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miércoles, 22 de julio de 2020

[A VUELAPLUMA] Solidaridad



El futbolista Keita Baldé


"Su padre, nacido en Senegal, llegó a mediados de los noventa -comienza escribiendo en el Avuelapluma de hoy [Una historia de nuestro tiempo. La Vanguardia, 16/7/2020] el filólogo y ensayista Jordi Amat-. Su peripecia, cruzándola con centenares como la suya, la hubiera aprovechado Francesc Candel si hubiera llegado a actualizar Los otros catalanes. Porque fue entonces, como otras veces, cuando la inmigración transformó de nuevo el país. Hace treinta años España era un país de oportunidades laborales, y él aterrizó en El Prat esperando salvar su vida trabajando y así podría traer a su mujer. Sin seguir una pauta, replicaba la dinámica de los progresos migratorios. Antes que él había venido su primo, que había encontrado trabajo en el Maresme, y él siguió sus pasos. Pero no se ganaría un sueldo en la agricultura sino que se dedicó a la construcción. El país que tenemos tampoco se entiende sin el cruce entre el boom de ese sector, con todas las consecuencias que tuvo a corto y está teniendo a medio plazo, y la llegada de la nueva inmigración. En cuanto tuvo un empleo pudo traer a su mujer, pudieron comprar un piso y aquí tendrían a sus hijos.

En 1995 Keita Baldé nació en Arbúcies. El verano en que el camerunés Eto’o fichó por el Barça, los padres de aquel niño aceptaron la propuesta del mismo club: Keita se marcharía de la comarca de la Selva e iría a ­vivir a la Masia. Los buscapromesas lo habían descubierto vistiendo la camiseta de los infantiles del Palautordera y, como todos los que lo veían jugar, quedaron asombrados de su fuerza al regatear y la determinación para marcar goles. Era el 2004 y apenas ­tenía nueve añitos. Durante las temporadas siguientes, que fueron las de la gloria ­blaugrana, el crío que tenía que madurar mirándose en las estrellas se hartó de marcar en las diversas categorías con las que iba jugando. En la prensa deportiva, que es donde encuentro la información para es­cribir este artículo, leo que sumó 300 goles durante cinco temporadas. Y en todos los artículos, también en su entrada en la Wikipedia, se destaca una anécdota que decantó su ­trayectoria.

Durante el verano de la temporada 2009-2010 el cadete A, que era el equipo con quien Baldé jugaba, participó en un torneo celebrado en Qatar. De aquí podría salir también una buena investigación. No solo porque fue entonces cuando la principal marca catalana de la globalización –el Barça– ató sus relaciones con el emirato. Este acuerdo seguramente sea el más significativo de muchas otras relaciones laborales y empresariales que se fueron estableciendo entre una cierta élite del país y algunos países de Oriente Medio. Esta también ha sido una de las caras de la globalización económica catalana. Pero no nos alejemos de la joven promesa que era un adolescente de quince años. Porque una noche llenó de cubitos la cama de un compañero y, como estar al quite del comportamiento de esos chicos es una de las responsabilidades del club, le hicieron ver que con esa gamberrada se había pasado de la raya. En la web del club hay una fotografía oficial de la plantilla del cadete A para la temporada 2010-2011. En la lista de 21 jugadores solo hay uno que al lado de su nombre tenga un paréntesis. Es Baldé. Allí se especifica que lo habían cedido. Jugaría en el Cornellà. Marcó 47 goles.

Cuando un año después fue el momento de volver al Barça, no duró ni cinco minutos. No parece que tuviera muchas ganas de pedir perdón, y había varios clubs con el talonario preparado. El Lazio puso 300.000 euros sobre la mesa, y se fue al club italiano. Triunfó en las categorías inferiores, no tardó en estrenarse con la camiseta de Senegal, y dejaría boquiabierta a la afición cuando hizo un hat-trick en solo cinco minutos en un partido de Primera contra el Palermo. Todo pasión, también era impulsivo y controvertido fuera del campo. Una madrugada empotró su Lamborghini de 180.000 euros en la pared de una calle de Roma. Tenía 19 años, afortunadamente salió ileso, pero el episodio también es revelador de un signo de nuestros tiempos: la entronización del futbolista presentado por los medios como ejemplo del triunfador por la naturalidad con que exhibe su fortuna. En el 2017 fichó por el Mónaco.

