sábado, 31 de mayo de 2008

Desde el Trópico de Cáncer






Mi anterior blog, "Desde el Trópico de Cáncer", ha recibido en este mes de mayo 21.121 visitas, con un total de 101.577 consultas. No escribo nada nuevo en él desde el pasado día 8, pero el blog sigue en vigor y pueden seguir leyéndose en él los artículos y comentarios allí expuestos desde el 1 de agosto de 2006 hasta el 8 de mayo de 2008. Pueden seguir dejando si lo desean sus propios comentarios. Serán leídos, y en su caso, contestados. Las fotos son del Pinar de Tamadaba, en el Parque Rural del Nublo (Gran Canaria).  HArendt




Filósofos y filosofía



La Escuela de Atenas (Rafael)


Siempre me ha cautivado la filosofía, probablemente,porque dicen que enseña a pensar... ¡Ah!, entonces, ¿Albert Einstein era filósofo?... ¿O es qué los científicos no piensan?... Dejémoslo en que la Filosofía es la madre de todas las ciencias. Pienso que con eso debería bastar para recomendar un mayor protagonismo de su estudio en la Secundaria, pero no van los tiros por ahí, y más o menos tarde lo pagaremos todos. 


Leo en el blog literario hispanoamericano El Boomeran(g) un interesante comentario sobre el libro "Filosofía. Interrogaciones que a todos conciernen" (Espasa, Madrid, 2008), de Víctor Gómez Pin. No figura en ningún lado el autor del mismo, con lo que supongo que está redactado por el editor del blog. Espero que les resulte interesante. Así como el primer capítulo del mencionado libro, que pueden leer en este enlace, tomado igualmente del blog citado. Sean felices. Y buen comienzo de semana. HArendt 









No se puede mostrar la imagen “http://www.biografiasyvidas.com/biografia/d/fotos/descartes.jpg” porque contiene errores.
René Descartes (1596-1650)



Es una situación embarazosa la de alguien que, al ser preguntado por su profesión, ha de responder «filosofo» o incluso «profesor de filosofía». Y el problema no reside tanto en que el interlocutor no sepa en qué sector del conocimiento o de la técnica encasillar tal respuesta, como en el hecho de que, probablemente, el propio filósofo tampoco lo sabe. Un filósofo es, desde luego, una persona cuya tarea es pensar, pero esto también caracteriza a Ramón y Cajal, Einstein, Gauss... a los que nadie (al menos de entrada) califica de «filósofos». El embarazo del profesional de la filosofía se acentuará además por una sospecha de lo que, ante su respuesta, el interlocutor empezará a barruntar. Pues si se hiciera una encuesta en la calle sobre el tema, la gran mayoría de los interrogados haría suya una opinión del orden siguiente: «Los filósofos son tipos que hablan sobre asuntos que solo a ellos interesan, y en una jerga que solo ellos (en el mejor de los casos) entienden».

Difícil es para el filosofo convencer (tanto a los demás como a sí mismo) de que en esta visión hay mucho de burda caricatura y que, en realidad, filósofo es exclusivamente aquel que habla de cosas que a todos conciernen y lo hace en términos, de entrada, elementales y que solo alcanzan la inevitable complejidad respetando esa absoluta exigencia de transparencia que viene emblemáticamente asociada al nombre de Descartes.

Decir que un filósofo habla exclusivamente de asuntos que a todos conciernen, decir que, si algún asunto no responde a esta exigencia, no puede ser filosófico, es acercar la interrogación filosófica a esas preguntas elementales que el ser humano plantea como mero corolario de una suerte de tendencia innata. Tendencia que, desde luego, observamos en los niños y que cuenta entre sus ingredientes con lo que un pensador contemporáneo ha denominado «instinto de lenguaje». Instinto que mueve a intentar que el lenguaje se fertilice, alcance aquello de que es potencialmente capaz, es decir, se realice. El lenguaje alcanza su madurez explorando diferentes vías, pero desde luego la vía interrogativa es una de ellas, y la palabra designativa de la situación de estupor que lleva a interrogarse es precisamente filosofía. (El Boomeran(g), mayo, 2008)





Albert Einstein





jueves, 29 de mayo de 2008

A vueltas con la educación





Siguiendo el hilo argumentativo de la profesora de filosofía de la universidad de Valencia, Adela Cortina, retomo el asunto de la educación. Dice la profesora Cortina en su artículo de ayer en El País, titulado "La educación como problema", que "los nuevos aires insisten en preparar a los alumnos para desarrollar competencias tanto en los estudios técnicos como en las ciencias y las humanidades. El viejo debate sobre si educar consiste en formar o en informar ha pasado de moda, porque ya sabe cualquier maestro o profesor que lo suyo es preparar chicos y chicas competentes. ¿Competentes, para qué? Para desempeñar ocupaciones asignadas por el mercado laboral, claro está."

Dice más cosas, claro está, y muy graves, sobre el proceso de convergencia universitaria europea surgido de la Declaración de Bolonia. Yo no tengo nada claro si a largo plazo ese proceso es positivo para Europa y sus ciudadanos y para su desarrollo científico y humanístico futuro, No tengo "aptitudes ni competencias" para ello, pero leyendo su artículo he recordado unas frases del profesor e intelectual norteamericano, George Steiner, al que ya hice referencia hace unos días en este mismo blog. Dice el profesor Steiner en su autobiografía "Errata. El examen de una vida", (Siruela, Madrid, 1998), citando a Franz Kafka: "Un libro debe ser como un pico de alpinista que rompa el mar helado que tenemos dentro". Y sobre el papel civilizador del arte, las humanidades y la literatura, dice en otro momento: "La literatura tiene la función de civilizar, precisamente porque es el gran instrumento de subversión que pone a la sociedad en tela de juicio al representarla en sus hábitos, prejucios, ritos miedos más íntimos. ¿No será ese poder revulsivo de los libros (de las "biblias") -añade, el que hace enojosa la enseñanza de la literatura (de las humanidades, del arte en general), -añado yo, el que hace enojosa la enseñanza de la literatura para nuestra sociedad tecnificada y postdogmática?."

Porque ese el quid de la cuestión que denuncia la profesora Cortina: Las Humanidades "no son competencias para desempeñar una ocupación, sino capacidades del carácter para dirigir la propia vida. Nada más y nada menos." Y conviene saber lo que está en juego... Sean felices. HArendt



Adela Cortina


"La educación como problema", por Adela Cortina


El problema número uno de cualquier país es la educación. Y en el nuestro el asunto anda revuelto desde instancias diversas que afectan a todos los niveles educativos, incluida la Universidad. Es tiempo de pensar la educación y pensarla a fondo.

La LOE deja la puerta abierta para que las comunidades autónomas recorten horas de materias como la Filosofía, apertura que aprovechan algunas comunidades como la valenciana para reducir su horario; los enfrentamientos por la Educación para la Ciudadanía recuerdan el Motín de Esquilache; Bolonia va a traer una Universidad adocenada, en la que, por mucho que se diga, la calidad acaba midiéndose por la cantidad.

El número de alumnos se ha convertido en decisivo para determinar la calidad de una materia o un postgrado, con lo cual no hay lugar para la especialización. Una cosa es saber mucho de poco, saber cada vez más de menos y acabar sabiéndolo todo de nada; otra cosa muy distinta, saber sólo generalidades, porque eso -se dice- es lo que prepara para adaptarse a cualquier necesidad del mercado.

Éste es el mensaje de Bolonia, asumido con inusitado fervor por carcas y progres, y después nos quejaremos del neoliberalismo salvaje.

