lunes, 30 de noviembre de 2009

Estatuto, Cataluña , España




El Tribunal Constitucional en sesión




A estas alturas de la cuestión me imagino que el que más y el que menos tiene ya opinión formada sobre el follón del Estatuto de Cataluña a su paso por el Tribunal Constitucional. Así pues, ni una palabra más por mi parte; yo también la tengo formada, pero es la mía, y como no va a influir para nada en la resolución del contencioso me la guardo para mi. En todo caso, me gustaría recordar la anécdota que Julia Roberts protagoniza en la película "El Informe Pelícano" (Alan J. Pakula, 1993; basada en una novela de John Grisham) y que leí en un periódico de hace unos días. Julia Roberts, la protagonista, es una aventajada estudiante de Derecho. Su profesor (y amante), en una de sus clases, plantea a los alumnos un caso real en el que fue impugnada ante el Tribunal Supremo de los Estados Unidos una ley estatal que recortaba derechos reflejados en la Constitución Federal, pidiéndoles que argumentasen cual creían que fue la resolución del Supremo. La Roberts hace una exposición muy elaborada jurídicamente, argumentando que los derechos reconocidos en la Constitución están por encima y prevalecen sobre cualquier ley estatal que los conculque. Su profesor la felicita por su argumentación, pero la dice, que no, que el Tribunal Supremo falló a favor de la ley estatal. Y la respuesta de la protagonista, jurista en ciernes es: "Pues el Supremo se equivocó"... (Los puntos suspensivos son mios).

Hace treinta años que conozco a la magistrada del Tribunal Constitucional y ponente de la sentencia sobre el Estatuto de Cataluña, Elisa Pérez Vera. Fue mi profesora de Derecho Internacional Privado en la Facultad de Derecho de la UNED, y compartí con ella asiento en la Junta de Gobierno de la Universidad y en su Consejo Social, ella como Rectora y yo como representante de los alumnos. La admiro profundamente como jurista y como persona y estoy seguro de que sea cual sea la sentencia final será jurídicamente impecable.

Dicho esto, reconozco que me duele profundamente la animadversión de buena parte de los españoles, y por supuesto de la dirección del partido Popular, hacia Cataluña y los catalanes. Lo disfracen de lo que lo disfracen y por mucho que Rajoy se quiera poner de perfil para no salir pringado, él, y el partido Popular, son responsables en gran medida del distanciamiento, perceptible, y cada vez mayor, entre Cataluña y el resto de España.

Aunque sólo fuera por eso, por la necesidad de tender y no cortar puentes entre catalanes y españoles me parece acertado y súmamente interesante el artículo que el pasado día 28 de noviembre publicó en El País ("Estrategia del reencuentro") el profesor Pablo Salvador Coderch, catedrático de Derecho Civil en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Les recomiendo su lectura.

Se cuenta en la república checa que la mayor parte de sus conciudadanos se sintieron encantados y aliviados cuando los eslovacos decidieron por su cuenta y riesgo la desaparición del estado federal checoslovaco y optaron por la separación de checos y eslovacos en dos estados independientes... Estoy seguro de que algunos españoles y algunos catalanes también celebrarían el divorcio entre Cataluña y España. Con sinceridad, yo no entendería nunca una España sin Cataluña, pero tampoco una Cataluña sin España.

Sean felices, por favor, aunque no corran buenos tiempos para la lírica. Tamaragua, amigos. (HArendt)





Elisa Pérez Vera, magistrada del Tribunal Constitucional






"ESTRATEGIA DEL REENCUENTRO", por Pablo Salvador Coderch
Catedrático de Derecho Civil en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona
EL PAÍS - Opinión - 28-11-2009

Son muchas cosas las que unen a catalanes y españoles. No tiene sentido alguno cultivar ese cinismo que señala que sólo existe en común el hartazgo por la inane cerrazón de las respectivas clases políticas.

Si un terremoto asolara Cataluña, la mayoría de los catalanes preferiríamos refugiarnos en Zaragoza antes que en Marsella, en Valencia antes que en Lyon, en Madrid antes que en París. Seguiríamos, pues, en España en lugar de salir al extranjero en busca de acogida, de calor, de amistad. Pero la desmesura del ejemplo imaginario al que acabo de recurrir delata al instante la magnitud del desencuentro entre Cataluña y España. Tiene remedio, sólo que, como ya ocurrió entre 1975 y 1980, habrá que volver a empezar. La estrategia del reencuentro tiene tres ejes: el primero pasa por la implantación territorial del catalán; luego, es preciso que Cataluña obtenga capacidad real de decisión para captar y asignar recursos económicos; y, por último, necesita juzgados y tribunales propios e independientes. Como toda estrategia, ésta persigue garantizar la pervivencia de una cultura -la hispánica- en la cual todavía nos reconocemos muchos. Su objetivo a largo plazo es el reencuentro, una nueva unión con ventajas mutuas. Y la clave del éxito reside en saber articular la estrategia de modo tal que ambas partes -España y Cataluña- se comprometan irrevocablemente a jugar limpio durante el largo proceso de autodeterminación, negociación y apertura de un periodo constituyente. Vamos a ello.

En primer lugar, el catalán habrá de ser la lengua visible en el territorio catalán, como el alemán, en Zúrich, o el francés, en Quebec. Ningún arreglo de menor intensidad bastará. Nunca. Pero, a cambio de ello, los españoles prestarán un servicio inmenso a los catalanes si nos reclaman hacer de la lengua un instrumento formidable de cohesión social, jamás una barrera de entrada. El catalán no puede ser degradado al papel de coartada de mediocres, de quienes, siempre mezquinos, esconden su inepcia tras la noble lengua de Ramon Llull y Ausiàs March. El compromiso dolerá a ambas partes, pero todos saldremos ganando. Y nuestros nietos darán fe.

Luego Cataluña deberá disponer de autonomía económica y concertación fiscal. A cambio de ello, España exigirá prevalencia efectiva del derecho estatal en los ámbitos regulatorios propios de un mercado único, pues ni este país ni las empresas que invierten en él pueden permitirse 17 agencias reguladoras de la competencia, 17 bancos de España, 17 agencias de protección de datos y así sucesivamente. En 1980, Cataluña tuvo su oportunidad de crear una Administración Pública modélica -pues arrancaba de cero- pero la malogró en buena medida y a conciencia. Pudimos tener un civil service, pero construimos una diputación provincial grande. Administrativamente, estuvimos por debajo de lo exigible: una de las grandes cualidades de la Administración Central del Estado, que se cuenta entre de las mejores del mundo, es la calidad sin par de sus altos cuerpos de funcionarios, pero los catalanes no acertamos a la hora de copiar el modelo. Casi por suerte, con todo, los asalariados del sector público catalán son menos del 13% de las personas ocupadas.

En tercer lugar, urge una judicatura específicamente catalana, tribunales propios como los de California o Nueva York: los catalanes no queremos sólo llenar de contenido económico los poderes legislativo y ejecutivo que ya tenemos, sino que reivindicamos también el judicial, pues el primero y el segundo carecen de sentido sin el tercero. Pero Cataluña deberá aceptar de España una regla estatal de diversidad (diversity jurisdiction): los tribunales españoles serán competentes en los litigios entre catalanes y no catalanes, sean individuos o compañías mercantiles. Esto será, quizás, lo más difícil, pues todo tribunal es casero y, una vez más, Cataluña habrá de confiar en la neutralidad de los tribunales españoles. Apuesto por ello: la mayor parte de los jueces de este país carecen de color político. A Dios gracias.

La estrategia del reencuentro se articula mediante una negociación, sigue con una votación y culmina con una reforma constitucional. Los catalanes reclamaremos negociar y, luego, votar en paz. Pero, en el proceso, España podrá rendirnos el inmenso servicio de exigir respeto a las reglas del juego limpio. Así, la pregunta sobre la autodeterminación habrá de ser inexcusablemente clara. Al respecto, la Ley de 29 de junio de 2000, del Parlamento de Canadá (Canadian Clarity Act), es una muy buena guía y ya está inventada. Los canadienses se habían dirigido a su Tribunal Supremo en busca de una solución al embrollo de Quebec y el Tribunal, en una sentencia legendaria de 1998, estableció el canon de la doble claridad: en primer lugar, resolvió, la pregunta a los ciudadanos de la provincia debería ser nítida y directamente si aquéllos querrían dejar de formar parte de Canadá y acceder a la independencia. Y en segundo término, una mayoría clara de la población debería pronunciarse afirmativamente. Sólo tras la doble clarificación resultaría posible arrancar una negociación política y el proceso consiguiente de modificación de la Constitución.

La pregunta en un referéndum catalán, por tanto, no podrá ser ni farragosa, ni si los catalanes escogemos entre el Cielo y esta tierra, siempre dura y agreste, sino si estaremos dispuestos a soltar amarras. Porque España es una polity seria: un Estado respetado -a pesar de sus gobiernos- que tiene política exterior y hasta de defensa. Cuenta con empresas de nivel mundial, a las cuales controla en última instancia. La lengua española es un portaaviones profesional, económico y cultural de primera magnitud. Sin autoengaños, los catalanes deberíamos ser conscientes de que una Cataluña independiente tendría la misma política exterior que un país europeo muy pequeño, es decir, ninguna. Como habríamos de serlo ya que, en todas las elecciones autonómicas bajo el régimen constitucional de 1978, nunca se ha abstenido menos del 35% del censo electoral, mientras que, en las generales, sólo una vez un porcentaje mayor del electorado dejó de votar. Claridad, pues, en la pregunta y claridad también -rotundidad- en la respuesta: la que brinda una mayoría real. No olvidemos que algún nacionalista catalán radical teme más a las gentes que viven y trabajan en Cataluña que a los españoles, pues si mañana realmente votáramos todos, saldría que no. Que no.

España tiene armas, instrumentos políticos de primera magnitud para hacer entrar a muchos catalanes en las razones inconfesadas del realismo, del interés nacional: en Europa está España, no Cataluña -esquina en desgarro, como diría el notario Juan José López Burniol- una Cataluña que no es Eslovaquia, ni Eslovenia, ni Flandes. España sabe que buena parte de la inmigración, que no vota, puede ser nacionalizada y puede empezar a hacerlo. De ahí las angustias de algunos nacionalistas, nativistas claros que reclaman votar ya, no fuera que un millón de neocatalanes diera al traste con su invento dentro de cuatro días. Al tanto: a muchos catalanes nos atrae del nacionalismo su amor sincero por la lengua y por la manera catalana de hacer las cosas. Pero nos distancia de él su faccionalismo cainita -¡en los campos de fútbol veo tres banderas catalanas distintas!- y su eventual propensión a confundir disidencia con traición -¿qué me espera tras haber afirmado en público aquello que defiendo en privado?-.

Pero escribo de buena fe con lo que resta de mi ánimo, volcado en el interés de todos o de casi todos, en el de un reencuentro que nos permita otras dos generaciones de vida compartida en Sefarad, fascinante pell de brau. ¿Qué nos une a catalanes y españoles?, me preguntarán. Muchas cosas y bastantes muy buenas, créanme: no caigan, por favor, en la tentación del cinismo, en la noción de que a catalanes y españoles sólo nos unirían el hartazgo compartido ante la inane cerrazón de nuestras respectivas clases políticas y la sospecha terrible de que, a la postre, son precisamente las nuestras porque nosotros mismos las hemos puesto a mandar, que aquí nadie ha nacido en los árboles. Y es que la duda embarazosa que nos abruma a todos es si, al final, el problema real de Cataluña no es tanto aquello que la diferencia de España, como precisamente aquello en lo que coincide con ella, que es casi todo. Lo bueno y lo malo. Persigamos, pues, lo mejor en el reencuentro del mañana. Ganaríamos.





