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sábado, 30 de mayo de 2020

[ARCHIVO DEL BLOG] Eisenhower en Madrid. Publicada el 22 de diciembre de 2009




Eisenhower y Franco, Madrid. 1959



A finales de los años 50 circulaba en Madrid una especie de chiste-adivinanza que decía así: "Franco lo tiene corto, Eisenhower lo tiene largo, y el Papa lo tiene, pero no lo usa. ¿Qué es?"... ¿Lo saben ustedes?... Al final de mi entrada de hoy tienen la solución.

Interesantísimo, al menos para mi que me pierde mi deformación profesional por la historia, el artículo de ayer en El País: "Cuando Eisenhower visitó a Franco", escrito por el profesor de Historia de la Universidad Complutense de Madrid, Nigel Townson, relatando el día que el presidente de los Estados Unidos, Dwight David Eisenhower, visitó España y fue recibido en Madrid por Franco en olor de multitudes. Eso fue tal día como ayer de hace 50 años. El 21 de diciembre de 1959.

Yo estuve allí, en la Plaza de España, con mis 13 años, acompañando a mi padre. No recuerdo gran cosa del hecho en sí. Hubo dos momentos que sí se me quedaron grabados en la mente: uno, cuando pasaron en coche descubierto -con un frío que pelaba- por la plaza, y fue el de que mi padre me puso a horcajadas sobre sus hombros para que los viera. Me llamó la atención la gran diferencia de talla entre ambos. Y no estoy haciendo un chiste ni un juicio de valor porque a esa edad se me escapaban esas matizaciones. Hablo sólo de talla física... El otro, cuando apagaron todas las luces de los edificios de la plaza y sólo quedaron encendidas las de algunas ventanas del edificio de la Torre de Madrid que conformaban sobre su fachada la palabra "IKE", el diminutivo con el que era conocido el presidente Eisenhower desde los tiempos en que comandaba las fuerzas aliadas en la II Guerra Mundial.

Espero que les resulte interesante el artículo. Tiene enjundia, porque aquella visita visualizaba a los ojos del mundo y de los españoles el final del aislamiento internacional del régimen franquista. Cosas de la "guerra fria"...

¿Adivinaron ya que lo Franco tenía cortito, Eisenhower largo y el Papa no usaba?... ¿No? ¿De verdad?... ¡No me lo creo!, ¡pero si es la mar de sencillo!... Se trata del apellido, no me sean mal pensados... HArendt



Torre de Madrid, Madrid. Diciembre de 1959



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jueves, 28 de mayo de 2020

[ARCHIVO DEL BLOG] Bienvenidos al mundo real. Publicada el 22 de diciembre de 2009



Conferencia de Copenhague, Diciembre, 2009


¡Señoras y señores!..., ¡bienvenidos al mundo real!... La Conferencia sobre Cambio Climático de Copenhague, auspiciada y celebrada bajo el manto de Naciones Unidas, ha dejado entre otras muchas, dos lecciones reales: 1) El mundo es como es, y no como nos gustaría que fuera; y 2) En este mundo real sólo hay dos que corten "el bacalo", China y USA, y todos los demás vamos de comparsas. Y el que sean dos, se lo debemos a Obama, porque si no es por él, sólo hay "UNO": China.

No soy abogado, pero me muevo con bastante comodidad en el mundo del derecho y las leyes, y se por experiencia que cualquier mal acuerdo es preferible a un buen juicio. El que nadie haya salido contento de Copenhague es una buena señal, lo crean o no. Porque en Copenhague podía haber habido ganadores "absolutos: por poner un solo ejemplo, los que querían que fracasara la Conferencia; entre ellos, el "Quinteto de la Dignidad": Venezuela, Cuba, Nicaragua, Bolivia y Sudán, y por supuesto, China, y los "negacionistas" del occidente capitalista.

Como buen escéptico que soy, es decir, un optimista chamuscado por la realidad, también me parece positivo, y si lo calibran y piensan, creo que a ustedes también, el "papelón" que han hecho, individualmente, Merkel, Sarkozy y Brown: ninguno. Y eso es bueno, porque les obliga a replantearse que en este mundo "a dos", los 27 gobiernos de la Unión Europea, individualmente, no son nada, pero juntos, pueden, sólo pueden, quizá, ser los "terceros"... Ellos verán. Supongo que siempre quedarán estúpidos dispuestos a seguir siendo cabeza de ratón en su ratonera en lugar de cola de león al aire libre. Ese es su problema. No dejen que sea el nuestro.