Los nuevos aires insisten en preparar a los alumnos para desarrollar competencias tanto en los estudios técnicos como en las ciencias y las humanidades. El viejo debate sobre si educar consiste en formar o en informar ha pasado de moda, porque ya sabe cualquier maestro o profesor que lo suyo es preparar chicos y chicas competentes. ¿Competentes, para qué? Para desempeñar ocupaciones asignadas por el mercado laboral, claro está.

Por eso, si usted tiene que diseñar un plan de estudios de cualquier nivel educativo o un postgrado, el apartado más largo y complicado será, no el que se refiere a los contenidos de las materias, sino el que se relaciona con las "competencias". ¿Para qué ha de ser competente el egresado?

Competencia es, al parecer, un conjunto de conocimientos, habilidades y actitudes, necesarios para desempeñar una ocupación dada y producir un resultado definido. Consulté a un compañero de Pedagogía, excelente profesional, y, con una buena dosis de ironía, me puso un ejemplo muy ilustrativo: alguien es competente para hacer una cama cuando sabe lo que es un somier, un colchón, lo que son las sábanas, se da cuenta de cómo es mejor colocarlas y además le parece algo lo suficientemente importante como para intentar dejarlas bien, sin arrugas y sin que el embozo quede desigual. Era sólo un ejemplo, por supuesto, pero extensible a actividades más complejas, como construir puentes y carreteras, elaborar productos transgénicos, hacer frente a una denuncia, plantear un pleito, curar una enfermedad y tantas otras actividades que corresponden a quien tiene un puesto de trabajo. Preparar gentes para que ocupen puestos de trabajo parece urgente.

Sin embargo, sigue pendiente aquella pregunta de Ortega sobre si la preocupación por lo urgente no nos está haciendo perder la pasión por lo importante. Si en la escuela hay que enseñar a hacer tareas como manejar el ordenador o conocer las señales de tráfico, cosa que los estudiantes van a aprender de todos modos por su cuenta y riesgo, o si hay que incluir en el currículum materias de Humanidades, que preparan para tener sentido de la historia, dominio de la lengua, capacidad de criticar, reflexionar y argumentar. Que no son competencias para desempeñar una ocupación, sino capacidades del carácter para dirigir la propia vida. Nada más y nada menos.

Por otra parte, se insiste, con razón, en que el conjunto de la educación se dirige a formar buenos ciudadanos, y hete aquí que eso no es ninguna ocupación, sino una dimensión de la persona, aquella que le permite convivir con justicia en una comunidad política. No tanto vivir en paz, que puede ser la de los cementerios o la de los amordazados, sino convivir desde la justicia como valor irrenunciable. Y para eso hace falta aprender a enfrentar la vida común desde el conocimiento de la historia compartida, la degustación de la lengua, el ejercicio de la crítica, la reflexión, el arte de apropiarse de sí mismo para llevar adelante la vida, la capacidad de apreciar los mejores valores. Cosas, sobre todo estas últimas, que no pertenecen al dominio de las competencias, sino a la formación del carácter.

No es una buena noticia entonces que se quiera reducir la Filosofía en el Bachillerato, ni lo es tampoco que se pretenda eludir la ética cívica o esa Educación para la Ciudadanía que debería ayudar a educar en la justicia, no sólo a memorizar listas de derechos, constituciones y estatutos de autonomía, que son por definición variables, sino a protagonizar con otros la vida común.

Por fas o por nefas, acabamos limitando la escuela y la Universidad a preparar presuntamente para lo urgente, no para lo importante, para desempeñar tareas y no para asumir con agallas la vida personal y compartida. (El País, 28/05/08)




George Steiner



lunes, 26 de mayo de 2008

¡Inshallah!





"Inshallah" es una palabra árabe, una invocación que podría traducirse por "¡Dios lo quiere!"... Creo recordar que fue el historiador y filólogo Américo Castro el que en su monumental obra "España en su Historia" (Círculo de Lectores, Barcelona, 1989) dejó escrito que el hebreo, el árabe y el castellano, este último por influencia de los dos anteriores, son los únicos idiomas del mundo que convierten en transitivos verbos que en otras lenguas vivas resultan de imposible conjugación transitiva. De ahí, a que el misticismo como expresión literaria sea casi una exclusividad del pensamiento judeo-árabe-español, solo hay un paso. No otra cosa es misticismo, (tan castizo para nosotros en el pensamiento y la obra de Teresa de Jesús o Juan de la Cruz, ambos místicos, ambos de origen judeo-converso): un sentimiento o estado de relación íntima con la divinidad que muy bien podría expresarse en esa invocación: ¡Inshallah!", "¡Dios lo quiere!".

"Inshallah" es también el título de una famosa canción de los años sesenta del joven (entonces) cantautor belga, Adamo. Pueden ustedes verle y oírle aquí mientras continúan leyendo este comentario.

Y es también "Inshallah" (Plaza y Janes, Barcelona, 1992) una densa novela de guerra, ambientada en el Líbano ocupado por fuerzas de las Naciones Unidas durante la guerra civil que sacudió el país en 1983, escrita por la periodista y novelista italiana recientemente fallecida, Oriana Fallaci, con dolor y con rabia. Con mucho dolor y con mucha rabia. Léanla si tienen ocasión. No la olvidarán fácilmente.

El título de esta entrada del blog me lo sugirió la lectura, hace ya unas semanas, de un interesantísimo artículo en el número 180 de la revista Claves de Práctica, titulado "La política de Dios", escrito por el profesor de Humanidades en la neoyorkina Universidad de Columbia, Mark Lilla. Espero que les resulte interesante su lectura. Les aseguro que lo es.

Dice Mark Lilla en el primer apartado de su estudio, titulado "La voluntad de Dios prevalecerá", que el ocaso de los ídolos se ha postergado, y que durante más de dos siglos, desde las revoluciones americanas y francesa hasta el derrumbe del comunismo soviético, la política mundial ha estado girando en torno a problemas eminentemente políticos. Que la guerra y la revolución, la justicia social y de clases, la identidad racial y nacional eran las cuestiones que nos dividían, pero que hoy hemos progresado hasta un punto donde nuestros problemas vuelven a parecerse a los del siglo XVI, pues nos vemos enredados en conflictos sobre creencias que rivalizan entre sí, sobre pureza dogmática y sobre deberes divinos para concluir que en Occidente estamos desorientados y confusos.

Cuando leía estas palabras del profesor Lilla, recordé el revuelo social, político y sobre todo académico que, un hasta ese momento prácticamente desconocido profesor universitario norteamericano de origen japonés, Francis Fukuyama, desencadenó con la publicación en la revista The National Interest, en el verano de 1988, de un provocador artículo titulado "¿El fin de la Historia?", que pueden leer aquí. Con este artículo, entre otros, se estrenó en España en abril de 1990 la revista Claves de Razón Práctica. Fukuyama quiso abordar en él un intento de explicación de lo ocurrido en los últimos años de la década de los 80 en el plano de las conciencias y de las ideas, con la consecuencia por todos sabida de que el liberalismo económico y político habían acabado por imponerse en el mundo ante el agotamiento y colapso de otras alternativas ideológicas y políticas (léase el comunismo), dando paso a una situación en la que nos encontraríamos en presencia del final de toda evolución ideológica posible alternativa al capitalismo liberal, y por tanto, en el "fin de la historia" en términos hegelianos.

Cuatro años más tarde (1992) retoma el asunto planteado en su artículo y escribe un libro que en España se publicará con el título "El fin de la Historia y el último hombre" (Planeta, Barcelona, 1992), que leí con sumo interés y que me causó una gran impresión. Evidentemente, no se si decir por desgracia o por suerte, Fukuyama no acertó en su pronóstico.

