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jueves, 2 de julio de 2020

[A VUELAPLUMA] Arquetipos



Héctor amonesta a Helena y Paris. Jan Ferdinand Heyndrickx (1820)


En el A vuelapluma de hoy [Ulises, Lisístrata y otros héroes de nuestro tiempo. El País, 25/6/20] el periodista Guillermo Altares, comenta un reciente libro del acádemico de la RAE, historiador y filólogo, Carlos García Gual, en el que se bucea en la literatura griega para escoger cinco arquetipos favoritos, aún vigentes en el cine, el cómic o el relato de la gestión sanitaria de la pandemia. 

"La historia de una cultura -comienza diciendo Altares- se puede contar a través de los héroes que sus ciudadanos veneran o temen, de los relatos de personajes extraordinarios que se repiten a lo largo de los siglos. Es lo que hace Carlos García Gual (Palma de Mallorca, 77 años), helenista y académico de la lengua, en su último libro, La deriva de los héroes en la literatura griega (Siruela), un ensayo que se mueve en un apasionante terreno en el que se mezclan la historia, la literatura y el mito. Cada época de la literatura griega, con la que nace nuestra cultura, construyó un tipo de héroes diferente. Son personajes que fueron perdiendo poderes sobrehumanos hasta convertirse en seres normales capaces de hazañas extraordinarias. Esa lógica sigue vigente en nuestra cultura contemporánea, a través, por ejemplo, del cómic o del cine de superhéroes, pero también en las noticias, ahora que vemos a los sanitarios como los héroes civiles de la pandemia. García Gual lo sabe bien: el erudito, que lleva décadas trasladando el hechizo grecolatino al lector medio en español, pasó ingresado dos semanas en el hospital por coronavirus y ha superado la enfermedad, de la que se halla felizmente recuperado.

“Lo que muestra este libro es cómo la mitología está unida a la literatura y a la sociedad griega a lo largo de su historia”, explica por teléfono García Gual, catedrático de Filología Griega en la Universidad Complutense de Madrid, autor de numerosas traducciones y ensayos, en los que de una forma u otra siempre emergen héroes y mitos como La muerte de los héroes o Sirenas. “La democracia quería un tipo de héroe como el héroe cómico, mientras que el mundo anterior, de aristócratas, buscaba héroes épicos. Son personajes que están unidos al devenir histórico de la sociedad griega”.

La historia de los héroes griegos se puede relatar a través de cinco personajes que apasionan a García Gual. Su libro, lleno de citas y de homenajes a autores que le ayudaron a navegar en el mundo de los héroes clásicos, contiene muchos más personajes, pero no disimula sus preferencias por estos cinco.

Héctor, el héroe derrotado que lucha por su ciudad: La Iliada, el gran poema épico de Homero, narra el enfrentamiento entre dos héroes, el aqueo Aquiles, hijo de un rey y una ninfa, frente a Héctor, el troyano, que se sabe derrotado y que, sin embargo, mantiene su lucha por algo mucho más importante que la gloria y el honor: su propia ciudad. Héctor se convierte así en el primer gran héroe cívico. “Enlaza con la ideología y los valores del patriotismo ciudadano”, explica García Gual. “Se alza como lo contrario de Aquiles, que lucha por su honor y quiere sobre todo que se le recuerde como el mejor. Héctor es un héroe más moderno, que combate por su ciudad, es un personaje de una nueva época. Es curioso que Homero muestre una gran simpatía por la figura de Héctor, que es mucho más humano”. Como resume en su libro, “en Héctor podemos ver la emergencia de un nuevo ideal de humanidad, de la concepción de que un hombre se realiza mejor en el servicio a la ciudad que a su propio honor”.

