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sábado, 18 de enero de 2020

[ARCHIVO DEL BLOG] La mujer del césar. (Publicada el 22 de junio de 2009)



La viuda y los hijos de Eduardo Puelles. 20/6/2009


Llevo varios días de absoluta sequía anímica para enfrentarme a la pantalla en blanco del portátil. Un poco antes del asesinato del inspector de policía Eduardo Puelles por esa pandilla de mafiosos que conforman ETA, tenía medio esbozado un comentario que se iba a titular "¿Por qué detesto el nacionalismo?". Ya no voy a escribirlo. No deseo que nadie piense que presupongo una relación causal entre el nacionalismo vasco, -en este caso-, y ETA. Me niego rotundamente a hacerle el juego a ninguno de los dos. ETA no es más que una organización mafiosa sin más objetivo que sojuzgar al pueblo vasco, al nacionalista y al no-nacionalista, en su propio interés, que confieso ignorar cual pueda ser. Pero saben, aun siendo despreciables los mafiosos etarras, me merecen mucho más desprecio quiénes les jalean y apoyan desde las instituciones, las urnas, las pancartas, las manifestaciones, los insultos y las amenazas. Estos últimos son doblemente cobardes porque se aprovechan de las libertades que les otorga una democracia en la que no creen. Pero no lo conseguirán. Como ha dicho con enorme entereza y valentía la mujer del policía asesinado, lo único que han conseguido es dejar a dos hijos huérfanos y a una mujer viuda. Y no van a conseguir nada más.

Irán es otra de las cuestiones que me tiene ensimismado. De niño, en Madrid, vivía muy cerca de la Embajada Imperial del Irán, en la avenida de Pío XII. Eran los tiempos del Sah y sus encantadoras esposas, y de los fastos de la coronación en Persépolis. Que el Sah era un sátrapa a la antigua usanza lo supe mucho más tarde. Pero también es cierto que llevó a su país a unas cotas de modernización que no había conocido nunca antes, aunque no seré yo quien se atreva a sugerir que todo tiempo pasado fue mejor. Desde mi inocencia, mantenía una curiosa relación de amistad y buena vecindad con el personal de la Embajada, incluyendo al embajador y su familia, que me regalaban libros, cuentos y folletos turísticos de su país en cada visita que les hacía . Es agua pasada, claro está, pero estos días recuerdo aquellos momentos con cariño, y estoy convencido de que la ola de libertad que se ha levantado en Irán es el prólogo irreversible del principio del fin del régimen teocrático impuesto por los imanes y que el pueblo iraní, más pronto que tarde, recuperará la libertad que sin duda merece.

En El País de hoy el escritor Julio Llamazares ha publicado un artículo: "Lectura estética de las últimas elecciones", que pueden leer en el enlace inmediatamente anterior, y que no se como calificar, si como irónico o como sarcástico, sobre la utilización del resultado de las mismas por parte del PP del Sr. Rajoy, -¿hay otro PP que no sea el del Sr. Rajoy?-, como salvoconducto de prácticas corruptas. Sin librar de crítica al partido del gobierno ni a toda la clase política española en su conjunto. A mi, lo digo con toda sinceridad, más miedo que el PP del Sr. Rajoy, muchísimo más, me dan sus votantes de Madrid, Valencia, o Canarias.

Casualmente, el sábado pasado me dio por ojear un viejo y estupendo libro del sociólogo norteamericano V.O. Key: "Política, partidos y grupos de presión" (Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1962) , que había leído hace al menos treinta años. Apenas iniciado, en las primeras líneas de su capítulo preliminar, afirma Key con rotundidad: "La Política no es más que la lucha por el poder". Una verdad que solemos olvidar, presos de la ingenuidad.

