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viernes, 20 de septiembre de 2013

Placas callejeras









Quizá sea solo deformación profesional y académica; o quizá, no. Y solo sea curiosidad. En todo caso, disfruto leyendo las placas conmemorativas que me encuentro en las calles, plazas y edificios y monumentos de las ciudades que visito. Recuerdo con especial cariño algunas de París, Roma, Florencia, Barcelona... Cuando vuelvo a Madrid me encanta recordar las que tan profusamente se encuentran en el barrio de los Austrias, que fue escenario emocionado y emocionante de mis años juveniles.

Recuerdo especialmente una en la Cuesta de la Vega, en la trasera de la catedral de Nuestra Señora de La Almudena, por donde se cuenta que entró a galope el Cid en la ciudad musulmana de Magerit. Y otra, a pocos metros de allí, en la calle Mayor, que recuerda el lugar desde el que el anarquista Mateo Morral, lanzó una bomba que causó varios muertos en el cortejo nupcial del rey Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battenberg. Esta última tiene un factor doblemente emotivo para mí pues ese mismo día, y a la misma hora, en un modesto templo también de Madrid, se casaban mis abuelos maternos; y por otro lado, porque se dice que la bomba para el atentado se la proporcionó a Mateo Morral el poeta, militar y político grancanario Nicolás Estévanez.

En Las Palmas, donde vivo, había hasta hace poco una -felizmente retirada- que recordaba que del caserón del parque de San Telmo donde se ubica el cuartel general de la agrupación de tropas de Gran Canaria, salió el general Franco para ponerse al frente del "glorioso alzamiento nacional". 

Hace unos años, viajando por el sur de la Península con una de mis hijas y su marido, encontramos dos que nos llamaron poderosamente la atención por motivos completamente diferentes.

Una, en la ciudad de Huelva, en la fachada de la espléndida iglesia de La Concepción, recordando el incendio y saqueo de la iglesia por la "barbarie de las hordas marxistas" en julio de 1936. No me parece mal que se recuerden esos hechos, o cualquier otro hecho histórico, pero me parece desafortunado mantener a estas alturas de los tiempos textos propios de otras épocas felizmente superadas.

Otra, en la ciudad de Sevilla, recordando que en la Taberna Las Escobas, junto a la majestuosa torre de La Giralda, y en funcionamiento desde hace siete siglos, comieron personajes como Cervantes, Lope de Vega, Becquer o Lord Byron. Nosotros también lo hicimos... Una recomendación: si pasan por allí, no dejen de pedir los pimientos rellenos de merluza... Ambas placas son historia, pero la verdad es que prefiero la segunda.

Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates: "Ιωμεν", vámonos. Tamaragua, amigos. HArendt









Entrada núm. 1971
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Pues tanto como saber me agrada dudar (Dante Alighieri)