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sábado, 28 de diciembre de 2019

[A VUELAPLUMA] Cuento Grinch de Navidad



Fotograma de la película El Grinch


Echar la vista atrás, aunque sea por un año, es un ejercicio saludable de visión en perspectiva, escribe el profesor y divulgador científico Javier Sampedro en el A vuelapluma de hoy sábado.

"Estas navidades -comienza escribiendo Sampedro- se impone el Grinch en el argot adolescente. Eres de lo más Grinch, no seas Grinch, paso de tu Grinch. Viene a significar navidófobo, ese subtipo de homo sapiens caracterizado por su alergia aguda a estas fechas, tal vez porque sea un ateo y deteste sus resonancias religiosas, o porque esté más solo que la una y le aflijan los estridentes grumos humanos que forman los demás o, simplemente, porque está de bajío y aborrece la felicidad ajena. La palabra tiene pedigrí, porque proviene del libro infantil ¿Cómo el Grinch robó la Navidad?, publicado en 1957 por Theodor Seuss, más conocido como el Dr. Seuss. Una complicada sucesión de versiones para televisión y cine, la última del año pasado, ha convertido al Grinch en un icono navideño para los niñatos en la edad de los granos. A mí el muñeco me parece bastante mono, la verdad, pero el caso es que ser un Grinch lo está petando.

Es probable que el lector sea un Grinch, porque yo diría que la mayoría de mis amigos lo son, y eso solo puede significar dos cosas: o que tengo imán para ese
tipo de personas, o que hay un verdadero montón de gente que es así. En cualquiera de los dos casos, el lector lleva muchas papeletas de ser un Grinch. Y es curioso, porque a mí me gustan los grinches, lo confieso espontáneamente, pero yo no creo ser uno de ellos. Llamadme infantiloide, pero me relaja el soniquete dodecafónico de la lotería, me hipnotiza la decoración de las calles y hasta obtengo un placer morboso cenando con los cuñados, lo que seguramente ya es de frenopático. No, no estoy a la moda. No me he ganado el título de Grinch. Una mancha en mi currículo.

Pero me estoy enredando con mi autobiografía, como jamás debe hacer un columnista. De lo que quería escribir era de una de las tradiciones más manidas de las navidades, que son los resúmenes del año. Tampoco en esto me parezco al Grinch, porque soy un entregado consumidor de ese género. Nos pasamos el año tratando de sacar la cabeza del río turbulento que nos arrastra día a día, hora a hora, desde un instante pasado que no comprendemos a un momento futuro que no podemos predecir, intentando tomar aire para aguantar un día más, una hora más, bajo la superficie tenaz del tiempo inapelable. Echar la vista atrás, aunque sea por un año, es un ejercicio saludable de visión en perspectiva, como tomar una foto que capture el tiempo.

Este año hemos conocido, por ejemplo, que los niveles de CO2 en la atmósfera han alcanzado un récord desconocido en los últimos tres millones de años, y que los dos países más emisores, Estados Unidos y China, no están por labor de reducirlos. Hemos fotografiado un agujero negro, lo que en sí mismo parece una contradicción filosófica, y hemos sabido así que nuestras teorías físicas más apreciadas tienen una capacidad predictiva inimaginable. Hemos visto a dos mujeres pasear por el espacio sin la compañía de un hombre, lo que debería darnos vergüenza por no haberlo hecho antes. Y nuestra capacidad para transformar el genoma humano ha alcanzado un punto crítico que demanda una reflexión ética. No seas Grinch".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 






La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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miércoles, 25 de diciembre de 2019