Dice un antiguo adagio que "la mujer del César no sólo tiene que ser honesta sino parecerlo". No creo que esa sea la situación actual en nuestro país. Para mí, la clase política española, salvo excepciones personales concretas, cada vez se parece más a un decadente prostíbulo lleno de viejas putas, dicho con todo el respeto debido a las putas, ya sean éstas viejas o jóvenes. HArendt



Ruinas de Persépolis, Irán


La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





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jueves, 30 de mayo de 2019

[ARCHIVO DEL BLOG] Irán, USA y béisbol





Mi relación sentimental con Irán viene de antiguo. Para ser exactos, cincuenta y dos años. La misma que con los Estados Unidos de América, lo que no deja de ser una paradoja que intentaré explicar. En septiembre de 1956, hace cincuenta y dos años, mis padres, que vivían en Madrid en el barrio de Delicias, se mudaron al de Prosperidad, en el distrito de Chamartín. Y lógicamente, a mis diez años de edad, me fui con ellos y con mis hermanos. En Prosperidad vivían entonces con sus familias muchos de los soldados norteamericanos que servían en la base aérea de Torrejón. Aunque no nos relacionábamos de manera especial con ellos, veíamos a los niños norteamericanos jugar al béisbol y, por imitación, con rústicos palos, primero, y bates de verdad poco después, aprendimos las reglas del juego y al menos en mí prendió una admiración por ese deporte que aún perdura. Por cierto, que el futuro y polémico locutor deportivo José María García, aún amigo mío, era uno de esos niños, líder de un equipo de béísbol con el que nos enfrentábamos habitualmente en cualquier terreno despejado de piedras en lo que ahora es el cruce entre la M-30 y la calle Costa Rica.

Muy cerca de allí, en un chalecito semioculto entre grandes árboles, creo recordar que en la calle Jerez, estaba la Embajada Imperial del Irán. En horas libres de tareas escolares, mis amigos y yo, casi todos estudiantes del Colegio Infanta María Teresa, en la calle General Mola (ahora Príncipe de Vergara), adscrito al Instituto Ramiro de Maeztu, en la calle Serrano, junto a la Embajada de los Estados Unidos, solíamos acercarnos a las embajadas extranjeras acreditadas en Madrid para pedir libros, mapas, cuentos y documentación varia, alegando un próximo viaje familiar a dicho país o la necesidad de hacer un trabajo escolar que nos habían encomendado. Las razones eran falsas pero nosotros, en nuestra inocencia, deberíamos resultar convincentes porque nos colmaban de atenciones... ¡y de libros!..., especialmente en la representación diplomática del Imperio iraní. De allí nació un sentimiento de cariño por el pueblo, la cultura y la historia de Irán que llego a cautivarme. Tanto, que llegado el momento de tener que dar una disertación, en francés, como un ejercicio más de los que teníamos que hacer en la Escuela Central de Idiomas de Madrid en la que estudiaba por las tardes la dulce lengua de Francia, me aprendí de memoria un cuento, en francés, que me había regalado tiempo atrás la Embajada iraní titulado "Mernahz, la Cendrillon iranienne" (Mernahz, la Cenicienta iraní). Y que como todos los cuentos que se aprecien comenzaba así: "Il était une fois une petite fille appelée Merhnaz..." (Érase una vez una niñita llamada Merhnaz...). Me lo aprendí en los ratos libres que me permitían los partidos de beísbol que jugábamos, a la espera de mi turno de bateo, sobre la ahora intransitable M-30... 

Mi relación con los Estados Unidos viene más o menos de esa misma época y por esas mismas causas. Visitábamos la Embajada en la calle Serrano, y de allí nos desviaban a la parte trasera, la que daba (o da, no lo sé ahora) al paseo de la Castellana, y donde estaba la Casa Americana, una institución cultural de la que acabé siendo socio. Allí tenían una excelente biblioteca en español, y sobre todo, para mí, unos inmensos atlas a partir de los cuales concebí una pasión inextinguible por la geografía y sobre todo por los mapas. ¡Ah!, y también tenían, como no, ese insuperable objeto de consulta -lástima que fuera en inglés, pero los mapas me servían igual- que es la Encyclopedia Americana...

