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martes, 7 de julio de 2020

[ARCHIVO DEL BLOG] La independencia de América. Publicada el 17 de abril de 2010




Portada de la Constitución de 1812


Retomo el asunto de los aniversarios que planteé en mi entrada anterior, "Historiadores y fastos patrios", del pasado día 9. Entre 1810 y 1825 todas las actuales repúblicas hispanoamericanas, excepto Uruguay, Panamá, Cuba, Puerto Rico y la República Dominicana, se separaron de España. Venezuela hizo el primer intento, fracasado, tal día como el próximo 19 de abril, de hace justamente 200 años.


Dice José Luis Abellán en su libro "Historia crítica del pensamiento español", citado por mí en la referida entrada, que en cierta ocasión, hablando de las colonias americanas, había escrito el poeta y crítico literario español Luis Cernuda ("Variaciones sobre tema mexicano", Taurus, Madrid, 1977) lo siguiente: "Unas primero, otras después, en brevísimo espacio, todas estas tierras se desprenden de España. Ningún escritor nuestro alude entonces a ello, no ya para deplorarlo, ni siquiera para contarlo... Y como el español nunca dejó pasar sin protestas tormentosas eso que en la convivencia nacional va contra su ser íntimo, si entonces no dijo palabra, ni se echó a la calle, es que nada le iba en ello". Más tarde, continúa Abellán citando a Cernuda, acaba preguntándose: "Pero, ¿cómo conciliar nuestra evidente indiferencia nacional, sino desvío hacia estas tierras, con el esfuerzo realizado y la obra obtenida por los españoles en ellas?". La indiferencia aquí constatada, dice, se convierte en muchos en alegría, cuando llega el momento de la emancipación política. El liberalismo español, afirma, encuentra consecuente con su propia ideología la independencia de aquellos países, siguiendo así la tradición  de esa constante de nuestro pensamiento que hemos llamado reiteradamente "filosofía de la negación de la religión del éxito".


En el proceso [de independencia], dice el profesor Abellán, y a favor del proceso revolucionario, intervendrán tres instituciones cuyo protagonismo resulta imposible ignorar: 1) el "Cabildo", o asamblea municipal, fortaleza del criollismo frente al poder central (virreyes, audiencias e intendentes), en el que no es posible olvidar que los indios tomaron una actitud pasiva, y que son los criollos los verdaderos artífices de la emancipación; 2) La "Junta", que, al igual que las Juntas surgidas en la Península durante la invasión, va a adquirir un protagonismo político de primer orden al romperse la continuidad monárquica del imperio, que queda sin cabeza con la prisión de Fernando VII; y 3) la "sociedad secreta", representada por la logia masónica, que tenía un carácter fundamentalmente político, utilizada por la débil burguesía española como lugar de "conspiración" anticipadora del clásico "pronunciamiento". Hoy no existen dudas, por ejemplo -afirma categórico-, del apoyo que el movimiento liberal de la Península prestó a la insurrección americana en 1820; las tropas sublevadas en el famoso "pronunciamiento"de Riego eran las que estaban acantonadas en Cádiz, esperando ser embarcadas, para aplastar los movimientos insurgentes, con lo que facilitaron así los objetivos de éstos. Por otro lado, añade, la conexión entre los militares "pronunciados" en 1820 y los líderes de la emancipación americana, está también probada, por más que se discuta todavía si las logias a cuyo través mantenían el contacto fuesen o no específicamente masónicas.


A los autores de la Constitución de Cádiz: "La Nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios". (Art. 1), no les duelen prendas en pronunciarse a favor de la independencia. Así -cita Abellán-, Flórez Estrada, uno de sus redactores llega a decir que si "por accidente imprevisto no se formula una Constitución tal que conviniese a los americanos, entonces éstos se hallaran en el caso de deber separarse de los españoles". Esta generosidad en el planteamiento, sigue Abellán, nos confirma en la idea de que estos autores (intelectuales liberales) resultan muy expresivos de eso que venimos llamando filosofía de la negación de la religión del éxito", liberalismo que, en cualquier caso, continúa diciendo, representaba una ruptura con la concepción del Imperio católico-militar, vinculado a los intereses estamentales del Antiguo Régimen, y el paso a una visión pragmático-mercantilista, en que -al socaire de una cierta autonomía política y económica- se mantenía el vínculo monárquico que, al tiempo que preservaba la unidad imperial, protegía los intereses comerciales y financieros de las nuevas clases ascendentes.


El capítulo IX del libro, titulado "Liberalismo y descolonización: el problema americano", lo cierra el profesor Abellán con estas palabras que comparto plenamente: "Las conclusiones, pues, nos parecen claras. El liberalismo español puso las bases de la descolonización de los países hispanoamericanos, en varias ocasiones contribuyó a ello y, cuando vio que era imposible compaginar la libertad en ambos hemisferios, prefirió la del nuevo continente. Estas afirmaciones, dice, creemos que han quedado suficientemente demostradas en este capítulo y, con ello, creo también que hemos dado pruebas de como liberalismo y descolonización van unidos en el pensamiento español del siglo XIX".

A esta alturas, dos siglos después, la intención de este comentario no debería levantar sospecha alguna de justificación de nada ni de nadie, sino dejar constancia de un hecho que los historiadores de hoy ya no ponen en duda: las guerras de independencia de la América española fueron guerras de liberación, sí, pero también guerras civiles entre españoles de ambas orillas del Atlántico con concepciones políticas diferentes, pero españoles todos.


De las últimas 11000 visitas recibidas por este blog, alrededor de unas 3500 han sido realizadas por hispanoamericanos y desde Hispanoamérica. Me gustaría invitarles a un debate libre y abierto, no conmigo particularmente claro está, sino entre todos los hispanos de "ambos hemisferios", sobre lo que significó y significa hoy para nosotros hispanoamérica. Mi blog está a su disposición. HArendt




El profesor José Luis Abellán



La reproducción de artículos firmados por otras personas en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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miércoles, 7 de enero de 2015

¿Quo vadis, Europa? Carta abierta al presidente del Parlamento Europeo



Martin Schulz, presidente del Parlamento Europeo


Las Palmas de Gran Canaria, 7 de enero de 2015

Sr. Martin Schulz
Presidente del Parlamento Europeo
ESTRASBUGO (Francia, U.E.)

Estimado Sr. Schulz:

Su compatriota el señor Joschka Fischer, exministro de asuntos exteriores y exvicecanciller de la República Federal Alemana entre 1998 y 2005, líder del partido Verde alemán durante más de veinte años, escribía el pasado día 2 de enero en varios diarios europeos, entre ellos El País, de  Madrid, un más que interesante artículo titulado "Un año decisivo para Europa", en el que, como resumen, venía a señalar que la batalla por la política de austeridad que lidera la canciller alemana Angela Merkel amenaza no solo a los Estados de la eurozona sino a todo el entramado de la propia Unión Europea, haciéndose la reflexión acerca de lo que puede pasar en las próximas elecciones griegas del día 25 y con las amenazas del primer ministro británico, David Cameron, de celebrar lo más pronto posible un referéndum en su país sobre la permanencia o salida del Reino Unido de la Unión Europea. No entro en más detalles porque estoy seguro de que usted ya conoce el artículo del señor Fischer.

