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jueves, 19 de diciembre de 2019

[A VUELAPLUMA] ¿Es más barato matar que violar?



Los jugadores de la Arandina condenados por violación. Foto Europa Press


«Somos unos pardillos a los que nos quieren joder la vida». Así se explicó uno de los tres jugadores de la Arandina después de conocer la durísima sentencia que los condena a 38 años de cárcel, -comenta el escritor Fernando Ónega en el A vuelapluma de hoy-, algo nunca visto en delitos de agresión sexual. Sería lícito preguntarse si esa vida ciertamente arruinada se la destrozó la Justicia o la destrozaron ellos mismos. Y hay división de criterios. Para la defensa de los condenados, no se demostró nada en el juicio, solo se contó con la versión de la víctima y a los jugadores se les aplica una pena como si hubieran matado a alguien. Y encima, la menor ofreció varias versiones, lo cual podría hacer sospechar de una denuncia falsa. Estaríamos, por tanto, ante una condena injusta. Sin embargo, para la acusación popular, la fiscalía y el sentenciador, la denuncia de la menor es creíble sin ningún tipo de dudas. Y, respecto a las versiones, son precisamente las que dan credibilidad a su denuncia. Es doctrina judicialmente aceptada que quien miente cuenta siempre los mismos detalles. Quien se equivoca, o no está seguro en referencias menores -sobre todo en su estado de intimidación-, está diciendo la verdad. Ya sabemos todos que antes y después de los pleitos los abogados acusan y defienden de acuerdo con el interés de la parte que representan. Lo importante es lo que aprecia el tribunal o el juez. Posición personal de este cronista: no existe delito sexual más repugnante que el cometido en grupo contra una mujer indefensa. Si, encima, esa mujer es una cría de 15 años de edad y los autores lo saben, estamos ante un agravante execrable. Que nadie espere de mí la menor tolerancia ni compasión. La expresión «que se pudran en la cárcel» será la que utilizaremos cuando el Tribunal Supremo confirme la sentencia de la Audiencia de Burgos. Y la confirmará, porque lo sentenciado ahora es la pura aplicación de la jurisprudencia del Alto Tribunal en el caso de La Manada de Pamplona. Alguien comparó esta condena con la de José Bretón, que fue condenado a 40 años de cárcel por asesinar y quemar a sus dos hijos. Mucha gente se pregunta si sale más barato matar que violar, pero es una comparación demagógica que no procede. Lo que se hizo en Burgos ha sido castigar tres delitos: una agresión sexual (14 años) y dos cooperaciones necesarias (12 años cada una). Podrá ser excesiva pena, no lo sé, pero es la doctrina del Supremo. Seguramente hubo también una enorme presión ambiental, como en todos los juicios por delitos sexuales, pero es inevitable. Lo único relevante es que la sentencia se ajusta a derecho. Y lo secundario, pero importante, que termina con esa perniciosa corriente de opinión que habla de justicia machista y sugiere impunidad. 

¿Por qué los miembros de La Manada fueron condenados a 15 años y los exjugadores de la Arandina a 38? En el caso de los exfutbolistas, cada uno de los acusados está condenado como autor directo por los hechos realizados por él mismo y como cooperador necesario por los ejecutados por los demás15 años para cada uno de los miembros de La Manada, penas de entre 10 y 12 años de cárcel a cinco de los acusados de la violación en grupo sufrida por una menor en Manresa en el 2016 y 38 años de prisión para los tres exjugadores de la Arandina. ¿Por qué hay esta diferencia en las penas impuestas si todas son violaciones múltiples? Una de las grandes claves es que, en este caso, se considera que no hubo una violación, hubo tres. El tribunal atiende a los llamamientos del Supremo: también eres culpable de los delitos de tus compañeros porque eres «cooperador necesario» de su violación".