[A VUELAPLUMA] El pecado del musgo





"Se dejó de hacer cuando la sociedad se dio cuenta de que era una barbaridad -comienza diciendo el escritor Miguel-Anxo Murado en el A vuelapluma de este día de Navidad que hoy celebramos-. Me alegro por eso, pero lo razonable no quita lo nostálgico. Sin una pizca de culpa, los recuerdos serían insípidos. Así que yo recuerdo con cariño aquellos tiempos en que nuestro padre nos llevaba a buscar el musgo para el belén. Nos subíamos al Simca 1000 e íbamos a nuestra patria, que es Meira de Lugo y sus alrededores. En el silencio frío y húmedo del viento de la sierra buscábamos el musgo en los muros de piedra que separan las fincas, en las cortezas de los árboles desprovistos de hojas, en las rocas grises y grandes que brotan en los márgenes de la suave, mullida Terra Chá, la douce France gallega. Sabíamos que teníamos que procurarlo en la cara norte de los troncos y los muros, donde da menos el sol, salvo en las fragas tupidas y oscuras, donde el laberinto de luces hace que crezca por todas partes. Niños de ciudad pequeña, pero sangre rural, esta era una oportunidad única para tocar físicamente el paisaje, para rasparse las manos en las piedras y acariciar el terciopelo verde del musgo, la moqueta antigua de la tierra. Al pelar las piedras, delicadamente, como quien levanta una tirita de una herida viva, notábamos en las pequeñas manos desnudas la humedad y la tierra. Lo que sentíamos, pienso ahora, era el contacto perdido con el paisaje que, en ese momento, se nos hacía de repente un tacto conocido, como un ciego que, palpando, reconoce a su perro o a su sillón. Recuerdo mirar hechizado cómo los bichos me recorrían las manos sucias y heladas mientras depositaba la frágil hoja de musgo en el maletero del coche. 

Lo recuerdo con afecto, pero lo lamento enormemente, porque el musgo es una criatura extraordinaria. Estaba en este mundo antes que el ser humano. Tiene cientos de millones de años. Lo pisaron los dinosaurios. Es un superviviente, un ser vivo que ha acertado en su estrategia para resistir: apostando por la simplicidad evolutiva y aprovechando los lugares que no quieren otras plantas. Como nosotros, está en gran parte hecho de agua. Como nosotros, es un agricultor que no solo se adapta a su entorno, sino que lo modifica y lo cultiva, regándolo y sembrándolo de sales minerales. Son casi un centenar las naciones que forma el musgo en Galicia, algunas tan extrañas como el oro de duende, que brilla con un verde fosforescente en la oscuridad de las cuevas. Hace que las fachadas de granito de los palacios y las iglesias no sean tan duras a la vista. Es una de las primeras señales de la vida que vuelve después de que un incendio destruya un bosque. Es místico: puede incluso revivir después de que una sequía lo agoste. Creo que no he visto jardín más hermoso en mi vida que aquel que visité una vez en un templo en Japón y que estaba hecho con distintos tipos de musgo de tonalidades y texturas diferentes. El caso es que, con aquel musgo que recogíamos, le poníamos un césped al Nacimiento. Mi padre había hecho una instalación eléctrica para que se iluminase el Portal y las cabañas de los pastores, y el musgo, húmedo, arreaba unos calambrazos de la leche. De vez en cuando, una oruga oscura y brillante aparecía entre el pelaje verde del musgo, y se arrastraba lenta e inquietante entre los pastores de plástico, los reyes y los soldados romanos. Y entonces los niños, instruidos en las ilustraciones del catecismo de la preparación para la Primera Comunión, la señalábamos y decíamos, listillos: «¡El Pecado Original! ¡El Pecado Original!». 


A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 






La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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sábado, 24 de diciembre de 2016

[Personal] ¡Feliz Navidad! ¡Feliz Año Nuevo!





Recalcar a estas alturas el origen pagano de casi todas las fiestas religiosas del mundo resulta superfluo. El nacimiento del Hijo de Dios para los cristianos, la Navidad, no es otra fiesta que la milenaria celebración del solsticio de invierno, en el que la luz del día comienza su lance victorioso anual sobre las tinieblas de la noche.

Pero ese origen pagano no desmerece para nada la celebración de la Navidad cristiana, la Hanukkak hebrea, o la de cualquier otra religión del mundo que gire alrededor del solsticio de invierno. Al contrario, quizá lo que nos deja traslucir es el origen humano de todas las religiones.

No soy creyente, pero sí respetuoso en extremo con la fe de los que lo son. Creo que nadie debería ser obligado ni inducido a abandonar la religión de sus mayores ni a tener religión alguna. Creo que las conversiones forzosas deberían ser proscritos para siempre. Creo, como dice el teólogo católico Hans Küng, que la paz entre las religiones es imprescindible para alcanzar la paz entre las naciones, y que la paz entre las naciones es imprescindible para alcanzar la paz entre los hombres.

Creo que la ética podría ayudar a ello. Hay unas normas éticas universales que están presentes en todas las religiones y en todos los seres humanos, creyentes y no creyentes. Son normas muy sencillas y claras que pueden ayudar a la consecución de esa paz universal a la que aspiramos por encima de razas, credos y nacionalidades: Todo ser humano tiene que ser tratado con dignidad y humanidad, no hagas a otro lo que no quieras que te hagan a ti, no mates, no robes, no mientas, no uses la sexualidad para hacer daño... Pienso que bastarían para hacernos mejores.

