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domingo, 9 de mayo de 2010

¡Feliz día, Europa!

Cartel Oficial Día de Europa 2010




9 de mayo: Día de Europa. Hoy hace justamente 65 años terminaba la II Guerra Mundial en territorio europeo con la rendición incondicional de Alemania ante las potencias aliadas. Ese mismo día,  solamente  cinco años después, el 9 de mayo de 1950, el ministro francés de Asuntos Exteriores, Robert Schuman, presentaba solemnemente en París la denominada "Declaración Schuman", que significaba el comienzo del proceso de construcción de la Unión Europea. No es extraño, pues, que dicho día, el 9 de mayo, fuera declarado Día de Europa, convirtiéndose junto a  la bandera azul con las doce estrellas doradas y la "Oda a la Alegría" de Ludwig van Beethoven, como Himno, en el tercero de los símbolos oficiales de la Unión Europea.

Tampoco resulta extraño que se haya elegido precisamente este día de hoy para la presentación oficial del "Informe Europa 2030", sobre el futuro de la Unión Europea, que el Consejo Europeo de París de diciembre de 2007, encargara a un Grupo de Reflexión, presidido por el ex presidente del gobierno español Felipe González, y otras once personalidades europeas, entre las que se encuentran  Vaira Vike-Freiberga, ex presidenta de Letonia, Jorma Ollila, ex presidente ejecutivo de Nokia, Lech Walesa, histórico líder sindical anticomunista polaco y ex presidente de Polonia, o el italiano Mario Monti, ex comisario de Competencia. El grupo comenzó sus trabajos a finales de 2008, y en este año y medio de trabajo, los 12 sabios han mantenido 15 reuniones y escuchado la opinión de políticos e intelectuales como Jacques Delors, Pascal Lamy, Alain Lamassoure, Jean Pisani, Peter Sutherland o Antonio Vitorino. Lo iremos desmenuzando pormenorizadamente en entradas sucesivas.

Pueden ustedes leerlo en el enlace que he puesto más arriba. También, al final de este comentario, pueden leer la "Declaración Schuman" que dio inicio al proceso de constitución de la Unión hace ahora 60 años. También pueden ver más adelante la representación que la pintura barroca hizo de Europa, la joven fenicia divinizada tras ser seducida por Zeus. Y al inicio de este comentario  el diseño ganador del concurso para el Cartel oficial del Día de Europa 2010. Y al final del mismo la foto del ex presidente del gobierno español y presidente del Grupo de Reflexión sobre el futuro de la Unión, Felipe González. Y ya puestos, en la sección correspondiente pueden ver sendos vídeos: uno, en el que se relata en imágenes el proceso de desarrollo y conformación de la Unión, y otro en el que Ana Belén, Miguel Ríos, Víctor Manuel y  Serrat, cantan al alimón el Himno de Europa: la "Oda a la Alegría" de Ludwig van Beethoven.

¡Feliz día, Europa!. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt





Representación barroca de la diosa Europa



"Texto de la "Declaración Schuman" (París, 9 de mayo de 1950)"

La paz mundial no puede salvaguardarse sin unos esfuerzos creadores equiparables a los peligros que la amenazan.

La contribución que una Europa organizada y viva puede aportar a la civilización es indispensable para el mantenimiento de unas relaciones pacíficas. Francia, defensora desde hace más de veinte años de una Europa unida, ha tenido siempre como objetivo esencial servir a la paz. Europa no se construyó y hubo la guerra.

Europa no se hará de una vez ni en una obra de conjunto: se hará gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho. La agrupación de las naciones europeas exige que la oposición secular entre Francia y Alemania quede superada, por lo que la acción emprendida debe afectar en primer lugar a Francia y Alemania.

Con este fin, el Gobierno francés propone actuar de inmediato sobre un punto limitado, pero decisivo.

Modelo - Declaración Schuman de 9 de mayo de 1950El Gobierno francés propone que se someta el conjunto de la producción franco-alemana de carbón y de acero a una Alta Autoridad común, en una organización abierta a los demás países de Europa.