Con toda sinceridad, tanto las amenazas de abandonar la Unión por parte del señor Cameron si no se accede a renegociar las condiciones de pertenencia a la Unión del Reino Unido, como las poco veladas amenazas de la señora Merkel a Grecia de una más que segura "salida" de la eurozona en virtud de quien gane las elecciones, no son de recibo. El señor Cameron y la señora Merkel pueden opinar en nombre propio y de sus respectivos gobiernos pero en ningún caso, entiendo yo, pueden hacerlo en nombre de sus conciudadanos y menos aun en nombre de los restantes ciudadanos y Estados de la Unión.

El próximo día 12 de enero hará justo diez años que en medio de la campaña sobre el Proyecto de Constitución Europea que se votaría en España unas semanas más tarde, tuve el honor de ser invitado a pronunciar una conferencia en la sede regional del sindicato Unión de Trabajadores de España (UGT) en Las Palmas de Gran Canaria, en las Islas Canarias, donde resido desde 1967. La titulé "El Proyecto de Constitución Europea" y la publiqué el 25 de noviembre de 2006 en mi blog Desde el trópico de Cáncer, y allí puede leerla si es que tiene interés en ello. 

¿Por qué es esta una Constitución para los ciudadanos europeos?, me preguntaba al inicio de la misma. Y añadía a continuación, esta es una Constitución para los ciudadanos europeos porque establece unos valores y principios propios y específicos de la Unión Europea, enunciando el establecimiento de la Unión como unión de los ciudadanos y los Estados de Europa y abriéndola a todos los Estados europeos que respeten esos valores y principios y los promuevan en común: dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, Estado de Derecho, derechos humanos, pluralismo, no-discrimnación, tolerancia, justicia, y solidaridad e igualdad entre sus hombres y mujeres. También la libre circulación de personas, mercancías, servicios y capitales, libertad de residencia y establecimiento y no-discrimanación en razón de la nacionalidad. Y todo ello para promover la paz, los valores y el bienestarb de sus pueblos, un desarrollo sostenible, el progreso científico y técnico, combatir la exclusión y discriminación y promover la justicia y la protección social, la igualdad de sexos, la solidaridad entre las generaciones, la protección de los derechos de los niños, la cohesión económica, social y territorial y la solidaridad entre los Estados miembros. Unas páginas más tarde, concluía la conferencia con una cita de un gran europeo, Víctor Hugo, pronunciada en 1848, que dice así: "Llegará un día en que todas las naciones del continente, sin perder su idiosincrasia o su gloriosa individualidad, se fundirán estrechamente en una unidad superior y constituirán la fraternidad europea. Llegará un día en que no habrá otros campos de batalla que los mercados abriéndose a las ideas. Llegará un día en que las balas y las bombas serán reemplazadas por los votos". 

Todos sabemos como acabó la aventura de crear una Constitución para Europa. Al parecer nadie lo lamenta; yo, sí. Lo lamenté entonces y sigo lamentándolo aun hoy: ¡qué gran oportunidad perdida! El 30 de agosto de 2013 vuelvo a escribir en Desde el trópico de Cáncer sobre Europa. Ahora, para traer a colación la idea sobre Europa de uno de los más grandes filósofos europeos de entreguerras: el español José Ortega y Gasset. Lo hago en una entrada titulada "Los Estados Unidos de Europa: el sueño de Ortega y Gasset". Traigo hasta allí las palabras que nuestro gran filósofo pronunció en la Universidad Libre de Berlín el 7 de septiembre de 1949, titulada "De Europa meditatio quaedam", que tuvo una repercusión extraordinaria entre el público universitario, según una información periodística: "El día en que don José Ortega y Gasset dio su conferencia las multitudes de público que no habían conseguido tarjeta de entrada, a pesar de haberse repartido varios miles -todas las mayores salas estaban provistas de altavoces-, asaltaron el edificio, rompieron la gran puerta, quebraron los ventanales, causaron víctimas y fue inevitable una seria intervención de la Policía. Los periódicos alemanes, durante varios días, han relatado estos incidentes y hecho sobre ellos comentarios bajo el título humorístico: La rebelión de las masas, aludiendo al libro de nuestro compatriota, que es hoy una de las obras más populares en Alemania".

Este conjunto de ideas, dice sobre la conferencia el también filósofo español José Luis Abellán en su libro "Historia crítica del pensamiento español", ya estaban plenamente elaborado en 1929, diez años antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial. El contenido de la misma no difiere mucho, continúa diciendo el profesor Abellán, de las ideas centrales que ya había desarrollado Ortega en su libro "La rebelión de las masas". Su argumento base es la existencia de una "sociedad europea" secular, que ha tenido diversas formas de organización a lo largo del tiempo, pero que -las circunstancias históricas actuales- exigen se formalicen políticamente en un nuevo Estado nacional que comprenda a las distintas patrias tradicionales. Su idea nuclear es esta: "Dadas las condiciones de la vida actual, los pueblos de Europa solo pueden salvarse si trascienden esa vieja idea esclerosada poniéndose en camino hacia una supra-nación, hacia una integración europea".

Pero quizá, concluye su cita sobre Ortega el profesor Abellán, el mejor resumen de su pensamiento lo encontramos en este párrafo inédito hasta hace poco: "Es palmario que ningún Estado nacional europeo ha sido nunca totalmente soberano en relación con los demás. La soberanía nacional ha sido siempre relativa y limitada por la presión que sobre cada una de ellas ejercía el cuerpo íntegro de Europa. La total soberanía era una declaración utópica que encabezaba la redacción de la Constitución, pero, en la realidad, sobre cada Estado nacional gravitaba el conjunto de los demás pueblos europeos que ponían límites al libre comportamiento de cada uno de ellos amenazándole con guerras y represalias de toda índole, es decir, penas y castigos, según son constitutivos de todo derecho y de todo Estado. Había, pues, un poder público europeo y había un Estado europeo. Solo que este Estado no había tomado la figura precisa que los juristas llaman Estado, pero que los historiadores, más interesados en las realidades que en los formalismos jurídicos, no deben dudar en llamarlo así. Ese Estado europeo ha recibido en el pasado diversos nombres. En tiempo de Wilhelm von Humboldt se le llama "concierto europeo" y poco después hasta la Primera Guerra Mundial se le llamó "equilibrio europeo". Por tanto, los pudores que hoy algunos pueblos sienten o fingen sentir ante todo proyecto que limite su soberanía no están justificados y se originan en lo poco claras que están en las cabezas las ideas sobre la realidad histórica".

¿Queda algo de esa entusiasta e ilusionante idea de Europa en el quehacer diario de las instituciones de la Unión Europea de 2015? Yo personalmente, estimado señor Schulz, creo que poco o nada.

Presidente Schulz, me he tomado el atrevimiento de dirigirle esta carta abierta en la confianza que me depara el hecho de saberle un europeísta convencido y confeso, y como no, también por ostentar la presidencia del órgano que dentro de la Unión Europea, o lo que queda de ella, nos representa a nosotros exclusivamente, a los sufridos ciudadadanos de la Unión: nuestro parlamento, el parlamento de todos nosotros, el Parlamento Europeo.