De Keita Baldé, hijo de Arbúcies, no había oído hablar hasta hace un mes y medio. Durante el confinamiento, atento a las redes, tomó conciencia de la problemática de los temporeros que recogen la fruta dulce. A los que desde Barcelona no vemos, si lo sabemos, lo olvidamos rápido tras ver las noticias de la temporada mientras se per­petúa una situación crítica que afecta a todas las Terres de Lleida. Hay un libro que, sin moralina banal sino en su complejidad hu­mana, lo explica: La pell de la frontera, de Francesc Serés. Baldé, conmovido, intentó hacer algo. Se comentaba que este año, con la Covid-19, la situación era potencialmente explosiva. A través de una profesora y ­activista quiso poner un remiendo: alo­jamiento, comida y ropa durante tres meses para 150 personas. No fue fácil. Había ­hoteles cerrados, algunos no querían ofrecer sus servicios a los temporeros. Pero no dejó de intentarlo hasta que lo consiguió. Saber dar respuestas a estas situaciones, que se ex­tenderán, será a partir de ahora una de las principales historias del nuevo país que empieza".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 








La reproducción de artículos firmados por otras personas en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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jueves, 30 de abril de 2020

[A VUELAPLUMA] La condición humana





Cada vez que alguien pretende crear un país nuevo o un hombre nuevo, comenta en el A vuelapluma de hoy jueves [Lo nuevo es muy viejo. La Vanguardia, 22/4/2020] el escritor Lluís Foix, no sé si asustarme o sonreír. 

"Desde que Herodoto escribió sus nueve libros de historia -comienza diciendo Foix- hace unos veinticinco siglos hasta hoy la condición humana tiene unas constantes que se repiten atravesando civilizaciones, imperios, revoluciones y los espectaculares progresos que ha experimentado la humanidad. El historiador británico Arnold Toynbee (1889-1975) tiene una amplia obra que estudia el paso cíclico de las civilizaciones que llegan y se van dejando las huellas que imprimieron quienes fueron sus protagonistas intelectuales y políticos.

Otro historiador británico, Paul Kennedy, escribió un magnífico libro sobre el auge y la caída de las grandes potencias, desde el imperio español hasta los Estados Unidos del ­siglo XX, en el que sitúa los cambios de ­hegemonías en factores económicos, la fuerza militar y la capacidad del buen gobierno por parte de los dirigentes de cada momento histórico.

Un hilo conductor de cualquier viaje por la historia humana demuestra que pueden cambiar las circunstancias pero las pautas del comportamiento humano son muy viejas, son las de siempre.

El exrector Josep Maria Bricall reacciona con irónico escepticismo cada vez que oye la expresión del independentismo de que “hay que hacer país”, recordando la respuesta de Tarradellas cuando decía que el país ya está hecho y lo que hay que hacer es gobernarlo y gobernarlo bien. Causan una cierta vergüenza las palabras de la consellera Budó al decir que “con la independencia habríamos actuado antes y no tendríamos tantos muertos ni tantos infectados”.

La tendencia del independentismo a gobernar en un país imaginario es cansina. Lo que es exigible es que en las dramáticas circunstancias actuales gobiernen para resolver las cosas que pasan y no sobre las que habrían podido pasar. En la pandemia que todavía nos tiene confinados ni la Generalitat ni el Gobierno de Pedro Sánchez han sido capaces de contar a los muertos ni de facilitar el material necesario al personal sanitario. La tan anunciada entrega de mascarillas para todos está todavía en fase de tramitación. Por mucho que Sánchez hable de nueva situación después de la pandemia y de los pactos de reconstrucción nacional que se anuncian, lo que más urge ahora es gestionar el presente con profesionalidad y solvencia. Quizás con unas cuantas ruedas de prensa menos ya pasaríamos.

El país y sus gentes son muy viejos y difícilmente se convertirán en nuevos por mucho que se insista desde un gobierno o desde las ideas que lo inspiran. No hay nada nuevo bajo el sol, decía Cohélet en el Eclesiastés.

Cuando Hitler proyectó crear una Alemania radicalmente nueva ya sabemos por desgracia cómo acabó la novedad. Y cuando Lenin, Trotski y Stalin quisieron fabricar el hombre nuevo, el homo sovieticus , pusieron en marcha un régimen que quiso cambiar el mundo negando las libertades más elementales y causando la muerte a millones de rusos. Al final del itinerario se desintegró el imperio soviético y sus soportes ideológicos cayeron por su propio peso hasta aparecer el viejo hombre ruso tan bien dibujado por Tolstói, Dostoyevski y más recientemente por Vasili Grossman.

