha pasado, y cuando veo los "planes de estudio" de las facultades humanísticas españolas, no es que me crezca la envidia: lisa y llanamente se me abren las carnes..., de vergüenza. No digamos las de ciencias, absolutamente desvinculadas de cualquier "saber" humanístico o literario.

Nunca me he trazado un "plan de lecturas" vital, ni a corto, medio, ni a largo plazo. Leo de forma desordenada, con gran predominio de los clásicos sobre los modernos, y del ensayo sobre la ficción. A pesar de ello, o quizá por ello, tengo dos premisas que sigo de forma más o menos consciente: Una, desconfiar de los libros que obtienen premios literarios tan mercantilizados, por ejemplo, como el Planeta (que me perdonen los galardonados, que no tienen la culpa de mi fobia), y dos, reafirmarme en mi intuitivo criterio de que después de los clásicos griegos, todo lo demás es mera paráfrasis.

Aprovecho para recomendarles otro precioso libro sobre el denostado "canon de lecturas occidental", escrito por el renombrado profesor y crítico literario Harold  Bloom. Se titula "¿Dónde se encuentra la sabiduría?" (Santillana, Madrid, 2005). He intentado localizarlo en la desastrosa organización de mi biblioteca familiar (en tres casas dintintas), pero me ha sido imposible. HArendt




Biblioteca Nacional de España, Madrid



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domingo, 24 de mayo de 2020

[ESPECIAL DOMINICAL] Las leyes de la amistad





"Mi tío bisabuelo, Matt Plunkett, -escribe en el Especial dominical de esta semana [Las leyes de la amistad. Letras Libres, 1/5/2020] la profesora de la Facultad de Leyes de la Universidad de New Hampshire, Leah Plunkett- era el sheriff de Deadwood, Dakota del Sur, en 1906, cuando Buffalo Bill Cody llegó a la ciudad. En una imagen aparece con su bigote al lado de Buffalo Bill, los dos junto a una estatua de Wild Bill Hickock, que había sido asesinado décadas atrás por una bronca relacionada con una partida de póker en una taberna local. Según la descripción, Buffalo Bill estaba en Deadwood para rendir homenaje a su colega pistolero; no sé muy bien por qué estaba ahí mi tío. Quizá para mantener la paz.

La amistad es una de nuestras relaciones cercanas más anárquicas. Por eso es la relación humana dominante en nuestro mundo digital actual, que es una especie de Salvaje Oeste del siglo XXI. Las redes sociales están construidas sobre la idea de compartir información privada, igual que las amistades en el mundo real. La tecnología nos anima a compartir nuestra información pero también la de la gente a nuestro alrededor. ¿Cuál es la categoría más grande de gente con la que interactuamos cada día? Nuestros amigos, desde los de plata a los de oro, y también los que son de otro tipo de metales.

El vínculo entre amigos se produce a través de emociones, costumbres y normas, no se define legalmente como en el matrimonio o la paternidad, que imponen obligaciones. Cualquiera puede ser amigo de cualquiera, y cuantos más amigos tengamos mejor. Pero con el surgimiento del dominio digital, la amistad se ha resentido. Tanto en el mundo online como en el mundo real, podemos compartir información sobre nuestros amigos sin su permiso y sin restricciones legales (aunque existen los delitos de calumnias o injurias).

La información compartida entre amigos puede acabar viéndola gente fuera de nuestro círculo de amistades, una audiencia que no era la que se buscaba. Un ejemplo es el escándalo de hace unos años en el grupo de Facebook de Harvard. La universidad consideró las bromas internas racistas y ofensivas que hicieron en el foro algunos alumnos un motivo suficiente para revocar su admisión.

A veces compartimos información de un amigo sin querer. Por ejemplo, las confidencias entre cercanos pueden ver la luz y llegar al público sin que nos demos cuenta; basta un correo electrónico poco cuidadoso o una configuración de privacidad equivocada en Facebook. Cada vez más –y les pasará tarde o temprano a nuestros hijos–, cuando solicitamos empleo, nuestros empleadores usan las redes sociales u otros rastros digitales disponibles para averiguar cosas sobre nosotros y juzgarnos. Por eso lo que nuestros amigos revelan de nosotros es bastante importante.