El profesor Pablo Salvador Coderch, con el Rey





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Entrada núm. 1254 -
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"Pues, tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)

sábado, 28 de noviembre de 2009

Wikipedia




El logotipo de la Wikipedia




Hace unas semanas, en octubre pasado, acompañé a mi hija Ruth y su marido, Ramón, al inicio de sus cursos respectivos en Lengua y Literatura española y Derecho en la Universidad Nacional de Educación a Distancia, en Las Palmas. Fue un emotivo reencuentro con mi Universidad, por la que hacía varios años que no pasaba y que me dio ocasión para saludar a "viejos" profesores amigos. En la presentación del Curso 2009-2010 a los nuevos alumnos, uno de esos "viejos" amigos, profesor titular en la Universidad de Las Palmas de Derecho Romano y coordinador de los estudios de Derecho y profesor-tutor en el centro asociado de la UNED, les dijo a modo de introducción: "Las fuentes del Derecho son (según el artículo 1.1 del Código Civil) la ley, la costumbre y los principios generales del Derecho, y ahora, además, la Wikipedia". Lo dijo en broma, supongo, pero estaba corroborando de manera implícita una opinión generalizada: la de que hoy por hoy, la Wikipedia, la enciclopedia universal en línea, es un instrumento de información utilísimo e imprescindible. ¿Qué tiene imperfecciones y presenta errores? Por supuesto que sí, pero si no la sacralizamos y aprendemos a movernos a través de los datos que nos facilita de manera casi instantánea, separando lo que contiene de "información", "opinión" y "fuentes", su utilidad es manifiesta. Un consejo, lean el artículo de que se trate hasta el final, accedan a los vínculos electrónicos que estimen de interés de entre los que aparezcan en pantalla, y muy especialmente, visiten las fuentes de referencia que se citan al final de cada uno de sus artículos. Y ya me contarán después. Prueben con cualquier tema que se les ocurra y búsquenlo en Google, por ejemplo, y abran el enlace que venga referenciado a Wikipedia: Obama, Al-Qaeda, Homer Simpson, F.C. Barcelona, Cambio climático, Natación sincronizada, Dios, o Derecho Romano, porque no...

Revista de Libros (aquí) en su número de noviembre, le ha dedicado uno de sus artículos de cabecera, titulado "Planeta Wikipedia", escrito por el profesor de Ciencia Política de la Universidad de Málaga, Manuel Arias Maldonado. Es una historia exhaustiva e interesantísima de los orígenes, fundación, desarrollo, expansión, ¿y crisis de crecimiento? de Wikipedia. Y de sus posibilidades y problemas. Pueden leerlo en la propia Revista de Libros (aquí), aunque más adelante lo reproduzco literalmente con el permiso de su autor y de la editora de la Revista. Espero que lo disfruten. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. (HArendt)






Jimmy Wales, el fundador de Wikipedia





"PLANETA WIKIPEDIA", por Manuel Arias Maldonado
Profesor de Ciencia Política en la Universidad de Málaga
Revista de Libros nº 155, noviembre 2009

Durante el pasado mes de febrero, el primer ministro británico, Gordon Brown, sucumbió a la lírica mientras trataba de explicar la naturaleza de la actual crisis económica en la Cámara de los Comunes. Y habló así: «Me viene a las mientes la historia de Tiziano, el gran pintor que, al terminar el último de sus espléndidos cien cuadros a la edad de noventa años, dijo: “Por fin aprendo a pintar”. En ese mismo punto estamos todos nosotros». A la semana siguiente, David Cameron, líder de la oposición conservadora, replicó: «El primer ministro nunca maneja bien los hechos: dijo ser como Tiziano a los noventa años. Pero Tiziano murió a los 86». Sigue un revuelo, se oyen risotadas, el speaker pide silencio. Y a otra cosa. Pero la historia no termina aquí. Cuatro minutos antes del final de esta sesión de control, la entrada dedicada a Tiziano en la Wikipedia anglosajona fue alterada con arreglo a la afirmación del líder tory: si antes figuraban 1485 como fecha de nacimiento y 1576 como fecha de defunción, ahora aparecían, respectivamente, 1490 y 1572. ¡Chocante! Concebido para estos menesteres, el Wikipedia Scanner rastreó el origen de la modificación, que resultó ser una dirección IP –o registro de usuario único de Internet– de la sede del Partido Conservador en el suroeste de Londres. Así que un portavoz salió a decir que algún miembro de la oficina había incurrido en exceso de celo. Bien, pero, ¿cuándo murió Tiziano? En realidad, no hay acuerdo al respecto: solía pensarse que en torno a 1577; ahora se cree que después de 1580. Para el Metropolitan Museum de Nueva York, por ejemplo, fue en 1576. Que es lo mismo que decía Wikipedia antes de su interesada alteración.

Es ciertamente difícil hablar de Wikipedia sin recurrir –como decía Pessoa– a la cobardía del ejemplo. Durante los últimos años, de hecho, hemos tenido noticia regular de episodios similares. Sin embargo, nadie parece tener claro qué conclusión extraer de los mismos: la enciclopedia es defendida, atacada e ignorada a partes iguales. Pero es evidente que el desconocido apparatchik conservador la corrigió porque pensó que los británicos se dirigirían a ella para comprobar quién tenía razón, si el primer ministro o el líder de la oposición, en la inopinada querella acerca de la muerte de Tiziano. Y probablemente no se equivocaba. Desde su aparición, en enero de 2001, Wikipedia ha crecido vertiginosamente, hasta alcanzar, ocho años después, los trece millones de artículos, en 262 lenguas distintas; su edición anglosajona contiene casi tres millones de entradas y otras veinticuatro ediciones poseen, al menos, cien mil. Así, por ejemplo, la página dedicada a Michael Jackson ha recibido treinta millones de visitas desde su fallecimiento. Aunque su visibilidad es quizá menor en un país tan atrasado como España, Wikipedia ha alcanzado ya una importancia formidable como fuente de información y –fama obliga– controversia. Semejante éxito ha servido para inspirar algunas réplicas, poner en marcha una contraparte ideológica –la Conservapedia– llamada a combatir el sesgo progresista de Wikipedia y provocar, incluso, un razonable pánico en las enciclopedias tradicionales1. Desde luego, no es poco.

Sus fundadores y comentaristas, empero, formulan objetivos más ambiciosos. Habla Jimmy Wales, cofundador y, todavía hoy, máximo gestor de la enciclopedia: «Imaginemos un mundo donde cualquier persona tiene libre acceso a la suma de todo el conocimiento humano. Eso es lo que nosotros estamos haciendo»2. Wikipedia sería, junto a iniciativas como Google Books, la avanzadilla de un cambio tecnológico que comporta un cambio cultural; o viceversa. Robert Darnton saludaba así, en las páginas de The New York Review of Books, el acceso libre a un creciente número de plataformas de artículos digitalizados: «La democratización del conocimiento parece estar a nuestro alcance. Podemos hacer realidad el ideal de la Ilustración [...]: una República Digital de Aprendizaje»3. Desde este punto de vista, el viejo problema del acceso a la información quedaría resuelto de una vez por todas; su velocidad de circulación crecerá exponencialmente y, como resultado, la humanidad dará lo mejor de sí misma. Borges meets Asimov.

Sin embargo, cuando allá por 2001 Jimmy Wales hablaba de todo el conocimiento humano, acaso ignoraba que sus palabras terminarían adoptando un sentido literal: Wikipedia alberga la biografía de quinientos personajes de Pokémon, popular videojuego de origen japonés. En su versión española, Ana Obregón recibe más y mejor atención que Ricardo de la Cierva. Y así sucesivamente. Al mismo tiempo, su fiabilidad ha sido cuestionada por distintos estudios, como el ameno La revolución Wikipedia, disponible en español. Tal como se pregunta Stacy Schiff desde la atalaya de The New Yorker: «¿Qué decir de una enciclopedia que a veces es precisa, a veces no lo es, y a veces es analfabeta?»4. Se pueden decir muchas cosas. Y puede jugarse con las metáforas. Pero antes es conveniente saber cómo hemos llegado hasta aquí.

¡ES LA TECNOLOGÍA, ESTÚPIDO!

Wikipedia es una enciclopedia digital basada en una herramienta de software libre, la wiki, que permite a cualquier usuario editar en cualquier momento el contenido de cualquier página. Su ideal es la combinación de la vieja vocación enciclopédica con las nuevas posibilidades tecnológicas. Si Umberto Eco dijo una vez que el principal deber de una persona culta es estar dispuesto en todo momento a reescribir la enciclopedia, Wikipedia habría convertido este tropo en realidad5.

Aunque su fundación data de 2001 y las ideas que la animan proceden confesamente del ímpetu racionalista y documental de la Ilustración europea, Wikipedia tiene sus orígenes en el movimiento del software libre. Desde los años sesenta del pasado siglo, este popular movimiento preconiza la libertad en el uso, adaptación y reconfiguración de los programas informáticos, en la creencia de que éstos mejorarán mediante el ejercicio de esta suerte de inteligencia colectiva. Wikipedia no sólo se basa en una herramienta de software libre, sino que comparte su filosofía: bautizada por su creador, Howard G. Cunningham, con una palabra hawaiana que significa «rápido», la wiki permite la elaboración del contenido de una página por sus usuarios: cualquiera puede verla y editarla, sin la intervención de ningún moderador, ni la fijación de filtro alguno; los cambios, además, admiten reversión. Se trata, con todo ello, de acelerar cooperativamente la generación y mejora de información: lo que uno no sepa, lo sabrá otro. De modo que una wiki no es sólo un instrumento tecnológico, sino una forma de organizar la colaboración entre individuos. Y aunque ya existían comunidades digitales basadas en la wiki, ahora se emplea este recurso con un fin bien concreto: dar forma a una enciclopedia mediante el uso de este instrumento técnico.

Es natural, entonces, que Wikipedia explote las posibilidades intrínsecas al medio que la hace posible. Esto significa que la adaptabilidad y el cambio son sus rasgos definitorios: la Wikipedia no es estática, ni posee nunca una forma definitiva; todos sus artículos son, por definición, provisionales. Es tentador considerarla, à la Baumann, símbolo oficial del conocimiento líquido. Sin embargo, que Wikipedia sea una enciclopedia digital –en lugar de ser sólo una enciclopedia– se manifiesta asimismo en el empleo de otra herramienta técnica: el hipertexto. O posibilidad de incluir en un artículo vínculos que conducen a otros artículos: una página es una página. Wikipedia puede así leerse en cualquier orden y admite múltiples itinerarios. Para algunos lectores, esto es una distracción; para otros, una fuente infinita de posibilidades. Sarah Boxer ha celebrado «el ethos asociativo y la obsesión con la conexión» propia de Internet, algo que, sencillamente, no cabe en un libro6. Y es que el hipertexto no es prosa: «Wikipedia está diseñada para navegar entre múltiples artículos interconectados»7. De ahí que se denomine huérfano a aquellos de sus artículos que carecen de links y sean, ay, candidatos instantáneos a la supresión.

A la vista de todo esto, difícilmente sorprenderá que los fundadores de Wikipedia se hayan referido a un artículo seminal de Friedrich A. Hayek acerca del uso social del conocimiento, que operó en ellos a la manera de un chispazo de inspiración. En aquel texto de 1949, Hayek arranca de un hecho –la dispersión del conocimiento útil en la sociedad– para constatar que la planificación centralizada no resuelve el problema subsiguiente –cómo extender el alcance de nuestro empleo de los recursos más allá del alcance de las mentes individuales– y recomendar un orden descentralizado como el más adecuado sistema de distribución de información. Y ello a la vista de «la inevitable imperfección del conocimiento del hombre y la correspondiente necesidad de un proceso mediante el cual el conocimiento sea constantemente adquirido y comunicado»8. ¡Alehop! Wikipedia trata de aplicar este razonamiento a la producción del conocimiento enciclopédico, aprovechando la dramática reducción que Internet procura en los costes de la cooperación: «Llama a sus muchos lectores a convertirse en escritores, redactores y editores, permitiendo a cualquiera hacer una pregunta o enmendar información incorrecta»9. Y –parece– funciona. Después de un par de proyectos frustrados, Wikipedia arranca, de la mano de los norteamericanos Jimmy Wales y Larry Sanger, el 15 de enero de 2001. Obtiene un éxito inmediato y, seis años más tarde, es el octavo sitio más visitado de la red.

WIKIPEDIA POR DENTRO

Pero, si Wikipedia funciona, ¿cómo lo hace exactamente? Es preciso conocer un mecanismo para entender sus averías. Cabría esperar que, en vista del éxito cosechado, ese mecanismo fuera más bien sencillo. Y, verdaderamente, así es, por más que incluya grados variables de sofisticación para quien quiera pasar de aficionado dominical a iniciado a tiempo completo.
Para participar, basta con una conexión a Internet. ¡Y aún la cobran como un suplemento en muchos hoteles! Son posibles tanto el anonimato como el pseudónimo. Cualquier cambio realizado en cualquier página es visible de inmediato; sólo está restringido el acceso a aquellas que están protegidas por su carácter técnico, o semiprotegidas por su conflictividad: así, es necesario registrar la propia IP para editar páginas sobre celebridades, George Bush o Dios, por mencionar algunas. Todos los artículos poseen un historial, en el que pueden rastrearse los cambios realizados; su complemento es la aneja página de discusión, especie de sala de conversación –o trifulca– entre editores y lectores. Todas las Wikipedias posibles están, pues, contenidas en Wikipedia. Más material para la metáfora.

