martes, 31 de mayo de 2011

Diario de Sesiones de las Cortes de Cádiz - Mayo de 1811






Los desastres de la guerra (Grabado n.º 36, Francisco de Goya)






En este enlace de la página electrónica del Congreso de los Diputados español pueden acceder al Diario de Sesiones de las Cortes de Cádiz correspondiente al mes de mayo de 1811, dos años después de iniciada la guerra de Independencia contra las tropas de Napoleón. Espero que les resulte interesante. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt








El dramaturgo, afrancesado, Leandro Fernández de Moratín (1760-1828)





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"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)

Independencia de Paraguay (Mayo, 1811)

sábado, 28 de mayo de 2011

30 de Mayo: Día de Canarias





"Dracaena draco": Símbolo natural de las Islas Canarias (Icod, Tenerife)




Mi definición de Canarias: Un estado de ánimo rodeado de agua por todas partes pero con los pies en África, la cabeza en Europa y el corazón en América. ¡Feliz día a todos los canarios de las islas y de la diáspora!. Tamaragua, amigos. HArendt






Escudo de Armas de Canarias







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"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
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30 de Mayo: Día de Canarias. Los Gofiones cantan el Himno de Canarias

jueves, 19 de mayo de 2011

¡Democracia real, ya!: Complicado, pero no imposible






Portada del "The Washington Post"






Que una manifestación pacífica de jóvenes españoles en la Puerta del Sol de Madrid sea foto de portada en el "The Washington Post· no es cosa baladí. Algo se está comenzando a mover en la política española: por encima, por debajo y al margen de la oxidada partitocracia nacional. Y ese es un hecho esperanzador, por incierto que sea su futuro y poliédrico su presente, pues como decía Hannah Arendt, todo nacimiento implica un futuro y una esperanza de cambio en el mundo.



¡Y nosotros que pensábamos que la juventud española estaba despolitizada, abúlica, inane, desintegrada y únicamente interesada en el macrobotellón del sábado noche!... Y ahora resulta que la "spanish revolution" es ejemplo a seguir y comienza a extenderse como la pólvora por toda Europa... ¡Qué cosas veredes, Sancho!...

La verdad es que nuestros políticos, todos los políticos, se lo han ganado a pulso. No se han enterado de nada. Y tengo la impresión de que el "tsunami" que se ha iniciado en la Puerta del Sol madrileña se va a llevar bastante podredumbre por delante.

Hace unas semanas, Stéphane Hessel, con su "Indignaos", a mi modesto juicio un fenómeno editorial bastante insustancial en el fondo, sonó como un aldabonazo en las adormecidas conciencias de los franceses (y por extensión, europeos), pero la verdad es que detrás del justificado llamamiento al cabreo de Hessel no hay más que nostalgia de un tiempo pasado que no va a volver.

Mucho mejor construido resulta el último libro del recientemente fallecido historiador británico Tony Judt titulado "Algo va mal" (Taurus,Madrid, 2010), otro fenómeno editorial, éste bastante más justificado, que se extiende por la izquierda democrática  europea y mundial con poco ruido mediático (no interesa a los poderes fácticos) y bastante mar de fondo.

Que la política no puede estar al servicio de los mercados; que la economía no es una entidad autónoma al margen de la sociedad. Son verdades evidentes que parece que habíamos olvidado.

No creo en la "democracia popular", como no creí nunca en el "socialismo real". La democracia es representativa o no es democracia. Pero la democracia necesita una puesta a punto ideológica, material y formal, inexcusable a estas alturas de la partida.

Otra verdad evidente es que la democracia no puede funcionar sin partidos, pero también que todos los partidos, sin excepción, son estructuras oligárquicas que funcionan al margen de aquellos a los que dicen representar.

Quizá una posibilidad de cambio pudiera ser la de abrir los partidos políticos, por imperativo legal, a toda la ciudadanía. No solo a sus afiliados, sino a sus simpatizantes, votantes y potenciales electores. ¿Cómo?  Con elecciones primarias para todos sus procesos electorales internos abiertas a todo el que desee participar, como elegible o como elector.

Y por supuesto, cambiar radicalmente el actual sistema representativo y electoral de manera que la elección y la responsabilidad del elegido ante sus electores sea personal y directa, sin el colchón protector del partido político que le hubiera promocionado.

Son cosas bastante elementales y sencillas por las que empezar. ¿Las acometerán ellos mismos, partidos y clase política, o habrá que esperar a que la "spanish revolution" se  convierta en revolución española a secas y se lleve todo el sistema por delante? Estas cosas se sabe como comienzan pero es difícil predecir como terminan.