Sobre la Conferencia en sí, y sobre la nueva gobernanza mundial "a dos" que se nos viene encima, comienzan a conocerse algunos entresijos que las apresuradas crónicas televisivas o periodísticas, algunas interesadas en un sentido o en otro, no han trasladado al público. Les sugiero la lectura de las entradas de ayer y hoy del Blog Del alfiler al elefante, que escribe el periodista Lluís Bassets: "Así se gobierna el planeta" (El País, 21/12/2009), y "Modestas victorias" (El País, 21/12/2009). Por supuesto, es sólo una opinión, pero resulta interesante... Bienvenidos al mundo real, señoras y señores. ¡Ah!, y felicidades a los que les haya tocado el Gordo de Navidad. A los demás, nos toca seguir barajando... Harendt




El periodista Lluís Bassets



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jueves, 21 de mayo de 2020

[ARCHIVO DEL BLOG] El afer Haidar. Publicada el 9 de diciembre de 2009



La activista saharaui Aminetu Haidar



Llevo varias semanas intentando leer algo medianamente inteligible, sensato. objetivo y apartidista sobre el afer Aminetu Haidar, en huelga de hambre desde hace 21 días en el aeropuerto de Lanzarote (Islas Canarias), y el conflicto desatado por su causa entre Marruecos y España. Hasta hoy, y gracias al artículo que en El País (7/12/2009) escribe José María Ridao, diplomático español y escritor, y titulado, precisamente, "Haidar, en términos exactos". Porque hasta ahora, todo lo leído al respecto se movía entre las declaraciones altisonantes de los "hooligans" del FPOLISARIO, los insultos al gobierno de Marruecos y las acusaciones de traición al Gobierno de España. Por cierto, jaleadores vociferantes con muy poca preocupación por el destino final de Aminetu Haidar, y muy poco respeto, real, por su persona.

Por aclarar algunas cuestiones previas, lo primero que habría que hacer es no confundir al pueblo saharaui con el FPOLISARIO (Frente Popular de Liberación de la Saguia-el-Hamra y Rio de Oro), porque tan saharauis son los que residen en el Sahara Occidental como los exiliados forzosos de los campamentos argelinos de Tinduf, campamentos y exiliados que deberían haber vuelto hace mucho tiempo a su tierra y a su patria y que si no lo han hecho ya es porque esos campamentos y esos exiliados le sirven de coartada al FPOLISARIO y a Argelia en su contencioso político-territorial con Marruecos. No creo que la causa del FPOLISARIO, un partido único que se arroga la representación del pueblo saharaui, merezca el sacrificio de Aminetu Haidar ni del pueblo del Sahara Occidental.

Segunda cuestión, el Reino de Marruecos es un estado pre-moderno y pseudo-democrático gobernado, para desgracia de su pueblo, por un sátrapa medieval vestido de Armani, del que no cabe esperar gran cosa en cuanto a respeto a los Derechos Humanos se refiere. Pero..., es un socio preferente de España y de la Unión Europea, y seamos realistas, en política internacional y por desgracia, no hay amigos ni enemigos, sólo intereses. Hay que reconocer que el Gobierno de España ha pecado de inocente y pardillo, y que algunas de las cuestiones que plantea José María Ridao en su artículo merecen una respuesta aclaratoria urgente por parte de nuestro gobierno. Cuidando de no tensar más de lo que ya está el conflicto, pero haciendo ver a Marruecos, y a su rey, que ellos son los únicos responsables de la tropelía.

Tercera cuestión, Aminetu Haidar está en su derecho de seguir en su postura aún a costa de su vida, pero alguien -no se quién, pero espero que no muy tarde- la debería intentar convencer que con su sacrificio no va a resolver la situación de su pueblo, ni del que está en el Sahara Occidental ni del que está en el exilio. ¿No hay nadie en el mundo capaz de imponer un poco de sensatez a los insensatos?

Juan Goytisolo es escritor, español, y vive desde hace muchos años en Marruecos. Es un hombre de una gran sensibilidad que conoce muy bien y de primera mano a la sociedad marroquí y a su pueblo. Entre tanto oportunismo, desatino y estupidez, fuera de los cauces anegados de las posiciones políticas irreductibles, se agradecen voces que impongan serenidad y cordura como hace en su artículo de El País (9/12/2009) titulado "¿Condenados a no entenderse?". Y sobre todo, que antepongan, ahora, la vida de un ser humano, Aminetu Haidar, a toda otra consideración política. Mi voz suena muy poco, la de Juan Goytisolo puede, debe sonar mucho más. Sumémonos a ella. Salvemos a Haidar, por favor; merece la pena intentarlo. Todo lo demás puede esperar. HArendt




Aminetu Haidar en huelga de hambre en Lanzarote



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martes, 18 de febrero de 2020

[ARCHIVO DEL BLOG] Chimérica. (Publicada el 30 de julio de 2009)





Hace muy pocos días la prensa se hacía eco de los intentos del presidente Obama por ligar a China y Estados Unidos en una especie de "alianza estratégica" de largo alcance y calado de la que ha hecho fortuna su sobrenombre de "Chimérica".