Mi simpatía/antipatía por los Estados Unidos de América, viene dada básicamente en función de qué partido ocupe la Casa Blanca. Con los democrátas, suelo ser bastante más indulgente que con los republicanos. Con la administración Bush, reconozco que la indulgencia es imposible. Que un analfabeto integral como él, megalómano -en conexión directa con Dios- e imbuido de su papel de custodio de Occidente, forrado con el dinero de papá, pueda llegar dos veces a presidente dice mucho en favor de la democracia americana y muy poco en favor de sus electores.

Con el régimen iraní de los ayatolás mi sintonía es nula. Y no porque me parezca éste peor que el del Sah, sino porque pienso que éste, el actual, es un peligro para la paz mundial (lo mismo que Bush, con la diferencia de que al último se le puede quitar si se la va la olla...). Reconozco que el interesante y denso artículo de hoy en El País, titulado "¿Puede pasar Irán de bandido a gendarme?", del periodista y escritor Javier Valenzuela me ha hecho replantearme algunos presupuestos; aunque Ahmadineyad me sigue pareciendo, como mínimo, un vocazas... Pero lo más importante es que me ha servido para recordar con nostalgia una relación con el Irán eterno, los Estados Unidos y el béisbol, que vista desde los ojos del niño que fui una vez se me antoja entrañable. 



http://www.electricscotland.com/thomson/images/13.13%20Teheran.jpg
Imagen de Teherán, la capital iraní


La exhibición de fuerza de Hezbolá en Beirut confirma a Irán como potencia regional, comienza diciendo Javier Valenzuela en su artículo. El interés nacional, tanto o más que la ideología islamista, guía su acción. Y la torpe política de Bush juega a su favor.

De las muchas historias heroicas que alberga el alma de un pueblo tan longevo como el iraní, una, la del imam Hussein, es hoy relativamente conocida en Occidente. Nieto del profeta Mahoma, el imam Hussein murió combatiendo en Kerbala, hacia el año 680 de la era cristiana. De los triunfadores de aquella batalla surgió el mayoritario islam suní; de los derrotados seguidores del imam Hussein, el islam chií, minoritario excepto en Irán y algunos países árabes.

Menos conocida en Occidente, y mucho más vieja, es otra de las historias que se escuchan en los hogares iraníes: la de Arash el Arquero. En tiempos mitológicos, los anteriores a la escritura y el monoteísmo, los pueblos de Irán y de Turán acordaron terminar una guerra por sus respectivos límites fronterizos mediante una prueba singular. Arash, un guerrero iraní, lanzaría una flecha en dirección a Turán, y donde ésta cayera se fijarían los lindes. Arash subió a la montaña más alta de Irán, el Damavand, tensó su arco y lanzó la flecha. Ésta voló durante horas hasta alejarse más de 2.000 kilómetros, concediéndole así al pueblo persa un inmenso territorio. Consumido por el tremendo esfuerzo físico, Arash falleció de inmediato.

En el verano de 2006, Israel invadió Líbano por enésima vez y fracasó frente a la resistencia de Hezbolá. Comentando en la BBC que tal fiasco reforzaba la influencia regional de Irán, el veterano John Simpson hizo una observación muy inteligente: "Durante los últimos 30 años, Occidente se ha obsesionado por el fundamentalismo religioso de la República Islámica de Irán, pero ha olvidado que la revolución de Jomeini fue también una declaración de independencia respecto al control británico y estadounidense". En efecto, el nacionalismo iraní -incluido el secular, el encarnado por Mossadegh a mediados del siglo XX- estuvo en 1979 con Jomeini. Desde entonces, dos vectores, el islamismo en versión chií y el nacionalismo persa -el imam Hussein y Arash el Arquero- guían la acción internacional del régimen de los ayatolás.

Has Iran Won? (¿Ha ganado Irán?), se preguntaba a todo trapo la portada de The Economist del pasado 2 de febrero. El interrogante venía a cuento del informe de diciembre de 2007 de los servicios secretos norteamericanos que asegura que el programa nuclear iraní no es una amenaza tan inminente ni tan grave para la seguridad mundial como predica la Casa Blanca. Aun discrepando de las conclusiones de los espías, el editorial del semanario británico proclamaba que lo más sabio que puede hacer Washington es pactar con Teherán, y ello sin poner como condición previa el abandono del programa nuclear iraní.

