Mostrando entradas con la etiqueta Escocia. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Escocia. Mostrar todas las entradas

martes, 30 de septiembre de 2014

"Realpolitik"



El presidente de la C.A. de Cataluña firma la Ley de consultas catalana




Una de las razones de que los títulos de muchas entradas del blog vayan "entrecomillados" no es solo la falta de respuesta clara del autor, es decir, de mí, a lo que se plantea en el titulo; es que tampoco tiene clara cual debería ser la pregunta. Será por eso que decía Dante de que tanto como saber le agradaba dudar, o el más cercano en el tiempo, Voltaire, de que la verdad era una fruta que convenía cogerse muy madura.

Recurro a la Wikipedia para precisar el concepto del término "Realpolitik" (política de la realidad, en alemán) acuñado según se dice en ella por el canciller alemán Otto von Bismarck a finales del siglo XIX para encontrar un método de equilibrar las influencias de poder de los imperios europeos, que tuviera su base en intereses prácticos y acciones concretas sin atender a la filosofía o teoría política como elementos formadores de la misma (de la política). Más o menos lo mismo que ya había dicho Nicolás Maquiavelo a principios del siglo XVI en su obra "El Príncipe", cuya edición, comentada, en Temas de Hoy (Madrid, 1994) les recomiendo encarecidamente. 

Se ha dicho, pienso que con razón, que la lectura y comprensión del libro "El Federalista" (FCE, México, 1994), escrito a finales del siglo XVIII por los "ilustrados" norteamericanos Hamilton, Jay y Madison, equivale a todo un máster en Derecho Constitucional y Teoría Política. Creo que lo mismo, pero ahora referido a esa "política de la realidad" a la que aludía Bismarck de este movido comienzo del siglo XXI, podría aplicarse a dos libros que estoy releyendo al unísono en estos momentos: "Diplomacia" (Ediciones B, Barcelona, 2010), de Henry Kissinger, y "Querido Mr. Stalin" (Paidós, Barcelona, 2007), de Susan Butler.

El primero nos da una interpretación personal, pero no por ello menos fascinante, de la historia reciente del mundo, tanto por el retrato que el autor hace de los líderes mundiales de su época como secretario de Estado estadounidense: Nixon, Gorbachov, De Gaulle..., como por la explicación -no por subjetiva, falta de rigor- de los entresijos y acontecimientos más importantes de la política internacional del último tercio del siglo XX, de los cuales el autor fue coprotagonista indiscutible.

El libro de Susan Butler es la primera publicación rigurosa y exacta que se realiza (y se comenta por la recopiladora) de la correspondencia completa entre el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt y el líder soviético Josef V. Stalin, entre 1941, a raíz del ataque por sorpresa de Alemania a la Unión Soviética, y 1945, con el último mensaje del mandatario norteamericano a su homólogo soviético, unos minutos antes de su repentina muerte. Una recopilación de trescientos cuatro mensajes intercambiados entre ambos estadistas a lo largo de cuatro años, que reflejan la sintonía de los mismos en la resolución de los problemas comunes en la guerra contra Alemania y Japón, sin menoscabo de la apreciación personal que cada uno tenía del otro, que como dice el historiador Arthur M. Schlesinger, Jr., en el prólogo del libro implicaba que a pesar de la opinión de Roosevelt, en 1940, de que "la Unión Soviética es una dictadura tan absoluta como cualquier otra del mundo", Roosevelt y Churchill reconocieran sin paliativos lo que las democracias debían al Ejército Rojo en la derrota de Hitler, y que el "Día D" no hubiera sido posible si Stalin no hubiera retenido a la mayor parte del ejército nazi en el frente oriental de Alemania.

Retomo, o lo intento al menos, el hilo argumental de esta entrada, para volver la vista a la convulsa situación político-constitucional interna que estamos viviendo los españoles a causa del enfrentamiento político directo entre la mayoría del parlamento catalán y el gobierno de Cataluña con el gobierno y el resto del Estado español. Sentadas las bases jurídicas de ese enfrentamiento, y admitido que no cabe más recurso democrático para resolverlo que el acatamiento a la resolución que en su momento adopte el Tribunal Constitucional, ¿no estamos a tiempo de admitir la necesidad de una pequeña dosis de "realpolitik" por ambas partes que evite el fraccionamiento de la sociedad española y catalana en dos entidades irreductibles enfrentadas?

