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sábado, 11 de julio de 2020

[ARCHIVO DEL BLOG] Bibliopatía. Publicada el 27 de abril de 2010







Bella palabra "bibliopatía". Del griego "βιβλίον" (libro) y "πάθεια" (sufrir, experimentar). La podríamos definir como "pasión por los libros". La cita el escritor Félix de Azúa en un hermoso artículo en El Periódico, titulado La letra ya no entra ni con sangre, que pueden leer en el enlace anterior. 

Similar pasión por los libros padece la escritora norteamericana Anne Fadiman. Dejó constancia de ella en un precioso librito que ya he mencionado con anterioridad en el blog: "Ex Libris. Confesiones de una lectora" (Alba Editorial, Madrid, 2000). Lo leí por vez primera con inmenso placer hace ahora nueve años, y a él vuelvo con frecuencia. Les recomiendo lo lean si creen que padecen "bibliopatía". No se les curará, pero disfrutarán de su enfermedad doblemente.

Cuenta Anne Fadiman en su libro que hasta pasados cinco años de matrimonio, y ya con un hijo a cuestas, no se propusieron su marido (también escritor) y ella unir sus respectivas bibliotecas. Fue sólo entonces, comenta, una vez que lograron encontrar un sistema uniforme de clasificación de sus libros respectivos, que se consideró verdaderamente ligada a él... ¿Exageración? No lo creo... Lo digo por experiencia propia.

Mi modesta, caótica y abigarrada biblioteca familiar, de apenas unos seis mil libros (cantidad calculada a ojo de buen cubero por las estanterías que ocupa) está repartida entre nuestras casas de Maspalomas, Las Palmas, las de mis hijas, y hasta la de una cuñada. Ya casi he renunciado, por imposibilidad manifiesta, a su clasificación y catalogación, de la que sólo he llevado a cabo las de unos 2000 títulos. No me gustaría morirme sin llevarla a cabo, pero no se si lo conseguiré. Me faltan paz y sosiego para ello.

El escritor Félix de Azúa, en el artículo mencionado, comenta que en el futuro será cosa de locos o de millonarios reunir en casa más de mil libros; que su generación es la última que ha logrado tener al alcance de la mano la totalidad del saber y de la literatura; pero que la electrónica y el precio de la vivienda, aquí y en todo el mundo, matarán las grandes bibliotecas particulares. Creo que tiene toda la razón.

A las tres de la madrugada del 28 de abril, insomne, cuatro horas después de publicar esta entrada, me pongo a ojear de nuevo artículos de prensa por Internet. Me encuentro en él una joya que no había visto hasta hoy. Un delicioso y sentimental artículo de la novelista cubana Zoe Valdés titulado Libros clandestinos, publicado el 29 de octubre de 2009 en el blog elboomeran.com. Es un hermosísimo canto a la "bibliopatía", y pueden leerlo en el enlace de más arriba. Merece la pena hacerlo. A mí me ha emocionado, lo confieso sin pudor, porque en muchas de las cosas que dice me he visto reflejado. Creo que ahora me  va a resultar doblemente difícil volver a la cama y conciliar el sueño. Mal trago, porque mañana (hoy, miércoles ya) me espera un día bastante atareado de compromisos personales. HArendt



La escritora Anne Fadiman


La reproducción de artículos firmados por otras personas en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

sábado, 12 de enero de 2013

Sobre libros y bibliotecas, de nuevo...




Biblioteca Pública del Estado (Las Palmas de GC)



Siempre me he considerado un "ratoncillo de biblioteca". Pienso a menudo que hubiera sido feliz como bibliotecario, o como librero, quizá... Pero no, mejor como bibliotecario. A quien crea que comparte mi pasión por los libros le recomiendo la lectura de una preciosa obrita de apenas 150 páginas de la que he escrito anteriormente en el blog. Me refiero a Ex Libris. Confesiones de una lectora (Alba, Barcelona, 2000), de Anne Fadiman.

