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jueves, 19 de diciembre de 2019

[ARCHIVO DEL BLOG] El arte de lo posible. (Publicada el 18 de mayo de 2009)





Se dice de la política que es "el arte de lo posible". Quizá sea mejor así. Los deseos de cambiar por la fuerza la naturaleza del mundo y de quienes lo hemos ido habitando en oleadas sucesivas, los intentos de convertir en realidades lo que no son mas que utopías, no han traído para los hombres nada más que sangre, muerte y lágrimas. El ejemplo más clásico el de "La República", (Círculo de Lectores, Barcelona, 1994), del ateniense Platón, en el siglo IV a.C.

Dos experimentos sociales llevados a cabo en el pasado siglo, dos intentos de transformar por la fuerza la naturaleza propia del ser humano, comunismo y nazismo, acabaron en inmensas tragedias. Ambas eran doctrinas totalitarias; ambas pretendieron cambiar el hombre y el mundo, y sus injusticias, de raíz; ambas provocaron la muerte de millones de seres inocentes; ambas fracasaron. Hannah Arendt las estudió muy bien en uno de sus más originales libros: "Los orígenes del totalitarismo", (Alianza, Madrid, 1987). Pero lo han intentado desde el principio de la historia.

En las democracias modernas también hay "lados oscuros". La "razón de Estado" es uno de ellos. El "Diccionario de Política", (Siglo XXI, Madrid, 1994), dirigido por Norberto BobbioNicola Matteucci y Gianfranco Pasquino, le dedica nada menos que 11 páginas a dos columnas de diminuta y apretadísima letra. Su punto de partida, podemos leer en él, se encuentra en los umbrales de la edad moderna y está representado por la intuición genial e iluminadora de Maquiavelo ("El príncipe", Temas de Hoy, Madrid, 1994), a través de la cual empieza a surgir en sus términos más generales el concepto de "razón de Estado", aunque todavía no su precisa formulación verbal. Otro de esos "lados oscuros", es, o fue, el de la "obediencia debida", desmantelada tras la II Guerra Mundial por los Tribunales de Nuremberg (1945-1949), el Derecho Internacional y las Naciones Unidas (Declaración de 9 de diciembre de 1975).

Quizá por eso, a pesar de aceptar y compartir que la política sea el arte de lo posible, me produce cierta decepción la decisión del presidente Obama de no perseguir judicialmente a los responsables de las torturas de Guantánamo y Abu Ghraib. Mi confianza en su ya mítico e ilusionante lema de campaña: "Yes, we can", permanece intacta, pero esta -quiero suponer difícil decisión para él- representa para mí la primera rayadura en ella.

El escritor y crítico literario argentino Alberto Manguel, comenta la decisión de Obama en su artículo de hoy en El País: "La crueldad de Dante", y la pone en relación con uno de los Cantos (Infierno: XXXII, 72-123) de su "Comedia" (Barcelona, Seix Barral, 1973), con una cita del escritor británico G. K. Chesterton, muy bien traída a colación. Lo pueden leer en el enlace anterior. Espero que les resulte interesante. HArendt



Representación ilustrada del Infierno de Dante


La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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Entrada núm. 5554
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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

miércoles, 22 de mayo de 2019

[HEMEROTECA DEL BLOG] La insportable levedad del ser



Dante leyendo su "Comedia"


Leo en "Tu rostro mañana. Fiebre y lanza", de Javier Marías (Suma de Letras, Madrid, 2004; página 143) el comentario que el autor pone en boca de uno de los personajes de la novela sobre el sentimiento de pánico que los humanos sentimos cuando "nel mezzo del cammin di nostra vita" (Dante: Comedia, I, 1) decidimos hacer balance de situación: "Porque al final de cualquier vida más o menos larga, por monótona que haya sido, y anodina, y gris, y sin vuelcos, habrá siempre demasiados recuerdos y demasiadas contradicciones, demasiadas renuncias y omisiones y cambios, muchas marcha atrás, mucho arriar banderas, y también demasiadas deslealtades, eso es seguro. Y no es fácil ordenar todo eso, ni siquiera para contárselo a uno mismo."