A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 







La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

jueves, 12 de diciembre de 2019

[A VUELAPLUMA] Nostalgia del bar de pueblo





"En los pueblos de España -comenta el escritor Fernando Ónega- había media docena de instituciones aceptadas, consensuadas y respetadas: la escuela, la casa del médico, la iglesia, el cementerio, la fuente y los bares. La supervivencia de la escuela depende ahora del número de habitantes. La casa del médico fue sustituida por centros comarcales de salud. Las iglesias son desvalijadas; les roban incluso las campanas. El cementerio es curiosamente el que da más señales de vida, porque los viejos quieren ser enterrados con su familia y en el lugar donde nacieron. Las fuentes dan cada vez menos agua por el calentamiento, que no respeta ni las aldeas. Y los bares están cerrando: España perdió 20.000 en los últimos diez años.

Aunque ignoro cuántos pertenecen al mundo rural, todo esto es un reflejo de la España vaciada. Y no se vació de personas, sino de todo lo que crean y mantienen las personas en un terrible círculo vicioso: si no hay gente, no hay servicios, y al no haber servicios, la gente se va. Así, hasta la extinción total. Lo más elocuente del cambio social es el cierre de tantos bares. El bar, llámese tasca, taberna, café o bar a secas, era el auténtico parlamento del pueblo. Era la inversión del emigrante que había vuelto o del que consiguió ahorrar para tener un pequeño negocio. Era el punto de cita, no siempre sano, pero vital. En los pueblos ricos –por ejemplo, municipios con central nuclear–, el bar se subvenciona para que al menos abra los fines de semana. Es que el bar es fuente de vida.

Y llevan diez años desapareciendo. Los mata el coche –que busca escenarios nuevos–, la televisión, los centros comerciales de la ciudad y la despoblación. Cuatro enemigos mortales. Si se tiene en cuenta lo que dice Giles Tremlett en España ante sus fantasmas (“tenemos tantos bares como el resto de Europa Occidental junta”), a lo mejor es que nos estamos europeizando. No lo sé. Si es verdad, yo creo que es para mal".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 






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domingo, 22 de septiembre de 2019

[ESPECIAL DOMINGO] Nuevos tiempos, las mismas caras



Sánchez, Iglesias, Rivera y Casado


Las elecciones que vienen se parecen tanto a las del 28 de abril, comenta el escritor Fernando Ónega, que los candidatos no necesitan ni pasar por un estudio fotográfico para los nuevos carteles. Si alguno necesita renovar su foto, es Pablo Casado, pero es porque se ha dejado barba y sería un poco extraño verlo barbudo en la tele y afeitado en las vallas. En lo demás, ni un cambio, empezando por los nombres. Van a ser los mismos, con su misma voz y su mismo programa. No se dirán las mismas cosas, porque el mismo señor Casado habrá aprendido que en unas elecciones hay que echar muchas broncas, pero también hacer alguna oferta ilusionante. Al señor Rivera alguien le dirá o le habrá dicho que, además de hablar del artículo 155 y de denunciar pactos con los separatistas, los votantes queremos que nos digan algo sobre la calidad de vida y las necesidades del personal. Pero los contendientes serán los mismos. A ningún partido se le ocurrirá exigir a su líder responsabilidad por no haber impedido las elecciones, ni por bajar en las encuestas, ni por ninguna otra razón. Ni siquiera se exigirá esa responsabilidad a quienes perdieron tantos votos en abril y pienso en los dos Pablos, Iglesias y Casado. La política no es una empresa cuyos ejecutivos son destituidos si entran en pérdidas o no alcanzan los niveles de beneficio que se espera de ellos. En política te equivocas, haces una gestión defectuosa, eres un manta o no sabes salirte del carril para pactar un presidente del gobierno y, salvo que tengas un ala crítica muy fuerte en el partido, puedes continuar en tu puesto. Y así vamos a las nuevas urnas: con los mismos candidatos. Inquietémonos algo: con los mismos que ahora han sido incapaces de lograr algún acuerdo. Con los mismos que tuvieron a su país empantanado durante casi medio año. Con los mismos que son severamente censurados en el recentísimo estudio de la Fundación BBVA que dice que la política y los políticos no inspiran confianza a una importante mayoría de los ciudadanos. Y ellos son los llamados a negociar otra vez la formación de Gobierno si nadie, como parece previsible, obtiene la mayoría absoluta en la cita con las urnas del próximo 10N.