La primera vez que leí ese término, Chimérica, fue en un extenso y documentado artículo de Julio Aramberri, sociólogo y profesor de la Universidad Drexel de Filadefia (USA), en el número del pasado mes de junio de Revista de Libros. Se titula "El imperio deudor" y ya hablé de él en su momento en este mismo blog y a dicho comentario les remito.

El inventor del mismo fue el historiador británico Niall Ferguson, que lo empleó en su libro "The Ascent of Money. A Financial History of the World" (The Penguin Press, Nueva York, 2008), y del que Julio Aramberri dice en su artículo citado, que lo creó para denominar la relación entre los dos colosos económicos del mundo.

En su blog "Del alfiler al elefante", el periodista Lluís Bassets, responsable de la sección de Internacional de El País, escribe hoy sobre el mismo asunto un artículo titulado "Quimérica Chimérica", que pone en duda la posibilidad de que cuaje en algo fructífero y positivo esa conjunción chino-americana.

Tomando como punto de partida el propio concepto de "quimera": monstruo imaginario que, según la fábula, vomitaba llamas y tenía cabeza de león, vientre de cabra y cola de dragón, y aquello que se propone a la imaginación como posible o verdadero, no siéndolo, Bassets juega con las dos palabras del título, tan similares fonéticamente, para plantear que hay elementos en esa alianza que se repelen por sí mismos, y que para que esa "Quimérica Chimérica" tenga larga vida y sea la superpotencia del siglo XXI no basta con una buena ecuación entre intereses mutuos, sino que hace falta algo más de equilibrio y una cierta convergencia económica y política, que hoy por hoy resulta de difícil conjunción.

Espero haberles incitado a la lectura de ambos artículos, los de Bassets y Aramberri, y haber despertado su interés. Estoy seguro que los disfrutarán. HArendt



El profesor Julio Aramberri


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viernes, 25 de octubre de 2019

[NUESTRA EUROPA] Una política sin complejos



Parlamento europeo, Estrasburgo


"La Unión Europea está nerviosa -escribe el periodista de Le Soir, especializado en temas económicos, Dominique Berns-. Acaba de salir de 10 años de crisis y crecimiento larvado y ya está afrontando una desaceleración económica. Los europeos observan, asombrados, la disputa comercial entre Washington y Pekín y la frecuencia con la que cambia de opinión el inquilino de la Casa Blanca. Y lo ven como un problema. Lógico. Todo lo que puede obstaculizar el crecimiento del comercio internacional se percibe desde este lado del Atlántico como una amenaza casi existencial, que se añade a la perspectiva de un Brexit sin acuerdo y de elecciones anticipadas en Italia, que pueden dar plenos poderes a la Liga y a su líder, Matteo Salvini.

Nos gusta detestar a Trump, entre otras cosas, porque no tiene ningún respeto a sus aliados europeos. Hace planear la amenaza de los aranceles a los coches alemanes y ya ha advertido que su Administración consideraría la flexibilización de la política monetaria europea, prevista a partir de septiembre, como un intento de manipular el tipo de cambio del euro. 

Casi parece que olvidamos que tenemos en común los mismos motivos de queja contra China: las subvenciones a las empresas y la estrategia de dumping, las transferencias de tecnologías impuestas a las empresas occidentales, la negativa a abrir los mercados públicos... Pero, por más que la UE califique a China de “rival estratégico”, no está claro que eso cambie nada.

Queda bien oponer el multilateralismo europeo al “proteccionismo” del presidente estadounidense. Pura retórica. Lo que pasa es que nosotros no tenemos medios para aplicar el método Trump.

¿Quiere eso decir que, frente a China, la UE no tiene más remedio que perseguir el diálogo constructivo en marcha desde hace 20 años, pero que ha dado escasos resultados, muy alejados de la reciprocidad que reclaman los europeos?

No nos engañemos: Pekín ha jugado con inteligencia, aprovechando la globalización comercial para acelerar su desarrollo económico y tecnológico. Y cuesta creer que los europeos puedan convencer a China de que abandone un modelo económico que le ha ido tan bien.

Por su parte, el método Trump, el de la coacción, no parece tampoco más eficaz. Aunque la situación actual pueda recordar a la Guerra Fría, China se ha hecho demasiado fuerte para acabar excluida, como acabó la URSS hace 30 años.

No vamos a ser tan ingenuos como para creer que la imposición de aranceles basta para revitalizar la industria estadounidense, tal como promete Trump a sus electores del Cinturón Oxidado.

Para la UE, atrapada entre una China que airea abiertamente su poderío y los Estados Unidos de Donald Trump, la firma de tratados de libre comercio a diestro y siniestro no constituye una solución estratégica creíble. Al contrario, la Unión debe plantearse la relevancia de su propio modelo económico.