Hoy no me extiendo más. A todos los hombres y mujeres del mundo de buena voluntad, a todos los amigos y lectores de Desde el trópico de Cáncer les deseo de todo corazón una Feliz Navidad y un Feliz Año Nuevo. Que la paz sea con ustedes.




Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt






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jueves, 22 de diciembre de 2016

[A vuelapluma] ¡Hoy se juega el Gordo!





Hoy, 22 de diciembre, se juega el Gordo de la Navidad, el sorteo más popular (con un premio de 400.000 euros al décimo) de la Lotería Nacional de España. La Lotería Nacional es uno de los juegos de azar más populares en España, un juego de tradición centenaria y con gran arraigo en la sociedad española. La Lotería Nacional depende de Loterías y Apuestas del Estado (LAE) que a su vez depende del Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas. 

La lotería llegó a España, como la tradición nacional de los Belenes, de la mano de Carlos III, que la importó de Nápoles, en donde había sido rey antes que en España, y que era igual que la ahora llamada Lotería Primitiva. El primer sorteo se llevó a cabo el 10 de diciembre de 1763.

La lotería moderna, tal cual la conocemos, nació en Cádiz en 1811, por iniciativa de Ciriaco González Carvajal, para aportar fondos a la Hacienda Pública que se quedó resentida por la Guerra de la Independencia. La Real Lotería Nacional de España fue creada por instrucción de 25 de noviembre de 1811. Concebida como «un medio de aumentar los ingresos del erario público sin quebranto de los contribuyentes», tiene lugar en Cádiz el primer sorteo el 4 de marzo de 1812. Circunscrita en principio a Cádiz y San Fernando, salta después a Ceuta y a toda Andalucía, conforme avanzaba la retirada de los ejércitos napoleónicos. El 28 de febrero de 1814 se celebró el primer sorteo en Madrid, desde entonces sede de la Lotería Nacional. 

Con la vuelta al poder de Fernando VII, se impone el nombre de "Lotería Moderna" hasta que durante el Trienio Constitucional, se vuelve a "Lotería Nacional", pasando otra vez a "Moderna" a la vuelta del absolutismo hasta que después de la muerte de Fernando VII ya pasa definitivamente a "Nacional", incluso en el período de la Guerra Civil, donde cada bando tenía su propia "Lotería Nacional".

El "décimo" es el documento mínimo necesario para participar en los sorteos de la Lotería Nacional de billetes. Un billete son diez décimos de un mismo número y serie. La serie es cada una de las sucesiones de billetes numerados del 00000 al último, el 99999. La fracción identifica a cada uno de los diez décimos de un mismo billete, de manera que cualquier décimo es distinguible de cualquier otro, incluso aunque sea del mismo número y de la misma serie.

En el sorteo de Navidad se juegan 100.000 números (del 00000 al 99.999) con una emisión de 160 series formando cada una de las series un billete. Esto implica que de cada número se emiten 160 billetes. Cada serie consta de 10 fracciones. Así cada número se juega en 1.600 décimos. El total de décimos emitidos es de 1.600 x 100.000 = 160.000.000

Los billetes de la Lotería Nacional se consideran valores del Estado, y su falsificación o enmienda se sujetan a las prescripciones del Código Penal. Además, los billetes son documentos al portador, por lo que no se reconoce más dueño de ellos que la persona que los presente, sin perjuicio de derecho de tercero, con intervención de los Tribunales ordinarios.

¿Por qué jugamos los españoles a la Lotería, y especialmente a la de Navidad? Dos recientes artículo de opinión en el diario El País analizan la cuestión. El primero, de Víctor Lapuente Giné, comienza diciendo que tres de cada cuatro españoles no pueden estar equivocados. Si tantos compran la Lotería de Navidad, es por algo. Pero los números no dan. Es miles de veces más probable morir en un accidente de coche que ganar la lotería. Entonces, ¿por qué caemos en la tentación?