Dice el profesor Mark Lilla que, aunque en Occidente tenemos nuestros propios fundamentalistas, nos parece incomprensible que las ideas teológicas todavía levanten pasiones mesiánicas (ahí tenemos el estado de beligerancia absoluta del sector más integrista de la conferencia episcopal española llamando a la "guerra santa" contra el gobierno de Zapatero), dejando tras sí sociedades en ruinas. Habíamos supuesto, continúa diciendo Lilla, que eso ya no era posible, que los seres humanos habíamos aprendido a separar las cuestiones religiosas de las cuestiones políticas y que el fanatismo había muerto. Estábamos equivocados, dice... ¡Inshallah!, concluyo yo... Sean felices a pesar de todo. HArendt



No se puede mostrar la imagen “http://chronicle.uchicago.edu/040429/guggenheims-lilla.jpg” porque contiene errores.
Mark Lilla





domingo, 25 de mayo de 2008

¡Prensa, prensa!...









Soy lector asiduo de la prensa electrónica: El País, La Vanguardia, La Voz de Galicia, La Provincia-Diario de Las Palmas, Canarias Ahora... En cuanto a la de papel reconozco que leo habitualmente El País y la local de Las Palmas. La prensa electrónica tiene una ventaja innegable: la inmediatez. Hay momentos en que estoy leyéndola en el ordenador y oigo por la televisión que el equipo tal ha marcado un gol; cuando vuelvo la vista a la pantalla, ya está contado el tanto en ella... Una vez leí -o escuché en una conferencia- no le tengo muy claro, que la radio daba la noticia, la televisión nos la enseñaba y la prensa escrita la comentaba... Ya no es enteramente así, por culpa o/gracias a internet.

Otra de las ventajas de la prensa electrónica, aparte de la inmediatez, es la posibilidad de ampliar la noticia, subrayarla, relacionarla y comentarla, con enlaces a otras noticias, comentarios y opiniones que a su vez pueden derivar a otras muchas más: la famosa telaraña que da nombre a la red (Wolrd-Wide-Web). Y por supuesto, la posibilidad de que los lectores opinen de forma inmediata sobre cada noticia, artículo o comentario del periódico, interrelacionando unos con otros; incluso modificando en algunos casos el texto de la propia noticia.

Es un asunto ya un poco manido, por eso se agradecen artículos como el del catedrático de la Universidad de Brown, en Providence (Rhode Island), Julio Ortega,  que nos ofrece una buena puesta al día sobre la cuestión. En todo caso, pienso como él, el placer de la lectura de un buen artículo en la página impresa del diario de nuestros amores, sea el que sea, y aun cayendo en el topicazo del olor reciente de tinta impresa, no podrá ser sustituido por una neutra pantalla de ordenador. Como con los libros... Sean felices. HArendt




No se puede mostrar la imagen “http://www.alambre.info/wp/wp-content/uploads/2007/01/periodico_antiguo_mundo_echa_cierre.jpg” porque contiene errores.
El periódico en activo más antiguo del mundo (1645, Suecia)




"Para no dejar de leer el diario", por Julio Ortega

La noticia de que el New York Times tuvo que eliminar cien puestos en su redacción se suma a otra no menos mala: ese diario perdió el pasado año un 4,5% de sus lectores. Sus acciones han bajado de 45 a 17 dólares; y si la empresa valía 6,5 billones de dólares hace 5 años, hoy vale menos de la mitad. Ocurre con otros de los mejores diarios estadounidenses: Los Angeles Times, el Philadelphia Inquirer, el San Francisco Chronicler... Heroicamente, el NYT todavía mantiene 43 corresponsales en sus 25 oficinas en el extranjero, pero el Boston Globe las ha cerrado todas. Comentando estos hechos, Lee Smith propone en el Chronicle of Higher Education que un grupo de universidades privadas se haga cargo de la economía del NYT y lo convierta en el diario más leído en los campus. La idea es altruista pero peligrosa: los profesores suelen fatigar las prensas para defender la filosofía que justifica sus inclinaciones.

Felizmente, la prensa escrita no se ha quedado con los brazos cruzados. Y ensaya, ahora mismo, las llamadas metodologías de la creatividad. Tiene ejemplos en otros sectores. La Toyota japonesa, que en los tres primeros meses del año desplazó a la General Motors del primer lugar en ventas de coches, que ésta había liderado durante 77 años, evidenció la creatividad de su sistema de producción (el New Yorker se demora en explicarlo). No menos creativas han sido las empresas de todo orden en las sociedades pobres: sus sistemas de producción empiezan en el reciclaje residual, y sólo limitan con su propio éxito. Y miles de jóvenes se entrenan en las academias de oficios y terminan en los networks regionales de migrantes, como un nuevo mapa antisistemático que reproduce, a escala minimalista, la globalización capitalista. La creatividad se entiende como la lógica del taller: producir más con menos; como la moral de la forma: ofrecer el producto más acabado; y como un principio de articulación: hacer de la necesidad virtud. Esta Paideia posmoderna ha puesto al día la ética clásica: hago, luego soy.

Para la prensa escrita, si la competencia de Internet es sobre todo devastadora en cuanto a la publicidad, no lo es en la lectura: todavía es mejor leer una página impresa. Por eso, varios periódicos ofrecen suplementos coleccionables, y buscan ser más útiles como navegadores del día. Más que nunca, el periódico forma parte de nuestra vida cotidiana. El NYT no se limita a dar el listín de cine, teatro, museos y galerías: añade sumillas críticas hasta al programa de TV. En español, nuestras Agendas del Día se limitan a cinco actividades. En inglés, son páginas extras que ayudan a elegir. Además, la lectura ya no se debe a lo casual sino a las expectativas. Uno sabe qué días leerá a sus cronistas preferidos, y un máximo de dos crónicas semanales es la medida civil; más que eso sería saturación.

Los lectores son interlocutores de una buena conversación. El mejor ejemplo es el periodismo inglés: desde Deportes hasta Obituarios cultivan el ingenio y eluden el énfasis. La lectura es un relevo democrático: resiste la repetición y busca nuevas voces y estilos. En la cultura hispánica todavía creemos más en la autoridad que en la alteridad.

Tengo para mí que los mejores diarios recuperarán a los lectores al devolverles la palabra. Por eso, tiende a desaparecer el artículo doctrinario y prescriptivo, hecho para avanzar causas o intereses. Kipling amenazó con su bastón a un periodista de Nueva York que se atrevió a preguntarle por sus opiniones personales. Hoy las confesiones se nos han vuelto triviales y casuales. Internet promueve un hablante primario y adversarial; suscita muchas veces lo peor del prójimo. No creo que se pueda llamar "lector", ya que no se debe al lenguaje sino a su negación.

Pero si Internet no reemplaza al periódico (sus versiones electrónicas incluyen ahora lo que el diario ya no puede ofrecer: contribuciones de lectores, bitácoras, servicios, etc.), quien sí lo amenaza es el periodiquillo que se distribuye gratuitamente y que empieza a proliferar en las estaciones del metro. No son para ser leídos sino para ser descartados luego de una mirada. No podrían sustituir al diario pero conspiran contra su imagen: lo gratuito no tiene mérito. Y rebaja la circulación del valor.

Por lo demás, todos los grandes diarios sintonizan con los nuevos públicos. Los migrantes, los estudiantes, los turistas... Estadísticamente, los jóvenes constituyen la mayoría de lectores. Y buscan hoy su propio lugar en las representaciones colectivas. Ese nuevo público empieza a abrirse espacio como protagonistas, sujetos de cambio y nuevos agentes culturales. Ya Pulitzer recomendaba que los diarios deben incluir, todos los días, nombres nuevos: serán lectores fieles, decía. Edmund Wilson escribió que la vejez comienza cuando uno siente que el New York Times del domingo pesa demasiado. Pero hoy, leyendo un buen diario, uno es capaz de creerse más joven.