Dos magníficos artículos, uno de Josep Ramoneda: "El testamento político de Tony Judt" en la revista Babelia del 23-10-2010, y otro más reciente de José Álvarez Junco, catedrático de Historia de las Ideas y de los Movimientos Sociales en la UCM: "Elegía por la socialdemocracia" en Revista de Libros nº 171, de marzo de este año, analizan pormenorizadamente las propuestas formuladas por Judt en su "Algo va mal". Propuestas que quizá, solo quizá, podrían servir de punto de referencia para todos aquellos que andamos ahora, con sinceridad, con el faro ideológico bastante descompuesto. Les dejo con su lectura. Y sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt









El historiador Tony Judt







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"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)

¡Democracia real, ya! (Puerta del Sol, Madrid, España)

lunes, 9 de mayo de 2011

9 de Mayo: Día de Europa







Día de Europa, 2011





Mi querida Europa:

Te deseo de todo corazón que pases un estupendo día de cumpleaños en compañía de tus 501 millones de hijos.

Con todo mi cariño, tu hijo que te adora,

HArendt







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Entrada núm. 1375
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"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)

Himno de Europa: Beethoven, 9.ª Sinfonía

jueves, 5 de mayo de 2011

Determinismo






Un basural en la República Dominicana




Me gusta cultivar las relaciones con mis amigos, sobre todo -perdónenme los caballeros- con mis amigas. No creo que haya muchas personas tan sumamente orgullosas como yo de sus amigas, orgullo que me es deparado por el inmerecido aprecio que ellas me dispensan y no por mis propios méritos. Mis otras grandes pasiones son mi familia, la teoría política, la historia y la literatura. La mayor parte de las veces van entrelazadas tan estrechamente, que me resulta difícil separar unas de otras. 

Hoy vuelvo a referirme a una de esas amigas entrañables, y en esta ocasión la cito con nombre y apellidos: María Victoria Embid, que me honra con su amistad y su cariño desde hace muchos años. Madrileña, madre, trabajadora, que además escribe, y muy bien, relatos cortos de contenido social, con lo que ha ganado ya varios premios. Uno de ellos: "Desierto y mar"  me permitió publicarlo en el blog en Febrero del pasado año.

Hace unas semanas, ganó otro premio en el XI Certamen de Relatos Cortos "Únete", (en la foto, situada junto al Secretario General Confederal de UGT, Cándido Méndez) que convoca dicha central sindical, con un relato triste, intimista y desesperanzado. escrito en primera persona, por el protagonista del mismo, un muchacho dominicano que sobrevive a duras penas en uno de los innumerables basurales que rodean muchas ciudades de la América hispana y del tercer mundo. Se titula "Determinismo", un término que en la definición que da del mismo el Diccionario de la Real Academia, designa a la teoría que supone que la evolución de los fenómenos naturales está completamente determinada por las condiciones iniciales. 

Es un honor para mi blog y para mí publicarlo, con su consentimiento, y con la esperanza de que les resulte lectura interesante. Y espero que sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




DETERMINISMO 
María V. Embid

Desde que Enrique, el cooperante, no está, aquí todo nos va muy mal, como dice mi abuela, vamos “de mal en peor”. Hace unos meses mi padre murió. Mi madre también murió hace algunos años. Estábamos enterrando a mi padre y sus huesos aún no habían tocado tierra, cuando comenzó a hacer un viento de esos que nubla la visión y le dejamos allí con el cuerpo a medio enterrar.  Dicen que ese viento viene del Interior. Yo nunca he estado allí, bueno en realidad nunca he salido del batey. Sé que aquí vivo y aquí moriré, eso dice mi abuela. Ella vino a este país desde Haití y se quedó en la ribera del río, al resguardo de las basuras de República Dominicana. Las basuras nos dan para vivir, lo peor es la enfermedad. Yo tengo deformados los pies y apenas puedo caminar. A mi me gusta bailar y cuando lo hago otros chicos se ríen de mí. Yo lo sé, pero no me importa, me gusta hacer reír, al menos, Wilson, el niño bailón,  como me llaman, sirve para algo.  El viento del interior se convirtió en  huracán y éste atrajo a las  tormentas y se puso a llover como nunca había visto, y eso que yo no he visto mucho, pero mi abuela decía que nunca había visto llover así, decía que esos vientos calientes vienen de África, los mismos que había cuando sus antepasados esclavos estaban allí, y que ahora, sus almas contrariadas vienen en forma de viento atrayendo a los aguaceros. Yo no sé donde puede estar ese lugar, creo que está al sur del batey, pero son suposiciones mías porque, ni siquiera la abuela, sabe donde puede encontrarse. 