Ulises, el aventurero que no busca la aventura: De todos los héroes griegos, Carlos García Gual cree que el más perdurable es Odiseo o Ulises (en su versión latina). Se trata de un humano sin poderes físicos especiales, que ni siquiera busca la aventura, sino que solo quiere volver a casa y para eso utiliza la inteligencia. “Es el aventurero, el hombre astuto e inteligente, que tiene una serie de aventuras que él no buscaba, sino que se encuentra metido en ese mundo y sabe triunfar tanto ante los monstruos, como las seducciones femeninas, el mar o incluso el más allá”, señala. “Es el gran viajero. Para los griegos la figura que tienen como más representativa es Ulises. Viaja al más allá pero no le interesa, va allí casi como un turista porque se lo ha pedido Circe. Es interesante que Ulises no tenga mucho interés por el más allá, ni cuando Calipso le ofrece la inmortalidad si se queda con ella. La inmortalidad no le interesa mucho: lo que quiere es regresar. Ese gusto terreno de Ulises resulta muy moderno”.

Edipo, el héroe de lo absurdo: Edipo, al que García Gual dedicó un libro anterior, pertenece ya a un nuevo mundo helénico, que ha dejado atrás la épica para entrar en la tragedia. Para definir este momento recurre a una cita del francés Jean Pierre Vernant (un gran helenista que fue un héroe de la resistencia contra los nazis, pero que jamás se jactó de ello): “Cuando el héroe es puesto en tela de juicio ante el público, es el propio hombre griego quien, en el siglo V ateniense, se descubre problemático”. Este personaje de Sófocles refleja como ningún otro esa visión de un mundo cambiante: “Los héroes no son del todo buenos ni malos. Edipo, que quizás sea el más trágico, es un hombre que tiene una carrera heroica, y de pronto descubre que es un asesino y el culpable de las desdichas de Tebas y, sin embargo, no podemos decir que haya nada malvado en él. Es un personaje que creyendo hacer siempre lo justo se ha encontrado que se ha casado con su madre y ha matado a su padre”. Para el autor, forma parte de “los héroes del absurdo, que se enfrentan a un destino trágico en un mundo sin sentido”.

Lisístrata, la heroína que busca la paz: Con la comedia, un género que ha llegado hasta nosotros solo a través de 11 obras de Aristófanes, se abre una nueva época en el mundo griego, donde los protagonistas son tipos normales y corrientes que, sin embargo, acaban salvando a sus ciudadanos. “Frente al mundo de la tragedia, la comedia refleja más la vida de la ciudad, de la democracia”, explica García Gual, quien en su libro dedica un apartado a la heroína de la literatura griega Lisístrata, que encabeza una rebelión de las mujeres contra los hombres a los que privan de sexo hasta que dejen de guerrear. “Aristófanes presenta esas dos piezas, Lisístrata y La asamblea de las mujeres, con personajes femeninos que ocupan el lugar de los héroes, son heroínas de farsa. Para la Grecia clásica, es el mundo al revés porque las mujeres no participan de la vida política. Pero da entender que el mundo sería mucho mejor gobernado por ellas, porque buscan la paz”.

Alejandro, entre el mito y la historia: Con Alejandro Magno, Carlos García Gual cree que se acaba el mundo de los héroes helénicos. “Es el último gran héroe griego”, explica. Concentra en su grandeza las virtudes de los grandes personajes de la literatura griega: la fuerza de Heracles, la capacidad de exploración de Ulises, la muerte trágica de Héctor. Pero, apunta el profesor, presenta además una característica insólita: es un personaje real que, sin embargo, logra formar parte de la mitología. “Ese Alejandro que pasó de la historia al mito acaba por ser más importante que el Alejandro histórico”, señala. Y, allí, en ese inmenso terreno donde se mezclan la realidad y la imaginación, en el inabarcable campo de batalla de los grandes héroes, acaba el libro con un “relato que luego viaja por los siglos y las varias lenguas y literaturas mucho más allá del escenario en que surgió”.