La primera biblioteca merecedora de tal nombre de la que tengo recuerdo es la de mi colegio, el "Infanta María Teresa", en Madrid. Un colegio centenario, para huérfanos de guardias civiles, que precisamente este año cierra sus puertas definitivamente por lo que parece como efecto colateral de la crisis. Entré en ella, en la biblioteca, con mis once años recién cumplidos (primer curso de bachillerato) buscando documentación para un trabajo sobre los "presocráticos" que me había encomendado mi profesor de Filosofía. Nunca olvidaré la impresión de enfrentarme por vez primera a aquellos grandes anaqueles repletos de libros... Supongo que alguien, no recuerdo si el bibliotecario o el propio profesor de Filosofía, me indicó que buscara en el Espasa, al que me enfrenté también por primera vez en aquel momento. Tuvo que salirme bastante bien el trabajo porque recibí las felicitaciones de mi profesor. Creo que fue en ese momento en el que nació, en parte, mi afición por los libros y las bibliotecas.

La segunda "gran" biblioteca de la que guardo un recuerdo especialísimo es la de la "Casa Americana". Estaba en una dependencia anexa a la Embajada de los Estados Unidos en Madrid, en la calle Serrano, muy cerca de mi casa y del colegio. La frecuentaba sobre todo para consultar los mapas de la Enciclopedia Americana, otra de mis pequeñas-grandes pasiones. Estaban en inglés, pero eso no me importaba gran cosa.

Y de allí, el salto... A la Biblioteca Nacional de España, en el paseo de la Castellana, de la que llegué a ser socio. Me gustaba rebuscar en las fichas bibliográficas referencias sobre libros antiguos, que tardaban en traerme bastante más tiempo del que me hubiera gustado, tiempo que entretenía observando a los otros lectores. No recuerdo ahora ningún libro en especial, aunque tengo memoria de uno impreso a principios del siglo XIX sobre la Guerra de Independencia y las Cortes de Cádiz que me interesaba por alguna razón que he olvidado.

Durante mis estudios universitarios en Madrid, hasta 1967 en que me vine a vivir a Canarias, frecuenté también las bibliotecas de la Escuela Social de Madrid, la del Ministerio de Trabajo y la del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales (entonces Instituto de Estudios Políticos) en el hoy palacio del Senado, así como la del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, años más tarde asolada por un incendio que se llevó por delante la mayor parte de sus fondos.

Pasar de la Biblioteca Nacional de España, en Madrid, a la Biblioteca Pública del Estado, en su primitiva ubicación de la plaza de Tomás Morales,  en Las Palmas de Gran Canaria fue otro salto nada desdeñable, y traumático... Pero sin duda la biblioteca que durante más tiempo he frecuentado ha sido la del Centro de la UNED (la Universidad Nacional de Educación a Distancia) en Las Palmas, aunque más como lugar de estudio que de estricta consulta. En Las Palmas también he curioseado por las bibliotecas de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Las Palmas, la Insular del Cabildo de Gran Canaria (de la que soy socio) y la del Museo Canario, sin duda alguna la más importante del mundo en libros y documentos sobre la Historia de Canarias.

Pero también sin duda alguna "mi biblioteca" es, hoy por hoy, la Pública del Estado en Las Palmas, en el parque de San Telmo. Me encanta curiosear por sus estanterías, sobre todo las dedicadas a Historia, Filosofía o Ciencias Políticas. Alguna que otra vez coloco en su orden correcto (CDU) los tomos que encuentro mal puestos por descuido de algún descuidado lector... Espero que el amable personal de la sala de lectura de la biblioteca no se me moleste por ello. Y me parece de estricta justicia reconocer públicamente la deuda que tengo con los bibliotecarios encargados de las nuevas adquisiciones de libros pues nueve de cada diez desideratas que les solicito me las consiguen sin problema alguno con una rapidez asombrosa.