Nuestras amistades online también nos pueden meter en problemas legales. Las redes sociales ya se están usando para detener a gente que intenta cruzar la frontera de Estados Unidos. Ha habido agentes fronterizos que han analizado los mensajes digitales de amigos de quienes quieren cruzar y los han considerado sospechosos o peligrosos.

La vida digital y la tendencia a compartir demasiado nuestra vida privada han dado pie a un ejército de vigilantes y espías. Una especie de KGB de la amistad, formada por individuos contratados por empresas tecnológicas para perseguir las ilegalidades que nos permiten nuestros amigos, impone una vigilancia sistémica y un control completo sobre nuestras vidas online.

Todo el mundo sabe que Facebook usa nuestra información para controlar sus interacciones con nosotros, incluido lo que nuestros amigos comparten y vemos en nuestro tablón.

Pero pocos conocen las empresas que suele haber detrás de nuestras interacciones y que utilizan nuestra información en secreto y sin control en busca de sus propios objetivos, como cuando los datos de amigos de usuarios de Facebook llegaron a la empresa de consultoría política Cambridge Analytica (sin que esos usuarios dieran permiso o tuvieran conocimiento) y se usaron en anuncios políticos.

En medio de este caos, la amistad sigue siendo algo desregulado. No necesitas una licencia para hacerte amigo de alguien, pero sí la necesitas para casarte. No asumes obligaciones legales cuando te haces amigo de una persona, como cuando tienes un hijo. No entras en ningún tipo de contrato, ni escrito ni implícito, como cuando compras algo.

Cuando eres adolescente o adulto, puedes hacer amigos en áreas reguladas: compañeros de piso, compañeros de trabajo, los padres de los amigos de tus hijos, amantes. Pero desde una perspectiva legal, la amistad ha sido algo históricamente indefinido. Hay 210 opiniones publicadas por el Tribunal Supremo estadounidense que contienen la palabra “amistad”. Por comparar, hay más de 1.000 que contienen la palabra “matrimonio”. La mayoría de los casos sobre “amistad” ni siquiera discuten la experiencia personal y cotidiana de ser amigo de alguien. Son sobre tratados internacionales, o barcos cuyos nombres incluyen la palabra “amistad”, o situaciones en las que la amistad afecta inevitablemente la aplicación de los derechos legales de alguien, o situaciones muy alejadas de alguien con quien juegas en el recreo o escribes tras un mal día.

Pero últimamente está tomando forma una definición legal de la amistad. Como la amistad no tiene leyes y el espacio de las redes sociales está muy poco regulado, muchas jurisdicciones han considerado necesario aprobar leyes contra el cyberbullying o el acoso digital.

Claramente estas leyes no establecen lo que tienes que hacer para ser un amigo; establecen lo que no debes hacer y que te convertiría en un acosador. Sin embargo, si imaginamos lo opuesto al bullying, podemos ver qué considera la ley como amigo.

Tomemos un ejemplo de Nuevo Hampshire, donde trabajé como asistente legal de un abogado que representaba a clientes jóvenes y donde ahora soy profesora de derecho. La Ley de seguridad estudiantil y prevención de la violencia (2000) para estudiantes de primaria y secundaria dice que el bullying ocurre cuando un alumno hace una o varias de las siguientes cosas a un compañero: Daña físicamente a un alumno o la propiedad de un alumno; provoca malestar emocional a un alumno; interfiere con las oportunidades educativas de un alumno; crea un entorno educacional hostil; o trastorna sustancialmente el correcto funcionamiento de la escuela.

El cyberbullying ocurre cuando se producen estos comportamientos con dispositivos electrónicos. Démosle la vuelta. Para ser un amigo, un estudiante tiene que: apoyar físicamente o ayudar a mejorar a un compañero o proteger su propiedad; proporcionar bienestar emocional a un compañero; apoyar o incentivar las oportunidades educativas de un compañero; crear un entorno educacional positivo; proteger sustancialmente el correcto funcionamiento de la escuela.