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 








La reproducción de artículos firmados por otras personas en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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miércoles, 1 de marzo de 2017

[Un clásico de vez en cuando] Hoy, con "Hipólito", de Eurípides





Les pido disculpas por mi insistencia en mencionar de nuevo a los clásicos, de manera especial, a los griegos. Me gusta decir que casi todo lo importante que se ha escrito o dicho después de ellos es una mera paráfrasis de lo que ellos dijeron mucho mejor. Con toda seguridad es exagerado por mi parte, pero es así como lo siento. Deformación profesional como estudioso de la Historia y amante apasionado de una época y unos hombres que pusieron los cimientos de eso que llamamos Occidente.

No se me ocurre mejor manera de homenajearlos que trayendo hasta el blog, en esta sección de "Un clásico de vez en cuando", el Hipólito, de Eurípides, que pueden leer en el enlace inmediatamente anterior. Más abajo, también pueden ver si lo desean un fragmento de la adaptación de dicha obra llevada a cabo por Concha Távora y representada en el Teatro Central de Sevilla en junio de 2014. 



Representación de "Hipólito" en el teatro romano de Segóbriga


Hipólito (Ιππόλυτος) es una tragedia de Eurípides basada en el mito de Hipólito, hijo de Teseo. Fue estrenada en las Dionisias de Atenas el 428 a. C. y ganó el primer premio como parte de una trilogía. Se sabe que existía un culto a Hipólito en la ciudad de Trecén, lugar donde transcurre la acción de la tragedia y donde existían templos y ritos en su honor. En esta ciudad, las muchachas, antes de casarse, debían de ofrecer a Hipólito un mechón de cabellos. Su mito va unido al de Fedra, hermana de Ariadna y esposa de Teseo. Se dice que las tumbas de Fedra e Hipólito estaban juntas en Trecén.

Hipólito, casto, enemigo de las pasiones mundanas, frugal amante de la naturaleza y de la caza, es ferviente adorador de Ártemis, diosa de la caza, y procura vivir conforme al arquetipo de esta diosa. Fedra es una mujer apasionada, ardiente, tempestuosa, poseída por Afrodita y, por los designios de esta diosa, que cae enamorada de su hijastro, Hipólito, hasta la locura. El antagonismo de valores está encarnado por estos dos personajes contrapuestos. Ambos incurrirán en la desmesura, la hýbris griega, forzosamente castigada por los dioses.



Eurípides


Eurípides (484-406 a. C.) fue uno de los tres grandes poetas trágicos griegos de la antigüedad, junto con Esquilo y Sófocles. Se cree que escribió 92 obras, pero se conservan solo 19 (18 tragedias y el drama satírico El Cíclope). Su concepción trágica está muy alejada de la de Esquilo y Sófocles. Sus obras tratan de leyendas y eventos de la mitología de un tiempo lejano, muy anterior al siglo V a. C. de Atenas, pero aplicables al tiempo en que escribió, sobre todo a las crueldades de la guerra.







Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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martes, 24 de enero de 2017

[Un clásico de vez en cuando] Hoy, con "Las Suplicantes", de Esquilo






Les pido disculpas por mi insistencia en mencionar de nuevo a los clásicos, de manera especial, a los griegos. Me gusta decir que casi todo lo importante que se ha escrito o dicho después de ellos es una mera paráfrasis de lo que ellos dijeron mucho mejor. Con toda seguridad es exagerado por mi parte, pero es así como lo siento. Deformación profesional como estudioso de la Historia y amante apasionado de una época y unos hombres que pusieron los cimientos de eso que llamamos Occidente.

No se me ocurre mejor manera de homenajearlos que trayendo hasta el blog, en esta sección de "Un clásico de vez en cuando", a Las suplicantes, de Esquilo, que pueden leer en el enlace de más arriba, o ver si lo desean un fragmento de la misma representado en noviembre de 2013 por la Escuela de Teatro y Danza de Extremadura, en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida. También pueden verlo en el vídeo de más abajo.



