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viernes, 27 de diciembre de 2019

[MIS MUSAS] Hoy, con Juan José Domechina, Pietro Mascagni y Sandro Botticelli



La danza de las Musas en el Helicón, de Bertel Thorvaldsen (1819)



Decía Walt Whitman que la poesía es el instrumento por medio del cual la voces largamente mudas de los excluidos dejan caer el velo y son alcanzados por la luz; Gabriel Celaya, que era un arma cargada de futuro; Harold Bloom,  que si la poesía no podía sanar la violencia organizada de la sociedad, al menos podía realizar la tarea de sanar al yo; y George Steiner añadía que el canto y la música son simultáneamente, la más carnal y la más espiritual de las realidades porque aúnan alma y diafragma y pueden, desde sus primeras notas, sumir al oyente en la desolación o transportarlo hasta el éxtasis, ya que la voz que canta es capaz de destruir o de curar la psique con su cadencia. Por su parte, Johann Wolfgang von Goethe afirmaba que cada día un hombre debe oír un poco de música, leer una buena poesía, contemplar un cuadro hermoso y si es posible, decir algunas palabras sensatas, a fin de que los cuidados mundanos no puedan borrar el sentido de la belleza que Dios ha implantado en el alma humana. 

Subo hoy al blog al poeta Juan José Domechina y su poema "La voz remota", al pintor Sandro Botticelli y su cuadro "La primavera", al Pietro Mascagni y su dueto "No, no Turiddu", de la ópera "Cavalleria Rusticana", cantado por la soprano Fiorenza Cossotto y el tenor  Gianfranco Cecchele, en 1968, que pueden ver en vídeo desde este enlace



El poeta Juan José Domechina


Juan José Domechina (1898-1959) fue un poeta, escritor, crítico literario y político español. Nacido en Madrid, en el seno de una acomodada familia de ingenieros, estudia magisterio en Toledo, y ejerce desde muy joven como crítico literario en revistas y periódicos tan prestigiosos como El Imparcial, El Sol y la Revista de Occidente. Conoce y colabora desde muy pronto con Azaña, del que fue secretario personal desde antes de la guerra civil. Casado con la también poetisa Ernestina de Champourcín, durante la guerra trabaja junto a Antonio Machado en el Suplemento Literario del Servicio Español de Información. En febrero de 1939 marcha al exilio con su esposa, primero a Francia y poco después a México, donde trabaja como editor para la Casa de España. Como poeta estuvo vinculado al conceptismo y al barroco. Su poesía fue considerada como "una fiesta derl intelecto". El exilio le vuelve existencialista y doliente, y le acerca de nuevo a lo religioso. Muere en la ciudad de México en 1959. Les dejo con su poema "La voz remota":


LA VOZ REMOTA
por 
Juan José Domechina


Corriente por de dentro, soterraña
coz que se me quedó bajo la tierra
que tuve y que me tuvo. Allí no yerra;
allí está siendo, como siempre, entraña.

Yo no canto en falsete la patraña
que atipla al que, avenido, se destierra.
Pronuncio desde allí, que es donde entierra
su son el grave acento que no engaña.

Aquí, sombra a lo lejos, me acompaña
el ademán suasorio de una tierra
que esgrime el gesto con rotunda maña.

Y os hablo, limpio timbre que se empaña
sobre los mares, como muerto en guerra,
desde una fosa, con mi voz de España.




El compositor Pietro Mascagni



Pietro Mascagni (1863-1945) nació en Livorno, y realizó estudios con el compositor Alfredo Soffredini. La obra más popular de Mascagni es la ópera Cavalleria Rusticana. Escrita en sólo dos meses y basada en una obra del escritor italiano Giovanni Verga, es un exponente del estilo de ópera italiana denominado verismo, que subraya el comportamiento violento de los personajes sometidos a una gran tensión emocional. Cavalleria Rusticana tiene libreto de G. Menasci y G. Targionni-Tozzetti, y se estrenó en Roma en 1890. Cavalleria rusticana (título original en italiano; en español, Nobleza rústica o Caballerosidad rústica) es un melodrama en un acto con música de Pietro Mascagni y libreto en italiano de Giovanni Targioni-Tozzetti y Guido Menasci, basado en un relato del novelista Giovanni Verga. La popularidad de esta obra, de gran emotividad, se vio enormemente reforzada por la inclusión de parte de una representación de la misma en la película El padrino III, asimismo la obra representa el tema principal de la película de Martin Scorsese Toro Salva