Para ejercer la “ciberamistad”, este comportamiento tiene que producirse en un entorno digital.

La ley de Nuevo Hampshire no propone convertir a los estudiantes en amigos, pero está implícita en la prevención del bullying la promoción de la amistad. Y la promoción de la amistad ya se produce en las escuelas a través de tecnologías educativas que promueven el aprendizaje social y emocional y en un currículo que premia con puntos el comportamiento prosocial.

La promoción de la amistad es un objetivo positivo en teoría pero no debería ser dictatorial. Si te pudieran castigar por no ser un buen amigo en vez de por ser un acosador, esto dañaría la parte anárquica y sin leyes que convierte a la amistad en algo tan estimulante.

Damos por hecho que la amistad no tiene leyes. Imagina ir al ayuntamiento a por una licencia para ser amigo de alguien. Es absurdo. Imagina tener que pagar una pensión a un examigo. Es ridículo. Pero los ejemplos que he puesto sobre control de la amistad tienen grandes implicaciones en la amistad individual y también en la propia institución de la amistad. Aunque te parezca bien que haya un control de la amistad en una situación particular –por ejemplo, si crees que decir cosas racistas justifica que te impidan acceder a una universidad–, merece la pena reflexionar sobre la estructura y deseabilidad de un control de la amistad.

Aspiramos continuamente a proteger nuestras libertades, pero también tenemos que proteger la naturaleza de una amistad sin leyes. A medida que la amistad se va volviendo más legal, más controlada por hipervigilancia y por gente como mi tío Matt, desaparecen la lealtad, la afinidad y la confianza, y la amistad se convierte en algo estratégico, en algo intercambiable y surge una especie de dilema del prisionero (“No desvelaré lo que sé de ti si tú no desvelas lo que sabes de mi”). Tenemos que seguir homenajeando los vínculos de amistad que son anárquicos por naturaleza, que abren nuevas fronteras en nuestro interior". 

El Especial de cada domingo no es un A vuelapluma diario más, pero se le parece. Con un poco más de extensión, trata lo mismo que estos últimos, quiza con mayor profudidad y rigor. Y lo subo al blog el último día de la semana pensando en que la mayoría de nosotros gozará hoy de más sosiego para la lectura.



La profesora Leah Plunkett



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sábado, 11 de abril de 2020

[ARCHIVO DEL BLOG] Ciudad y democracia. Publicada el 9 de octubre de 2009





Al concluir mis estudios de licenciatura en Geografía e Historia en la UNED, y después de haber abandonado unos antes, a la mitad los de Derecho, y después los de Ciencias Políticas, me planteé hacer un doctorado en esa última rama.  Ya lo había intentado en Geografía e Historia, pero en Ciencias Políticas era la opción académica que siempre me había atraído más. Diversos avatares profesionales y personales hicieron que la cuestión no pasara de mero proyecto, pero llegué a proponer al profesor Santos Juliá dos temas como posibles a la hora de acometer la tesis doctoral que culminaría mi paso por la universidad. Uno fue el del papel del Senado en las democracias modernas, asunto que siempre me había atraído, y me sigue atrayendo, dada la escasa relevancia que la Constitución y los sucesivos gobiernos le han dado al español. El otro asunto posible objeto de esa tesis "non nata" era el del papel de la ciudad como sujeto y objeto de renovación democrática; en cierto sentido, una vuelta al ámbito originario de la democracia participativa, siguiendo la estela de pensadores como Hannah Arendt.

Esta es, también en cierto modo, la tesis del filósofo, escritor y periodista Josep Ramoneda, que el pasado 19 de agosto escribía un interesantísimo artículo en El País, titulado Hacia una Europa de las ciudades, en el que venía a decir que frente al carácter cerrado de la nación, el ámbito urbano es el lugar idóneo para forjar una identidad abierta, la que necesita la nueva conciencia europea, que sea políticamente solidaria y capaz de compartir la soberanía.

