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viernes, 16 de febrero de 2018

[POESÍA, PINTURA, MÚSICA] Hoy, con Blas de Otero, Diego Velázquez y Gaetano Donizetti





Decía Walt Whitman que la poesía es el instrumento por medio del cual las voces largamente mudas de los excluidos dejan caer el velo y son alcanzados por la luz; Gabriel Celaya, que era un arma cargada de futuro; Harold Bloom,  que si la poesía no podía sanar la violencia organizada de la sociedad, al menos podía realizar la tarea de sanar al yo. Por su parte, George Steiner añadía que el canto y la música son simultáneamente, la más carnal y la más espiritual de las realidades porque aúnan alma y diafragma y pueden, desde sus primeras notas, sumir al oyente en la desolación o transportarlo hasta el éxtasis, ya que la voz que canta es capaz de destruir o de curar la psique con su cadencia. Y Johann Wolfgang von Goethe afirmaba que un hombre debe oír un poco de música, leer una buena poesía, contemplar un cuadro hermoso y si es posible, decir algunas palabras sensatas, a fin de que los cuidados mundanos no puedan borrar el sentido de la belleza que Dios ha implantado en el alma humana.

Me parecen razones más que suficientes para retomar la publicación, con un formato diferente, de la serie de entradas del blog dedicadas al tema de España en la poesía española contemporánea que tan buena acogida de los lectores tuvo hace ya unos años. Grandes poetas contemporáneos españoles, poetas del exilio exterior e interior, pero españoles todos hasta la médula, que cantaron a su patria común, España, desde el corazón y la añoranza. Poemas a los que acompaño con algunas de las más bellas arias de la historia de la ópera y de algunos de los desnudos más hermosos de la pintura universal. 

Hoy traigo al blog al poeta Blas de Otero y su poema Hija de Yago, al pintor Diego Velázquez y su cuadro La Venus del espejo, y al compositor Gaetano Donizzeti y el aria Prendi, per me sei libero de su ópera L'elisir d'amore, que pueden ver en este enlace interpretada por la soprano Olga Peretyatko.


***



Blas de Otero (1916-1979) fue uno de los principales representantes de la poesía social de los años cincuenta en España. El principal paso que da la poesía existencial para volverse social es el cambio de persona, del «yo» al «nosotros». El poeta, aceptada su condición humana, encuentra su sitio entre el resto de seres humanos, y halla también una razón vital: la solidaridad humana, la búsqueda de un mundo mejor a través de la poesía. El poeta defiende la utopía humanista porque ya no tiene una fe religiosa: no hay un más allá perfecto al que aspirar, pero, aunque el hombre esté condenado a venir de la nada y caminar hacia ella, se debe luchar para conseguir que su vida sea digna y feliz. El poeta se convierte en un profeta que señala los errores del presente para conseguir superarlos y acceder a un futuro mejor. Otero, obsesionado con los valores absolutos, ahora los busca en el presente histórico. 



HIJA DE YAGO

Aquí, proa de España preñadamente en punta;
aquí, talón sangrante del bárbaro Occidente;
áspid en piedra viva, que el mar dispersa y junta;
pánica Iberia, silo del sol, haza crujiente.

Tremor de muerte, eterno tremor escarnecido,
ávidamente orzaba la proa hacia otra vida,
en tanto que el talón, en tierra entrometido,
pisaba, horrible, el rostro de América adormida.

¡Santiago, y cierra España! Derrostran con las uñas
y con los dientes rezan a un Dios de infierno en ristre,
encielan a sus muertos, entierran las pezuñas
en la más ardua historia que la Historia registre.

Alángeles y arcángeles se juntan contra el hombre.
Y el hambre hace su presa, los túmulos su agosto.
Tres años: y cien caños de sangre abel, sin nombre...
(Insoportablemente terrieble es su arregosto.)

Madre y maestra mía, triste, espaciosa España.
He aquí a tu hijo. Úngenos, madre. Haz
habitable tu ámbito. Respirable tu extraña
paz. Para el hombre. Paz. Para el aire. Madre, Paz. 


