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sábado, 10 de octubre de 2015

[Literatura] Un clásico de vez en cuando. Hoy, "Antígona", de Sófocles



El tema de Antígona en la pintua neoclásica



Les pido disculpas por mi insistencia en mencionar de nuevo a los clásicos, de manera especial, a los griegos. Me gusta decir que casi todo lo importante que se ha escrito o dicho después de ellos es una mera paráfrasis de lo que ellos dijeron mucho mejor. Con toda seguridad es exagerado por mi parte, pero es así como lo siento. Deformación profesional como estudioso de la Historia y amante apasionado de una época y unos hombres que pusieron los cimientos de eso que llamamos Occidente.

Hoy traigo hasta el blog la obra "Antígona"título de una tragedia de Sófocles, representada en el año 442 a. C., considerada por todos como su mejor obra. Sófocles (496-406 a. C.) poeta trágico ateniense, se sitúa junto con Esquilo y Eurípides entre las figuras más destacadas de la tragedia griega y de toda la literatura universal. De toda su producción literaria sólo se conservan siete tragedias completas que son de importancia capital para el género. Participó activamente en la vida política de Atenas. Fue administrador del tesoro de la Liga de Delos y estratego durante la guerra de Samos bajo la autoridad de Pericles. Perteneció al Consejo de los Diez Próbulos, formado en Atenas tras el fracaso de la Expedición a Sicilia. No se distinguió especialmente por sus dotes como político pero amó su ciudad y rechazó invitaciones de autoridades importantes de otras ciudades con tal de no abandonar Atenas. El teatro de Sófocles recurre a los antiguos mitos de las sagas heroicas, y posee una rica versatilidad que facilita múltiples maneras de aproximación. En buena medida su teatro es un teatro de caracteres. De hecho, el título de todas las tragedias conservadas (salvo "Las Traquinias") se corresponde con el de sus protagonistas que emergen como auténticos colosos y arquetipos humanos.

El argumento de "Antígona" es sobradamente conocido. Eteocles y Polinices, hermanos de Antígona y de Ismene, se enfrentan en una guerra fratricida por hacerse con el trono de Tebas a la muerte de su padre, Edipo. La guerra concluye con la muerte de los dos hermanos en batalla, cada uno a manos del otro. Creonte, su tío, se convierte en rey de Tebas y dictamina que, por haber traicionado a su patria, Polinices no sea enterrado dignamente y que se deje su cuerpo a las afueras de la ciudad al arbitrio de los cuervos y los perros. 

Las honras fúnebres eran muy importantes para los griegos, pues el alma de un cuerpo que no era enterrado estaba condenada a vagar por la tierra eternamente. Por tal razón, Antígona, hermana de ambos, contra la opinión en contrario de su también hermana, Ismene, decide enterrar a Polinices y realizar sobre su cuerpo los correspondientes ritos, rebelándose así contra Creonte, su tío y futuro suegro, pues estaba comprometida con Hemón, hijo de Creonte.

La desobediencia acarrea para Antígona su propia muerte: condenada a ser sepultada viva, evita el suplicio ahorcándose. Pero su prometido, Hemón, al ver muerta a Antígona, tras intentar matar a su padre, se suicida en el túmulo, abrazado a ella. Eurídice, esposa de Creonte y madre de Hemón, se suicida al saber que su hijo ha muerto. Las muertes de Hemón y Eurídice provocan un profundo sufrimiento en Creonte, quien finalmente se da cuenta de su error al haber decidido mantener su soberanía por encima de todos los valores religiosos y familiares, acarreando su propia desdicha.

La persistencia del tema de Antígona en la cultura de Occidente a través de innumerables reelaboraciones es indiscutible. Desde Hegel, la obra ha sido interpretada como la oposición entre dos derechos igualmente válidos, el de la familia y el del Estado, representados respectivamente por Antígona y Creonte. Para el filósofo George Steiner, Antígona representa el caso más extremo y extraordinario de permanencia y reiteración de un tema dramático dado que en el se condensan los conflictos fundamentales que dan origen a todas las situaciones dramáticas. Un conflicto al que la humanidad debe enfrentarse incluso en nuestros días sobre la prevalencia de las leyes divinas (morales o éticas), o las del Estado (humanas); de la libertad religiosa o de conciencia sobre la obligación civil. 

La respuesta de Antígona cuando Creonte la interroga es un paradigma de esa lucha interior: “No podía yo pensar que tus normas fueran de tal calidad que yo por ellas dejara de cumplir otras leyes, aunque no escritas, fijas siempre, inmutables, divinas”, que trasluce la existencia de algo en su interior, la conciencia, que le conduce a hacer lo que considera correcto y bueno, independientemente de cualquier otra circunstancia. 