La cultura nacional es una cultura cerrada y unitaria, dice. Se basa en la presunta homogeneidad de los ciudadanos que pueblan el Estado. Pero esta idea de comunidad está hoy completamente obsoleta, en sociedades que por su composición ya no pueden esconder su heterogeneidad. ¿No sería la hora de volver a este "lugar de una humanidad particular" que es la ciudad europea? Las ciudades son identidades abiertas frente a las naciones que son identidades cerradas. ¿No podrían ser éstas los nodos adecuados sobre los que tejer una red de identificación básica europea?

Pero la ciudad -concluye- es sobre todo el lugar de una identidad abierta, es el lugar en que es posible encontrar un denominador común entre los extraños que la componen; una identidad mínima muy parecida a la que requiere la reconstrucción de la conciencia europea, una identidad basada en el reconocimiento al otro y en la defensa de un modelo europeo que tiene todos los elementos de la cultura urbana: la soberanía compartida entre extraños; la solidaridad política; la diversidad y el conflicto como portadores de oportunidades y de cambio, y la negociación y el diálogo, como manera de relacionarse. Sin necesidad de inclinarse ante ningún dios menor, sea la patria o la religión de turno.

Me gustaría terminar esta entrada de hoy citando de nuevo al politólogo Robert A. Dahl, y su libro "La democracia y sus críticos" (Paidós, Barcelona, 1993). Dice en el mismo que sea cual sea la forma que adopte, la democracia de nuestros sucesores no será ni puede ser igual a la de nuestros antecesores. Ni debe serlo. Ya que los límites y posibilidades de la democracia serán radicalmente distintos de los que existieron en otras épocas y lugares del pasado. La brecha existente entre el conocimiento de las élites de la política pública y el de los ciudadanos corrientes, añade, puede reducirse, pues ya es técnicamente posible que todos los ciudadanos puedan disponer de información sobre todas las cuestiones públicas accesible de inmediato. ¿Está pensando Dahl en Internet?... Lo que parece claro es que el ámbito de la ciudad es quizá, o sin quizá, el idóneo para un ensayo de democracia participativa universal. Y las ciudades europeas, por su historia de libertad, el marco adecuado. ¿Por qué no intentarlo? HArendt




El profesor Josep Ramoneda



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viernes, 3 de abril de 2020

[A VUELAPLUMA] Universidades



El filósofo Emilio Lledó


"En la tele hay todavía vida inteligente -comenta el periodista Ferran Monegal [Una universidad sin asignaturas. El Periódico, 1/4/2020] en el A vuelapluma de hoy viernes-. En La 2 de TVE acaban de emitir un Imprescindibles alrededor del filósofo Emilio Lledó. Una diacronía alrededor de lo que ha sido hasta ahora su vida, contada por él mismo. Un paisaje de reflexión y estudio constante le caracteriza. Sin ruido. Como le dijo el otro día Pepe Mújica a Jordi Évole: «Hay que saber vivir sin pamentos».  ¡Ah! La palabra pamento es hermosísima. Es la variante que se usa en ciertos lugares de América Latina cuando se refieren a lo que aquí llamamos aspaviento. Efectivamente, la vida de Lledó sigue una trayectoria sin pamentos. Quiero detenerme en ese pasaje en el que cuenta su llegada a la Universidad de Hidelberg. No debería de tener más de 26 o 27 años de edad. Quizá menos. Decidió huir de Madrid, aquel Madrid de los años 50 pringado de franquismo por los cuatro costados, como España entera. Cambió el entonces turbio Manzanares por  el Neckar. Cuenta Lledó que al llegar a la Universidad de Heidelberg le sorprendió enormemente, y gratamente, que en ese lugar «no reinaba el imperio asignaturesco», Decía: «Allí un catedrático un semestre hablaba de Safo, y al siguiente de Tucídides, y al otro de Nietzsche, y al otro de Hegel». Y dijo que al ver aquella maravilla se preguntó «¿Y donde están las asignaturas?». Y enseguida lo comprendió: «Las asignaturas no existían. No tenían por qué existir. Aquello era una explosión de libertad». Seguramente también de sabiduría, me atrevo a añadir yo.