Es un hecho que la torpe, belicista y altamente ideologizada política de George W. Bush ha contribuido a hacer de Irán una potencia en Oriente Próximo y Asia Central; la cuestión ahora es cómo convertirla en un factor de estabilidad en la zona más inflamable del planeta. Y salvo los últimos cheerleaders de Bush, los especialistas opinan que va llegando el momento de que Estados Unidos haga con relación al Irán jomeinista lo que Kissinger y Nixon hicieron en su momento respecto a la China maoísta: realpolitik; esto es, aceptar su existencia y negociar una coexistencia pacífica. Así lo han insinuado en EL PAÍS el ex ministro israelí de Exteriores Shlomo Ben Ami y el especialista en asuntos militares, y también israelí, Martin van Creveld. Y así lo dice sin ambages Marc Gasiorowski, director de Estudios Internacionales de la Universidad del Estado de Luisiana y buen conocedor de Irán.

De hecho, remarca Gasiorowski, esto es lo que, a fines de 2006, vino a proponer el Grupo de Estudios sobre Irak (GEI) dirigido por James Baker. El GEI constató que, sin la ayuda de Irán y Siria, EE UU jamás podrá alcanzar una solución en Irak que pueda presentar como un triunfo, y sugirió que Washington iniciara con Teherán un diálogo sobre todas las cuestiones litigiosas -Irak, Líbano, el conflicto israelí-palestino, el programa nuclear, la seguridad en el Golfo...- , ofreciéndole un estatuto de interlocutor respetable. "El diálogo con EE UU", dijo Baker, "no es una recompensa por el buen comportamiento, sino un método para intentar conseguirlo".

Debería ser aún más evidente tras lo ocurrido en Beirut a comienzos de este mes. En menos de lo que se tarda en contarlo, Hezbolá se hizo con el control del oeste de Beirut, corroborando, dice el analista Rami Khouri, que "no sólo es la facción política y militar más poderosa del país de los cedros, sino todo un Estado dentro de un Estado débil". Acto seguido, Hezbolá hizo una demostración de prudencia al replegarse, renunciar a la toma del poder y aceptar la recién culminada negociación sobre su derecho a veto en los asuntos libaneses. Una y otra cosa, osadía en la exhibición de su relativa fuerza y prudencia a la hora de la verdad, son tan propias de ese movimiento chií libanés como de su padrino, la República Islámica de Irán.

El ascenso de Irán es fruto tanto de esa astuta combinación como de una racha de buena suerte. El hundimiento de la Unión Soviética le quitó de encima el comunismo; la invasión de Afganistán por EE UU le eliminó al incómodo vecino talibán, y el mismo EE UU derrocó a su gran rival, Sadam Husein. Lo último le ha permitido tensar lo que el rey jordano Abdalá II llama "el arco chií" (Irán-Irak-Líbano). La flecha de Arash vuela de nuevo muy lejos.

Para el régimen jomeinista fue toda una revancha de la historia la cálida bienvenida a Bagdad que en marzo le diera el actual Gobierno iraquí a Ahmadineyad. Comentando aquella visita, Gilles Kepel recordó que Teherán está actuando con notable cautela en Irak. No desea una total descomposición de ese país, que podría convertir a su parte suní en un santuario de Al Qaeda y también empujar hacia Irán a cientos de miles de refugiados chiíes. Asimismo resultó significativo que Ahmadineyad fuera huésped de la última cumbre del Consejo de Cooperación del Golfo, un órgano creado en 1981 precisamente para oponerse al Irán jomeinista. El mensaje fue claro: los emiratos del Golfo quieren estar a buenas con Teherán.