No quiero recurrir a los argumentos, muchas veces falaces y la mayor parte de las ocasiones idiotas, de los protagonistas del enfrentamiento. Prefiero atender con preferencia a las opiniones de los expertos y del mundo académico, aunque tampoco estas estén a priori a salvo de personalismos. Entre ellas, dos que se publican en el número de septiembre de Revista de Libros:  "La configuración del Estado español", de Gaspar Ariño Ortiz, catedrático de Derecho Administrativo en la Universidad Autónoma de Madrid, comentando el libro Estado autonómico y reforma federal (Alianza, Madrid, 2014) del profesor Eliséo Aja, y "Como salvar a España de su pasado", por Julio Carabaña, catedrático de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid, reseñando el libro El dilema de España (Península, Barcelona, 2014) del profesor Luis Garicano. Son dos artículos muy interesantes, el primero de argumentos más estrictamente políticos, y el segundo económicos, pero sin obviar los elementos políticos y territoriales.

Pero a mí, de todo lo más reciente leído al respecto, lo que más me ha gustado por su brevedad, sencillez y claridad expositiva es lo que escribe en el diario El País de hoy el catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad de Montreal, Canadá, el profesor Jean Leclair, en un artículo titulado "De clavos y martillos en Escocia y Cataluña", en el que analizando las semejanzas y disimilitudes de los procesos soberanistas en Quebec, Escocia y Cataluña, llega a la conclusión -que comparto- de que adentrarse por la vía de los referéndums para resolver los problemas territoriales de los Estados es un error de incalculable consecuencias cuando aun están sin explorar y afirmar las posibilidades de las vías que ofrecen los estados federales.

En fín, como ven los amables lectores de Desde el trópico de Cáncer, planteo más dudas que respuestas. Respuestas que solo podremos encontrar desde el diálogo y no desde la confrontación. Así pues, señores políticos, ¿sería posible un poco más de "realpolitik", por favor? Al menos, inténtenlo.

Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt




El presidente Rajoy anuncia el recurso del Gobierno ante el Tribunal Constitucional



Entrada núm. 2171
elblogdeharendt@gmail.com
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)

viernes, 21 de marzo de 2014

Naciones, nacionalismos y nacionalistas





Sede de Naciones Unidas (Nueva York)



Parece que se consuma, contra toda legalidad constitucional e internacional, un nuevo fruto del nacionalismo identitario e irredento: me refiero, a Crimea, hasta ayer provincia ucraniana y hoy, de momento, rusa. Pasó igual con los Sudetes y Austria mediado el pasado siglo: falló la diplomacia y ya sabemos como acabó la historia. No pretendo comparar sino recordar. Ya saben: "Aquellos que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo". Veremos que pasa con Escocia, y poco después con Cataluña. 

Hay una frase muy utilizada en política que cada vez que la oigo me deja bastante descolocado. Y es la de: "No comparto sus ideas, pero las respeto". ¿De dónde ha salido eso de que haya que respetar las ideas ajenas que no se comparten? De la Declaración Universal de los Derechos Humanos, no, desde luego; y de la Constitución española, tampoco. En ambas está, y comparto su criterio, el inalienable derecho de las personas a expresar libremente su opiniones y sus ideas sin ser perseguido, sancionado o molestado por ellas. Pero eso es una cosa, y el que tengan que respetarse sus opiniones e ideas es otra cosa, muy distinta. Porque, a ver si lo aclaramos de una vez por todas: lo que merece respeto, siempre, es la persona; sus ideas y opiniones, no necesariamente.

Nuestro inmortal Miguel de Unamuno, en su "Vida de don Quijote y Sancho" (Espasa-Calpe, Madrid, 1981) dice sobre los que se niegan a entrar en batallas dialécticas (pág. 105): "¡Paz!, ¡paz!, ¡paz! Croan a coro todas las ranas y los renacuajos todos de nuestro charco. ¡Paz!, ¡paz!, ¡paz! Sí, sea, paz, pero sobre el triunfo de la sinceridad, sobre la derrota de la mentira. Paz, pero no una paz de compromiso, no un miserable convenio como el que negocian los políticos, sino paz de comprensión. [...] ¡Raza de víboras la de esos que piden paz! Piden paz para poder morder y roer y emponzoñar más a sus anchas".