No hay duda de que la sacudida del coronavirus constituirá un antes y un después desde muchos puntos de vista. La tecnología nos ha permitido trabajar de otra manera, relacionarnos desde la distancia y vivir en el miedo que produce el desconcierto. Pero quienes administren el futuro lo tendrán que hacer con el rigor, la solvencia, la decencia y la justicia con que se aspira a construir las sociedades a medida humana. El hecho de que la distopía sea un concepto más utilizado que la utopía indica hasta qué punto la sociedad ficticia, virtual o simbólica, se ha apoderado de muchas mentes que han olvidado la realidad de los hechos.

Zygmunt Bauman confesaba al final de sus días que “la modernidad nació bajo el signo de una confianza inédita: podemos conseguirlo y, por lo tanto, lo conseguiremos, es decir, podemos refundar la condición humana y convertirla en algo mejor de lo que ha sido hasta ahora”.

Recuerdo el grito triunfal de Barack Obama en la campaña electoral que lo llevó a la Casa Blanca en el otoño del 2008. Era el “Yes, we can” que resonaba en todos los ­estados que visité desde California hasta Nueva York durante dos meses. Aquel “sí, podemos”, tan sugestivo y tan humano, tropezó con las dificultades habituales en cualquier presidencia. No olvide, amigo, me dijo un sargento de la policía de Houston du­rante la campaña, que la Casa Blanca por ­algo se llama blanca.

Luego ha venido el periodo más desconcertante de la historia contemporánea de Estados Unidos con un presidente Trump que se empeña en ignorar la realidad y gobierna desde el desprecio a cuantos le discuten una hegemonía de la que ya no dispone. Aquel poder blando norteamericano que conquistó el mundo desde 1945 hasta hace muy poco ha dado paso a una “América primero” que también es atacada por un virus que no se detiene en las fronteras".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 





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miércoles, 4 de marzo de 2020

[A VUELAPLUMA] Intolerancia





"En la Eneida -escribe en el A vuelapluma de hoy la psicóloga Remei Margarit ("El caballo de Troya". La Vanguardia, 29/2/2020)-, Virgilio explica que los griegos asediaban la ciudad de Troya, pero como la ciudad tenía unas murallas muy altas no podían entrar; entonces construyeron un caballo enorme de madera, lo dejaron en la puerta de la ciudad y se marcharon del asedio. Los troyanos creyeron que aquel caballo era un regalo de los dioses y lo metieron en la ciudad. Por la noche, los guerreros griegos escondidos dentro del caballo salieron y tomaron la ciudad.

Desde entonces, el caballo de Troya es un símil del enemigo infiltrado. Pues en este nuestro país, la entrada de Vox en las instituciones es el caballo de Troya de la ultraderecha. Se presentan como demócratas porque han tenido votantes, pero el voto no lo es todo en una democracia, las bases de la democracia son la libertad de expresión y el respeto para toda clase de pensamiento. Ello no quiere decir que sea preciso tolerar el pensamiento que la quiere destruir, que es lo que quiere la ultraderecha de este país y del mundo entero. He vivido bajo el franquismo y reconozco los gestos, el tono y las palabras de la ultraderecha cuando los oigo. Ya sé que entre sus votantes pocos quieren una dic­tadura, otros muestran su enojo porque las cosas no les van bien y otros se han dejado engañar por las mentiras de las soluciones fáciles para resolver problemas complejos, como propone la ultraderecha. El pin parental ya es un primer paso para empobrecer la educación.

En la anterior legislatura, el PP ya arrinconó la educación para la ciudadanía, una buena asignatura para educar buenos ciudadanos; y ahora, la ultraderecha quiere vetar el respeto para toda clase de afectos humanos, y si se la deja hacer, vetará la libertad de expresión y todo lo que haga falta. Son viejos conocidos aunque sean jóvenes y sonrientes; eso sí, sonríen mucho, aunque a mí me parece que lo que hacen es enseñar los dientes.

El caballo de Troya existe siempre. Los intolerantes aprovechan las facilidades democráticas para introducirse en las instituciones y desde allí desmontar las democracias, conseguidas con el esfuerzo de todos. No hay que descuidarse ni un día si queremos vivir en paz. La into­lerancia no puede estar en las institu­ciones".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 





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viernes, 28 de febrero de 2020

[A VUELAPLUMA] ¡Paciencia y barajar!