No es fácil, desde luego. Y si se hace sinceramente, el resultado suele ser doloroso. ¿Por qué?, me pregunto. Si no hay más vida que ésta, ¿merece la pena el esfuerzo?... No lo sé... Me quedé dándoles vueltas, tampoco en exceso, a la frase. Recordaba haber leído algo parecido en las "Meditaciones" de Marco Aurelio (Temas de Hoy, Madrid, 1994), el emperador filósofo del siglo II, que tan mal parado sale (muere asesinado por su hijo Cómodo) en "Gladiator" (una licencia histórica de Ridley Scott que no venía a cuento pero le daba dramatismo a la película). La he encontrado justo al final del Libro XII-32, y dice así: "¡Qué minúscula parte del tiempo infinito, insondable, se ha asignado a cada hombre, pues en un instante se desvanecerá! ¡Qué minúscula parte de la sustancia universal! ¡Qué minúscula parte del alma universal! ¡Qué minúscula la porción de la tierra universal sobre la que te arrastras! Ponderando todo esto, sólo tiene valor actuar siguiendo la guía de tu propia naturaleza y sufrir lo que trae la naturaleza universal". Perdonen las molestias, aunque tampoco creo que haya sido para tanto, ¿verdad? 



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La expulsión del Paraiso, por Miguel Ángel



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 



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Entrada núm. 4913
Publicada originariamente el 13/5/2008
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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

lunes, 24 de junio de 2013

Nada humano les fue ajeno: Volver a leer a los clásicos





La verdad es que no soy de los que necesitan muchos pretextos para volver a la lecturas de los clásicos. Ni tan siquiera cuando ese pretexto me lo ofrece la lectura del artículo de Félix de Azúa de hace unas semanas en El País titulado "La madre de la literatura".

La literatura europea moderna, dice en él, nace a finales del Renacimiento  gracias al impulso decisivo que provocan las diversas traducciones de la Biblia a las lenguas vernáculas. En España, salvo los intentos fallidos que cita en su artículo, contemporáneos a la obra cervantina, nunca llegó a existir un texto bíblico traducido que sirviera como modelo literario del español de la época. Por eso, es el "Don Quijote de La Mancha" de Cervantes, añade, quien va a cumplir en nuestro país con esas condiciones de fundación literaria de las lenguas vernáculas europeas, en este caso de la española, convirtiéndolo en una Biblia descreida e irónica; en una Biblia para un país sin Biblia.

El poeta irlandés W.B. Yeats, en el prólogo de su "El crepúsculo celta" (Alfaguara, Madrid, 1986) dice que el Arte es hijo de la Esperanza y la Memoria. Y esperanza y memoria es, precisamente, lo que nos depara la lectura de los textos clásicos. Por eso vuelvo a ellos con frecuencia, aun saltando de uno a otro con aparente incongruencial, tal y como Michel de Montaigne confesaba en sus "Ensayos" (Cátedra, Madrid, 1992) sobre lo desordenado de sus lecturas, también, y casi siempre, de los clásicos griegos y latinos que, él sí, dominaba a la perfección.

Nada humano les fue ajeno, se dice de ellos: Homero, Esquilo, Sófocles, Eurípides, Dante, Shakespeare, Cervantes... Los libros crecen con su lectura, puede leerse en el prólogo que Mario Vargas Llosa escribió para la edición conmemorativa del IV Centenario del "Don Quijote de La Mancha" (Alfaguara, Madrid, 2004) promovida por la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española. Y la razón, dice, es que, como ocurre con otras obras maestras paradigmáticas como "Hamlet", "La Divina Comedia", la "Ilíada" o la "Odisea", evolucionan con el paso del tiempo y se recrean a sí mismas en función de las estéticas y los valores que cada cultura privilegia. Que viene a ser lo mismo que he expresado otras veces en el blog: que todo lo escrito en literatura desde hace dos mil años es una mera paráfrasis de lo que escribieron en Atenas entre los siglos V y IV antes de Cristo. Quizá exagero un poco, pero pienso que no ando muy descaminado en mi apreciación.