Comprar lotería tiene un elemento patológico, añade. Nos dejamos llevar por una emoción. Ya sea positiva, como una esperanza hipertrofiada. O negativa, como la “envidia preventiva” de la que habla el sociólogo José Antonio Gómez Yáñez. Compramos lotería por si acaso les toca a quienes nos rodean. Los anuncios de Lotería de Navidad explotan esa envidia sin pudor alguno, poniendo el énfasis no tanto en los agraciados con el Gordo, sino en los desgraciados que, habiendo podido, no compraron el décimo ganador. Ocurre también en otros países, donde las loterías se centran en códigos postales, hurgando en los celos vecinales. No quieres ser el único del barrio al que no le toca.

La lotería se aprovecha de que los humanos no somos robots racionales, sigue diciendo. Para verlo, respondamos a estas preguntas: a) ¿Qué preferimos: ganar 1.000 euros con una probabilidad de 0,001 o ganar un euro seguro? y b) ¿Qué preferimos: perder 1.000 euros con una probabilidad de 0,001 o perder un euro seguro? Si fuésemos fríamente racionales seríamos indiferentes en las dos cuestiones, porque el valor esperado en cada disyuntiva es el mismo (un euro). Sin embargo, la mayoría escogemos ganar 1.000 euros con una probabilidad baja en la pregunta a y perder un euro en la b. Estamos pues programados para comprar tanto boletos de lotería como seguros contra los imprevistos. Aunque los números no den.

Así desde el principio de los tiempos, concluye diciendo. Y es que, en el fondo, los Estados son vendedores de ilusiones y seguros a gran escala. Durante siglos, los gobernantes nos han ofrecido, por un lado, seguros de protección contra las malas cosechas, la violencia o la enfermedad. Y, por el otro, boletos de lotería para financiar sus proyectos, de la Gran Muralla China a hoy, pasando por Carlos III. Sabían que los ciudadanos lo daremos todo por acercarnos a la rueda de la fortuna y alejarnos de la ruleta rusa. 

El segundo de los artículos citados, de Jesús Mota, parte, dice, de un axioma inicial: en una lotería cuanto más juegas más pierdes. Fue enunciado por el economista Edwin Cannan, ilustre profesor de la London School of Economics allá por los años veinte del siglo pasado. Cannan se limitó a reunir las evidencias disponibles. Hoy, con información estadística sofisticada, es fácil observar los límites de esa afirmación, básicamente cierta. Si tomamos como ejemplo la Lotería Nacional (próximo sorteo, pasado mañana jueves), resulta que la probabilidad de que un número reciba el premio gordo —¿por qué gordo y no grande, o supremo?— es de una entre 100.000. Al 86% de quienes apostaron dinero en décimos o series no les tocará ni un euro; al 5% de los jugadores le tocará algo —tocar en este caso rememora el dedo de la Fortuna, que señala al afortunado, o la varita mágica de las hadas— y el 9% aproximadamente recuperará algo de lo gastado en décimos. Este es el balance real —y racional— de la ruleta que gira cada 22 de diciembre.

Pero entonces ¿qué impulsa a los españoles a jugar a la lotería?, se pregunta. Si excluimos los motivos clínicos (existe una ludopatía difusa que cristaliza cuando una fecha señalada proporciona una coartada), las causas principales son la costumbre y la ansiedad. Para muchos españoles, en Navidad se juega a la lotería por el mismo motivo que se mastican langostinos cocidos, se compran gorros ridículos y se soportan —incluso se promueven— discusiones con la familia política. Un décimo de lotería está admitido y apreciado como un regalo social. La mayoría no quiere ni puede resistirse a una costumbre.

Más complejo es el factor de la ilusión, añade. La expectativa de hacerse rico sin trabajar confirma la percepción inconsciente en el jugador de que la suerte compensará algún día las injusticias que soporta en su vida cotidiana. Igual que en el universo existe una radiación de fondo como residuo del big bang, en las sociedades avanzadas sobrevive la superstición de fondo de que los buenos serán premiados y los malos, castigados. La lotería juega sin tapujos con la idea de que todos podemos enriquecernos sin esfuerzo y de que ese poder procede del impulso de una sentimentalidad elemental. Para algunos, riqueza significa comprar de un jet privado, para otros contratar un personal shopper y para la mayoría tapar agujeros, ese concepto que si un día quiso resumir “pagar la hipoteca de la vivienda” y deudas varias, hoy, debido a la devastación social de la crisis y a la incapacidad de los gestores políticos para repararla, puede significar disponer de dinero para pagar la luz y el agua.