Me gustaría hace una mención final a lo que constituye nuestra "biblioteca familiar", levantada a lo largo de más de cincuenta años de afición lectora, y hoy repartida entre Las Palmas y Maspalomas, que comenzó con una humildísima ala de un ropero en la casa de mis padres en Madrid, llena de colecciones  de tebeos de Supermán, El guerrero del antifaz, El capitán Trueno o El jinete enmascarado, y por supuesto, La isla del tesoro, Robinson Crusoe, Los viajes de Gulliver o Tarzán de los monos. Al día de hoy permanece imposible de catalogar (por mi invencible pereza al respecto) después de haber fichado 2869 títulos, cuando a ojo de buen cubero pueden restar por censar otros 3000 como mínimo. Tarea imposible que dejo como legado a mis hijas, a las que tampoco veo por la labor, y a mis nietos.

El vídeo que acompaña la entrada es un homenaje a la Biblioteca Nacional de España y sus primeros 300 años de historia. Espero que lo disfruten.

Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt












Entrada núm. 1777
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"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son en ella páginas en blanco" (Hegel)
"Todas las penas pueden soportarse si las ponemos en una historia o contamos una historia sobre ellas" (Isak Dinesen)

domingo, 11 de diciembre de 2011

Sobre libros y bibliotecas: filias y fobias






Maqueta de la antigua biblioteca de Alejandría





¿Cómo se definirían ustedes: cómo bibliópatas o cómo bibliófobos? Si lo primero, ¿cómo prefieren los libros: en papel o electrónicos? 

"Leer por gusto, para matar el rato y así ganarse tal vez la eternidad, ha sido siempre el motivo de esa búsqueda de la felicidad y el conocimiento que es la lectura, y como en todos los actos humanos innecesarios o superfluos -a la vez que trascendentales- el acompañamiento personalizado, irrepetible (aunque tu ejemplar sea uno entre un millón que otros desconocidos leen en ese momento), fungible, de un libro físico, añade al acto de leer un componente sensual y sentimental infalible. El tacto y la inmanencia de los libros son, para el "amateur" (amador), variaciones del erotismo del cuerpo trabajado y manoseado, una manera de amar tradicional que, justo es reconocerlo, no pocas personas rechazan, prefiriendo el contacto sexual con aparatos, figuras de holograma y voces pregrabadas, lo que antes se conocía como telephone sex y pronto será, no lo dudo, digital sex, seguramente operado, como la telefonía móvil de alta gama, sin manos". 


Transcribo con placer este párrafo de Vicente Molina Foix, porque sintetiza muy bien lo que se siente, lo que yo siento, cuando tengo un libro entre mis manos... Está en un artículo suyo en El País: "El siglo XXV. Una hipótesis de lectura" (1), escrito como réplica a otro del escritor mexicano Jorge Volpi, "Requiem por el papel" (2), publicado en el blog literario El Boomeran(g), en el que se pronunciaba rotundamente por la edición digital en lugar de la de papel. 

Ha sido la lectura de otro espléndido artículo, éste del escritor José María Merino en Revista de Libros, "Bibliofobia"  (3), lo que me ha llevado a esta reincidente reflexión personal sobre los libros, a la que no aporto nada que no haya dicho anteriormente, por ejemplo, en la entrada de este blog titulada "Bibliopatía" (4)

