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sábado, 25 de julio de 2020

[A VUELAPLUMA] El caso Epstein





Me tiene en vilo la historia de Jeffrey Epstein y lo que pueda explicar sobre ella Ghislaine Maxwell, escribe en este último A vuelapluma de la semana [La vida como una peli de mafiosos. La Vanguardia, 11/7/2020] la escritora y crítica literaria Care Santos.

"Hay una historia que en los últimos días me tiene en vilo -comienza diciendo Santos-. Tiene todos los ingredientes necesarios: una mala odiosa, asquerosamente rica y corrupta; giros inesperados de la trama que permiten imaginar un final sorprendente; una ambientación donde abunda el lujo inmoral y los paisajes de ensueño, secundarios que ya conocíamos de otras historias pero que aquí redescubrimos (a peor) y una trama con víctimas inocentes y vergonzosas intrigas para engañarlas. Es una historia que cumple los dos requisitos que le pido a las buenas ficciones: me permite la identificación con algunos personajes y a la vez me abre las puertas de un mundo oscuro que ni es ni será jamás el mío. Solo hay un detalle que no les he dicho: la historia es real. Su protagonista principal es Ghislaine Maxwell, inglesa, 58 años, exnovia (o lo que fuera) del difunto Jeffrey Epstein, hasta ahora en paradero desconocido y desde hace una semana en la misma cárcel de Brooklyn donde su novio se suicidó el 10 de agosto de 2019. Emocionante.

En la última temporada de la serie 'The Good Fight', la abogada Diane Lockart -interpretada por Christine Baranksi- recibía el encargo de investigar el suicidio en prisión del empresario multimillonario Jeffrey Epstein. Acudían a la cárcel de Brooklyn, husmeaban en la celda -un decorado- y emitían diversas hipótesis acerca de su misteriosa muerte. Sus seguidores ya estamos acostumbrados a que las tramas de la serie estén construidas sobre casos reales y a la valentía con que lo hacen. La ficción es el único lugar donde pueden decirse ciertas verdades y los guionistas de 'The Good Fight' sin duda lo saben. Lo que cuentan parece verdad. Lástima que no pudieran terminar la temporada, cuyos últimos tres capítulos quedaron en suspenso por la pandemia. Es razonable imaginar que tal vez nos habrían proporcionado un desenlace, más allá de las mil conjeturas que aún lo acompañan. Ahora, curiosamente, la vida se les ha adelantado. Si Maxwell cumple sus amenazas de contar todo lo que sabe sobre los amigos de su compi, tal vez el final de todo esto será mejor que el de 'Testigo de cargo' y 'El Sexto sentido' juntos.

Mi serie de abogados favorita me llevó a tragarme de una sentada la serie documental en cuatro episodios 'Filthy Rich' (Asquerosamente rico), sobre el caso Epstein. Antes de ver esas cuatro horas de buena y demoledora televisión solo sabía de Epstein lo que todo el mundo: que era un empresario ricachón que había abusado de menores, que había acabado por ello en la cárcel y que se había suicidado antes de llegar a juicio. Después de ver la serie había aprendido algunas cosas que no olvidaré: que alguien con mucho dinero y mucho encanto personal es imbatible, que ni los más fieles lo callan todo y mucho menos para siempre, que tiene razón el tango al hablar de el amigo que es amigo siempre y cuando le convenga (tienen que ver a Trump y a Clinton negando a dúo su amistad con Epstein después de que le detuvieran) y que el mundo se construye sobre un entramado de poderosos corruptos que hablan y actúan como si se supieran por encima de la ley, porque en realidad lo están. Son intocables. Porque tienen, porque son y, sobre todo, porque saben. Y que todo eso, cuando las cosas se tuercen, se vuelve en su contra sin piedad.