Culmino con esta obra la promesa que hice en entradas anteriores de traer hasta el blog a mis tres heroínas trágicas favoritas: las Ifigenia y Medea de Eurípides y la Antígona de Sófocles. Heroínas cada una por razones distintas pero siempre estremecedoras: Ifigenia, por su inocencia y su valentía a la hora de afrontar el sacrificio de su propia vida ante la superior causa de los griegos frente a Troya; Medea por su amor apasionado y su implacable venganza ante la traición del amado que antepone las razones de Estado a sus propios deberes conyugales y familiares; y Antígona por su defensa heroica de la libertad de conciencia frente a las leyes del Estado. Espero que disfruten de la belleza de la "Antígona" de Sófocles. Veinticinco siglos después de haber sido escrita aun sigue conmoviendo los espíritus y las conciencias. .

Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν", nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 




El suicidio de Antígona en una representación teatral actual




Entrada núm. 2466
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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

lunes, 21 de septiembre de 2015

[Literatura] Un clásico de vez en cuando. Hoy, "Medea", de Eurípides




La historia de Medea en una antigua vasija griega



Les pido disculpas por mi insistencia en mencionar de nuevo a los clásicos, de manera especial, a los griegos. Me gusta decir que casi todo lo importante que se ha escrito o dicho después de ellos es una mera paráfrasis de lo que ellos dijeron mucho mejor. Con toda seguridad es exagerado por mi parte, pero es así como lo siento. Deformación profesional como estudioso de la Historia y amante apasionado de una época y unos hombres que pusieron los cimientos de eso que llamamos Occidente.

Hoy traigo hasta el blog la obra "Medea", título de una tragedia de Eurípides representada en el año 431 a. C., considerada por muchos como su mejor obra. A pesar de ello solo consiguió el tercer puesto en el concurso de aquel año. El argumento de "Medea" es conocido sobradamente, pero me tomo el atrevimiento de exponerlo de nuevo.

La obra transcurre en la ciudad de Corinto, en la que reina Creonte,  a la que llegan Jasón con su esposa Medea y su hijos huyendo de Yolcos. La trama de la obra se inserta en el ciclo mítico de los Argonautas, quienes comandados por Jasón, parten hasta los confines del mar Negro en busca del vellocino de oro. Medea, hija del rey de la Cólquide, se enamora locamente de él y contribuye decisivamente al éxito de su empresa, actuando sin vacilar en favor de los intereses de Jasón, llegando a asesinar a su propio hermano. De vuelta con Jasón a Yolcos, asesina con artes mágicas al tío de Jasón, Pelias, que le había usurpado el trono en su ausencia, pero tienen que partir al exilio.

Ya en Corinto, Jasón, por razones estrictamente políticas, a pesar de estar casado con Medea, se promete en matrimonio a Glauce, hija del rey Creonte, ante el espanto de Medea, que ve su lecho deshonrado. Creonte, que había planeado el matrimonio, ante el temor de que Medea, sabia y hábil, se vengue, ordena su destierro inmediato. Medea, fingiéndose sumisa, pide un solo día de plazo para salir al destierro. Ese plazo lo aprovecha para realizar unos presentes a Glauce: una corona de oro y un peplo que causan la muerte por el simple contacto. Glauce muere de forma horrible. Tras perpetrar ese horrible crimen, Medea mata a sus propios hijos. Termina la obra con Medea subida en el carro del dios Helios, con quien ya tenía pactada su huida a Atenas, para evitar las iras de la familia de Creonte y de su propio marido Jasón. 

Merece la pena resaltar que a pesar de la terrible venganza de Medea, el personaje sale indemne. Y no solo eso, sino que conforme a la leyenda sobre ella, acaba casada con Egeo, rey de Atenas. Los personajes tratados por Eurípides en Medea ya se mencionan en Homero y Hesíodo, para plasmar el conflicto entre el impulso irracional y el compromiso social, que en ocasiones impone la renuncia a los deseos individuales para adecuarse a las exigencias políticas. Medea, sin embargo, se aferra al amor y los viejos valores de fidelidad sin fisuras. La ciega pasión de Medea le impide asumir la traición de su amado y la empuja a privar a este de su descendencia, fundamento de la integración social en el mundo griego, aun a cambio de perder a sus seres más queridos. La tortura de la duda, previa a la venganza, y el desgarro ante el dolor inminente quedan expresados magistralmente en los monólgos de Medea que salpican la obra. Claro preludio de lo que será el monólogo interior en la literatura del siglo XX. 