El profesor mexicano Gustavo R. Velasco escribía en septiembre de 1943, en plena II Guerra Mundial, el prólogo de la edición del famoso tratado "El Federalista", de los ilustrados norteamericanos A. Hamilton, J. Madison y J. Jay, para el Fondo de Cultura Económica de México. Y relata en él que terminada la Guerra de Independencia mediante un tratado preliminar firmado a finales de 1782, sobrevino a los recien independizados estadounidenses el movimiento de desilusión-reacción que suele seguir a las épocas de gran tensión, una vez que desaparece el peligro del exterior que aplaca las diferencias internas. Y las trece colonias, que habían conducido la lucha contra Gran Bretaña en la forma más desunida que imaginarse pueda y atendiendo ante todo a sus intereses particulares, hasta marzo de 1781 no terminaron de ratificar el pacto que daba forma a los llamados "Artículos de Confederación", que llevaron a la Unión a una condición cercana a la anarquía. Las condiciones económicas eran precarias, dice el profesor Velasco, en una nación obligada a hacer reajustes profundos en la organización de su economía, agravada por la emisión de papel moneda y por la repudiación por parte de varios Estados de las deudas que habían contraído. La oposición de intereses entre diversos grupos de la población, principalmente entre las ciudades y el campo y entre deudores y acreedores, alcanzó a provocar motines y brotes armados. En una palabra, dice, a las altas esperanzas que se fincaban en la victoria y la consecución de la independencia habían sucedido sentimientos de confusión y desaliento, de tal grado, que los historiadores llamaron a esa época el "período crítico de la historia americana".

¿Será ese, señor Schulz, el momento crítico que su compatriota el señor Fischer denunciaba a la Unión Europea para este año 2015 en su artículo de hace unos días? Sea lo que fuere, continúa el profesor Velasco, se extendió entre los norteamericanos la convicción profunda de que era indispensable un cambio radical, y aunque a regañadientes, el Congreso convocó a una Convención que debería reunirse en Filadelfia en mayo de 1787 con el objeto único y expreso de revisar los Artículos de Confederación y de presentar dictamen a las  sobre las alteraciones y adiciones a los mismos que fueran necesarios a fin de adecuar la Constitución federal a las exigencias del Gobierno y el mantenimiento de la Unión.

Como es bien sabido, la Convención, que se reunió entre el 14 de mayo y el 17 de septiembre de ese año, resolvió como algo obvio que para alcanzar los fines que el Congreso le había asignado no bastaba con acometer una reforma de los Artículos de Confederación, así que sin perder tiempo en ello, y tras discusiones acaloradas que a punto estuvieron de provocar su disolución, se decidió por elaborar un nuevo proyecto constitucional que tras ser ratificado por el pueblo de los Estados de la Unión se convirtió en la actual Constitución de los Estados Unidos de América.

Termino, señor presidente, invitándole a hacer llegar esta petición al parlamento que preside: A "mi Parlamento"; al parlamento que representa al pueblo europeo en su conjunto. Y ello, con una doble finalidad: primera, animar al parlamento europeo como representación genuina de los ciudadanos de la Unión a que asuma el protagonismo que le corresponde de pleno derecho en el proceso de construcción de la nación europea y se pronuncie por la necesidad de proclamar ya la unión federal de los pueblos y Estados europeos y la creación de los Estados Unidos de Europa. Segunda, que con la misma determinación dé los pasos necesarios para elaborar, aprobar y someter a los pueblos y Estados de la Unión un proyecto de Constitución para los Estados Unidos de Europa.

Gracias, señor presidente, por su amable atención.

Carlos Campos ("HArendt")
Historiador
Las Palmas de Gran Canaria
(Islas Canarias, España, UE)


P.S.: Consternado por el criminal atentado terrorista de esta mañana en París contra los periodistas del semanario francés Charlie Hebdo, quisiera manifestarle mi repulsa más absoluta a los autores e inductores de tan horrendo acto y mi respeto profundo a las víctimas del mismo, en la seguridad de que la violencia sectaria nunca prevalecerá en los pueblos de Europa sobre sus ansias de libertad, convivencia y progreso en paz.


***


Con fecha 30 de marzo de 2015 recibo el siguiente correo electrónico de la Unidad de Solicitudes de Información del Parlamento europeo:


A(2014)415
CL/rf

Estimado Sr. Campos:

El Presidente del Parlamento Europeo (PE), Martin Schulz, ha recibido su mensaje electrónico en el que recoge un enlace a su carta abierta sobre la Unión Europea (UE).

Rogamos acepte nuestras disculpas por el retraso en la respuesta a su mensaje. El Presidente del PE recibe diariamente una cantidad elevada de solicitudes y no es posible responder a todas ellas en un plazo breve de tiempo.

El Presidente nos ha encargado responder a su correo.

Le indicamos que el Sr. Martin Schulz ha recordado en varias ocasiones el interés del Parlamento Europeo por recuperar la confianza de los ciudadanos en la Unión Europea.

En su discurso inaugural, tras su reelección como Presidente del PE, el Sr. Schulz ha insistido una vez más en este asunto, al asegurar que "solo ganaremos la confianza de los ciudadanos si los ciudadanos sienten que la Unión Europea está a su lado, que les protege y les fortalece. La base del Estado de Derecho, Señorías, es el respeto de la dignidad humana, de la dignidad de cada ser humano con independencia de su sexo, su origen, el color de su piel, sus creencias o su modo de vida".

El Presidente del PE también recordó los diferentes desafíos a los que se enfrenta actualmente la UE, como el desempleo juvenil, las desigualdades entre países y entre grupos sociales o las reformas en el sistema bancario y fiscal, entre otros numerosos temas. Usted puede consultar el texto íntegro de este discurso en la página web del Presidente del PE.

En su intervención de julio de 2014 ante el Consejo Europeo (reunión de los jefes de Estado o de Gobierno de cada país de la UE), el Sr. Schulz volvió a referirse a estos temas y destacó que: "en la presente legislatura nos enfrentaremos a desafíos muy importantes. El Parlamento Europeo quiere hacer frente a esos desafíos sobre la base del método comunitario y cooperando lealmente con la nueva Comisión y con ustedes".

En su discurso de diciembre ante el Consejo, en diciembre, el Presidente del PE destacó la importancia del plan de inversiones de la UE y aseguró que dicho plan es "una señal inequívoca de nuestro compromiso de situar a Europa en una nueva senda de crecimiento y empleo. Y es de la mayor importancia que ustedes también muestren su compromiso inequívoco con él". Puede consultar más información sobre este plan de inversiones la nota de prensa del PE a este respecto.

Esperamos que estas informaciones resulten de su interés.

Reciba un atento saludo,

Unidad de Solicitudes de Información de los Ciudadanos
www.europarl.europa.eu/askEP 











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jueves, 2 de enero de 2014

¡Feliz Año Nuevo! ¡Adiós, Filosofía!


Quitan la filosofía de la enseñanza obligatoria española, y que puedan y les dejemos, de la universitaria... Lo extraño es que extrañe... La filosofía enseña a pensar. Luego hacer que nuestros jóvenes dejen de pensar es una baza política de primer orden intencional. ¿No querían caldo?, ¡pues ahí tienen dos tazas! ¿Para qué queremos filosofía y libros teniendo "whatsapps" que piensan por nosotros?