No soy nacionalista; detesto el nacionalismo; y respeto a las naciones. El "Diccionario de Política" (Siglo XXI, Madrid, 1994, séptima edición), dirigido por Norberto Bobbio, Nicola Matteuci y Gianfranco Pasquino, dice en la entrada correspondiente a "nación" (tomo II, págs. 1022-1026): "La nación es normalmente concebida como un grupo de hombres unidos por un vínculo natural, y por lo tanto eterno -o cuando menos existente "ab inmemorabili"-, y que, en razón de este vínculo, constituye la base necesaria para la organización del poder político en la forma del estado nacional. Las dificultades comienzan cuando se trata de definir la naturaleza de este vínculo o incluso solamente especificar los criterios que permitan delimitar las varias individualidades nacionales, independientemente del vínculo que lo determina".

En ese sentido, no tengo ningún problema en reconocer la existencia de una nación canaria, castellano-manchega, catalana, gallega, madrileña, murciana, vasca, etcétera, etcétera, (las he citado por orden alfabético para evitar susceptibilidades), pero también española y europea. Y desde luego me parece correcto definir a España y Europa como naciones de naciones.

Los dos últimos párrafos de la entrada "nación" (óp. cit.) llevan el subtítulo de "La superación de las naciones", y dicen así: "Si la nación es la ideología del estado burocratizado centralizado, la superación de esta forma de organización del poder político implica la desmitificación de la idea de nación. La base práctica de esta desmitificación existe. Es un dato real que la actual evolución del modo de producir en la parte industrializada del mundo, después de haber llevado la dimensión "nacional" al ámbito de interdependencia entre las relaciones humanas, está ahora ampliándolas parcialmente más allá de las dimensiones de los actuales estados nacionales y hace aparecer con siempre más inmediata claridad la necesidad de organizar el poder político sobre espacios continentales y según los modelos federales.

Es entonces previsible que la historia de los estados nacionales está llegando a término y está por iniciar una fase en la cual el mundo estará organizado en grandes espacios políticos federales. Pero si el federalismo significa el fin de las naciones en el sentido ahora definido, ello significa también el renacimiento o la revigorización de las nacionalidades espontáneas que el estado nacional sofoca o reduce a instrumentos ideológicos al servicio del poder político y, por tanto, el retorno de aquellos auténticos valores comunitarios de los que la ideología nacional se ha apropiado transformándolos en sentimientos gregarios".

Espero haber aclarado, si alguna duda había al respecto, por qué digo en la presentación del mi blog eso de que me declaro hijo de la Ilustración y de sus valores universales, socialdemócrata, federalista, ¡y monárquico, para más inri!, no solo por lealtad sino por convencimiento. Y, además, tan ciudadano palmense como grancanario, canario, español y europeo.

El profesor César Molinas, matemático y economista, escribió hace unos años un provocador e interesante artículo titulado "España y la Historia (así, con mayúsculas)", que comenzaba con estas palabras: "España no es un Estado-nación, y nunca lo será. Lejos de ser un lastre, esto supone capacidad de adaptación, una gran ventaja para encarar los desafíos de la globalización y la posmodernidad." No podría decir que lo comparta plenamente, pero esta vez, y sin que sirva de precedente, no me importa decir que lo respeto.

En otro plano, mucho más académico, les invito a la lectura del artículo titulado "Las dos caras del nacionalismo", del catedrático emérito de Historia e Instituciones Económicas de la Universidad de Alcalá, Gabriel Tortellá, publicado en Revista de Libros (2014). 

Sean felices, por favor. Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt




http://www.aeval.es/comun/imagenes/visitas_entrevistas/10-07-08/Seminario_Cesar_Molinas_2.jpg
El profesor César Molinas





Entrada núm. 2045
elblogdeharendt@gmail.com
http://harendt.blogspot.com
Pues tanto como saber me agrada dudar (Dante Alighieri