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viernes, 19 de junio de 2020

[A VUELAPLUMA] Placas



La reportera de guerra Lee Miller, en la casa de Hitler en Munich (1945)


A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 

"La casa de un dictador no tiene la culpa de quien nació en ella como los ­padres de un asesino no la tienen del engendro, comenta en este A vuelapluma de hoy [Casas de dictadores. La Vanguardia, 10/6/2020] la escritora Núria Escur. Lo pienso -comienza diciendo Escur- cuando anuncian que la casa natal de Hitler en Braunau –para evitar la peregrinación de acólitos turistas neonazis– va a convertirse, finalmente, en una comisaría de policía. El Gobierno zanja así años de polémicas y litigios, eliminando de esas cuatro paredes cualquier rastro del nacionalsocialismo alemán.

No, las casas no tienen la culpa. El mismo día que Adolf Hitler se sui­cidaba junto a Eva Braun en Berlín, la fotógrafa y reportera Lee Miller llegó al piso que el dictador tenía en Munich, dicen que durmió una siesta en su cama, luego se desnudó y se metió en la bañera del dictador.

De ahí sale una de las fotografías más inquietantes de la historia. Una Lee Miller madura y hermosísima de quien nos preguntamos de dónde ­sacó el valor para meterse allí, en la bañera de un monstruo, si no es de la propia pequeña victoria moral y de la invitación de David E. Scherman, reportero de Life y autor de la instantánea, que le dio la idea de incluir un retrato de Hitler a su lado. Miller dejó a propósito, en un primer plano, sus botas de soldado manchadas de barro de Dachau sobre la alfombrilla.

Y aunque ese no era el hogar natal de Hitler, asociamos esa foto al espacio doméstico, imaginamos sus huellas en las tazas, las pisadas en el suelo del salón, el galán de noche donde ­dejaba su ropa... El problema no es qué hacer con la casa natal de un dictador, el problema es dónde enterrarle. La exhumación del cadáver de Franco, culebrón donde los haya, es prueba de ello.

De todos los dictadores el mundo, Ceausescu es uno de los que más réditos turísticos da. Lo vendían todo. Desde entradas a las ochenta habitaciones del palacio Primaverii, que habitó con su esposa, a las visitas guiadas a su tumba en el cementerio de Bucarest. Más discretitos son los casos de Mussolini, cuyo cadáver se llevaron a la capilla familiar de San Cassiano, o Pinochet, que descansa (o no) en la capilla privada familiar de Valparaíso. Y sobre el lugar en que murió Hitler ahora hay un aparcamiento.

En Ferrol, ciudad de astilleros, la casa natal de Francisco Franco, número 136 de la calle María, pasa sin pena ni gloria. La calle ni siquiera ­tiene alcantarillas. Cerrada a cal y canto, nadie peregrina para verla. ­Como mucho se ha acercado algún anónimo para manchar su fachada con ­pintura. El resto, lluvia y lluvia y más lluvia".







La reproducción de artículos firmados por otras personas en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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domingo, 20 de diciembre de 2009

El "caso Hamsun"





El escritor noruego Knut Hamsun




Les confieso mi miserable e injusta ignorancia, casi total, sobre la obra y la vida del escritor noruego Knut Hamsun (aquí), Premio Nobel de Literatura de 1920. Recuerdo haber visto en casa de mis padres (mi padre era un gran lector) algunas obras suyas, entre ellas, con toda seguridad, uno de sus primeros títulos "Hambre", escrita en 1890. Comencé a leerla con no más allá de diez u once años, pero la dejé enseguida: me desagradó su estilo, su tema, o ambas cosas. A esa edad mi refinamiento literario no estaba para muchas florituras aunque comenzaba a perfilarse, y mucho más tarde, quizá ya tarde, a corregirse. Pero me quedó una especie de animadversión escasamente fundamentada sobre la obra del gran escritor noruego, a juicio de muchos, el mejor europeo de todo el siglo XX.

Más tarde, aunque seguía sin leerlo, me enteré de su afinidad más que manifiesta con el partido nazi y su admiración por la persona y la obra política de Adolf Hitler, antes, durante e incluso después de la ocupación de su patria natal por los alemanes.

Lo que tienen muchos domingos es que son días de paz y sosiego, y también de descubrimientos inesperados. Hoy me ha pasado a mí. Mi hija mayor, su marido y mis nietos están pasando el día en nuestra casa en Maspalomas; mi hija pequeña y su marido, se han llevado a mi mujer a dar una vuelta en coche por el interior de Gran Canaria, con parada y fonda en la Villa Mariana de Teror. Yo he preferido quedarme en casa, releyendo mis libros, zapineando por el Digital Plus y navegando por Internet en busca y captura de algún comentario inteligente e interesante (no suelen ser ambas cosas sumamente compatibles). Y lo he encontrado...

Entro en el Blog de "El Boomeran(g)" (aquí), como tantas otras veces, sin intención manifiesta, y me encuentro en su portada una entradilla sobre el gran Premio Nobel noruego que lleva por título "Knut Hamsun. Soñador y traidor" (aquí). Ni que decir tiene que ha suscitado mi curiosidad inmediata.

Escrito por el periodista y escritor noruego Ingar Sletten Kolloen, el artículo es una selección de textos realizada por él mismo a partir de su libro biográfico "Knut Hamsun. Soñador y conquistador" (Nórdica Libros, Madrid, 2009) para su publicación en la revista "Claves de Razón Práctica", que es de donde la reproduce "El Boomeran(g)".

El artículo tiene una primera parte que se centra sobre todo en la entrevista que el escritor noruego sostuvo el 26 de junio de 1943 con Adolf Hitler en su residencia bávara de Berghof, a petición del primero, y planteada con la intención manifiesta de interceder ante el jerarca nazi, sin mengua de su admiración por él y del designio providencial de su obra, en favor de una suavización de las condiciones de ocupación que los nazis habían impuesto a su patria. La entrevista, muy documentada históricamente, es narrada por Sletten Kolloen de forma precisa y detallada y supuso una enorme decepción para Hamsun y un indisimulable cabreo para Hitler.

La segunda parte del artículo lo hace sobre el proceso al que el anciano escritor octogenario fue sometido al final de la guerra por las autoridades noruegas, acusado de traición a su patria, y que se salvó con una condena meramente económica, que dejó profunda huella en la opinión pública de su país.

La verdad es que me ha impresionado profundamente su lectura y se la recomiendo a ustedes con todo interés. Espero que la disfruten. A mi, con sinceridad, me ha alegrado esta mañana de pacífica soledad. Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)






El escritor noruego Ingar Sletten Kolloen





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