Allí se encontró con el catedrático Hans Georg Gadamer, discípulo de Heidegger. Un maestro fundamental en la formación del estudiante Lledó. Le enseñó que un examen debe ser una conversación. ¿En qué has trabajado ultimamente? He leído a Tucídides, y  Aristóteles. ¡Pues habemos del Libro IV de la Historia de Tucídides, hablemos de Aristóteles, hablemos! Y recordando aquellos años en Heidelberg, Lledó concluyó: «Aquello eran los exámenes, aquello era una universidad moderna».

En esta diacronía vital Lledó no se ha referido en ningún momento a la tele. Pero ha dicho algo que tiene mucho que ver con la televisión: «No es verdad que una imagen valga más que mil palabras. Una imagen no nos dice nada sin un lenguaje que reflexione sobre ella». Con razón los autores de este Imprescindibles, David Herranz y Alberto Bermejo, lo han titulado Mirar con palabras. Otro acierto".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 





La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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lunes, 17 de febrero de 2020

[A VUELAPLUMA] Protegernos de nosotros mismos



 Una clase de anatomía. Getty images


"En 1903, el naturalista Abbott Handerson Thayer viajó al Caribe para comer mariposas -escribe en el A vuelapluma de hoy lunes el sociólogo César Rendueles-. Su objetivo era refutar una teoría de la mímesis que postulaba que algunas mariposas habían adquirido el aspecto de las especies con mal sabor para protegerse. Según Thayer, todas las mariposas sabían igual, así que la teoría era falsa. Es una escaramuza menor de una larguísima historia de extravagancias académicas. Lo que solemos olvidar es que a veces hay solo una distancia de grado entre las investigaciones ridículas y las revolucionarias. Andre Geim recibió en 2000 el Premio Ig Nobel de Física —un premio paródico a las investigaciones más absurdas— por hacer levitar una rana en un campo magnético. Diez años después obtuvo el auténtico Nobel de Física por sus estudios sobre el grafeno.

La universidad es un espacio que reservamos en nuestras sociedades para equivocarnos, para invertir enormes cantidades de tiempo y esfuerzo en proyectos tal vez improbables. Por eso el pluralismo científico es algo más que un valor ético: forma parte de la estructura misma del progreso de la ciencia. En el caso de las ciencias naturales, la principal amenaza a ese pluralismo es hoy la competitividad extrema y la exigencia de resultados inmediatos (en palabras de Sarah Palin: “Las subvenciones se van en investigaciones que no sirven para nada, como esos estudios con la mosca de la fruta…”). En ciencias sociales, al cortoplacismo se une la presión de colectivos que se sienten ofendidos por aquellas investigaciones que consideran incompatibles con sus concepciones de la dignidad humana. En los últimos meses, varias actividades académicas han sido suspendidas en nuestro país a causa de la movilización de grupos de presión. El último caso, hace apenas unas semanas, un seminario —es decir, un curso voluntario, dirigido a adultos y extracurricular— de la Facultad de Historia de la Universidad Complutense sobre “teoría del porno” (suena extraño, pero existen los porn studies, con su literatura especializada, congresos y toda la parafernalia académica).

No hay nada reprochable en someter a escrutinio público la docencia universitaria y exigir que se abra la caja negra de la investigación para que distintos colectivos manifiesten su opinión sobre ella. La motivación científica no es un salvoconducto universal: muchos experimentos clásicos de psicología serían hoy impensables por motivos éticos. Pero es que, además, la intervención de políticos o personajes públicos en la universidad a menudo moviliza a la propia comunidad científica, que critica que las autoridades académicas premien o den voz a personas de talla intelectual discutible por motivos espurios (por ejemplo, Mario Conde fue nombrado doctor honoris causa en la Complutense). Pero lo que está pasando es justo lo contrario: la universidad se está acostumbrando a suspender sus propios mecanismos de deliberación científica a causa de las presiones públicas.

