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sábado, 16 de enero de 2016

[Poesía y humor] Hoy, "Hermosas ninfas, que en el río metidas", de Garcilaso de la Vega




Garcilaso de la Vega


Es muy posible que a algún purista le parezca una blasfemia lo que pretendo hacer durante unas semanas: unir en la misma entrada algunos de los más bellos sonetos de amor y a mis viñetistas cotidianos preferidos. Bien, pues lo siento por los puristas, pero un servidor piensa que hay pocas cosas en la vida más serias que el amor y el humor, así pues, ¿por qué no juntarlos?  Todo ello sin mayores pretensiones, aun reconociendo que meter en el mismo envoltorio un soneto de amor y unas viñetas humorísticas, por muy preñadas que estén de crítica social y realidad cotidiana, puede no resultar una fórmula afortunada. En cualquier caso, espero que sean de su agrado. 

El soneto es una composición poética compuesta por catorce versos de arte mayor, endecasílabos en su forma clásica, que se organizan en cuatro estrofas: dos cuartetos y dos tercetos. En el primer cuarteto suele presentarse el tema de la composición, tema que el segundo cuarteto amplifica. El primer terceto reflexiona sobre la idea central expresada en los cuartetos. El terceto final, el más emotivo, remata con una reflexión grave o con un sentimiento profundo desatado por los versos anteriores. De Sicilia, el soneto pasó a la Italia central, donde fue también cultivado por los poetas del "dolce stil nuovo" (siglo XIII). A través de la influencia de Petrarca, el soneto se extiende al resto de literaturas europeas.

Continúo hoy la serie de sonetos de amor con el titulado Hermosas ninfas, que en el río metidas, de Garcilaso de la Vega (1494-1536), poeta y militar español del Siglo de Oro. Huérfano de padre se educó esmeradamente en la Corte, donde conoció en 1519 a su gran amigo, Juan Boscán. Seguramente a este debió su gran aprecio por la lírica del valenciano Ausiàs March, que dejó huella en su obra. Hacia 1520 entró al servicio del rey Carlos I. Aprendió griego, latín, italiano, francés, música y esgrima. Formaba parte del séquito del II duque de Alba cuando Carlos I desembarcó en Santander en 1522. En 1523 fue designado miembro de la orden de Santiago y gentilhombre de la Casa de Borgoña y participó, junto a Fernando Álvarez de Toledo, el futuro Gran Duque de Alba, en la campaña de Fuenterrabía. En los años siguientes, luchó en la Guerra de las Comunidades de Castilla y en compañía de Juan Boscán y Pedro de Toledo, futuro virrey de Nápoles, en la expedición de socorro que no pudo evitar la caída de Rodas en poder de los turcos. Por entonces empezó a escribir sus primeros poemas según la estética de la lírica cancioneril, que pronto desecharía. En septiembre de 1536, nombrado maestre de campo de un tercio de infantería, participaba en el asedio de una fortaleza en la localidad francesa de Le Muy, cerca de Fréjus, cuando en el asalto de la misma fue alcanzado por una piedra arrojada por los defensores, cayendo al foso gravemente herido. Murió en Niza, unos días después, asistido por su amigo Francisco de Borja, Duque de Gandía, más tarde canonizado por la Iglesia Católica. La producción lírica de Garcilaso de la Vega, máxima expresión del Renacimiento castellano, se convirtió, desde muy pronto, en una referencia inexcusable para los poetas españoles, que desde entonces no pudieron ignorar la revolución métrica y estética operada por él en la lírica española al introducir con Juan Boscán y Diego Hurtado de Mendoza una serie de estrofas mucho más flexible que el rígido y monótono del dodecasílabo, y el repertorio de temas, estructuras y recursos estilísticos del petrarquismo. El lenguaje de Garcilaso es claro y nítido, conforme a los ideales de su amigo Juan de Valdés: selección, precisión y naturalidad y palabra oral más que escrita; prefiere las palabras usuales y castizas a los cultismos extraños a la lengua, buscando el equilibrio clásico, la estilización renacentista de lengua vulgar y la precisión ante todo.