(El País, 25/05/08)




Gaceta de Madrid (1698)



sábado, 24 de mayo de 2008

El desgarro








Aun viéndolo desde la izquierda política donde me ubico, la crisis por la que está pasando el PP se me antoja un tanto ficticia. Hasta ahora, los únicos que están hablando son los que se han visto desalojados del poder interno del partido. Y unos cientos de mamelucos vociferantes que ni pesan ni influyen, aunque ellos piensen que sí... Yo veo más una lucha interna por el poder que una discrepancia ideológica profunda. Y lo de María San Gil me parece puro oportunismo político de una persona que ha perdido todas las elecciones a las que se ha presentado, y cada vez peor... Lo disfrace de lo que lo disfrace.

Entre ayer y hoy le leído tres artículos de opinión muy ponderados sobre la "crisis" del PP. Son periodistas de ideología diversa y de tres medios de comunicación distintos de Canarias (Federico Utrera, Canarias Ahora), Galicia (Xosé Luis Barreiro, La Voz de Galicia) y Madrid (Soledad Gallego-Díaz, El País). Leídos en conjunto pienso que aportan algunas claves interesantes. Disfrútenlos. Y sean felices a pesar de todo. HArendt




http://www.elpais.com/recorte/20080112elpepinac_5/LCO340/Ies/Maria_San_Gil_izquierda_Mariano_Rajoy.jpg
María San Gil y Mariano Rajoy: Eran otros tiempos...




"Crisis en el Partido Popular. Una búsqueda desesperada", por Soledad Gallego-Díaz

La campaña desatada en torno al congreso del PP tiene un aspecto cada vez más despiadado. Cada día se nota más la desesperación de quienes intentan forzar, como sea, una candidatura alternativa a la de Mariano Rajoy, que corte el paso al nuevo equipo y que vuelva a colocar al PP bajo la influencia de los dos medios de comunicación, la emisora de la jerarquía católica Cope y el diario El Mundo, que desempeñaron un papel fundamental en la pasada legislatura y que no renuncian ahora a tejer una poderosa alianza a la americana.

Todos ellos temen que si la candidatura de Rajoy es la única que compite, el actual líder del partido se garantice, al menos, otros tres años de protagonismo, con una anunciada, e inesperada, autonomía personal. Encontrar una alternativa a Rajoy es, sin embargo, difícil. Primero, porque los posibles herederos, algunos de los actuales barones (Francisco Camps y Esperanza Aguirre incluidos), no son diputados en el Congreso y éste es un país donde la oposición se ha hecho siempre vía parlamentaria, con los debates sobre el estado de la nación y las preguntas de control como elementos políticos básicos.

El candidato del PP a las elecciones de 2012 puede no ser parlamentario, pero sólo si se lanza ya en víspera de la nueva campaña electoral. Nadie puede resistir cuatro años enteros como jefe de la oposición y candidato a presidente del Gobierno fuera del Parlamento. Por eso algunos tratan de convencer a Juan Costa o a Gustavo Arístegui, que tienen escaño, para que se lancen a la aventura.

La cuestión es quién ejerce el mando en el PP hasta 2011. Camps y muchos otros barones prefieren que sea Rajoy, porque piensan que es un candidato debilitado y que, en cualquier caso, es mejor que dar paso a uno de sus auténticos enemigos, es decir, otro barón que se ponga al frente del extenso aparato del partido. Pero una cosa es que hayan dado su respaldo a Rajoy y otra, que estén dispuestos a asumir parte del desgaste que sufre en estos días el presidente del partido.

Camps, Arenas o Núñez Feijóo están contemplando la batalla desde la barrera: Rajoy se las tiene que arreglar solo, o con el exclusivo apoyo de Ruiz-Gallardón, que no tiene mucho que perder y sí algo que ganar, para salir vivo de esta ofensiva. Por eso los enemigos de Rajoy intentan desesperadamente echar toda la carne en el asador en estos días y se felicitan por el nuevo flanco abierto por una persona tan apreciada como María San Gil, quien parece haber aprovechado la situación para retirar su candidatura en las próximas, y pesimistas, elecciones vascas. La operación no ha salido del todo bien, porque el PP vasco está más alejado del pensamiento apocalíptico de Mayor Oreja de lo que ellos creían, pero aun así perjudica a Rajoy, porque oponerse a San Gil no da réditos entre los militantes del PP.

Esperanza Aguirre y su entorno son otra cosa: la poderosa presidenta de la Comunidad de Madrid puede preferir, quizás, a cualquiera menos a Mariano Rajoy, pero tampoco puede unir su destino al de otro barón ni, desde luego, a un candidato poco sólido o disparatado, algo que sí están dispuestos a contemplar Jiménez Losantos, la jerarquía de la Iglesia católica o Pedro J. Ramírez, en su feroz intento por cortocircuitar a Rajoy. Todos ellos están empeñados en ofrecer a Aguirre su apoyo a cambio de arrastrarla a su campo. La presidenta, que nunca ha sido una militante religiosa, ha entregado la enseñanza de Educación para la Ciudadanía a los representantes más agresivos del pensamiento católico, y está jugando en ese campo de manera muy activa, pero no ha decidido aún arriesgarse y lanzar una candidatura alternativa, propia o encubierta, como le apremian. Si no hay tiempo ni capacidad para organizar otra candidatura potente, Aguirre necesita asegurarse que Rajoy no utiliza los tres próximos años para abrirle una guerra interna que le reste poder. Para eso, al menos, cuenta con el apoyo de Aznar, quien ya advirtió seriamente a Rajoy que en esta nueva etapa no debe modificar la actual relación de fuerzas dentro del partido.

¿Y Mariano Rajoy? El presidente del PP debe pensar que tres años es mucho tiempo. Su objetivo es simplemente llegar al congreso de junio sin ninguna candidatura alternativa creíble. Es decir, sin que los otros barones le hagan frente. Quizás dentro de tres años haya rehecho su poder interno y pueda realmente cumplir su deseo de volver a presentarse a las elecciones generales. Pero si no es así, si los barones reclaman su papel y tiene que dejar paso a otro candidato presidencial, por lo menos habrá dado un empujón al PP hacia una cierta modernidad. Hasta el momento, Rajoy ha cometido muchos errores, pero a trancas y barrancas va consiguiendo lo fundamental: arañar días sin que surja una alternativa creíble. A corto plazo, eso sería suficiente para el.

A largo, el problema está en el pensamiento de quienes, dentro del PP, creen que la alianza entre el PSOE y los nacionalismos se llevará por delante al Partido Popular y obligará a refundar la derecha española, que nunca ha perdido sus dos almas, la más abierta, aunque errática, de UCD, y la conservadora y católica de Alianza Popular. Aznar las unió pero no está escrito que tengan que permanecer siempre así. (El País, 23/05/08)




Soledad Gallego-Díaz




"La crisis del PP vista desde fuera", por Xosé Luis Barreiro

En el PP se juntan dos crisis, que, aunque relacionadas entre sí, son netamente diferentes. La primera, la que está en todos los periódicos, es una crisis interna, cuya descripción podría reducirse a la lucha por el poder que se desata cuando un líder enseña sus debilidades. Y la segunda, de la que casi nadie habla, es una crisis de discurso, o de proyecto, de cuyo análisis podrían derivarse los remedios que hay que aplicar a tan peliaguda situación. A la primera le llamo «interna» porque, a pesar de la algarada mediática, solo tiene interés para los que pelean en ella. Y a la segunda le llamo «de proyecto» porque, aunque condiciona las estrategias de los que se disputan el poder, compromete sobre todo a un cuerpo electoral que se está quedando sin un discurso que oponer a la euforia socialista.