***



Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (1599​-1660), fue un pintor barroco español considerado uno de los máximos exponentes de la pintura española y maestro de la pintura universal. Pasó sus primeros años en Sevilla, donde desarrolló un estilo naturalista de iluminación tenebrista, por influencia de Caravaggio y sus seguidores. A los 24 años se trasladó a Madrid, donde fue nombrado pintor del rey Felipe IV y cuatro años después fue ascendido a pintor de cámara, el cargo más importante entre los pintores de la corte. A esta labor dedicó el resto de su vida. Su trabajo consistía en pintar retratos del rey y de su familia, así como otros cuadros destinados a decorar las mansiones reales. Su presencia en la corte le permitió estudiar la colección real de pintura que, junto con las enseñanzas de su primer viaje a Italia, donde conoció tanto la pintura antigua como la que se hacía en su tiempo, fueron influencias determinantes para evolucionar a un estilo de gran luminosidad, con pinceladas rápidas y sueltas. En su madurez, a partir de 1631, pintó de esta forma grandes obras como La rendición de Breda. En su última década su estilo se hizo más esquemático y abocetado, alcanzando un dominio extraordinario de la luz. Este período se inauguró con el Retrato del papa Inocencio X, pintado en su segundo viaje a Italia, y a él pertenecen sus dos últimas obras maestras: Las meninas y Las hilanderas. Su catálogo consta de unas 120 o 130 obras. El reconocimiento como pintor universal se produjo tardíamente, hacia 1850. Alcanzó su máxima fama entre 1880 y 1920, coincidiendo con la época de los pintores impresionistas franceses, para los que fue un referente. Manet se sintió maravillado con su obra y le calificó como «pintor de pintores» y «el más grande pintor que jamás ha existido». La parte fundamental de sus cuadros que integraban la colección real se conserva en el Museo del Prado en Madrid.




 La Venus del espejo (1651). National Gallery, Londres


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Gaetano Donizetti, cuyo nombre cdiego ompleto era Domenico Gaetano Maria Donizetti (Bérgamo, Lombardía; 29 de noviembre de 1797-8 de abril de 1848), fue un compositor dramático italiano muy prolífico, conocido por sus óperas L'elisir d'amore, que contiene la famosa aria Una furtiva lagrima; Lucia di Lammermoor, inspirada en la novela de Walter Scott; Don Pasquale; La favorita; y La hija del regimiento. Aunque su repertorio de compositor abarca un gran número de géneros, incluida la música religiosa, cuartetos de cuerda y obras orquestales, es sobre todo conocido por su obra lírica, componiendo hasta 75 óperas.



Olga Peretyatko en una representación de L'elisir d'amore 


Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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miércoles, 4 de enero de 2017

[Poesía y pintura] Hoy, con Francisco de Rioja y Diego Velázquez





Durante las próxima semanas voy a intentar unir en una misma entrada algunos de los más bellos sonetos en lengua española y de mis pinturas clásicas favoritas. Espero que sean de su agrado. Hoy dedico la entrada al poeta Francisco de Rioja y su soneto Pasa, Tirsis, cual sombra incierta y vana, y al pintor Diego Velázquez y su cuadro Las hilanderas (1660). Disfruten de ambos.






Francisco de Rioja 


Francisco de Rioja (Sevilla, 1583- Madrid, 1659), fue un poeta y erudito español del Barroco.  Licenciado en leyes, se ordenó y fue canónigo de la catedral de Sevilla; fue renombrado teólogo y jurista, y amigo y protegido del Conde de Sanlúcar y Duque de Olivares, don Gaspar de Guzmán, a cuyo servicio entró desde 1624; a su caída le acompañó al destierro en Loeches primero, y después en Toro. Fallecido el Conde-Duque, se retiró a Sevilla cansado y desengañado de las fortunas de la Corte. El Cabildo sevillano le designó entonces agente suyo en Madrid (1654), con cuyo cometido tuvo que volver a residir en la capital, y allí murió el 28 de agosto de 1659. Mantuvo relación literaria con Lope de Vega, Juan Pérez de Montalbán, Cervantes y muchos personajes de la aristocracia; fue bibliotecario de Felipe IV y cronista de Castilla. Les dejo con su soneto Pasa, Tirsis, cual sombra incierta y vana, dedicado a su amigo Francisco de Medrano.


Pasa, Tirsis, cual sombra incierta y vana
este nuestro vivir, y como nieve
al tibio rayo, desmerece en breve
todo aplacible bien y gloria humana.

¡Mira cuánto en color, cuánto en lozana
juventud confiar el hombre debe
si así acabó Medrano! ¡Oh en vuelo leve
subido haya a la estancia soberana!

Siento su fin veloz, aunque no incierto;
triste imagino aquel que nos aguarda
solo; por no avenirte en pena, en lloro,

Tirsis, deja este mar; vuelve ya al puerto
la nave y busca el celestial tesoro;
que a nos, quizá, tan triste fin no tarda.