Dibujo de Francesco Novelli (1767-1836)


"En la segunda parte del Quijote , -comenta en el A vuelapluma de hoy viernes el escritor Daniel Fernández-, en el capítulo XXIII, se nos da razón de lo que vio o soñó Don Quijote en la cueva de Montesinos. Y es el propio Montesinos quien nos presenta a su primo, Durandarte, mientras espera y confía en que el Caballero de la Triste Figura los libre del encantamiento que hace quinientos años cumplidos que los retiene en la malhadada cueva por culpa del mago Merlín. Sale así por un momento de su sopor de siglos Durandarte y se dirige a su primo de esta guisa, agotado sin duda por la visita de Don Quijote y la esperanza del desencantamiento: “Y cuando así no sea –respondió el lastimado Durandarte con voz desmayada y baja–, cuando así no sea, ¡oh, primo!, digo: ¡paciencia y barajar!”. Y tras esa breve línea, Cervantes nos cuenta cómo Durandarte volvió a su acostumbrado silencio de centenares de años y no dijo nada más. Pobre paladín, que había dejado encargado a su primo Montesinos que le arrancase el corazón para ofrecérselo a su dama. Y el primo cumplió el encargo y lo llevó amojamado, para que no resultase maloliente.

¡Qué bueno es Cervantes! ¡Y qué divertido! Y en ese inagotable filón que es El Quijote hay bastantes referencias, como en otros escritos y creaciones cervantinos, a los juegos de cartas, que eran propios de villanos, pero a los que es probable que Don Miguel tuviese afición, pues maneja con soltura expresiones y dichos del juego. En cualquier caso, baste la evidencia de que aparezca en El Quijote , como también en el Guzmán de Alfarache , para entender que lo de paciencia y barajar es frase hecha que viene de antiguo, tal vez de tanto tiempo atrás como el propio Durandarte.

Nota al margen que prueba las muchas peculiaridades de este país nuestro: la cueva de Montesinos se puede visitar físicamente en Ossa de Montiel, en Albacete, aunque no hallarán ni encantados ni caballeros ni damas, pues no deja de ser una de esas peculiaridades hispanas que revuelven la tradición con una escenografía, como mínimo, peculiar.

Naipe , por cierto, es voz de muy probable origen catalán. Y baraja como conjunto de naipes se establece al mismo tiempo que su significado de riña, disputa o tumulto. Pe- ro no me enredo más por ese camino, aunque no me resisto a dejar un detalle último, y es que Alfonso XI de Castilla prohibió expresamente a los caballeros los juegos de naipes, el ludus chartarum, que de ahí la confusión entre naipes y cartas de baraja.

Sea como fuere, y al margen de su antigüedad, lo de paciencia y barajar es frase que me digo a mí mismo a menudo, especialmente en tiempos de confusión o tras algún fracaso de distinta índole que exige volver a intentarlo. Si quieren más chascarrillos consoladores de la vida y sus trajines, también tengo en mucha estima lo de parar y templar –que viene del toreo, pero es útil ante cualquier problema– y lo de mejor ocuparse que preocuparse, para rematar esta pirámide de tópicos con un “casi nunca pasa nada” que flamea en la cúspide justo al lado de un bloque suelto en el que está labrado “¡qué se le va a hacer!”.

Hoy, desde luego, estoy en modo de paciencia y barajar. Tal vez porque escribo esto en un día invernal después de muchos primaverales, con la niebla borrándome el paisaje. O puede ser porque me haya resfriado –creo que no es el coronavirus de Wuhan, pero...– y ande más embotado y torpe que de normal. O también, y me parece más probable, porque estamos en un tiempo lento y aletargado a la espera de que las prometidas nuevas elecciones autonómicas catalanas repartan de nuevo las ­cartas.

¡Paciencia y barajar, pues! Mientras la niebla se levanta y ojalá que nos deje ver algún horizonte. Piénsenlo y verán que es la receta para seguir con nuestras vidas pese a todos los vaivenes de la política. Y sirve de consolación tanto ante la suspensión del Mobile, patada en la espinilla de China que nos han dado en toda nuestra cara, como frente a la enésima confusión entre catalán y catalanohablante, con voluntad clara de muerte y extinción del bilingüismo... En realidad, lo mismo vale para atascos de tráfico que para entender la incipiente rebelión del campo y sus reivindicativas tractoradas. Y no pierde brillo ni utilidad tanto si paramos atención en la abulia de nuestro Govern como si nos da por lamentar alguna iniciativa legislativa o fiscal.