Si usted quiere ir a la realidad de las cosas, y conocer la verdadera dimensión de esta segunda crisis, basta con que se plantee dos cuestiones muy sencillas y trate después de contestarlas. La primera de las preguntas es: ¿qué decisión ha tomado Mariano Rajoy desde que perdió las elecciones? Y la segunda podría formularla así: ¿En qué consiste el centro político y qué proyecto tiene el PP para cambiar y mejorar el país?

A la primera de las cuestiones debe responder que ninguna. Porque, además de haber consentido que la crisis del aznarismo se traslade a la sociedad como el derrumbe de su propio liderazgo, y de presentar sus tenues rectificaciones estratégicas como una cesión oportunista de los principios fundacionales del PP, está dejando que todas las piedras que le sirvieron de lastre -como Acebes y Zaplana- se vayan de rositas, convertidos en crítica viviente contra la autoridad del líder. Y la respuesta a la segunda pregunta basta con entresacarla de los propios discursos de Rajoy, de los que claramente se deduce que la acción de gobierno consiste en hacer lo que le interesa a la gente, y en dar a entender que a la gente solo le interesa lo suyo.

Valores ciudadanos, por lo que se intuye, no hay. Necesidad de gobernantes que abran caminos de futuro, incluso contra corriente, tampoco. Cambios sociales que aquilatar y normalizar, no se mencionan. Y del talismán del centro solo se sabe que es, siguiendo la definición expuesta en la Universidad de Comillas, «la capacidad de hablar con todos». De donde se deduce que centrista, centrista, solo es Zapatero, y que, fuera del presidente victorioso, solo nos queda la obsesión de ETA, motivo y guía de toda la política española.

Ahí está la verdadera crisis. Porque las aspiraciones y ambiciones de Esperanza Aguirre y de Ruiz-Gallardón solo son un episodio sin importancia en la larga lucha por el poder. (La Voz de Galicia, 24/05/08)





Xosé Luis Barreiro





"PP: Rumbo a lo conocido", por Federico Utrera

“Rumbo a lo desconocido (Historia secreta de los años más convulsos del PP)” es el nuevo libro de Graciano Palomo, quizás el analista más documentado de la derecha española y desde luego, sin discusión alguna, el más prolífico. Ha visto pasar por las filas conservadoras a Fraga, Mancha, Aznar y ahora Rajoy cuando por las bancadas socialistas pasaron Felipe, Almunia, Borrell y Zapatero. ¿Qué ocurrirá el 20 21 y 22 de junio en Valencia durante el XVI Congreso del PP? Palomo no lo sabe y lo admite, pero en su libro se vislumbra el “target” de los líderes de opinión del PP que van a mover el voto de los delegados, independientemente de su jerarquía orgánica, y entre los que él cree que no hay ningún canario, por más que el duelo entre Soria y San Gil en la ponencia política prometa mucho. Pero mas allá de si continuará Rajoy, surgirá un “tapado” de consenso forzado por Esperanza Aguirre o se impondrá Gallardón en unas primarias abiertas, lo que parece claro es que nada será igual que antes.

La pregunta, sin embargo, no es obscena en una democracia de masas donde el elemento mediático juega tanto de forma fáctica como el financiero y antes el sindical o el eclesial. ¿Se puede liderar el PP con la manifiesta hostilidad de la Cope y El Mundo? Para descifrarlo, háganse la pregunta a la inversa: ¿Se podría liderar el PSOE con la animadversión unánime de la SER, El País, la Sexta y Público? Poder se puede, pero otra cosa es lo que dure. El guerrismo no desapareció pese al pulso Guerra-Cebrián (muy parecido a éste de Pedro Jota-Rajoy) pero Borrell sólo duró unos minutos frente a El País y Zapatero ha logrado lo que parecía imposible: sortear las zancadillas de todos aquellos que tenían mucha prisa por desbancarlo. Y aún así, los que se han sentido perjudicados aguardan su momento para ajustar cuentas. ¿Podrá conseguir Mariano lo mismo? Si leen el libro de Graciano Palomo, podrán encontrar una respuesta, porque lo más útil para desentrañar lo desconocido es analizar lo conocido. Y eso, Palomo lo hace a las mil maravillas, porque como gusta él mismo decir y encontramos esparcido por el libro: la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero. (Canarias Ahora, 24/05/08)




Federico Utrera






viernes, 23 de mayo de 2008

Irán & USA, y ... ¡béisbol!



Niños jugando al béisbol


Mi relación con Irán viene de antiguo. Para ser exactos, cincuenta y dos años. La misma que con los Estados Unidos de América, lo que no deja de parecer una paradoja que intentaré explicar. Hace cincuenta y dos años, mis padres, que vivían en Madrid en el barrio de Delicias, se mudaron al de Prosperidad, en el distrito de Chamartín. Y lógicamente, a mis diez años de edad, me fui con ellos y con mis hermanos. En Prosperidad vivían entonces con sus familias muchos de los soldados norteamericanos que servían en la base aérea de Torrejón. Aunque no nos relacionábamos de manera especial con ellos, veíamos a los niños norteamericanos jugar al beísbol y, por imitación, con rústicos palos, primero, y bates de verdad poco después, aprendimos las reglas del juego y al menos en mí prendió una admiración por ese deporte que aún perdura. Por cierto, que el futuro y admirado locutor deportivo José María García era uno de esos niños, y líder ya de uno de los equipos de beísbol con los que nos enfrentábamos habitualmente en cualquier terreno despejado de piedras en lo que ahora es el cruce entre la M-30 y la calle Costa Rica.

Muy cerca de allí, en un chalecito semioculto entre grandes árboles, creo recordar que en la calle Jerez, estaba la Embajada Imperial del Irán. En horas libres de tareas escolares (en el Infanta María Teresa, un colegio de la Guardia Civil, adscrito al Instituto Ramiro de Maeztu, de la calle Serrano, junto a la Embajada de los Estados Unidos) solíamos acercarnos a las embajadas extranjeras acreditadas en Madrid para pedir libros, mapas, cuentos y documentación varia, alegando un próximo viaje familiar a dicho país o la necesidad de hacer un trabajo escolar que nos habían encomendado. Las razones eran falsas pero nosotros, en nuestra inocencia, deberíamos resultar convincentes porque nos colmaban de atenciones... ¡y de libros!..., especialmente en la representación diplomática del Imperio iraní. De allí nació un sentimiento de cariño por el pueblo, la cultura y la historia de Irán que llego a cautivarme. Tanto, que llegado el momento de tener que dar una disertación, en francés, como un ejercicio más de los que teníamos que hacer en la Escuela Central de Idiomas de Madrid en la que estudiaba por las tardes la dulce lengua de Francia, me aprendí de memoria un cuento que me había regalado tiempo antes la Embajada iraní titulado "Mernahz, la Cendrillon iranienne" (Mernahz, la Cenicienta iraní). Y que como todos los cuentos que se aprecien comenzaba así: "Il était une fois une petite fille appelée Merhnaz..." (Érase una vez una niñita llamada Merhnaz...). Me lo aprendí en los ratos libres que me permitían los partidos de beísbol que jugábamos, a la espera de mi turno de bateo, sobre la ahora intransitable M-30...

Mi relación con los Estados Unidos viene más o menos de esa misma época y por esas mismas causas. Visitábamos la Embajada en la calle Serrano, y de allí nos desviaban a la parte trasera, la que daba (o da, no lo sé) al paseo de la Castellana, y donde estaba la Casa Americana, una institución cultural de la que acabé siendo socio. Allí tenían una excelente biblioteca en español, y sobre todo, para mí, unos inmensos atlas a partir de los cuales concebí una pasión inextinguible por la geografía y sobre todo por los mapas. ¡Ah!, y también tenían, como no, ese insuperable objeto de consulta -lástima que fuera en inglés, pero los mapas me servían igual- que es la Encyclopedia Americana...