Con un Afganistán donde las cosas se complican y un Irak donde no marchan tan bien, un ataque norteamericano contra Irán no es una opción, si es que alguna vez lo fue. Sólo serviría para propagar aún más las llamas del terror y la guerra. Pero entre el belicismo y la impotencia, el futuro presidente de EE UU tiene un tercer camino: el diálogo que exploró Bill Clinton cuando el presidente iraní era el reformista Jatamí. Eso sí, el sucesor de Bush debería olvidarse de ideologías mesiánicas, asumir el pragmatismo y aceptar que la libertad y la igualdad llegarán a Irán a través de un proceso interno.

Irán, dice Olivier Roy, es "una pieza clave del tablero de Oriente Próximo y la única que parece tener una estrategia coherente, en la que las consideraciones a corto plazo se articulan dentro de una visión a largo plazo". Ya hace mucho que renunció a exportar la revolución jomeinista y lo que hoy pretende es que el mundo le reconozca la condición de potencia regional que ha alcanzado de facto. Para ello, señala Roy, usa instrumentos tácticos como la retórica antiamericana, antiisraelí y panislamista, que le permite conectar incluso con sectores fundamentalistas o nacionalistas árabes suníes (véase Hamás), y una gran habilidad para librar batallas lo más lejos posible de sus fronteras (de ahí su activismo en Líbano y Palestina y su bajo perfil en Irak y Afganistán).

¿Puede un país que en las últimas tres décadas ha sido considerado por Washington un "bandido" pasar a convertirse en un "gendarme" regional? La diplomacia existe, precisamente, para conseguir tales milagros. Irán tiene 70 millones de habitantes, grandes riquezas petroleras, un Estado sólido para la media regional, una hábil diplomacia e influencia entre los chiíes de Irak y Líbano y los islamistas suníes palestinos. Que es capaz de realpolitik lo prueba su matrimonio de conveniencia con la Siria secular y panarabista de la familia Assad.

El nacionalismo jamás se ha extinguido entre los iraníes. Ellos son persas, no árabes; arios, no semitas; no hablan la lengua del Corán, sino farsi, y ni siquiera su islam, el chií, es el de la mayoría de los árabes. Confundirlos con Bin Laden es un disparate. Pero el griterío neocon ha hecho olvidar que Irán cooperó con EE UU en la guerra del Golfo de 1991, el derrocamiento de los talibanes de Afganistán en 2002 y la invasión de Irak de 2003. Y también que es un fiero enemigo de Bin Laden, Al Qaeda y el yihadismo internacional suní.

Instalado en su cerril discurso sobre el Eje del Mal, Bush ha ignorado el terreno explorable. Pero si su sucesor tuviera valor e inteligencia podría ser en relación a Oriente Próximo lo que sorprendentemente Nixon fue para Asia: un pacificador. (El País, 23/05/08)



Javier Valenzuela



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 



HArendt






Entrada núm. 4931
Publicada originariamente el 23/5/2008
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miércoles, 19 de junio de 2013

Shirin Ebadi: Mujeres de Irán




Shirin Ebadi, Premio Nobel de la Paz 2003



Rohaní [el nuevo presidente iraní] no es, según la prensa internacional, un reformista, pero sí un hombre moderado, capaz de conciliar a un país dividido. Quién así se expresa en "El País" no es uno de sus columnistas especializados en política internacional, sino la escritora Elvira Lindo, nada dada a entrometere en esos vericuetos, en un artículo lleno de sentimiento titulado "Factor humano", supongo que en referencia implícita a la famosa novela de intriga del mismo título escrita por Graham Green, y no sé si también a las nuevas filtraciones que están poniendo en aprietos al presidente Obama.

Elvira Lindo hace hincapié en su artículo a la relación que mantiene a través de internet con diversas personas que viven en Irán, especialmente con algunas mujeres, de las que no da pista alguna para garantizar su seguridad, que se muestran esperanzadas con la elección del nuevo presidente iraní. 

La cuestión es que, nada más leerlo esta mañana, me vino al recuerdo la entrada que escribí el 18 de diciembre de 2011 sobre la iraní, Shirin Ebadi, que fue Premio Nobel de la Paz del año 2003. Una prestigiosa juez y abogada en su país que tuvo que marchar al exilio en 2008. La he recuperado para el blog y reescrito para la ocasión.