Estamos, además, en ese tiempo del año con la vida sepultada en la tierra a la espera de unos brotes que, pese a que cada año se adelanten más, hoy yo no contemplo. Esa es otra, claro. Porque hace ya unos quince días que he visto florecer almendros que puede que hayan soportado luego una helada. Pero ante el cambio climático, ya saben: paciencia y barajar, y tal vez algo de reciclaje activo y militante, no vaya a ser que perdamos toda la fuerza en mover y remover cartas. Y que, como Montesinos y Durandarte, nos quedemos encantados y en la cueva, en nuestra siesta inmemorial".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 






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martes, 4 de febrero de 2020

[ARCHIVO DEL BLOG] Cataluña y España. (Publicada el 16 de julio de 2009)



Monasterio de Montserrat, Cataluña


Un excelente artículo del escritor y periodista Xavier Vidal-Foch, titulado "Si Cataluña no existiese", en El País de hoy, me ha hecho reflexionar sobre la propensión que tenemos los españoles a mezclar churras con merinas. Por ejemplo, asimilando pueblos y naciones con partidos o gobiernos. Ni todos los israelíes son antipalestinos, ni todos los gallegos, vascos, catalanes y canarios son nacionalistas y antiespañoles.

A mí, personalmente, no me molestan lo más mínimo los españoles que dicen no sentirse españoles. Faltaría más que alguien estuviera obligado a "sentirse" español, canario, sueco o neozelandés. Uno "es" español, canario, sueco o neozelandés, y si no le gusta y puede, pues se cambia de nacionalidad. La nacionalidad de origen, por derecho territorial o de sangre, es algo que nos suele venir dado y no algo que podamos elegir, al menos en primera instancia.

Yo no me siento especialmente orgulloso de ser español, pero tampoco me ofende, me molesta o me avergüenza. Como todos los pueblos, los españoles, en conjunto, tenemos cosas malas, buenas y "mediopensionistas". Y lo mismo supongo, individualmente, pasa con los gallegos, los vascos, los catalanes, los madrileños, andaluces, extremeños, murcianos, canarios y demás gentes que conforman esto se que se llama España.

Tampoco me parece que debamos dar el mismo valor a las opiniones de un ciudadano particular que a las de un responsable político, social, económico o cultural, aunque todas sean igual de respetables o detestables según el caso.

Ahora que la rancia y casposa derecha-derecha española, clama contra Cataluña, confundiendo a Cataluña con el tripartito que la gobierna y que defiende sus intereses, exactamente igual que lo hacen madrileños, valencianos, gallegos y canarios, cada uno con la fuerza y la representación política que los votos les han otorgado, he recordado una de las pocas ocasiones en que me he sentido avergonzado de ser español. Y fue cuando hace más o menos dos años, esa impresentable "Margaret Tatcher" a lo ultra-liberal-carpetovetónico que es doña Esperanza Aguirre, clamó al cielo contra la posibilidad de que una empresa "extranjera", la catalana Gas Natural, se hiciera con el control de la "españolísima" Endesa,.. ¡Antes alemana que catalana!, clamaba... Y a boicotear el cava y la butifarra... En cualquier país normal, la hubiera defenestrado su propio partido; pero ya se sabe, el PP no es un partido normal: es la quintaesencia de la españolidad más acrisolada...

Así pues, aunque Cataluña no necesite de mi concurso, un servidor de ustedes, que es antinacionalista visceral y confeso, se despide en esta ocasión con un ¡Visca Cataluña y Viva España! Y me da igual lo que me llamen.  HArendt




El escritor Xavier Vidal-Folch



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domingo, 1 de diciembre de 2019

[ESPECIAL DOMINICAL] Más que soluciones, tratamientos



Manifestantes catalanes protestan contra la sentencia del Tribunal Supremo


El Especial de cada domingo no es un A vuelapluma diario más, pero se le parece. Con un poco más de extensión, trata lo mismo que estos últimos, quiza con mayor profudidad y rigor. Y lo subo al blog el último día de la semana pensado en que la mayoría de nosotros gozará hoy de más sosiego para la lectura. El Especial de esta semana está escrito por el conocido abogado José María Soroa, y dice en él que el pueblo catalán tiene derecho a la autodeterminación, pero no a la secesión. 