Mi simpatía/antipatía por los Estados Unidos de América, viene dada básicamente en función de qué partido ocupe la Casa Blanca. Con los democrátas, suelo ser bastante más indulgente que con los republicanos. Con la administración Bush, reconozco que la indulgencia es imposible. Que un analfabeto integral como él, megalómano -en conexión directa con Dios- e imbuido de su papel de custodio de Occidente, forrado con el dinero de papá, pueda llegar dos veces a presidente dice mucho en favor de la democracia americana y muy poco en favor de sus electores.

Con el régimen iraní de los ayatolás mi sintonía es nula. Y no porque me parezca éste peor que el del Sah, sino porque pienso que éste, el actual, es un peligro para la paz mundial (lo mismo que Bush, con la diferencia de que al último se le puede quitar si se la va la olla...). Reconozco que el interesante y denso artículo de hoy en El País, titulado "¿Puede pasar Irán de bandido a gendarme?", del periodista y escritor Javier Valenzuela me ha hecho replantearme algunos presupuestos; aunque Ahmadineyad me sigue pareciendo, como mínimo, un vocazas... Pero lo más importante es que me ha servido para recordar con nostalgia una relación con el Irán eterno que vista desde los ojos del niño que fui una vez se me antoja entrañable. Sean felices. HArendt




http://www.electricscotland.com/thomson/images/13.13%20Teheran.jpg
Imagen de Teherán, la capital iraní



¿Puede pasar Irán de bandido a gendarme?, por Javier Valenzuela

La exhibición de fuerza de Hezbolá en Beirut confirma a Irán como potencia regional. El interés nacional, tanto o más que la ideología islamista, guía su acción. Y la torpe política de Bush juega a su favor.

De las muchas historias heroicas que alberga el alma de un pueblo tan longevo como el iraní, una, la del imam Hussein, es hoy relativamente conocida en Occidente. Nieto del profeta Mahoma, el imam Hussein murió combatiendo en Kerbala, hacia el año 680 de la era cristiana. De los triunfadores de aquella batalla surgió el mayoritario islam suní; de los derrotados seguidores del imam Hussein, el islam chií, minoritario excepto en Irán y algunos países árabes.

Menos conocida en Occidente, y mucho más vieja, es otra de las historias que se escuchan en los hogares iraníes: la de Arash el Arquero. En tiempos mitológicos, los anteriores a la escritura y el monoteísmo, los pueblos de Irán y de Turán acordaron terminar una guerra por sus respectivos límites fronterizos mediante una prueba singular. Arash, un guerrero iraní, lanzaría una flecha en dirección a Turán, y donde ésta cayera se fijarían los lindes. Arash subió a la montaña más alta de Irán, el Damavand, tensó su arco y lanzó la flecha. Ésta voló durante horas hasta alejarse más de 2.000 kilómetros, concediéndole así al pueblo persa un inmenso territorio. Consumido por el tremendo esfuerzo físico, Arash falleció de inmediato.

En el verano de 2006, Israel invadió Líbano por enésima vez y fracasó frente a la resistencia de Hezbolá. Comentando en la BBC que tal fiasco reforzaba la influencia regional de Irán, el veterano John Simpson hizo una observación muy inteligente: "Durante los últimos 30 años, Occidente se ha obsesionado por el fundamentalismo religioso de la República Islámica de Irán, pero ha olvidado que la revolución de Jomeini fue también una declaración de independencia respecto al control británico y estadounidense". En efecto, el nacionalismo iraní -incluido el secular, el encarnado por Mossadegh a mediados del siglo XX- estuvo en 1979 con Jomeini. Desde entonces, dos vectores, el islamismo en versión chií y el nacionalismo persa -el imam Hussein y Arash el Arquero- guían la acción internacional del régimen de los ayatolás.

Has Iran Won? (¿Ha ganado Irán?), se preguntaba a todo trapo la portada de The Economist del pasado 2 de febrero. El interrogante venía a cuento del informe de diciembre de 2007 de los servicios secretos norteamericanos que asegura que el programa nuclear iraní no es una amenaza tan inminente ni tan grave para la seguridad mundial como predica la Casa Blanca. Aun discrepando de las conclusiones de los espías, el editorial del semanario británico proclamaba que lo más sabio que puede hacer Washington es pactar con Teherán, y ello sin poner como condición previa el abandono del programa nuclear iraní.

Es un hecho que la torpe, belicista y altamente ideologizada política de George W. Bush ha contribuido a hacer de Irán una potencia en Oriente Próximo y Asia Central; la cuestión ahora es cómo convertirla en un factor de estabilidad en la zona más inflamable del planeta. Y salvo los últimos cheerleaders de Bush, los especialistas opinan que va llegando el momento de que Estados Unidos haga con relación al Irán jomeinista lo que Kissinger y Nixon hicieron en su momento respecto a la China maoísta: realpolitik; esto es, aceptar su existencia y negociar una coexistencia pacífica. Así lo han insinuado en EL PAÍS el ex ministro israelí de Exteriores Shlomo Ben Ami y el especialista en asuntos militares, y también israelí, Martin van Creveld. Y así lo dice sin ambages Marc Gasiorowski, director de Estudios Internacionales de la Universidad del Estado de Luisiana y buen conocedor de Irán.

De hecho, remarca Gasiorowski, esto es lo que, a fines de 2006, vino a proponer el Grupo de Estudios sobre Irak (GEI) dirigido por James Baker. El GEI constató que, sin la ayuda de Irán y Siria, EE UU jamás podrá alcanzar una solución en Irak que pueda presentar como un triunfo, y sugirió que Washington iniciara con Teherán un diálogo sobre todas las cuestiones litigiosas -Irak, Líbano, el conflicto israelí-palestino, el programa nuclear, la seguridad en el Golfo...- , ofreciéndole un estatuto de interlocutor respetable. "El diálogo con EE UU", dijo Baker, "no es una recompensa por el buen comportamiento, sino un método para intentar conseguirlo".

Debería ser aún más evidente tras lo ocurrido en Beirut a comienzos de este mes. En menos de lo que se tarda en contarlo, Hezbolá se hizo con el control del oeste de Beirut, corroborando, dice el analista Rami Khouri, que "no sólo es la facción política y militar más poderosa del país de los cedros, sino todo un Estado dentro de un Estado débil". Acto seguido, Hezbolá hizo una demostración de prudencia al replegarse, renunciar a la toma del poder y aceptar la recién culminada negociación sobre su derecho a veto en los asuntos libaneses. Una y otra cosa, osadía en la exhibición de su relativa fuerza y prudencia a la hora de la verdad, son tan propias de ese movimiento chií libanés como de su padrino, la República Islámica de Irán.

El ascenso de Irán es fruto tanto de esa astuta combinación como de una racha de buena suerte. El hundimiento de la Unión Soviética le quitó de encima el comunismo; la invasión de Afganistán por EE UU le eliminó al incómodo vecino talibán, y el mismo EE UU derrocó a su gran rival, Sadam Husein. Lo último le ha permitido tensar lo que el rey jordano Abdalá II llama "el arco chií" (Irán-Irak-Líbano). La flecha de Arash vuela de nuevo muy lejos.