La ilusión es solo una manifestación de la ansiedad, concluye diciendo; una forma de aceptarla y soportarla. Obedece al mismo resorte que repiquetear los dedos sobre la mesa, mover compulsivamente las piernas o aplicar disciplinas repetitivas en el Ejército. La ilusión del 22 no se convierte en frustración el 23 porque se aplica otra letanía repetitiva: “Lo que importa es tener salud”. Nueva frustración, porque el paradigma neoliberal ya ha decretado que la pobreza es una enfermedad incurable; los agraciados con el gordo tendrán más probabilidades de mantenerse sano.

En cualquier caso, me gustaría terminar esta entrada de hoy, añado yo, recordando aquel famoso chiste del humorista Eugenio en el que relataba la historia de un hombre que, desesperado, le pide a Dios que le conceda sacarse el Gordo de la Lotería, al que Dios, exasperado ya de su insistencia, le responde: "¡De acuerdo, concedido, pero por lo menos, compra el décimo!"... Buena suerte y feliz sorteo. 


Niñas del Colegio de San Ildefonso de Madrid, cantando la Lotería Nacional



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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martes, 29 de diciembre de 2015

[A vuelapluma] Cosas que uno siente por Navidad



Belén navideño tradicional


Si hay algo que me pone de los nervios es la ignorancia pedante trufada de fanatismo. Reconozco que hay mucho gilipollas suelto (lo digo sin ánimo injurioso alguno, sino en el coloquial sentido que da al adjetivo la Real Academia Española) que piensa que los no creyentes en dioses trinos y unos somos seres arreligiosos, carentes de espiritualidad y personas de moral relajada, por no decir amorales absolutos... La verdad es que me da igual lo que piensen los susodichos, pero se equivocan.

Por citar un ejemplo de espiritualidad profunda entre los no creyentes, mencionaría a Simone Weil, la joven filósofa francesa, muerta en 1943 a los 34 años de edad. Quizá la pensadora europea que mejor ha sabido entender la esencia del cristianismo en el siglo XX; un cristianismo que no necesita la existencia de un Dios para convertirse en el centro de la existencia humana, y cuyas raíces se hunden en los mitos más antiguos de la humanidad y del pensamiento filósofico y teológico de la antigua Grecia. O si prefieren otro, quizá más accesible, el del también francés Albert Camus y su humanismo cristiano sin Dios.

A mi el mito cristiano de la Navidad me parece bellísimo, y lo sigo celebrando cada año con mi familia, con mis hijas y mis nietos, y perdónenme la irreverencia si alguien se siente ofendido, con mis gatos, que también son animalitos de Dios. Y todo ello, con independencia de que el mito no se sostenga en realidad alguna, y que tenga precedentes claros en otros mitos mucho más antiguos como los de Isis, en el antiguo Egipto, o el del dios Mitra (también nacido en una cueva, de madre virgen, un 25 de diciembre, y adorado por magos y pastores que le traen regalos un 6 de enero). Líquido, blanco y en botella... Vale: pues sí, leche.

Los mitos son una forma de pensar el mundo. Lo dijo el antropólogo francés, (¡vaya por Dios, hoy va todo de franceses!) Claude Lévi-Strauss en un erudito y bellísimo libro del que ya he hablado en ocasiones anteriores en el blog: Mitológicas. Lo crudo y lo cocido, mitos que construyen una explicación total del mundo en toda su riqueza, y en los que toda realidad -física, biológica y espiritual- está determinada por ellos y en ellos.

El escritor castellano-leonés Gustavo Martín Garzo publicaba hace unos años en El País por estas mismas fechas un entrañable artículo titulado El buey y los ángeles, rememorando las navidades de su infancia. Como a él, a mí también me resulta imposible desprenderme de esas figuras maltrechas por los años, los hijos, los nietos y los gatos, que configuran nuestro Belén en el mejor rincón de nuestro hogar; celebración anual de la Navidad, tan Navidad como la de los creyentes, y con la misma fe y esperanza en un mundo, aquí, ahora y en el futuro, mucho mejor que el que nosotros heredamos de nuestros padres. Y todo sin dejar de reconocer que no es más que un mito, pero un mito central, junto a la herencia cultural greco-latina, para poder comprender lo que es y significa Occidente y su forma de pensar. 