El autor de "Medea", Eurípides (480-406 a. C.) fue uno de los tres grandes poetas trágicos griegos de la antigüedad, junto con Esquilo y Sófocles. Fue amigo de Sócrates, el cual, según la tradición, sólo asistía al teatro cuando se representaban obras de Eurípides. En 408 a. C., decepcionado por los acontecimientos de su patria, implicada en la interminable Guerra del Peloponeso, se retiró a la corte de Arquelao I de Macedonia, en Pela, donde murió dos años después. Se cree que escribió 92 tragedias, conocidas por los títulos o por fragmentos, pero se conservan sólo 19 de ellas. Su concepción trágica está muy alejada de la de Esquilo y Sófocles. Sus obras tratan de leyendas y eventos de la mitología de un tiempo lejano, muy anterior al siglo V a. C. de Atenas, pero aplicables al tiempo en que escribió, sobre todo a las crueldades de la guerra. Sus obras parecen modernas en comparación con los de sus contemporáneos, centrándose en la vida interna y las motivaciones de sus personajes de una forma antes desconocida para el público griego. 

Su Medea es, junto a su Ifigenia y a la Antígona de Sófocles, una de mis heroínas trágicas favoritas. Cada una por una razón distinta. Ifigenia, por su inocencia y su valor a la hora de afrontar el sacrificio de su propia vida ante la superior causa de los griegos frente a la "bárbara" Troya. La de Medea por su amor apasionado y su sed de venganza ante la traición del amado. Y la de Antígona la dejo para cuando traiga hasta el blog su historia. Espero que disfruten de la belleza de "Medea". Veinticinco siglos después de haber sido escrita aún sigue conmoviendo los espíritus y las almas. Pueden verla en este enlace de RTVE.

Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν", nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



"Medea furiosa" (Eugène Delacroix, 1862)




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martes, 11 de septiembre de 2012

¿Antígona y Medea, paradigmas políticos?





Medea asesinando a sus hijos


A estas alturas, y después de seis años de recontar historias de otros en este blog, no creo que ninguno de sus amables lectores se sorprenda de mi apasionada y continuada apuesta en favor de los clásicos griegos. Ya he expuesto en "El honor debido a los muertos" que después de lo dicho y escrito por ellos, casi todo lo demás es mera paráfrasis. A día de hoy sigo pensando lo mismo... 

También he escrito en "Mujeres" sobre cuales eran mis personajes femeninos favoritos de ficción. ¿Griegos, por casualidad? Pues sí, griegos, pero no por casualidad: Y ellas son, claro está: la Antígona de Sófocles y las Medea e Ifigenia de Eurípides. La primera, personaje inmortal de Sófocles, paradigma de la libertad de conciencia frente al poder; la Medea, de Eurípides, representación de la fuerza y la pasión de la venganza pervertidas por el amor desdeñado; y por último la Ifigenia, también de Eurípides, personificación de la inocencia sacrificada en aras de la razón de estado. ¿Se puede pedir más? Supongo que sí, por ejemplo, convertirlas en paradigmas políticos. Sobre todo a las dos primeras. Es lo que ha hecho la escritora y profesora de filosofía de la Universidad Autónoma de Barcelona Mercè Rius en "Por qué Antígona y no Medea"un interesante e artículo publicado en el número 224 de la revista Claves de Razón Práctica que pueden ustedes leer íntegramente en el enlace anterior.

Hay un libro magnífico, de la profesora y filósofa norteamericana Martha C. Nussbaum, que el mes que viene recibirá en Oviedo el Premio Príncipe de Asturias en Ciencias Sociales, titulado La fragilidad del bien: fortuna y ética en la tragedia y la filosofía griega (Antonio Machado Libros, Madrid, 2004) sobre el que ya he escrito anteriormente en "Hay pocas cosas nuevas bajo el sol", que refleja muy bien cuanto acabo de insinuar: no solo la posibilidad de interpretar los clásicos griegos en clave política o filosófica, sino la necesidad de hacerlo así para una cabal comprensión de los mismos. Pero volvamos con el artículo de la profesora Rius.

Se pregunta Mercè Rius si es necesario reabrir el que califica de tedioso debate acerca de si lo que se hace hoy en Europa es postpolítica, política o apolítica, y citando al también filósofo Massimo Cacciari en su interpretación del personaje de Antígona, se responde que nuestra heroína clásica ya no personificaría a la moral religiosa frente a la política, sino a la moral política frente a la economía, erigiéndose por ello, en cierto modo en un personaje "apolítico" (fuera de la política) y por ello en una especie de paradigma de la Europa actual.

Tras citar en apoyo de sus tesis y las de Cacciari nada menos que a María Zambrano, Ortega, Hegel, Kierkegaard, Simone Weil, Hannah Arendt y Simone de Beauvoir, pasa a analizar el personaje de Medea,  que al contrario y en contraposición al de Antígona, califica no como antipolítico o apolítico, sino como paradigma de la "contrapolítica", por atacar el orden político en lo que es su centro neurálgico: la patria potestad, al asesinar a sus propios hijos para así vengar la afrenta del padre. No es un artículo de fácil lectura pero merece la pena hacerlo. 

Y sean felices, por favor, a pesar del gobierno. Tamaragua, amigos. HArendt



Representación de Antígona (Mérida)


Entrada núm. 1737
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"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son en ella páginas en blanco" (Hegel)