Para el régimen jomeinista fue toda una revancha de la historia la cálida bienvenida a Bagdad que en marzo le diera el actual Gobierno iraquí a Ahmadineyad. Comentando aquella visita, Gilles Kepel recordó que Teherán está actuando con notable cautela en Irak. No desea una total descomposición de ese país, que podría convertir a su parte suní en un santuario de Al Qaeda y también empujar hacia Irán a cientos de miles de refugiados chiíes. Asimismo resultó significativo que Ahmadineyad fuera huésped de la última cumbre del Consejo de Cooperación del Golfo, un órgano creado en 1981 precisamente para oponerse al Irán jomeinista. El mensaje fue claro: los emiratos del Golfo quieren estar a buenas con Teherán.

Con un Afganistán donde las cosas se complican y un Irak donde no marchan tan bien, un ataque norteamericano contra Irán no es una opción, si es que alguna vez lo fue. Sólo serviría para propagar aún más las llamas del terror y la guerra. Pero entre el belicismo y la impotencia, el futuro presidente de EE UU tiene un tercer camino: el diálogo que exploró Bill Clinton cuando el presidente iraní era el reformista Jatamí. Eso sí, el sucesor de Bush debería olvidarse de ideologías mesiánicas, asumir el pragmatismo y aceptar que la libertad y la igualdad llegarán a Irán a través de un proceso interno.

Irán, dice Olivier Roy, es "una pieza clave del tablero de Oriente Próximo y la única que parece tener una estrategia coherente, en la que las consideraciones a corto plazo se articulan dentro de una visión a largo plazo". Ya hace mucho que renunció a exportar la revolución jomeinista y lo que hoy pretende es que el mundo le reconozca la condición de potencia regional que ha alcanzado de facto. Para ello, señala Roy, usa instrumentos tácticos como la retórica antiamericana, antiisraelí y panislamista, que le permite conectar incluso con sectores fundamentalistas o nacionalistas árabes suníes (véase Hamás), y una gran habilidad para librar batallas lo más lejos posible de sus fronteras (de ahí su activismo en Líbano y Palestina y su bajo perfil en Irak y Afganistán).

¿Puede un país que en las últimas tres décadas ha sido considerado por Washington un "bandido" pasar a convertirse en un "gendarme" regional? La diplomacia existe, precisamente, para conseguir tales milagros. Irán tiene 70 millones de habitantes, grandes riquezas petroleras, un Estado sólido para la media regional, una hábil diplomacia e influencia entre los chiíes de Irak y Líbano y los islamistas suníes palestinos. Que es capaz de realpolitik lo prueba su matrimonio de conveniencia con la Siria secular y panarabista de la familia Assad.

El nacionalismo jamás se ha extinguido entre los iraníes. Ellos son persas, no árabes; arios, no semitas; no hablan la lengua del Corán, sino farsi, y ni siquiera su islam, el chií, es el de la mayoría de los árabes. Confundirlos con Bin Laden es un disparate. Pero el griterío neocon ha hecho olvidar que Irán cooperó con EE UU en la guerra del Golfo de 1991, el derrocamiento de los talibanes de Afganistán en 2002 y la invasión de Irak de 2003. Y también que es un fiero enemigo de Bin Laden, Al Qaeda y el yihadismo internacional suní.

Instalado en su cerril discurso sobre el Eje del Mal, Bush ha ignorado el terreno explorable. Pero si su sucesor tuviera valor e inteligencia podría ser en relación a Oriente Próximo lo que sorprendentemente Nixon fue para Asia: un pacificador. (El País, 23/05/08)




jueves, 22 de mayo de 2008

El precio de la globalización. Economía canalla










A estas alturas de la historia situarse a favor o en contra de la globalización es un ejercicio pueril: la globalización está ahí, y ha venido para quedarse. Las ventajas están claras; los inconvenientes, también. Y de eso se trata, de paliar en la medida de lo posible los inconvenientes. Con iniciativas y ayuda de las instituciones económicas, pero sobre todo de las políticas: de los estados, la Unión Europea, la ONU y los organismos internacionales especializados.

Es lo que pretenden varios líderes europeos capitaneados por el ex presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors, que acaban de hacer pública una iniciativa para la creación de un Comité de Crisis Europeo que "valore los riesgos económicos y sociales que supone la actual crisis financiera en la economía real, especialmente en Europa". Lo cuenta hoy el corresponsal de El País en Bruselas, Andreu Missé.

Por otro lado, la economista italiana Loretta Napoleoni, autora de un famoso libro titulado "Economía canalla", escribe hoy también un documentado artículo en El País, titulado "Comida hay, pero a precio de petroleo", en el que critica con dureza la política de la Organización Mundial del Comercio, que empobrece a los ciudadanos y aumenta el desempleo rural en los países en vías de desarrollo. Hay -dice- mil millones de personas que pasan hambre a pesar de haber comida para todos. Y eso ocurre -añade- porque ya no se produce para la economía nacional, sino para la mundial; a que ya no deciden los gobiernos, sino las multinacionales.

No está muy claro que la solución sea volver a hacer la cesta de la compra como la hacían nuestras abuelas, pero algo hay que hacer. Y parece que algo comienza a moverse en el buen camino. Esperemos que cuaje. Sean felices. HArendt










"Líderes europeos se unen para hacer contrapeso a los mercados financieros", por Andreu Missé


La propuesta cuenta con el apoyo de Felipe González y la firma de Jacques Delors. Destacados líderes europeos han dirigido una carta al presidente de la República Francesa, Nicolas Sarkozy, que presidirá la Unión a partir de julio, y al presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, para que se constituya un Comité Europeo de Crisis, para "evitar o limitar los riesgos provocados por las crisis financieras". El Comité de Crisis deberá "valorar los riesgos económicos y sociales que supone la actual crisis financiera en la economía real, especialmente en Europa". La iniciativa en la que participan personalidades socialistas, liberales y cristiano-demócratas, ha sido promovida por el ex primer ministro francés Michel Rocard y su homólogo danés Poul Nyrup Rasmussen. Firman también el documento los ex presidentes de la Comisión Europea Jacques Delors y Jacques Santer, y los ex primeros ministros Helmut Schmidt (Alemania); Lionel Jospin (Francia); Göran Person (Suecia); Massimo d'Alema (Italia) y Pavo Lipponen (Finlandia). También ha mostrado su total apoyo, aunque no firma el documento por presidir el comité de reflexión sobre el futuro de la Unión, el ex presidente del Gobierno español Felipe González.

Bajo el lema "los mercados financieros no pueden gobernarnos", el documento señala que "el problema está en el modelo actual de gobierno económico y de las empresas basado en una débil reglamentación, con un control inadecuado y una oferta demasiado débil de bienes públicos".

Los firmantes expresan su preocupación por el doble fenómeno que se está produciendo de manera paralela, "la desigualdad creciente de los ingresos junto a un aumento continuo del sector financiero". El aumento del capital financiero ha sido tan impresionante en los últimos años que ya representa 15 veces el valor del producto interior bruto (PIB) de todos los países.

La crítica por los efectos perversos del superpoder que han adquirido las instituciones financieras es uno de los asuntos centrales del documento. "El mundo de las finanzas", señala, "ha acumulado una masa gigantesca de capital ficticio pero que mejora muy poco la condición humana y preservación del medio ambiente". "Esta crisis financiera", añade, "ha permitido ver más claramente las alarmantes disparidades de renta que no han hecho más que aumentar en las últimas décadas". Todo ello, añade, con "la ironía de que los salarios y las primas de los ejecutivos han alcanzado niveles extremadamente elevados, mientras que se estancaba o bajaba la rentabilidad de sus empresas". (El País, 22/05/08)




Loretta Napoleoni





"Comida hay, pero a precio de petróleo", por Loretta Napoleoni

El que 1.000 millones de personas pasen hambre pese a haber comida para todos se debe a que ya no se produce para la economía nacional, sino para la mundial. No deciden los Gobiernos, sino las multinacionales.