Contaba en ella que el mundo de la diplomacia se desenvuelve  mediante  expresiones sobreentendidas que dicen lo que no dicen y que solo entienden los iniciados. Por ejemplo, cuando un diplomático dice "sí", en realidad está diciendo "quizá"; cuando dice "quizá", está diciendo "no"; y nunca dirá "no", porque eso no sería diplomático... Quizá sea esa la razón de que si le preguntáramos a un diplomático de la Unión Europea o los Estados Unidos de América cuales son las "bêtes noires" (otro término diplomático) de las cancillerías occidentales se nos fueran por la tangente, pero creo que no tendrían duda alguna en incluir entre ellas al actual régimen iraní.

No suelo caer en el maniqueo equiparamiento de régimen o gobierno, y pueblo o Estado. Por poner otro ejemplo, soy un decidido admirador y defensor del pueblo y del Estado de Israel, y con igual convicción condeno muchas de las actitudes y comportamientos de sus gobiernos actuales y pasados. Por la misma razón, siento una profunda simpatía por el pueblo iraní y su milenaria historia, y una igual de profunda animadversión por su régimen actual, heredero directo de la teocracia impuesta por el ayatolá Ruhollah Jomeini en 1979.

Mi admiración y afecto por el pueblo iraní viene de antiguo, como mínimo, de hace cincuenta años. Ya lo he contado en el blog anteriormente en la entrada Irán y USA, del 23 de mayo de 2008, en la que relataba mis asiduas visitas, con catorce o quince años, a la Embajada Imperial del Irán en Madrid, en el barrio de El Viso, muy próxima al domicilio de mis padres, y el trato siempre cordial que me dispensaban en ella, trato que ponía en relación con mi admiración simultánea en el tiempo por el pueblo norteamericano, nacida de algo tan inusual en un españolito de principios de los 60 como mi afición por el béisbol. 

Lo recordé entonces leyendo un interesante artículo de la profesora María Jesús Merinero, catedrática de Historia Contemporánea en la Universidad de Extremadura, titulado "Añicos de Irán", publicado en el número de octubre de 2010 de Revista de Libros. Un artículo en el que se hace una severa crítica del reciente libro de los periodistas franceses Serge Michel y Paolo Woods "Puedes pisar mis ojos. Un retrato del Irán actual" (Alianza, Madrid, 2011), que la profesora Merinero tacha de sensacionalista, falto de rigor y plagado de prejuicios, estereotipos, ignorancia e intereses geoestratégicos, que ensombrecen, dice, los múltiples cambios que se han producido en la sociedad iraní, y que la hacen emerger como una sociedad afable, posmoderna, e inmersa en el éxtasis de la comunicación; en definitiva, confundiendo y mezclando, intencionadamente, pueblo iraní con régimen iraní. Régimen que los propios iraníes, añade, definen lisa y llanamente como dictatorial, más que como teocrático e infalible, despojándole así de la supuesta sacralización que los ultraconservadores del régimen quieren atribuirle para defender sus prácticas. 

En apoyo de esta tesis sobre la realidad del pueblo y la sociedad iraní actuales, que lucha por imponerse al régimen político que los sojuzga, viene a sumarse la actividad incansable de la abogada y activista proderechos humanos iraní Shirin Ebadi, Premio Nobel de la Paz en 2003, primera ciudadana iraní y primera mujer musulmana en recibir este premio, en exilio forzado desde 2008, 

Nacida en Hamadán (Irán) en 1947, con solo 23 años fue una de las primeras mujeres juez de su país, y a los 28 la primera presidenta de un tribunal iraní, Fue arrestada por primera vez en el año 2000 por defender a familiares de escritores e intelectuales asesinados en su despacho de abogado, que abrió tras ser expulsada de la carrera judicial. Tres años después le concedieron el Nobel de la Paz, que recogió en Estocolmo con la cabeza descubierta, lo que provocó nuevas críticas de los dirigentes iraníes. Hace tres años, el Gobierno iraní cerró el Centro de Defensores de Derechos Humanos que había creado en Teherán y comenzó un acoso implacable a su familia, además de amenazas de muerte que le impiden regresar a su país y le obligan a un exilio nómada, de país en país. 