En primer lugar, porque la ralentización de las transacciones internacionales es anterior a los conflictos comerciales de los dos últimos años. Esta tendencia denota, según un estudio reciente del Banco de Pagos Internacionales, una “disminución de las cadenas de valor”. ¿Pero será duradera? Probablemente. En la duda, más vale suponer que sí. En otras palabras: que, incluso aunque Washington y Pekín acordasen rápidamente un armisticio, habría pocas probabilidades de asistir a un nuevo auge del comercio mundial.

Sobre todo, los europeos deben reconocer que, para garantizar la futura prosperidad del Viejo Continente, el eje de la política económica no debe ser la reducción de los déficits presupuestarios ni la flexibilización del mercado de trabajo, sino la renovación industrial.

Las políticas de devaluación interna condenan a Europa a un crecimiento débil durante mucho tiempo y a una mayor dependencia respecto al resto del mundo. Y, si no se ofrecen perspectivas a las empresas europeas, estas no invertirán aquí, sino que irán a buscar el crecimiento en otras partes del mundo.

Lo que necesita Europa es una política industrial ambiciosa y sin complejos, que aúne el apoyo a la investigación y el desarrollo, la preferencia en los mercados públicos, la fiscalidad y, en caso necesario, la protección comercial o el accionariado público.

No se trata de emprender una guerra, ni contra Estados Unidos ni contra China, sino de dotarnos de los medios necesarios para asegurar nuestra independencia económica, tecnológica y política y, de esa forma, defender y promover nuestros valores. Si no lo hacemos, la Unión se hundirá inexorablemente en la insignificancia. Y en Viejo Continente, en la dependencia".



La Victoria de Samotracia, Museo del Louvre, París



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sábado, 3 de agosto de 2019

[ARCHIVO DEL BLOG] Las guerras del Cáucaso





¿La Historia es siempre cómo nos la cuentan? Un mínimo de escepticismo al respecto nunca viene de más... Me ha resultado muy interesante el artículo de hoy en El País, del profesor de Historia Contemporánea de la Universidad Autónoma de Barcelona, Francisco Veiga, sobre las causas profundas del conflicto, guerra abierta, o como queramos llamarlo, que enfrenta estos días a la Federación Rusa y su ex-satélite, la república de Georgia. Lo comento, porque el punto de vista que como historiador aporta el profesor Veiga -culpa de la agresión a Georgia, y muestra un tablero "geoestratégico" de intereses políticos, militares y económicos muy complejo, en el que Rusia no parece ser la única mala de la película- no es el dominante al respecto en la opinión pública occidental.

A mi, personalmente, el proceso de desintegración de la Unión Soviética con toda su secuela de conflictos fronterizos -con enclaves territoriales de unas naciones en otras-, étnicos, religiosos y de intereses económicos, me recuerda enormemente al que asoló a la América española en el primer tercio del siglo XIX, primero con las simultáneas -o sucesivas- guerras de independencia nacionales, y luego, de conflictos territoriales entre unas y otras repúblicas americanas. Es muy posible que esto resulte una herejía para otros historiadores, pero a mi, me resulta "Déjà vu"... Y es que todos los procesos de desintegración imperiales tienen el mismo tufillo... HArendt






"Una rosa con demasiadas espinas", por Francisco Veiga

Los acontecimientos de días pasados en Georgia y Osetia del Sur han sorprendido, por varias razones. Pero sobresale una en particular: ¿dónde está el sentido real de un conflicto tan explosivo? Por mucho que se haya intentado echar tierra sobre el asunto, todo empezó cuando tropas georgianas, equipadas y entrenadas en parte por norteamericanos, europeos e israelíes, se lanzaron a invadir o castigar al territorio de Osetia del Sur, que desde hace tiempo se autoproclamó independiente de Georgia y cuenta con el apoyo de Rusia. El ataque comenzó por sorpresa y en fuerza el mismo día de la inauguración de los Juegos Olímpicos, cuando los principales mandatarios mundiales estaban en Pekín.

A priori, la operación militar georgiana no tenía sentido, porque hubiera implicado limpieza étnica de población osetia y era de esperar una contundente respuesta militar rusa. Y Moscú lo hizo, con ganas. Desde su misma llegada al poder en virtud de la denominada Revolución de la Rosa, en noviembre de 2003, el presidente Saakashvili fue un peón de la Administración de Bush. Por su parte, los norteamericanos respaldaron la candidatura de Georgia a la OTAN y con pasión.