Mi paisano, el escritor canario Juan Cruz, escribe hoy en El País sobre ello. Ambos tuvimos como profesor a Emilio Lledó, el gran filósofo español, vivo, por suerte para nosotros. Resultaría agotadora la lista de pensadores españoles eminentes, por quedarnos solo con los nacionales. Por citar solo a los incordiantes, pueden repasar la que daba otro ilustre pensador, Menéndez y Pelayo, en su "Historia de los heterodoxos españoles". O la de todos los que tuvieron que emigrar tras la Guerra Civil a Europa o las Américas, en la "Historia crítica del pensamiento español", de José Luis Abellán, o padecieron evangélica "persecución de la justicia" por su funesta manía de pensar a lo largo de los últimos siglos (vuelta a Menéndez y Pelayo y Abellán), desde Prisciliano (siglo IV d.C.) a Ortega, Zubiri, Aranguren o Tierno, en el pasado XX.

¡Ah!..., pensar, conocer, preguntar... Tarea agotadora que dejamos a las máquinas. Dejémoslas que decidan también por nosotros. Lo cual no sería, al fin, tan malo, si las máquinas pensaran. El problema, como siempre, es "quién" está detrás. En España por ejemplo, detrás de la iniciativa de suprimir la filosofía (y la libertad de pensar y actuar, con ella) está el gobierno, y detrás del gobierno, el partido que lo sustenta; ¿Y detrás del PP, quién está?.. Perdonen un momento que le pregunto a mi "watchsapp" a ver si álguien me responde...

¡Feliz Año Nuevo a pesar del gobierno! Que el 2014 les traiga paz, amor, felicidad, dinero (sí, porqué no, también dinero) y pensamientos. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt



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sábado, 7 de diciembre de 2013

Sobre el fastidio de España y la genética de los españoles


En la entrada de hoy, como es uso y costumbre de un servidor, voy a mezclar churras con merinas trayendo a colación lecturas antiguas y recientes, serias y menos serias, personales y universales, para tratar un tema tan antiguo como es de la propia existencia de España y de los españoles: el de su esencia íntima, su fastidio generalizado a admitirse como son, a no aceptarse como tales, y sobre todo la ignorancia supina que mantienen sobre su propio origen genético. 

En resumen, sobre el inacabable debate en torno al "Ser de España". Y lo hago no para rebatir argumentos en contrario de los que dicen que España es un asco, o que no es una nación, o que los españoles somos un pueblo de borregos, o que "este" país nuestro no tiene solución, etc., etc., etc. No voy a molestarme en rebatir esas opiniones porque no son mas que eso, opiniones. Tampoco pretendo demostrar nada, ni a favor ni en contrario de esas tesis; si acaso, al que sea capaz de terminar de leer esta entrada, que le quede al menos la quisicosa de tener que admitir la posibilidad de que no seamos tan distintos como suponemos, ni tan desastre como país y pueblo respecto de cualquier otro pueblo o país de Europa o del mundo de los que han pasado por él (por el mundo) a lo largo de la historia. Si me permiten el atrevimiento, les animo a la lectura de dos ensayos al respecto: "El secreto de España" y "La novela de España. Los intelectuales y el problema español", de los historiadores Juan Marichal y Javier Varela, respectivamente, y ambas publicadas por Taurus (Madrid, 2008).

Para los lectores "no españoles" del blog les aclaro la expresión anterior de churras y merinas, que forma parte del refranero nacional, y que alude a la inconveniencia de mezclar cuestiones distintas en un mismo debate, al igual que no debían mezclarse churras y merinas en un mismo rebaño; ambas son dos tipos o razas de ovejas españolas históricamente dedicadas a la producción de carne y leche, las primeras; y de lana, excelente lana, origen de la expansión del comercio castellano durante siglos, las segundas.

Comencemos por la genética. El país que hoy conocemos como España, situado en la península ibérica, en el extremo sudoeste de Europa, ha sido colonizado y habitado por pueblos diversos a lo largo de los siglos, pueblos que han dado a su nueva patria nombres también diversos. Tras sus primeros pobladores conocidos, los iberos y los celtas, fenicios y cartaginenses la conocieron como Ispani; los griegos la dieron el nombre de Iberia; romanos y visigodos el de Hispania; los judíos, que llegaron a ella en el siglo III a.C., le dieron el nombre de Sefarad; y por último, los musulmanes, el de al-Andalus. A partir del siglo XIII d.C. los reinos cristianos del norte de la península, en contraposición a los musulmanes del sur, considerándose herederos directos del reino visigodo, le dan ya el nombre de España al conjunto de los reinos que la ocupan.

Todos ellos se fueron asentando e integrando en el territorio peninsular y mezclándose con la poblaciones anteriores. Así ocurrió entre romanos e iberos, y entre visigodos e hispanorromanos. La invasión musulmana propicia una conversión masiva de la población aborigen al islam, quedando como únicos reductos cristianos la cornisa cantábrica y los pirineos.

Aunque los historiadores no se han puesto de acuerdo en el número de los judíos españoles, se supone que a finales del siglo XV podían ser unos 400.000. Es el momento en que los reyes católicos, Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, decretan la conversión forzosa de los judíos al catolicismo, y la expulsión inmediata para los que no lo hagan, con confiscación de todos sus bienes y propiedades. Aproximadamente la mitad del total de los judíos españoles optan por el exilio.

Cien años más tarde, Felipe III ordena la expulsión tajante y definitiva de los moriscos de todo los territorios de la Corona. Los moriscos eran los cristianos de origen musulman que se habían convertido al catolicismo durante el período de la reconquista. Aproximadamente otros 300.000 españoles son obligados a exiliarse sin opción contraria alguna.

Cientos de miles de españoles desarraigados, desterrados, exiliados por la voluntad de otros españoles... La historia se ha repetido después en numerosas ocasiones; la última hace apenas 70 años. Pero eso es ya historia reciente; la pregunta de ahora es: ¿Cuántos judíos conversos y moriscos quedaron en la península y cuantos son sus descendientes? Hasta ahora no hubo forma de dar una respuesta concreta, pero el estudio genético de los españoles realizado por la American Journal of Human Genetics, que presentó sus datos en Madrid a finales de 2008, vino a confirmar que unos ocho millones de nuestros compatriotas son descendientes directos de judíos conversos (aproximadamente el 20 por ciento de la población total de España), y unos cuatro millones y medio lo son de moriscos (el 10 por ciento del total). 

Todo lo anterior lo contaba el historiador Javier Sampedro en un artículo de El País de esas fecha titulado "Sefardíes y moriscos siquen aquí". No deja de ser curioso en un país en el que el antisemitismo campa a sus anchas, que uno de cada cinco de sus pobladores sea descendiente directo de esos judíos a los que detesta; y uno de cada diez, descendiente de esos "moros" que le atemorizan, pero necesita...