Las viñetas que acompañan la entrada son todas de hoy mismo y han sido publicadas en los diarios El País y El Mundo, de Madrid, y Canarias 7 y La Provincia, de Las Palmas de Gran Canaria. 

Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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HERMOSAS NINFAS, QUE EN EL RÍO METIDAS

Hermosas ninfas, que en el río metidas,
contentas habitáis en las moradas
de relucientes piedras fabricadas
y en columnas de vidrio sostenidas,

agora estéis labrando embebecidas
o tejiendo las telas delicadas,
agora unas con otras apartadas
contándoos los amores y las vidas;

dejad un rato la labor, alzando
vuestras rubias cabezas a mirarme,
y no os detendréis mucho según ando,

que o no podréis de lástima escucharme,
o convertido en agua aquí llorando,
podréis allá despacio consolarme.

Garcilaso de la Vega


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VIÑETAS DE HOY








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domingo, 23 de agosto de 2015

[Humor & Poesía] "A Dafne ya los brazos le crecían", de Garcilaso de la Vega




Garcilaso de la Vega



Es muy posible que a algún purista la parezca una blasfemia lo que pretendo hacer durante unas semanas: unir en la misma entrada algunos de los más bellos sonetos de amor y a mis viñetistas cotidianos preferidos. Bien, pues lo siento por los puristas, pero un servidor piensa que hay pocas cosas en la vida más serias que el amor y la sonrisa, así pues, ¿por qué no juntarlas?

Continúo la serie con el soneto XIII: "A Dafne ya los brazos le crecían", de Garcilaso de la Vega (1498-1536). Poeta y militar español del Siglo de Oro. La poesía de Garcilaso está marcada por su estancia en Nápoles. Es allí donde descubre a los autores italianos. Después de ella abundará en rasgos de la lírica italiana, influido tanto por autores anteriores como Francesco Petrarca, como por autores contemporáneos como Jacopo Sannazaro, autor en 1504 de La Arcadia. Garcilaso hará suyo el mundo de la Arcadia, en el que sonidos, y colores invitan a la reflexión acompañando a los sentimientos. También influye a Garcilaso Ludovico Ariosto, de quien toma el tema de la locura de amor. Es en Italia donde Garcilaso fortalece su clasicismo, ya aprendido con los humanistas castellanos en la Corte, y redescubre a Virgilio y sus Bucólicas, a Ovidio y sus Metamorfosis y a Horacio y sus Odas, sin olvidar otros autores griegos que también estudia. Su lenguaje poético es claro y nítido, conforme a los ideales de su amigo Juan de Valdés: selección, precisión y naturalidad y palabra oral más que «escrita». Prefiere las palabras usuales y castizas a los cultismos extraños a la lengua, buscar el equilibrio clásico, la estilización del nobilitare renacentista de una lengua vulgar y la precisión ante todo. Su estilo cuida especialmente la musicalidad del verso mediante el uso de la aliteración y un ritmo en torno a los tres ejes principales del endecasílabo. Utiliza asiduamente el epíteto con la intención de crear un mundo idealizado donde los objetos resultan arquetípicos y estilizados al modo del platonismo. Por otra parte, es muy hábil en la descripción de lo fugitivo y huidizo; su poesía produce una vívida sensación de tiempo y se impregna de melancolía por el transcurso de la vida, lo que él llamó su «dolorido sentir». Murió en Niza a resultas de las heridas sufridas en el asalto a la fortaleza de Le Muy, en Fréjus (Francia).

Las viñetas que reproduzco a continuación son las habituales de Morgan, en Canarias7; Padylla y Montecruz, en La Provincia; Forges, Peridis y Ros, en El País; y Guillermo, en El Mundo. Todas del día de hoy. 

Espero que disfruten de unos y otras. Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν", nos vamos. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt




SONETO XIII

A Dafne ya los brazos le crecían
y en luengos ramos vueltos se mostraban;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos que el oro escurecían;

de áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros que aun bullendo estaban;
los blancos pies en tierra se hincaban
y en torcidas raíces se volvían.

Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol que con lágrimas regaba,

¡Oh miserable estado, oh mal tamaño,
que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón por qué lloraba!

Garcilaso de la Vega




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Entrada núm. 2419
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