Y no sé si fiel a una tradición que desconozco o simple fruto del azar, me encuentro de nuevo hace unos días, en el mismo periódico, otro hermoso artículo de Gustavo Martín Garzo titulado El papagayo verde, que habla de compasión, silencios, bondad con los desconocidos, y el peso del mundo y la realidad, quizá influido una vez más por los sentimientos a que nos hace proclives la Navidad. Lo hace tomando como excusa el proceso de redacción de la novela Un corazón simple, de Gustave Flaubert. Una novela corta, nos cuenta Martín Garzo, para escribir la cual Flaubert necesitó cinco meses intensivos de trabajo. "¿No le parece que nuestros amigos se preocupan poco de la Belleza. Y sin embargo es en el mundo lo único importante?", le cuenta Flaubert por carta a su amigo Turguéniev sobre sus dificultades para terminarla. Y es que, como bien dice Martín Garzo en su artículo citado "el arte no habla de lo que tenemos sino de lo que nos falta, ofreciéndonos una segunda vida". 

Un corazón simple, nos cuenta Martín Garzo, habla de ese mundo de la pequeña burguesía rural que Flaubert conocía como la palma de su mano y que ya había retratado magistralmente en Madame Bovary. Su protagonista, sigue contándonos, es Félicité, una abnegada mujer que vive a la sombra de su señora, cuidando a sus hijos y ocupándose de las tareas de la casa. Flaubert se detiene con puntilloso realismo en los pormenores de esa vida insignificante y nos habla de sus pesares y pequeñas alegrías, y de los seres que van pasando por su vida: un novio poco delicado, los hijos de su ama, un sobrino, un anciano al que cuida en su enfermedad. Unos mueren, otros se van de su lado o sencillamente la olvidan, y Félicité se queda sola. Casi es una anciana cuando una familia de indianos se muda a la casa vecina. Ella vive pendiente de sus conversaciones animadas, de su afición a la música, de sus vestidos alegres. Tienen un loro, que se llama Loulou. Lo han traído de sus lejanas tierras y a Félicité le fascinan sus colores tan vivos, su voracidad, sus gritos desdeñosos, su mirada desafiante. Pero los indianos no se adaptan bien ni a los inviernos ni al rigor de las costumbres de la comarca, y deciden regresar a sus tierras. Y como el loro es un estorbo para ese viaje se lo regalan a Félicité. Su vida cambia desde entonces, ya que el loro se transforma en su única compañía. A tal punto se obsesiona con él que, cuando muere, Félicité manda disecarle y le construye en su propio cuarto un pequeño altar que se convierte en el centro más secreto de sus fantasías.

Y para colmar el vaso de las cosas que uno siente por Navidad, hoy mismo, una buena amiga a la que no veo hace muchos años pero con la que guardo una entrañable complicidad epistolar, me pregunta con íntimo desasosiego como es posible celebrar en paz con uno mismo estas fiestas entrañables cuando miles de seres humanos, refugiados de las crisis humanitarias que asolan Oriente Medio y África del Norte, caminan sin rumbo ni futuro por estas cristianas tierras de Europa, que les rechaza y les teme a la vez. "Es necesario algo más que buenos pensamientos por esta gente...", me dice al final de su carta. Y no sé qué contestarle, porque no tengo respuesta alguna.

Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. Y ¡Feliz Año Nuevo! HArendt



Isla de Lesbos, Grecia (U.E.), Diciembre de 2015



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viernes, 25 de diciembre de 2015

[Cuentos para la edad adulta] Hoy, "Cuento de Navidad", de Charles Dickens







El cuento, como género literario, se define por ser una narración breve, oral o escrita, en la que se narra una historia de ficción con un reducido número de personajes, una intriga poco desarrollada y un clímax y desenlace final rápidos. Durante los próximo meses voy a traer hasta el blog algunos de los relatos cortos más famosos de la historia de la literatura universal. Obras de autores como Philip K. Dick, Franz Kafka, Herman Melville, Guy de Maupassant, Julio Cortázar, Alberto Moravia, Juan Rulfo, Jorge Luis Borges, Edgar Allan Poe, Oscar Wilde, Lovecraft, Jack London, Anton Chejov, y otros. 


Continúo hoy la serie de Cuentos para la edad adulta con el titulado Cuento de Navidad, también conocido como Un Cuento de Navidad o Canción de Navidad, de Charles Dickens, es un relato de fantasmas que ha gozado del general favor del público desde el mismo momento de su publicación. El libro narra la inquietante noche que en la víspera de Navidad pasa el personaje principal de la historia, Ebenezer Scrooge, un anciano miserable y tacaño, y una de las más acabadas representaciones del avaro en la historia de la literatura. Con este relato, el autor se propuso remover las conciencias de sus lectores y convencerlos de la necesidad de ser bondadosos y de practicar la caridad en un mundo injusto. La caricatura, la inquietud social y el sentimiento conseguidos por Charles Dickens en esta narración, hacen que mantenga intacta aún hoy su capacidad para conmover y hacer disfrutar.