Una anécdota personal: En el otoño de 1956 yo acababa de comenzar los estudios de primero de bachillerato en el colegio "Infanta María Teresa" de Madrid. Era el primer día de clase de la asignatura de Historia de la Música, que impartía un joven profesor muy atildado, al que siempre conocí vestido de riguroso traje negro, con corbata de colores chillones y camisa blanca. Podría tener unos cuarenta y pocos años, y lamento no recordar su nombre. Lo que no voy a olvidar nunca fue ese primer día de clase, pues nada más comenzar la misma se dirigió a mi, me preguntó mi nombre y apellidos, y me soltó: "Usted es de origen judío, ¿verdad, señor Campos?". Me quedé sorprendido pues era la primera vez que alguien me mencionaba tal cosa; le respondí con sinceridad que no tenía la menor idea, pero que pensaba que no, puesto que yo, mis padres, mis hermanos y toda mi familia eran católicos. Él me contestó que los rasgos de mi cara y mi apellido paterno decían que sí, y que se lo preguntara a mis padres. Nunca lo hice, pero mucho más tarde, por otras vías, vine a confirmar que formo parte orgullosa de ese veinte por ciento de españoles de origen judeo-converso; y que, al menos para mí, Américo Castro y no Sánchez Albornoz tenía razón en cuanto a la famosa polémica sobre el "Ser de España". Castrista como soy, les recomiendo leer su monumental "España en su historia. Cristianos, moros y judíos" (Círculo de Lectores, Barcelona, 1989).

En cuanto a, en palabras de Pedro Laín Entralgo, "la dramática inhabilidad de los españoles desde hace siglo y medio, para hacer de su patria un país mínimamente satisfecho de sus instituciones políticas y sociales", escribía el también historiador Rafael Núñez Florencio en el número de octubre de 2005 de Revista de Libros, un enjundioso artículo titulado "Sobre el fastidio de España y la incomodidad de ser español", cuya lectura les recomiendo encarecidamente. El artículo constituía una acerada crítica de sendos libros publicados en aquel año por José Luis Abellán: "El problema de España y la cuestión militar" (Dykinson, Madrid); Manuel Azaña y José Ortega y Gasset: "Dos visiones de España. Discursos en las Cortes Constituyentes sobre el Estatuto de Cataluña. 1932" (Círculo de Lectores, Barcelona); Suso de Toro: "Otra idea de España" (Península, Barcelona); y de Vicente Palacio Atard: "De Hispania a España. El nombre y el concepto a través de los siglos" (Temas de hoy, Madrid). 

Termino, o casi, con otras palabras del hispanista Gerald Brenan en su "El laberinto español. Antecedentes sociales y políticos de la guerra civil española" (Ruedo Ibérico, París, 1962), escritas en 1943, y citadas por José Luis Abellán en su "Historia crítica del pensamiento español. Tomo 6. La crisis contemporánea I. 1875-1897" (Círculo de Lectores, Barcelona, 1993), de cuya lectura estoy disfrutando ahora mismo, palabras en las que Brenan se preguntaba por la falta de arraigo que el liberalismo económico y el capitalismo habían tenido históricamente en España. 

Su reflexión no podía ser más elocuente. Decía Brenan: "Nadie puede suponer que una raza tan activa e inteligente como los españoles no pudiera, si lo desease, aplicarse a hacer fortuna; la explicación de este fenómeno no pueda ser otra que, como observó un embajador veneciano hace dos siglos, nunca se lo propusieron ni desearon. Verdaderamente, esto es obvio para cualquiera que haya vivido en España. Cada clase tiene su especial modo de mostrar la repugnancia que siente por la civilización capitalista moderna. Los alzamientos de los carlistas y anarquistas son una forma de ello. La ociosidad del rico, la ausencia de empresas y de hombres de negocios, la pereza de los banqueros son tantas otras formas de esa repugnancia. Así, hallamos también el fenómeno de la empleomanía, con la superabundancia de funcionarios del gobierno y de oficiales del Ejército. Aparte de cualquier causa histórica que se pueda asignar a este espíritu refractario, queda el hecho de que los españoles viven para el place o los ideales, pero nunca para el éxito personal ni para hacer fortuna". 

No estoy seguro de que Brenan siguiera pensando hoy lo mismo sobre los españoles que aquello que decía sobre nosotros en 1943, pero como retrato de la idiosincrasia profunda de lo que somos, no andaba muy desviado.

Creo que por hoy es bastante. Quizá en otra ocasión volvamos a tratar sobre España y los españoles. Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates: "Ιωμεν", vámonos. Tamaragua, amigos. HArendt




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jueves, 24 de octubre de 2013

Utopía e Ilustración


En la presentación de este blog dice su autor que se declara hijo de la Ilustración, monárquico y socialdemócrata. Supongo que para algunos les sonará anticuado, caduco... Creo que se equivocan, pero dejémoslo así de momento.

Tenía pensado desde hace un tiempo dedicar una entrada a reflexionar sobre lo que el pensamiento ilustrado tuvo de relación con lo utópico, un tema, este, que me apasiona. Y lo que son las casualidades, justamente esta mañana, mientras voy en la guagua en busca de mi nieto más pequeño para acompañarlo al colegio con mi hija, llego al capítulo X del libro que estoy leyendo en estos momentos: la "Historia crítica del pensamiento español. Tomo 4", de José Luis Abellán (Círculo de Lectores, Barcelona, 1993) y me encuentro con que lleva casi el mismo título: "Ilustración y utopía", que pensada dar a la entrada de hoy.

Tengo claro que mis posibles reflexiones no estarán nunca a la altura de las del profesor Abellán así que voy a seguir algunas de las pautas que da este y dejar las que yo tenía pensadas para otra ocasión. En todo caso, y sobre "utopías", un asunto que ya he tratado anteriormente en el blog, les remito a mi entrada de noviembre del pasado año: "Sobre utopías y otras cosas...", que creo les resultará interesante.

La comenzaba con este párrafo que resume bastante bien mi pensamiento al respecto: "Utopía: palabra griega que significa "lugar que no existe"... Una buena amiga de muchos años con la que he compartido vida académica, estudios, intimidades, complicidades y muchas otras cosas, tenía la palabra "utopía" grabada a fuego en su corazón. Yo, no; me resulta imposible después de ver lo que las dos grandes utopías del pasado siglo, el fascismo y el comunismo le han hecho a la humanidad. A pesar de ello, pienso, como mi amiga, que no se puede vivir sin ella".

Efectivamente, no podemos vivir sin pensamiento utópico, pero tampoco podemos obviar el daño que cifrarlo todo a un futuro y un lugar que, posiblemente no existan y al que nunca vamos a llegar puede provocar. Así pues, un poco de sano escepticismo crítico ante la avalancha de utopismo desaforado que últimamente parece haberse apoderado de los españoles (secesiones territoriales, cambios de régimen político, abolición de sistemas socioeconómicos y felicidad a golpe de revoluciones varias) como panecea universal, creo que no viene mal. 

Cita el profesor Abellán en su libro una carta del ilustrado español por antonomasia, Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811) -a cuyo pensamiento y obras principales pueden acceder desde este enlace de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes- a otro ilustrado británico contemporáneo suyo, que pienso refleja bastante bien lo que quiero decir: "Jamás concurriré a sacrificar la generación presente por mejorar las futuras.  Usted -dice a su interlocutor- aprueba el espíritu de rebelión; yo no: le desapruebo abiertamente, y estoy muy lejos de creer que lleve consigo el sello del mérito... Creo que una nación que se ilustra puede hacer grandes reformas sin sangre, y creo que para ilustrarse tampoco sea necesario la rebelión".

