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miércoles, 3 de septiembre de 2014

Yourcenar, Cortazar y sus "Memorias de Adriano"





Jardines de Villa Adriana (Tívoli, Italia)




Salvo excepciones, que haberlas, haylas, no me gusta prestar mis libros. Soy de los que piensan que es tristemente real ese pareado que reza: "libro prestado, libro amortizado" así que prefiero regalarlos, en su caso, sin desprenderme del mío. Hace un tiempo me llegó por correo un libro que había prestado a un antiguo compañero de trabajo jubilado hacía ya muchos años. Me lo devolvía con una nota pidiéndome disculpas por su tardanza en hacerlo. Confieso que sabía que lo había prestado, pero ni recordaba a quién. Lo había vuelto a comprar, y no una, sino varias veces.

Ese libro, uno de los más hermosos que he leído nunca es "Memorias de Adriano" (Edhasa, Barcelona, 1983), de la novelista franco-belga Marguerite Yourcenar. Un texto bellísimo, al menos en el castellano de la traducción de Julio Cortazar, que es la que yo conozco, y por eso, porque me parece justo, cito juntos a su autora y su traductor. Es también uno de los libros que más veces he regalado a aquellos que considero mis amigos en la confianza de que sabrían apreciarlo. No siempre ha sido así, pues no es un libro que atraiga de entrada. ¿A quién puede interesar la reflexión que al final de su vida, un emperador envejecido, Adriano (76-138 d.C.), hace por carta a quién años después le sucederá al frente de Roma, Marco Aurelio (sí, ese, el de la película "Gladiator", aunque yo prefiero recordarlo por sus espléndidas "Meditaciones"), sobre lo que ha sido su vida y su reinado?... A mucha gente, se lo aseguro, que conserve intacta la ilusión por la buena literatura.

De Yourcenar he leído también "Opus Nigrum", "Alexis o el tratado del inútil combate" y "Como el agua que fluye"; y la biografía, excelente, que sobre ella escribió Josyane Savigneau: "Marguerite Yourcenar: La invención de una vida". Pero ni punto de comparación con "Memorias de Adriano". De Cortazar, como no, su "Rayuela", que me desconcertó.

José Manuel Fajardo firmó en su día un bello artículo sobre la tierra flamenca, a caballo entre Francia y Bélgica, que vio nacer y crecer a la autora de "Memorias de Adriano". Se titulaba "A la sombra de Yourcenar". Releyéndolo ahora me dio por recodar la anécdota de la recuperación de ese libro suyo que ya creía perdido, pero también me vinieron al recuerdo los largos paseos que en mi último viaje a Roma, hace ya ocho años, diera por la que fuera la última residencia del emperador Adriano, "su casa": Villa Adriana, en la actual Tívoli, a una veintena de kilómetros al nordeste de la capital italiana, tan retratada en la novela que comento. Anímense a leerla; seguro que les encantará. O vayan a Roma; Roma siempre merece la pena.

Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt




La novelista Marguerite Yourcenar



Entrada núm. 2155
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Pues tanto como saber me agrada dudar (Dante Alighieri