El País Semanal de aquel domingo de finales de otoño de 2011 publicaba  una extensa entrevista con ella del periodista Javier Ayuso:"No basta con derrocar al tirano, hay que constuir la democracia", que casualmente le realizaba en Madrid el mismo día en que Gadafi era linchado en Libia por los opositores de su régimen, en la que se pronunciaba decididamente por una separación estricta entre religión y política, y aunque aprovechaba la oportunidad para defender al Islam  como religión, criticaba el uso político que hacen los dictadores islamistas de la misma. Para Ebadi, la religión es importante -dice-, pero los gobiernos antidemocráticos, como el iraní, justifican sus actos con la religión, pero eso no es verdad; lo que hacen no está de acuerdo con el islam, concluye con rotundidad.

A la pregunta de si había cambiado algo en Irán en los últimos años respondía que la situación era entonces peor que hacía un año; mucho peor que hacía ocho años, cuando recibió el Nobel, y claramente peor que cuando se le impidió volver a Teherán en 2009. Las cárceles están llenas, añadía, y las cosas van a peor, aunque cada vez haya más personas en contra del gobierno, Al final de la entrevista decía sentirse apoyada en su lucha por el pueblo iraní, un pueblo que quiere la democracia y los derechos humanos.

Me gustaría, como a Elvira Lindo, que las aspiraciones de un nuevo Irán por parte de esas mujeres y hombres que sufren la opresión de un régimen como el actual se vieran cumplidas, pero como decía al comienzo de esta entrada, me temo que ese "quizá" diplomático que le otorgamos a la elección de Rohaní se quede en eso, en un "quizá" que traducido al lenguaje de la calle, equivalga al "no" de siempre. Espero, por el bien de los iraníes, equivocarme.

Los vídeos que acompañan la entrada son sendos reportajes sobre la concesión del Premio Nobel a Shirin Ebadi, y la historia de la revolución iraní Revolución iraní entre 1978 y 2009, éste último en inglés. 

Espero que les resulten interesantes los enlaces que he puesto en la entrada. Y sean felices, por favos, a pesar de todo. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt





La escritora Elvira Lindo







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"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
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"Todas las penas pueden soportarse si las ponemos en una historia o contamos una historia sobre ellas" (Isak Dinesen

domingo, 18 de diciembre de 2011

Shirin Ebadi: La conciencia de Irán






Shirin Ebadi





El mundo de la diplomacia se desenvuelve mediante expresiones sobreentendidas que dicen lo que no dicen y que solo entienden los iniciados. Por ejemplo, cuando un diplomático dice "sí", en realidad está diciendo "quizá"; cuando dice "quizá", está diciendo "no"; y nunca dirá "no", porque eso no sería diplomático... Quizá sea esa la razón de que si le preguntáramos a un diplomático de la Unión Europea o los Estados Unidos de América cuál es la actual "bête noire" (otro término diplomático) de las cancillerías occidentales se nos fuera por la tangente, pero creo que no tendría duda alguna de que le estábamos preguntando por el régimen iraní.

No suelo caer en el maniqueo equiparamiento de régimen o gobierno, y pueblo o Estado. Por poner otro ejemplo, soy un decidido admirador y defensor del pueblo y del Estado de Israel, y con igual convicción condeno muchas de las actitudes y comportamientos de sus gobiernos actuales y pasados. Por la misma razón, siento una profunda simpatía por el pueblo iraní y su milenaria historia, y una igual de profunda animadversión por su régimen actual, heredero directo de la teocracia impuesta por el ayatolá Ruhollah Jomeini (1902-1989) en 1979.