La primavera, de Sandro Boticcelli (1478). Galería de los Uffizi, Florencia


Sandro Botticelli (1445-1510), fue un pintor del Quattrocento italiano. Pertenece, a su vez, a la tercera generación cuatrocentista, encabezada por Lorenzo de Médici y Angelo Poliziano. Procuraron la libertad de conducirse humanamente, recogida de la antigüedad clásica.​ Esta etapa, bajo el mecenazgo de Lorenzo de Médici, fue considerada por Giorgio Vasari como una «edad de oro» gracias al esplendor artístico alcanzado en la Florencia de fines del siglo XV. La reputación póstuma del artista disminuyó notablemente en los siglos siguientes, pero fue recuperada a finales del siglo XIX; desde entonces, su obra se ha considerado exponente máximo de la gracia lineal de la pintura del primer Renacimiento. El nacimiento de Venus y La primavera son, actualmente, dos de las obras maestras florentinas más conocidas. Se expusieron por primera vez en la galería de los Uffizi, Florencia, en 1815.




Galería de los Uffizi, Florencia



La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

lunes, 29 de abril de 2019

[MUSAS] Hoy con Gabriel Celaya, Sandro Botticelli y Giacomo Puccini





Decía Walt Whitman que la poesía es el instrumento por medio del cual la voces largamente mudas de los excluidos dejan caer el velo y son alcanzados por la luz; Gabriel Celaya, que era un arma cargada de futuro; Harold Bloom,  que si la poesía no podía sanar la violencia organizada de la sociedad, al menos podía realizar la tarea de sanar al yo; y George Steiner añadía que el canto y la música son simultáneamente, la más carnal y la más espiritual de las realidades porque aúnan alma y diafragma y pueden, desde sus primeras notas, sumir al oyente en la desolación o transportarlo hasta el éxtasis, ya que la voz que canta es capaz de destruir o de curar la psique con su cadencia. Por su parte, Johann Wolfgang von Goethe afirmaba que cada día un hombre debe oír un poco de música, leer una buena poesía, contemplar un cuadro hermoso y si es posible, decir algunas palabras sensatas, a fin de que los cuidados mundanos no puedan borrar el sentido de la belleza que Dios ha implantado en el alma humana. 

Retomo, pues, con un formato diferente la serie de entradas dedicadas al tema de España en la poesía española contemporánea que tan buena acogida de los lectores tuvo hace ya unos años. Poemas de poetas contemporáneos españoles, poetas del exilio exterior e interior, pero españoles todos hasta la médula, que cantaron a su patria común, España, desde el corazón y la añoranza. Poemas a los que acompaño con algunas de las más bellas arias y duetos de la historia de la ópera y de los desnudos más hermosos de la pintura universal. 

Subo hoy al blog al poeta Gabriel Celaya y su poema Dime que sí, al pintor Sandro Botticelli y su cuadro Venus y Marte, al compositor Giacomo Puccini y su dueto Mimi tu piú non torni, de la ópera La Boheme, que pueden ver desde este enlace o en el vídeo de más abajo, cantado por los tenores Luciano Pavarotti y Thomas Hampson.