La iniciativa formaba parte de la reactivación de un viejo proyecto diseñado por el presidente y caudillo polaco Józef Pilsudski en los años veinte del pasado siglo: un cinturón de estados antirrusos de Europa oriental, con centro en Polonia y compuesto además por los países bálticos, Ucrania y Georgia; la nueva versión siglo XXI parece tener la marca del muy influyente analista norteamericano, de origen polaco: Zbigniew Brzezinski

Y sin embargo, los mismos norteamericanos, comenzando por su presidente, quedaron descolocados ante lo sucedido estos días en Osetia del Sur. Es dudoso que esperaran una acción como la desencadenada por Saakashvili y mucho menos, que la alentaran. Llegados a este punto, y ante lo sucedido en Osetia del Sur y Georgia, cabe hacerse la obligada pregunta clarificadora: ¿qui prodest? ¿a quién beneficia?

Aparentemente, a los rusos, quienes se han sacado una espina que llevaban clavada desde 1991: han dado una respuesta simbólica bien contundente al asunto de Kosovo y en los mismos términos en que lo planteó Washington en su día. Y de paso han dejado malparados los planes para la ampliación de la OTAN por las repúblicas ex soviéticas, que iniciaron las denominadas revoluciones de colores entre 2003 y 2005. Por otra parte, Moscú ha cedido un protagonismo diplomático a Bruselas que le ha negado a Washington, lo que consolida una tendencia en el acercamiento Europa-Rusia ya anticipada por el analista francés Emmanuel Todd hace más de un lustro.

Pero la partida también se ha jugado desde otras mesas. Aunque la prensa occidental pasó de puntillas sobre el asunto y las instituciones diplomáticas mucho más que eso, Turquía y Armenia buscan desde hace meses un acercamiento que llevaría a la reconciliación entre ambos países, arreglaría el contencioso de Nagorno-Karabaj con Azerbaiyán y de paso estabilizaría el Cáucaso en su función de corredor energético entre el mar Caspio y Europa.

Esos tanteos se llevan en el mayor de los secretos, aunque es sabido que se han producido reuniones importantes, entre representantes armenios, georgianos, azeríes y turcos. Uno de los asuntos más delicados de esas negociaciones son los acuerdos sobre los corredores energéticos que unirán al Caspio con Europa.

De momento, el oleoducto BTC es la pieza más importante de ese dispositivo que debería ser una alternativa al suministro de energía desde y en manos rusas, dado que su recorrido transcurre por Azerbaiyán, Georgia y Turquía. Sin embargo, se ha podido comprobar que desde 1991, fecha de su independencia, Georgia ha sido un compendio de problemas más que de soluciones: inestabilidad política, guerra civil, separatismos. Además, tiene frontera con Chechenia y una tortuosa conexión con su conflicto a través del Valle del Pankisi. Pero sobre todo, el BTC hace un largo recorrido extra por el hecho de pasar por Georgia... evitando Armenia. Lo cual, además, lo deja muy expuesto a conflictos.

Hasta el momento, el hecho de que esta república fuera un satélite de Rusia y estuviera enfrentada a Turquía, la excluyó de los negocios energéticos en la zona. Pero las cosas cambiaron, y quien se convirtió en estorbo para casi todos fue el volátil presidente georgiano, Mijaíl Saakashvili. La insistencia de Bush en apadrinarlo hasta el final, incluso le estaba creando problemas a algunos países de la UE, cuyas compañías petrolíferas son accionistas importantes en el BTC.

Además deben añadirse los desencuentros entre Bruselas y Washington por los numerosos errores estratégicos de la Administración de Bush, y otros problemas de gran calado, como es el origen de la actual crisis económica internacional. Por lo tanto, si dentro de unos meses el BTC fuera rediseñado, atravesando Armenia, la situación cambiaría radicalmente en la zona: menor recorrido y más seguro, estabilización del Cáucaso contando con Armenia y alejamiento de la presión de Washington en esos muy delicados asuntos europeos. Eso es un qui prodest respondido. Ahora falta saber la verdad de cómo y por qué Mijaíl Saakashvili se metió en la boca del lobo aquel 7 de agosto de(El País, 14/08/08) 2008. 



http://www.topnews.in/files/Vladimir-Putin.jpg
Vladimir Putin, primer ministro de Rusia



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Publicada el 14/8/2008
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miércoles, 4 de julio de 2018

[A VUELAPLUMA] Volver a Europa y al mundo






Aparte de la crisis catalana, magnificada por la dolosa pasividad del Gobierno de Rajoy, y los casos de corrupción en el Partido Popular, lo que ha infligido mucho daño a nuestro país ha sido el descrédito exterior de España y la consiguiente pérdida de influencia en las relaciones internacionales, comentaba hace unos días en El Mundo la profesora Araceli Mangas, catedrática de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense de Madrid y académica de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas

España, muy débil internacionalmente ya en la etapa Zapatero, desapareció de la arena internacional y europea durante los gobiernos de Rajoy, comienza diciendo la profesora Mangas. Primero, poco a poco. Y a partir de 2015 de forma clara y veloz. Conforme el Estado desaparecía de Cataluña, el Gobierno faltaba a su deber de prevenir los graves delitos que se estaban cometiendo y permitía la emergencia de un poder territorial paralelo al que se toleraba una sistemática violencia institucional contra la Constitución y la integridad territorial de España. Inexplicablemente, sin cumplir el Ejecutivo su obligación de prevenir e impedir los graves delitos que cometían quienes estaban al frente de las instituciones catalanas y sin hacer todo lo necesario para defender la Constitución que habían jurado.La política exterior de España pasó a ser interior en el sentido de que desde el Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación se limitaban a hacer llegar a los gobiernos extranjeros la situación y conseguir, lo que fue un éxito vital, que no hubiera ningún reconocimiento internacional de la doble declaración de independencia. Fue mucho, sí, pero muy insuficiente al no hacer nada para defender el relato constitucional desde las embajadas de España y con una política informativa. 

La política exterior siempre se beneficia de una política interna coherente; fue muy claro cómo despegó externamente España en la Transición a partir de la ejemplar política interna de democratización de todas las estructuras políticas, económicas y sociales propiciada por la Constitución de 1978. Un Estado de tipo intermedio, como España, para ser tenido en cuenta debe poder presentar una clara concordancia entre el contexto interno y el escenario internacional.No ha habido protagonismo activo en la vida internacional. De la reacción defensiva no hemos pasado a la acción protagonista acorde. Se vivió de las rentas del pasado en nuestras relaciones internacionales, pero sin construir nada nuevo en la acción europea. España ha desaprovechado el nuevo peso político que le deja el Brexit en el seno de la UE. Afortunadamente, en estos años se minimizarán los daños por la desaparición no menor de Italia de la escena europea al quedar en manos de la populocracia antieuropeísta. Ser la tercera potencia de la UE tiene que reportar grandes beneficios internos -para la estabilidad y unidad nacional- y externos, muchos de naturaleza económica. No se ha contado con España para nada. Ni tan siquiera Estados Unidos informaba del uso de sus aviones en nuestras instalaciones de apoyo (bases) para bombardear Siria. Insignificantes. Si nos comparamos con Portugal y su capacidad para ser tenido en cuenta, el resultado es bochornoso y deja al anterior Gobierno en pésimo lugar. 

No ha sido responsabilidad de nuestra diplomacia la irrelevancia de España, sino de la dirección política desganada y aislacionista de Moncloa, ajena siempre a los intereses generales de España. El ridículo fue total en el reparto de las suculentas agencias europeas (la bancaria y la del medicamento). España propuso a Barcelona, frente a las seguras Valencia o Málaga, para la candidatura de la Agencia europea del medicamento -que tenía que abandonar Londres por la retirada británica de la Unión-;presentaba así una ciudad de la que huían todas las empresas en una región con futuro incierto dentro de la UE (del seguro Brexit al incierto Catexit). Nos quedamos sin barcos y sin honra con el anterior Gobierno.

No hay españoles en puestos de relieve en las grandes organizaciones internacionales ni probablemente se intenta ante nuestra falta de prestigio e influencia. Hablo de puestos en los que se presenten por parte de nuestro país candidatos españoles y que compitan con nacionales de terceros Estados. La insignificancia de España en estos años ha sido más dolorosa si cabe cuando se tiene en cuenta cómo ha seguido comprometida, incluso en plena crisis económico-financiera, con numerosas acciones militares y humanitarias. Nuestras unidades y observadores militares están participando en 17 misiones en todos los continentes, muchas de gran riesgo como las de Irak y Líbano o las de varios países en el corazón de África, en todas con un alto nivel de profesionalidad y logro de los objetivos que los organismos internacionales les trazan. Y el Gobierno de Rajoy apenas sacó rendimiento de ese sacrificio para ser influyentes.

El nuevo ministro de Asuntos Exteriores, José Borrell, es una esperanza sólida de que, a pesar de la corta caducidad del nuevo Gobierno de Pedro Sánchez, pueda poner fin a la irrelevancia de España. Aunque no basta la personalidad del nuevo ministro, que es mucha y con determinación, importa que el presidente Sánchez no se comporte como Rajoy, como un oscuro funcionario en el casino de su pueblo, y sea consciente del papel proporcionado que corresponde a España. Durante el último año ha habido grandes debates y tomas de posición a raíz de los grandes discursos europeístas del providencial presidente Macron. Sus cuatro grandes discursos sobre el futuro de Europa en un año recibieron el silencio ruin del Gobierno anterior de Rajoy; había que despreciar los grandes planes de Francia para evitar, se decía, que favorecieran a Ciudadanos por la errónea asimilación de Rivera con Macron. Rivera está a millones de años luz del discurso europeísta del brillante presidente galo. Pura mezquindad de Rajoy.

