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domingo, 16 de agosto de 2015

[Política] Sahara Occidental: Sin novedad en el frente diplomático







Del interminable contencioso jurídico-político sobre el Sahara Occidental he escrito varias veces en Desde el trópico de Cáncer, la última en agosto de 2013. El conflicto del Sahara Occidental se vive y se ha vivido siempre en Canarias con una especial intensidad emocional. No en vano, el Sahara Occidental fue durante cinco siglos el "hinterland" natural de las islas Canarias, y sus aguas y costas caladero y refugio de sus pescadores, por citar solo una de las múltiples actividades que histórica, cultural y económicamente vincularon a Canarias con el Sahara Occidental. Una mejor y más inteligente administración del territorio por España podría haberlo convertido en una única entidad jurídico-política, junto con Canarias, dentro del Estado español, pero eso es ya ciencia-ficción política y no vale la pena entretenerse en ello. Sólo lo dejo expuesto como algo que pudo ser y no fue y que curiosamente, al menos a mí me llama mucho la atención, es algo reivindicado aun por algún grupúsculo independentista canario que promueve la africanidad "política" (la geográfica no es discutible, pues basta con mirar un mapa) del archipiélago.

El fracaso del mediador y enviado especial del Secretario General de Naciones Unidas para el Sahara Occidental, el diplomático holandés Peter Van Walsum, por estas mismas fechas de 2008, estaba cantado desde hacía tiempo. El periodista Ignacio Cembrero lo explicitó en su día en El País en un artículo titulado "La ONU prescinde del enviado para el Sáhara Occidental", en el que hablaba del desencuentro cada vez más acentuado entre Ban Ki-Moon, Secretario General de Naciones Unidas, y el señor Van Walsum, que llevaron al primero a no renovarle en el cargo de enviado especial. En el mismo número del diario se publicaba también el documento que el hasta aquel momento enviado especial de Naciones Unidas para el Sahara Occidental, Peter Van Walsum: "El largo y complejo problema del Sáhara", había hecho público exponiendo las razones de su fracaso mediador y las responsabilidades que en ese fracaso habían tenido los actores del contencioso sobre el Sahara Occidental: Marruecos, el Frente Polisario, Naciones Unidas y España, a la que acusaba, en su entrevista a El País del día 8 de agosto, de mentir a su "sociedad civil" sobre la realidad del problema del Sahara Occidental y de que un "Sahara independiente era inalcanzable" por culpa única y exclusiva de Marruecos.

Este comentario no es un ensayo jurídico-político. Son, exclusivamente, mis reflexiones como ciudadano español sobre un asunto que me preocupa sobremanera. Dicho ésto, y aunque se que voy contracorriente entre la opinión pública canaria y española, pienso que el señor Peter Van Walsum tiene toda la razón en lo que dice: que el conflicto es insoluble porque ninguna de las partes interesadas tiene el "menor interés" en que se resuelva.

Para mí, y en relación con el reparto de responsabilidades a las que aludía el informe del señor Van Walsum, el primer responsable del actual conflicto fue España, o para ser más concreto, el gobierno de Carlos Arias Navarro, que delegó la administración del territorio en 1976 en manos de Marruecos y de Mauritania sin base jurídica alguna para ello. Como en Guinea Ecuatorial, en 1968, el gobierno engañó a españoles y saharauis haciéndoles creer a ambos que eran ciudadanos iguales de un mismo Estado. Estaba claro que no era así, que el Sahara, como antes Guinea Ecuatorial e Ifni, no eran provincias españolas. Eran meras colonias, y sus ciudadanos, ciudadanos españoles de segunda categoría, meramente nominales, aunque a decir verdad, ciudadanos de segunda éramos todos los españoles en esa época.

Respecto al pueblo saharaui, por el que siento un profundo respeto, pienso que el monopolio de su representación política por parte del Frente Polisario no es precisamente garantía de un futuro democrático. El Frente Polisario se ha hecho con la representación única y exclusiva del pueblo saharaui cuando en realidad no es más que un movimiento político, no "el pueblo saharaui".

Respecto de Marruecos, una monarquía semifeudal donde las libertades reales brillan por su ausencia, pienso que se equivoca no admitiendo la posibilidad del referéndum auspiciado por Naciones Unidas. Y lo pienso, precisamente, por las mismas razones que critico al Frente Polisario, por confundir un grupo político con un pueblo entero. Es posible que los primeros sorprendidos por el resultado de un hipotético referéndum de autodeterminación fueran los que lo promueven.

Mi crítica a Naciones Unidas es un reflejo fiel de las reflexiones mismas del señor Van Walsum, así que les ahorro la exposición de las mismas. Las sinrazones de unos y otros hacen que se eternice un conflicto que debería estar resuelto hace mucho tiempo. En todo caso, quiero dejar clara mi apuesta de futuro por un Sahara libre, pacífico y democrático. Sobre todo, por la cuenta que nos trae a los canarios, pero siete años después todo sigue igual.

Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν", nos vamos. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt




http://www.elpais.com/recorte/20080828elpepiint_6/LCO340/Ies/Peter_Van_Walsum.jpg
Peter Van Walsum




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miércoles, 10 de diciembre de 2014

Derechos Humanos: Reflexiones en su Día Mundial del 2014









A mi amiga Germana Roy, con inmenso cariño

Tal día como hoy de hace sesenta y seis años, el 10 de diciembre de 1948, la Asamblea General de la recien creada Organización de las Naciones Unidas, reunida en París, aprobaba y promulgaba solemnemente la Resolución 217A (III) que contenía la Declaración Universal de Derechos Humanos. Su elaboración, encomendada a una comisión especial de dieciocho miembros presidida por Eleanor Roosevelt, la viuda del presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt, duró dos años. La redacción final de la resolución, conocida como Proyecto Ginebra, por la ciudad donde se ultimó, corrió a cargo del francés René Cassin. Fue aprobada sin ningún voto en contra y ocho abstenciones.