Esquilo


Esquilo (525 a.C-456 a.C.) fue un dramaturgo griego, predecesor de Sófocles y Eurípides, considerado como el primer gran representante de la tragedia griega. Nació en Eleusis, Ática, lugar en el que se celebraban los misterios de Eleusis. Pertenecía a una noble y rica familia de terratenientes. En su juventud fue testigo del fin de la tiranía de los Pisistrátidas en Atenas. Luchó en las batallas de Maratón, Salamina y Platea contra los persas. Alguna de sus obras son el resultado de sus experiencias de guerra. De la importancia de su obra da fe el hecho de que se permitiera que sus obras fueran representadas en el agón («certamen») en los años posteriores a su muerte, junto a las de los dramaturgos vivos; un honor excepcional. De toda su extensa obra sólo se conservan siete piezas, seis de ellas premiadas, y fragmentos de otras tantas.



Las Danaides


Las suplicantes de Esquilo está datada hacia el 465 a.C. Su trama es la historia de las cincuenta Danaides, que conducidas por Dánao, su padre, han llegado a Argos huyendo de los hijos del rey de Egipto, que pretendían obligarlas a casarse con ellos. Una vez en Argos, se hacen suplicantes de Zeus, ascendiente suyo, refugiándose en su altar. Temerosas de ser forzadas por sus perseguidores, suplican a Pelasgo, rey de Argos, por el derecho a no ser entregadas a quienes ellas no quieran y a disponer de su propio cuerpo frente a la violencia masculina, amenazando en caso contrario con suicidarse ahorcándose con sus ceñidores y cinturones en las estatuas de los dioses que hay en el altar. Pelasgo, temeroso de indisponerse con Egipto, consulta con el pueblo, que decide protegerlas. La situación que plantea Esquilo es la del dilema que supone la decisión de Pelasgo, pues sea esta cual sea, conducirá a la desgracia de su pueblo: si acoge a las Danaides, supondrá la guerra con los egipcios; si decide entregarlas a sus perseguidores, supondrá la cólera de Zeus por romper las reglas de la hospitalidad.





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viernes, 30 de diciembre de 2016

[Un clásico de vez en cuando] Hoy, con "Alcestis", de Eurípides






Les pido disculpas por mi insistencia en mencionar de nuevo a los clásicos, de manera especial, a los griegos. Me gusta decir que casi todo lo importante que se ha escrito o dicho después de ellos es una mera paráfrasis de lo que ellos dijeron mucho mejor. Con toda seguridad es exagerado por mi parte, pero es así como lo siento. Deformación profesional como estudioso de la Historia y amante apasionado de una época y unos hombres que pusieron los cimientos de eso que llamamos Occidente.

No se me ocurre mejor manera de homenajearlos que trayendo hasta el blog, en esta sección de "Un clásico de vez en cuando", el texto del Alcestis de Eurípides, que pueden leer en este enlace, o ver, si lo desean, aquí, o en el vídeo al final de la entrada, con la representación llevada a cabo en 2011 por el Barnard/Columbia Ancient Drama Group, el Grupo de Teatro Clásico de la Universidad de Columbia, en Nueva York. Está en inglés y subtitulado en ese mismo idioma, pero les aseguro que merece la pena si antes han leído el texto de la obra.