Ni que decir tiene que comparto las tesis de Vicente Molina Foix, (y de Anne Fadiman, en la citada "Bibliopatía"), sobre el amor y la pasión por los libros: Ya no es esa pasión compulsiva propia de la edad de iniciación, ahora ya morigerada por los años, la experiencia lectora, el cultivo del gusto literario, y... el precio de los libros. También para mí, el libro, todos los libros, son objetos sensuales y sentimentales; y hasta en el más insulso y prescindible, puede uno encontrarse una frase, un giro, una idea, que lo hacen atractivo... Puedo entender que haya gente a la que no le guste leer; ¿pero odiar a los libros?... Escapa a mi comprensión. Y sin embargo, el odio a los libros, la bibliofobia, como ilustra muy bien José María Merino en su artículo, es una constante histórica en todas las civilizaciones y culturas. Basten al efecto las citas sobre la destrucción premeditada y alevosa de bibliotecas como la de Babilonia, por los asirios, hace 4000 años, o la de Bagdad, por los bombardeos norteamericanos ya en el siglo XXI, pasando por la de la Alejandría de Hipatia; o los bibliocaustos eclesiales varios (Savonarola o el Index Librorum Prohibitorum et Expurgatorum, entre otros); o los de la última guerra civil española; o el nazi, en el pasado siglo. Les recomiendo su lectura; estoy seguro que los disfrutarán. 


Acompaño la entrada con el vídeo del capítulo (5) que la serie de televisión "Cosmos", de Carl Sagan, dedicó a la Biblioteca de Alejandría. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





Hipatia de Alejandría, de C.W. Mitchell




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Entrada núm. 1439 -
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martes, 27 de abril de 2010

Bibliopatía

Portada de "Ex Libris", de Anne Fadiman





Bella palabra "bibliopatía". Del griego "βιβλίον" (libro) y "πάθεια" (sufrir, experimentar). La podríamos definir como "pasión por los libros". La cita el escritor Félix de Azúa en un hermoso artículo que reproduzco más adelante, publicado en Internet el pasado 19 de abril, en "El Boomeran(g)". Un blog que les recomiendo encarecidamente como una de las lecturas más gratificantes y enriquecedoras que pueden encontrarse  en la red.  En él escriben algunas de las firmas más  interesantes del panorama literario en español, por ejemplo: Víctor Gómez Pin, Vicente Verdú, Yoani Sánchez, Vicente Molina Foix, Rafael Argullol, Basilio Baltasar, Javier Rioyo, o el propio Féliz de Azúa, entre otros.

Similar pasión por los libros padece la escritora norteamericana Anne Fadiman. Dejó constancia de ella en un precioso librito que ya he mencionado con anterioridad en el blog: "Ex Libris. Confesiones de una lectora" (Alba Editorial, Madrid, 2000). Lo leí por vez primera con inmenso placer hace ahora nueve años, y a él vuelvo con frecuencia. Les recomiendo lo lean si creen que padecen "bibliopatía". No se les curará, pero disfrutarán de su enfermedad doblemente.

Cuenta Anne Fadiman en su libro que hasta pasados cinco años de matrimonio, y ya con un hijo a cuestas, no se propusieron su marido (también escritor) y ella unir sus respectivas bibliotecas. Fue sólo entonces, comenta, una vez que lograron encontrar un sistema uniforme de clasificación de sus libros respectivos, que se consideró verdaderamente ligada a él... ¿Exageración? No lo creo... Lo digo por experiencia propia.

Mi modesta, caótica y abigarrada biblioteca familiar, de apenas unos seis mil libros (cantidad calculada a ojo de buen cubero por las estanterías que ocupa) está repartida entre nuestras casas de Maspalomas, Las Palmas, las de mis hijas, ¡y hasta la de una cuñada! Ya casi he renunciado, por imposibilidad manifiesta, a su clasificación y catalogación, de la que sólo he llevado a cabo las de unos 2000 títulos. No me gustaría morirme sin llevarla a cabo, pero no se si lo conseguiré. Me faltan paz y sosiego para ello.

El escritor Félix de Azúa, en el artículo mencionado, comenta que en el futuro será cosa de locos o de millonarios reunir en casa más de mil libros; que su generación es la última que ha logrado tener al alcance de la mano la totalidad del saber y de la literatura; pero que la electrónica y el precio de la vivienda, aquí y en todo el mundo, matarán las grandes bibliotecas particulares. Creo que tiene toda la razón.