Dice Abellán al inicio del citado capítulo X: "Los ilustrados más típicos se hallaban todos animados por un profundo deseo de cambio, que es lo que originó el giro copernicano que desde entonces va a dar la cultura española. Ahora bien -dice-, un impulso de cambio total supone una meta ideal a la cual se aspira, y que en siglo XVIII no puede dejar de tener un carácter utópico". Y sigue diciendo: "El XVIII es el siglo de las utopías, y así aparece en Francia, donde el pensamiento ilustrado y enciclopedista se canaliza por vías utópicas: la entronización de la diosa Razón, la recuperación del estado de naturaleza, el mito del buen salvaje... Algunos de ellos -añade- tenían un olvidado origen español, como ocurría con el último citado; de ahí que España no pudiese permanecer al margen de semejante movimiento, si bien en nuestro país no culminó en un proceso revolucionario, como ocurrió en el vecino".

Unas páginas antes ha definido nuestro autor lo que significaba el término ilustrado a finales del siglo XVIII: "hombre que busca el progreso y la transformación de la sociedad, con una serie de rasgos muy típicos: tolerancia religiosa, sentido crítico respecto al pasado, optimismo frente al futuro, confianza en el poder de la razón, oposición a la autoridad eclesiástica y al poder tradicional de la Iglesia, interés por los problemas sociales y el desarrollo técnico de la sociedad, impulso hacia lo natural y valoración positiva de la experiencia, exaltación del progreso y del conocimiento...".

Termino la entrada con un poema de Jovellanos en el que se refleja muy claramente el contenido utópico y "presocialista" del pensamiento ilustrado y su profunda fé en una humanidad futura mejor, poema que figura en su "Respuesta a la epístola de Moratín":


El fatal nombre
de propiedad, primero detestado,
será por fin desconocido. ¡Infame,
funesto nombre, fuente y sola causa
de tanto mal! Tú solo desterraste,
con la concordia de los siglos de oro,
sus inocentes y serenos días.

Nueva generación desde aquel punto
la tierra cubrirá, entrambos mares;
al franco, al negro etíope, al britano
hermanos llamará, y el industrioso
chino dará, sin dolo ni interese,
al transido lapón sus ricos dones.

Un solo pueblo entonces, una sola
y gran familia, unida por un solo
común idioma, habitará contento
los indivisos términos del mundo.

No más los campos de inocente sangre
regados se verán, ni con horrendo
bramido, llamas y feroz tumulto
por la ambición frenética turbados.

Todo será común; que ni la tierra
con su sudor ablandara el colono
para un ingrato y orgulloso dueño.

Todo será común; será el trabajo
pensión sagrada para todos; todos
su dulce fruto partirán contentos.

Una razón común, un solo, un mutuo
amor los atarán con dulce lazos.

Una sola moral, un culto solo,
en santa unión y caridad fundados,
el nudo estrecharán, y en un solo himno,
del Austro a los Triones resonando,
la voz del hombre llevará hasta el cielo
la adoración del universo, a la alta
fuente de amor, al solo Autor de todo.


Explicado, espero, el por qué de "hijo de la Ilustración"; dejo lo de monárquico y socialdemócrata, quizá, para otro momento. Todo muy antiguo, sí; será la edad...

Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates: "Ιωμεν", vámonos. Tamaragua, amigos. HArendt



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lunes, 9 de septiembre de 2013

Filosofía, vida, lectura...





El profesor Emilio Lledó




"La lectura debe servir para desarrollar los sentidos, y no para negar y evadirse de las contingencias de la vida. El Ulises predilecto de Lledó -dice el profesor Ramón del Castillo-, el que prefiere volver a su casa y seguir siendo hombre en vez de permanecer inmortal al lado de Calipso, también es el lector que antepone todas las dificultades de la amistad a la luz y las promesas de la vida contemplativa. No debemos buscar al texto por sí mismo, sino para ser más felices".

Este hermoso párrafo introductorio de la entrada de hoy está escrito por el profesor de Filosofía de la UNED, Ramón del Castillo, al final de un artículo suyo en el número de abril de 1999 de Revista de Libros, titulado "De la amistad a la lectura", reseñando el libro de Emilio Lledó "Imágenes y palabras" (Taurus, Madrid, 1998). Les recomiendo su lectura, que estoy seguro les resultará gratificante, en el enlace de más arriba.

Leer para ser más felices en nuestra relación con los demás, en esencia: para vivir mejor la vida. No es mala filosofía. Del profesor Emilio Lledó ya he hablado en numerosas ocasiones en este blog. Fue profesor mio en la Facultad de Geografía e Historia de la UNED. Asistí a uno de sus Seminarios sobre Historia de la Filosofía Antigua y Medieval en el centro asociado de Las Palmas, que versaba sobre Platón, Aristóteles y San Agustín, y esa experiencia académica resultó ser, sin exageración alguna, lo más gratificante que me ha pasado en los muchos años que he estado vinculado a la universidad. En ese Seminario aprendí algo tan elemental, y por eso, quizá, tantas veces olvidado, como que la Historia de la Filosofía no es nada más (y nada menos) que la historia de lo que han dicho y escrito los filósofos a lo largo de los siglos. Quizá fuera la razón de que contara la anécdota del alumno que se dirigió a Xavier Zubirí pidiéndole orientación para estudiar Filosofía; la lacónica respuesta del maestro fue: "aprenda griego antiguo y alemán y luego vuelva por aquí".

La visión de Lledó viene a ser la misma que la del también filósofo Julián Marías, citado por José Luis Abellán en su "Historia crítica del pensamiento español. Tomo 8", que define la Filosofía como "visión responsable" en la que el filósofo es hombre antes que filósofo, inmerso en la realidad para desde ella poder comprender su situación. 

Situación que Marías, en su "Introducción a la Filosofía" (1967), enumera a título descriptivo como basada en:

1. La apetencia desmesurada de placeres y la aspiración a tener una vida de placer.

2. El deseo de riqueza y el derecho que todos creen tener a ella.

3. La apetencia generalizada de acción, muy especialmente sobre las cosas.

4. La apetencia de dominación de unos hombres sobre otros -más que un estricto afán de poder- que adopta sutiles formas mediante los que "de hecho son subordinados" creen que ejercen su dominio.

5. El predominio de la "decisión" sobre lo "decidido", que oculta el vacío de creencias y provoca un estado generalizado de agresividad.

Es por eso, añade, porque el hombre hace siempre lo que hace por algo y para algo, y esos motivos son ingredientes esenciales del hacer, por lo que la filosofía viene calificada intrínsecamente por ellos; es decir, que no solo es circunstancial porque el hombre que filosofa se encuentra en una circunstancia determinada y su perspectiva funciona como un ingrediente de lo real, sino que la filosofía, en cuanto hacer humano, se nutre de circunstancialidad. Es, decir, de historia y realidad, de vida, en suma. Hermosa lección: leamos para vivir, no vivamos para leer.

Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates: "Ιωμεν", vámonos. Tamaragua, amigos. HArendt





El profesor Julián Marías (1914-2005)





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jueves, 29 de agosto de 2013

Dios, yo y mi circunstancia





Imagen (parcial) de los manuscritos de Qumrán



Recuerdo haber leído una frase -pero no su autor- que decía más o menos: "todo lo que se puede pensar, puede existir". Y otra, antagónica, de un teólogo protestante alemán -del que tampoco recuerdo el nombre- que venía a decir: "Dios es aquello que no podemos pensar ni conocer". Puestas ambas en relación, la conclusión es que la idea de la existencia de Dios "repugna" a mi razón. Sí, ya sé que la razón no es un elemento precisamente de veracidad incontrovertible: "La realidad -dice Ortega y Gasset- como un paisaje, tiene infinitas perspectivas todas ellas igualmente verídicas y auténticas. La sola perspectiva falsa es esa que pretende ser la única. Dicho de otra manera: lo falso es la utopía, la verdad no localizada, vista desde lugar ninguno. El utopista -y esto ha sido en esencia el racionalismo- es el que más yerra, porque es el hombre que no se conserva fiel a su punto de vista, que deserta de su puesto". Reconozco, pues, que puedo estar equivocado, pero eso es lo que pienso desde mi perspectiva.

No soy, no puedo, ser creyente en un ente, impersonal, preexistente a todo y creador del universo, ni en la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro; pero no soy arreligioso, ni amoral. Comparto en gran parte lo dicho por Ortega: "Yo no concibo que ningún hombre que aspire a henchir su espíritu indefinidamente, pueda renunciar sin dolor al mundo de lo religioso", pero tengo claro que moral y religión no tienen nada que ver; eso ya me lo enseñó en mis años de bachillerato, un excelente profesor de Filosofía, del que ya he hablado en anteriores ocasiones en el blog. De las cinco partes en que se dividía para su estudio la asignatura: Lógica, Psicología, Ética, Metafísica y Moral (sino recuerdo mal, creo que eran esas) las que más gustaban eran, por ese orden, la Lógica y la Moral. Al final, en el corte del bachillerato elemental al superior, opté por Ciencias. Y creo que me equivoqué, pero a estas alturas ya no tiene remedio.

Desde esa perspectiva, o circunstancia, si lo prefieren, no tengo empacho alguno en declararme como cristiano-agnóstico (o agnóstico-cristiano), si por cristiano se entiende a aquel que entiende y comparte gran parte de las enseñanzas del personaje histórico Jesús de Nazareth. Pero de ahí, es difícil que pase. Mi problema, como el de la filósofa y mística francesa de origen judío, Simone Weil ("Carta a un religioso": Trotta, Madrid, 1998), tantas veces citada por mí en el blog, es que comparto plenamente su criterio de que "la Iglesia ha sido un gran animal totalitario [...] iniciadora de la manipulación de toda la historia de la humanidad con fines apologéticos [...] Mi vocación es ser cristiana fuera de la Iglesia", dice. La mía, también.

La entrada de hoy es producto de varias circunstancias: Mi interés, proclamado y explícito, por el fenómeno religioso; la lectura, por fin concluida después de varios intentos que se han extendido durante años de "La esencia del cristianismo" (Círculo de Lectores, Barcelona, 1996), de Ludwig Feurbach; del "Así habló Zaratustra" (Círculo de Lectores, Barcelona, 1970), de Friedrich Nietzsche; y  de la relectura, en curso, del tomo octavo y último de la impresionante "Historia crítica del pensamiento español" (Círculo de Lectores, Barcelona, 1993), de José Luis Abellán, que abarca el período comprendido entre 1914 y 1939.

También ha supuesto una circunstancia añadida la emitisión ayer miércoles por la 2 de TVE de un documental sobre "Los manuscritos del Mar Muerto", muy interesante, centrado en la suposición -un tanto aventurada e imposible hasta ahora de confirmación- sobre la cuestión de si el Jesús histórico fue miembro de la secta judía, anti-Templo, de los "esenios", que fueron los que escribieron dichos manuscritos y los enterraron para salvarlos de la ira romana ante la rebelión judía de los años 70 d.C. Mi hija Ruth ha sido capaz de encontrarme el citado vídeo, algo que yo no supe hacer en la página electrónica de RTVE, y pueden verlo en el enlace de más arriba. Yo he encontrado este otro, realizado por el canal de televisión Historia y Ciencia, que no desmerece en absoluto del anterior.

Sobre los papiros del Mar Muerto, encontrados casualmente a mediados del pasado siglo en varias cuevas de la desértica región israelí de Qumrán, junto al mar Muerto, les recomiendo la lectura del artículo "¿Misterios desvelados?", de Henry Wansbrough, teólogo e investigador bíblico, publicado en el número de diciembre de 2011 de Revista de Libros, reseñando el libro "El significado de los rollos del Mar Muerto" (Trotta, Madrid, 2011), de James Vander Kam y Peter Flint. Los leí -artículo y libro- el pasado año y reconozco que me resultaron fascinantes. Sobre todo el libro: un texto erudito y científico sin la menor concesión a las fantasías al uso sobre este tema plagado de fantasís y lucrubraciones sin fundamento.

Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates: "Ιωμεν", vámonos. Tamaragua, amigos. HArendt




Las cuevas de Qumrán (Israel)




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miércoles, 27 de marzo de 2013

Los intelectuales hispanoamericanos y la Guerra Civil española





Caricatura de Agustín Sciammarella (El País)



No suelo escribir mucho en el blog sobre Hispanoamérica y cuando lo hago es, casi siempre, para relacionarla con la historia común, aunque no siempre compartida, con España. Una de las entradas de la que más grato recuerdo tengo sobre esa tensa relación histórica que se movió siempre entre el amor, el odio y la indiferencia, es la que escribí en abril de 2010 con el título de "La independencia de América".

Lo hice impelido por la lectura en aquellos días de José Luis Abellán y su "Historia crítica del pensamiento español" (Círculo de Lectores, Barcelona, 1993) y la impresión que me produjo el conocer la profunda indiferencia conque en España se acogió el proceso de independencia de sus posesiones americanas, cuyo bicentenario estamos celebrando, y que contrastaba (por las razones que revela tan nítidimante Abellán) con la inmensa alegría con la que ese mismo proceso fue entendido por lo más granado del movimiento liberal español de la época.

Insomne como últimamente estoy, en la madrugada de hoy leo en El País un interesentísimo artículo de la redactora de cultura de dicho periódico Tereixa Constela: "Aquella guerra que cruzó el charco", sobre el partido que buena parte de los intelectuales hispanoamericanos tomaron en favor de uno u otro bando en la guerra civil española de 1936-1939, entre otros, Gabriela Mistral, Victoria Ocampo, Pablo Neruda, César Vallejo o Jorge Luis Borges.

Casualmente, hace unos días había visto en YouTube un vídeo en el que un profesor de la Universidad Complutense de Madrid daba a sus alumnos en plena calle de la capital española, en protesta por los recortes que el gobierno del partido popular está aplicando en sectores tan significativos como el de la educación, una clase sobre el papel que los escritores hispanoamericanos habían jugado en la contienda, centrada en este caso en la figura de la poetisa peruana Magda Portal.

Espero que su lectura les resulte interesante en este miércoles de Semana Santa, semana de "pasión" por tantas otras razones no estrictamente religiosas.