Diego Velázquez 


Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (Sevilla, 1599-Madrid, 1660), conocido como Diego Velázquez, fue un pintor barroco, considerado uno de los máximos exponentes de la pintura española y maestro de la pintura universal. Pasó sus primeros años en Sevilla, donde desarrolló un estilo naturalista de iluminación tenebrista, por influencia de Caravaggio y sus seguidores. A los 24 años se trasladó a Madrid, donde fue nombrado pintor del rey Felipe IV y cuatro años después fue ascendido a pintor de cámara, el cargo más importante entre los pintores de la corte. A esta labor dedicó el resto de su vida. Su trabajo consistía en pintar retratos del rey y de su familia, así como otros cuadros destinados a decorar las mansiones reales. Su presencia en la corte le permitió estudiar la colección real de pintura que, junto con las enseñanzas de su primer viaje a Italia, donde conoció tanto la pintura antigua como la que se hacía en su tiempo, fueron influencias determinantes para evolucionar a un estilo de gran luminosidad, con pinceladas rápidas y sueltas. En su madurez, a partir de 1631, pintó de esta forma grandes obras como La rendición de Breda. En su última década su estilo se hizo más esquemático y abocetado, alcanzando un dominio extraordinario de la luz. Este período se inauguró con el Retrato del papa Inocencio X, pintado en su segundo viaje a Italia, y a él pertenecen sus dos últimas obras maestras: Las meninas y Las hilanderasSu catálogo consta de unas 130 obras. La parte fundamental de sus cuadros, que integraban la colección real, se conserva en el Museo del Prado en Madrid.




Las hilanderas (Museo del Prado, 1660)


La fábula de Aracne, popularmente conocido como Las hilanderas, es un lienzo de Diego Velázquez, conservado en el Museo Nacional del Prado. Esta obra está considerada como uno de los máximos exponentes de la pintura barroca española y de la maestría de Velázquez. Temáticamente es una de sus obras más enigmáticas, pues aún no se conoce el verdadero propósito de la misma. 

En primer plano se ve una sala con cinco mujeres (hilanderas) que preparan las lanas. La mujer a derecha que viste blusa blanca es «una clara transposición»1 de una de las figuras de la Bóveda de la Capilla Sixtina. Al fondo, detrás de estas mujeres y en una estancia que aparece más elevada, aparecen otras tres mujeres ricamente vestidas que parecen contemplar un tapiz que representa una escena mitológica.

Durante mucho tiempo se consideró a estas hilanderas como un cuadro de género en el que se mostraba una jornada de trabajo en el taller de la fábrica de tapices de Santa Isabel de Madrid y que este era su único asunto. Sin embargo, a causa de la propia entidad del cuadro y por la «ambigüedad» de significados presente en algunos de los lienzos más significativos de Velázquez, algunas personas, entre ellas Ortega y Gasset o el historiador del arte español, Diego Angulo Íñiguez, apuntaban a un simbolismo mitológico.

Hoy se admite que el cuadro trata un tema mitológico: La fábula de Atenea y Aracne, en una escena del mito de Aracne que se describe en el libro sexto de Las metamorfosis de Ovidio. Una joven lidia, Aracne, tejía tan bien que las gentes de su ciudad comenzaron a comentar que tejía mejor que la diosa Atenea, inventora de la rueca. La escena del primer término retrataría a la joven a la derecha, vuelta de espaldas, trabajando afanosamente en su tapiz. A la izquierda, la diosa Atenea finge ser una anciana, con falsas canas en las sienes. Sabemos que se trata de la diosa porque, a pesar de su aspecto envejecido, Velázquez muestra su pierna, de tersura adolescente.

En el fondo, se representa el desenlace de la fábula. El tapiz confeccionado por Aracne está colgado de la pared; su tema constituye una evidente ofensa contra Palas Atenea, ya que Aracne ha representado varios de los engaños que utilizaba su padre, Zeus, para conseguir favores sexuales de mujeres y diosas. Frente al tapiz, se aprecian dos figuras. Son la diosa, ataviada con sus atributos (como el casco), y ante ella la humana rebelde, que viste un atuendo de plegados clásicos. Están colocadas de tal manera que parecen formar parte del tapiz. Otras tres damas contemplan cómo la ofendida diosa, en señal de castigo, va a transformar a la joven Aracne en araña, condenada a tejer eternamente.  