A las tres de la madrugada del 28 de abril, insomne, cuatro horas después de publicar esta entrada, me pongo a ojear de nuevo el blog "El Boomerán". Me encuentro en él una joya que no había visto hasta hoy. Un delicioso y sentimental artículo de la novelista cubana Zoe Valdés titulado "Libros clandestinos", publicado el 29 de octubre de 2009 en la Revista Eñe. Es un hermosísimo canto a la "bibliopatía". Pueden leerlo pinchando en el enlace que he colocado más arriba. Merece la pena hacerlo. A mí me ha emocionado, lo confieso sin pudor, porque en muchas de las cosas que dice me he visto reflejado. Creo que ahora me  va a resultar doblemente difícil volver a la cama y conciliar el sueño. Mal trago, porque mañana (hoy, miércoles ya) me espera un día bastante atareado de compromisos personales.

Si tienen curiosidad por saber cuales son algunos de "mis autores y libros favoritos", pueden verlos en la columna de la derecha del blog, prácticamente al final de la misma, en el apartado que lleva ese título.

En la sección de vídeos he puesto uno sobre la historia de la Biblioteca Nacional de España. Espero que les resulte interesante.

Mi próxima entrada será la número 1300 del blog. Si tenemos en cuenta que lo inicié el 1 de agosto de 2006, hace 1365 días, salgo casi a un comentario diario. Demasiado, para algo que nació como un mero entretenimiento. Quizá haya llegado el momento de replantearse, ahora sí, su continuidad... Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt 





La escritora Anne Fadiman




"LA LETRA YA NO ENTRA NI CON SANGRE", por Félix de Azúa
El Boomerang, Blog Literario en español
19 de abril de 2010

No le había visto en los últimos cinco años. Comparto con él la inicua pasión libresca, esa bibliopatía que nos ha llevado a acumular toneladas de libros cuya lectura ocuparía cinco largas vidas. Tenía muy buen aspecto y estaba sumamente simpático. Sólo en un momento de la conversación, justamente cuando tratamos sobre los libros, mostró cierta preocupación. Coincidimos en que nadie pone ya en duda que nuestras bibliotecas personales, conjuntos de diez, doce o quince mil volúmenes, son ya las últimas que podrá poseer un particular. En el futuro será cosa de locos o de millonarios reunir en casa más de mil libros. Mi generación es la última que ha logrado tener al alcance de la mano la totalidad del saber y de la literatura. La electrónica y el precio de la vivienda, aquí y en todo el mundo, matarán las grandes bibliotecas particulares.

Muy contrariado me dice que los libros le están costando mucho más caros que la familia que nunca tuvo. Una parte la guarda en el piso de su propiedad, pero ha tenido que alquilar otros dos para disponer el resto. Gasta todo lo que gana en su biblioteca. Otro amigo mío se vio obligado a alquilar su piso lleno de libros para poder seguir pagándolo. El inquilino convive con ellos, por cierto, muy a gusto. Otros amigos se han ido a vivir a lugares casi salvajes para poder disponer de espacio libresco.

Quienes padezcan esta pasión carísima y postrera se divertirán leyendo "Bibliotecas llenas de fantasmas" que ha editado Anagrama. Su autor, Jacques Bonnet, sufre la misma enfermedad y los mismos temibles conflictos. ¿Y por qué razón soportamos tan terrible losa? ¡Qué pregunta más ociosa! Cuenta Bonnet que en las carretas que llevaban a los nobles franceses a la guillotina, cierto testigo pudo observar a uno de ellos perfectamente ajeno a su muerte inmediata, apenas apoyado en las tablas laterales y leyendo absorto un libro en octavo. Y así subió al cadalso, sin dejar de leer y pasando página. ¡Lo que daríamos cualquiera de nosotros por tener ese libro en nuestra biblioteca!




El escritor Félix de Azúa



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Entrada núm. 1299 -
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 "Pues, tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)