***


Gabriel Celaya



Gabriel Celaya (1911-1991), poeta español de la generación literaria de posguerra, fue uno de los más destacados representantes de la que se denominó poesía comprometida o poesía social. Entre los años 1927 y 1935 vivió en la Residencia de Estudiantes, donde conoció a Federico García Lorca, José Moreno Villa y a otros intelectuales que lo inclinaron por el campo de la literatura, llevándolo a dedicarse por entero a la poesía. Combatió durante la Guerra Civil Española en el bando republicano y estuvo preso en un campo de concentración en Palencia. En 1946 fundó en San Sebastián, con su esposa, Amparo Gastón, la colección de poesía Norte, que  pretendía hacer de puente entre la poesía de la generación de 1927, la del exilio y la europea. En los años cincuenta se integra en la estética del compromiso junto a Eugenio de Nora y Blas de Otero, en la que defiende la idea de una poesía no elitista, al servicio de las mayorías, para transformar el mundo. En 1986 es galardonado con el Premio Nacional de las Letras Españolas. Les dejo con su poema



DIME QUE SÍ
por 
Gabriel Celaya

Con mi fe, mi esperanza y mi amor
a ti.
Con mi rabia y mi dolor,
a ti.
Porque me has hecho el que soy,
porque debe reinventarte y hacerte ser ahora, aqui,
España, a ti.

Hasta la flor,
hasta el grito de gloria y explosiva radiación,
te alzaré desde la tierra tenebrosa y trabajada,
corazón.
Hasta el color nunca visto, rojo al blanco de sol,
hasta el real esplendor,
como furor absoluto, dolor quizás, fulgor
que palpita en las alturas con razón o sin razón,
serás fiesta y evidencia, corazón.

Serás siempre, España, en alto, fuera y dentro de mí
como un combate sin fin.
Y serás lo necesario y a la vez la libertad
que invoco y evoco aquí,
remitiéndome en el acto de tu presencia aún sin forma
y ensoñándote feliz.
Cuando te duelo por dentro, te trabaja el porvenir.
No me niegues lo que espero. Quiero hacerte nueva en mí.
España, dime que sí.


***



Autorretrato de Sandro Botticelli 



Sandro Botticelli (1445-1510), fue un pintor del Quattrocento italiano. La reputación del artista disminuyó notablemente en los siglos siguientes, pero fue recuperada a finales del siglo XIX; desde entonces, su obra se ha considerado exponente máximo de la gracia lineal de la pintura del primer Renacimiento.

Su cuadro  Venus y Marte se conserva en la National Gallery de Londres. Está realizado al temple y óleo sobre tabla de álamo. Mide 69 cm de alto y 173 cm de ancho. Fue pintado en 1483. Dado que su tema es el amor, esta pintura fue posiblemente encargada con ocasión de una boda de la familia Vespucci, perteneciendo al género de los cassoni. Por su formato, es posible que la obra formara parte de un "espaldar" que adornaría el dormitorio de los novios. Este formato apaisado no es nada adecuado para una representación con tan pocas figuras. La pintura trata de la victoria amorosa. Una arboleda de mirtos, el árbol de Venus, forma el telón de fondo para los dos dioses que están tumbados, uno frente a otro, en un prado. Les dejo con él





Venus y Marte. 1483. National Gallery, Londres


***



Giacomo Puccini



Giacomo Puccini (1858-1924) fue un compositor italiano de ópera, considerado entre los más grandes, de fines del siglo XIX y principios del XX. Usó brillantemente las técnicas operísticas alemana e italiana.  Algunas de sus melodías, como "O mio babbino caro" de Gianni Schicchi, "Che gelida manina" de La bohème y "Nessun dorma" de Turandot, forman parte hoy día de la cultura popular. Además de doce óperas, Puccini escribió otras obras notables, como una Misa solemne, un Himno a Roma, un capricho sinfónico, dos preludios sinfónicos y tres minués para cuarteto de cuerda.

La bohème, con música de Giacomo Puccini y libreto de Giuseppe Giacosa y Luigi Illica, simplifica y auna diferentes episodios de la novela Escenas de la vida bohemia, de Henri Murger. Su estreno tuvo lugar en el Teatro Regio de Turín el 1 de febrero de 1896. Les dejo con ella y su dueto Mimi tu piú non torni.






Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 



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Entrada núm. 4870
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martes, 27 de febrero de 2018

[POESÍA, PINTURA, MÚSICA] Hoy, con Julián Andúgar, Sandro Botticelli y Antonio Rossini





Decía Walt Whitman que la poesía es el instrumento por medio del cual las voces largamente mudas de los excluidos dejan caer el velo y son alcanzados por la luz; Gabriel Celaya, que era un arma cargada de futuro; Harold Bloom,  que si la poesía no podía sanar la violencia organizada de la sociedad, al menos podía realizar la tarea de sanar al yo. Por su parte, George Steiner añadía que el canto y la música son simultáneamente, la más carnal y la más espiritual de las realidades porque aúnan alma y diafragma y pueden, desde sus primeras notas, sumir al oyente en la desolación o transportarlo hasta el éxtasis, ya que la voz que canta es capaz de destruir o de curar la psique con su cadencia. Y Johann Wolfgang von Goethe afirmaba que un hombre debe oír un poco de música, leer una buena poesía, contemplar un cuadro hermoso y si es posible, decir algunas palabras sensatas, a fin de que los cuidados mundanos no puedan borrar el sentido de la belleza que Dios ha implantado en el alma humana.

Me parecen razones más que suficientes para retomar la publicación, con un formato diferente, de la serie de entradas del blog dedicadas al tema de España en la poesía española contemporánea que tan buena acogida de los lectores tuvo hace ya unos años. Grandes poetas contemporáneos españoles, poetas del exilio exterior e interior, pero españoles todos hasta la médula, que cantaron a su patria común, España, desde el corazón y la añoranza. Poemas a los que acompaño con algunas de las más bellas arias de la historia de la ópera y de algunos de los desnudos más hermosos de la pintura universal. 

Hoy traigo al blog al poeta Julián Andúgar y su poema Tiempo de espera, al pintor Sandro Botticelli y su cuadro El nacimiento de Venus, y al compositor Antonio Rossini y el aria Una voce poco fa de su ópera Il Barbiero di Siviglia, que pueden ver en este enlace interpretada por la soprano María Callas.


***


Julián Andúgar Ruíz (1917-1977) fue un poeta y político murciano. Andúgar nació en el seno de una humilde familia de agricultores. Estudió en el seminario menor de Cehegín (Murcia), así como en Lorca y Orihuela (Alicante). Sus convicciones republicanas lo conducen a militar en el PSOE desde 1935. Luchó en la Guerra Civil como capitán en el ejército republicano y en 1938 fue herido en el Peñón de la Mata (provincia de Granada) quedando minusválido de la pierna izquierda de por vida. Terminada la guerra quedó en prisión un año y medio y a su salida tuvo que exiliarse a Francia hasta su regreso en 1940. Compaginó la literatura con el magisterio, colaborando en las revistas Sigüenza (1945), Estilo (1947) y Ifach (1949), y consiguió licenciarse en derecho y obtener una plaza de oficial en la administración de justicia. La llegada de la democracia a España reactiva su actividad política siendo elegido senador en las Elecciones generales de 1977 por Alicante en las listas del PSOE. 



TIEMPO DE ESPERA

Si echan ceniza sobre tu cabeza,
tú mientras, vieja España,
sillar de la paciencia,
alza esa cara.

Si vienen otro día
tasando tus arenas,
tú, en tu casa;
hila que hila, por dentro, 
la hebra de la verdad
de tus pueblos. Vuelve
a ellos la mirada.

(No resisto, los muerdo;
hundo mis dientes: Ronda,
Tordesillas de Alba
aún enloqueciendo
bajo ojivas doradas;
Morella cabalgando
hacia tu mar. Arriba,
con el fuego y el símbolo,
Berga prestidígita.)

Sentada en tu portal
de hermosa piedra, 
deja correr el oro
de envenenadas aguas.

Mira hacia dentro, y mira
la cal de tus paredes
y la tierra cocida de tus tapias.

No necesitas más.
Tus hijos, y una alcuza,
para las noches largas,
te bastan.

Lejos, por soleares
-digo los que se tardan-,
por aquí, los que nunca
salimos de tus faldas,
haremos que no ceda
ni se apague la llama.