Mi admiración y afecto por el pueblo iraní viene de antiguo, como mínimo, de hace cincuenta años. Ya lo he contado en el blog anteriormente en la entrada "Irán & USA" (1), de mayo de 2008, en la que relataba mis asiduas visitas, con catorce o quince años, a la Embajada Imperial del Irán en Madrid, muy próxima al domicilio de mis padres, y el trato siempre cordial que me dispensaban en ella, que ponía en relación con mi admiración simultánea en el tiempo por el pueblo norteamericano, nacida de algo tan inusual en un españolito de principios de los 60 como mi afición por el béisbol. 

Lo recordé hace unas semanas leyendo un interesante artículo de la profesora María Jesús Merinero, catedrática de Historia Contemporánea en la Universidad de Extremadura, titulado "Añicos de Irán" (2), publicado en el número de octubre de Revista de Libros. Un artículo en el que se hace una severa crítica del reciente libro de los periodistas franceses Serge Michel y Paolo Woods "Puedes pisar mis ojos. Un retrato del Irán actual" (Alianza, Madrid, 2011), que la profesora Merinero tacha de sensacionalista, falto de rigor y plagado de prejuicios, estereotipos, ignorancia e intereses geoestratégicos, que ensombrecen, dice, los múltiples cambios que se han producido en la sociedad iraní, y que la hacen emerger como una sociedad afable, posmoderna, e inmersa en el éxtasis de la comunicación; en definitiva, confundiendo y mezclando, intencionadamente, pueblo iraní con régimen iraní. Régimen que los propios iraníes, añade, definen lisa y llanamente como dictatorial, más que como teocrático e infalible, despojándole así de la supuesta sacralización que los ultraconservadores del régimen quieren atribuirle para defender sus prácticas. 

En apoyo de esta tesis sobre la realidad del pueblo y la sociedad iraní actuales, que lucha por imponerse al régimen político que los sojuzga, viene a sumarse la actividad incansable de la abogada y activista proderechos humanos iraní Shirin Ebadi (3),  Premio Nobel de la Paz en 2003, primera ciudadana iraní y primera mujer musulmana en recibir este premio, en exilio forzado desde 2008, 

Nacida en Hamadán (Irán) en 1947, con solo 23 años fue una de las primeras mujeres juez de su país, y a los 28 la primera presidenta de un tribunal iraní, Fue arrestada por primera vez en el año 2000 por defender a familiares de escritores e intelectuales asesinados en su despacho de abogado, que abrió tras ser expulsada de la carrera judicial. Tres años después le concedieron el Nobel de la Paz, que recogió en Estocolmo con la cabeza descubierta, lo que provocó nuevas críticas de los dirigentes iraníes. Hace tres años, el Gobierno iraní cerró el Centro de Defensores de Derechos Humanos que había creado en Teherán y comenzó un acoso implacable a su familia, además de amenazas de muerte que le impiden regresar a su país y le obligan a un exilio nómada, de país en país. 

El País Semanal de hoy domingo publica una extensa entrevista con ella (4), realizada en Madrid el mismo día en que Gadafi era linchado en Libia por los opositores de su régimen, en la que se pronuncia decididamente por una separación estricta entre religión y política, y aunque aprovecha cualquier oportunidad para defender su religión critica el uso político que hacen los dictadores islamistas de la misma. Para Ebadi, la religión es importante pero asegura que los gobiernos antidemocráticos, como el iraní, justifican sus actos con la religión, pero que eso no es verdad, que lo que hacen no está de acuerdo con el islam.

A la pregunta de si ha cambiado algo en Irán en los últimos años responde con rotundidad que hoy la situación es peor que hace un año; mucho peor que hace ocho años, cuando recibió el Nobel, y claramente peor que cuando se le impidió volver a Teherán en 2009. Las cárceles están llenas, añade, y la cosa va a peor, aunque cada vez haya más personas en contra del gobierno, Al final de la entrevista dice sentirse apoyada en su lucha por el pueblo iraní, un pueblo que quiere la democracia y los derechos humanos.

Los vídeos que acompañan la entrada son sendos reportajes sobre la concesión del Premio Nobel de la Paz (5) a Shirin Ebadi, y la historia de la revolución iraní (6) entre 1978 y 2009, éste último en inglés. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt





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