¿De verdad estarán dispuestos a negociar un gran acuerdo de reparto del poder después del 10 de noviembre? ¿De verdad sabrán aparcar las incompatibilidades que demostró Rivera, los tacticismos de Sánchez, las seguridades de Iglesias, las urgencias de Casado por llegar al poder? Permítanme una pequeña dosis de escepticismo. Creo que tenemos derecho a preguntarnos si por lo menos cambiarán de actitud. Este miércoles no hubo ningún indicio de ese cambio en la sesión de control del Congreso de los Diputados. Al revés: parecía haber vuelto la crispación; aquello que Alfonso Guerra llamaba la acritú. 



Bosque de laurisilva. La Gomera (Islas Canarias)


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viernes, 7 de febrero de 2014

El 23-F, 33 años después. Un recuerdo personal.





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Suárez y Gutiérrez Mellado se enfrentan a los golpistas



Hacía tiempo que no tenía una racha tan febril de lectura como la de este mes de febrero. En apenas una semana he leído dos libros de historia: "Breve historia del mundo contemporáneo. Desde 1776 hasta hoy", de Juan Pablo Fusi, y "La herencia viva de los clásicos. Tradiciones, aventuras e innovaciones", de Mary Beard;  dos novelas: "El abuelo que saltó por la ventana y se largó", de Jonas Jonasson, y "Escenas de la vida rural", de Amos Oz; y uno de memorias. En total, algo más de 1500 páginas. El último, el de memorias, de Fernando Ónega, que lleva por título "Puedo prometer y prometo. Mis años con Adolfo Suárez" (Plaza y Janés, Barcelona, 2013) me ha emocionado especialmente. En gran medida, porque tuve la fortuna de conocer personalmente a Adolfo Suárez y su lectura me ha hecho recordar acontecimientos que se van diluyendo en la memoria con el paso de los años. Uno de ellos, sin duda, el intento de golpe de Estado de febrero de 1981, conocido en la historia de España como el "23-F", y sobre el que ya he escrito en anteriores entradas que pueden leer si lo desean bajo ese mismo epígrafe en el buscador del blog. 

Dentro de dos semanas se cumplen 33 años del mismo. A estas alturas, ya es historia. Los responsables fueron juzgados, condenados, cumplieron sus penas o fueron indultados cuando el Gobierno lo consideró conveniente. Pero es una fecha para el recuerdo. Recuerdo para el que yo no guardo ningún sentimiento especial salvo el de la enorme vergüenza que sentí aquella tarde-noche de 1981. Hasta que el rey pudo leer su discurso por televisión. Como para muchos españoles, para mí, con él terminó la zozobra, pero la vergüenza persistiría por mucho tiempo. Mejor dicho, todavía persiste, porque aunque me resisto a ello, cuando ponen las imágenes de aquellos traidores a su patria, su rey, sus conciudadanos y su honor, asaltando a tiro limpio el Congreso de los Diputados, se me viene el rubor a las mejillas y la vergüenza me impide articular palabra.