Las hilanderas es para mí la segunda más bella pintura del Museo del Prado después de La Anunciación de Fra Angélico. Les recomiendo el interactivo realizado por el propio museo sobre este famoso cuadro en el enlace inmediatamente anterior.  

Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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martes, 2 de junio de 2015

[Literatura] Un cuento cada día. Hoy, "El cumpleaños de la infanta", de Oscar Wilde




Las Meninas (Diego Velázquez)



El cuento, como género literario, se define por ser una narración breve, oral o escrita, en la que se narra una historia de ficción con un reducido número de personajes, una intriga poco desarrollada y un clímax y desenlace final rápidos. 

Durante los próximo meses voy a traer hasta el blog algunos de los relatos cortos más famosos de la historia de la literatura universal. Obras de autores como Philip K. Dick, Franz Kafka, Herman Melville, Guy de Maupassant, Julio Cortázar, Alberto Moravia, Juan Rulfo, Jorge Luis Borges, Edgar Allan Poe, Oscar Wilde, Lovecraft, Jack London, Anton Chejov, y otros... Espero que los disfruten. 

Hoy continúo la serie con "El cumpleaños de la infanta", de Oscar Wilde. Oscar Fingal O'Flahertie Wills Wilde (1854-1900) fue un escritor, poeta y dramaturgo irlandés. Está considerado uno de los dramaturgos más destacados del Londres victoriano tardío; además, fue una celebridad de la época debido a su gran y aguzado ingenio. Hoy en día, es recordado por sus epigramas, sus obras de teatro y la tragedia de su encarcelamiento, seguida de su temprana muerte. Como portavoz del esteticismo, realizó varias actividades literarias. Conocido por su ingenio mordaz, su vestir extravagante y su brillante conversación, Wilde se convirtió en una de las mayores personalidades de su tiempo. En la década de 1890 refinó sus ideas sobre la supremacía del arte en una serie de diálogos y ensayos, e incorporó temas de decadencia, duplicidad y belleza en su única novela, "El retrato de Dorian Gray". La oportunidad para desarrollar con precisión detalles estéticos y combinarlos con temas sociales le indujo a escribir teatro. En París, escribió "Salomé" en francés, pero su representación fue prohibida debido a que en la obra aparecían personajes bíblicos. Produjo cuatro comedias de sociedad a principios de la década de 1890, convirtiéndose en uno de los más exitosos dramaturgos del Londres victoriano tardío. Murió indigente en París, a la edad de cuarenta y seis años. "Escribí cuando no conocía la vida. Ahora que entiendo su significado, ya no tengo que escribir. La vida no puede escribirse; sólo puede vivirse", dejó dicho.


Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt





Oscar Wilde




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domingo, 2 de febrero de 2014

Sobre la Historia y sus tergiversaciones




La rendición de Breda, por Diego Velázquez (Museo del Prado, Madrid)



Nunca me ha convencido del todo esa frase tan manida de que la Historia la escriben los vencedores. La Historia la escriben los historiadores en base a documentos, relatos y objetos materiales de valor objetivo, que luego ordenan, exponen e interpretan según su saber y entender. Y en ese saber y entender es donde está la clave. Porque los hechos son los hechos se miren por donde se miren, aunque claro está, cada uno los mira como puede, como quiere o como le dejan. Por esa la Historia no está nunca escrita del todo.

Tergiversaciones de la Historia ha habido y seguirá habiendo mientras haya algo que contar sobre nuestro pasado, y contra más lejano sea ese pasado, más tergiversaciones, involuntarias o a propósito, habrá. Traigo hoy al blog varios artículos recientes que hablan sobre esas tergiversaciones.

El profesor Carlos A. Segovia, inicia el suyo, cuyo enlace pongo más adelante, con una declaración de principios que debería constituir el "leit motiv" de todo historiador que se precie: "No puede haber, por definición, investigación sin método; ni método carente de principios. Y el primero que debe regir toda investigación antropológica o sociocultural (o histórica, añado yo) que se pretenda verdaderamente seria lo formulaba inmejorablemente Bruce Lincoln a mediados de los años noventa: cuando uno accede a que sean aquellos a quienes uno debe estudiar quienes definan los términos en que deben ser estudiados, renuncia pura y simplemente a su condición científica para convertirse en un mero amanuense o, en el peor de los casos, en una suerte de animador político o deportivo. Lo sorprendente es que, a día de hoy, haya ámbitos de estudio en los que enunciar esta aparente obviedad sea motivo de escándalo y controversia".