Si alguien tu voz suplanta,
y arrienda tu miseria, 
con tus serios pastores
ha de verse la cara.

En tu portal de piedra
-hijos tienes y amor-,
en tus pueblos, espera.


***



Sandro Botticelli (1445-1510), fue un pintor del Quattrocento italiano, perteneciente a la tercera generación cuatrocentista, en pleno esplendor artístico de la Florencia de fines del siglo XV. La reputación póstuma del artista disminuyó notablemente en los siglos siguientes, pero fue recuperada a finales del siglo XIX. Desde entonces, su obra se ha considerado exponente máximo de la gracia lineal de la pintura del primer Renacimiento. El nacimiento de Venus y La primavera son, actualmente, dos de las obras maestras florentinas más conocidas. Se expusieron por primera vez en la galería de los Uffizi, Florencia, en 1815.



El nacimiento de Venus (1485), de Sandro Botticelli (Uffizi, Florencia)


***



Gioachino Antonio Rossini (1792-1868) fue un compositor italiano cuya popularidad le elevó al «trono» de la ópera italiana en la estética del bel canto de principios del siglo XIX, realzando la belleza de la línea melódica vocal sin descuidar los demás aspectos musicales.



Representación de Il Barbiero di Siviglia 


Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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Entrada núm. 4324
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miércoles, 27 de diciembre de 2017

[Pensamiento] Lasciate ogni speranza...





Recupero para el blog un antiguo artículo (mayo, 2001) en Revista de Libros escrito por Manuel Rodríguez Rivero, editor, escritor y comentarista cultural, que ejerció de editor en Cuadernos para el Diálogo, Alfaguara, Espasa Calpe y Punto de Lectura, entre otras publicaciones, que entiendo conserva todo su frescor y espero que les resulte tan interesante como a mí.

Si tienen ustedes ocasión no dejen de visitar, hasta principios de junio, la exposición que la Royal Academy londinense ha consagrado a los dibujos concebidos por Sandro Botticelli (1444-1510) para ilustrar La divina comedia de Dante (1265-1321), comienza diciendo. La muestra recoge 92 piezas en distintas fases de acabado, lo que permite hacerse una idea del modo de trabajar del artista. Están dibujadas con estilete, lápiz y tinta sobre pergamino de piel de oveja, y la textura animal del soporte les proporciona una cualidad vibrante incluso medio milenio después de que fueran realizadas.

De entre todos los dibujos los que más llaman la atención son los dedicados al Infierno, que el artista. siguiendo la pauta del poeta, interpreta como un gigantesco embudo, dividido en círculos, que se hunde en el centro de la Tierra. Y nos llaman la atención no porque sean más hermosos que los demás, sino porque, en general, todos preferimos la sección del texto de Dante en que se inspiran. De algún modo, también su representación plástica es más naturalista e imaginativa: las escenas del Purgatorio son menos espectaculares, y el Paraíso –Dios es irrepresentable y la felicidad también, sobre todo cuando posee ese paradójico toque de aburrimiento que le confiere la eternidad– requiere un grado de abstracción que Botticelli resuelve con el recurso a la geometría y al espacio en blanco, un truco empleado, por cierto, por algunos pintores del siglo XX para mostrar lo que no puede ser mostrado. Contempladas ahora, las escenas de los sucesivos círculos presentan una visión del Averno cristiano tan pintoresca como horrible: las serpientes, los diablos con alas de murciélago, los atormentados perpetuamente acosados por bestias terroríficas, los condenados a bañarse eternamente en lagunas de brea ardiente o en ríos de sangre hirviendo manifiestan cierta suave distancia renacentista con respecto al texto medieval. Al fin y al cabo, Botticelli trabajó sobre la Commedia casi doscientos años después de que fuera escrita: no es que no fuera creyente, pero se permitía cierto sentido del humor (negro) que puede apreciarse en el modo de enfrentarse a determinadas escenas o motivos. En cualquier caso, al parecer, el encargo de dibujar la obra de Dante se convirtió en una obsesión que le acompañó durante quince años y, en palabras de Vasari, «perdió mucho tiempo en ello, descuidando su trabajo y desbaratando su vida completamente».

