miércoles, 24 de enero de 2024

[ARCHIVO DEL BLOG] Terpsícore. [Publicada el 24/01/2009]











Soy capaz de recordar y reconocer casi cualquier fragmento de texto literario (o película) que haya leído (o visto), aunque solo haya sido una vez en la vida. Por el contrario, ni el Azar ni la Naturaleza, mis divinidades paganas preferidas, me han dotado del mismo talento para la música. La musa Terpsícore me ha negado sus favores, salvo en aquellas piezas que ya forman parte, por la amplitud de su difusión, del imaginario colectivo de la humanidad. Y esa incapacidad para recordar y reconocer piezas musicales, es una de las circunstancias que más dolor me producen, porque en contraste con ella la música es de todas las Bellas Artes la que más profundas emociones me provoca, muchas veces hasta el llanto.
Mi amiga Ana, conocedora y siempre al tanto de mis inquietudes intelectuales, me envía desde Ámsterdam el artículo que en El Cultiberio de hoy sábado pública Incitatus ("La Cuarta según San Juan"), en el que relata la impresión que le produjo la audición de la Cuarta Sinfonía de Tchaikovsky interpretada por la Orquesta Ciudad de Granada, bajo la dirección de Juan de Udaeta.
Su lectura, aparte de la consiguiente emoción, me ha traído hasta la memoria el comentario que sobre la Música realizara George Steiner en su libro "Errata. El examen de una vida" (Siruela, Madrid, 2001), uno de los más hermosos textos que he leído nunca.
Dice Steiner: "El canto (y la música) es, simultáneamente la más carnal y la más espiritual de las realidades. Aúna alma y diafragma. Puede, desde sus primeras notas, sumir al oyente en la desolación o transportarlo hasta el éxtasis. La voz que canta es capaz de destruir o de curar la psique con su cadencia".
Les dejo con el bello texto de Incitatus y el sonido del IV movimiento de la 4ª Sinfonía de Tchaikovsky intepretado por la The Chicago Symphony Orchestra, bajo la dirección de Baremboim. Disfrútenlos. Y sean felices. Tamaragua. HArendt












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