A la espera de entrar en Europa
Oigo las declaraciones de la vicepresidenta del gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, tras el Consejo de Ministros de hoy: Se declara orgullosa y satisfecha del voto expresado ayer por los diputados socialistas españoles en el Parlamento europeo en favor de la Directiva de Retorno. Lo hicieron en el mismo sentido que el Partido Popular y los fascistas de la Liga Norte. Y en contra de sus correligionarios europeos, que mayoritariamente optaron por el no o la abstención.
Supongo que ese orgullo y satisfacción de la vicepresidenta no es extensivo al voto emitido por los también diputados socialistas españoles Josep Borrell y Raimón Obiols, que lo hicieron en contra de la Directiva, y de Martí Graus, que optó por la abstención.
Dicen que la política es el arte de lo posible, y por tanto es posible que la decisión adoptada ayer por la mayoría de nuestros diputados socialistas en el Parlamento europeo haya sido la correcta, pero no deja de producirme un enorme desasosiego e incomodidad.
Tanta renuncia a la utopía y tanto canto al realismo acabarán por desencantar a un gran número de votantes. A mi entre ellos... Y al columnista Enric González que en El País de ayer escribía una escueta y dolorida reseña, titulada "Europa", que comparto plenamente. HArendt
El Parlamento europeo vota la Directiva de Retorno
El sentido de voto del Parlamento europeo sobre la Directiva de Retorno fue el siguiente:
Partido Popular: 217 votos
Europa de las Naciones: 40
Partido Socialista: 34 votos
Partido Socialista: 100 votos
Izquierda Unida: 37 votos
Partido Socialista: 49 votos
Partido Popular: 27 votos
Romeu (El País, 20/06/08)
"Europa", por Enric González
No aspiro a ser justo, ni siquiera digno. Soy europeo y sólo aspiro a seguir siéndolo. Aspiro a una vida sin sobresaltos. Aspiro a la sanidad gratuita, al subsidio de desempleo, a que mis hijos gocen de la mejor educación posible a un precio simbólico, a una pensión generosa cuando me retire. Aspiro a la máxima seguridad y a unas calles limpias. Aspiro a que el paisaje rural sea hermoso y apacible, y a unos alimentos accesibles y de la máxima calidad. Aspiro a preservar la naturaleza que me rodea.
Ya, ya sé que la política agraria europea, con sus casi 50.000 millones en subsidios anuales, crea un paraíso artificial y frena las importaciones africanas. También sé que aplicamos aranceles sobre los productos más competitivos de los países en desarrollo. Y sé, por supuesto, que de vez en cuando inundamos el mercado mundial con nuestros excedentes alimentarios, y acabamos de arruinar a los países pobres. Pero eso es indispensable para que Europa siga siendo la dulce Europa, con su campiña, su paz social y sus segundas residencias.
Los inmigrantes seguirán llegando, no crean que lo ignoro. Necesitamos bastantes para hacer ciertos trabajos y para aplicar sin grandes conflictos la jornada semanal de 60 horas. Nuestro objetivo ahora, como europeos, consiste en ponerles las cosas difíciles a los clandestinos, o sea, a esos que de momento no necesitamos. Que sepan que Europa, la cumbre de la civilización, sabe ser dura cuando conviene. Que sufran el desprecio, el encierro y la deportación. Que se vayan a otra parte. Resulta desagradable, por supuesto. Pero es indispensable para que Europa siga siendo la dulce Europa, la Europa que amamos.
Me gustó que el Telediario de La Primera, ayer, no concediera rango de portada a la ley contra la inmigración clandestina, aprobada por el Parlamento Europeo. Tenemos la Eurocopa. ¿Para qué crisparnos? No aspiro a ser justo, ni siquiera digno, ya lo he dicho. Soy europeo. (El País, 19/06/08).
Sede del Parlamento europeo (Estrasburgo)