El anterior Gobierno olvidó que España ganó su prestigio e influencia gracias a la sabia política que supuso en su día estar junto a la locomotora franco-alemana. Pero España tiene de nuevo la oportunidad de volver al centro de la renovada vitalidad política de la UE. Cuando nuestro país vuelva al "corazón de Europa" -una expresión que tanto gustaba a Manuel Marín-, defendiendo el proyecto Macron en equilibrio con Alemania, España podrá inclinar la balanza en favor de las grandes reformas comunitarias y allanar el camino que se prepara para fortalecer la Unión. En cuestiones concretas del día a día europeo podemos disentir de los dos grandes y pelear;pero en las grandes cuestiones hay que cooperar e influir del lado de la locomotora franco-alemana. Somos los terceros a bordo de la nave europea y debemos ejercer nuestra responsabilidad.Cuando España se afianzó en el núcleo duro de la integración, su sacrificio permitió que los demás socios tuvieran en cuenta nuestros intereses. Cuando hemos sido activos e influyentes en la UE, ésta nos ha servido para impulsar las relaciones con zonas de interés preferente de España tales como Iberoamérica o el Mediterráneo en las que la Corona cumplió un papel estelar. Tenemos que volver a europeizar nuestros intereses en las áreas tradicionales de influencia de España y en las nuevas, como es África. Tenemos que despertar nuestras potencialidades en política exterior anestesiadas por Rajoy. Tenemos que volver a una decidida acción exterior bilateral y multilateral para ser creíbles en Europa, y añadir al doble pilar diplomático clásico nuestro poder blando comunitario, el que nos corresponde, muy superior al actual.

Cuando un Estado es cooperativo con los intereses del conjunto europeo, sus intereses nacionales podrán ser defendidos y tenidos en cuenta de forma pragmática por los socios. Tenemos que ayudar a renovar y fortalecer la UE y tendremos la ayuda de la Unión para nuestra crisis nacional. España tiene que volver a involucrarse con el proyecto europeo como parte esencial del proyecto nacional. No vivamos más atenazados por la crisis catalana, levantemos la cabeza.



Dibujo de Javier Olivares para El Mundo



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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Estoy cansado de que me habléis del bien y la justicia; por favor, enseñadme, de una vez para siempre, a realizarlos (G.W.F. Hegel)

jueves, 5 de abril de 2018

[A VUELAPLUMA] La Ciudad de las Dos Coronas





El Brexit abre una oportunidad para resolver la controversia histórica sobre el Peñón para convertirlo en eje del futuro estratégico de toda la bahía de Algeciras y en símbolo de la amistad hispano-británica, escriben en El País los profesores Alejandro del Valle, catedrático de Derecho Internacional Público de la Universidad de Cádiz, e Ignacio Molina,  profesor de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid. 

El vínculo político bilateral entre Madrid y Londres, comienzan diciendo, siempre ha estado muy por debajo de su potencial, considerando la intensa relación interpersonal y económicoempresarial entre España y Reino Unido; quizá la mayor del mundo entre dos países que no son vecinos ni comparten idioma. Pese a los muchos intereses y valores comunes, la relación solo puede calificarse como correcta y, así, Reino Unido es el único de los seis Estados miembros más grandes de la UE con quien España no ha institucionalizado una asociación. La visión tan distinta sobre la integración europea y Gibraltar explican ese perfil bajo. Paradójicamente, tras el Brexit aumentan los incentivos para que la diplomacia británica busque más complicidad con la cuarta potencia del continente. Para ello, es necesario saber gestionar (y, si es posible, resolver) la compleja controversia histórica sobre el Peñón. Un contencioso que, aparte de un fuerte simbolismo en ambos lados, contiene elementos tangibles de gran importancia para los legítimos intereses de Gibraltar, el Campo de Gibraltar, España, Reino Unido y la UE.

Desde 1964 existen constantes pronunciamientos en Naciones Unidas sobre el deber de realizar negociaciones hispano-británicas que lleven a la descolonización de este territorio no autónomo. Y desde los años ochenta se ha venido intentando crear, aunque con serios altibajos, un marco de relación para los asuntos cotidianos. Lo cierto es que nos encontramos desde hace mucho en una situación de bloqueo bilateral y multilateral. En realidad, los aspectos de cooperación transfronteriza y soberanía van tan íntimamente vinculados que cualquier incidente o propuesta en un ámbito puede fácilmente frenar cualquier avance en el otro. Y a ello se une la circunstancia del Brexit y la segura afectación futura del estatuto europeo e internacional de Gibraltar. En esta situación no es de extrañar que la oferta de cosoberanía que hizo España en 2016, que contiene elementos interesantes pero también defectos desde un punto de vista interno, se encontrase con el rechazo frontal de Londres y sobre todo de Gibraltar, que al mismo tiempo busca desesperadamente unas nuevas condiciones de supervivencia económica y jurídica para después de 2019.