Charles Dickens (1812-1870) fue un destacado escritor y novelista inglés, uno de los más conocidos de la literatura universal, y el más sobresaliente de la era victoriana. Fue maestro del género narrativo, al que imprimió ciertas dosis de humor e ironía, practicando a la vez una aguda crítica social. En su obra destacan las descripciones de gente y lugares, tanto reales como imaginarios. Sus novelas y relatos cortos gozaron de gran popularidad durante su vida, y aún hoy se editan y adaptan para el cine habitualmente. Dickens escribió novelas por entregas, el formato que usó en aquella época fue la ficción, por la sencilla razón de que no todo el mundo poseía los recursos económicos necesarios para comprar un libro. Cada nueva entrega de sus historias era esperada con gran entusiasmo por sus lectores, nacionales e internacionales. Fue y sigue siendo admirado como uno de los más influyentes literatos de la historia por escritores y lectores de todo el mundo.

Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. Y ¡Feliz Navidad! HArendt



Charles Dickens




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[Pensamiento] ¡Feliz Navidad!





PAZ 
EN 
LA
TIERRA
A
TODOS
LOS
HOMBRES 
DE
BUENA
VOLUNTAD

¡FELIZ NAVIDAD!

Que la paz y la felicidad reine en sus corazones; que no pierdan la esperanza en un mundo más justo y mejor; y que a pesar del cansancio, las zancadillas y las burlas de la vida, luchen sin descanso por él porque merece la pena. Un abrazo enorme de grande para todos ustedes. 

Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν", nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt







Entrada núm. 2549
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lunes, 22 de diciembre de 2014

¡Felices Fiestas! ¡Feliz Navidad! ¡Feliz Solsticio!









A estas alturas de la película recalcar el origen pagano de casi todas las fiestas religiosas del mundo resulta superfluo. La Navidad de los cristianos, no es otra fiesta que la milenaria celebración del Solsticio de Invierno, en el que la Luz del Día comienza su lance victorioso anual sobre las Tinieblas de la Noche...

Pero ese origen pagano no desmerece para nada la celebración de la Navidad cristiana, la Hanukkak hebrea, o la de cualquier otra religión del mundo que gire alrededor del Solsticio de Invierno. Al contrario, quizá lo que nos deja traslucir es el origen humano de todas las religiones.

Creo que nadie debería ser obligado ni inducido a abandonar la religión de sus mayores ni a tener religión alguna. Creo que los días del DOMUND católico y las conversiones forzosas deberían ser proscritos para siempre. Como dice el teólogo católico Hans Küng la paz entre las religiones es imprescindible para alcanzar la paz entre las naciones; la paz entre las naciones es imprescindible para alcanzar la paz entre los hombres.

La Ética podría ayudar a ello. Hay unas normas éticas universales que están presentes en todas las religiones y en todos los seres humanos, creyentes y no creyentes. Normas muy sencillas y claras que pueden ayudar a la consecución de esa Paz Universal por encima de razas, credos y nacionalidades: 

1. Todo ser humano tiene que ser tratado con humanidad.

2. No hagas a otro lo que no quieras que te hagan a ti.

3. No matarás.

4. No robarás.

5. No mentirás.

6. No usarás la sexualidad indebidamente.

A todos los hombres y mujeres del mundo de buena voluntad, a todos los amigos y lectores de Desde el trópico de Cáncer: ¡Felices Fiestas! ¡Feliz Navidad! ¡Feliz Solsticio!. Que la Paz sea con ustedes.

Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt










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sábado, 21 de diciembre de 2013

¡Felices Fiestas!, ¡Feliz Navidad!, ¡Feliz Solsticio!