Aunque algunos remontan su origen remoto al denominado "Rollo de Ciro", por el emperador persa de ese nombre del siglo VI a.C., sus antecedentes más inmediatos son, con toda evidencia, la Declaración de Derechos de Virginia de 1776 y la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano francesa de 1789. 

La Declaración Universal de Derechos Humanos de Naciones Unidas supuso, a tres años del final del más sangriento conflicto bélico sufrido nunca por la humanidad, un aldabonazo moral de primer orden. Hay un precioso librito de la historiadora y profesora estadounidense Lynn Hunt: "La invención de los derechos humanos" (Tusquets, Barcelona, 2011), que parte de la necesidad de explicar el hecho de que los Padres Fundadores de la gran nación norteamericana pudieran sostener como evidente el principio de que todos los hombres son creados iguales en una sociedad en que la desigualdad era una realidad apabullante. Para ello, parte de la tesis de que a partir de la segunda mital del siglo XVIII nuevas formas de leer crearon nuevas experiencias individuales que, a su vez, hicieron posibles nuevos conceptos sociales y políticos que volvieron evidente a la gente normal nuevas formas de comprender y a partir de ello nuevos tipos de sentimientos. Para Lynn Hunt, dice el profesor Roberto Luis Blanco Valdés al reseñar su obra en Revista de Libros (mayo, 2011), la respuesta a esa pregunta está en aproximarse al estudio y comprensión de esos nuevos derechos "evidentes" en una sociedad tan dispar a partir de la aparición de nuevos sentimientos de empatía derivados de la lectura de libros epistolares como los de Rousseau, Richardson o Adan Smith, todos ellos producto de la Ilustración, en los que la empatía por el sufrimiento y el dolor ajeno enseñaron a sus lectores a pensar en "los demás" como sus iguales y semejantes haciendo brotar en ellos el sentimiento de la existencia de unos derechos humanos "evidentes" a pesar de todas las desigualdades e injusticias reales también evildentes. De ahí que las revoluciones americana y francesa, y sus consiguientes "declaraciones de derechos", puedan considerarse los antecedentes directos de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948.

Sesenta y seis años después de esa Declaración el balance no cabe calificarlo sino de positivo. aunque mucho más lento de lo que habría cabido esperar. Organizaciones de defensa de los derechos humanos como Amnistía Internacional y Human Rights Watch, ponen cada año en sus respectivos informes anuales, el dedo en una llaga que no acaba de cerrarse. El informe de Amnistía Internacional 2013, organización con la que me siento orgullo de colaborar asiduamente, expone en datos y cifras el número de Estados que en ese año torturaron a sus ciudadanos, reprimieron la libertad de expresión, toleraron juicios injustos, encarcelaron a presos de conciencia, llevaron a cabo ejecuciones, cometieron homicidios ilegales y desalojaron de sus casas a hombres mujeres y niños. El informe de Human Rights Watch, por su parte, se centra este año en el examen de las lagunas que en la defensa de los derechos humanos evidencian los Estados de la Unión Europea, concretamente en materias como inmigración y asilo, discriminación, intolerancia y lucha antiterrorista, sacándole los colores a Estados como Alemania, España, Francia, Grecia, Hungría, Italia, Países Bajos, Polonia, Reino Unido o Rumanía.

A la vista de todo ello parece lícito preguntarse si existe un progreso moral real de la humanidad. Uno de los que dice que sí y que no al mismo tiempo es el profesor Javier Gomá Lanzón, que en un artículo de hace unos años en Revista de Libros (agosto 2008) concluía aseverando: "la misma civilización que ha sabido progresar moralmente ganando a la opresión una más amplia esfera de libertad, ha usado esa libertad ampliada, en una medida no despreciable, para la inmoralidad más perversa, haciendo descender al hombre a unas profundidades de abyección y envilecimiento imposibles de predecir. De lo que se sigue, en fin, que si desde la perspectiva de la libertad cabe confirmar la existencia comprobada de un progreso moral, desde la del contenido de esa libertad y de su ejercicio efectivo sería casi un sarcasmo mantener semejante aserto. De ahí, añade, el matizado sí y no a la pregunta que se suscitó al principio".

Uno de los que dice que sí, que ese progreso moral existe y que vivimos en el mejor de los mundos posibles contra toda evidencia, es el prestigioso psicólogo estadounidense Steven Pinker en su libro "Los ángeles que llevamos dentro. El declive de la violencia y sus implicaciones" (Paidós, Barcelona, 2013). A analizar ese libro y la veracidad de los datos en él expuestos, le dedicaron sendos artículos en mayo de 2013 en Revista de Libros Juan Antonio Rivera y mucho más recientemente en El País del pasado 7 de diciembre Marc Bassets. La conclusión a la que llegan, y yo con ellos,  es que, efectivamente, a la vista incontrovertible de los datos que se exponen es muy probable que vivamos en el mejor de los mundos posibles, pero que esa verdad que los datos acreditan, en mi opinión, y como ya dije hace unos días comentando en las redes sociales el artículo de Rivera, el corazón no la percibe.

Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt








Entrada núm. 2204
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