Dicen que en la ciudad, cuando el cielo se pone así de revoltoso,  sacan a las personas de sus casas para que nada malo les pase, pero a nosotros no nos dicen nada, quizás porque aquí somos tan pobres que ni el viento puede golpearnos. Mi abuela dice que para ellos no existimos porque las basuras nos hacen invisibles. Ella a veces nos habla así. Todos lo primos que vivimos con ella nos reímos cuando lo hace. La tía nos dice que no le hagamos mucho caso, que desde que le “pasó el agua” la santera, anda diciendo tonterías, pero a mi me parece que tiene razón.

Cuando empezó a llover las chabolas comenzaron a quebrarse. El aguacero llegó de repente, como grandes olas de agua, no tuvimos tiempo de esconder nada, lo único que pudimos hacer fue escondernos nosotros mismos, allí acurrucados entre las basuras. Estoy tan acostumbrado a las basuras que me encuentro a gusto entre ellas, forman parte de mí o yo formo parte de ellas. Mi abuela dice que estamos entre lo que somos y que, cuando alguien entra en el batey, no distingue cuando empieza la basura y cuando empezamos nosotros. Mi tía ríe cuando mi abuela habla así, pero yo creo que a veces la basura y nosotros somos como la misma cosa.

Cuando el río comenzó a crecer y rebosar los campos a eso de la media noche, yo estaba muy dormido y me despertó el estruendo y el agua que ya me calaba los huesos. La abuela comenzó a hablar al cielo. Mi tía chillaba y le decía que se dejara de llamamientos,  que había que despertar a los chicos, pero mis primos y yo ya estábamos despiertos, nos despertó el agua en las camisas ya caladas como cuando nos bañamos en el río. Me levanté y seguía lloviendo sin parar. El cielo estaba negro como un montón de basura quemada. Me asomé al río pero había perdido sus orillas y ya la basura flotaba en el agua. En la chabola, el agua sonaba a chorros como cuando nos cae un cubo para darnos de restregones. Entre mi primo el grande y yo, tratamos de parapetarla, pero para entonces, ya caía con tanta fuerza que “a pocas” no se nos lleva  también. Por él, por mi primo, supe que la riada se había llevado a Patosa, nuestra gallina, era ya vieja pero ponía huevos muy grandes, en más de una ocasión le había salvado de hacer puchero para varios días o meses. 

Las noticias nos llegaron días después, cuando nos dijeron a los que estamos abajo, que la riada se había llevado la nave central de nuestra escuela y que las cosechas del huerto fueron desperdiciadas a causa del gran chapoteo. Mi abuela decía que tal cantidad de lluvia nunca podría ser tragada por la tierra y parece ser que así fue, porque en los meses que siguieron, las montañas de basura se habían encogido como cuando se nos encoge el estómago de no comer.  La abuela nos decía que eso sería nuestro final. Y algo de razón llevaba porque al poco tiempo comenzamos a enfermar por beber de aquella agua parduzca. De “aquellas”, mi primo el chico se murió y la abuela lo enterró una mañana. 

Cuando los cielos se abrieron y  la lluvia pareció templarse, mis primos y yo intentamos ir a la escuela, lo hicimos cruzando el lodazal que cubría los caminos hacia la vereda. La nave central de la escuela estaba anegada, el huerto encharcado bajo el lodo y el invernadero, llenito de semillas, había corrido con la riada, como Patosa. 

Las semillas las había traído Enrique desde España. En el suelo solo quedaba una parte del papel del embalaje en el que se podía ver “ISCOD”. Yo no conozco muy bien las letras pero las recordaba porque mis primos y yo habíamos arrastrado los sacos desde la camioneta cuando Enrique las trajo de Almería. 

En la escuela nos daban los desayunos por las mañanas. Por eso íbamos. Y lo hacíamos limpitos y con nuestras camisetas blancas. Yo tardaba mucho en atravesar el huerto para llegar a la nave de la leche y, cuando llegaba, a veces se había acabado, pero el señor que manda, siempre tenía un poco más, para los que como yo, íbamos a empellones y algo trastabillados. Venían muchos señores por aquí, de España nos decían. Nos regalaban camisetas blancas que usábamos para venir a la escuela. Esos hombres nos cogían afectos y nosotros a ellos también, pero siempre se terminaban yendo. Yo, la última vez que vino Enrique, pensé en irme con él, al menos eso me dijo, que me llevaría con él a España, decía que allí me curaría pero eso fue antes de los aguaceros. La mañana que se iba, yo llegué con mi zurrón y fui a pedir a la abuela una zamarra pues me habían dicho que fuera del batey hacía frío. 