Ahora bien, contra el cliché, Wikipedia posee reglas o, cuando menos, recomendaciones en forma de reglas; cuestión distinta es el respeto que se muestre hacia ellas. Su política de edición exige que los artículos sean neutrales y verificables: así como todos los puntos de vista deben estar representados ecuánimemente, todas las afirmaciones deben remitir a fuentes externas a la propia enciclopedia. No se trata de reemplazar al especialista, sino de facilitar el acceso al material del especialista. Según el Manual de estilo desarrollado por la comunidad de usuarios de la Wikipedia anglosajona, el artículo ideal informa suficientemente al lector a través de una prosa sencilla y ágil, incluye material gráfico y fundamenta todas sus afirmaciones. Existe, no obstante, una cierta tensión entre esta sobria formulación y la política básica en que desembocan sus distintos principios editoriales, que parece más bien un himno punk: Ignora todas las reglas. Y su coda: Sé atrevido. Esta oscilación permanente entre el ideal racionalista y la épica adolescente no es extraña a Wikipedia, aunque, bien mirado, trasluce también un entusiasmo de raigambre puramente estadounidense.

Sin duda, una de las principales virtudes de Wikipedia es la extraordinaria diversidad de su contenido. Y aunque es cierto que en torno a dos tercios de sus artículos nunca superan el estadio de mero resumen o apunte sobre un tema, otro tercio posee la suficiente profundidad para ser tenido en cuenta. Todo cabe: desde temas tradicionales de enciclopedia hasta artículos sobre personajes de ficción, pasando por empresas, infraestructuras, lugares, sucesos de actualidad y trivialidades varias. Así, pueden encontrarse excelentes artículos dedicados a George Eliot, Snoopy, la isla de Corfú o la batalla de Austerlitz, pero también a Star Trek, el PVC y –el humor en Wikipedia– bandas de heavy metal cuyo nombre contiene la Umlaut alemana (haberlas, haylas: de Mötley Crüe a Motörhead). Frente a la enciclopedia clásica, con su limitación física, Wikipedia participa del atributo digital de la ausencia de límites: un saber que no ocupa lugar; o casi10. Junto a los artículos, encontramos un sorprendente número de páginas –diez millones– dedicadas a discusión de contenidos, a la infraestructura técnica y a la administración interna. Es entonces cuando uno descubre las catacumbas de Wikipedia, o sea, la ingente cantidad de tareas necesarias para su mantenimiento y mejora, acometidas por eso que se llama la comunidad.

¿Quiénes forman parte de esta comunidad? Aquellos usuarios que desean formar parte de ella y que actualizan esa pertenencia a través de su participación: una tautología en acción. Las tareas de los wikipedians consisten, por ejemplo, en señalar la necesidad de fuentes en los artículos que carecen de ellas, en dirigir un término al artículo correspondiente, en evitar duplicaciones, en dividir textos demasiado largos, en crear categorías y subcategorías, o en combatir el así denominado vandalismo o desinformación intencionada. Ésta puede ser pueril, como insultar a Dick Cheney, pero también nabokovianamente perversa: basta alterar la fecha de una batalla para amargar el día a un puñado de historiadores. Algunos editores se dedican a combatirla, y ha llegado a crearse una Unidad de Contravandalismo, con enseña propia y todo. Hay que contar también, no obstante, con los errores no intencionados y con la información que, sencillamente, está ausente. Los editores, que parecen tener mucho tiempo libre, se ocupan de todo esto. Y el credo subyacente es inequívoco: «Wikipedia se cura a sí misma»11. Sin embargo, esta política no ha funcionado todo lo bien que sería deseable, razón por la cual la Wikipedia anglosajona ha seguido, un año después, los pasos de la versión alemana: el contenido de las páginas relativas a personas todavía vivas habrá de ser corroborado a partir de ahora por un cuerpo de editores antes de su publicación. Aunque no todas las tareas son tan ingratas. Esta comunidad de editores también señala la excelencia de algunos artículos –mejores cuanto más nutridos de referencias– u organizan Wikiprojects para tratar de fomentar la atención a áreas concretas de conocimiento: así el Wikiproject para Anfibios y Reptiles.

Es difícil, no obstante, hablar inequívocamente de una comunidad, dada la diversidad de los contribuyentes. Hay muchos jóvenes, pero también jubilados; y tanto aficionados como académicos. En cambio, apenas hay mujeres: aproximadamente el 80% de los participantes en Wikipedia son varones. Aunque no hay una explicación oficial al respecto –supuesto que haya necesidad de la misma–, se ha sugerido que el tono general de las controversias es demasiado agresivo y aleja al espíritu femenino; para evitarlo, se creó en 2007 el WikiChix Group, espacio para la discusión y el debate exclusivamente femenino; así sea. Esta comunidad digital ha desarrollado un vocabulario distintivo y propio, además de una ingente cantidad de reglas y procedimientos de funcionamiento interno; incluso tiene una mascota, la Wikipede.

Aunque, a veces, la comunidad se haga carne mediante la celebración de unos congresos llamados Wikimanía, el último de los cuales se celebró este año en Buenos Aires, su existencia ordinaria es virtual y tiene en el llamado Village Pump su lugar de reunión para el tratamiento de temas diversos. La gestión externa, en cambio, corresponde a la Fundación Wikipedia, presidida por Jimmy Wales y radicada en San Francisco. Es una organización sin ánimo de lucro, gobernada por un consejo de administración, encargada de aspectos sustanciales del gobierno de Wikipedia. La fundación, por ejemplo, da su visto bueno al lanzamiento de ediciones en otras lenguas. Basta con que exista un suficiente potencial de usuarios y concurran voluntarios para hacerse cargo del proyecto. La Wikipedia alemana, de tono más académico que las demás, nace ya en 2001; entre las curiosidades, debe hacerse mención de las Wikipedias en catalán y esperanto, así como la breve singladura de una Wikipedia en klingon, la lengua de los trekkies, o seguidores de Star Trek, prohibida por Jimmy Wales en un alarde de seriedad epistemológica.

QUIEN PAGA, MANDA

Es la fundación, también, la que se ocupa de las cuentas de Wikipedia. Y aunque es fácil recurrir al cinismo a la hora de juzgar el hecho de que Wikipedia no posea publicidad, no deja de ser un rasgo encomiable que ayuda a preservar la integridad –ya guste o repela– de su propósito. Sobre todo, porque esta renuncia tiene un precio: la inestabilidad financiera y la necesidad de buscar sin pausa donaciones con las que, a veces no tan encomiablemente, sostener un proyecto cada vez más costoso.

Tanto, de hecho, que la pasada Navidad Wikipedia hubo de lanzar una campaña de salvamento –que incluía un vídeo donde Jimmy Wales se retorcía las manos en un gesto de desesperación– ante la insuficiencia de los fondos recaudados durante el año para cubrir un presupuesto de seis millones de dólares. Sólo se habían cubierto, a fecha de 24 de diciembre, 3,8 millones. Nada extraño, si tenemos en cuenta que los cuarenta y cinco mil donantes individuales dan una media de 33 dólares por cabeza, lo que equivale a un tercio de las necesidades totales. Pero en apenas cinco días los internautas del mundo respondieron generosamente y Wikipedia pudo, con un épico ingreso adicional de 2,3 millones, superar sus objetivos y alcanzar los 6,1 millones de dólares. ¿Y para qué sirve este dinero? Un tercio de este presupuesto se destina a gastos de mantenimiento tecnológico y algo menos de esa cantidad a la administración del sitio; partidas menores financian los programas, campañas e iniciativas desarrolladas por la Fundación Wikipedia, el salario del director ejecutivo y su personal, los gastos jurídicos, los emolumentos del consejo de administración y sus desplazamientos varios.

Sin embargo, a pesar de que esta campaña haya funcionado, no parece que pedir auxilio anualmente sea una fórmula sostenible. Máxime si, además de sobrevivir, se trata también de crecer o de innovar. Si Wikipedia no quiere morir de éxito, en fin, necesita alternativas. Sucede que éstas pueden comprometer la pureza del propósito y desalentar a quienes mantienen un vínculo emocional con la enciclopedia: a la manera de un logo comercial, Wikipedia depende de su reputación. Y esta reputación, a su vez, parece depender de su fidelidad a los principios fundacionales. ¿Cómo recaudar dinero, entonces, sin comprometer el sentido de la empresa?
Ya existen algunos mecanismos. La fundación obtiene cerca de un 2% de su presupuesto por vías alternativas a la donación directa. Por ejemplo, ha cedido el uso de su logotipo a Nokia para publicitar un nuevo modelo de teléfono; o ha cobrado a algunas páginas web, como Answers.com, por actualizaciones inmediatas de contenidos. En otras ocasiones, se trata de estímulos concretos: un profesor del MIT, Philip Greenspun, ha donado recientemente veinte mil dólares para lanzar un proyecto, el Greenspun Illustration Project, que pagará una modesta cantidad a aquellos dibujantes que mejoren la cantidad y calidad media de las ilustraciones en Wikipedia. Idéntica cantidad fue entregada por Deutsche Telekom a la Wikipedia alemana por haber integrado en sus webs el contenido de aquélla; o así se dijo. También en Alemania, y de un modo inequívocamente europeo, el Estado concedió una subvención a Wikipedia para la mejora de la información acerca de las energías renovables: quien paga, ciertamente, manda12.
Naturalmente, el problema que plantean este tipo de ayudas es que se compadecen mal con la política de neutralidad de Wikipedia, y peor aún con el ideal enciclopédico que la inspira. Su propia índole facilita, por añadidura, el trapicheo. Recientemente, el fundador del Timpanogas Research Group sostuvo que Jimmy Wales había accedido a dar protección especial a la página de Wikipedia dedicada a su grupo, a cambio de una donación de cinco mil dólares. En un registro algo más pedestre, un editor de Wikipedia llegó a colgar en la red una oferta que rezaba así: «Soy un experimentado administrador senior de Wikipedia, autor de muchos artículos y responsable de aspectos técnicos de la misma. Si necesitas un buen perfil en ella, mi dilatada experiencia puede serte de ayuda». Estas corruptelas comprometen seriamente la imagen de Wikipedia, sin resolver sus problemas económicos. Salvo que se incluya publicidad o se cobre a los usuarios, resulta difícil pensar en un equilibrio presupuestario razonable.

Ya que, si bien para algunos puede resultar inverosímil que una empresa como Wikipedia pueda coquetear con la desaparición, lo cierto es que sus dificultades son las mismas que aquejan a la mayor parte de las empresas que crean contenidos en la red, en lugar de limitarse a recogerlos de los demás. Es un problema creciente, que ya ha desestabilizado seriamente a muchos medios tradicionales y a buena parte de la llamada industria cultural: de los periódicos a las compañías discográficas. Y es que la cultura de la gratuidad es como la vida bohemia: inmejorable para quien la disfruta, pero onerosa para quien la paga. Mientras siga pagándola.

HUMANA, DEMASIADO HUMANA

Hasta aquí, la Wikipedia oficial. Sus muchos críticos, sin embargo, sostienen que la Wikipedia real es muy distinta. Más que una enciclopedia, dice Sam Vaknin, es «una comunidad de usuarios que intercambia información ecléctica de forma regular»13. ¡Un club de amigos! Más que la calidad de la edición, contaría la cantidad de lo editado; la ausencia de control centralizado degeneraría en anarquía; abundarían la trivialidad y el error. Wikipedia, entonces, puede ser muchas cosas, pero no lo que dice querer ser. Donde mejor puede apreciarse este tenor crítico es en las denominadas guerras editoriales y en el subsiguiente conflicto entre dos formas distintas de entender la Wikipedia: inclusionismo y exclusionismo. ¿Debe la Wikipedia abarcar cualquier aspecto del conocimiento humano, por banal que sea, o adoptar una política editorial más estricta para convertirse en una fuente más reputada? ¿Son los Simpson de Matt Groening un asunto de enciclopedia, digno de tener mejores páginas en inglés, español, francés y alemán que Alexander Solzhenitsyn? Para los inclusionistas, reducir la banalidad no contribuye a aumentar la seriedad; para los exclusionistas, lo contrario: quien ve a Britney Spears ya no se anima a escribir sobre Yasujiro Ozu. Esta querella se ha hecho carne en la persona de los dos fundadores del proyecto, ilustrando de paso el conflicto entre una forma tradicional de acumulación del saber y un experimento –digamos– democrático de generación del mismo. Si Jimmy Wales ha defendido la Wikipedia realmente existente, Larry Sanger la ha abandonado. Aquél, de hecho, ha protagonizado un controvertido caso al crear himself un artículo sobre un restaurante surafricano, Mzoli’s, donde había almorzado satisfactoriamente. ¿Un restaurante desconocido en una enciclopedia? En palabras de Kerstin Kohlenberg: «Sanger quería eficiencia, calidad y concentración; su rival quería libertad. Sanger quería una enciclopedia perfecta; su rival, una comunidad perfecta»14. Esta referencia a la comunidad adquiere pleno sentido si se considera el modo en que Wikipedia resuelve estos conflictos editoriales, ya se trate de decidir si un artículo tiene la relevancia necesaria para sobrevivir, o de zanjar una disputa en torno a una fecha controvertida. No es un asunto menor, si tenemos en cuenta que unos mil quinientos artículos, o proyectos de tales, son borrados a diario.