Cada época tiene el Infierno que se merece. Y sus representaciones, sin duda. A lo largo del tiempo la mitología y la literatura se han hecho cargo de esos descensus ad inferos tan necesarios en el proceso de madurez y desarrollo del héroe, del hombre excepcional, del salvador o el guía de los pueblos. No hace falta rastrear su presencia en los textos fundacionales babilónicos o sumerios, ni en el Libro de los muertos egipcio. Ayax, Teseo, Hércules, Ulises y Eneas llevaron a cabo su catábasis al Hades, al Tártaro o al Averno antes de que el sentido de ese lugar en el que permanecen los muertos se transformara en el espacio de tortura y sufrimiento que el cristianismo reserva a los impíos. Los judíos distinguían entre el Seol, el Hades de su religión, y el Gehena, el ámbito de castigo eterno que Casiodoro de la Reina y Cipriano de Valera traducen precisamente como «infierno». Es el sitio en el que se halla la «vergüenza y confusión perpetua» (Daniel, 12:2), el lago de fuego del Apocalipsis (10:15), el lugar del «lloro y el batimiento de dientes» del que nos habla Mateo (22:13), donde, según Isaías (14:11), «gusanos serán tu cama, y gusanos te cubrirán».

Luego, cuando el hombre alcanza la psicología, el infierno se sofistica, se hace abstracto: quizás porque, liberados gracias a la Razón de la supersticiosa imaginería medieval, el infierno pasa a convertirse o bien en un ámbito interior (desde el romanticismo), o se hace demasiado real, humano y exterior por la crueldad de las guerras y las matanzas colectivas. El protagonista de Apuntes del subsuelo, de Dostoievski («soy un hombre enfermo... soy un hombre despechado»), lanza desde su mundo «subterráneo» su diatriba contra el progreso; Jean-Baptiste Clamence, el narrador de La caída, de Albert Camus, secuela literaria de la anterior, purga su culpa entre los círculos alegóricamente infernales de los canales de Amsterdam; los protagonistas del Huis-Clos sartreano toman conciencia de su infierno, que son los otros, en un salón Napoleón III sin llamas ni azufre. Buena parte del arte del siglo XX –desde los expresionistas a los hermanos Chapman, esos conspicuos representantes del New British Art que aprendieron estudiando Los desastres de la guerra goyescos– ha reflejado más o menos alegóricamente los infiernos de nuestro tiempo, que ha sido pródigo en ellos: el Holocausto, desencadenado porque los nazis –y muchos de cuantos les apoyaron– estaban convencidos de que los judíos eran la encarnación del mal absoluto, ha sido, sin duda, el peor de los nuestros.

El de Dante no es un infierno abstracto. En él cada pecado, cada pecador, obtiene su retribución, a menudo en forma de comentario irónico y moral sobre su vicio –una especie de versión ultraterrenal del «si quieres arroz, Catalina»–: los amantes adúlteros están cerca, pero no pueden tocarse; los glotones no alcanzan los frutos que colmarían su apetito; los cobardes huyen perseguidos por moscas y avispas, los orgullosos se inclinan bajo el peso del fardo que llevarán a su espalda mientras dure la eternidad.