Eurípides


Eurípides (480-406 a. C.) fue uno de los tres grandes poetas trágicos griegos de la antigüedad, junto con Esquilo y Sófocles. Nació en Salamina, Ática central, de donde pronto tuvieron que emigrar a Atenas a causa de la Segunda Guerra Médica siendo él aún un niño. Odiaba la política y era amante del estudio. Su biblioteca privada fue una de las más completas de toda Grecia. Fue amigo de Sócrates, el cual, según la tradición, sólo asistía al teatro cuando se representaban obras de Eurípides. En 408 a. C., decepcionado por los acontecimientos de su patria, implicada en la interminable Guerra del Peloponeso, se retiró a la corte de Arquelao I de Macedonia, en Pela, donde murió dos años después. Se cree que escribió 92 tragedias, pero se conservan sólo 19 de ellas. Su concepción trágica está muy alejada de la de Esquilo y Sófocles. Sus obras tratan de leyendas y eventos de la mitología de un tiempo lejano, muy anterior al siglo V a. C. de Atenas, pero aplicables al tiempo en que escribió, sobre todo a las crueldades de la guerra. Eurípides reformó la estructura formal de la tragedia ática tradicional mostrando mujeres fuertes y esclavos inteligentes, y satirizando a los héroes de la mitología griega. Sus obras parecen modernas en comparación con los de sus contemporáneos, centrándose en la vida interna y las motivaciones de sus personajes de una forma antes desconocida para el público griego. Fue notoria la animadversión de Aristófanes contra Eurípides, al que ataca en sus comedias con chistes y alusiones de intención malévola. Las razones de esta animadversión podrían ser su antagonismo ideológico con el pensamiento avanzado de Eurípides y el retrato que hace Eurípides de las mujeres en sus tragedias, muy alejado del modelo tradicional estereotipado de la comedia antigua helena.




Alcestis es una de las más tempranas obras que han llegado hasta nosotros de Eurípides. La obra fue representada en las Dionisias del año 438 a. C., estando ya avanzada la carrera del autor. A veces se la caracteriza como una obra satírica y a veces como un melodrama. Eurípides la presentó como la pieza final de una tetralogía con la que ganaría el segundo premio. Las otras tres obras eran Cresis, Alcmeón y Télefo, ninguna de las cuales ha llegado hasta nosotros.

Apolo, tras matar a los Cíclopes, había quedado expulsado del Olimpo durante nueve años. Ese tiempo lo pasa al servicio del rey de Tesalia, Admeto. En agradecimiento a su hospitalidad, Apolo consigue que las Moiras le concedan a Admeto vivir más allá de la fecha de su muerte, pero para ello, Admeto, debe encontrar a alguien que lo sustituya cuando la muerte venga a reclamarlo.

Su esposa, Alcestis, se muestra conforme en ser llevada en su lugar, pero en su lecho de muerte pide a su marido, Admeto, que nunca se case de nuevo y que nunca ponga una madrastra a sus hijos a lo que Admeto presta su conformidad. Pero nada más morir Alcestis hace aparición en el palacio su amigo Heracles que no sabe nada de la promesa efectuada por Admeto a Alcestis.

Cuando se entera de ello por un criado, en el momento de celebrarse los sacrificios funerarios por Alcestis, Heracles se presenta ante su tumba con una mujer tapada con un velo que fuerza a Admeto a tomar como esposa. Cuando este alza el velo de la mujer se encuentra con su amada Alcestis, que Heracles ha rescatado del reino de los muertos y devuelto a la vida. Disfruten de ella.






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sábado, 27 de agosto de 2016

miércoles, 25 de noviembre de 2015

[Un clásico de vez en cuando] Hoy, "Las Euménides" de Esquilo



Orestes perseguido por las Erinias


Les pido disculpas por mi insistencia en mencionar de nuevo a los clásicos, de manera especial, a los griegos. Me gusta decir que casi todo lo importante que se ha escrito o dicho después de ellos es una mera paráfrasis de lo que ellos dijeron mucho mejor. Con toda seguridad es exagerado por mi parte, pero es así como lo siento. Deformación profesional como estudioso de la Historia y amante apasionado de una época y unos hombres que pusieron los cimientos de eso que llamamos Occidente.