Quizá por eso, con el mismo desorden, pero también con el mismo interés y cariño que les profesaba Montaigne he vuelto en estos últimos días a la lectura simultánea de los trágicos griegos: las "Obras completas" de Esquilo, Sófocles y Eurípides (Cátedra, Madrid, 2004); la "Ilíada" de Homero (Círculo de Lectores, Barcelona, 1995); las ediciones citadas más arriba de Cervantes y Yeats; y el impresionante ensayo de Martha C. Nussbaum, premio Príncipe de Asturias de Humanidades, titulado "La fragilidad del bien. Fortuna y ética en la tragedia y la filosofía griega" (Antonio Machada, Madrid, 2004).

Si Cervantes fue capaz de escribir simultáneamente obras tan distintas y diferentes como la segunda parte de su "Don Quijote de La Mancha" y "Los trabajos de Persiles y Sigismunda", publicada después de su muerte, no parece tarea complicada simultanear lecturas tan afines, por su clasicismo, como las citadas.

Espero que disfruten del artículo de Azúa. Se lo recomiendo encarecidamente. Y sean felices, por favor. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt




Entrada núm. 1889
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"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son en ella páginas en blanco" (Hegel)
"Todas las penas pueden soportarse si las ponemos en una historia o contamos una historia sobre ellas" (Isak Dinesen)

lunes, 12 de septiembre de 2011

Un día más y sin fin





El río Arno a su paso por Florencia





Son las cinco y media de la mañana, suena la inoportuna alarma del móvil y comienza otro tedioso día. Café con tostadas y mantequilla, cepillado de dientes y una ducha rápida para comenzar a sudar 10 minutos después. El niño se ha despertado y comienza la carrera. Cambio de pañal, un body limpio, los pantalones y calcetines y por supuesto unos doscientos besos. El niño con los abuelos, mi marido a su trabajo y yo al mío. 

Uno de los mejores momentos del día, aunque suene extraño es el viaje al trabajo, el único momento del día que estoy sola, para mí. No soy madre, ni esposa, ni empleada, solo yo. El aire frío me termina de despertar y me relaja camino al autobús. Me siento a esperar, abro el libro de turno y me olvido de todo. El trayecto es corto unos 15 o 20 minutos según la prisa que lleve el conductor, rara vez hay tráfico. La vista del mar y la playa dan ganas de parar y quedarse ahí en el tiempo. Los pies en la arena aún fría y húmeda, los primeros rayos de sol en la cara, respirar, cerrar los ojos y sonreír. Vuelvo la vista al libro y sigo con la lectura. Ya hemos llegado, parada obligatoria para el segundo café del día, siempre para llevar. Todavía quedan 20 minutos para que empiece la jornada pero me gusta llegar temprano, disfrutar del café tranquilamente e ir preparando todo. El día como todos, teléfono y más teléfono, números, cuentas, urgencias y dolores, impertinencias varias y alguna cara agradable que te hace no mandar todo a la mierda. 

Dentro de esas caras está la de las pocas argentinas que conozco que me cae bien, de hecho diría que adoro. Siempre he visto a los argentinos un poco pedantes, sin contar a Mafalda a la cual admiro profundamente, pero ella me explicó el porqué: ”los repelente son los de Buenos Aires, los demás son buena gente”. Tiene que ser así, todos los conocidos eran porteños, menos los que me caían bien. Tras seis años viviendo aquí es la única persona a la que considero realmente amiga. Tengo buen trato con el resto de compañeros, nos reímos, nos contamos las cosas pero.. falta algo. Menos mal que 
apareció la pibita y nos ha dado buena onda. 

En estos momentos se agudiza la mente y se intenta buscar dinero por todos los lados y como lo de meterme a puta no me convence y hay mucha competencia, espero que me venga una idea estupenda que me haga forrarme como al que creó la página de facebook. Lo de la lotería tengo claro que no me toca, ni jugando. Será el karma que tengo, tiene vocación de arruinado y derrochador. 

Así que pensemos en las cosas que más o menos se me dan medianamente bien: escribir, aunque ando desentrenada, sin contar las escasas apariciones que hago en el blog de mi padre y la fotografía. Vaya por dios, dos cosas que hace medio mundo de hobby, así no vamos a ningún lado. A no ser que alguno quiera comprarme una foto, montarme una exposición o contratarme en “El País” como columnista de opinión o de desastres varios. Los blogs han sido la salida editorial de todos aquellos que quieren publicar un libro pero no llegan a escribir media página; también los hay que les encanta exhibir toda su intimidad y te cuentan hasta cuando van al retrete. Hay de todos los gustos y sabores, existe más variedad que en los helados de Häagen Dazs. Siempre podría darme por la vena escatológica, lo guarro vende mucho incluso aquellos que lo repelen hablarán de ti. Y eso es lo bueno, ¿no? ¡Qué hablen, qué hablen!