En realidad, no hay un proceso formal para la resolución de querellas. Wikipedia promueve la discusión orientada al consenso entre editores como procedimiento de decisión. Sólo aquellos casos en los que se juzga el comportamiento de los editores, antes que el contenido de sus aportaciones, conocen una solución distinta a través de un tribunal de arbitraje. Durante los últimos años, sin embargo, han crecido formidablemente las normas sobre gobernanza y política editorial, lo que en la práctica supone que la participación en los procedimientos de supresión de artículos demanda mucha paciencia y no poca capacidad para formar alianzas y forjar así el requerido acuerdo15. Cuanto más se participa, de más autoridad se disfruta: los controles son antes sociales que cualitativos16. Hasta cierto punto, se trata de un rasgo frecuente en las comunidades digitales. Amazon ha tenido que rectificar el criterio con que clasificaba las reseñas elaboradas por los usuarios sobre sus productos a la vista de la desenfrenada carrera acumulativa emprendida por algunos de ellos: Harriet Klausner, el más prolífico, resultó ser el autor de dieciocho mil críticas de artefactos culturales; una cifra delirante. Por otro lado, las querellas son a menudo bien poco elegantes, algo que, sumado al funcionamiento permanente de robots dedicados a borrar obscenidades y a los bloqueos provisionales o definitivos de las direcciones IP dedicadas al vandalismo, proyectan una imagen de la Wikipedia distinta de la originalmente prevista: habíamos empezado en Diderot y hemos terminado en Saint-Just. Nada como abrir las puertas de par en par para que corra el aire fresco.

AGAMENÓN Y WIKIPEDIA

Ahora bien, ¿qué relación guardan entre sí Wikipedia y la verdad? Pregunta relevante sólo si sobreentendemos que una enciclopedia tiene que ser –aproximadamente– un depósito de hechos verificables sobre asuntos relevantes para el conocimiento humano. Recordemos que la idea original reza que la ausencia de control centralizado, en combinación con una serie de principios y procesos que orientan la generación del conocimiento, constituye la innovadora aportación de Wikipedia a la búsqueda de la verdad: ésta emergerá más fácilmente mediante la voluntaria cooperación de todos17. Es conocido el experimento de A. J. Jacobs, periodista de Esquire, que publicó un artículo poblado de errores y erratas intencionados, para recibir 224 correcciones en las primeras veinticuatro horas y otras 149 en las siguientes. ¿Cuánto tiempo habría llevado realizar el mismo número de correcciones en un documento del siglo XII?

Hay quienes ponen en cuestión, no obstante, que el ideal del software libre pueda aplicarse al saber enciclopédico. No todo es una cuestión de velocidad y acceso. ¿Cómo garantizar la fiabilidad del resultado final? Paul Duguid duda de que los métodos que aseguran la calidad del software libre viajen, junto con la tecnología, al terreno enciclopédico. Mientras que existe un estándar objetivo para medir la calidad del software así creado –a saber: si funciona o no–, no parece ocurrir lo mismo con la verdad. Y ello, porque no existe manera de garantizar que la información contenida en un artículo generado colectivamente sea fiable si no existe un procedimiento reglado de revisión donde un experto tenga, por razón de su mayor conocimiento, la última palabra: el ancien régime del saber.

Quizá, sin embargo, no convenga poner tanto énfasis en la verdad si queremos entender lo que es Wikipedia. Es decir, más que un modelo de veracidad indiscutible, Wikipedia sería un marco para la búsqueda desjerarquizada de una veracidad aproximada. Y ello en un contexto donde la cultura popular fagocita sin contemplaciones a la vieja cultura culta. De ahí que Larry Sanger haya distinguido entre un conocimiento útil y un conocimiento fiable, sosteniendo a continuación que Wikipedia supera a las demás fuentes en lo primero, pese a que sus ambiguas virtudes le impidan ser, también, un ejemplo constante en lo segundo. Stacy Schiff ha señalado que, al igual que ocurrió con la Enciclopédie de Diderot y compañía, la Wikipedia es una combinación de manifiesto político-cultural y obra de referencia: lo que Wikipedia hace es señalar una nueva forma de hacer las cosas. Un modus operandi que refleja fielmente las características de su medio ambiente, que no es otro que Internet.

Esto se manifiesta inmediatamente en un problema que aqueja a muchos artículos de Wikipedia: su dependencia respecto de la información contenida en la propia red. Si no hay en ésta material suficiente para escribir un artículo fiable sobre una materia, el artículo será pobre; y, quizás, al revés. Dice Paul Duguid que lo que no está en Internet, sencillamente, no existe, en un proceso de exclusión que se retroalimenta sin pausa. Semejante autorreferencialidad alcanza su cenit en las innumerables páginas que Wikipedia dedica a sí misma. Este narcisismo adolescente es aplaudido por Phoebe Ayers: «Los wikipedians adoran escribir sobre Wikipedia»18. Son también ellos quienes llevan a la práctica un rasgo prominente de la enciclopedia, directamente relacionado con el antedescrito problema de su fiabilidad: la completa disolución de las nociones de autoría y autoridad.

Efectivamente, Wikipedia formula una política igualitaria de edición, en la que un experto posee los mismos privilegios que cualquier otro contribuyente. La autoridad académica no basta en Wikipedia: el conocimiento debe manifestarse durante el proceso de discusión y edición. Es ilustrativo, a este respecto, el caso de William M. Connolley, profesor de climatología sancionado por editar comentarios escépticos sobre el cambio climático y por ampararse en su autoridad para hacerlo. En palabras de Ayers, esa sanción refleja –la cursiva es mía– el hecho de que «la capacidad para contribuir productivamente y en armonía con otros editores nada tiene que ver con el conocimiento que se tenga sobre una materia»19. No en vano, la cultura de Wikipedia lleva implícita la autoría colectiva: «Un artículo nunca es tuyo»20. Acaso este paradójico colectivismo individualista, en el que millones de solitarios cooperan anónimamente en un proyecto común y rechazan la superior autoridad de ninguno de ellos, pueda contemplarse de otro modo cuando averiguamos quiénes son esos editores y cómo contribuyen a la enciclopedia.

Que la mayor parte de las entradas tengan lugar durante el horario lectivo universitario ya podría ponernos en la pista acerca de la edad media de la mayor parte de los editores. No hay mejor ejemplo que el de quien resultó ser el máximo contribuyente a la enciclopedia a la altura de 2006, un estudiante de veinticuatro años de la Universidad de Toronto, responsable total o parcial de –atención– setenta y dos mil artículos. Para muchos, este es el secreto del éxito de Wikipedia: su igualitarismo. Para Nicholson Baker, su crecimiento se ha nutrido de las energías, antes desperdiciadas, de quienes carecen de credenciales; algo así como los descamisados globales del conocimiento. En la Wikipedia, cualquiera puede convertirse en un erudito: basta dedicar las horas necesarias a la edición y a la forja de alianzas sociales en los correspondientes pasillos burocráticos. ¿Se trata entonces de una revuelta contra los expertos? ¿O expresa un nuevo modo de concebir la verdad? Para Stacy Schiff, es más bien esto último. Wikipedia expresaría nuestra relación informal con la verdad, propia de un escenario posmoderno: «Ahora caminamos al descubierto, sin guía, sin horario. Somos libres para fijar nuestro itinerario; también para perdernos imprudente y gloriosamente. ¿Tu verdad o la mía?»21. Sorprendente intuición que termina por conducir la Wikipedia a una provincia bien diferente: la de la identidad, el juego, la comunidad.

INTERNET ERA UNA FIESTA

Que a menudo se atribuya a Wikipedia una dimensión contracultural y antielitista parece, efectivamente, apuntar en la dirección de un espacio voluntariamente apartado de los viejos canónes enciclopédicos para el mejor disfrute de una comunidad que toma forma mediante su elaboración. En fin de cuentas, un lector de la Enciclopedia Británica juzgará la Wikipedia, probablemente, poco seria. Jimmy Wales ha defendido su carácter a la vez divertido y adictivo, cualidad, esta última, que comparte con la mayor parte de los foros sociales y comunidades digitales. Incluso el vandalismo puede ser leído en esa clave, entre Diógenes y Apollinaire. Así lo cree Nicholson Baker: «Puede sonar caótico. [...] Pero es un juego»22. Escribir, corregir, conspirar. Si echamos mano de la justamente célebre concepción del juego propuesta por Johan Huizinga, Wikipedia sería un ejemplo de cultura que «se juega», sin que eso, en modo alguno, comprometa en principio la seriedad de su propósito. En este contexto, la invocación a los expertos supone un molesto contratiempo, que bien pudiera resolverse evocando el grito que Jean-François Lyotard dirigiera, en nombre de los posmodernos, a sus críticos: «¡Dejadnos jugar en paz!»

Encontramos aquí un evidente paralelismo con algunos rasgos propios de la escritura digital, tal como, sobre todo, se hace visible en los blogs. Sarah Boxer se ha referido al usuario de estos últimos como alguien que salta de un sitio a otro, que sigue distintos hipervínculos, que se solaza en la atención fragmentaria y gusta de la provocación. El continente hace el contenido: cuando se escribe aquí, se escribe así. Y cita a Jessica Cutler, autora de un blog, quien dice: «Todo el mundo debería tener un blog. Es lo más democrático del mundo»23. También Wikipedia es democrática: todos pueden participar y nadie es mejor que los demás: a quien no le guste, que se quede en la puerta. Stacy Schiff ha aludido también a ello: «Wikipedia ofrece infinitas posibilidades para la autoexpresión»24. Si en los blogs la identidad se exhibe, en Wikipedia se expresa anónimamente, pero se realiza gloriosamente. No es de extrañar que el severo Die Zeit la haya descrito como una «estrambótica feria de las vanidades»25. Menos evidente parece la sugerencia de Schiff, según la cual esa necesidad democrática de expresión responde al fracaso de los medios tradicionales y de las instituciones representativas; más bien, se diría, responde al surgimiento de la posibilidad misma de hacerlo: eso que, en relación con otros asuntos, llamó Sánchez Ferlosio «la perversión funcional del instrumento»: todo aquello que puede usarse, termina por usarse.

Ahora bien, tal como se pregunta Kerstin Kohlenberg, si Wikipedia funciona hacia dentro como comunidad, ¿funciona hacia fuera como enciclopedia? Sí y no; depende. Para empezar, no es cierto que Wikipedia nunca sea fiable: muchos de sus artículos son excelentes, aunque muchos otros sean incompletos o mediocres. Se diría que es una cuestión de suerte que un tema se halle bien o mal tratado; no es, en modo alguno, una enciclopedia sistemática. Pese a lo cual, quien posea capacidad de discernimiento no debe tener demasiados problemas para extraer lo mejor de Wikipedia, que posiblemente se encuentra en su diversidad y eclecticismo, en su capacidad para convertirse en el depósito natural de la cultura popular, así como en sus distintivas posibilidades técnicas. Un lector avezado compara, distingue, selecciona; a cambio, puede ser traicionera para el lector generalista y poco avisado. Y resulta inquietante pensar qué sucederá cuando la cultura digital deje de estar sostenida por usuarios que empezaron en los libros y han acabado delante del ordenador, para ser reemplazados por quienes nunca conocieron otra cosa que la pantalla. De todos modos, conviene anotar aquí una cautela: aunque hablemos de democratización del conocimiento, Wikipedia no es tan popular como la prensa rosa. Así que el daño que podrían producir sus taras tampoco debe exagerarse.