Esta dinámica es muy difícilmente compatible con un rasgo fundamental de las ciencias humanas: su carácter polémico. Sobre casi cada problema hay al menos dos posiciones respecto a las que no somos neutrales —ni científica ni políticamente—, pero cuyo rigor y plausibilidad simultánea somos capaces de reconocer. Un ejercicio que suelo proponer a mis estudiantes es que defiendan con los mejores argumentos de los que sean capaces teorías que les parecen equivocadas, no para hacerles cambiar de opinión, sino para fortalecer y refinar sus propias posiciones. Una parte de las teorías que se enseñan en las Facultades de Economía, Psicología o Derecho me parecen erróneas y nocivas: realmente creo que hacen peores nuestras sociedades. Ese es un gran motivo para promover la presencia de alternativas en los planes de estudio, no para encadenarse a la puerta del aula magna para impedir que se imparta Microeconomía Avanzada.

La naturaleza polémica de las ciencias humanas implica tensiones y negociaciones difíciles sobre cuál es el límite de lo aceptable, científica y moralmente, y cualquier docente debería sentirse interpelado por los dilemas éticos que atraviesan su campo de estudio. Pero deberíamos recordar siempre que la libertad de cátedra sirve, por encima de todo, para protegernos a nosotros mismos de los efectos de nuestra propia convicción moral".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 






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lunes, 30 de diciembre de 2019

[PENSAMIENTO] Adiós a Harold Bloom



El profesor y crítico literario Harold Bloom


La lucha de Harold Bloom, reconocido universalmente como uno de los más eminentes críticos literarios del siglo XX, -escribe el profesor de la Penn State University, Álex Ramírez-Arballo-, fue siempre contra la ideología. El paradigma académico que encarnó con persistencia feroz en sus clases es el del hombre libre, con sed de conocimiento, apasionado y furioso siempre contra la estupidez masificadora de las novedades.

"Harold Bloom murió hace unos días -comienza diciendo Ramírez-Arballo- y me resulta inevitable pensar con emoción en el imponente legado moral e intelectual que deja tras de sí. Pensador de gran potencia y valentía, ha sido para las humanidades un largo y sostenido terremoto, sobre todo en la academia norteamericana, donde por años fue capaz de defender con armas y letras una idea trascendente de la literatura en contraposición a las corrientes de moda, iracundas pero superfluas, montadas sobre dos o tres ideas que se repiten hasta el hartazgo: poder, raza, interseccionalidad, clase y algunas otras tantas zarandajas referidas mecánicamente, casi con resignación, en los ilegibles papers del gremio. La apuesta de Bloom era clara: en la historia de la literatura hay obras de gran poder a las que debemos acudir porque en ellas radica el poder de iluminar la vida de los lectores. Para el profesor Bloom la lectura, pues, era una experiencia transformacional que debía implicar por necesidad una suerte de metanoia. De ahí que el canon sea una necesidad y una posibilidad: se requiere porque posee una función cognoscitivo-espiritual y es posible debido a que el número de textos y autores capaces de provocar semejante experiencia ha de ser más bien reducido. El canon es un mapa de la sabiduría al que toda persona debe asomarse si es que quiere conocer la genealogía de su espíritu.

La lucha de Bloom fue siempre contra la ideología. El paradigma académico que encarnó con persistencia feroz en sus clases es el del hombre libre, con sed de conocimiento, apasionado y furioso siempre contra la estupidez masificadora de las novedades; por ello su insistencia en una lectura no mediatizada, directa, de textos primarios. Con el advenimiento de las ideas de la Escuela de Frankfurt, el marxismo, el psicoanálisis, la deconstrucción y, en fin, toda la estridencia del postestructuralismo, las humanidades se convirtieron en un escenario de guerrillas constantes donde la primera víctima hubo de ser la literatura, que pasó de ser obra a simple documento donde los profesores buscan encontrar la justificación puntual de todos y cada uno de sus prejuicios. La lectura ideologizada vuelve la obra literaria instrumento y justificación de una lectura personal inamovible, acrítica y claramente antihumanista.       