Aquella tarde estaba esperando en la biblioteca del Centro Asociado de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) en Las Palmas a que fuera la hora del coloquio de una de las asignaturas, no recuerdo cuál, de la licenciatura en Geografía e Historia que correspondía aquel día. Un alumno llegó a la biblioteca y comentó que habían asaltado el Congreso en plena sesión de investidura de Calvo Sotelo como presidente del Gobierno. Bajé enseguida al coche, que tenía aparcado en la puerta misma del centro y me puse a oir emisoras de radio. Ninguna era capaz de concretar nada, salvo que se había interrumpido la sesión en el Congreso ante la entrada de guardias civiles armados, que había habido disparos... Y poco más. Busqué un teléfono público y llamé a casa. No me contestó nadie, y entonces me acordé que aquella tarde mi mujer había quedado en visitar a algunos clientes con el director regional del Banco para el que ella y yo trabajábamos en aquel entonces. Volví a casa tras recoger a nuestras hijas, de 12 y 2 años que estaban con su abuela, a unos cinco kilómetros de la universidad, en el cono sur de la ciudad. Mi mujer volvió a casa poco después; no sabía nada sobre lo que había ocurrido, así que nos pusimos a oir la radio. Llamamos, sin problema en las líneas a mis padres y mis dos hermanos. Todos vivían en Madrid. Nos contaron que las calles estaban tranquilas, y la gente atenta en sus casas, pegadas a las radios en espera de noticias que no llegaban. No logro recordar que tipo de sentimientos nos embargaban en ese momento. Desde luego no eran de temor, miedo o algo similar, a pesar de ser sindicalista en activo con responsabilidades de ámbito provincial en la Unión General de Trabajadores (UGT), el sindicato hermano del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), el partido mayoritario de la oposición. Más bien de incredulidad, estupor y vergüenza; sí, mucha vergüenza, porque de nuevo España fuera protagonista de una asonada militar a lo siglo XIX. Lo había estudiado en profundidad por aquellas fechas en la universidad y el recuerdo era irremediable. La angustia y la incertidumbre duraron hasta el momento de ver al rey por televisión. Después de verlo nos fuimos a dormir, agotados pero tranquilos. El golpe, o lo que intentara ser, estaba claro que había fracasado. A la mañana siguiente acudimos a nuestro trabajo, no como siempre de ánimo, pero acudimos. A medida que fueron transcurriendo las horas, el intento de golpe de Estado fue tomando el formato de un esperpento valleinclanesco. Ver salir por las ventanas del Congreso, arrojando sus armas al suelo, a numerosos guardias civiles de los que habían participado en el asalto, que se entregaban brazos en alto a las fuerzas de policía que rodeaban el edificio, era un espectáculo en el que uno, como espectador, no sabía muy bien si reir o llorar.

Hace unos años Televisión Española puso en antena por estas mismas fechas una mini serie de ficción de dos capítulos titulada "23-F: El día más difícil del rey", dirigida por Silvia Quer, que batió todos los récords de audiencia del país durante las dos jornadas en que se emitió. Aunque algunos medios la tildaron de oportunista y falta de rigor, a mi, personalmente, me gustó y me emocionó. Y por el número de espectadores que la vieron, parece que también interesó a bastantes españoles. Quiero suponer que sobre todos a los que por aquellos años teníamos ya edad suficiente para darnos cuenta de lo que pudo suponer.

Sean felices, por favor. Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt




El rey, con los líderes de los partidos, tras el 23-F




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Pues tanto como saber me agrada dudar (Dante Alighieri)

miércoles, 10 de septiembre de 2008

*Poder Judicial: De vergüenza ajena

¿Habrá alguien que se extrañe aún de que el Poder Judicial sea, de todas las instituciones españolas, la peor valorada por los ciudadanos? El espectáculo que dan Sus Señorías un día sí y otro también es de vergüenza ajena... Tres ejemplos:

1. El corporativismo rampante de que da prueba la resolución del expediente abierto al juez del caso Mari Luz; se pueden buscar las excusas que se quieran, pero el único responsable del mal funcionamiento de la Oficina Judicial es el Juez. Como el capitán lo es de lo que pase en su navío, o el director de turno de como funcione una sucursal bancaria...

2. El caso de las vieiras envenenadas de El Ferrol: A la cárcel, los pescadores; en libertad, sin fianza, los honestos restauradores (estrella Michelín incluida) "engañados en su buena fe" (¡je, je, je!, ¡qué graciosos son algunos abogados!) por tan malvados personajes...

3. El acuerdo de renovación del Consejo General del Poder Judicial al que han llegado los dos grandes partidos PSOE-PP: Más de lo mismo. Sinceramente, con todo el respeto debido a las personas propuestas, para este viaje no hacían falta alforjas...

Con razón ironiza en La Voz de Galicia de ayer, martes, el periodista Fernando Ónega, en su artículo: "Desde la Corte: La larguísima mano de la política", que reproduzco más adelante. Y como estrambote, la mención al hecho de que el nombre de su presidente (y del Tribunal Supremo) se lo reserva el Sr. Rodríguez Zapatero... ¿No era el nuevo Consejo el que elegía y proponía al Rey el nombre de su presidente? Al menos eso es lo que dice la Ley... ¡Cosas veredes, Sancho!, decía el bueno de don Quijote a su escudero.