Sea como fuere, el mejor modo de entender –y aceptar– la Wikipedia es aplicar una suerte de pragmatismo posmoderno. No tiene mucho sentido condenarla; tampoco es razonable santificarla. Es útil para algunas cosas e inútil para otras; su desarrollo futuro es, por lo demás, imprevisible, hasta el punto de que no puede descartarse su estancamiento o declive26. Y siendo cierto que no se ha convertido, en modo alguno, en el emblema de una nueva República Digital de Aprendizaje, representa inmejorablemente la transformación que experimenta, a ojos vista, nuestra cultura: es un destilado natural de lo mejor y lo peor de nuestro tiempo. Tal como dicen sus defensores: «Tiene sentido considerar a los wikipedians como los nuevos enciclopedistas, pero quizás es más preciso juzgar su empeño como la creación de un nuevo tipo de fuente terciaria, pensada para un mundo interconectado y con acceso gratuito»27. Aproximadamente. Y quizá no habría podido desarrollarse nunca sin esos mismos elementos –comunidad, juego, identidad– a los que podemos atribuir también sus evidentes insuficiencias. Sigamos jugando.




BIBLIOGRAFÍA

• Phoebe Ayers: Charles Matthews y Ben Yates, How Wikipedia Works. And How You Can Be a Part of It, San Francisco, No Starch Press, 2008.
• Nicholson Baker: «The Charms of Wikipedia», The New York Review of Books, vol. 55, núm. 4 (20 de marzo de 2008).
• John Broughton: Wikipedia. The Missing Manual, Sebastopol, O’Reilly Media, 2008.
• Sarah Boxer: «Blogs», The New York Review of Books, 14 de febrero de 2008, pp. 16-20.
• Robert Darnton: «Google and the Future of Books», The New York Review of Books, vol. 56, núm. 2 (12 de febrero de 2009).
• Paul Duguid: «Netizens Awake», The Times Literary Supplement, 7 de julio de 2006, pp. 5-6.
• Pierre Gourdain et al.: La revolución Wikipedia, trad. de Magalí Martínez, Madrid, Alianza, 2008.
• Friedrich H. Hayek: «The use of knowledge in society», en Individualism and Economic Order, Routledge & Kegan Paul, Londres, 1976 (e.o. 1949).
• Johan Huizinga: Homo ludens, trad. de Eugenio Imaz, Madrid, Alianza, 2000.
• Torsten Kleinz: «Die Anti-Wikipedias», Die Zeit, 2 de mayo de 2007.
• Kerstin Kohlenberg: «Die anarchische Wiki-Welt», Die Zeit, 7 de septiembre de 2006.
• Andreas Neus: «Managing Information Quality in Virtual Communities of Practice. Lessons learned from a decade’s experience with exploding Internet communication», Proceedings of the 6th International Conference on Information Quality, MIT Press, Cambridge, 2001, pp. 119-131.
• Carmen Pérez-Lanzac: «¿Debemos fiarnos de la Wikipedia?», El País, 10 de junio de 2009, p. 34.
• Stacy Schiff: «Know it all. Can Wikipedia conquer expertise?», The New Yorker, julio de 2006.
• Alana Semuels: «Wikipedia’s Tin-cup Approach Wears Thin», Los Angeles Times, 10 de marzo de 2008.
• The Economist: «The Battle for Wikipedia’s Soul», 6 de marzo de 2008.
• The Economist: «Fair Comment», Technology Quarterly, 7 de marzo de 2009.
• Sam Vaknin: «The Six Sins of the Wikipedia», American Chronicle, 2 de julio de 2006.



NOTAS

1. Vamos por orden. Entre esas réplicas se encuentra, significativamente, Citizendium, proyecto lanzado por uno de los dos fundadores de Wikipedia, Larry Sanger, que ha sacrificado la popularidad en nombre de un rigor, a su juicio, ausente en su primera criatura. La Conservapedia es iniciativa de Andrew Schlafly, activista norteamericano irritado por la ausencia en Wikipedia de un punto de vista conservador. Y en cuanto a las enciclopedias de toda la vida, desde la Británica al Larousse, han acusado un claro descenso de sus ventas y, acaso, el impacto de un discutido estudio de Nature que comparaba la fiabilidad de Wikipedia con la de la provecta Enciclopedia Británica en términos favorables a la primera. Tanto Larousse como la propia Británica han reaccionado por imitación: permitiendo a los internautas la generación de contenidos en sus ediciones digitales (sobre esto, véase el artículo de Carmen Pérez-Lanzac; sobre lo anterior, el texto de Torsten Kleinz). Decía a veces Francisco Umbral en sus columnas que no iba «a levantarse ahora» a comprobar una cita de la que no estaba del todo seguro; la diferencia entre Wikipedia y la Británica bien puede empezar por ese levantarse o no de la mesa. ↩
2. «Wikipedia founder Jimmy Wales responds», en Slashdot, marzo de 2001 (http://interviews.slashdot.org/article.pl?sid=04/07/28/1351230). ↩
3. Darnton, p. 1. ↩
4. Stacy Schiff, p. 7. ↩
5. Citado en Ayers et al., p. 31. ↩
6. Boxer, p. 17. ↩
7. Ayers et al., p. 157. ↩
8. Friedrich A. Hayek, p. 91 (la cursiva es mía). ↩
9. Ayers, et al., p. 44. ↩
10. Sólo casi, porque no es cierto que Internet carezca del todo de servidumbres físicas; no todo en él vive en la nube. Los centros de datos que permiten la existencia misma de la red pueden tener el tamaño de varios campos de fútbol y contienen miles de computadoras conectadas a Internet mediante cables de fibra óptica ultrarrápida. Son grandes, costosos y requieren de ciertas condiciones de humedad y temperatura para funcionar correctamente. En Estados Unidos, por ejemplo, habrá casi dieciséis millones de ellos en 2010, tres veces más que hace apenas diez años. Wikipedia se sirve de 350 servidores. Y alguien tiene que pagar esto. ↩
11. Ayers, et al., p. 209. ↩
12. Sobre esto, véase el artículo de Semuels. ↩
13. Véase el artículo de Sam Vaknin. ↩
14. Kerstin Kohlenberg, p. 5. ↩
15. A juicio de The Economist que, si bien esto es signo de la madurez e importancia de la Wikipedia, puede alejar al contribuyente ordinario, es decir, aquel que no se convierte en un leguleyo (wiki-lawyering) para hacer valer su criterio (véase The Economist, 2008). Al mismo tiempo, las dificultades para realizar contribuciones que no sean inmediatamente discutidas habrían llevado a un conjunto de anteriores editores a crear la página Missing Wikipedians, donde cuelgan sus contribuciones. Estas razones explicarían el descenso en el ritmo de entrada de artículos experimentado en 2007 y 2008. ↩
16. Kohlenberg habla de la Wiki-Ideologie: cuanto más fuerte es la comunidad, mejor será el artículo. ↩
17. La ausencia de control centralizado sería suplida por la adhesión de los participantes a una serie de valores comunes, a saber: el valor de la información abierta; el compromiso de compartir el conocimiento globalmente; el multiculturalismo, la diversidad y el multilingüismo; la ecuanimidad en la representación de los distintos puntos de vista. No hay centro, pero sí la estructura que proporcionan las distintas discusiones acerca de los aspectos editoriales o administrativos del sitio (véase Ayers et al., p. 360). ↩
18. Ayers et al., p. 356. ↩
19. Ayers et al.., p. 55. ↩
20. Ayers et al., p. 197. ↩
21. Schiff, p. 7. ↩
22. Baker, p. 4. ↩
23. Boxer, p. 18 ↩
24. Schiff, p. 7. ↩
25. Kohlenberg, p. 8. ↩
26. Ha salido a la luz, justo antes de cerrar este texto, un estudio de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, según el cual el número de voluntarios que abandonaron el proyecto Wikipedia durante el año 2007 fue, por vez primera, mayor que las nuevas incorporaciones. También se señala que sólo uno de cada mil cien artículos alcanza, pasados tres años desde su elaboración, el grado de calidad necesario. Finalmente, se constata que apenas el 10% de los editores es responsable del 90% de la producción. No obstante, difícilmente hay que considerar una mala noticia una futura Wikipedia abandonada por sus diletantes y sostenida por sus fieles.
27. Ayers et al., p. 57.




¿Cuánto espacio ocuparía la Wikipedia impresa?




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martes, 24 de noviembre de 2009

Suraya Pakzad, sólo una mujer




La activista afgana Suraya Pakzad




Mañana, 25 de noviembre, se celebra en todo el mundo el Día Internacional contra la Violencia de Género. Hay una violencia de género, machista, personal, que se ejerce contra mujeres concretas, con nombres y apellidos. Pero también hay otra violencia de género institucional que se ejerce en algunas sociedades contra todo mujer por el simple hecho de ser mujer.

Contra este segundo tipo de violencia de género, institucional, luchan muchas mujeres. Entre ellas, Suraya Pakzad, una afgana de 38 años, casada desde los 14 y madre de seis hijos, en la ciudad de Herat, a la que hoy entrevista el diario El País en Madrid.

Amenazada de muerte por los talibanes ha creado en Afganistán una red de albergues para mujeres víctimas de maltrato, convirtiéndose a juicio de la prestigiosa revista Time en una de las 100 personas más influyentes del mundo. Aunque podría hacerlo, no quiere abandonar su patria. "Cada día cambio de coche, de horarios, de camino para ir a la oficina", dice resignada. "Echo de menos ser una persona normal. Me gustaría ir de compras por las calles de Herat de la mano de mis niños", le cuenta al periodista que la entrevista en un Hotel madrileño.

Me sumo al Día Internacional contra la Violencia de Género con mi sincero homenaje de respeto y admiración a la persona de Suraya Pakzad, y a la de tantas y tantas mujeres anónimas que luchan día a día no sólo por su dignidad como personas sino también por sus vidas ante la indiferencia más o menos cruda de la sociedad. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. (HArendt)




Portada de la revista Time




"ALGUIEN TIENE QUE ARRIESGAR SU VIDA POR LA LIBERTAD", por Fernando Peinado.
EL PAÍS - Última - 24-11-2009

El pañuelo que cubre la cabeza de Suraya Pakzad lleva ya un rato sobre sus hombros pero ella no se preocupa por devolverlo a su sitio. Este descuido, mientras desayuna con un periodista occidental, habría supuesto todo un desafío en Afganistán. Hace una década que esta activista de 38 años recibe amenazas de muerte; desde que abrió en su casa una escuela secreta para niñas cuando la educación para mujeres estaba prohibida por los talibanes. "Cada vez que viajo a Europa o Estados Unidos invitada por alguna ONG o Gobierno y veo la libertad que se disfruta pienso que en el pasado alguien tuvo que poner su vida en riesgo para conseguirla".

Pakzad desayuna una tostada con mantequilla y mermelada en el restaurante del hotel madrileño en que se aloja, antes de participar en un seminario organizado por la Fundación Ortega y Gasset. A unos 6.000 kilómetros de su casa de Herat, la tercera ciudad del país pero una de las más conservadoras, está a salvo de los extremistas que la quieren asesinar por empeñarse en que las afganas dejen de ser tratadas como ciudadanas de segunda. Sin embargo, sus seis hijos, de entre seis y 23 años, siguen al alcance de sus enemigos. "Mi mayor gasto en estos sitios tan preciosos que visito no son los regalos para mi familia, sino las llamadas internacionales para asegurarme de que están a salvo".

En Afganistán, donde ha creado una red de refugios para víctimas del maltrato, es una de las mujeres más conocidas. Este año ha sido nombrada por el semanario Time una de las 100 personas más influyentes del mundo. Está ilusionada con su nuevo proyecto financiado por EE UU: cuatro centros de formación en liderazgo. Las afganas necesitan este tipo de títulos para acceder a los altos cargos en la Administración. "En mi país hay muy pocas mujeres en puestos de responsabilidad. Espero que en dos años se hayan graduado 500 mujeres".

Para ella es suficiente recompensa por su sacrificio. "Recibo llamadas que me aterrorizan", asegura. "Me dicen: sabemos que has cambiado las cortinas de tu casa, o cuántas veces has estrechado la mano de extranjeros, aunque me dan la oportunidad de que cierre mis centros". Cuatro destacadas activistas afganas han sido asesinadas en los últimos años.

"Cada día cambio de coche, de horarios, de camino para ir a la oficina", dice resignada. "Echo de menos ser una persona normal. Me gustaría ir de compras por las calles de Herat de la mano de mis niños. A veces voy a un centro comercial que tiene más medidas de seguridad, pero es más caro".

Pakzad se considera muy afortunada por tener el apoyo de su marido. Se casó con 14 años por imposición de su familia. "Es un hombre abierto de mente que cree en los derechos de las mujeres. Hay otros matrimonios felices en Afganistán, pero muchos lo son sólo en privado porque los hombres no quieren que sus esposas participen en actividades sociales", dice antes de apurar su té. "Ahora, mientras estoy aquí, él se ha quedado a cargo de los niños".