Y sean felices, por favor, a pesar del gobierno. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt




Neruda, Vallejo, Portal, Borges, Ocampo y Mistral







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"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son en ella páginas en blanco" (Hegel)
"Todas las penas pueden soportarse si las ponemos en una historia o contamos una historia sobre ellas" (Isak Dinesen

sábado, 12 de mayo de 2012

Sobre "La Celestina" de Puértolas y otras lecturas




La escritora Soledad Puértolas


El lunes pasado una amiga me regaló un libro premiado hace unos años con el Planeta. Lo acepté encantado; había oído hablar bien de él y su autor me merecía gran reconocimiento. De vuelta a casa, en la guagua, lo fui ojeando como acostumbro a hacer con todos los libros: primero, la lectura de las solapas para ver de qué va y qué se cuenta de su autor; luego, las páginas iniciales y unas cuantas del interior a la buena de Dios;  y para terminar, las cuatro o cinco finales. Es posible que a algunas personas este método les resulte deleznable pero a mí me funciona muy bien porque me da una idea bastante exacta de si merece la pena continuar la lectura del libro o aplazarla "sine díe". La primera impresión me resultó frustrante y me confirmó en mis reticencias sobre los premios Planeta de novela, al menos los de unos cuantos años atrás para acá. No voy a decir que libro es ni mencionar su autor  que me merece todo respeto por su trayectoria anterior, pero tengo la impresión que la "cosa" funciona a base de elegir previamente un autor de prestigio reconocido y pedirle que escriba una novela de prisa y corriendo con la premisa previa de que el premio va a ser para él. Y así salen...

Hace unos días leía con delectación en el diario El País el artículo de la novelista y académica de la RAE, Soledad Puértolas, sobre la versión que en castellano moderno ha realizado para la editorial Castalia de La "Tragicomedia de Calixto y Melibea", la inmortal obra de Fernando de Rojas, más conocida como "La Celestina" por el nombre de su principal personaje. No voy a contarles el argumento porque es de sobra conocido, y aunque me he prometido a mí mismo leerla en la primera ocasión que tenga, de nuevo me surgen reticencias "a priori", con toda seguridad infundadas, sobre la traslación al español de hoy de una obra publicada por vez primera en 1499. Esas reticencias son fruto de mi experiencia académica y de prejuicios personales al respecto como simple lector, pero no quiero adelantar acontecimientos, aunque a mí la edición de Crítica (Barcelona, 2004) me parece, con mucho, la mejor de las que he leído de "La Celestina". Ya les contaré.

Me quedé prendado de la escritora Soledad Puértolas (Zaragoza, 1947) el día que vi por televisión el reportaje que el programa "Esta es mi tierra" de TVE2 le dedicó especialmente con motivo de su elección como miembro de la Real Academia de la Lengua. Es magnífico, y como he conseguido encontrarlo en los archivos de RTVE lo he subido al blog. Se lo recomiendo encarecidamente.

En este enlace de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes pueden acceder al facsimil, completo, de la primera edición de "La Celestina", impresa en Burgos en 1499 por Fadrique Alemán de Basilea. Y en este otro, en el portal de la misma dedicado especialmente a "La Celestina", a ediciones facsímiles de la obra, versiones modernas, adaptaciones, ediciones críticas y todo tipo de información sobre el autor, la obra en sí y su época.

Ya puestos, he subido la película que sobre la obra de Fernando de Rojas llevara al cine en 1996 el director Gerardo Vera, con guión de Rafael Azcona, y con Penélope Cruz, Juan Diego Boto y Terele Pávez como principales protagonistas. No es una obra maestra pero puede disfrutarse.

En una de las secciones del blog, en la columna derecha de la pantalla, voy poniendo desde mediados de 2008 los libros que estoy leyendo, consultando o que anoto para futuras lecturas, clasificados por años. Aunque parezca mentira leo ahora menos que cuando trabajaba, estaba metido en otros fregados académicos, sindicales y políticos, y encima tenía tiempo para la familia. Supongo que son los años, que pesan, como decía Rubén Darío: "La vida es dura, amarga, y pesa / ya no hay princesa a la cuál cantar." O quizá sea la condición de abuelo, que resulta tan gratificante o más para el espíritu que la literatura. Ya lo comprobarán en su momento...

Como le ocurría a mi amigo Michel de Montaigne, mis hábitos de lectura son bastante heterodoxos. Salto de un libro a otro con facilidad, vuelvo al que dejé a medias hace unos días, leo algo que me hace abandonar el que tengo entre manos y comenzar con otro... Supongo que no soy un caso excepcional. 

En estos últimos meses he disfrutado muchísimo con la "Eneida" (Espasa, Madrid, 2004) de Virgilio, y la "Metamorfosis" (Cátedra, Madrid, 1995), el "Arte de amar" (Alianza, Madrid, 2004) y la "Carta de las heroinas" (Gredos, Madrid, 1994), de Ovidio. Por deformación profesional y por gusto, reconozco que leo con mayor placer el ensayo o la obra histórica que la ficción. De ahí que me haya atrevido con la "Historia de la civilización en Europa" (Alianza Madrid, 1966) de François Guizot, todo un clásico que tenía en casa desde hace más de cuarenta años sin haberle hincado el diente, y que me ha encantado. Y que haya terminado de leer con enorme satisfacción el tomo 2 de la monumental "Historia crítica del pensamiento español" (Círculo de Lectores, Barcelona, 1994), de José Luis Abellán, dedicado a la Edad de Oro española, el siglo XVI. Sus capítulos sobre el descubrimiento, conquista y colonización de América por los españoles me ha hecho reflexionar en profundidad sobre nuestro acontecer histórico como pueblo. Su lectura me llevó como en volandas, a ensimismarme con el "Cervantes y los casticismos españoles" (Alianza, Madrid, 1974) de mi admirado Américo Castro. Los estudios contenidos en el mismo sobre Cervantes y el "Quijote", el pasado de los españoles, Fray Bartolomé de las Casas, o lo precario de las relaciones entre España y sus Indias, todos a la luz de la famosa tesis de don Américo, que comparto plenamente, sobre el papel de los españoles descendientes de judíos conversos y moriscos ("cristianos nuevos") en contraposición a los "cristianos viejos", resultan esclarecedores.

El último libro que he leído, lo terminé ayer, ha sido una magnífica biografía: "Carmen Laforet. Una mujer en fuga" (RBA, Barcelona, 2010) sobre la autora de "Nada" y "La isla y los demonios", tan vinculada emocional y vitalmente a la isla de Gran Canaria, escrita por Anna Caballé e Israel Rolón. Me ha gustado muchísimo, pero también me ha dejado un poso de desasosiego ante la cruda exposición de una vida que no quiso ni supo encajar en el mundillo literario de su época y que se fue extinguiendo (murió el año 2004) en una profunda soledad preñada de ensoñaciones, frustraciones y fracasos personales y familiares.

En fin, creo que esta crónica de hoy no da para más. Sean felices, por favor, a pesar del gobierno y de todos los incompetentes que se creen en posesión de la verdad. 

En el otro vídeo que acompaña la entrada pueden ustedes ver y escuchar el solemne acto y discurso de entrada en la Real Academia Española de Soledad Puértolas. Estoy seguro que va a gustarles.

Tamaragua, amigos. HArendt





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