No es que no supiera que todo esto ocurre, pero los detalles del caso Epstein me perturbaron hasta no dejarme dormir. Decenas de menores engañadas, abusadas, traficadas. Epstein no era un baboso aficionado a los culos jóvenes, era un mafioso del tráfico sexual a gran escala. Tan encantador y rico que costaba creerlo. Tan encantador y rico que nadie se le resistía. La serie está construida a partir de testimonios reales y abundante material de archivo -incluida la declaración judicial del propio Epstein- y, a pesar de todo, no pude evitar mientras la miraba la sensación de que todo aquello era ficción. En especial la isla que Epstein compró en las Vírgenes y donde llevaba a las menores -qué paradoja- y a sus amigotes a que confraternizaran. La vida de los demás vista como una peli de mafiosos en el que no quieres perderte ni medio episodio. Es lógico soñar con un desenlace a la altura. Por ejemplo: ¿Imaginan que miss Maxwell raja todo lo que tiene por rajar con tal de asegurarse un futuro más halagüeño? ¿Imaginan que se hace justicia y se indemniza a las víctimas? ¿Que por fin se destapan intolerables episodios de miembros de casas reales europeas, de conocidos empresarios, del presidente de los Estados Unidos? Eso sí que sería un buen final. Crucemos los dedos".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 






La reproducción de artículos firmados por otras personas en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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martes, 12 de mayo de 2020

[A VUELAPLUMA] Narraciones



Fotograma de la serie de televisión Juego de Tronos


La lección que la historia comparte con la literatura, comenta en el A vuelapluma de hoy [Énfasis. El Periódico, 8/5/2020] la escritora y crítica literaria Care Santos, es la de que todo pasa, todo vuelve. Y para cuando todo vuelva, volverá a parecernos lo mejor, lo peor, lo más terrible, lo más gamberro o lo más impresionante.

"Tu historia es la mejor historia, comienza diciendo Santos, la más dramática, la más terrible, la más impresionante que ha ocurrido jamás. O tal vez no. Tal vez como la tuya hay muchas. Y las hay peores, mejores, más hermosas, más intensas, más brutales, más impresionantes. Ocurren todos los días, semanas, meses, años, décadas, centurias. Seguirán ocurriendo. Nada hay nuevo bajo el sol. Todo está escrito.  La historia se repite. Tu maravillosa historia de amor, tu desaforada tragedia, tu horripilante enfermedad, tu portentoso descubrimiento o esa excitante gamberrada que cometiste a los 30 años, todo eso ya lo habían hecho otros, otras, en otro sitio, en el mismo sitio, en varios sitios al mismo tiempo, en todas partes.

Sin embargo, cada vez que ocurre sentimos que es la peor, la mejor, la más hermosa, la más terrible, la más gamberra, la más sorprendente de las historias. Nos sentimos únicos en nuestra felicidad o en nuestra tragedia y, de inmediato, comenzamos a exagerar, a añadirle énfasis, épica, dramatismo o alarmismo (táchese lo que no proceda) a lo ocurrido. Comenzamos a narrar. Nos gusta creernos únicos, somos adictos al énfasis. A Shakespeare, a 'Juego de Tronos', a los programas de Ana Rosa o a los tangos, según nos dé. Decimos «Nada volverá a ser como antes». Decimos «Habrá un antes y un después». Decimos «Es lo peor que ha sufrido la humanidad». Decimos «Haremos historia».

Por todo eso se inventó la literatura. Toda la literatura, comenzando por el principio, por 'La Odisea'. Todo el que va a alguna parte piensa que su viaje fue único. Todo el mundo cree que sus grandezas o sus miserias merecen ser contadas. Y escribimos memorias, autobiografías, diarios, autoficción. Por lo mismo la vecina te suelta: «Si te contara mi vida podrías escribir una novela». Por lo mismo recibo mensajes de desconocidos que aseguran: «Tendrías que escribir mi vida».

La lección que la historia comparte con la literatura es: todo pasa, todo vuelve. Y para cuando todo vuelva, volverá a parecernos lo mejor, lo peor, lo más terrible, lo más gamberro o lo más impresionante que ha ocurrido jamás. Y así".


A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 






La reproducción de artículos firmados por otras personas en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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