Hace unos días escribí en el blog sobre las Euménides, las Furias, las Erinias o las Benévolas, de todas esas formas son llamadas en la mitología clásica esos seres que simbolizan la venganza, con motivo de mi entrada sobre la inmensa novela de Jonathan Littell titulada, precisamente, Las Benévolas. Hoy traigo hasta el blog, en el apartado de "Un clásico de vez en cuando", el texto de Las Euménides, del gran trágico griego Esquilo (525-456 a.C.), que también pueden ver representada en este enlace o en el vídeo de más abajo, en una producción teatral de 1983 dirigida por Peter Hall (está en inglés, subtitulada en español). 

El sufrimiento humano es el tema principal del teatro de Esquilo, un sufrimiento que lleva al personaje al conocimiento y que no está reñido con una fuerte creencia en la justicia final de los dioses. Muy interesado en la vida comunitaria de la polis, todas sus obras tienen aspectos visiblemente políticos. 

Las Euménides es la culminación de la trilogía de Esquilo sobre el mito de Orestes. Una pieza con la que resuelve, mediante la intervención de los dioses, un problema concebido inicialmente como un asunto privado, uno de tantos crímenes familiares, con venganza incluida, que tachonan el firmamento mítico griego. Estas "benefactoras" que dan título a la obra son las Erinias, espantosos espíritus vengadores de los crímenes familiares. El cambio de nombre, de las Erinias a las Euménides (benefactoras) implica una mudanza en su función religiosa y en sus atribuciones con respecto a los humanos, en la que la venganza es sustituida por la justicia, concebida en el solemne acto de constitución del Aerópago, la colina de Ares, el tribunal de justicia ateniense. En la constitución del mismo va a jugar un papel fundamental Apolo, el dios ciudadano por excelencia, ya olvidados sus orígenes salvajes, así como Atena, la diosa protectora de la ciudad. 

Este protagonismo de las dos divinidades justifica que la acción de la obra se desarrolle en dos escenarios diferentes. Primero, en Delfos, santuario de Apolo, y luego en Atenas, a la sazón, la época de Esquilo, la polis más poderosa de la atomizada Grecia, lo que ha dado lugar a que los comentaristas divaguen sobre las cuestiones políticas y nacionalistas que subyacen en la obra. En la primera parte, en Delfos, la Pitia, la sacerdotisa de Apolo relata como Orestes, perseguido por las Erinias se ha presentado ante el dios, y que este le ha ordenado marchar a Atenas y buscar refugio en el templo de Atenea. Antes de ello, el espíritu de Clitemnestra, la madre de Orestes, ha azuzado a las Erinias contra su hijo, pero Apolo las ha expulsado del templo otorgando su protección a Orestes. 

En la segunda parte, Orestes aparece en el templo de Atenea, acosado por las Erinias, pero Atenea entra en escena y ordena escuchar a las dos partes, sin tomar partido por Orestes ni las Erinias, sino convocando a los mejores ciudadanos de Atenas para que decidan ellos. Mientras el coro expresa su temor ante los cambios, Atenea da por constituido el tribunal del Aerópago, para que sea este a partir de ahora quien resuelva los casos de sangre. Ante el nuevo tribunal Apolo defiende la causa de Orestes y el coro la de las Eritias. En la votación final se produce un empate que Atenea resuelve, con su voto de calidad, favorable al perdón de Orestes sin por ello absolverle del crimen cometido contra su madre. 

La obra termina con un largo diálogo entre las Erinias, indignadas por el resultado del juicio, y la diosa Atenea, que las apacigua en su ira al ofrecerles un lugar en la protección de la ciudad, convirtiéndolas así en benefactoras de Atenas, en Euménides, en Benévolas.

Espero que disfruten de esta hermosísima obra que sigue guardando todo su frescor dos mil quinientos años después de escrita. 

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sábado, 7 de noviembre de 2015

[Un clásico de vez en cuando] Hoy, "Lisístrata", de Aristófanes






Les pido disculpas por mi insistencia en mencionar de nuevo a los clásicos, de manera especial, a los griegos. Me gusta decir que casi todo lo importante que se ha escrito o dicho después de ellos es una mera paráfrasis de lo que ellos dijeron mucho mejor. Con toda seguridad es exagerado por mi parte, pero es así como lo siento. Deformación profesional como estudioso de la Historia y amante apasionado de una época y unos hombres que pusieron los cimientos de eso que llamamos Occidente.