La puesta en común de las producciones de carbón y de acero garantizará inmediatamente la creación de bases comunes de desarrollo económico, primera etapa de la federación europea, y cambiará el destino de esas regiones, que durante tanto tiempo se han dedicado a la fabricación de armas, de las que ellas mismas han sido las primeras víctimas.

La solidaridad de producción que así se cree pondrá de manifiesto que cualquier guerra entre Francia y Alemania no sólo resulta impensable, sino materialmente imposible. La creación de esa potente unidad de producción, abierta a todos los países que deseen participar en ella, proporcionará a todos los países a los que agrupe los elementos fundamentales de la producción industrial en las mismas condiciones y sentará los cimientos reales de su unificación económica.

Dicha producción se ofrecerá a todo el mundo sin distinción ni exclusión, para contribuir al aumento del nivel de vida y al progreso de las obras de paz. Europa podrá, con mayores medios, proseguir la realización de una de sus tareas esenciales: el desarrollo del continente africano. De este modo, se llevará a cabo la fusión de intereses indispensables para la creación de una comunidad económica y se introducirá el fermento de una comunidad más amplia y más profunda entre países que durante tanto tiempo se han enfrentado en divisiones sangrientas.

Mediante la puesta en común de las producciones básicas y la creación de una Alta Autoridad de nuevo cuño, cuyas decisiones obligarán a Francia, Alemania y los países que se adhieran, esta propuesta sentará las primeras bases concretas de una federación europea indispensable para la preservación de la paz.
Para proseguir la realización de tales objetivos, el Gobierno francés está dispuesto a iniciar negociaciones según las siguientes bases.

La misión encomendada a la Alta Autoridad común consistirá en garantizar, en el plazo más breve posible, la modernización de la producción y la mejora de su calidad; el suministro, en condiciones idénticas, del carbón y del acero en el mercado francés y en el mercado alemán, así como en los de los países adherentes; el desarrollo de la exportación común hacia los demás países; la equiparación y mejora de las condiciones de vida de los trabajadores de esas industrias.

Para alcanzar estos objetivos a partir de las dispares condiciones en que se encuentran actualmente las producciones de los países adherentes, deberán aplicarse con carácter transitorio determinadas disposiciones que establezcan la aplicación de un plan de producción y de inversiones, la creación de mecanismos de estabilidad de los precios y la creación de un fondo de reconversión que facilite la racionalización de la producción. La circulación del carbón y del acero entre los países adherentes quedará liberada inmediatamente de cualquier derecho de aduanas y no podrá verse afectada por tarifas de transporte diferenciales. Progresivamente se irán estableciendo las condiciones que garanticen espontáneamente una distribución más racional de la producción y el nivel de productividad más elevado.

La organización proyectada, al contrario que un cártel internacional tendente a la distribución y a la explotación de los mercados mediante prácticas restrictivas y el mantenimiento de grandes beneficios, garantizará la fusión de los mercados y la expansión de la producción.

Los principios y compromisos esenciales anteriormente expuestos serán objeto de un tratado firmado entre los Estados. Las negociaciones indispensables para precisar las normas de aplicación se llevarán a cabo con ayuda de un árbitro designado de común acuerdo, cuya misión consistirá en velar por que los acuerdos se ajusten a los principios y, en caso de desacuerdo insalvable, decidirá la solución que deba adoptarse.

La Alta Autoridad común, encargada del funcionamiento de todo el sistema, estará compuesta por personalidades independientes designadas sobre bases paritarias por los Gobiernos, quienes elegirán de común acuerdo un presidente. Las decisiones de la Alta Autoridad serán ejecutivas en Francia, en Alemania y en los demás países adherentes. Se adoptarán las disposiciones adecuadas para garantizar las vías de recurso necesarias contra las decisiones de la Alta Autoridad.

Un representante de las Naciones Unidas ante dicha autoridad se encargará de hacer, dos veces al año, un informe público a la ONU sobre el funcionamiento del nuevo organismo, en particular por lo que se refiere a la salvaguardia de sus fines pacíficos.

La creación de la Alta Autoridad no prejuzga en absoluto el régimen de propiedad de las empresas. En el ejercicio de su misión, la Alta Autoridad común tendrá en cuenta las facultades otorgadas a la autoridad internacional del Ruhr y las obligaciones de todo tipo impuestas a Alemania, mientras éstas subsistan.