"Los problemas políticos no tienen solución -comienza diciendo-, entendida esta como verdad que convence, por mucho que echemos mano de la ética del discurso. Son insolubles. Como mucho, tienen algún arreglo, siempre inestable e insatisfactorio. Es decir, tienen tratamiento. Por eso, proclamar que “esa no es la solución” es una obviedad pedestre disfrazada de pensamiento, y encima sugiere que sí existe una. Facilón.

Si hay violencia hay conflicto. Y si hay conflicto hay que dialogar. A calzón quitado. No hay que aplicar la ley ni judicializar. Malo. Lógica caprichosa que se aplica cuando conviene al intelectual de turno. Y todavía quedan. Muchos. A pesar de ETA.

Pacta sunt servanda: hay que respetar lo acordado. Se clasifique esta afirmación perentoria como Derecho, como Política o como Ética, la consecuencia es la misma. Sin ese suelo no hay arreglo posible salvo el que proporcionan las vías de hecho. Y por esas vías comparece siempre Carl Schmitt. Mala compañía. Volver a hablar de Weimar. Ominoso. Pero hablamos. Por algo.

Dado que la identidad nacional es una construcción social, las sociedades y los individuos pueden sumar y mezclar identidades en su almario y ser plurinacionales. El nacionalismo lo niega y dice que solo se puede tener una. O que solo se debe, que para él es lo mismo. Confunde su propia prescripción prejuiciosa con una descripción empírica de su sociedad. Por eso es reduccionista y denigratorio, decía Amartya Sen.

Los límites del lenguaje son los límites de la reflexión. Por eso esta no avanza cuando los más se empeñan en hablar de Cataluña o España como sinécdoques de millones de personas diversas. Un razonamiento político con un exceso de metáforas en un mal discurso político salvo que solo se desee confundir, sugestionar y enardecer al respetable. Lo advirtió Locke.

La Constitución vigente arregló de forma razonable para una buena temporada la cuestión de la plurinacionalidad en España. Claro que no pudo contentar a los que nunca querrán ser contentados, pero sí abrió un amplio terreno de libre reconocimiento para la variopinta sociedad que vive en este territorio.

El nacionalismo catalán no encuentra arreglo para la plurinacionalidad de su sociedad porque no la reconoce, o no le gusta, que viene a ser lo mismo. Ese es su conflicto, que pretende transformar en conflicto de todos. Con bastante éxito, por cierto. Ahora tenemos a Vox.

Reducir el conflicto a su ámbito y su límite propios es condición para poder pensar en su arreglo. Transformarlo en un conflicto del resto de la sociedad española es la tentación en que caen una y otra vez unas derechas e izquierdas españolas a la búsqueda de argumentos para desprestigiarse mutuamente. Simplemente bobos. Autodestructivos.

El nacionalismo catalán ha intentado con porfía y durante treinta años homogeneizar culturalmente a su población para crear una pista de despegue a la independencia. Que la mitad de esa sociedad rechace la independencia todavía hoy es una prueba de la fuerza del gusto por la libertad del ser humano. O del capricho. O de la inercia resiliente de lo hispano.

El error del sistema autonómico español en su desarrollo fue el de igualar por el máximo a todos los autogobiernos, cegando la vía más fácil para dar satisfacción parcial a los nacionalismos fuertes, la de reconocerles una diferencia de grado de gobierno. En su descargo puede decirse que cedió a la pasión por la igualdad, un gusto siempre noble. Ahora tiene mal arreglo.

Ceder, ceder algo. Pero el privilegio entendido en su etimología primera (ley particular) termina por producir privilegio en su sentido más moderno (ventaja arbitraria); de ahí el peligro de adentrarse por esa vía de arreglo, la de los derechos históricos y las mutaciones constitucionales. Véase Euskal Herria.

La tentación de los bellos diseños. Pero es que construir modelos normativos de federalismo simétrico, asimétrico, o mediopensionista es muy fácil. Como de segundo de Políticas. Lo difícil es compatibilizar el federalismo con el soberanismo y con la deslealtad. La veritá effettuale della cosa, ese es el reto. Siempre lo ha sido.

El pueblo catalán tiene derecho a la autodeterminación, cómo no. Todos los pueblos lo tienen. Lo dicen los textos internacionales básicos. Pero también dicen que ese derecho no incluye el de secesión. Lo sabe ya hasta el más tonto. Hacer desde un Gobierno en ejercicio como que no es así es una noble mentira de las de Platón. Aunque no tan bien intencionada.