Al fin y al cabo un romántico empedernido, Harold Bloom es un pensador analógico. Su teoría poética, expresada de manera deslumbrante en La angustia de las influencias (1973), encarna con serena claridad uno de los pilares del pensamiento moderno, insisto, el de la analogía. El modo en que se constituye una tradición es para Bloom el entrelazamiento proporcionado (continuo y discontinuo a un tiempo) que moviliza la poesía en la historia de la literatura y, esto es lo más importante, le otorga un sentido (experiencia, razón, rumbo). Las lecturas equívocas son necesarias, pero solo en cuanto hacen posible la variación; la alternativa, además de imposible, es absolutamente absurda: el ideal de una lectura unívoca, pétrea, que no se ha conseguido ni siquiera en las formas más radicales del fundamentalismo religioso. Los poetas fuertes, nos dice con énfasis Bloom, producen variaciones necesarias dentro de una tradición; los poetas blandengues, en cambio, se repiten hasta la náusea y en el mejor de los casos no son capaces de crear nada que no sea simple doctrina, y en el peor, tedio.

Se calificó a sí mismo siempre como un gnóstico, lo que implica dos cosas: fe en el poder individual para acceder al conocimiento y certeza de que los saberes han de ser reservados para quienes realmente los merecen. El ideal elitista de Bloom es claramente insostenible en el contexto de la universidad actual, tironeada, por un lado, por las fuerzas del mercado que le exige productividad, eficiencia y ganancias, y por el otro lado, por obsesiones identitarias (sic) de estridencia combativa, corrección política, intolerancia gremial y una brutal ausencia de autocrítica. De todo esto se colige que la suya fue una vida única, forjada a impulsos, a resistencias; Bloom se hace a sí mismo, se sabe excepción y persiste en reclamar para sí el derecho (de nuevo el romanticismo) a una radical libertad expresada en muchas ocasiones de una forma caprichosa.

Bloom representó como nadie al ideal pedagógico del tirano. Su filosofía de la enseñanza podría resumirse en cuatro palabras: “Yo hablo, tú escuchas”. Y esto se extiende a su escritura, a su pasión por las nóminas, las selecciones, las listas; basta que una persona se dedique a hacer un diccionario o antología literarios para que muy prontamente se alce de entre los arbustos una legión de detractores. Con Bloom no fue diferente. Siendo el autócrata del aula que siempre fue, no sorprenden los enconos y feroces enemistades que supo cultivar, lo que me sorprende es la capacidad que tuvo para trascender el discurso académico (y sus pugilatos) y alcanzar lo que muy pocos han podido: un reconocimiento público casi popular. Sus libros se venden hasta en los aeropuertos y en los años noventa no era raro ver su imagen corpulenta y burlona en la televisión, entrevistado por Charlie Rose o en algún documental dedicado a su vida y obra en la televisión pública. 

Si bien admiro profundamente en Bloom su disposición de espíritu sediento de libertad, he repelido siempre la ausencia de sutilezas y tersuras que a mi juicio resultan indispensables en los hombres más fuertes. Rechazo su etnocentrismo radical, sus excesos discursivos, su falta de autocrítica (esa misma que señala en sus adversarios) y el narcisismo manifiesto en ese Bloom tardío, mediático y dominante que desplegó a la par de una inteligencia resplandeciente una arrogancia algo vulgar y claramente innecesaria.

Con Bloom muere todo un siglo. Me parece muy difícil imaginar ahora mismo a alguien que pueda suceder al gran erudito del Bronx. El último de los sabios se va y nos quedamos en la academia de los juegos interminables; resignados algunos; otros más, como yo mismo, aferrados a la construcción de una hermenéutica de la disidencia que recupere lo mejor de la tradición a la que pertenecemos, que es la crítica, la libertad y la esperanza de construir escenarios vitales e intelectuales mucho más habitables. Se me ocurre que tal vez este puede ser el más importante legado intelectual y moral de Bloom: lo que hacemos tiene un sentido, y lo que tiene un sentido tarde o temprano habrá de merecer su destino". 



La Academia de Atenas, de Rafael (1512).  Museos Vaticanos



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