Se despide, dando la mano y esbozando una sonrisa afectuosa.Dice que no piensa huir de Afganistán a pesar de que tiene los recursos para ello. "Estaría bien vivir a salvo, pero no he completado mi trabajo. Si abandono, el movimiento en defensa de las mujeres afganas sería más débil".




Viñeta del humorista Forges




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lunes, 23 de noviembre de 2009

Hay pocas cosas nuevas bajo el Sol...




Antígona en una representación pictórica neoclasicista



Que hay pocas cosas nuevas bajo el Sol es una frase ciertamente manida, pero certera. Sobre todo en política. Y en teatro. En mi comentario de ayer en el Blog llegue a decir que a partir de determinado momento la vida de cada ser humano no es más que una paráfrasis de sí misma. Quizá pequé de exagerado, aunque no estoy muy seguro de ello. Desde luego en teatro y política todo lo que se ha dicho o escrito después del siglo V a.C. no es más una mera paráfrasis de lo que ya dijeron por esas fechas Esquilo, Sófocles, Eurípides, Platón, Aristóteles, Tucídides, Heródoto y unos cuantos atenienses más.

El teatro y la democracia nacen casi al mismo tiempo y en el mismo lugar, en la Atenas del siglo V a.C., y no por casualidad. Hay un libro precioso titulado "La fragilidad del bien. Fortuna y ética en la tragedia y la filosofía griega" (Antonio Machado Libros, Madrid, 2004), de la profesora norteamericana de Derecho y Ética de la Universidad de Chicago, Martha C. Nussbaum, que explica muy bien esa inextricable relación entre Tragedia y Política que encontramos en la Atenas de esa época.

El mismo tema, pero con un enfoque distinto, lo trata el profesor Ferrán Requejo, catedrático de Ciencia Polítiica de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona en su artículo "Tragedia y democracia (Porque no somos dioses)", publicado el pasado día 18 de noviembre en el Boletín electrónico de la Safe Democracy Foundation-Foro para una Democracia Segura.

Las tragedias clásicas, dice el profesor Ferrán Requejo, remiten al complejo mundo de las acciones humanas en cuanto éstas tienen de "representación" de valores muchas veces irreconciliables. Y lo mismo ocurre con nuestros actos políticos, nunca del todo decidibles de manera racional. En el núcleo de la democracia antigua, añade, se hallaba el intento de superar el despotismo y la anarquía a través de un sistema que permitiera la expresión de la pluralidad, pluralidad a la que el pensamiento liberal añadió la idea de los derechos individuales como fuente de legitimación y limitación del poder, convirtiendo a la democracia representativa y pluralista en algo "trágico" por necesidad.

No deberíamos tener tanto miedo al enfrentamiento político, pues ese enfrentamiento es la esencia de la democracia pluralista. Lo otro, la paz de los cementerios, es lo propio de las dictaduras y los estados totalitarios. Salgamos al ágora sin temor pues sólo a la luz pública de la controversia y la libre discusión la democracia tiene sentido. Pongámonos nuestra máscara de actores trágicos, nuestro "πρόσωπον" (prósopon), la que nos convierte de individuos en "personas" y ciudadanos y representemos nuestro papel en la escena pública. Como nos enseñaron los atenienses hace 2500 años. Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)





La profesora Martha C. Nussbaum




"TRAGEDIA Y DEMOCRACIA (PORQUE NO SOMOS DIOSES)", por Ferrán Requejo
Boletín Safe Democracy Foundation - Foro para una Democracia Segura
18 de noviembre de 2009

Las tragedias clásicas siguen y seguirán fascinándonos. Y las democracias nunca dejarán de parecernos algo necesario e incompleto a la vez. Tragedia y democracia aparecieron como productos inéditos en la ciudad de la Grecia clásica. Aún hoy, de los cuatro grandes trágicos de la historia –Esquilo, Sófocles, Eurípides y Shakespeare-, tres son autores griegos del siglo V a C.

Las tragedias remiten al mundo contingente y complejo de las acciones humanas. Sin acción no hay tragedia, decía Aristóteles. Pero la mimesis que introducen debe entenderse más como representación que como imitación de nuestras acciones. Se trata de la representación del tablero en el que discurre el juego de nuestras decisiones políticas y morales. Y lo humano resulta contradictorio ya que los valores desde los que intentamos ordenar moralmente el mundo resultan a menudo irreconciliables. Tomados aisladamente, el amor, la justicia, la libertad, el deber o la amistad, resultan efímeros en lo práctico y abocan al dogmatismo en lo teórico. Se trata de valores convenientes pero que no pueden ser sintetizados de una manera armónica. El conflicto moral es entre el bien y el bien. Una característica de nuestras acciones prácticas que resulta informativa para las democracias. En contraste con el mundo que muestran las tragedias, las ideologías monistas –aquellas que aún pretenden la armonía moral reduciendo la pluralidad a un único principio superior- se revelan empobrecedoras y coactivas (como buena parte de las versiones religiosas monoteístas o de las ideologías políticas totalizadoras). En otras palabras, en el ámbito de la racionalidad práctica, Platón y Kant se equivocan; la democracia remite a un inevitable pluralismo trágico.

Somos también lo que hacemos. Pero las acciones humanas nunca configuran una imagen única, sino los múltiples destellos de un “espejo roto” moral (Vidal-Naquet). No seremos más justos tratando de enmascarar la pluralidad contradictoria en la que debemos actuar. Y probablemente tampoco seremos más felices. Las tragedias muestran aquello que las teorías morales y políticas suelen callar. Nuestra razón instrumental es fuerte, nuestra moralidad es frágil. Las acciones prácticas no son nunca del todo decidibles de manera racional. Pero Creonte, Antígona, Orestes, Brutus, Enrique IV o Lear no pueden sino actuar, a pesar de que sus preguntas tienen varias respuestas racionales y morales posibles. El carácter “agonístico” de la moralidad y de la política deviene “trágico” no solo porque cualquier acción que emprendamos comporta alguna pérdida, sino porque no podremos evitar que la acción emprendida arrastre efectos negativos, sea lo que sea lo que decidamos hacer

Por ello, la representación de las tragedias, como también vio Aristóteles, siempre viene acompañada por el placer de oírlas, por la comprensión hacia los personajes, y por el temor que despierta la acción en los espectadores (el enfrentamiento de personajes es el que lleva a Arthur Miller a preferir el teatro a la novela “porque veo la vida humana como un enfrentamiento; una confrontación entre las ideas y las personas. El teatro permite esta explosión, esta relación”). Shakespeare insistirá en situar en el interior de los mismos personajes esa pluralidad de motivos. Lo expresa H. Bloom comentando Macbeth: “Machbeth, es el Mr Hide para nuestro Dr Jekyll … las ironías de Macbeth no nacen de las perspectivas en conflicto, sino de las divisiones en el yo de Macbeth y del público”. Estamos moralmente atrapados en nosotros mismos, y fuera, no hay nada más.

Las tragedias suponen, así, un buen fundamento para las nociones de representación y de pluralismo en las democracias liberales. En el núcleo de la democracia antigua se hallaba el intento de superar el despotismo y la anarquía a través de un sistema que permitiera la expresión de la pluralidad. El liberalismo político añadirá la idea de los derechos individuales como fuente de legitimación del poder y una serie de técnicas exitosas para su limitación. Debemos invertir a Rousseau: precisamente porque no somos dioses (o ángeles), la democracia, representativa y pluralista, es decir, trágica, resulta imprescindible.





El profesor Ferrán Requejo




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viernes, 20 de noviembre de 2009

Europa como medio, y no como fin




Herman Van Rompuy, Presidente del Consejo Europeo




¡Enhorabuena! La Unión Europea ya tiene su primer "Presidente" (Presidente del Consejo Europeo) estable y su primera "Ministra de Asuntos Exteriores" (Alta Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y de Seguridad Común) reforzada: Herman Van Rompuy, democristiano, flamenco, y hasta ahora primer ministro de Bélgica, y Catherine Margaret Ashton, socialista, británica, ex-presidenta de la Cámara de los Lores, y actual comisaria europea de Comercio, respectivamente. Y el francés Pierre de Boissieu, como Secretario General del Consejo Europeo.

No comparto las críticas que ya están surgiendo de muy diversos ámbitos a esos nombramientos, sobre todo, una que me asombra por lo que tiene de poco conocimiento, de desvergüenza, o de ambas cosas a la vez. Me refiero a la que achaca a estos nombramientos un "deficit democrático", insalvable, a juicio de algunos.

Los 27 Jefes de Estado y de Gobierno que componen el Consejo Europeo han sido elegidos, todos, sin excepción, democráticamente. ¿Cómo es posible entonces achacar un déficit democrático originario a quiénes ellos eligen para presidirlos y dirigir la política exterior que ellos mismos definen?

Segunda objección: Se trata de personalidades con un perfil político "bajo". Me gustaría saber que entienden los "críticos" por un perfil político "bajo". Ángela Merkel, una democristiana protestante procedente de la recién incorporada Alemania Oriental es hoy, con toda seguridad, la líder política más valorada de la Unión Europea. ¿Alguien sabía quién era Ángela Merkel antes de ser elegida canciller de la República Federal Alemana?

Presidir Bélgica no es cualquier cosa. Hay que tener muchas habilidades políticas para dirigir el gobierno del país, con toda seguridad más complejo de gobernar de toda Europa Occidental, partido en dos por la lengua, la religión, el origen territorial, y las competencias políticas compartidas, en una confederación "de hecho" entre valones y flamencos. La Cámara de los Lores británica es una antigualla, sin duda, pero existe y funciona. Es una institución casi milenaria y no creo que su presidencia se encomiende a cualquiera.

Quizá estamos pidiendo y esperando mucho de la Unión Europea. Y creo que tiene mucho de razón el profesor británico Timothy Garton-Ash, profesor de Estudios Europeos y titular de la prestigiosa cátedra "Isaiah Berlin" del St. Anthony´s College de la Universidad de Oxford y profesor titular de la Hoover Institution de la californiana Universidad de Stanford, cuando dice que deberíamos atender más a construir Europa como "medio" que como "fin": "El próximo capítulo de Europa comienza hoy" (El País, 15/11/09).

El Estado, que no es otra cosa como definición que una sociedad organizada políticamente, nació para atender y resolver los problemas y necesidad de sus ciudadanos, especialmente, su seguridad. La tentación de ver el Estado como fin en sí mismo, y no como medio, conduce al absolutismo, primero, y al totalitarismo, después. Es una experiencia histórica contrastada.

Quien no quiera ver los enormes progresos que la Unión ha traído a una Europa que en los últimos cien años se ha enfrentado en su suelo a dos devastadoras guerras mundiales, dictaduras, experiencias totalitarias, genocidios e infinidad de guerras civiles, o es que es un cínico, o lisa y llanamente lo que en lenguaje coloquial llamaríamos un gilipollas. Para no ir tan lejos, ¿algún europeo actual desearía volver a la Europa de hace sólo veinte años? Supongo que sí, que haberlos los habrá; yo no, desde luego.

Espero que les resulte interesante el artículo del profesor Garton-Ash. Y sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. (HArendt)





Catherine M. Ashton, Alta Representante PESC de la Unión




"El próximo capítulo de Europa comienza hoy", por Timothy Garton-Ash
EL PAÍS - Opinión - 15-11-2009

Lo hicieron maravillosamente. A pesar de la lluvia, la celebración oficial de la caída del muro de Berlín, el lunes por la noche, me pareció un acto auténtica e inesperadamente emocionante. Los organizadores, seguramente dirigidos por Angela Merkel, hicieron casi todo bien. Los temas fundamentales fueron la libertad, Europa y el mundo, no la unidad alemana. La mujer germanoriental, de Leipzig, a la que la Stasi había encarcelado por llevar una pancarta que exigía "un país abierto de gente libre", Lech Walesa y el pionero sindicato polaco Solidaridad, los húngaros, Mijaíl Gorbachov, Estados Unidos: a todos se les reconoció su parte de mérito. Curiosamente, la única persona que no fue suficientemente reconocida fue el predecesor de la propia Merkel, Helmut Kohl.

La caída de las fichas gigantes de dominó fue un golpe de efecto espectacular, en parte porque uno no podía dejar de pensar ¿y si sale mal? ¿Y si una de las fichas se cae de lado, o se para? Pero los alemanes lo habían calculado bien, por supuesto; son tan eficientes a la hora de derribar fichas de dominó como a la de fabricar BMW. Y qué bien estuvo situar hacia el final de la ceremonia una entrevista con Muhammad Yunus, el bangladeshí creador de los microcréditos, que habló del muro que aún separa el Norte rico del Sur pobre: die Mauer der Armut, el Muro de la Pobreza.