Que la secesión no sea un derecho no implica necesariamente que no deban explorarse sus condiciones de posibilidad en una sociedad abierta. Pero esto no sucederá nunca bajo amenaza y mientras no se generen islas de confianza, como decía Hannah Arendt que necesitaba el futuro de cualquier sociedad. Y la promesa convertida en ley es la mayor isla de confianza que la humanidad ha inventado para sobrevivir en libertad. Así que… de vuelta al Derecho". 



Bosque de laurisilva en La Gomera. Islas Canarias, España



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viernes, 1 de noviembre de 2019

[A VUELAPLUMA] Cuesta creerlo



Los independentistas condenados por el Tribunal Supremo


A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de las autoras, sobre todo autoras -algo que estoy seguro habrán advertidos los asiduos lectores de Desde el trópico de Cáncer- cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. Ellas tienen, sin duda, mucho que decirnos. Les dejo con el A vuelapluma de hoy. 

En mi balcón, -comienza diciendo la psicóloga y escritora catalana Remei Margarit-, los crisantemos florecen con colores blancos y lilas; podé el rosal de pitiminí y, agradecido, en pocos días han crecido brotes; el hibisco sigue abriendo flores cada día; el granado ha dado una granada como una pelota de ping-pong y la poinsetia tiene hojas esplendorosas. En los árboles de enfrente anidan muchos pájaros distintos que vuelan de rama en rama. Eso es la naturaleza y ya que formamos parte de ella también tendría que ser la naturaleza humana. En cambio, los humanos, que nos creemos los amos de todo lo que hay, no hacemos caso de lo que nos enseña cada día el universo con el paso del tiempo, las estaciones, las luces y las sombras, el frío y el calor del sol, y todo lo que hay en esta tierra, que es la casa donde todos vivimos.
Y ahora, en este privilegiado país donde nos ha tocado vivir, en vez de agradecerlo cada día del mundo, nos empecinamos en crear bregas, confrontaciones, iras descontroladas, gritos masificados y destrozos. Existe, desde la Constitución, el derecho de manifestarse y de huelga, claro, lo que pasa es que una manifestación se hace de manera ocasional, en manera alguna cada día, porque si pasa esto, los atascos de calles y el corte de carreteras y la ocupación de las vías de los trenes impiden al resto de las personas que no quieren ir –porque tienen otros criterios– ejercer también sus derechos constitucionales de ir a trabajar o pasear o lo que sea. Con eso quiero decir que todo tiene un límite y el derecho de manifestación también. Como todas las cosas humanas. Y los límites los hemos puesto nosotros mismos con el consenso de todos, de manera que creer en el libre albedrío es ilusorio por falso.

Hay una sentencia judicial que no ha agradado a mucha gente, pero los que se la jugaron ya sabían dónde se metían y además estaban bien advertidos; hicieron la jugada y perdieron frente a un gobierno del que ya sabían cómo las gastaba. Cuesta creer que tanta gente que se manifiesta sea tan crédula como para creer que eso sea un agravio al país. ¿ Servidumbre voluntaria ?, como dijo en el siglo XVI Étienne de La Boétie, o desconocimiento de quién mueve los hilos. Desde siempre hay desacuerdos en los gobiernos de todo el mundo y para eso está la diplomacia".





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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

martes, 29 de octubre de 2019

[A VUELAPLUMA] Única patria



El escritor José Agustín Goytisolo


A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de las autoras, sobre todo autoras -algo que estoy seguro habrán advertidos los asiduos lectores de Desde el trópico de Cáncer- cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. Ellas tienen, sin duda, mucho que decirnos. Les dejo con el A vuelapluma de hoy. 

La semana pasada, -afirma la escritora Carme Riera-, inolvidable, por tantos motivos tristes, en especial para los catalanes, celebramos en la Universitat Autònoma de Barcelona, los días 14, 15 y 16, esto es, lunes, martes y miércoles, el VII Congreso Internacional José Agustín Goytisolo y Su Generación: Música y Poesía. Las fechas, coincidentes con la sentencia del procés , propiciaron que la sala en la que tuvieron lugar las sesiones, que ni quisimos ni pudimos suspender o aplazar –ya que los billetes de los ponentes no admitían cambios ni devoluciones–, estuviera vacía de estudiantes.