En el mundo hay comida para todos. Los precios de los productos alimenticios, teniendo en cuenta la inflación neta, son más bajos que hace 40 años, y la dieta ha mejorado. Sin embargo, 1.000 millones de personas padecen hambre. Son las contradicciones de una economía globalizada en la que las realidades locales se desvanecen. Así lo denuncia el informe del grupo Evaluación internacional de la ciencia y la tecnología agraria para el desarrollo (en sus siglas en inglés, IAASTD), un grupo de 400 científicos auspiciado por el Banco Mundial y Naciones Unidas. El documento se publicó a principios de abril, en medio de una crisis alimentaria que trae recuerdos de la Gran Depresión.

El problema no es la escasez de productos agroalimentarios sino su coste, que, en muchos países, los hace inaccesibles para los más pobres. El aumento de los precios está unido al aumento del precio del petróleo, la voracidad de la demanda asiática y las difíciles condiciones climáticas que se han vivido en algunos países. La inflación alimentaria multiplica el número de hambrientos y globaliza la crisis. "El alto coste de la vida aflige a los 1.000 millones de personas que viven bajo el umbral de pobreza -el 70% de ellos en África- y a los otros 4.000 millones que viven en los 58 países más pobres del mundo. Toda esa gente, de pronto, ha dejado de poder comprar los productos expuestos en las estanterías de los supermercados", explica Willie Reimer, director de la ONG estadounidense Food, disaster and material resources. Pero también afecta a los países occidentales, en los que viven los 500 millones de ricos de la aldea global. En Estados Unidos, segundo exportador de productos agrarios del mundo, 28 millones de personas comen gracias a los bonos de comida que reparte el Gobierno, el número más elevado desde que se creó el programa, hace 40 años.

Las tres cuartas partes de la población mundial corren el riesgo de pasar hambre, no porque haya escasez, sino debido al coste de la vida. Según el informe de IAASTD, para evitar la catástrofe no bastan ni los transgénicos ni el abandono de las políticas de apoyo a la producción de biocombustibles, que no influyen en la subida de los precios más que en un 10%. La crisis alimentaria es estructural porque está unida a la aplicación de los principios neoliberales en el sector agrario de los países en vías de desarrollo. De acuerdo con dichos principios, el mercado mundial es el mejor árbitro de la economía. Pero su mano invisible, como la definía Adam Smith, no es tan mágica como se creía.

En los últimos 20 años, mientras Europa y Estados Unidos protegían a sus agricultores, las economías emergentes y los países pobres han seguido los consejos neoliberales y han eliminado la intervención pública en el sector agrario. Estos cambios estructurales han destruido las economías locales y han creado las condiciones ideales para una agricultura ya no de autosuficiencia sino para la exportación. Ya no se produce para la economía nacional sino para la mundial y, según la ONU, los que deciden qué producir no son los gobiernos, sino las multinacionales de importaciones y exportaciones, de transformación y de distribución como Tesco y Carrefour.

El ensayo general de la crisis actual se produjo en 2005 en Níger, una de las naciones más pobres del mundo. Pocos años antes, el Gobierno había liberalizado el mercado de los cereales, una medida que atrajo la atención de los grandes exportadores e importadores. Su llegada monopolizó el mercado y facilitó el nacimiento de empresas agrarias que producen exclusivamente para la exportación, a expensas del mercado local. El país empezó a importar productos alimenticios y los precios subieron, mientras que los sueldos y el empleo no. En septiembre de 2005, tras una plaga de langosta y una grave sequía, se desató la crisis. La población no tenía suficiente dinero para comprar los productos importados que llenaban los estantes de los supermercados y, por consiguiente, empezó a morirse de hambre. Saltó la alarma internacional y empezaron a atracar las naves de ayuda en los puertos del río Níger mientras, paradójicamente, zarpaban otras con productos para la exportación. La crisis se atribuyó a las langostas y la sequía, pero no eran más que excusas: la producción agraria había descendido un mero 7,5% respecto al año anterior. El verdadero problema era la desaparición de la agricultura local, que había hecho que el país dependiera de las importaciones. Hoy, los biocombustibles y los especuladores son los chivos expiatorios de una crisis alimentaria mundial y estructural, cuyo origen está en que las economías emergentes y los países pobres dependen en exceso de las importaciones agroalimentarias.

"El Estado, no el mercado, debe ser el responsable del bienestar de los ciudadanos, sobre todo en los países en vías de desarrollo", afirma Amartya Sen, premio Nobel de Economía. Lo mismo dice un estudio reciente del Carnegie Endowment y el Instituto de Desarrollo Indira Gandhi, que advierte de que la liberalización de los mercados patrocinada por la Organización Mundial de Comercio empobrece a los ciudadanos y aumenta el desempleo rural en los países en vías de desarrollo. Es el caso de India.

El modelo neoliberal pretende redistribuir la riqueza producida mediante la apertura de los mercados. En India, el hambre afecta sobre todo al campo, pese a que el país exporta productos agrarios como el arroz, cuyo precio se ha cuadruplicado en un año. El aumento de los precios agroalimentarios, en teoría, debería hacer subir las rentas en los países exportadores, pero eso sólo es así en Occidente, donde no existe el latifundio. En los demás países, desde Níger hasta India, la subida de los precios acarrea el hambre. Lo demuestran los datos: India y Estados Unidos exportan arroz, pero mientras la renta agraria en EE UU ha aumentado el 24%, en India los que viven en el campo tienen que luchar para poder comer.

El motivo está claro, explica a The Financial Times Sushil Pawa, titular de una sociedad india de intermediación: el 50% de la población india trabaja en el sector agrario, pero sólo un mínimo porcentaje es propietario de la tierra. La gran mayoría, alrededor del 70%, está formada por asalariados y braceros que viven con menos de 70 rupias (unos dos dólares) al día. En Estados Unidos, por el contrario, la mayor parte de los agricultores trabaja sus propias tierras.

La crisis actual debe hacernos reflexionar sobre los errores de las políticas de desarrollo neoliberales e impulsar a los países pobres y emergentes a potenciar sus economías: "compre productos locales", es el lema de los expertos mundiales, sobre todo cuando se tiene en cuenta que el 65% del encarecimiento de los precios alimentarios se debe al de los transportes oceánicos. Y ya hay quien ha hecho caso. Malasia, un país importador de arroz con una producción interior que no satisface más que dos tercios de la demanda, ha puesto en marcha un programa de 1.300 millones de dólares para transformar el Estado de Sarawak, en Borneo, la zona arrocera del país.

También los consumidores ricos, que tiran un tercio del gasto diario, deben cumplir su papel. En los últimos cinco años, las importaciones alimentarias han aumentado un 20% en Europa, y en Estados Unidos, las de fruta y hortalizas se han duplicado. Los ricos quieren comer tomates, guisantes y fresas todo el año, y los gigantes alimentarios mundiales satisfacen esa demanda fomentando la producción en los países pobres del mundo, con el consiguiente perjuicio para la producción local.

Pero la crisis alimentaria ha dejado al desnudo la verdadera naturaleza del supermercado mundial: una pescadilla que se muerde la cola. Hacer la compra en Europa cuesta hoy el doble que hace un año, y el precio de las fresas autóctonas, incluso en temporada, es el mismo que el de las importaciones, porque la producción es minúscula respecto a otras épocas. He aquí un consejo desapasionado: para aliviar el hambre en el mundo y reducir los precios, empecemos a comprar alimentos locales y de temporada, hagamos la compra más a menudo y compremos menos, exactamente como hacían nuestros abuelos. (El País, 22/05/08)