A la hora exacta en que se publica esta entrada 
se produce el Solsticio de Invierno de 2013 
sobre las islas Canarias. 
¡Felicidades!..., a pesar de todo. 
¡Feliz Solsticio!, 
¡Feliz Navidad!, 
¡Felices Fiestas!... 
Que si no la abundancia de bienes materiales, 
al menos la paz reine en nuestros hogares 
y en los corazones de todas las personas 
de buena voluntad 
que habitan en esta casa común 
que es nuestro mundo, 
la casa de todos, 
aunque desgraciadamente 
sea más de unos que de otros. 
Sean felices, por favor; 
al menos no se avengüencen de intentarlo. 
Y como decía Sócrates, "Ιωμεν": Nos vamos. 
Tamaragua, amigos. 
HArendt




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Pues tanto como saber me agrada dudar (Dante Alighieri)

jueves, 20 de diciembre de 2012

¡Feliz Solsticio! ¡Feliz Navidad!




¡Feliz Solsticio! ¡Feliz Navidad!


Mañana, 21 de diciembre de 2012, exactamente a las 11 horas y 12 minutos de la mañana (hora insular), se produce el solsticio de invierno en las Islas Canarias. El momento más mágico del año en una tierra ya mágica de por sí, aquél en que la luz comienza de nuevo su cíclica victoria sobre las tinieblas y la oscuridad...

Repito mi felicitación de pasados años y pido perdón por mi falta de talento para resultar original; no doy para más. Tópico o no, es un placer compartir un año más con los lectores y amigos de este blog las fiestas milenarias del Solsticio de Invierno y de la Natividad Cristiana. 

¡Feliz Solsticio! ¡Feliz Navidad! Que el año próximo que se avecina venga para todos ustedes y para todos los hombres de buena voluntad cargado de paz, amor y felicidad. Que la diosa Fortuna les sea propicia hoy, mañana y siempre. 

Y sean felices, por favor, a pesar del desgobierno que padecemos. Tamaragua, amigos. HArendt



Forges y la Navidad



Entrada núm. 1770
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"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son en ella páginas en blanco" (Hegel)

miércoles, 21 de diciembre de 2011

¡Feliz Solsticio! ¡Feliz Navidad! ¡Feliz Año Nuevo!





Mi felicitación personal



Repito mi felicitación personal del pasado año; y no lo hago por comodidad o falta de talento para ser original. Simplemente: me gustó tal y como quedó entonces. Tópico o no, es un placer compartir un año más con los lectores y amigos de este blog las fiestas milenarias del Solsticio de Invierno y de la Natividad Cristiana. ¡Feliz Solsticio!, ¡Feliz Navidad! Que el año próximo que se acerca venga para todos ustedes y para todos los hombres de buena voluntad cargado de paz, amor y felicidad. Y que la diosa Fortuna les sea propicia hoy, mañana y siempre. Tamaragua, amigos. HArendt






Forges y la Navidad





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Entrada núm. 1443 -
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"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son en ella páginas en blanco" (Hegel)

jueves, 30 de diciembre de 2010

Propósitos para el año nuevo







Lucerito y su mamá




La una de la mañana y aquí estoy haciendo guardia con un ojo abierto y otro cerrado, vigilando al enano que salió al mundo el pasado día 15. Ya no puedo contar batallas de embarazada pero... esta mañana, de paseo, ya puedo decir que la educación también es nula cuando te ven con el cochecito por la calle. Se creerán que como tiene ruedas no puede ir por la acera.

Un año más para aumentar las arrugas y otro que empieza limpio para poder ensuciar, usar y mangonear. Como siempre diremos que toca ponerse a dieta, buscar tiempo para estudiar inglés y quizá para ser mejor persona. Por ahora yo me conformo con conseguir dormir dos horas seguidas, que se tome el biberón sin que yo pierda los nervios y en disfrutar de mi lucero (cosas de familia que mejor no explicar). Ahora toca ponerse la lencería rojo, comer lentejas, atragantarse con las uvas y lo que es más importante, intentar llegar despiertos a las doce de la noche el 31. Puede que este año lo celebre con "Australia" para evitar que se me pase.

Feliz Navidad para quien la celebrara, feliz Solsticio, y feliz año 2011 para todos. Nos vemos. Ruth












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"Pues, tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)

martes, 21 de diciembre de 2010

¡Felicidades!





Tópico o no, es un placer para mi compartir un año más con los lectores y amigos de este blog las fiestas milenarias del solsticio de invierno y de la natividad cristiana. ¡Feliz Solsticio!, ¡Feliz Navidad! Y que el año nuevo que se acerca venga para todos ustedes y para todos los hombres de buena voluntad cargado de paz, amor y felicidad. Que la diosa Fortuna les sea propicia. Tamaragua, amigos. HArendt






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Entrada núm. 1334 -
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"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)