Así, pues, tres hurras por Alemania y tres hurras por Europa. Mientras mirábamos los focos que iluminaban el cielo nocturno sobre la puerta de Brandeburgo, pudimos reflexionar sobre la extraordinaria distancia recorrida en una ciudad que estuvo en el centro de dos guerras mundiales y la guerra fría. Al fin y al cabo, durante al menos 50 años, de 1939 a 1989, las luces de focos en la puerta de Brandeburgo fueron siempre el anuncio de que iba a morir gente, de una forma u otra, y no una señal de su liberación pacífica.

Pero luego se acabó. Los berlineses volvieron a sus casas bajo la lluvia; la policía empezó a desmontar las barreras de control de multitudes; y en la cena, según nos han dicho, los dirigentes de la UE se dedicaron a conspirar en voz baja por las esquinas sobre quién debería ser el próximo presidente del Consejo Europeo y el nuevo Alto Representante para la política exterior y de seguridad. Quizás eso era en lo que verdaderamente estaban pensando Gordon Brown, Nicolas Sarkozy y Angela Merkel, en su gélido estrado, mientras la larga ceremonia terminaba con jóvenes de todo el mundo unidos en el estribillo claramente obamaniano de una canción escrita especialmente para la ocasión: Podemos ser uno. (En cuanto a Silvio Berlusconi, parecía tener los ojos cerrados cada vez que le captaba una cámara de televisión. ¿Con qué estaría soñando? Mejor no preguntar).

¿El presidente del Consejo Europeo debería ser el belga Herman van Rompuy, que inspira a los autores de haikus? ¿El Alto Representante debería ser el cerebral ministro de Exteriores británico David Miliband? ¿Es verdad que Miliband ha renunciado a ser candidato y prefiere, con un valor digno de encomio, permanecer en el puente del Titanic del nuevo laborismo? ¿Dará un noble paso al frente Peter Mandelson para convertirse, seguramente, en el lord Alto Representante (con música de Gilbert & Sullivan)? ¿O irá a parar el cargo al ex primer ministro italiano Massimo d'Alema?

Yo ya he propuesto mis candidatos: el premio Nobel de la Paz y anciano estadista Martti Ahtisaari para la presidencia y Joschka Fischer o, en su defecto, Miliband para el cargo de Alto Representante. Son personalidades importantes. Pero, aunque las habituales negociaciones entre bastidores de la UE acaben designando a dos figuras débiles y anodinas -dos conejos sacados de una chistera gris-, todavía tenemos la posibilidad de crear una Europa que sea más "una", para repetir las palabras de la canción de Berlín. Seguiremos pudiendo crear las instituciones previstas, en especial un nuevo servicio exterior europeo. Y, de todas formas, lo que hagamos con esas instituciones dependerá, tanto con el Tratado de Lisboa como sin él, de la voluntad política de los Estados miembros y sus Gobiernos democráticamente elegidos. Si quieren que avancemos, se avanzará. Si no quieren, no se hará.

Deberían quererlo, porque que en Europa tengamos gran cosa que celebrar, o no, dentro de 20 años, dependerá de que nos aclaremos en nuestras relaciones con el resto del mundo. Por supuesto, sigue habiendo cosas importantísimas que hay que hacer dentro de las fronteras de la UE: la creación de nuevos puestos de trabajo y la integración de los ciudadanos musulmanes, por no mencionar más que dos. Pero, cada vez más, los desafíos fundamentales que debe abordar la Unión Europea no se encuentran dentro de sus fronteras sino fuera de ellas.

Desde el punto de vista geográfico, las prioridades comienzan con los países de Europa que todavía no están en la UE. La fatiga de la ampliación se palpa constantemente, pero todavía queda mucha Europa que agrupar para que "Europa" sea realmente Europa: el resto de los Balcanes, Ucrania, Moldavia, Bielorrusia, tal vez Georgia y Armenia y, como caso especial y de importancia estratégica fundamental, Turquía. Si tenemos visión de futuro, deberíamos querer que todos estos países, siempre que cumplan los requisitos, sean miembros de la UE, por nuestro propio interés y por el de ellos.

Luego está Rusia. Si la UE no tiene una política para Rusia, no tendrá una política exterior. Y para tener una política común respecto a Rusia, necesita una política energética común. En el sur y el sureste está la cuestión de cómo ayudar a la modernización, la liberalización y, en definitiva, la democratización de unos países en su mayoría musulmanes que no es de prever que vayan a ser miembros de la UE. Aunque el muro de Berlín ha caído, sigue existiendo un muro que separa a israelíes y palestinos.

Más allá están las grandes potencias emergentes como China, India y Brasil. En comparación con su propio pasado desgraciado y dividido, Europa ha ascendido; en poder relativo, está descendiendo. Estados Unidos ya no considera de manera automática que Europa es su socio estratégico (la aparición de Barack Obama en un vídeo para transmitir su mensaje en la puerta de Brandeburgo no sirvió más que para recordar a todos su ausencia física. Deberían haber dejado que lo hiciera Hillary Clinton). El argumento de Miliband de que tenemos que elegir entre un mundo con un G-2, en el que las grandes decisiones las tomen Estados Unidos y China, y un mundo con un G-3, que incluya a la UE como tercer interlocutor, es simplista y exagerado, pero es útil para explicar la situación.

Todavía más allá, y con consecuencias aún más amplias, está el Muro de la Pobreza del que habló Yunus. La UE posee la economía más grande del mundo. En combinación con sus Estados miembros, suministra más de la mitad de la ayuda oficial al desarrollo del mundo. Si fuera "una" y actuase con visión estratégica, nadie tendría más posibilidades de rebajar ese muro que separa al Norte rico del Sur pobre. Y lo más importante de todo es el reto planetario del cambio climático, ahora que queda tan poco tiempo para la cumbre de Copenhague a principios de diciembre.

Lo que importa es esto: no es necesario tener ningún apego sentimental a Europa para comprender que, si queremos abordar estos problemas, necesitamos la dimensión y la influencia que sólo puede ofrecer Europa. No tiene nada que ver con los sueños de una "unión cada vez más estrecha". Se trata de Europa como medio, no como fin. El objetivo es defender e impulsar los intereses vitales de todos nuestros ciudadanos, incluidos los británicos.

Europa tiene mucho que contar sobre los últimos 60 años, y lo contó magníficamente en Berlín el lunes por la noche; pero ese relato habla sobre todo de lo que hemos conseguido dentro de Europa. El próximo capítulo dependerá de lo que hagamos fuera de ella.





Timothy Garton-Ash, profesor en Oxford y Stanford





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sábado, 14 de noviembre de 2009

El pecado original de la democracia española


El rey Juan Carlos sanciona la Constitución de 1978




El 10 de octubre pasado el diario El País publicaba un artículo de José Vidal-Beneyto (n. 1929), catedrático de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid y director del Colegio de Altos Estudios Europeos Miguel Servet de París, activo opositor al franquismo y participante destacado en el llamado "Contubernio de Múnich" (1962) y más tarde en la denominada Junta Democrática, creada en París en 1974 a impulsos del PCE de Santiago Carrillo.

El artículo se titula (pueden leerlo más adelante) "La corrupción y la transición intransitiva". Su lectura me produjo un profundo desasosiego. Desde ese día, he seguido con curiosidad los artículos y comentarios que han ido apareciendo tanto en El País como en otros medios de comunicación por ver si alguien respondía a las críticas que Vidal-Beneyto formulaba a la actual democracia española y a su proceso de transición desde el franquismo, viciada a su juicio, en origen, por una especie de "pecado original" que la convierte hayan sido cualesquiera sus logros, a ella y a sus protagonistas, incluido el rey, en algo "intrínsecamente" perverso. Pero nada, ni un solo comentario al respecto.

Una de los aspectos que más me desconcertó del artículo del profesor Vidal-Beneyto, profundo conocedor de la vida política francesa, y en su primera parte dedicado a analizar con detalle la rampante ola de corrupción que sacude también a la república vecina, es el de que, a la hora de incidir en las causas de la generalizada corrupción política de las democracias europeas actuales, cuando se refiere a la democracia española, la achaca (la corrupción) al proceso seguido durante la denominada "Transición española" desde la muerte del general Franco hasta la aprobación de la Constitución de 1978, haciendo recaer esa responsabilidad. de forma singularizada en la figura de don Juan Carlos, descalificado democráticamente "a limine" por su origen, -son sus palabras-, sean cuales fueren sus condiciones personales y lo acertado de su actuación.

¿El profesor Vidal-Beneyto está diciéndonos que fuera cuál fuera la ejecutoria personal y política anterior o posterior a 1978 de cada uno, todos los españoles que no hubieran sido militantes antifranquistas tienen negado, por su origen, la posibilidad de acceder a la condición de ciudadanos demócratas? ¿Es eso lo que ha querido decir?.., La verdad es que no lo tengo muy claro. En todo caso, sabiendo que el profesor Vidal-Beneyto no es precisamente de filiación demócrata-cristiana, me extraña ese explícito recurso suyo a un "pecado original" de la democracia española que la inhabilita de por vida sin posibilidad de redención.

Opté, después de comentar el artículo con algunos amigos, por olvidarme del asunto y aplazar "sine díe" cualquier comentario sobre el mismo en el Blog. Hasta el jueves, 12 de noviembre, que veo publicado en El País, un artículo del también profesor Gregorio Peces-Barba (n. 1938), catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad Carlos III de Madrid (de la que fue rector), miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, uno de los redactores de la Constitución de 1978 y presidente del Congreso de los Diputados entre 1982 y 1986. Pueden leerlo también más adelante: se titula "La razón en la política".

No hay en el artículo del profesor Peces-Barba ni una sola mención o referencia al del profesor Vidal-Beneyto, y es muy posible que nada tenga que ver con él, pero, en los primeros párrafos del mismo puede leerse una enérgica y fundamentada crítica de aquellos que descalifican "la Constitución de 1978 [...] personas, con más ambición que presencia real en aquellos tiempos, o que llegaron después sentando cátedra desde sus orígenes norteamericanos de legitimidad". O que "estaban, al final del franquismo, cuando todas las ayudas eran pocas, atrincherados en un temor que les paralizaba, poco coherente con levantar hoy la voz como profetas de la libertad y la igualdad, dando lecciones a todos y especialmente a quienes con gran esfuerzo y sacrificio hicimos la Transición y la Constitución". "Es manifiestamente injusto -añade-, sostener que en realidad fortalecimos al franquismo, con desdén, desprecio y falsedad como dicen esos "apóstoles" de una "verdadera transición". Tienen una visión paranoica, inventada y poco creíble de estos años, sufriendo por un protagonismo que no tuvieron, que se confunde con un negacionismo y un catastrofismo que niega la realidad".

Vaya por quién vaya la andanada, me siento reconfortado y reafirmado en mi criterio de que nadie está calificado en España para otorgar patente de "demócrata" a otro ciudadano, sea cual sea su origen u ideología. La condición de democrata se gana por la ejecutoria de cada cuál, no por su origen, y menos aún por la losa de un "pecado" o una "culpa" preexistente. Espero que les resulten interesantes. Y sean felices, por favor. Tamaragua,amigos. (HArendt)





El profesor José Vidal-Beneyto




"LA CORRUPCIÓN Y LA TRANSICIÓN INTRANSITIVA", por José Vidal-Beneyto
EL PAÍS - Opinión - 10-10-2009

La mitificación política del todopoderoso dinero y el disfrute del lujo en las posiciones más altas han pervertido la democracia en Francia y España. Aquí también ha influido el modo de acceso a la democracia.

El yo, ese monstruo preferible a todo" al que apostaban como emblema de la contemporaneidad, dos personalidades tan distintas y eminentes como Gide y Malraux, era una apuesta que, fueran cuales fuesen las condiciones que la acompañaban, confirmaba el imperialismo del yo en la escena de su tiempo, y culminaba el proceso de afirmación del individuo en la estructura ideológica de aquel panorama político. Lo que se tradujo en una dominación casi sin límites del individualismo, que señoreó el mundo contemporáneo, con sus
contrapartidas negativas, que las tuvo e importantes, pero a cuyo ímpetu creador debemos las grandes conquistas de la modernidad y las principales realizaciones del mundo actual. Avances que, en buena medida, hay que apuntarle políticamente a la causa del primer liberalismo, con la exaltación de la libertad que éste propició y que tan en consonancia estaba con el culto del ego que su doctrina alentaba. Pero al adentrarnos en el siglo XX se invirtió el paradigma. Intelectualmente nos situó en el firmamento de la irracionalidad con doctrinas y modas que celebraban en permanencia lo común indiferenciable, lo disparatado, lo colectivo, lo inverosímil; y que política-ideológicamente liquidaban al individuo y enterraban la
libertad, emparedándola entre el colectivismo despiadado de los comunismos y el totalitarismo opresor del nazi fascismo.