Los estudiantes abandonaron las clases a partir de las diez. Muchos se dirigieron a la plaza Cívica, desde donde se marcharon a Barcelona y luego al aeropuerto. Hacia el aeropuerto se dirigió también, a primera hora de la tarde, la profesora que dio la ponencia inaugural y que debía poner rumbo a Oxford. Iba tranquila, reconfortada por otro colega de ideología independentista, participante igualmente en el congreso, que le aseguró que no le ocurriría nada, que no se inquietara por su integridad física, porque los del Tsunami Democràtic eran gente absolutamente pacífica, que protestaban por la sentencia injusta del tribunal que condenaba con desmesura a los políticos independentistas.

El taxi que llevaba a la profesora la dejó a dos kilómetros del aeropuerto, ya abarrotado por los manifestantes. Como tantos otros pasajeros, realizó el trayecto a pie. Consiguió entrar en la terminal, saltando obstáculos, con riesgo de romperse una pierna, evitando las porras de los policías y los empujones de los del Tsunami . Pero tuvo suerte. Mucha más que la del pasajero francés que murió de un infarto, privado, al parecer, de una atención inmediata. Ella, tras mostrar su tarjeta de embarque y hacer una larga cola, pudo pasar a la zona de salidas. Siete horas después, su avión despegó. A muchos otros les fue mucho peor.

Las historias de los viajeros que ese día pasaron por El Prat se nos han transmitido con el ruido y la furia que suele producir la impotencia. A los que llegaban a Barcelona se les impedía salir del aeropuerto, tomado por los asaltantes y, en cierto modo, convertidos en sus rehenes, hasta que, por la noche, quienes movilizaban y desmovilizaban a los manifestantes consideraron que debían ir abandonando el lugar. Ocupar las pistas, como en Hong Kong, algo que se había planteado en un principio, fue desestimado por las penas de cárcel que podía ocasionar.

El congreso Goytisolo continuó al día siguiente también sin estudiantes. Por la Autònoma sólo se veía a algunos chinos, los benditos chinos que inyectan yuanes en las depauperadas economías universitarias, y veinte o treinta erasmus despistados. Algunos congresistas llegaron la mañana del martes tarde a causa de los retrasos de trenes y aviones, y otros no llegaron como consecuencia de las carreteras cortadas.

Los organizadores continuábamos pidiendo excusas a los invitados por la falta de público y nos preguntábamos qué habrían dicho José Agustín Goytisolo, Jaime Gil de Biedma, Carlos Barral o su antólogo, Josep Maria Castellet, de la situación que estábamos viviendo. Abominarían, sin ­duda, de la violencia. No en vano habían sido niños durante la Guerra Civil. ¿Qué pen­sarían del procés ? ¿Y de la sentencia? ¿De qué lado estarían? ¿Qué opinarían de Puigdemont? ¿De Torra, de su famoso y nefasto apreteu ?

Cerramos el congreso la mañana del día 17 sin público, pese a la actuación del gran Paco Ibáñez. Diversos ponentes se habían paseado la noche anterior por una Barcelona en llamas. Les sorprendió en plena calle la facilidad con la que los violentos levantaban barricadas, les prendían fuego y huían cuando la policía aparecía. Atacaban a las fuerzas del orden con cuanto encontraban a su paso. Volaba el material urbano, llovían piedras y adoquines contra los escudos de los Mossos, cuyas actuaciones, según los CDR, habían sido desmesuradas desde el mismo momento en que empezó el Tsunami. Los del apreteu se consideraban apretados por los Mossos, como si el president Torra jugara a aquello que dicen que es tan catalán de la puta i la Ramoneta o, lo que es lo mismo, mostrando por un lado su cara de activista, no de político, y por otro, tratando de ofrecer la del político que debe velar, en primer lugar, por que la calle no se vea amenazada por los violentos, porque, en democracia, la calle es de todos.

El VII Congreso Internacional José Agustín Goytisolo fue el más triste y ensimismado de cuantos hemos dedicado al poeta desde que en el 2002 la Universitat Autònoma de Barcelona se hizo cargo de su legado. Este 2019 se cumplen veinte años de la muerte del autor de Palabras para Julia . No obstante, sus versos nos siguen haciendo compañía e incluso nos sirven de consuelo: “En tiempos de ignominia como ahora / a escala planetaria y cuando la crueldad / se extiende por doquier fría y robotizada / aún queda buena gente en este mundo / que escucha una canción o lee un poema: es el canto, la voz y la palabra: única patria”.





La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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