Felipe González, presidente del Grupo de Reflexión sobre el futuro de la Unión Europea





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Entrada núm. 1302 -
http://harendt.blogspot.com

"Pues, tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)

jueves, 22 de mayo de 2008

El precio de la globalización. Economía canalla










A estas alturas de la historia situarse a favor o en contra de la globalización es un ejercicio pueril: la globalización está ahí, y ha venido para quedarse. Las ventajas están claras; los inconvenientes, también. Y de eso se trata, de paliar en la medida de lo posible los inconvenientes. Con iniciativas y ayuda de las instituciones económicas, pero sobre todo de las políticas: de los estados, la Unión Europea, la ONU y los organismos internacionales especializados.

Es lo que pretenden varios líderes europeos capitaneados por el ex presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors, que acaban de hacer pública una iniciativa para la creación de un Comité de Crisis Europeo que "valore los riesgos económicos y sociales que supone la actual crisis financiera en la economía real, especialmente en Europa". Lo cuenta hoy el corresponsal de El País en Bruselas, Andreu Missé.

Por otro lado, la economista italiana Loretta Napoleoni, autora de un famoso libro titulado "Economía canalla", escribe hoy también un documentado artículo en El País, titulado "Comida hay, pero a precio de petroleo", en el que critica con dureza la política de la Organización Mundial del Comercio, que empobrece a los ciudadanos y aumenta el desempleo rural en los países en vías de desarrollo. Hay -dice- mil millones de personas que pasan hambre a pesar de haber comida para todos. Y eso ocurre -añade- porque ya no se produce para la economía nacional, sino para la mundial; a que ya no deciden los gobiernos, sino las multinacionales.

No está muy claro que la solución sea volver a hacer la cesta de la compra como la hacían nuestras abuelas, pero algo hay que hacer. Y parece que algo comienza a moverse en el buen camino. Esperemos que cuaje. Sean felices. HArendt










"Líderes europeos se unen para hacer contrapeso a los mercados financieros", por Andreu Missé


La propuesta cuenta con el apoyo de Felipe González y la firma de Jacques Delors. Destacados líderes europeos han dirigido una carta al presidente de la República Francesa, Nicolas Sarkozy, que presidirá la Unión a partir de julio, y al presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, para que se constituya un Comité Europeo de Crisis, para "evitar o limitar los riesgos provocados por las crisis financieras". El Comité de Crisis deberá "valorar los riesgos económicos y sociales que supone la actual crisis financiera en la economía real, especialmente en Europa". La iniciativa en la que participan personalidades socialistas, liberales y cristiano-demócratas, ha sido promovida por el ex primer ministro francés Michel Rocard y su homólogo danés Poul Nyrup Rasmussen. Firman también el documento los ex presidentes de la Comisión Europea Jacques Delors y Jacques Santer, y los ex primeros ministros Helmut Schmidt (Alemania); Lionel Jospin (Francia); Göran Person (Suecia); Massimo d'Alema (Italia) y Pavo Lipponen (Finlandia). También ha mostrado su total apoyo, aunque no firma el documento por presidir el comité de reflexión sobre el futuro de la Unión, el ex presidente del Gobierno español Felipe González.

Bajo el lema "los mercados financieros no pueden gobernarnos", el documento señala que "el problema está en el modelo actual de gobierno económico y de las empresas basado en una débil reglamentación, con un control inadecuado y una oferta demasiado débil de bienes públicos".

Los firmantes expresan su preocupación por el doble fenómeno que se está produciendo de manera paralela, "la desigualdad creciente de los ingresos junto a un aumento continuo del sector financiero". El aumento del capital financiero ha sido tan impresionante en los últimos años que ya representa 15 veces el valor del producto interior bruto (PIB) de todos los países.