- Me voy a España abuela.  

- ¿Dónde está eso?

 - No lo sé abuela, supongo que está a la vuelta de África. 

- Está bien no te tardes. El cielo anda revuelto.

Aquella mañana me levanté temprano, el último tramo, lo hice casi volando. Jamás pensé que mis piernas pudieran correr tanto apenas sostenidas por un solo pie en el suelo. Cuando llegué, Don Rafael, estaba trabajando en el huerto y las escuelas estaban vacías. Era temprano, casi no había amanecido, lo supe porque el sol todavía no había echado sus rayos sobre el batey. Pensé que había llegado demasiado pronto y esperé hasta que Enrique llegara, y lo hice allí, sentado en el alféizar de la entrada.  No supe cuanto tiempo estuve allí, ni cuanto tiempo había pasado, no escuché el murmullo de los niños al entrar, ni el ruido de los peroles de leche chocando contra el suelo, porque cuando la nave central estuvo repleta, yo todavía seguía sentado en el poyete con mi zurrón y la zamarra colgados de mis piernas. A eso de la media tarde don Rafael me encontró. Sé que era media tarde porque el sol ya casi se había volteado del todo.   

  -¿Qué haces aquí todavía? - me preguntó -  Espero a Enrique. Me voy del batey. Me acarició con su mano blanca y pude adivinar que, Enrique, ya no vendría a buscarme. Me encontraron días más tarde al atardecer. Las sombras se inclinaban hacia el lado oeste de las basuras, por eso supe que el sol estaba cayendo. Yo estaba encogido de hambre y sería por lo de las basuras y eso de que te hacen invisible, como decía la abuela, porque tardaron varios días en encontrarme, eso me contaron cuando me llamaron  – Nos manda la tía a buscarte – me dijo mi primo el grande. Yo me quedé un poco más entre las basuras, en esos momentos y por primera vez, sentí el viento cálido y húmedo sobre mi cuerpo, ese mismo viento que, una vez estuvo todo encima de nosotros, no nos traería nada bueno. Cuando llegué a casa busqué los brazos de la abuela, ella miraba las nubes, decía que estaban preñadas de almas negras y que tarde o temprano el cielo las escupiría todas. Y no le faltó razón.

Después de la marcha de Enrique, seguí yendo a la escuela. Don Rafael me dijo que no me preocupara, que volvería en otra ocasión. Pero no lo hizo. Aún así yo le esperé a la mañana siguiente y a la otra también, hasta que no quise esperar más. Días más tarde, fue cuando el río comenzó a perder sus orillas y  las aguas a rebosar los campos.

Un día, por Don Rafael, me enteré que Enrique había desaparecido. Poco después nos llegaron noticias de que se le había llevado la riada en la capital. Se le llevó como a mi gallina. Yo pensé que eso solo nos pasaría a nosotros por eso de ser invisibles, quizás,   Enrique también lo era, un invisible de piel blanca. Y algo de eso tuvo que ser, porque un día alguien le trajo en un puchero repleto de cenizas. Le habían quemado como a un montón de basura y las arrojaron en un montículo que hay detrás de la escuela.  Allí, todos los niños rezamos al cielo, ese cielo que un día furioso se nos llevó lo que teníamos. En esos momentos me acordé de mi padre al que habíamos dejado con el cuerpo a medio enterrar, quizás su cuerpo también se lo llevó la riada, mejor que ya estuviera muerto y no penara esa travesía, porque como dice la abuela, la vida es un camino que nos adentra entre las basuras. 

A veces miro a la abuela. Ya no mira al cielo. Está triste. En realidad creo que siempre lo ha estado. Esta mañana, después de la escuela he ido a las basuras. Allí he vuelto a notar el viento, ese viento cálido y húmedo. Le he seguido. Me ha llevado hasta el mar. Allí he bailado entre las olas, he bailado hasta dejar de sentir el agua bajo mis pies. Entre todas las almas negras contrariadas. Entre la envoltura del viento y del mar. Allí me he fijado en ese trozo de cielo que ha vuelto a ser azul y, con la mano, he dicho adiós a ese viento cálido y húmedo que dicen viene de África.




Vicky Embid (centro de la foto) junto a Cándido Méndez





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Entrada núm. 1373 
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"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)

Una mirada a la pobreza