Dante no reserva en el Infierno ningún lugar para los soberbios, a los que sí dedica, en cambio, toda la primera cornisa del Purgatorio: se conoce que para el genial florentino se trataba de un pecado menor, redimible tras un tiempo de sufrimiento esperanzado. He pensado en ello estos días, cuando todavía tenía frescos los dibujos de Botticelli y las noticias de la peligrosa crisis provocada por el avión espía norteamericano en el mar de China se superponían a las del escándalo general suscitado por el desprecio con el que George W. Bush ha venido a desmarcarse del Protocolo de Kioto, devolviendo de ese modo el favor a los grupos financieros del sector de la energía que habían financiado su campaña. Ese tipo es un peligro, créanme. Y ya sé que lo apoya buena parte de un electorado que, aunque cree que el calentamiento global es uno de nuestros más serios problemas, no está dispuesto a que se tomen medidas para reducirlo si implican que tiene que pagar más por la luz o por la gasolina. Los Estados Unidos están demasiado acostumbrados a identificar sus intereses con los del Planeta, y no al revés. Por ahora, Dante situaría al presidente de la (aún) más poderosa potencia del mundo en el Purgatorio, junto a los soberbios castigados a transportar un enorme peñasco que les obliga a humillar la cerviz. Ojalá que a lo largo de su mandato, cuyos inicios no parecen nada tranquilizadores, no dé motivos para ser incluido en el séptimo círculo del Infierno, donde los violentos purgan sus pecados sumergidos en un río de sangre. Ni a algunos de sus aliados, especialmente a Gran Bretaña, para figurar entre los aduladores y cortesanos, inmersos para toda la eternidad en un foso de excrementos.



Dibujo de Sandro Botticelli para la Divina Comedia



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martes, 17 de mayo de 2016

[Poesía y pintura] Hoy, con José Joaquín de Mora y Sandro Botticelli




Apolo y las Musas, de Bertel Thorvaldsen


Durante las próxima semanas voy a intentar unir en una misma entrada algunos de los más bellos sonetos de amor en lengua española y de mis pinturas clásicas favoritas. Espero que sean de su agrado. Hoy dedico la entrada al poeta José Joaquín de Mora y al pintor Sandro Botticelli.







José Joaquín de Mora y Sánchez (1783-1864) fue un escritor, educador, periodista, poeta, jurista y político español. Profesor de Filosofía en la Universidad de Granada y amigo de Francisco Martínez de la Rosa y Antonio Alcalá Galiano, combatió en Bailén, donde fue hecho prisionero, permaneciendo en Francia hasta 1814. Durante el Trienio Liberal (1820-1823) colaboró, redactó y dirigió numerosos periódicos liberales madrileños. Derogada la Constitución de 1812 emigró a Londres donde se convierte al protestantismo y hace amistad con Bernardino Rivadavia y Andrés Bello. En 1826 marcha a América y redacta la Constitución chilena de 1828. Regresa a España en 1843 y en 1848 es elegido miembro de la Real Academia Española. Escribió sobre derecho y filosofía. Sus poemas son de corte neoclásico, pero con influencias románticas. Les dejo con su soneto Hermosa fuente que al vecino río.


Hermosa fuente que al vecino río
sonora envías tu cristal undoso
y tú, blanda cual sueño venturoso,
yerba empapada en matinal rocío;

Augusta soledad del bosque umbrío
que da y protege el álamo frondoso:
amparad de verano riguroso
al inocente y fiel rebaño mío.

Que ya el suelo feraz de la campiña
selló julio con planta abrasadora
y su verdura a marchitar empieza

y alegre ve la pampanosa viña
en sus yemas la savia bienhechora,
nuncio feliz de la otoñal riqueza.


Sandro Botticelli (Autorretrato)


Alessandro di Mariano di Vanni Filipepi (1445-1510), apodado Sandro Botticelli, fue un pintor del Quattrocento italiano. Su reputación artística disminuyó con su muerte, recuperándose desde finales del siglo XIX; desde entonces, su obra se ha considerado exponente máximo de la gracia lineal de la pintura del primer Renacimiento. "El nacimiento de Venus" y "La primavera" son dos de sus obras más conocidas. Se expusieron por primera vez en la galería de los Uffizi, Florencia, en 1815.





El nacimiento de Venus (S.Botticelli, G. Uffizi, Florencia)


"El nacimiento de Venus" está ejecutada al temple sobre lienzo y mide 278,5 centímetros de ancho por 172,5 cm de alto. Se conserva en la Galería de los Uffizi, Florencia. Se considera que debió pintarse entre 1482 y 1484, en cualquier caso, después de la estancia romana de Botticelli.


Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





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Entrada núm. 2734
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