Pero no siempre vamos a estar citando a los grandes clásicos griegos de la tragedia, la filosofía o la ciencia. También, de vez en cuando, podemos deleitarnos con sus comedias. Por ejemplo, con esta que traigo hoy hasta el blog. La famosísima, divertida y atrevida comedia de Aristófanes titulada "Lisístrata".

El argumento de "Lisístrata" no puede ser más sencillo. Se lo intento resumir: Atenas está en un momento álgido de su permanente guerra con Esparta, la Guerra del Peloponeso. Lisístrata es una decidida matrona ateniense harta de que su marido se pase la vida en la guerra desatendiendo a su familia y sus quehaceres ordinarios. Así pues, un día, convence a un numeroso grupo de mujeres atenienses para ocupar la acrópolis de la ciudad, en la que se guarda el tesoro de la misma, y declararse en huelga de muslos cerrados hasta que sus hombres hagan la paz con los espartanos y vuelvan a sus casas y sus quehaceres cotidianos. 

La medida no solo es secundada por las mujeres atenienses, sino que llega a oídos de las mujeres espartanas, que hartas también de la guerra de sus maridos, deciden secundarla uniéndose a una huelga general sexual que deja a sus hombres absolutamente al pairo. Ni que decir tiene que la medida tiene un éxito fulminante, ya que, a la obligada abstinencia sexual de los guerreros se une la imposibilidad de acceder a la acrópolis y disponer del dinero para la guerra. La paz entre Esparta y Atenas se consolida y todos brindan finalmente por la "reconciliación" y vuelven alegres a sus "quehaceres"...

"Lisístrata" fue representada por primera vez en el 411 a. C., y desde entonces se ha convertido en un símbolo del esfuerzo organizado de las mujeres en favor de la paz. Por ello, se usó su nombre para el "Lysistrata Project" (Proyecto Lisístrata), un acto teatral que se efectuó en el 2003 de manera simultánea en más de cuarenta y dos países en favor de la paz. Ese día miles de personas participaron en aproximadamente 700 lecturas dramatizadas de la obra, que se realizaron a beneficio de organizaciones sin fines de lucro, que trabajan por la paz y ofrecen ayuda humanitaria.

Aristófanes (444-385 a.C.) vivió durante la Guerra del Peloponeso, época que coincide con el esplendor del imperio ateniense y su posterior derrota a manos de Esparta. Leyendo a Aristófanes es posible hacerse una idea de las intensas discusiones ideológicas, políticas, filosóficas, económicas y literarias, de la Atenas de aquella época.

Su postura conservadora le llevó a defender la validez de los tradicionales mitos religiosos y se mostró reacio ante cualquier nueva doctrina filosófica. Especialmente conocida es su animadversión hacia Sócrates, a quien en su comedia "Las nubes" presenta como un demagogo dedicado a inculcar todo tipo de insensateces en las mentes de los jóvenes. En el terreno artístico tampoco se caracterizó por una actitud innovadora; consideraba el teatro de Eurípides como una degradación del teatro clásico.

Pese a ello, sus comedias son de un gran interés histórico, además de su valor literario, pues gracias a las mismas se puede conocer la vida cotidiana de los atenienses. El autor protestó con frecuencia contra la guerra. Tanto en "Lisístrata", como en "Los acarnienses" y "La paz", Aristófanes defendió las soluciones pacíficas contra los demagogos que impulsaban al pueblo a la guerra. 

En el vídeo de más abajo pueden ustedes disfrutar de la representación de "Lisístrata" llevada a cabo por la Compañía Timbre 4, de Ciudad de México, o hacerlo desde este enlace.