Esta inversión de principios y valores, que tan sustancialmente modificó nuestro universo ideológico, se produjo en una comunidad, la nuestra, desmoralizada y átona, sin pulso ético y -deporte aparte- con casi nulos impulsos colectivos, entregada a las solas actividades de comprar y vender, que son las propias de la condición mercantil en que nos ha confinado hoy nuestra función más mostrenca y eminente: la de mercado. Función que ha transformado nuestra vida colectiva en un paisaje frágil y tedioso, en el que lo público y lo privado parecen jugar al escondite, después de haber perdido un notable porcentaje de los rasgos diferenciales de sus identidades contrastadas y después de haber dejado atrás todas las consideraciones ancladas en la moral y el bien común, y de haber consagrado como únicos objetivos el negocio y el beneficio.

Es decir, después de haber abierto de par en par las puertas a la corrupción y de haberse abrazado al estragamiento de principios y prácticas. Que alcanzó primero a los actores económicos en su totalidad y luego, en una especie de ósmosis imparable se extendió al
conjunto de la sociedad civil y en particular a los políticos.

Dejando de lado el caso español, de cuyos corruptores y corrompidos este diario da abundante noticia, voy a centrarme en Francia, el segundo país, según las estadísticas, más corrupto de Europa, cuya peripecia política sigo muy de cerca. Comenzando por el dato más significativo, que a mi juicio es el aumento del número de personas condenadas por corrupción en el ejercicio de una función pública que fue de 69 en 1984, de 133 tres años después y que 10 años más tarde duplicó el número llegando a 286. A este respecto es importante señalar que los miembros de la sociedad civil condenados, empresarios sobre todo, son mucho más numerosos que los políticos y los altos funcionarios cobijados tras la opacidad de los fondos públicos y protegidos por las inmunidades parlamentarias. Conviene subrayar que las condenas recaen tanto a la derecha como a la izquierda y afectan tanto a políticos de base como a líderes y a personalidades muy celebradas. Anotemos los nombres de François Leotard, Alain Juppé, Robert Pandraud, Roland Dumas, Dominique Strauss-Kahn, Michel Mouillot, Michel Noir, Jean Tiberi, Alain Carignon, Bernard Tapie, Robert Hue y un muy largo y notable etcétera. Con la particularidad de que lo más sorprendente de esta naturalización invasora de la corrupción es que hoy sus más acérrimos defensores no son sus beneficiarios directos, sino todos aquellos que deberían combatirla y que la consideran, al contrario, como un componente fundamental y necesario para el buen funcionamiento de las sociedades actuales.

Esta increíble perversión es consecuencia de una estructura causal cuyos dos ejes centrales son: la mitificación política del dinero que todo lo puede, lo que lo constituye en el verdadero poder; y el lujo, el goce, el disfrute, acompañantes obligados de las posiciones culminantes, tanto en la esfera social como en la política. Quien en las alturas no nada en la abundancia de lo más exquisito no sólo se desconsidera frente a los demás, sino que se degrada a sus
propios ojos.

Esto es lo que nos explica que en este punto no haya habido diferencia entre Chirac y Mitterrand, ni siquiera entre el mito que fue De Gaulle y el ejecutor de habilidades que representaba Giscard d'Estaing. Era inevitable que la tan amplia generalización y el definitivo asentamiento de las prácticas corruptas generase modos comprobados de su ejercicio. A esto responde la aparición en los países del Sur de Europa de comportamientos cada vez más
declaradamente mafiosos, que han alcanzado carta de naturaleza casi pública.

La corrupción en nuestro país, a causa de las condiciones especiales de nuestro acceso a la democracia ha tenido una andadura muy particular, que algunos hemos calificado como transición intransitiva. En mi libro "Memoria democrática" (Foca, Madrid, 2007, 429 págs.) doy cuenta, conjuntamente con otros 26 compañeros analistas, de la entrada de España en democracia. O más precisamente, relatamos sine ira et studio, la transformación democrática del régimen franquista, que consistió en la metamorfosis del llamado Movimiento Nacional, hábil travestimento del falangismo operado bajo la inspiración directa del General Franco, en monarquía parlamentaria. Delicado desplazamiento cuyo gozne esencial fue Juan Carlos de Borbón, y a su través la confirmación del unánime imperio social del franquismo, que además ha venido acompañado de la falsificación de los grandes referentes del periodo, que no fueron la ruptura ni siquiera la reforma, que no existieron, sino la simple autotransformación del régimen impuesto, en el marco de la dictadura, por quienes tenían el poder y la legitimación para hacerlo.

La indignación de los que en aquellos iniciales años 70, desde el radical hermetismo de nuestra opción por la ruptura, descalificábamos a quienes nos anunciaban como inevitable una transición circular, es decir "más de lo mismo", fue puro voluntarismo, cuya principal consecuencia consistió en la perversa desmovilización del antifranquismo predemocrático y de sus aledaños. Por eso, en vez de desalentar a personalidades en proceso más o menos avanzado de conversión a la democracia cuyas propuestas (como las de Herrero de Miñón -El principio monárquico, 1972-; Jorge de Esteban -Desarrollo político y constitución española, 1973-; José Mª de Areilza -Diario de un ministro de la monarquía, 1977-; Rodolfo Martín Villa y un largo etcétera) podían servir para reforzar el proceso de alejamiento del franquismo de la parte más abierta de la sociedad española, contribuimos con nuestro radicalismo a problematizarlos, y con ellos a todo el amplio espectro de la derecha social del que eran de alguna manera portavoces.

Ahora bien, el papel desempeñado en todo este proceso por el actual Jefe del Estado español, y por ende, su responsabilidad, fueron determinantes. No se trata de emitir un juicio negativo sobre su actuación como Jefe del Estado y el propósito de esta reflexión no es el de pronunciar una descalificación por el ejercicio de su función sino el de proceder a una impugnación de su origen que lo ilegitima, que lo descalifica democráticamente a limine, sean cuales fueren sus condiciones personales y lo acertado de su actuación. Esa mancha original ha contribuido poderosamente, a nivel difuso y preconsciente, a la desmoralización política de la ciudadanía española, pues se trata de un ejemplo permanente que nos ha venido de lo más alto y cuya vigencia no ha menguado. De predilecto del dictador a número uno de la democracia. ¿Quién da más como perversión simbólico-política?





El profesor Gregorio Peces-Barba




"LA RAZÓN EN LA POLÍTICA", por Gregorio Peces-Barba
EL PAÍS - Opinión - 12-11-2009

Después del impresentable irracionalismo político del franquismo, la política en España recuperó un tono y una impronta mucho más racionales y razonables. La Constitución de 1978 fue la culminación de esa racionalidad y no deben ser consideradas algunas descalificaciones radicales de aquel esfuerzo ingente de personas, con más ambición que presencia real en aquellos tiempos, o que llegaron después sentando cátedra desde sus orígenes norteamericanos de legitimidad. Incluso algunos que descalifican a la Transición, estaban, al final del franquismo, cuando todas las ayudas eran pocas, atrincherados en un temor que les paralizaba, poco coherente con levantar hoy la voz como profetas de la libertad y la igualdad, dando lecciones a todos y especialmente a quienes con gran esfuerzo y sacrificio hicimos la Transición y la Constitución.

Creo que hicimos casi todo, devolviendo la racionalidad a la vida pública y que es manifiestamente injusto sostener que en realidad fortalecimos al franquismo, con desdén, desprecio y falsedad como dicen esos "apóstoles" de una "verdadera transición". Tienen una visión paranoica, inventada y poco creíble de estos años, sufriendo por un protagonismo que no tuvieron, que se confunde con un negacionismo y un catastrofismo que niega la realidad.

Creo que no tienen futuro, y que no serán nada en la cultura política y jurídica democrática. Sólo nos quedó algo sin hacer: el reconocimiento a todos los republicanos muertos, encarcelados, o exiliados, sin haber cometido ningún hecho delictivo, sólo castigados por sus ideas. Entonces era imposible, se puso el contador a cero y esa decisión generó injusticia y trato desigual. Los que sufrieron persecución injusta en el bando franquista fueron compensados con largueza después de la guerra, cubriendo con la razón de aquellos castigos, otros injustos, sin fundamento penal contra leales servidores de la República. Sin embargo, esta desigualdad, este desequilibrio de justicia no se ha superado y ahora, la reparación cuenta con un paso del tiempo que hace imposible, por ejemplo, la sanción penal. Es verdad que la Ley de Memoria Histórica llega tarde, porque no aprovechamos en ese ámbito la gran victoria de 1982. Se ha esperado más de 20 años, seguro que por una prudencia exagerada de los Gobiernos socialistas. Pero no puede este retraso ser motivo para no hacer nada. Hay que hacer, sin dudar, todo lo que es todavía posible: anular las condenas del franquismo, basadas en leyes aplicadas retroactivamente por tribunales ilegales, enterrar dignamente a los muertos, aún sepultados por cunetas, caminos y parajes de todo tipo, y devolver la dignidad moral a todos aquellos perseguidos sólo por sus ideas y por ser enemigos sustanciales del franquismo. También hay que reconocer a este Gobierno su impulso al tener y reclamar su protagonismo para reparar en lo posible el silencio y al olvido que ha acompañado a los perdedores de la Guerra Civil, aunque tenían la razón pero no la fuerza, como sostuvo con valor Miguel de Unamuno.

La recuperación de la razón que nos trajo la democracia y la Constitución, al cabo de 30 años, debe ser mantenida por las instituciones, por los partidos políticos y por la sociedad civil. Es verdad que han sido los años de convivencia, libre y democrática más largos y más fructíferos de nuestra historia, pero no son años exentos de peligros y de enemigos. El terrorismo y la corrupción son quizás los más vivos y los más destructivos para el sistema. Creo que con el terrorismo se han profundizado los remedios, y tras los intentos de todos los Gobiernos de buscar pacificaciones que trajeron paz y abandono de armas, existe un consensus omnium, un consenso de todos, para atajar sin respiro a esos grupos de asesinos, con la firmeza y la contundencia de la Ley y del Estado de derecho.

La corrupción ha dado, en los últimos tiempos, signos de fortaleza y de desarrollo preocupantes y que no auguran nada bueno. La acción conjunta de instituciones y poderes públicos, de partidos políticos y de ciudadanos tiene que actuar en diversos escenarios, desde una unidad de acción en la que no caben aprovechamientos de acciones producidas desde los adversarios políticos, ni mucho menos cerrar los ojos ante las corruptelas propias, o usar el "tú más" para disculparse. Las medidas imprescindibles, solidarias y totales podrían ser las siguientes:

a) Expulsión inmediata de los corruptos o presuntos corruptos de las instituciones que han utilizado para sus fechorías. Tolerancia cero y condena, de los propios y de los adversarios.

b) Pacto de no utilización de los hechos de corrupción para desviar la composición política de la institución concernida, modificándola con personas decentes y honradas.

c) Modificación de toda legislación que facilite la corrupción en el campo del urbanismo y de la vivienda y en cualquier otro que permita zonas de arbitrio, demasiado abiertas para manipulaciones, en municipios, comunidades autónomas, o poderes públicos estatales.

d) Establecimiento de órganos de control eficaces para controlar a los núcleos de decisión a todos los niveles.

e) Prohibición de aplicaciones presupuestarias sin control de organismos externos a los competentes directos de la autorización de pagos.

f) Transparencia total de todas las unidades de gasto, y disposición pública de todos sus gastos.

Estas medidas y otras que se establezcan con las mismas formalidades deben contar con el apoyo y la vigilancia de la policía y de los jueces. Debe variar la mentalidad de muchos miembros de la autoridad judicial que tratan con excesiva blandura a estos delincuentes económicos de altos vuelos que no deben contar con ningún privilegio y que si lo defraudado es importante deben permanecer normalmente en situación de prisión provisional. Deben ser observados con desconfianza aquellos jueces que no demuestren excesivo rigor en este tipo de delitos. Una política de apoyos mutuos debe acompañar a este gran pacto contra la corrupción, sin subterfugios ni ventajas sobrevenidas. Es profundamente inmoral esperar que se estrelle el adversario, convirtiéndole en enemigo a destruir. Especialmente el PSOE y el PP deben encabezar ese movimiento de regeneración, sin trucos, sin búsqueda de beneficios espúreos. Sería un ejemplo de racionalidad para la moralización de la política y para la recuperación del prestigio de los políticos, imprescindible para el impulso de patriotismo constitucional y para la propia credibilidad de España como país.





Constitución Española (1978)




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