La crítica por los efectos perversos del superpoder que han adquirido las instituciones financieras es uno de los asuntos centrales del documento. "El mundo de las finanzas", señala, "ha acumulado una masa gigantesca de capital ficticio pero que mejora muy poco la condición humana y preservación del medio ambiente". "Esta crisis financiera", añade, "ha permitido ver más claramente las alarmantes disparidades de renta que no han hecho más que aumentar en las últimas décadas". Todo ello, añade, con "la ironía de que los salarios y las primas de los ejecutivos han alcanzado niveles extremadamente elevados, mientras que se estancaba o bajaba la rentabilidad de sus empresas". (El País, 22/05/08)




Loretta Napoleoni





"Comida hay, pero a precio de petróleo", por Loretta Napoleoni

El que 1.000 millones de personas pasen hambre pese a haber comida para todos se debe a que ya no se produce para la economía nacional, sino para la mundial. No deciden los Gobiernos, sino las multinacionales.

En el mundo hay comida para todos. Los precios de los productos alimenticios, teniendo en cuenta la inflación neta, son más bajos que hace 40 años, y la dieta ha mejorado. Sin embargo, 1.000 millones de personas padecen hambre. Son las contradicciones de una economía globalizada en la que las realidades locales se desvanecen. Así lo denuncia el informe del grupo Evaluación internacional de la ciencia y la tecnología agraria para el desarrollo (en sus siglas en inglés, IAASTD), un grupo de 400 científicos auspiciado por el Banco Mundial y Naciones Unidas. El documento se publicó a principios de abril, en medio de una crisis alimentaria que trae recuerdos de la Gran Depresión.

El problema no es la escasez de productos agroalimentarios sino su coste, que, en muchos países, los hace inaccesibles para los más pobres. El aumento de los precios está unido al aumento del precio del petróleo, la voracidad de la demanda asiática y las difíciles condiciones climáticas que se han vivido en algunos países. La inflación alimentaria multiplica el número de hambrientos y globaliza la crisis. "El alto coste de la vida aflige a los 1.000 millones de personas que viven bajo el umbral de pobreza -el 70% de ellos en África- y a los otros 4.000 millones que viven en los 58 países más pobres del mundo. Toda esa gente, de pronto, ha dejado de poder comprar los productos expuestos en las estanterías de los supermercados", explica Willie Reimer, director de la ONG estadounidense Food, disaster and material resources. Pero también afecta a los países occidentales, en los que viven los 500 millones de ricos de la aldea global. En Estados Unidos, segundo exportador de productos agrarios del mundo, 28 millones de personas comen gracias a los bonos de comida que reparte el Gobierno, el número más elevado desde que se creó el programa, hace 40 años.

Las tres cuartas partes de la población mundial corren el riesgo de pasar hambre, no porque haya escasez, sino debido al coste de la vida. Según el informe de IAASTD, para evitar la catástrofe no bastan ni los transgénicos ni el abandono de las políticas de apoyo a la producción de biocombustibles, que no influyen en la subida de los precios más que en un 10%. La crisis alimentaria es estructural porque está unida a la aplicación de los principios neoliberales en el sector agrario de los países en vías de desarrollo. De acuerdo con dichos principios, el mercado mundial es el mejor árbitro de la economía. Pero su mano invisible, como la definía Adam Smith, no es tan mágica como se creía.

En los últimos 20 años, mientras Europa y Estados Unidos protegían a sus agricultores, las economías emergentes y los países pobres han seguido los consejos neoliberales y han eliminado la intervención pública en el sector agrario. Estos cambios estructurales han destruido las economías locales y han creado las condiciones ideales para una agricultura ya no de autosuficiencia sino para la exportación. Ya no se produce para la economía nacional sino para la mundial y, según la ONU, los que deciden qué producir no son los gobiernos, sino las multinacionales de importaciones y exportaciones, de transformación y de distribución como Tesco y Carrefour.