No tengo vocación de arbitrista y me repele dar opiniones sobre cuestiones que no son de mi competencia a unos señores mayores de edad que, además, cobran por resolver nuestros problemas, y a los que considero responsables de mi cada día más acentuado desapego por la vida política gracias a su honesto y desinterado servicio a la "res publica". Pero, en fin, en un gesto de coquetería algo pedante me permito hacer una sugerencia: ¿no sería útil introducir un pequeño apartado en los reglamentos del Congreso de los Diputados y del Senado que permitiera a los grupos parlamentarios en cada Cámara vetar la presentación de algunos de los candidatos propuestos por las asociaciones judiciales y los jueces y magistrados independientes para el Consejo General del Poder Judicial? ¿Y qué pudieran hacer lo mismo con algunos de los propuestos para el Tribunal Constitucional? A lo peor, se quedaban fuera los mejores, pero desde luego, no entrarían los peores... Este blog cierra sus puertas hasta el 23 de septiembre. Sean felices. Nos vemos a la vuelta. (HArendt)





http://www.fundacionmaiestas.org/maiestas/files/cgpjudicial.jpg
Consejo General del Poder Judicial (Madrid)




"Desde la Corte: La larguísima mano de la política", por Fernando Ónega

Este cronista está hoy que no cabe en sí de gozo. ¿Le habrá tocado una primitiva?, se preguntará algún lector. ¡No, señor! ¡Todavía más difícil! ¿Le habrá adjudicado un parque eólico la Xunta de Galicia? ¡Más difícil todavía!: ha visto, oído y leído que ya están apalabrados los vocales del Consejo General del Poder Judicial, el gobierno de los jueces. No me digan que no es para desparramarse de alegría política y emoción institucional. No hay mal ni vacante que cien años dure. Después de más de veinte meses de busca de veinte nombres, rechazos de propuestas, vetos, recelos, vendettas y otras figuras de nuestra política, ayer se produjo el milagro. Don José Antonio Alonso y doña Soraya Sáenz de Santamaría comunicaron al mundo la buena nueva, como tocólogo y comadrona felices a la puerta del paritorio.

Habrá sido muy complicada tarea, me comentaba el taxista. Pues no se crean: bastó que Zapatero y Rajoy se vieran en julio y hayan reconocido que era una vergüenza mantener esa interinidad. Bastó que pensaran que no podía darse otra vez el espectáculo de inaugurar el año judicial con un presidente del consejo en funciones. Es decir, que en esta ocasión hubo lo que antes faltó: voluntad política de dos señores, que mandan tanto que pueden permitirse el lujo de paralizar una institución o ponerla a andar cuando deciden rebajar la tensión. Eso fue todo.

Por lo demás, parto de los montes: mucha expectación, pero más de lo mismo. Mirada la lista de afortunados, es evidente que se trata de servidores de jugoso currículo, gran titulación y experiencia notable. Faltaría más: no iban a poner a bisoños e inexpertos. Pero les salió una lista política. Ahí están antiguos altos cargos de Administraciones de partido, ex diputados y ex diputadas y un consejero valenciano que pasa directamente del Gobierno autónomo al gobierno del Poder Judicial. Y no hay independientes: todos o casi todos proceden de alguna asociación. Los propuestos por el PP, de la conservadora Asociación Profesional de la Magistratura. Los del PSOE, de Jueces para la Democracia o Francisco de Vitoria. Las asociaciones progresistas no inspiraron ni un nombre a la derecha. La conservadora, ni un nombre a los socialistas. La contienda y la división están garantizadas. Tanto o más que en el anterior consejo.

Ahora solo falta un pequeño detalle: designar al presidente. ¿Quién será? No os preocupéis por el nombre. Acabo de leer en un periódico bastante útil para conocer intenciones de la Moncloa que «Zapatero decide estos días quién será el próximo presidente del CGPJ». Es decir, que depende de Zapatero. El jefe del Ejecutivo decide quién es el jefe del Judicial. Como veis, la independencia sigue garantizada. ¡Viva la división de poderes! (La Voz de Galicia, 09/09/08)




http://www.elpais.com/recorte/20080912elpepivin_4/XLCO/Ges/20080912elpepivin_4.jpg
Romeu (El País, 12/09/08)