Viajando por la memoria, que afortunadamente sale gratis, estuve repasando todos esos felices y no tan felices momentos fuera de casa. 

Florencia, ¿quién no se enamora de ella? Toda la ciudad me recuerda a los recortables que tenía de pequeña, la catedral, el baptisterio, esos blancos y verdes, geometría pura, simple y bella. Dos veces he ido, y las dos me hubiera quedado a vivir. Y sin contar Madrid, no me ha pasado con más ciudades. Hay muchos lugares en los que no me importaría vivir pero, solo no me importaría. Paraíso del arte, museo abierto son sus calles, rincones inolvidables y sorpresas en cada soportal. La cuna del renacimiento es un orgasmo arquitectónico en todos sus sentidos. Escuadra, cartabón y muchas líneas, todo perfecto, no hay fallos, no se ven los ladrillos por debajo, ni la decadencia encantadora de Roma. Unos de los lugares más mágicos de Florencia es la diminuta iglesia de Santa Margherita dei Cerchi. Casi parece lógico que Beatriz Portinari, la joven que fue el amor de Dante, ideal del amor platónico, descanse en esa pequeña capilla: No hay nada en ella, paredes en blanco, dos bancos o poco más, música de fondo, luz tenue, y paz. Allí el místico encuentra a dios y el ateo se sosiega. Será la historia romántica, la oscuridad, el silencio que deja hablar a las fantasmas pero el caso es que allí, me sentí en casa. Saben, esa sensación cuando eres pequeño, te encuentras mal, te abrazabas a tu madre y todo era bueno; yo lo sigo haciendo. Pues eso mismo. Si van a Florencia busquen esa capilla. 

Y el Arno ohhh, un río. Para mi todo lo que sea agua fluyendo es síntoma de felicidad, hay que tener en cuenta que en mi tierra los ríos no existen. Agua de mar sí, y mucha, pero dulce nada de nada. Por mísera que sea la corriente de un riachuelo siempre dibuja una sonrisa. Lo mismo le pasará a un manchego al ver el mar, digo yo. 

Además del arte, Florencia,  Italia en general, es un vicio para los amantes del helado. Hay que reconocer que la pasta y las pizzas están buenas pero los helados saben bien hasta en pleno febrero con 5 grados. 

Siempre que empiezo a contar algo, termino hablando de los lugares que he visitado. No puedo evitarlo. Tengo claro que mi profesión ideal es la de reportero de viajes, por ejemplo para Pilot Guides, encima con gastos pagados. Ya si fuera la versión hoteles de lujo sería la gloria. Esos programos siempre están pensados para viajar solo, como mucho en pareja y casi siempre al estilo universitario, sin remilgos. Por ahora no he visto ninguno enfocado a las familias, o a viajes por hoteles de tres estrellas que es lo normal, por lo menos en mi economía los de cinco estrellas son innombrables. Lo mejor en lo que he estado es el Mena House, en El Cairo. Cuando decidimos irnos a Egipto, lo tenía claro, yo quería quedarme en él. Y no porque fuera el mejor ni el más bonito, simplemente porque aparecía en la novela Las arenas de Saqqara. Y vaya si mereció la pena. Darse una baño en la piscina viendo las pirámides es para experimentarlo. El Cairo es un gran caos, coches y más coches sin ley alguna;  intentar cruzar una calle, es jugarse la vida, más o menos como en Roma. La verdad, no me gustó. Seguramente porque no me la enseñaron bien, sólo vi el museo correspondiente, las pirámides y el río de noche. Lo que sí me cautivó fue el Nilo, sus orillas, sus silencios, las puestas de sol y la llamada a la oración.

Seguiremos contando otro día. El vídeo que acompaña la entrada es un bellísimo recorrido por la Florencia de los Medici. Nos vemos. Ruth Campos






Santa Margherita dei Cerchi (Florencia)





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Entrada núm. 1401 - 
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"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son ella páginas en blanco" (Hegel)