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jueves, 16 de julio de 2015

[Literatura] Un clásico de vez en cuando. Hoy, "Los persas", de Esquilo



Representación de "Los persas", Esquilo




Les pido perdón por mi insistencia en mencionar de nuevo a los clásicos, de manera especial, a los griegos. Me gusta decir que casi todo lo importante que se ha escrito o dicho después de ellos es una mera paráfrasis de lo que ellos dijeron mucho mejor. Con toda seguridad es exagerado por mi parte, pero es así como lo siento. Deformación profesional como estudioso de la Historia y amante apasionado de una época y unos hombres que pusieron los cimientos de eso que llamamos Occidente.

Hoy traigo hasta el blog la obra "Los persas" (Πέρσαι), escrita por Esquilo el año 472 a. C. "Los persas" transcurre en la corte de Susa, capital del imperio persa, y da comienzo con la intervención del coro, representado por nobles persas, y de la reina madre, Atosa, que esperan con impaciencia la llegada de noticias sobre la guerra que el rey Jerjes mantenía contra los griegos en Europa . Es en ese momento que un mensajero entra en escena portando noticias de la derrota del ejército persa en Salamina, y de que el rey Jerjes ha conseguido escapar y se encuentra camino de Susa. El mensajero comienza una gráfica descripción del transcurso de la batalla y de su sangriento final. El punto álgido de la escena es el soliloquio del mensajero cuando cuenta el grito de batalla con el que avanzaban los griegos: "Adelante, hijos de Grecia. Liberad vuestra patria, a vuestros hijos, a vuestras mujeres, a los templos de vuestros dioses ancestrales, a las tumbas de vuestros antepasados: esta es la batalla por todo ello". La reina Atosa acude entonces a la tumba de su amado esposo, Darío I, momento en el que le aparece este en espíritu explicándole que la derrota persa ha de buscarse en la hibris (desmesura) de Jerjes, al construir un puente con barcos sobre el Helesponto, que ha ofendido a los dioses. De esta manera, Esquilo hace ver que han sido los dioses, más que Atenas, los responsables de la victoria. Jerjes, no aparece hasta el final de la obra, vencido y avergonzado por la derrota, sin aceptar que fue su hibris la que condujo a Persia a ese fatal desenlace.

Esquilo, que participó en la batalla como soldado, no menciona a ningún líder griego y no hace una obra de propaganda de la victoria. Por el contrario, quiere que el público se apiade de los persas, el adversario, más que enemigo, al que habían derrotado hacía tan poco tiempo. En "Los persas", la obra de teatro más antigua que se conserva de Esquilo, el autor domina ya todas las habilidades de un dramaturgo: la alabanza de su ciudad es sutil, muestra respeto hacia los personajes. Hay hondura y matices, y muestra una consumada maestría en la creación de tensión dramática y atmósfera, incluso cuando habla sobre acontecimientos totalmente familiares entre el público. Considerado como el primer gran representante de la tragedia griega, Esquilo (525-456 a.C.), que nació en Eleusis, Ática, en el seno de una noble y rica familia de terratenientes, fue en su juventud testigo del fin de la tiranía de los Pisistrátidas en Atenas y participó como soldado en las batallas de Maratón, Salamina y Platea. Alguna de sus obras son consecuencia de sus experiencias guerreras. Fue también testigo del desarrollo de la democracia ateniense. En "Las suplicantes" (490 a. C.), puede detectarse la primera referencia que se hace acerca del poder del pueblo y de la creación del Areópago, tribunal encargado de juzgar a los homicidas, y en "Las euménides" (478 a. C.), se refleja la reforma de Efialtes que transfirió los poderes políticos del Areópago al Consejo de los Quinientos. Escribió 82 piezas de las solo se conservan siete, seis de ellas premiadas. Les animo a leer "Los persas" en el enlace de más arriba. Disfrútenlo. 

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Ruinas de Susa, en el actual Irán




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