El ensayo general de la crisis actual se produjo en 2005 en Níger, una de las naciones más pobres del mundo. Pocos años antes, el Gobierno había liberalizado el mercado de los cereales, una medida que atrajo la atención de los grandes exportadores e importadores. Su llegada monopolizó el mercado y facilitó el nacimiento de empresas agrarias que producen exclusivamente para la exportación, a expensas del mercado local. El país empezó a importar productos alimenticios y los precios subieron, mientras que los sueldos y el empleo no. En septiembre de 2005, tras una plaga de langosta y una grave sequía, se desató la crisis. La población no tenía suficiente dinero para comprar los productos importados que llenaban los estantes de los supermercados y, por consiguiente, empezó a morirse de hambre. Saltó la alarma internacional y empezaron a atracar las naves de ayuda en los puertos del río Níger mientras, paradójicamente, zarpaban otras con productos para la exportación. La crisis se atribuyó a las langostas y la sequía, pero no eran más que excusas: la producción agraria había descendido un mero 7,5% respecto al año anterior. El verdadero problema era la desaparición de la agricultura local, que había hecho que el país dependiera de las importaciones. Hoy, los biocombustibles y los especuladores son los chivos expiatorios de una crisis alimentaria mundial y estructural, cuyo origen está en que las economías emergentes y los países pobres dependen en exceso de las importaciones agroalimentarias.

"El Estado, no el mercado, debe ser el responsable del bienestar de los ciudadanos, sobre todo en los países en vías de desarrollo", afirma Amartya Sen, premio Nobel de Economía. Lo mismo dice un estudio reciente del Carnegie Endowment y el Instituto de Desarrollo Indira Gandhi, que advierte de que la liberalización de los mercados patrocinada por la Organización Mundial de Comercio empobrece a los ciudadanos y aumenta el desempleo rural en los países en vías de desarrollo. Es el caso de India.

El modelo neoliberal pretende redistribuir la riqueza producida mediante la apertura de los mercados. En India, el hambre afecta sobre todo al campo, pese a que el país exporta productos agrarios como el arroz, cuyo precio se ha cuadruplicado en un año. El aumento de los precios agroalimentarios, en teoría, debería hacer subir las rentas en los países exportadores, pero eso sólo es así en Occidente, donde no existe el latifundio. En los demás países, desde Níger hasta India, la subida de los precios acarrea el hambre. Lo demuestran los datos: India y Estados Unidos exportan arroz, pero mientras la renta agraria en EE UU ha aumentado el 24%, en India los que viven en el campo tienen que luchar para poder comer.

El motivo está claro, explica a The Financial Times Sushil Pawa, titular de una sociedad india de intermediación: el 50% de la población india trabaja en el sector agrario, pero sólo un mínimo porcentaje es propietario de la tierra. La gran mayoría, alrededor del 70%, está formada por asalariados y braceros que viven con menos de 70 rupias (unos dos dólares) al día. En Estados Unidos, por el contrario, la mayor parte de los agricultores trabaja sus propias tierras.

La crisis actual debe hacernos reflexionar sobre los errores de las políticas de desarrollo neoliberales e impulsar a los países pobres y emergentes a potenciar sus economías: "compre productos locales", es el lema de los expertos mundiales, sobre todo cuando se tiene en cuenta que el 65% del encarecimiento de los precios alimentarios se debe al de los transportes oceánicos. Y ya hay quien ha hecho caso. Malasia, un país importador de arroz con una producción interior que no satisface más que dos tercios de la demanda, ha puesto en marcha un programa de 1.300 millones de dólares para transformar el Estado de Sarawak, en Borneo, la zona arrocera del país.

También los consumidores ricos, que tiran un tercio del gasto diario, deben cumplir su papel. En los últimos cinco años, las importaciones alimentarias han aumentado un 20% en Europa, y en Estados Unidos, las de fruta y hortalizas se han duplicado. Los ricos quieren comer tomates, guisantes y fresas todo el año, y los gigantes alimentarios mundiales satisfacen esa demanda fomentando la producción en los países pobres del mundo, con el consiguiente perjuicio para la producción local.

Pero la crisis alimentaria ha dejado al desnudo la verdadera naturaleza del supermercado mundial: una pescadilla que se muerde la cola. Hacer la compra en Europa cuesta hoy el doble que hace un año, y el precio de las fresas autóctonas, incluso en temporada, es el mismo que el de las importaciones, porque la producción es minúscula respecto a otras épocas. He aquí un consejo desapasionado: para aliviar el hambre en el mundo y reducir los precios, empecemos a comprar alimentos locales y de temporada, hagamos la compra más a menudo y compremos menos, exactamente como hacían nuestros abuelos. (El País, 22/05/08)