Estamos, pues, ante una coyuntura crítica en la que replantear el estatuto de Gibraltar. Y, aunque en los últimos meses se ha escuchado más la posición retórica numantina del ministro principal, Fabian Picardo, no cabe duda de que se ha abierto una ventana de oportunidad para explorar alternativas a las tradicionales. En este sentido, propugnamos la exploración de una nueva avenida imaginativa, que vendría por la recuperación simbólica de la soberanía mediante la fórmula de la ciudad de las dos coronas. Se trata de constituir un territorio internacionalizado pero que permanezca en la UE, que esté completamente conectado a su entorno gaditano y que se beneficie de una relación privilegiada con España (permitiendo su incorporación aunque evitando la absorción) al tiempo que conserva la que ahora tiene con Reino Unido. Varias ideas pueden apuntarse aquí sobre este nuevo modelo.

En primer lugar, la recuperación de la ciudad perdida no tiene por qué implicar su integración en la estructura territorial española; de hecho ya hay territorios del reino de España no integrados como las islas y peñones en la costa africana (Vélez, Alhucemas, Chafarinas). Por tanto, una ciudad podría adscribirse formalmente a la corona y, en este caso, además, hacerlo mediante un tratado que estableciera su nuevo estatuto de vinculación a las coronas española y británica. La experiencia de ciertos microterritorios europeos con estatuto particularizado por razones históricas (casos de las Crown Dependencies británicas de las islas de Man, Jersey y Guernsey; de los enclaves en Suiza de la alemana Büsingen y de la italiana Campione d’Italia, o del Principado de Andorra), demuestra que pueden encontrarse fórmulas satisfactorias. No enarbolar las banderas de España y Reino Unido en los espacios oficiales podría ser una alternativa práctica si el simbolismo es el obstáculo sentimental o real para acordar las reglas de convivencia entre comunidades humanas fronterizas. Sobre todo, si ello permite además mantener ondeando la bandera europea.

En segundo lugar, el ejercicio de funciones soberanas. Si en el caso de las islas y peñones se realiza directamente por el Gobierno, en el caso de Gibraltar estas funciones —que no pueden desempeñarse por la corona— podrían consistir en la coordinación del nuevo estatuto con las autoridades británicas y de la UE. Podría decidirse, por ejemplo, mantener todo el autogobierno actual gibraltareño y crear un completo nuevo estatuto internacional en temas que requieren de urgente coordinación (como navegación, protección del medio ambiente, fiscalidad y actividades financieras) o de necesaria regulación (aduanera, tránsito fronterizo o uso del aeropuerto). Igualmente, habría que acordar entre Madrid y Londres el ejercicio de las responsabilidades en materia de relaciones exteriores y de seguridad y defensa, incluido el uso de las muy importantes bases militares aérea, naval y de inteligencia británicas radicadas en el Peñón.

En tercer lugar, un modelo que resultaría en una especie de principado en el Estrecho permitiría dar una nueva realidad de cooperación transfronteriza y una poderosa dimensión económica al hoy vulnerable Campo de Gibraltar, al quedar vinculado a la ciudad de las dos coronas y su estatuto internacional. Las perspectivas beneficiosas por ejemplo para La Línea de la Concepción, que es ciudad fronteriza única en Europa, serían revolucionarias: terrenos para empresarios de Gibraltar, economías de escala para un área portuaria en la bahía que sería líder de Europa, o un gran espacio de educación superior y cultura bilingüe e internacionalizado.

Hay instrumentos en derecho internacional y en derecho constitucional para afrontar viablemente la creación de un modelo único para el caso único, y que no resulte trasladable a las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla o a las pretensiones de nuestros nacionalismos independentistas. En definitiva, se trata de explorar una vía imaginativa que permitiría para España cubrir sus objetivos históricos y sus intereses esenciales: reincorporación en el reino de la ciudad perdida y planteamiento para los españoles campogibraltareños de un futuro de convivencia y prosperidad. Gibraltar conseguiría seguir en la UE, superar el molesto estigma de la descolonización, disfrutar de todos los derechos que le otorgase la doble ciudadanía británica y española y multiplicar su potencial de crecimiento. Y, por último, la relación bilateral Madrid-Londres en el post-Brexit no solo arrancaría sin el lastre de una controversia histórica, sino que se reforzaría con un vínculo institucional al máximo nivel.



Dibujo de Raquel Marín para El País


Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt






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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)