El primero de los artículos citados trata sobre un libro que acabo de leer con placer: "La herencias viva de los clásicos. Tradiciones, aventuras e innovaciones" (Crítica, Barcelona, 2013), de Mary Beard, catedrática de Clásicas en la Universidad de Cambridge, comentado por el profesor Carlos García Gual el pasado diciembre en el blog Vitrinas de Revista de Libros. Considerada como la mayor autoridad mundial actual sobre estudios clásicos, la profesora Mary Beard, desmonta con amenidad y humor los mitos que la historia y los historiadores han ido acumulando siglo tras siglo sobre los personajes de la Grecia y la Roma clásicas: desde el cretense Minos, hasta Calígula o Adriano, pasando por Tucídides, Alejandro Magno, Cleopatra, Julio César o Augusto.

El segundo, titulado "La falsa Tizona, el falso don Pelayo", de F.Javier Herrera, publicado en el blog Historia(s) de El País, el 9 de enero pasado, persigue una finalidad similar: en este caso, hacer ver la tergiversación en provecho propio que las clases y grupos dirigentes españoles han hecho en los momentos convenientes (para sus intereses) de los acontecimientos más importantes y significativos de la historia patria. Por ejemplo, como reza el título del artículo, sobre el mito de don Pelayo o la espada del Cid, pero también sobre el cuadro "La rendición de Breda", de Diego Velázquez, o la primacía de Toledo como cabeza de la iglesia española.   

Más enjundioso, y no lo digo solo por su extensión, me ha parecido el artículo "Los orígenes del Corán. Del simulacro al laberinto", de Carlos A. Segovia, profesor de Estudios Islámicos en la Saint-Louis University, aparecido en el número del pasado enero de Revista de Libros, reseñando las publicaciones más recientes en el plano académico internacional sobre los orígenes y expansión del Islam y sobre la figura real, histórica y mitificada de su fundador, el profeta Mahoma. 

El último de los artículo que reseño trata también sobre el fenómeno religioso, en este caso sobre los orígenes del cristianismo y de quién es considerado el fundador de su iglesia, el apóstol san Pablo. Lleva por título: "La investigación moderna sobre Pablo de Tarso. Nuevas perspectivas". Está escrito por el profesor Antonio Piñero, y se publicó en el número de noviembre pasado de Revista de Libros. El artículo del profesor Piñero, catedrático de Filología Griega en la Universidad Complutense de Madrid, reseña las publicaciones académicas más recientes sobre el origen y expansión del cristianismo primitivo, sobre todo a partir del estudio y exégesis de las cartas de san Pablo contenidas en el Nuevo Testamento. La conclusión fundamental a la que llegan esos estudios es que Pablo de Tarso nunca pretendió fundar una nueva iglesia al margen del judaísmo de su época, tesis esta que no comparte plenamente el profesor Piñero.

Sean felices, por favor. Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt





Pablo de Tarso




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domingo, 28 de noviembre de 2010

El más bello desnudo de El Prado




"Eva", de Alberto Durero




No sólo lo dice Serrat; también lo pienso yo: no hay espectáculo más bello en la Naturaleza que una mujer desnuda. Y fíjense, esta vez no voy a recurrir a la autoridad de Montaigne, que lo comparte, para ratificarlo... Cada vez que visito el Museo del Prado, y lo hago sin excepción en cada ocasión que vuelvo a Madrid, encamino mis pasos a la contemplación de cuatro cuadros que para mi constituyen las joyas del museo y de la pintura universal: "La Anunciación", de Fray Angélico, italiana; "El descendimiento", de Van der Weyden, flamenca; "Las hilanderas", de Velázquez, española; y la "Eva", de Durero, alemana.

El País del pasado día 25 publicaba un precioso reportaje sobre la restauración llevada a cabo en los "Adán" y "Eva" de Alberto Durero, que alberga el museo. Quizá sea excesivo para algunos decir de su "Eva" que es el más bello desnudo de la pintura universal. Sobre gustos no hay nada escrito y no seré yo quien contradiga a mayores autoridades al respecto, pero la "Eva" de Durero de El Prado, ha sido y seguirá siendo mi musa, y la más bella metáfora, de nuevo una metáfora, de la belleza femenina y de la pureza innata de un desnudo de mujer. Sin duda alguna, el más bello espectáculo de la Naturaleza... Sean felices. Tamaragua, amigos. HArendt





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